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Premisa

Cercano a la media noche del día 13 de cada mes, los residentes de este pequeño pueblo se encierran en sus casas. Es de todos saben que monstruos rondan las calles de la villa durante 24 horas. Un día 13 de un mes cualquiera, una persona extraña a la villa llega a las inmediaciones del pueblo pues su auto se ha quedado sin gasolina

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Texto

El motor se detuvo suavemente en medio de aquel pueblo desolado, con apenas un quejido lastimoso quedó inmóvil en aquella calzada. Pequeñas casas de apenas dos pisos, de aspecto anticuado y triste, se alineaban cada lado de la calzada con pereza. Casi podía imaginar enormes manos cincelando cada delgada pared, creando un pequeño pueblo fantasma con el que jugar.

Se bajó del coche  resoplando, a su alrededor una suave neblina cubría el suelo de asfalto y entorpecía ligeramente su vista. Todas las casas tenían las luces apagadas, pese a que... ¿podía ver movimiento a través de las cortinas? Alcanzó su teléfono móvil con frustración y marcó el sencillo número de la asistencia en carretera, lo había escuchado cientos de veces en anuncios de television. Tanto que había logrado memorizar el número, la melodia y el baile de los engendros que lo anunciaban.

—Buenas noches, sea bienvenida a asistencia en carretera, mi nombres es Noelia, ¿en qué puedo ayudarle?—sonó al otro lado de la línea

—Hola, buenas noches. Soy cliente vuestra, me he quedado...—un desagradable pitido anunció el final de la llamada, sorprendida, atisvó como la pantalla mostraba el icono de batería antes de colgarse la llamada. Gruñendo para sí misma, lanzó el teléfono al interior del coche. ¿Qué podía hacer ahora? Lanzó una mirada a la casa donde había advertido movimiento, las cortinas estaban ligeramente entreabiertas pero el resto de la casa estaba sumida en sombras. Pero, ¿qué otra opción tenía?

Comenzó a caminar hacia la casa, escuchando gañidos de animales a su alrededor, siguiéndola con cada paso que daba. Perturbada por la sensación de estar siendo observada, comprobó que no había nada ni nadie a su espalda antes de continuar su camino hacia la casa.

El timbre resonó en toda la casa tan pronto como tocó el suave botón, sin embargo, no hubo respuesta. Incómoda por molestar, volvió a probar, esta vez tardando más en retirar el dedo. Continuaba sin respuesta. ¿Se había imaginado el movimiento? Tocó por tercera vez.

—¡Márchate!—gruñó una voz masculina—¡VETE!

—Disculpe por molestarle, señor—se disculpó—Mi coche se ha averiado y no tengo batería en el móvil, ¿puede dejarme usar el suyo?—Volvió a gruñir a través de la puerta—Por favor,—suplicó—hace frío aqui fuera.

Tras unos segundos de silencio la puerta finalmente se abrió, de la oscuridad, emergieron tres manos que tiraron de ella dentro de la casa con rápidez. Tras eso, volvieron a cerrar con celeridad, apretando largas filas de candados y cerrojos.

—Vaya fortín—se burló.

—No deberías haber venido—renegó el hombre

—No deberían invitar a desconocidos a casa—replicó mofándose.

Gritos resonaron calle abajo, pero ningún vecino abrió las puertas. A la mañana siguiente, no había ningún coche en la calzada.