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Pasé todo lo restante de la madrugada y mañana junto a mi hermana en el centro médico.

Ella seguía inconsciente, mi mano aferrada a la suya y la otra tirando de su pelo hacia atrás. Desde el rabillo del ojo, Troy estaba en otra camilla, contestando las preguntas que Olivia soltaba, sobre su bienestar, sobre dolores, sobre si necesitaba algo, en lo que flexionaba sus rodillas y las elongaba para él. Mucho tiempo quieto, sus músculos rígidos por los espasmos que sufría. Iba a tener unas cuantas sesiones así.

Crucé miradas con el genio, que me sonrió, el mismo agradecimiento en él, y miró a mi hermana por un pequeño momento antes de volver con las preguntas de Drea. Zafira, al lado de su hijo, tampoco le soltó la otra mano. Hablaban y hablaban. Se tocaban. Sin predicción por medio. No sabía cómo ni por qué, pero no era momento de preguntar. Sólo apoyé mi cabeza en la camilla de mi hermana, con mi rostro hacia ella, y cerré los ojos por un momento.

La paz mental que sentía había relajado todos mis músculos. Troy había vuelto, gran parte de nuestros amigos también, y mucha más gente que estaba tratando de obtener un nuevo hogar. No había visto a Julia desde que me había mandado con el Doc, la pobre líder estaba restaurando edificios como podía junto a unos voluntarios, una sobrepoblación de nuevos integrantes que desbordaba del comedor dónde ella los había puesto momentáneamente. Enzo y Anna se estaban encargando de eso, Tom y el Doc, en cambio, se habían encargado de ayudar a algunos anómalos adaptarse de vuelta con sus anomalías. Estaban por el centro también, volviendo a su trabajo.

Una mano cálida se apoyó en mi espalda, levantando mi cabeza anonadada por la sensación, y miré la taza de café que estaba siendo estirada en mi dirección. Claire la dejó en mis manos y arrastró otra silla para poder sentarse a mi lado.

—¿Dijeron algo de ella? —tiró de la manta que mi hermana tenía encima para taparle los dedos de los pies que se habían descubierto—. Lleva dormida mucho más tiempo del que estuviste tú.

—Es más pequeña de lo que era yo cuando me pasó. Todo en ella sigue desarrollándose —saboreé el café en mi boca tras un sorbo y me dejé caer contra mi asiento—. No es que no me preocupe, sólo sé que tengo que seguir esperando. Lo único que dijo Liv es que había comenzado a moverse dormida. Eso es un avance.

—Entonces supongo que está todo bien ahora.

Tragué pesado, bajando mi vista de vuelta a Morgan.

—Sí —mentí—. Todo va a estar bien ahora.

Nos quedamos en silencio, tomando el café que ella nos había traído. Más allá del cansancio que teníamos ambas, el sueño escaso y ni existente mientras que jugábamos a la adivinanza de Troy, pero una vez que él abrió los ojos, todos empezamos a sufrir del cansancio. Claire apoyó nuestras tazas en la mesada al lado de la camilla, e incluso con cafeína encima, se acurrucó en la silla para cerrar sus ojos y ceder al sueño. Tomé otra manta que había en una camilla recientemente dejada y la tapé con ella. Por más exhausta que estuviera, no pude conciliar el sueño.

Claire no sabía sobre lo sucedido con Aiko, Tom no se lo había dicho. Se lo agradecí, él sabía lo pesado que sería, aparte de que Claire la conocía de antes que yo, habían llegado casi juntas al campamento anterior. No sabía si podría decírselo, no sabría ni cómo lo haría. Tendría que en algún momento y adherirme a las consecuencias de haberlo ocultado, pero por el momento, no tenía las fuerzas.

Masajeé el centro de mi pecho, la sensación de ardor aún presente en mi pecho, y estiré el cuello de mi buzo y camiseta hacia adelante para mirar mi piel. Un hematoma residía en él, cómo muchos más en mi vientre, brazos y piernas. Tenía una extraña cicatriz también por la anti-navita, igual a la que Claire llevaba en el costado de su vientre, yo la tenía en mi espalda. Era como un semi círculo. Un recordatorio de haber sido inmune a ello, y que los demás lo pudieran sobrevivir.

Froté la piel en mi pecho, caliente como la sensación que la traspasaba, y suspiré. Había aparecido al día siguiente del ataque. Había expulsado mucha energía, hecho mucha fuerza con ella. Era un efecto secundario. Al haberla dejado de usar mucho, se había suavizado y ya no molestaba tanto. Tenía que mantenerle al margen hasta que eso se curara. Mi cuerpo había recibido demasiado golpes y dado muchos también.

Me colé en la camilla de mi hermana, deslizándome cerca de ella y abrazándola. Le dejé un beso en su cabeza antes de dejar caer mis párpados y permitir relajarme el cuerpo hasta desvanecerme en mis sueños.

Vi a Noah ahí, sin poder comunicarme. No pude verlo tan bien como lo había hecho días atrás al llegar a él, lo veía más nublado, más inquieto. Corría a toda prisa, la mochila colgando de su mano, y respirando pesado en cada paso. Mi corazón latió agitado, sabiendo cual era la intención de él y a dónde se estaría dirigiendo. La radio no habría dado ningún aviso de nuestra victoria. Y él no sabría qué habría sido de nosotros. Estaba volviendo hacia Costa Norte.

Quise adentrarme más al sueño para poder calmarlo, su semblante se fruncía en una desesperación que me partía el alma. El calor en mi pecho volvió al intentar deslizarme dentro de su cabeza una vez más, probando un nuevo camino para llegar a él, y terminé despertándome cuando una risa me trajo de vuelta a la realidad.

Lo primero que vi fue a Tom sentado en la punta de la camilla, cerca de mis pies, y a Claire entre sus rodillas, hablando en mi dirección. Apenas giré mi cabeza, mi hermana le sonreía a Claire en lo que acariciaba mi pelo. Me senté rápidamente y Morgan se giró hacia mí.

—Buen día para ti, bella durmiente —bromeó. Me lancé con mis brazos abiertos hacia ella, encarcelándola en un abrazo que sacó un quejido de ella. Los otros dos se rieron de mí, mi hermana palmeando mi espalda—. Tiempo, tiempo, espacio personal.

No la solté por otro rato más, parte mía, que había ignorado la preocupación, ahora estaba aliviada de por fin verla de vuelta arriba. Le acomodé el pelo, ya trenzado por las manos de Claire, y le dejé otro beso en la cabeza.

—Me alegra verte despierta al fin.

Sonrió, tomando una de mis manos y dándole un apretón.

—Sí, lo dejaste en claro —volvió a bromear y después miró por detrás de mí—. No fui la única que despertó al parecer.

Troy seguía en su camilla, ahora sentado en ella y probando pararse en su propio peso. Vaya a saber cuánto tiempo me habría dormido y él seguía en un proceso de kinesiología para todas sus extremidades. Zafira seguía con él, ahora ella y el Doc estaban en paz de vuelta entre ellos. Conmocionados y alegrados de tener a Troy de vuelta.

—Ya le tocaba —suspiré, aun sonriendo en dirección del genio. Al volver a mi hermana, me senté a su nivel, acomodándome en la camilla—. ¿Hace mucho despertaste? ¿Estás bien?

Negó.

—No mucho, serán veinte minutos y Claire llamó al instante a Liv —contó. Al ver su rostro, la leve marca que antes aún tenía de su encuentro con Jack Parker, había desaparecido. Acaricié la zona con suavidad y ella relamió sus labios—. Curó gran parte de mis moretones. Ya no tengo muchos. Estoy más que bien.

Una vez que confirmó su bienestar, que una sanadora ya había hecho su trabajo, una ola que había guardado en mi pecho volvió en un impulso que desarmó mi tranquilidad. Venía de la mano de lo sucedido con Aiko, con Jack Parker.

Entrecerré los ojos—: Muy bien, porque los que te voy a hacer por desobedecerme van a ser nuevitos.

El gemelo y Claire, ante el tono que salió con esas palabras, supieron pararse y darnos nuestro espacio. Se despidieron rápido y cerraron unas cortinas que dividían las camillas. Mientras tanto, yo me paré de la camilla y acomodé mi pelo, todo desordenado y anudado, antes de volver hacia mi hermana de brazos cruzados. Ya no sonreía como antes, ya sabía que vendría de mi parte.

No iba a enojarme, no iba a gritarle. Sí me iba a escuchar e íbamos a empezar desde el principio.

—¿Qué recuerdas que hiciste desde que empezó el ataque hasta el final? —la pregunta era más retórica, no esperaba que me contara todo lo que ya sabía que había hecho. Sabía más yo que ella—. ¿Te acuerdas de lo que hiciste?

Tomó la manta entre sus manos, bajando su vista a sus dedos que aferraban la tela.

—Fui por ti.

—¿Cuántas veces?

—Dos veces.

—¿Y cuántas de esas veces te dije que te fueras? —continué manteniendo mi tono de voz, escuchándome como mi mamá al estar por darle la reprimenda de su vida. Sólo me faltaba que uno de mis pies se golpeara con suavidad contra el piso, expectante—. ¿Cuántas veces te dije que bajaras a las cuevas? ¿Qué no te metieras en peligro?

Suspiró, aún sin mirarme.

—Muchas.

Asentí.

—Y sólo una última pregunta... ¿cuántas veces me desobedeciste en el medio? ¿Me hiciste preocupar por ti?

—Técnicamente, esas serían dos preguntas.

Morgan.

Exasperada, lanzó sus manos por sobre ella y las dejó caer con pesadez en su regazo. Algo en ella pareció agotarse de lo que le estaba diciendo, cosa que nunca antes había hecho, y soltó un:

—Te salvé la vida, Taylin.

—Y te pusiste en riesgo después, cuando te agarraron soldados y te trajeron amenazada a mí, que no podía hacer nada —contesté. No quería meterme con la situación de Aiko aún—. Sabes que estoy agradecida de que hayas aparecido ahí, y puedo hasta justificarte ese único momento. Ahora, ¿y el otro? ¿Volviendo a por mí en pleno centro de la batalla? ¿Cómo se te cruzó por la cabeza hacer semejante idiotez?

—Porque puedo ayudar.

—Que tengas una anomalía fuerte no significa que puedas correr y meterte en una pelea así, menos cuando no sabes usarla apropiadamente. Sólo tienes un entrenamiento básico de defensa propia —le recordé. La escuela le daba sólo esas lecciones, eran niños, no esperaban que pudieran matar al otro con tal de sobrevivir a ellos. Sólo que se defendieran y corrieran lo más lejos posible para encontrar un adulto que los ayudara—. Te ordené que bajaras con los demás, dónde ibas a estar segura, y sabiendo que iba a encarar al frente, me seguiste igual. Te ordené solo una cosa y no la pudiste cumplir.

—Te salvé a ti y a Tom, ¿y no te es suficiente?

Y diste una anomalía, quise agregar. No todavía, ya lo escucharía. El problema estaba siendo otro.

—No estás entendiendo lo que te estoy diciendo. Eres mi hermana menor y mi trabajo, mis prioridades, mi responsabilidad más grande, es cuidarte yo a ti. Pase lo que me pase a mí, mi mayor obligación es asegurarme que tú estés bien. ¿Qué piensas que hubiera sido de mí si a ti te llevaban? ¿O si te pasaba algo? ¿Si te volvías una caída? —esa vez mi tono de voz si se alzó, el recuerdo de la anti-navita cerca de ella tensando todo mi cuello y columna—. Tu mente no es como las demás, puedo no ser capaz de despertarte. ¿Qué piensas que habría hecho yo?

—Pero no pasó —me quiso calmar—. Estamos bien, lograste derrotarlos.

—¡Y puede ser que no siempre sea así, Morgan! —me acerqué a ella, sentándome en la camilla—. No-no funciona así. Tienes que hacerme caso en esas situaciones, contigo cerca y sabiendo que te pueden dañar... —respiré hondo, acariciando mis sienes, y después volví a girar mi cabeza hacia ella—. Eres una niña todavía, An, no puedes hacer eso.

Su boca hizo un leve puchero, su ceño frunciéndose. Pensé que no iba a decir nada más, que iba a pensar más una respuesta a lanzar algo cómo:

—Puedo si entro a entrenar.

No. No hizo falta ni que contestara, vio mi rostro, supo la respuesta al instante y ninguna de las dos estaba satisfecha con lo dicho por la otra. Ella no iba a entrar a entrenar. Más allá que por la regla de Costa Norte que dictaba que, hasta los dieciséis años, ella no tenía permitido entrar en el centro sin que un adulto responsable. No tenía ni catorce todavía. No iba a hacerlo.

—Sabes que lo tienes prohibido eso, así que no.

—Estás en el grupo líder, puedes discutirlo —exigió—. Quiero saber defenderme, quiero saber usar mi anomalía.

—Entonces hablaremos con el Doc, que se encargue de enseñarte cada faceta tuya, todo. Cómo lo hizo conmigo y con muchos otros anómalos. Iras las veces que quieras —le ofrecí y aclaré, buscando un intermedio—. Pero no vas a entrenar y ni tampoco lo voy a ofrecer.

—¿Por qué? —exigió.

—Porque no tienes la edad y con las actitudes que tomaste el otro día, desobedeciendo una sola orden básica, queda en claro que no estás lista y que sigues siendo una niña —escupí, su insistencia comenzando a enojarme. Ella ya tampoco estaba tan tranquila como había despertado—. Yo soy tu hermana y no pudiste escucharme a mí. ¿Piensas que lo harías con alguien más? Las dos sabemos que no.

Sí, en lo único que Morgan y yo nos parecíamos, era en lo testaruda que éramos.

—Te prometí que iba a ayudarte a aprender tu anomalía, lo estuviste haciendo con el Doc y por tu cuenta. Por ese avance, pudiste salvarme y proteger a Tom, algo que estoy agradecida y sorprendida. Me parece que eso es suficiente para que sigas aprendiendo con él y cuando tengas la edad adecuada, entrarás donde a ti te apetezca —sentencié, no dando más lugar para discutir—. Por mientras, es un no.

Aparte de que mi hermana seguía siendo bastante pequeña para ser parte del grupo de entrenamiento, no comprendía la responsabilidad que era. Había lanzado a una supuesta compañera lejos sin mirar, causándole la muerte, y al empujar a Jack Parker, le dio una anomalía sin querer. Necesitaba que el Doc la ayudara a domar esas cosas, ahora con Troy de vuelta, que le dieran herramientas que le dieran una mano y tolerancia sobre su control, sobre a lo que quería llegar. El entrenamiento era más difícil que aquello, mis inicios fueron más sutiles que los de ella. Morgan, a su edad, tenía su anomalía a más flor de piel que yo en su momento.

Tenía que aprender un control mucho más grande sobre ella. Y sobre la mezcla de emociones adolescentes que la incitaban a no ceder. La hicieron levantar su cabeza, una mirada que ya conocía, que había visto en ella, que odiaba verla en su persona a su edad, y habló:

—Quiero pelear, Taylin.

No, no era que ella quería pelear, ella quería no temer. No sabía lo que pelear era, lo que agotaba, lo que conllevaba a dejar en el campo con tal de sobrevivir un ataque individual y pasar al siguiente. Ella no tenía menor idea de lo que eso significaba. Su necesidad nacía del terror, de un cansancio estático dónde sentía que no podía hacer nada. La entendí incluso cuando usó la palabras equivocadas.

Tenía cero ganas de seguir discutiendo con ella, para ella todo lo que había sucedido debía de seguir fresco en su cabeza y no parecía cambiar de opinión. Así que sólo tomé su mano de vuelta, devolviendo el apretón que minutos antes me había dado, y dejé salir una buena cantidad de aire acumulado en mis pulmones.

—Vas a seguir con el Doc. Necesitas saber controlarte, yo pasé por lo mismo, y...y puedo probar encontrar un momento para que Anna o yo te entrenemos físicamente —la idea salió de mi boca antes de verdaderamente analizarlo. Logró que cierta alegría atravesara sus facciones, la impaciencia saliendo de cada poro. Quería aprender ya—...pero a nuestro tiempo. Cuando tengas la edad y estés apta para entrar en el sistema de Nivelaciones y entrenamiento, ahí será tu responsabilidad. Incluso si no me guste mucho la idea, no voy a hacer hipócrita.

No tuve tiempo de siquiera parpadear antes de tener a mi hermana encima de mí, abrazándome con fuerza. La aferré también, dejando un beso en su cabeza.

—Va a haber una única condición, ¿sí? —se alejó lentamente de mí, asintiendo tan rápido como para que me causara risa—. No me vas a desobedecer más. ¿Queda claro? —se quedó quieta unos segundos, agitando su cabeza de arriba abajo un ratito después—. Con mi vida dependiendo de un hilo, en el peor peligro de todos, con lo que sea... me obedeces a mí. ¿Okay?

Tardó más en asentir, pero lo hizo.

—Okay.

Iba a seguir dándole la vida más normal que podría darle a su edad. Se merecía esa inocencia en ella. Lo único que si estaba de acuerdo con ella, por más que no lo diría, era que sabía que podía meterse en el campo de batalla. Desobedeciendo, haciendo lo que quisiera, y probablemente poniendo en riesgo a más personas... ella iba a ser llamada a pelear en nombre del bando anómalo.

Y la idea me aterraba más a mí que a ella.


[...]


Volvimos al departamento esa misma tarde. Entre Tom, Claire y yo lo habíamos podido recuperar como podíamos. Barrimos el polvo que había caído, recolectamos los vidrios que había en el piso, y recuperamos los objetos personales del departamento continuo. A diferencia de el nuestro, el viejo departamento de los Parker's y Jacob había sufrido más que en nuestro. Parte del techo se había caído, su estructura débil, y las ventanas habían estallado. Las nuestras también y tuvimos que reemplazarlas. En lo que Tom y Jacob rebuscaron las cosas que habían dejado en su viejo hogar, yo me encargué de agarrar todo lo que quedaba de Noah y mudarlo a mi cuarto.

Las habilidades de Morgan nos ayudaron con lo último que quedaba de ahí. Con su energía fluyendo con mucha más fluidez que antes, lograba no sólo traspasar paredes y objetos, sino que mismo objetos podía traspasarlos por las paredes y demás. Recuperó la vajillas, atrapadas en los muebles por los escombros que habían caído cerca, y prendas que nadie alcanzaba al estar bajo un escombro peligroso. Dejé que nos ayudara, desocupando su mente de lo que habíamos discutido apenas había despertado en lo que ayudaba a Jacob a llevar sus cosas a su nuevo hogar. Se había mudado con Anna y Luna, ocupando el cuarto de Aiko que ya había sido desocupado.

Morgan, al enterarse de lo que pasó, se entristeció. Con Tom nos miramos cuando la vimos llorar por lo bajo, preguntando si se sabía que había pasado. Sabía que tendría que habérselo dicho, no era algo que tendría que ocultarle, pero al verla tan afectada, tan triste, no pude hacerlo. Ni Tom se animó. Los dos concordamos a no mencionarlo hasta que fuera un buen momento. Había muchas más cosas en el medio que nos afectaban a todos.

Esa noche, cediendo al sueño más rápido de lo que debería, volví a soñar con Noah. Ahora descansaba de vuelta en la bolsa de dormir que había visto, sus manos ocupadas con la radio, que era una suave vibración que no terminaba de comprender, y en la otra, una imagen. No podía verla bien tampoco, yo sabía que fotos se había llevado consigo mismo, y fuera cual fuera la que tenía en sus manos, fue lo suficiente como para acelerarme el rimo cardíaco. Si es que estaba volviendo, si es que estaba escapando de los militares... lo que fuera que lo estuviera direccionando de vuelta a casa, yo estaba dispuesta a encontrarlo en mitad del camino.

Noah era un héroe en mis ojos. Había rescatado a gran parte de los anómalos y humanos que estaban de nuestro lado, los había guiado a un lugar seguro. A nuestros amigos, Jacob, Zafira, incluso Cassia, una compañera, y más. Sue seguía sin aparecer, pero sabía que era cuestión de tiempo. Esa mujer podía soportar todo lo que quisiera y el gemelo la había salvado primero porque lo sabía. Él era así de listo. Además, en lo que Noah había sufrido una correccional, nunca se había rendido por querer hacer el bien, aun así, si significaba un castigo, un correctivo que doliera, que lo cicatrizara. Merecía volver a estar seguro, a estar con quienes él elegía. Yo quería que volviera a nosotros, a mí.

Y, después de verlo esa noche de vuelta, con una de esas fotos en la mano, tomé la decisión.

A la mañana siguiente, por una casualidad, Julia llamó a nuestra primera reunión. Fuimos todos, incluso Olivia, que fue junto al Doc, y se sentaron juntos. Troy también estaba, detrás de su mentor y apoyado en una muleta que llevaba la firma de Jacob en cada ángulo mal hecho. Tom y yo nos sentamos juntos, Anna del otro lado. Enzo y Julia estaban en la esquina de la mesada, él ni animándose a mirarme aún (perro desagradecido) y Julia se veía mucho más tranquila que la última vez que lo había visto.

Dejó unos cuantos papeles en la mesa, sonriendo sutilmente y se paró recta antes de hablar.

—Oficialmente, todos los anómalos ya tiene un hogar seguro cada uno y un trabajo con el que cumplirán para dar su aporte en la ciudad —ante el logro, nos animamos a aplaudir, entre ella y Enzo dándose un asentimiento. El gran danés con subdesarrollo podría no caerme bien, pero sabía todo el sacrificio que había tomado al ir de edificio en edificio, departamento en departamento, arreglando todo lo que podía con los demás voluntarios. Julia volvió a tomar los papeles una vez que dejamos de aplaudir y carraspeó la garganta—. Y puedo decir, que tras la vuelta y llegada de nuevos anómalos, superamos la cifra de diez mil habitantes.

Tom a mi lado silbó impresionado. Más de diez mil habitantes. Dos tercios de ellos habían sido rescatados por Noah. Mi plan se revolvía con más fuerza en la cabeza. Sólo tenía que soltarla. O bueno, mencionarla de alguna forma.

—Y, además, quería oficializar a la señorita Olivia Wilson, cómo integrante de este grupo —agregó, señalando a la susodicha con una sonrisa amable—. Tras su trabajo con todos los heridos y su liderazgo para mantener la calma, creo que se ganó el lugar de tener una voz y un voto con nosotros. Bienvenida, señorita Wilson.

Volvimos a aplaudir para darle la bienvenida, algo que la hizo sonreír y agradecer la mención. Tendría que haberlo sido desde un principio y yo siempre lo había pensado. Verla oficializada ahí tenía mucho más sentido que yo habiendo ocupado esa silla antes que ella. Salvaba vidas y no era considerada como cabeza de un ámbito tan importante como el lugar que ocupaba.

—Para seguir con las actualizaciones, el Doc y Troy han logrado obtener nueva data importante.

Julia señaló al Doc, que se levantó de su silla y le señaló a Troy que pusiera algo. El genio se acercó al proyector y, antes de encenderlo, del piso tomó la maleta-computadora que yo había visto y la abrió. Entró en ella con una contraseña y, tras malabares que no entendí, la pantalla de la computadora se reflejaba en la pantalla del proyector. Había un mapa, en ellos, puntos rojos marcados.

El Doc se paró al lado de Julia y señaló lo que todos estábamos viendo.

—Troy entró al sistema militar. Al menos uno de ellos. Lo que ven de puntos rojos... —señaló cada uno de ellos, siendo como una docena de ellos. Troy no había perdido en tiempo en sumergirse en la chatarra que había en el laboratorio del Doc y usar su cabecita para buscar lo que necesitábamos—...son bases militares. Dónde mantienen más anómalos, experimentan con ellos, los torturan, los quieren adoctrinar. La información en esta máquina es tan funcional y necesaria, como nefasta y traumática. Y hay una mala noticia... —suspiró, sus ojos pasando por mí—...los militares saben sobre los bebés anómalos. No los que tenemos acá, pero si de unos cuantos que tienen ellos y han separado de sus padres. No hace falta explicar por qué.

Un propio ejército. Criados y adoctrinados bajo el bando militar. Un igual frente a nosotros. Unos simples niños que los habían sacado de sus vidas. Lo mismo que habían querido hacer con mi hermana. Apreté la mandíbula ante la mínima idea.

El Doc continuó señalando los puntos.

—Dado el conocimiento que tenemos sobre ellos, y con nuestro equipo de guardia mucho más equipado y fuerte que antes —alargó, girándose más hacia Enzo que hacia Julia—, creo que ya es tiempo de retomar las misiones.

El perrito asintió. Las misiones de rescates, de más anómalos en un lugar seguro, incluso con una cifra como la que habíamos alcanzado. Ya no sólo se trataba de poder, también era una seguridad. Más anómalos, más a entrenar, más a defender. Más a proteger, en ambos sentidos; ser protegido y dar la protección.

—Me parece muy bien —contestó el sublíder, por un momento, relajado. Hasta que Doc palmeó su hombro, descolocándolo.

—Excelente —y así tan rápido como Enzo le había contestado, el Doc se giró hacia mí. Sonreía emocionado por alguna razón—. Taylin, oficialmente serás la encargada de las misiones. Ya era hora.

Escondí el jadeo de sorpresa entre mis dientes. Me habían dado mi cargo en el grupo al fin. No quería sonreír, no quería lucir infantil por la emoción, e intentar de explicarle eso a mi corazón orgulloso fue difícil. Sólo me senté más recta, peleando con el rubor que quería colorear mis mejillas.

Enzo no se giró a verme a mí, se acercó más al Doc, claramente listo para discutir. Tom y Anna sí se volvieron hacia mí, no asombrándose ni nada, sino con una mueca que acordaba a lo que el Doc decía. Olivia me guiñó el ojo y Troy me sonrió desde al lado del proyector. Julia fue la única que me miró por un largo rato, en lo que Enzo le recriminaba al Doc que no era su lugar decidir eso, que no podía tomar tal responsabilidad así, y cuando se giró hacia la líder para esperar el apoyo de ella, Julia se encogió de hombros.

—Yo le dije que sí, Enzo. La señorita Reed ha dejado en claro su valor después de protegernos de más de una centenas de soldados con un equipamiento capaz de habernos matado a todos —contestó con tal dureza, un tono dictante que cortaba la conversación ahí—. Despertó los caídos, a ti entre ellos, y ayudó a toda la ciudad a rearmarse. Trajo de vuelta a Troy —señaló al aprendiz, que agitó su mano en un saludo tímido. Enzo le gruñó en su ira—. Si hay algo que queda en claro, es que ya entendió la responsabilidad que carga en sus manos y es capaz de llevarla.

Ahí sí compartí una mirada asombrada con Tom. ¿Desde cuando esa mujer pensaba tan alto de mí? Enzo me lanzó una mirada tan rápida como para darme ganas de esconderme debajo de la mesa ante los cuchillos imaginarios que lanzó en mi dirección.

—Es una niña, no tiene sentido —escupió—. ¿Qué te hizo lavar la cabeza y que empiece a gustarte? ¿Tu hija te hizo cambiar de opinión?

—No me malentiendas, a ella no la tolero —se corrigió. Y ahí estaba Julia Finch. Ya la conversación había vuelto a la normalidad—. Pero respeto lo anómala que es y lo que ha hecho hace unos días. Fuese un voto democrático, todos en esta mesa levantarían la mano y lo sabes. Así que deja de mirar esta oportunidad en la mesa con tu orgullo —quise toser y decir hipócrita, y lo tragué con tanta fuerza que hasta el gemelo a mi lado se tapó la boca para no reírse—, y aprecia que tenemos esta fuerza de nuestro bando. Yo ya lo hice.

Le dio la espalda al cruzar miradas conmigo, sus brazos a cada lado de su cadera. No había un gramo de emoción en su rostro más que decisión.

—¿Estás de acuerdo con esta decisión, Reed?

Mi cabeza se sintió bastante pesada al asentir, y aprovechando la situación, mucho más de lo que debería haberlo hecho, carraspeé mi garganta, interrumpiendo lo siguiente que iba a decir.

—Tengo una condición.

Enzo por poco no me vuelve un juguete para sus colmillos, Doc sin esperarse mis palabras, ninguno en la mesa lo hizo, y el silencio que se formó fue un poco tenso. Me levanté de la silla para hablar más segura, o al menos aparentarlo, y con solo un vistazo al gemelo a mi lado, que me sonrió confundido, tomé una buena cantidad de aire antes de empezar a hablar.

—Todos sabemos la razón por la cual los anómalos llegaron a nosotros, ¿no? Sabemos quien los rescató, quien los guio para que lleguen a esta ciudad —empecé, tratando de usar las palabras adecuadas. Ya con el nuevo cargo que me habían dado, lo que estaba pidiendo podría ser considerado una prioridad tonta. Más que nada si salía de mi boca. No podía no decirla, no podía no mencionarla Merecía la mínima mención y más—. Hoy celebramos y estamos más que orgullosos de la ciudad que tenemos, de que podemos cuidarla, que podemos reponernos después de un ataque y seguir. Que somos fuertes. Una ciudad o lugar se puede reconstruir de cero, dónde sea... pero no una comunidad como la que han conformado.

Señalé a los líderes, uno aún furioso, y otra que no permitía que ninguna emoción la atravesara. Si eso era ver feliz a Julia, me preocupaba que sería de ella desolada. No movía un músculo. Enojada sí, furiosa más. Parecía ser las únicas emociones con las cuales sabía lidiar. Ante mi muy diminuto halago, sólo respiró hondo. Mi discurso era con tiempo de oro, tenía que valorarlo y ser más directa.

—Lo que quiero decir es que, en lo que los viejos integrantes se readaptan y los nuevos conocen la nueva convivencia, las misiones no podrán suceder. No al menos en busca de más personas y con el numeral que usualmente se manejan. No todos estarán físicamente aptos para eso todavía, vienen de ser experimentados y torturados —recordé los papeles, lo que les hacían, y mis dientes crujieron un poco al apretarlos entre sí. Una última respiración honda, y solté—: Y por eso creo que tenemos que, como una de las primeras misiones, ir en busca de la causa por el logro que celebramos hoy. Noah Parker.

Automáticamente, encaré al gemelo. Su reacción y respuesta era la que más me importaba, sin su apoyo yo no lo haría, por más que supiera que sí me lo daría. Necesitaba que me dijera el sí antes de asumirlo. La sonrisa que lució se contagió en mi rostro y me tomó de la mano, sacudiéndola suavemente en un gesto amistoso, agradecido y que no tenía palabras las cuales soltar.

Para cuando levanté la vista, sólo miré a la líder, que se había cruzado de brazos.

—Merece tener esa chance, ¿no? No sólo es un viejo integrante de este grupo, sino que ha estado sacrificando su vida por un bien mayor y por nosotros —finalicé—. Es la única condición que tengo. Que nos permitan ir a buscarlo.

Por un momento, ninguno dijo nada. Se analizaban entre sí, midiendo las reacciones de los integrantes en esa mesa. El Doc parecía recordar la razón por la cual Noah se había ido, una de sus manos inconscientemente por detrás de su hombro. Troy, probablemente sabiendo de hacía unas horas sobre todo lo que había pasado y cómo, se distrajo con el borde del proyector. Anna fue de las primeras que asintió, sorprendentemente de acuerdo. Ella había sido de las primeras en decirme que podría ir a buscarlo. Parecía satisfecha que le había hecho caso. Olivia levantó sus comisuras en una sonrisa suave.

Los únicos dos sin reacción fueron Julia y Enzo. Ella sólo movía su cabeza, procesando lo dicho. En cambio, Enzo ya agitaba la suya y se acercó a la líder.

—¿Qué te dije antes? ¿Qué es una niña? ¿Qué sólo piensa en ella y lo que quiere para ella? —escupió—. No está lista para esa responsabilidad. No sabe cuáles son las prioridades de tomar un rol así.

—Créeme que las sé. Sé que cosas hay que sacrificar para una responsabilidad como tal, por eso traigo el plan a la mesa y no actúo sobre mis impulsos —escupí—. Y si tengo que sacrificarte a ti, yo misma te entregaría todo adiestrado con una correa y collar que diga imbécil en la placa.

Si mi respuesta enojada le dio más pie a su discurso que al mío, no me importó. Estaba podrida de ese tarado que sólo seguía a Julia y trataba de convencerlo de lo contrario cuando a él no le convenía. Julia me lanzó una mirada de precaución, que no hablara de más, y en lugar de hablar con su limpia botas, se dirigió a todos.

—¿Alguien en contra de la condición?

Sólo Enzo levantó la mano y ella suspiró. Se acercó a una de las sillas y se dejó caer en ella.

—Creo que ya terminó ese debate. Noah Parker será rescatado apenas tengamos información de su ubicación y habilitaré la misión inmediatamente tras esa data —decretó. Tom dejó caer su cabeza con una felicidad que no veía hace mucho—. Siempre y cuando se respete una seguridad en la misión. Dada la situación dónde se encontraba, el accionar va a depender mucho de tu responsabilidad, Reed. Eres líder de un grupo, vas a tomar las riendas como tal.

Lo último sonó más cómo amenaza. No sabía que la había hecho entrar en razón, si Claire había tenido que ver (que dudaba), o el Doc, o quien sea. Alguien le había acomodado los jugadores en fila o algo. Tampoco me animé a preguntar. Simplemente asentí, agradeciendo por lo bajo el tiempo en el que me habían, y no llegué a sentarme de vuelta que el proyector que puso negro.

Hubiese pensado nada de ello de no ser que Troy se sorprendió, pasos para atrás. Un ruido extraño comenzó a reproducirse desde la valija, la computadora pixeléandose en trozos. El mapa volvió a aparecer, recuadros de otros colores vibrando por encima, hasta que una sombra se hizo paso a través del mal funcionamiento. Troy trató de ponerlo bajo control de vuelta, la máquina negándose a funcionar bajo su pedido, y cuando el sonido que emitía se transformó en palabras, en una voz, todos nos quedamos quietos al reconocer la imagen que se había formado en el proyector.

El terror atacó mis huesos de vuelta, mi pecho ardiendo lo que pensé que se habría curado un poco más.

Era el General Gedeón.

Querida Costa Norte —dijo—. Hasta que podemos comunicarnos con ustedes.

El tipo sonrió en lo que aparecía en la pantalla, un video habiéndose hecho paso a través de la computadora. Un video en vivo, había algo en él que se veía actual, una actitud suya. No era medido, no era practicado. Se paraba ahí con naturalidad, como esos avisos que daba. Era como una videollamada dónde sólo participábamos de un lado.

Todos ahí estábamos congelados, no por Tom ni nada eso, era como si respirar significaba que nos podría ver. No podía, no había cámara en nuestra dirección.

Tras el...suceso de hace unos días, estábamos esperando el momento de poder llegar a su gran ciudad y lograr una comunicación. Con todos ustedes. A suerte nuestra, dejamos un cable para y hacia su gente —aclaró. Seguía con ese corte militar, esas facciones asesinas que paralizaban a cualquiera que mirase. El peor humano de la historia, un genocida. Respiraba tan agitado que no sabía cuánto aire de verdad se hacía paso por mi tráquea—. Gracias a ustedes, pudimos confirmar que se han vuelto el peligro que nosotros habíamos predicho. Que personas, o si se les puede llamar de ese modo, fueron capaces de masacrar un grupo enorme de humanos que sólo tenían la misión de buscar una igualdad. Unas bestias sin saciedad.

Cerré mis puños, mis dedos temblando.

Centenas de soldados y líderes nuestros cayeron bajo sus manos o están debajo de ellas en este instante. Padres de familias, hermanos, primos, amantes; una significancia a alguien más. No podemos dejar pasar por alto un ataque de esa manera —había mirado fijo a la cámara a la que la enfocaba, toda su maldad reflejada en dos ojos que eran capaz de destruir peores cosas—. Y sin contar todos las bases que también ha destruido uno de ustedes.

Tom se paró a mi lado. Sabían de Noah. Sabían que podrían ser familiares de un sargento de ellos. Noah no sólo estaba corriendo hacia Costa Norte. Estaba escapando de ellos. Ahora entendía todo.

El general volvió a sonreír, imitando una mueca más amable que cordial, pero en él se veía fuera de lugar, mal proporcionada.

Comprendo el desacuerdo. Creen que están haciendo el bien, muchos de ustedes lo hacen. Pero, si fuera así, ¿no creen que las cosas hubieran sido distintas? ¿Si se hubieran permitido someter a pruebas que eran sólo por seguridad? —continuó. El Doc le señaló a Troy la computadora, que rastreara la ubicación de dónde venía el mensaje—. Las cosas hubieran sido distintas. Demasiado. Pero han tomado su decisión como nosotros la nuestra. Si quieren ser exterminados como una plaga, cómo debería haber sido desde un principio, entonces será así.

Tomó aire, su uniforme camuflado mucho más lustrado y diferencial de los demás. Que un soldado, de su rango y conocimiento, se hubiera tomado el tiempo de dejarnos saber que él sabía de nosotros, sólo gritaba una palabra: peligro. Y demasiado de él.

Dicho eso, quiero comunicarme con una sola persona —todo su semblante se desarmó en una ira y sonrisa maliciosa que me revolvió el estómago—. A la supuesta supernova que sé que está ahí.

El oxígeno dejó de entrar en mi pecho, las cabezas presentes en la sala girándose hacia mí. No me animé a prestarles atención, sentía que si lo hacía, al distraerme el general saldría de la pantalla y me cortaría la cabeza. Su mirada filosa mantuvo la mía.

Un campamento. Un pelotón. Vehículos que valores con cifras que nunca podrían entender. Todo eso te llevaste, te vi. Te veo, pequeña supernova —sonrió—. Y ya nos encontraremos. Ya nos conoceremos.

Era una promesa. La selló con un suspiro orgulloso.

Por mientras, disfruten de nuestro regalo. Creo que apreciarás ver una cara conocida.

Al mismo instante que la pantalla se puso en negro, escuché el zumbido. En el silencio que se formó en la sala, el zumbido fue mucho más presente, y lo único que me permitió comprender que venía de afuera, fueron los gritos que empezaron a escucharse. Me tropecé con la silla detrás de mí al correr fuera de la sala, saltando de escalón en escalón hasta llegar abajo y presionar mis pies a toda velocidad para salir del centro de entrenamiento.

Tom y Anna estaba detrás de mí, el Doc y Olivia no muy lejos. La gente corría por todos lados, señalando al cielo, y al apenas levantar la vista, una avioneta pasaba cerca del tope de los edificios más altos. No había atacado, no había hecho nada. Siguió de largo por sobre el precipicio y principio del océano. Ahí fue cuando abrió su compuerta y un cuerpo cayó de ella.

No lo dudé mucho, corrí hacia el precipicio, mis manos ya estiradas, mi energía fluyendo con fuerza en busca del cuerpo que se removía inquieto en su caída. No podía distinguir sus piernas de sus brazos, se movían por todos lados, pánico en cada gesto. Llegué a rodearla con mi energía, un tirón por mi espalda al sentir que me agarraban por detrás para no caerme, y con mucho cuidado, tiré a la persona hacia atrás, por sobre mi cabeza, y la dejé en el piso a mis espaldas.

Me giré para el avión, ya lejos y sin intenciones de volver. ¿Habían esperado que pudiera atrapar a la persona que había lanzado? ¿Pensaron que no aparecería? Su objetivo había parecido tonto.

Hasta que escuché a Olivia gritar.

Claire, habiendo aparecido entre la ronda, gritó también.

El Doc se cayó en sus rodillas.

Tom llamó mi nombre, una ronda habiéndose formado alrededor de la persona que no se levantaba. Mis pasos se volvieron pesados, lentos y miedosos. Me hice paso entre la ronda, empujando la gente que miraba horrorizada al centro. Una vez parada en frente de todos, mi pecho tembló al ver el ángulo espantoso del cuerpo, su tono y marcas de tortura en él.

El miedo en mi pecho se reemplazó rápidamente en una ira que ardió cada célula en mí, una desesperación que atragantó el grito de rabia en un nudo que me ahogó en lágrimas de ira. La imagen frente a mí era la prueba de que ese era nuestro límite. Que con el mensaje de Gedeón y el supuesto regalo que nos habían dado, habían sentenciado lo obvio con nosotros oficialmente. Que esto era guerra.

Lo dudé cuando me volví una anómala. Lo empecé a entender cuando comencé a huir de ellos. Lo comprendí cuando me defendía a mí, a los demás. Lo sentí cuando perdí.

Y lo confirmaron los ojos abiertos sin vida de Sue mirándome de vuelta desde el piso.



[Fin del segundo libro]


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