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Premisa

Un niño insiste que el dibujo aterrador por el cual su maestra llamó la atención de sus padres no es más que la representación de la familia que vive tras el espejo que su madre compró recientemente en una tienda de antigüedades.

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Texto

Cruzó las piernas por décima vez mientras sostenía un bolígrafo apunto de agotarse, su piel oscura estaba de gallina y sus labios resecos continuaban tan apretados como cuando había entrado en la sala. El chico le había dicho a su madre que no necesitaba ningún psicólogo, había jurado que todo lo que había explicado era verdad; que existía una familia tras el espejo y que, si no los dibujaba, se enfadarían. La doctora suspiró, había aceptado aquella visita porque quería ayudar a ese niño, pero lo cierto era que no había logrado avanzar en la última hora.

—Vuelve a hablarme del dibujo—rogó—. ¿Cómo dices que se llama la familia del espejo?

El niño la miró, sus ojos se habían hinchado de tanto llorar, comenzó de nuevo su relato en un volumen tan bajo que era apenas audible. Se preguntaba cuanta verdad había en lo que decía y cuanta fantasía. Quizá el miedo a esa familia tras el espejo no fuera más que una representación desesperada de un terror más razonable; como abusos. La doctora se acomodó en la silla de nuevo, arrastrando su bloc de notas cerca de su estómago, buscaba cualquier error que pudiera conducirla a la raíz de su miedo.

—Se llaman Sullivan. Son una familia que llegó a España después de la Batalla de Kinsale, perdieron todo en la guerra y vinieron a hacer fortuna desde Irlanda—la doctora dirigió la mirada a los rostros desfigurados y emborronados que el niño había hecho en clase de plastica. ¿Cómo sabía un niño de seis años sobre una guerra del 1600?

—¿Y viven en el espejo?—preguntó de nuevo, en busca de inconsistencias.

—Sí—respondió con tranquilidad—. Lily dice que no recuerdan demasiado de vivir al otro lado del espejo—comentó con tranquilidad—así que quieren llevarse a gente al otro lado.

La doctora lo miró, mientras sentía como su piel se volvía más tensa—si es que era posible—. El niño tenía fuertes ojeras alrededor de los ojos, su piel estaba tan pálida que parecía traslúcida y había perdido mucho peso. Sin duda alguna, la hipótesis de los abusos parecía la más pláusible.

—¿Quién es Lily?—continuó.

—Lily es la hija menor, tiene mi edad. Es rubia y tiene un vestido enorme, no se como puede caminar con eso. Tiene ribetes y decoraciones de todo tipo, parecido a los vestidos de las princesas de Disney, pero no tan bonitos. Es más feo y antiguo, casi viejo.

¿Estaba el niño hablando de un vestido de época? Con ribetes y decoraciones, de aspecto antiguo... Sin duda alguna, lo parecía. ¿Pero como podía saber sobre eso? La doctora suspiró para sus adentros y volvió a enfocar la vista en los ojos cansados del niño.

—¿Y qué quieren los Sullivan? ¿Por qué están en el espejo?—el niño pareció rumiar en sus palabras durante unos segundos, cosa que alegró a la doctora. ¿Había dado con el centro del problema?

—Creo...—comenzó el niño, vacilante—Que tienen hambre.