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𝐈. Blood In The Water


NOVATURIENT / I: BLOOD IN THE WATER.


🔮


El anonimato es la clave, y Kana lo mantiene entre sus dedos como un cuchillo ensangrentado. Cuando se fue en medio de la noche, con las mejillas rojas de tensión y el frío aire invernal golpeando su rostro como una advertencia, se aseguró de que nadie en el Campamento Mestizo la viera. Ni siquiera las arpías vieron su cabello negro como la tinta ondeando en el cielo nocturno. Lo hizo con el único propósito de irse sin ninguna intervención innecesaria, algún campista apareciendo de la nada para pronunciar un discurso dramático sobre la importancia de la unidad durante los tiempos difíciles y cualquiera basura sensacionalista en la que creyeran.

Al final, su incapacidad para "comprender las emociones humanas básicas" (como diría su hermana con tanta elocuencia) trabajó en su beneficio. Nadie en el campamento sabía por qué se había ido, aunque pueden haber asumido la razón. Pero ella no era hija de la diosa de la magia solo por su cara bonita, Kana podía invalidar sin esfuerzo las presuposiciones. Las mentes de los campistas son tan fácilmente manipulables que es lamentable. Estaban tan perturbados en un mundo que cambiaba tan rápido que podrías susurrarle a cualquiera de ellos al oído lo hermoso que es el violáceo cielo, y mirarían hacia arriba con una sonrisa pensando que nunca podrías mentirles.

Kana Maeda se estaba abriendo camino a través de un ejército de traidores y monstruos ━ engañar a jóvenes desventurados es tan fácil para ella como respirar magia en sus pulmones. Entonces, cuando Luke Castellan se acercó a ella con una sonrisa carismática que colgaba de sus labios como un arma, ella supo que estaba lista para cualquier tarea que se le asignara. Para eso vino, para eso nació.

—Necesitamos que te infiltres en el campamento —murmuró, sus ojos azules fijos en el campo de entrenamiento—. Necesitamos a alguien caminando en territorio enemigo.

Kana arqueó una ceja, mirando al semidiós rápidamente agotado que sostenía su espada contra la fuerza bruta de uno de los niños de Ares. Ella conoce una batalla perdida cuando la ve.

—¿Me necesitan o simplemente quieres que alguien vigile a nuestra encantadora princesa en el campamento?

Hubo un pequeño resquicio en su fachada tranquila ante sus palabras, pero se endureció rápidamente, su rostro no parecía más que sereno y afable.

—Annabeth no tiene nada que ver con esto, no vayas a hacer suposiciones. Las cosas no funcionan así aquí.

Kana no podría rodar más los ojos si lo intentara.

—Las cosas funcionan así en todas partes. Especialmente aquí. ¿Quiénes crees que somos? ¿Adolescentes que se conocieron en situaciones precarias y decidieron unirse como en un maldito libro sobre la mayoría de edad? No seas delirante, Castellan. Todos somos mentirosos que se arrojarían un cuchillo a la espalda si tuviéramos alguna razón para hacerlo.

Luke dejó escapar una risa mordaz y sin humor.

—Esa es una visión bastante deprimente de las cosas.

—¿Acaso es una visión equivocada?

Luke hizo una pausa.

—Prefiero verlo como adolescentes que se cansaron de no ser más que peones bajo la mirada de los dioses y decidieron hacer algo al respecto. Y así fue como se creó una alianza.

—Qué alianza tan frágil.

—Podría serlo —Luke admitió—, si no les damos ninguna razón para pensar que están del lado ganador.

—¿Y esperas que les dé una razón para creer? Suena más como trabajo tuyo que mío.

—Estoy esperando que hagas lo que te han pedido, sin preguntas —espetó.

Kana sonrió.

—Ahora ese es el Luke que conozco. Me preguntaba a dónde había ido esa actitud.

—Es justo donde siempre ha estado y harías bien en recordarlo.

Kana se encontró con su mirada de frente, sus ojos brillaron con el oro más ligero por un momento antes de relajarse notablemente.

—Y harías bien recordando que, si bien puedes ser una parte importante de los planes de Cronos, no eres más que un insecto un poco menos molesto bajo mi pie. Puedo romperte el cuello con un chasquido de dedos, y te aseguro que hoy no estoy de muy buen humor. O alguna vez.

Luke no parecía preocupado, pero ella no esperaba que lo estuviera. Estaba acostumbrada a ser subestimada, las experiencias pasadas en diferentes escuelas le habían enseñado eso. También estaba acostumbrada a demostrar que estaban equivocados con solo un pensamiento, nada más que un deseo que los enviaba por las escaleras, si tenían suerte. Y si no la tenían... bueno, los hospitales existen por alguna razón. Los hombres llegaron a este mundo sabiendo que tienen un privilegio, y había pocas cosas con las que Kana disfrutaba más que resquebrajando ese privilegio bajo sus botas. Esperaría pacientemente la caída de Luke, y no podía llegar lo suficientemente pronto. Pero por ahora, eran aliados, y ella no arriesgaría a sus hermanos por el ego de un único hombre. Kana prefiere su propio ego mucho más.

—Mantén tus amenazas para ti, cariño.

Kana se mordió la lengua, sonriendo muy dulcemente. También me guardaré tu corazón sangrante y calcinado, solo espera.

—Vamos, Luke. Mantén tu kink por los motes cariñosos en secreto, te prometo que nadie quiere esa mierda.

Luke resopló como si estuviera siendo torturado, y miró al cielo como si quisiera que cayera y los aplastara a todos antes de tener que pronunciar una respuesta a eso. Sonriendo sarcásticamente para sí misma, Kana miró hacia donde uno de sus hermanos se acercaba a ella, su típico ritmo relajado al caminar y una sonrisa serena que lo hacía fácilmente reconocible a sus ojos.

—Pensé que estabas entrenando.

Alabaster se encogió de hombros, apoyado en la pared, como si no tuviera preocupaciones en el mundo que plagaran su mente.

—Tus hermanos son ridículamente fáciles de vencer —le dijo a Luke—, un truco de la niebla y cayeron directamente en la trampa. Deberías fijarte en eso en lugar de tratar de arrastrar a mi hermana a tus vicios. Ella todavía es menor, ya sabes. E incluso si no lo fuera, el consentimiento es clave.

—No es que te importe —murmuró Kana, con una sonrisa sardónica en sus labios—, considerando que Annabeth es apenas mayor que yo.

Luke la miró como si no quisiera nada más que el mar se abriera bajo sus pies para tragársela por completo. A Kana realmente no podía importarle menos lo que un chiflado que se fijaba en menores de edad solo cuando se encontraban en bandos enemigos tenía que decir, sinceramente, así que limitó a sacar su navaja de su bolsillo trasero. Quitarse la suciedad de bajo sus uñas con el filo era mucho más interesante que los balbuceos del niño grande con problemas de papi.

—Torrington, piérdete por un rato. Esto es entre Kana y yo.

—Castellan, sácate el palo del culo por un momento, ¿quieres? —masculló Kana, demasiado interesada en la tierra bajo sus uñas como para mirar hacia el iracundo rostro del hijo de Hermes—. Si quieres decirme algo, no tiene sentido quitarte a Alabaster del medio. No tengo secretos con mis hermanos, aunque eso no es algo que puedas entender.

—Síganme ambos, entonces —respondió Luke, irguiéndose y marchándose hacia el interior de un camarote antes de que ellos pudieran decir algo—. "No tengo secretos" mi culo.

Resoplando bajo la mirada entretenida de su hermano, Kana le golpeó levemente la cabeza con la empuñadura de su navaja. Echando una última mirada hacia el campo de entrenamiento, la hija de Hécate se dio la vuelta, dejando atrás a un victorioso hijo de Ares.


🔮


Cuando aún vivía en Nueva York y conocía sus calles como la palma de su mano, Kana tenía varios recovecos en mente cada vez que dejaba atrás la pocilga que su abuela se empeñaba en llamar hogar. Apenas se mantenía en pie y siempre olía a alcohol desinfectante y nicotina, no era ninguna sorpresa que Kana tomara cualquier oportunidad para saltar desde la ventana y bajar por las escaleras de incendios. La actitud de su abuela también tenía mucho que ver en las razones por las que Kana Maeda siempre acababa desparramada en la mesa veintidós del "pequeño local del tío ML". Era un nombre horrible y no se abstenía de decirlo las veces que hiciera falta, pero Mason Lyan, que no era tío y ni siquiera tenía hermanos, nunca prestaba atención.

—La elegancia no es el punto aquí, solecito. Es el sentimiento —diría el tío ML cada viernes, dejando de restregar la barra para apuntarla con la bayeta sucia—. ¿Acaso el pequeño local del tío ML no te hace sentir a gusto? ¿A salvo? Es el nombre de un local hogareño.

—Tu local hogareño se cae a pedazos y huele al hijo del moho y el cadáver de una decena de ratas, tío ML —refutaría Kana, poco impresionada.

Aun así, Kana volvería cada viernes sin falta. Hasta ese día, ese maldito día. El día empezó como cualquier otro: con los griteríos de su abuela a los vecinos y las garras del gato callejero que se había empeñado en entrar por su ventana en su cabeza. Suspirando, Kana se había levantado con un gato aferrado a su cabello y se había preparado para un nuevo día de la misma mierda. Sin embargo, por esos tiempos ella tenía mucho más optimismo del que a la Kana actual le gustaría admitir. Era todo sonrisitas y comentarios sarcásticos, mucho ruido y pocas nueces la mayoría de las veces (algunos niños realmente se merecían ser tirados por las escaleras, abuela, no pienso disculparme).

Su abuela le había lanzado un sándwich envuelto en platina desde la ventana hacia la calle como si fuera un boomerang, y el gato callejero siguiéndola dio tal salto que parecía querer subirse de nuevo a su cabeza. Soltando una risotada, Kana había recogido el sándwich del suelo y seguido su camino. La escuela pública de Rothenford era solo uno de los muchísimos colegios a los que ella había asistido a lo largo de los años, tan fácil de olvidar como cualquier otro. La única razón por la que podía recordar su nombre es por la memoria especial que esconde en sus paredes.

Con la sangre de su mejor amiga en sus manos y el cadáver de un monstruo desapareciendo bajo su mirada llorosa, Kana escuchó la voz de su madre por primera vez. "Nadie puede saberlo", dijo, "nadie puede ver esto. Tú sabes lo que va a pasar, lo que otros asumirán de ti si ven esto". Susurró instrucciones al oído de Kana y su hija obedeció robóticamente. Cuando salió de la escuela con el cuerpo tembloroso, las palmas oscurecidas por la sangre seca y el sonido de las sirenas de los coches patrulla llegando a la escena resonando en sus oídos, casi deseó que la atraparan. Deseaba que uno de sus profesores se apresurara a pasar, la sostuviera por los hombros y la sacudiera hasta que el mundo volviera a tener sentido y finalmente pudiera despertar. Nadie lo hizo y la niña ensangrentada pasó desapercibida.

Al regresar a casa, se sintió aliviada cuando se encontró cara a cara con una criatura que no debería existir según los estándares de la humanidad, pero que ahí estaba, en medio de su sala de estar. Su presunto protector le echó una sola mirada a su ropa sudorosa y ensangrentada y no hizo preguntas. A Kana no le quedaban palabras para decir, aunque quisiera, con su garganta ardiendo y un cuerpo que pesaba más que cuando se despertó esa mañana. Kana Maeda se fue de Nueva York ese día sin más pertenencias que las que podía llevar en la mochila de la escuela y un sátiro como único testigo de lo que su abuela llamaría durante años "su caída en desgracia". Su yo actual no podía estar más de acuerdo. Kana nunca estuvo hecha para vivir entre las luces, y estaba dispuesta a aprovecharse de ello. Si para conseguir un mundo libre para sus hermanos necesitaba llegar hasta el fondo de su caída en desgracia, eso haría. Luke podría poner en práctica un plan tras otro en nombre del honor, ella simplemente lo tomaría y haría lo que fuese necesario. Nadie se interpondría en su camino, ni el héroe de los héroes. Ni siquiera el hijo del mar podría soportar el poder de una hija de la magia. Kana se aseguraría de eso personalmente, incluso si terminaba con más sangre en sus manos y un cuchillo en la garganta, lo conseguiría. ¿Cómo podría no hacerlo?


🔮


Dejó atras al Princesa Andrómeda con seguridad en su misión y Alabaster a su lado. Naeem no parecía tan convencido, su rostro usualmente gentil atascado en una mueca mientras la seguía por todo el asentamiento de Hécate. Su hermano era menor por más de dos años, pero no podrías habértelo imaginado por como actuaba alrededor de Kana. Si no lo supiera mejor, ella misma hubiera dudado de su edad al escucharle.

—Esto no es solo peligroso, es un plan sin pies ni cabeza —insistió mientras una de sus hermanas ayudaba a Kana a meter una cantimplora llena de néctar en su mochila—. Hablando de eso, ¿siquiera hay algo merecedor de ser llamado un plan? "Entra ahí, gánate su confianza y encárgate de Percy Jackson". ¿Qué diablos significa eso?

—A mí me suena bastante sencillo —respondió Amina, saliendo de entre las sombras para colocar una bufanda alrededor del cuello de su hermana mayor. Kana dudaba de que fuera a necesitarla en pleno verano, pero se encogió de hombros y la metió en su mochila. A este punto, con cada uno de sus hermanos apareciendo de la nada para agregar cosas a su mochila, necesitaría agrandar el interior más de lo que se había esperado—. No es que la traición sea una ciencia.

Naeem le lanzó una mirada irritada.

—Viniendo de la chica que se lanza a hordas de monstruos sin decir una palabra, eso no me tranquiliza.

Amina frunció el ceño, pero no replicó. No sería mentira decir que ella tenía la costumbre de meterse en problemas con los monstruos que llenaban el ejército de Cronos, y ni siquiera su alianza podía salvarla de aquello. Sin embargo, Kana no estaba preocupada. Su hermana era más que capaz de encargarse de cualquier criatura que le pusieran enfrente, pero matarse entre aliados no era precisamente una decisión inteligente. Luke siempre se cogía un berrinche. Kana se enderezó con un suspiro.

—Obviamente, no es el mejor de los planes, teniendo en cuenta que viene de Luke. Ese chico no podría encontrarse con una neurona incluso si le golpeara en la cara con un bate —Se dirigió entonces a Naeem—, pero para eso me envía a mí. Si hay alguien quien puede hacerse cargo de esta misión y salir bien parada, soy yo.

—Así es —dijo la voz de su madre, una mano cálida posándose sobre su hombro. Cuando Kana miró hacia atrás, se encontró con la expresión sonriente de la diosa. Tenía un rostro tan apacible que su sonrisa la hacía ver angelical de una manera que ella nunca podría conseguir, pero la mirada en sus ojos le hacía recordar a Kana de dónde venía, porque siempre había sido más tormenta que humana—, nadie tiene una oportunidad contra tu hermana, Naeem. Ten fe.

Su hermano se suavizó tan rápido como se había alterado, asintiendo dócilmente bajo la mirada ardiente de su madre. Esta no sería la primera misión de Kana, pero era la primera misión en la que sería enviada lejos sin ninguno de sus hermanos, y ninguno estaba contento. Los hijos de Hécate eran más fuertes juntos, pero esta misión requería la discreción que un grupo no podía brindar. Kana no estaba más feliz que cualquiera de ellos, pero sabía su lugar en el mundo. Si esto era lo que debía hacer, eso haría. Incluso sin sus hermanos, los llevaría con ella fuera a donde fuera y volvería con la certeza de que nada ni nadie se podría entrometer en su camino. Les debía eso al menos.

—Muy bien —prosiguió su madre, enviando una última mirada a sus hermanos antes de dirigirse a ella—. Hablemos, Kana.

Siguió a su madre por el asentamiento hasta que los rostros de sus hermanos se convirtieron en puntos en la lejanía y la sombra de los árboles las escondían entre ellos. Solo entonces fue cuando la diosa se paró en seco y Kana se sentó en medio de la nada en silencio. Si algo había aprendido desde que se había unido a ellos, es que su madre era alguien de pocas palabras. Sus miradas eran significativas pero difíciles de distinguir, y Kana, que nunca había sido lo que se dice competente en la socialización, nunca estaba segura de que decir o hacer a su alrededor. Era su madre, sí. Pero también era una diosa desconocida para ella que había escuchado por primera vez con muerte bajo sus ojos. No tenían la más funcional de las relaciones madre-hija.

—Alabaster me ha hablado de tu misión —habló la diosa por fin.

Kana sonrió sin humor.

—Me imaginaba que lo haría, no hay secretos en esta familia.

—No, yo diría que no —dijo, el atisbo de una sonrisa en sus ojos desapareció instantáneamente cuando se irguió con sus manos tras su espalda—. ¿Estás segura de esta misión?

Kana entrecerró los ojos. Nunca sería capaz de saltar contra su familia, pero le estaba cansando tanta pregunta. ¿Acaso les había dado razón para dudar de sus habilidades o su propósito? Su mentalidad no había cambiado desde el momento en el que llegó al asentamiento, y no había hecho más que seguir el camino que su madre había creado para ellos. ¿Por qué dudaban de ella ahora?

—Sí —contestó, más bruscamente de lo que habría querido—, lo estoy.

Su madre parecía poder leerla como un libro, porque resopló y se acercó hacia ella, cogiendo con delicadeza su rostro entre sus manos. No podrías saber que era una diosa por sus manos, que eran ásperas y descuidadas como si hubiera trabajado sin descanso en las fraguas durante años, incómodas contra su piel sensible. Pero eran las manos de su madre, y Kana no podría apartarse ni aunque quisiera.

—Créeme cuando te digo que no albergo en mí ninguna desconfianza en lo que eres capaz de conseguir —susurró, una mirada intensa en sus ojos—. Tus hermanos confiarían en ti con su vida, lo han hecho antes y lo seguirán haciendo. Solo se preocupan, pero sabemos que puedes hacerlo todo lo que te propongas por nosotros, ¿cierto?

—Eso es lo que he estado haciendo todo este tiempo —masculló Kana. No estaba enfadada por completo, pero la furia siempre parecía vivir bajo su piel, despierta y vibrante. Fácil de estallar. Ella siempre estaba más cerca de quemarse que de arder brillante.

—Lo sé, y todos confiamos en que seguirás haciéndolo. No miento cuando digo que nadie tiene oportunidad contra ti.

—¿Ni siquiera el hijo de uno de los Tres Grandes?

Los ojos de su madre brillaban dorados.

—Los Grandes en algún momento fueron los titanes. El mundo cambia, las tornas giran, y los dioses están destinados a caer. Si eso es lo que debe pasar para que tú triunfes...

—Perseus Jackson morirá —dijo Kana, no como una amenaza, sino como una promesa.

Cuando su madre sonrió y la llevó fuera del asentamiento entre una marea de sus hermanos deseándole suerte, Kana pudo sentir la seguridad haciéndose un hueco entre sus pulmones. Agarrando su mochila con fuerza y aceptando el beso que su madre se inclinó para dejar en su frente, se recordó porque hacía lo que hacía en la confianza de la diosa.

—Para un pasaje seguro en tus viajes —dijo, acariciando la parte de su frente que sus labios acababan de tocar, su bendición pasando sobre ella como un suspiro.

Kana asintió y se dio la vuelta para emprender su nuevo camino, con la mirada de su madre y los deseos de sus hermanos en su nuca. Sabía lo que debía hacer. Sabía lo que venía antes de cualquier plan que Luke ideara para ella. Si las cosas se complicaban, el mundo ardería bajo sus pies antes de que llegara a sus hermanos. Ella se aseguraría de ello. ¿Cómo podría no hacerlo?


🔮


📍 ok, no estoy muy segura de estar contenta con este capítulo, por lo que no descarto la posibilidad de editarlo, pero <3 quería al menos subir el primer capítulo antes de terminar el año, así que.... ¡woo! aquí tenéis un regalo por el último día de 2020 lol.

📍 en fin, no estoy acostumbrada a escribir sobre las relaciones de los semidioses con sus padres porque no suele haber mucha interacción??? i love it here con hécate y sus hijos  tho, así que lo estoy disfrutando. también me emociona escribir sobre kana y sus hermanos. no tengo ni idea de cuantos hijos tiene hécate en el canon, pero canon can kiss my ass, haré lo que me apetezca. son mis niños ahora y kana se merece una familia que no dudaré en expandir cuantas veces quiera. no tengo mucho que decir sobre el capítulo en sí, así que me dedicaré a desearos un buen año 2021, ya que estamos a 31 de diciembre. esperemos que sea mejor que el 2020. buen día, cuídense mucho.

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