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No pude soportar cómo sacaban el cuerpo de Aiko. La imagen frente a mí fue dolorosa, con Jacob y Anna tomándola de los brazos y deslizándola fuera del caño de hierro que la mantenía ahí arriba. La gente miraba horrorizada la escena, era la única con una muerte así de sangrienta, a comparación de otros que en realidad no estaban muertos. Eran más caídos. Más bajaban de los buses y camionetas, y más se espantaban ante el cuerpo que era bajado con suavidad.

La gota que colmó el vaso fue ver a Luna. Apenas Julia había mirado en nuestra dirección tras la terrible escena, señaló a las compañeras de habitación de ella para que se acercaran. Luna corrió confundida, y apenas levantó su vista y vio a Aiko, nunca la había visto tan perdida en lo que la conocía, tan débil hasta desplomarse en sus rodillas.

Cuando la bajaron a Aiko, ella recibió a su amiga en su falda, llorando a gritos por ella. Le sacaba el pelo del rostro, diciendo su nombre y agitando su cuerpo en horribles espasmos al sollozar con fuerza. Cerré los ojos y caminé lentamente hacia atrás, buscando a mi hermana que estaba en brazos del gemelo. No podía quedarme ahí, tenía que salir de ahí hasta saber qué hacer.

Miré a mi hermana, aún inconsciente y sin saber el resultado de sus acciones. Tenía que sacarla de ahí.

La levanté con cuidado de sus brazos, mi haz rodeándola, y presionando el calor que seguía presente en mi pecho, empecé a levantar más cuerpos. Quería irme de ahí, más que nada sacar a mi hermana de esos ojos que empezarían a cuestionar qué pasó, y en lo que levantaba tanto a Enzo entre el montón de caídos, con mucha suavidad los dirigí hacia la enfermería.

Tom me miró extrañado por mi gesto, más seco de lo que en realidad era, y sin preguntar, levantó sus manos en una ráfaga de frío, que llamó la atención de gran parte de las personas ahí.

—¡Heridos, personas caídas, o quien necesite atención médica...! —la ráfaga de frío se movió por el aire hasta llegar al centro médico y abrirme la puerta—.¡...por favor, hacia ese edificio! ¡Sanadores, a trabajar!

Habló tan alto y claro que la gente obedeció. En lo que las heridas y en necesidad de atención médica, junto a los sanadores, siguieron mis pasos hacia el centro, las demás empezaron a recoger personas caídas y trasladarlas también. Otras empezaron a revisar los escombros, Julia manteniendo la calma con su orden en gritos de cómo y a dónde ir, que los anómalos que tuvieran alguna habilidad útil para la ayuda, estuvieran acompañando y así. Yo me escondí con mi hermana y algunos de los caídos en las camillas que encontré en el centro. Las que había logrado vaciar días atrás de caídos, volvían a estar llenas.

Dejé a mi hermana en una de ellas, sentándome a su lado y analizando bien su rostro. Sólo tenía hinchada la mejilla, su pómulo tomando un poco de color, y raspones del ripio que yo también debía de tener. Reconocí algunas sanadores hacerse paso entre toda la gente que entraba, empujando camillas, creando otras con lo que había a mano, y actuando sobre las heridas para tratar de liberarse de más personas lo antes posible. Yo tendría que encargarme de los caídos, pero primero necesitaba calmar un poco la sensación abrumadora en el pecho que seguía sintiendo.

Claire apareció entre el montón de gente, otras que reconocía como agricultoras detrás de ella, y repartían lo que parecía ser prendas, mantas, lo que sea para poder tratar heridas graves o que seguían sangrando. Analicé el aspecto de las personas nuevas, más allá de sucias, otras se veían en mejor estado. Otras heridas, recientes o de al menos unos días, otras viejas, cicatrizadas en formas no sanitarias. Claire se acercó y me dio una manta para mi hermana, la cual tapé con cuidado y acaricié su cabeza.

En lo que repartió las que les quedaba, después se volvió a acercar y acomodó el pelo de mi hermana, trenzándolo rápidamente para que no volviera para su rostro.

—¿Tom está afuera aún?

—Sí, está con Julia y Anna. El Doc había refugiado otros en su casa, entre ellos Olivia y otros más. Están llegando para ayudar —dicho y hecho, divisé a Olivia llegando al centro y comenzando a hacer malabares para cumplir su trabajo. Claire me tomó del rostro y analizó la sangre que había bajado por mis oídos—. ¿Qué te causó eso?

Tragué pesado, y en lo que estaba por contestar, Olivia había aparecido frente a la camilla de mi hermana. Me sonrió, dándome un rápido abrazo, y miró a mi hermana, pasando sus manos rápidamente por sobre ella, la luz blanca iluminándola, y asintió.

—Su estado me suena familiar. El mismo que vi en ti después de tu primer estallido —acotó, segura. Claire le señaló mis oídos, y no preguntó mucho al chasquear en ambos lados. Sólo escuché de uno y ella lo notó—. Se dañó uno de tus tímpanos, no es nada.

En un pasar de su mano, la calidez de su luz sanó tan rápido mi oído que me terminé alejando de la sorpresa, todo sonido apareciendo en mi lado izquierdo tan rápido como para espantarme. No me había dado cuenta de cuánto extrañaba oír en ese lado y sólo habían sido unas horas. Había disminuido mi rango de audición, y en lo que por fin escuchaba de ambos lados, un extraño sonido rítmico me llamó la atención.

Me acerqué a una de las ventanas, abriéndolas, y el sonido entró como una ola sísmica de sonido que me tomó por sorpresa. Debajo, celebraban, sacando personas, se abrazaban entre sí, reían y suspiraban de alivio. Otras lloraban, emocionadas, conmocionadas por todo, y seguían abrazándose entre todos.

Claire apareció a mi lado—: ¿No lo estabas escuchando antes?

—No, no podía oír bien al parecer... —murmuré, aun mirando la escena. Yo sentía que no podía celebrar aun, no con mi hermana, con Luna, con Aiko. Fruncí mi boca en una fina línea—. Se ven contentos.

—Salvaste a toda la ciudad, Tay, y nos protegiste a todos. Como siempre —acarició mi espalda—. Van a estar agradecidos contigo por mucho tiempo.

Peleé una sonrisa para que apareciera en mi rostro, tragando ese sabor agridulce que latía fríamente en mi pecho, en contrario a la sensación que no se iba. Volví hacia mi hermana, quieta en dónde la había dejado, y en un suspirar, miré a mi amiga antes de alejarme de la camilla.

—Quédate con ella, ¿sí? —pedí—. Quiero ir afuera a ayudar.


[...]


Todo el suceso había pasado alrededor de las tres de la mañana, como había supuesto. La batalla había durado alrededor de dos, el sol asomándose por detrás del horizonte del mar, y para cuando habíamos rescatado a todos los que estaban debajo de los escombros o lo que fuera, el sol estaba en lo más alto. La calle seguía destrozada, los edificios dañados, y mucha gente nueva ahora dependiendo de un alojo que no existía. Julia había desaparecido para ayudar a los nuevos, atrayéndolos hacia el comedor, uno de los pocos edificios grandes y no tan dañados como para darles un techo provisorio.

Era demasiada la gente que había venido en camionetas y buses, amontonados entre sí. No eran rescatados de sólo un campamento militar, sino que, de muchos de ellos, que se habían encontrado en el camino y que se seguían mutuamente porque buscaban refugio, seguridad. Por eso había gente en distintos estados, otros nunca habían llegado a las instalaciones militares, y otros habían salido a pura suerte de ellos. Con Marla, habíamos perdido mitad de Costa Norte. Ahora teníamos el triple de lo que antes éramos.

Muchos de los nuestros habían vuelto. Zafira, que ya estaba con el Doc, que se había quedado en su casa junto a Troy, protegiéndolo. Jacob que, en su estado aún tieso después de ver a Aiko, siguió ayudando en los escombros. Sus habilidades seguían débiles por lo que veía, el metal temblaba en sus manos, algo que antes no hacía. No tuve el coraje de preguntarle por qué, ya nos enteraríamos, ya se sabría que cosas horribles habían hecho con ellos.

A mi alegría, y un poco de paz mental, Cassia había vuelto con los demás. Su cabellera ya no estaba tan azul eléctrico como antes, seguía con su tono, que debía suponer que era por su habilidad de electricidad, y la volví a ver junto a Luna. Seguía arrodillada en el mismo lugar, su falta empapada de sangre de su vieja amiga, y Cassia la abrazaba, escondiendo el rostro de Luna en el hueco de su cuello en lo que seguía llorando. Sonreí un poco a lo lejos, estaba bien contenida, no iba a estar sola. Pero la verdad de Aiko no sería ocultada por ello ni menos dolorosa. Cobardemente, mantuve distancia.

Recibí más saludos, más halagos, incluso aplausos que calentaban mis mejillas hasta ponerlas bordó. Les correspondía con una sonrisa rápida, agradecida del reconocimiento que me daban, pero aún incómoda bajo cada una. No había hecho nada más que lo que debía hacer, incluso si había logrado proteger a todos menos a una, era mi trabajo protegerlos. Era lo que corría por mis venas.

Levanté escombros, moviéndolos de lado a lado para liberar las calles, para que no quedara nada en el ripio que causara otra herida o accidente. Ocupé mi mente ayudando a los nuevos hacia o la enfermería, o el comedor, o en busca de alguien que ya sabían que estaban en Costa Norte. Así fue que noté los rostros nuevos, los viejos, y entre tanto que se fue dispersando entre las calles de la ciudad, sólo una me faltaba.

Sue Lee.

Cuando volví a cruzarme con Jacob, que estaba reconstruyendo —con mucho esfuerzo— unos hierros que estructuraban un edificio, palmeé su espalda con cuidado, sonriéndole con dulzura. La devolvió como pudo, no queriendo desconcentrarse de lo que estaba haciendo. Esperé a que terminara, cuando pasó su antebrazo por su frente para limpiar su sudor.

—¿No quieres ir a descansar un rato? ¿Darte un baño? —pregunté—. Los edificios pueden esperar, no van a colapsar aún.

Alzó una de sus cejas, su gracia volviendo a sus facciones.

—¿Por qué? ¿Apesto mucho? —levantó uno de sus brazos, acercando una de sus axilas a mi rostro. Lo empujé con suavidad lejos, meneando la cabeza. Él suspiró—. Tendré tiempo de hacer eso en la noche. Por ahora, prefiero ayudar.

Asentí.

—Tuvieron muchos días de viaje.

—Así es. Nos pusieron a todos en un mismo centro militar. Tratamos de pelear un poco todos en lo que nos despertamos en el bus ese día, más que perdidos, pero fue en vano —se encogió de hombros, más como un temblor, y me miró de reojo—. Cuando apareció Noah con Sue, pensé que iban a estar contigo. Pero estaba solo.

Mi corazón latió más rápido cuando asentí—: Tenía incrustado un artefacto extraño, en uno de sus hombros. No sabíamos si era un localizador o un detonante...

—No me dijo que lo tenía —frunció sus cejas.

—Me dijo que te vio débil, que no te lo quiso preguntar —contesté tan rápido como para no darme cuenta de que no sabría cómo yo sabía eso. Hasta me miró confundido, algo que me hizo palmear su espalda—. Oh, Jay, te falta saber tanto de lo que ha pasado.

—Puedo ver eso, Clarita está despierta y sanita —rio, agitando la cabeza—. Y no debo tener muchas neuronas para saber que eso fue obra tuya.

Reí por lo bajo.

—Algo así. Es todo una... mezcla de tantas cosas.

—Voy a tener que ponerme al día.

—Créeme, no vas a tardar mucho —respondí, y en el pequeño silencio que se formó, recordé el nombre que había mencionado—. ¿Sue estaba con Noah cuando los rescató?

—Ella fue la que se acercó para abrir las... jaulas donde nos retenían —por su cuerpo pasó un escalofrío evidente. Tenía miedo de saber qué les habían hecho—. Fue la primera que Noah rescató y ella empezó a ayudarnos a los demás. Ahora supongo que tiene sentido que el gemelo no lo haya hecho, si tenía un detonador en él. Así que Sue nos ayudó mucho para salir de ahí.

—¿Y dónde está ella?

Jacob bajó sus manos.

—¿No está acá?

—¿Tendría qué?

No se animó a contestarme con palabras, ni él mismo sabía la respuesta en verdad. Sólo dijo:

—Ella nos hizo correr, dijo que iría con Noah por otro lado. Y recién lo mencionaste a él, así que supuse...

—Noah no está acá, sigue muy lejos. El artefacto sigue en él y yo lo vi... por sueños digamos. No estaba con Sue —resumí lo más rápido posible. Jacob cerró sus ojos, dejando caer su cabeza. Parecía rendido, y se recuperó en un suspiro pesado. Parecía estar acostumbrado a noticias y confusiones así, cómo si ya las hubiera vivido. Me apenó el triple eso. Más que nada cuando trataba de alguien que ambos conocíamos.

Cuando levantó su cabeza de vuelta, tenía una sonrisa suave en él.

—¿Y tú cómo estás? Con lo de Noah... —alargó, sin querer terminar la frase—. Sé cuánto se quieren, y no debe ser fácil estar lejos uno del otro. Más en esas condiciones.

Sus ojos bajaron a las placas que seguían colgando de mi pecho y yo las tomé entre mis dedos.

—Estoy mejor. Y saber que él estaba bien también me ayudó —decidí contestar, ignorando mi fruncido corazón que le hubiese gustado decir más—. Sólo espero poder encontrar una forma de que vuelva a nosotros...

—¿Piensas ir a buscarlo?

Con toda la gente que había llegado, con todos los entrenamientos que habría, con haber recuperado una buena cantidad de personas que harían su trabajo y sacrificio en la ciudad; lo pensé. Podría buscarlo, podría recuperarlo y sacarle lo que evitaba que estuviésemos juntos. Hiro me había dicho que le limitaba mucho y estaba cansada de pensar que era así.

Sería difícil, no sabía ni cómo empezaría ni dónde estaría él. Así que decidí contestar:

—No hay nada que quiera más en este momento.

Recordé lo que había pensado esa noche, cuando me adueñó de sus placas militares; que yo haría arder todo mi alrededor con tal de mantenerlo a salvo. Él había tomado ese sacrificio por mí, había sacado la decisión de mis manos. Era mi turno volver a tomarla y cumplirlo.

Por detrás de Jacob, la pobre líder trataba de tomar un poco de aire. Entre la preocupación, el trabajo que debió ser mantener todo en orden y calmo en las cuevas, y ahora hacerse cargo de toda la gente nueva que estaba desesperada por descansar como ella, me dio un poco de pena. Después pensé en la propaganda, en cuantas veces había usado mi imagen para justamente obtener todas esas personas a su favor, a su requisito. Con Enzo caído —de quien me tendría que hacer cargo yo para que volviera a su rutina—, estaba sola haciendo todo ese trabajo. Incluso con todo para ella, sentí compasión por la líder.

Jacob miró en la misma dirección y bufó.

—¿Cómo te estuvo tratando este tiempo?

—El despertar de su hija la calmó. Claire le puso unos cuantos puntos, estarías orgulloso de cómo se comportó contra su madre —sonreí. Julia conectó miradas conmigo y se apuró para acercarse—. Oh, mier-

Una vez frente a mí, Jacob palmeó mi espalda y me deseó suerte en lo que se retiraba a seguir ayudando. Me quedé rígida en lo que Julia se iba acercando, hasta que estuvo frente a mí y esperé, por alguna razón, que me diera una reprimenda. Que si había hecho mucha destrucción, que si no había ayudado lo suficiente, y qué si-

—Señorita Reed... vengo a agradecerle.

Mis ojos se abrieron al tope, no esperándome eso de ella. Con su hija, sí. Con lo demás, era muy dudoso. Abrí mi boca para, por lo que pensé, contestarle algo. Sólo boqueé como tonta, sin saber que decir. Ella soltó un bufido pesado.

—No hay nada que pueda agregar. Hiciste tu trabajo y lograste protegernos. En nombre de la ciudad y mío... gracias —sus palabras salieron lentas, pesadas para ella y su orgullo. Quise rodar los ojos, no podía ser más ridícula en ese sentido, pero decidí no hacerlo. En lo que ella se esforzaba por agradecerme, yo hice lo mismo para no acotar ni gesticular nada.

Simplemente asentí. Al final, agregó:

—El Doc estaba buscándote. Quiere verte, cuando tengas tiempo libre —dijo—. Me enteré sobre tu hermana, sé que esta bajo el cuidado de Claire y Olivia. Está en manos seguras.

Y sin nada más que agregar, ni me sonrió antes de darme la espalda y acomodar su ropa, sucia y desprolija entre toda la corrida. Pensar que meses atrás nunca habría recibido un discurso, por más mínimo que fuera, así de su parte. Ahora no lo saboreé como debería, ya no sentía esa necesidad de complacer a nadie. Después de todo, había dicho algo que tenía razón; que era mi trabajo.

Mis pasos me terminaron llevando hacia la casa del Doc, metiéndome entre los árboles y haciéndome paso por la puerta que tantas veces había atravesado. Dentro, encontré a Zafira, sentada al lado del cuerpo de su hijo y aferrada a su mano, con fuerza. Me detuve en seco, mirando el agarre, el tacto. Su madre no estaba en transe con su anomalía, ni dándole su predicción. Sólo parecía ser una madre desolada por la situación de su hijo que no hacía nada más que emitir sonidos y palabras sin sentido. Una lágrima cayó el ojo de Troy. Seguía sintiendo.

Tironearon de mi mano, alejándome de la escena, y apenas pasé para el laboratorio, el Doc me tomó de los hombros hasta agarrarme fijo del rostro. Me sonrió, un orgullo en él que me contagió por un momento, y me abrazó con fuerza. Hice lo mismo, palmeando su espalda.

—Me alegra verte sano, Doc.

—Lo mismo digo, pequeña —contestó. Al alejarse, palmeó uno de mis hombros—. Contigo en nuestro bando, siempre estaremos sanos.

La sonrisa falsa volvió en un empujón de mi parte. Ya no sabía si era falsa por Aiko, por si estaba cansada de tener que contestar siempre así, o porque yo no lo saboreaba igual. En el laboratorio también estaba Tom, que rodeó mis hombros con uno de sus brazos y me sacudió un poco, el mismo tipo de mirada con la que me había mirado al volver después de la victoria.

Y después, miré la mesa metálica, dónde usualmente estaban solo papeles, anotaciones, y una que otra muestra de metales, armas, y lo que fuera. Pero no, ahí estaba Aiko. Me tropecé sin querer hacia atrás, sólo el brazo de Tom agarrándome y manteniéndome en mi lugar.

—¿Qué pasa, Tay? —quiso saber, tornando su mirada a una de preocupación. Yo no saqué mis ojos de Aiko, de su rostro. Le habían cerrado los ojos, y de no ser por la herida mortal que había en su vientre, hubiera pensado que estaba durmiendo. Me picaron los ojos, parpadeando para pelear las lágrimas—. ¿Que...?

Recordé sus venas brillando con su anomalía.

La pérdida de Aiko había sido antes que lo que Morgan había causado.

Hiro había dicho que no había habido otro futuro, que Aiko iba a morir de igual manera. No significaba que su partida no me afectara, que no me cargara un poco más en los hombros. Sabía que no había sido mi culpa, que yo había hecho lo que (en su momento) había podido, y que la aparición de mi hermana había salvado mi vida. No significaba que no me avergonzara, que no me hiciera pensar en la primera muerte causada por mi hermana, en un accidente urgente, y que fuera una de las personas que cuidaba de ella. Una amiga.

No tuve la fuerza para contestarle a Tom, que seguía preguntándome qué pasaba, ni a la mirada curiosa del Doc, pero sí me animé a acercarme a ella, deshaciéndome del agarre del gemelo y caminando a su rostro. Su pelo ya no le contorneaba el rostro, estaba hecho hacia atrás, y me permitió mirarle bien el rostro. Apoyé mi mano en su cabeza, tragando mucho más pesado que antes, y dejé caer mis hombros.

Como lo siento, Aiko.

—¿Qué van a hacer con ella? —la pregunta salió sola, en lo que mis dedos acomodaban su pelo—. ¿Por qué te la trajeron a ti?

El Doc señaló la herida—: Su muerte fue muy... particular. Ningún soldado podría haberla subido a esa altura y atravesarla con tal fuerza. Julia me dijo de analizarla a ver si tiene el rastro de... alguien.

Hubo algo en sus facciones que me señaló, en todo tipo de sentido. Me sentí pequeña bajo su mirada, curiosa y haciendo su deber, que era analizarme. A la herida frente a mí, a la causante, y a mí. Relamí mis labios un poco nerviosa.

—Julia me dijo que querías verme —recordé, bajando mi vista a Aiko de vuelta—. ¿Es por ella? ¿Por qué crees que lo hice yo?

El Doc rodeó la mesa y se puso del otro lado de ella.

—Quiero entender que pasó, pequeña, no estoy señalando ni culpando a nadie —aclaró. Retiré mi mano de la cabeza fría de Aiko, peleando por no bajar la cabeza—. Pero, seamos honestos, solo dos personas pueden levantar objetos de esa manera.

—Tres, Doc —corregí—. Tú estabas refugiado acá, yo colgando del precipicio, y sólo una persona me salvó la vida.

Tom apareció de reojo, dejando caer sus facciones por la sorpresa.

¿...Morgan?

El decirlo alto, que la muerte de una amiga tuviera el nombre de mi hermana como protagonista, me debilitaba las rodillas. Por alguna razón me sentía decepcionada de mí misma, pensando en mis papás y que confiaron en que la cuidara, en que la mantuviera a salvo. Mi hermana hizo lo contrario, cuidándome a mí, y en consecuencia, a sus trece casi catorce años, llevaba la muerte de alguien encima. Y siquiera sabía.

Me apoyé en la mesada, respirando hondo, y empecé a contar todo. Desde cuando había tratado de ayudar a Aiko, que, al caernos, su anomalía se activó por completo y estaba poseída. Cómo traté de derrotarla, que el no querer lastimarla, terminó conmigo colgando del precipicio. La aparición de mi hermana, el haberla empujado sin mirar, y que por eso Aiko haya terminado así. Sin vida.

Tom pasó una de sus manos por su pelo cuando terminé, asombro y confusión en sus gestos. El Doc acariciaba sus sienes, analizando toda la nueva información. Su silencio me aterraba un poco, si tomaban una decisión ahí, si mi hermana tenía que abstenerse a las consecuencias, no estaba lista para todo ese trayecto. Quería seguir protegiéndola, incluso si significaba de todas las malas consecuencias de sus acciones.

Nos quedamos callados, sólo escuchando la baja voz de Zafira con Troy, y en lo que ninguno dejó de mirar a Aiko, todos compartíamos las mismas facciones. No había nada que decir, que hacer. En los ojos de Costa Norte, mi hermana habría asesinado a una integrante de la ciudad. Poseída o no, era una integrante de la ciudad.

Me apoyé en el costado de la mesa, mis brazos tiesos.

—Fue un accidente. Ella ni sabe que... que hizo esto —con la cabeza señalé a Aiko. Volví a respirar hondo, la única manera de calmar el nuevo ardor en el pecho, viviente y recordándome la presencia de Hiro habiendo sido liberada—. ¿Qué hago? No puedo contar esto, no quiero que cambien la forma de mirar a mi hermana. Ella no es un peligro.

—Hizo lo que cualquiera de nosotros hubiera hecho, sólo que no- no calcula todavía la fuerza que tiene —Tom suspiró, apoyándose a mi lado y palmeando mi mano. Él entendía mi frustración—. Es sólo una niña.

Sólo tenía trece malditos años. Mis manos temblaban ante la idea.

El Doc siguió callado, mirando a Aiko, después a mí, a Tom y, por último, la puerta. No sabía qué esperaba, si alguien más, si Luna aparecería de la nada ahí, o Julia queriendo el informe de la causa de muerte. Ninguna me parecía apetecible en el momento, ya con que dos personas más supieran sobre el asunto era suficiente. Y, al parecer, el Doc pensó lo mismo.

El cuerpo de Aiko fue levantado en el aire, y en lo que el Doc giraba su mano hacia la salida, él caminó frente al cuerpo que lo seguía. Con Tom nos miramos un momento rápidamente, y siguiéndolo por curiosidad, llegamos a ver como lo apoyaba en el césped. Por detrás de nosotros, una sábana rozó nuestras cabezas y se apoyó a un lado de Aiko.

Me señaló que me acercara, algo que hice sin dudar, y me tomó de los hombros.

—Necesito que le saques su ropa y la rodees con la sábana. Si necesitas otra, seguro encuentres en el laboratorio. Yo voy a llamar a Luna, Anna y Jacob, no podemos despedirnos de ella sin ellos.

Hice mi cabeza hacia atrás.

—Pe-Pero la investigación-

Los dedos en mis hombros se apretaron.

—Queda entre nosotros. Fue un accidente —dijo—. Y no fue culpa de nadie. Seguimos sobreviviendo.

Decidió no decir nada más y siguió de largo, llevando a Tom con él para darme la privacidad para preparar a Aiko. Me hubiese gustado sentir esa calma, esa seguridad de que el nombre de Morgan no iba a ser ensuciado, pero sabía que las mentiras tenían patas cortas. Ya lo había sufrido yo, incluso si fue por una buena causa. Mentir u ocultar cosas no nos llevaba a ningún lado. Sólo eran momentos breves.

Y ese momento se sentía que me estallaría en la cara en menos de lo que pensaba.


[...]


El entierro de Aiko fue triste, rápido y en silencio. En lo que mirábamos el bulto de sábanas que había utilizado para taparla, para rodearla y prepararla para el último adiós, no me animé a acercarme a Luna. Anna y Cassia la contenían, brazos que la mantenían parada, y en lo que yo me mantuve cerca de Tom y Jacob, me sentí egoísta por no acercarme. ¿Cómo lo haría? ¿Cómo podría hacerlo sin sentirme más sucia por la mentira que escondía detrás de mis dientes?

Una vez que su cuerpo estuvo bajo tierra, cada uno tirando un manojo de tierra en respeto, yo lo hice lo más lento que pude. Mentalmente le volví a pedir perdón, que me hubiese encantado poder rescatarla, y que esperaba que encontrara su lugar en dónde estuviese. Fue el único momento que pasé al lado de Luna y ella estiró su mano para apretar la mía, en agradecimiento. Una sonrisa falsa más, devolviéndole el apretón débilmente, y volví a mi lugar entre Jacob, Claire y Tom. La tierra entre mis uñas se sentía más limpia que mi acción. Claire decoró la tierra recién puesta con hermosos lirios.

Pude sentir esa tierra entre mis uñas hasta días después, incluso después de haberme bañado, de haber ayudado a levantar más escombros, de ayudar a personas encontrar un hogar, reconstruir de a partes nuevos edificios para los recién llegados. La tierra no era el problema, sino el sentimiento que me causaba, ese agujero que se ampliaba al ver a mi hermana aun inconsciente, que poco a poco me carcomía como una plaga. Eso o la sensación de calor que no se iba, que copiaba el movimiento de esa tierra consumiendo mis pensamientos.

Por eso me escondía un poco, de todos los saludos, las felicitaciones. O estaba con mi hermana, acompañándola en su estado de adaptación, en sus sesiones con Olivia para mantener todos sus niveles en sangre al tanto, o me iba con el Doc. En su laboratorio no había más que silencio y nada de otras miradas encima. Y si no, estaba en mentes ajenas, despertándolos lo más rápido que podía.

Ya ni recordaba qué era el factor de cada uno, eran tantos que las imágenes se habían empezado a mezclar entre sí y de a poco oscurecerse para que mi mente las borrara. Sólo presenciaba el reencuentro, fijo en mi mente. Enzo con Simo se dieron un abrazo acogedor, la diferencia grande de edad entre ellos dándome a entender la sensación paternal que tenía Enzo sobre su hermano. Me agradeció en un asentimiento, no animándose a pronunciar la palabra. No recordaba cual había sido su momento previo a la supernova y parecía aliviado de que no lo mencioné.

Al Doc lo ayudaba con lo que habíamos recolectado de los soldados, algunos supervivientes estrenando celdas en el hotel. Desconocía la cantidad, era más importante la data que cargaban. En sus camionetas, blindadas y destrozadas (por mí) había de todo; documentación, archivos, elementos de comunicación que nos brindaba mucha más fuerza interna para poder interferir en cada una. No hizo falta que avisáramos nuestra victoria, ellos debían estar al tanto de su derrota.

Los papeles estaban repletos de data que, si tanto nos destrozaba leer, era la verdad de lo que habían estado haciendo con los anómalos capturados. Habían sido ratas de prueba, en el sentido más literal. Desde vacunas para tratar de ver si afectaban su anomalía, pruebas de nuevas armas o productos encima para tratar de obtener control, de usurpar las habilidades. Torturaban a cambio de información, mataban en caso de pelear o intentar escapar. Seguían tomando niños para poder adoctrinarlos.

Era tal la rabia que sentía viendo esos documentos, fichas de personas que ya habían muerto o que seguían capturadas, que tenía que salir al patio del Doc a tomar aire y bajar los decibeles, o el vómito que se asomaba por mi tráquea.

Al volver a entrar, el Doc estaba tratando de hacerse paso por una de las computadoras. Tenía forma de maleta, totalmente metalizada y rodeada de plástico. Fuera de foco, era un maletín normal, hasta que la abrías y te encontrabas con un teclado y pantalla.

—Maldita sea... —murmuró entre dientes, acomodándose los lentes. Me acerqué a la pantalla, todavía bloqueada por la contraseña—. No tengo forma de ingresar. No por ahora.

—Troy seguro podrá-

Bufó y soltó—: ¿Cuándo será eso?

Sabía que el tema de Troy era delicado. Todas las mañanas pasaba un sanador para mantenerlo con todo lo necesario en alto, para darle un baño, cambiarle la ropa. Prácticamente cuidarlo. Yo volví a tratar a meterme en su mente, y me encontré con el bloqueo que Marla había causado y que también había evitado que lo dañara más. A mí también me mantenía afuera, sus gritos con esas palabras sin sentido. Estaba cansada de escuchar triángulo, gemelos y arcoíris y no entender por qué.

Ante su respuesta impaciente, sólo suspiré y me acerqué a una pila de carpetas que era distinta a las fichas que me habían revuelto el estómago.

—¿Y esto? —las levanté en el aire antes de abrirlas—. ¿Por qué no están con las demás?

—Son documentos viejos —contestó, aún mirando la computadora, brevemente prestando atención a lo que ojeaba en mis manos—. No sé que tanta nueva información nos brindaría.

Miré la fecha en las esquinas de los documentos. Algunos tenían diez años, quince, doce, cuatro, y así. Todos compartían un mismo análisis, en mi poco conocimiento, que hablaban sobre puestas de estrellas, astrología. Eran análisis astronómicos. Uno de ellos me llamó la atención, con una fecha de cuatro años atrás, que tenía subrayada una palabra en particular. Supernova.

Confundida, lo acerqué a su rostro con una risa en la punta de la lengua—: ¿No que te habían llamado loco a ti con la teoría? Ellos ya tenían una de antes.

El Doc largó una carcajada sarcástica.

—Debió de ser patética para que la tiren así.

Volvió rápidamente a la computadora, el primer artefacto que había tomado y seguía peleando por entrar. Entre tantas cosas, fue su primer objetivo, había demasiados objetos sobre la mesa. Lo menos notorio eran las placas, que iban cosidas en el lado izquierdo del uniforme camuflado. Yo tenía la de Asher aun, con el broche lila de Jamie, por eso los reconocí fácil. No hubiera pensado mucho de ellas cuando vi las pocas que habían juntado, hasta que una llamó mi atención. Era dorada, más tirando a un bronce, distinta al resto y un poco raspada seguramente por el ripio. Apreté la mandíbula al leer el nombre tallado.

J. Parker.

El calor en mi pecho volvió.

—¿Él está vivo?

El Doc volvió hacia mí, mirando la placa en mis manos y respirando pesado.

—Con el apellido común que tiene, estaba rogando que no fuera alguien... familiar de acá —soltó. Tomó la lista dónde había anotado los nombres y deslizó su dedo hacia el otro lado, habiendo anotado un número. El número de la celda—. Sí, sobrevivió tu ataque. Está ahí.

—Maldito hijo de perra —mascullé, lanzando la placa sobre la mesa—. Tendría que haber muerto.

—Si te hace sentir mejor, estaba en pésimas condiciones —comentó, tratando de alegrarme. No había sacado mi vista de la placa, que había caído arriba de la palabra subrayada Supernova—. Parecía que su piel se caía de a pedazos. No sé si le diste una reacción alérgica o algo, pero estaba pasándola horrible. No podía ni moverse.

—Me alegra —escupí—. Se lo merece.

Pensé en ambos gemelos, en Noah y en Tom, y lo que tuvieron que sufrir con ese tipo. Con Noah ya lo sabía, me lo había dicho, a diferencia de Tom, que de él con su papá no sabía nada. Ni de su relación, ni de si había tenido que sufrir en las manos de su supuesto padre. Lo había visto en sus ojos, el odio latente, la repulsión por su persona. Con el escupitajo que le había dado antes de que me insertaran la anti-navita (algo que no le había mencionado a nadie y Tom tampoco), me dejaba en claro que no había sido buena tampoco. Tom algo había padecido con él.

Me acerqué para tirar la placa a la basura, no quería nada de él en esa mesa, y sólo me detuvo lo subrayado. El Doc siguió en lo suyo, y yo me quedé quieta, mi mente picando por algo. Si era Hiro tratando de comunicarse conmigo o no, no lo supe, sólo sabía que había algo en mis manos que tenía una respuesta a una pregunta vieja. Un recuerdo de una conversación que me faltó una parte. Una conversación con Noah. Eso me puso más atenta.

Seguía con el nombre de Jack Parker tallado en la mano, su nombre siendo rechazado por cada átomo de mi cuerpo. Había algo en su nombre y la cercanía al papel que me atraía. Volví a leer todo el documento, mirando los datos claves que antes había señalado. Por instinto, moví la placa hacia la fecha, inconscientemente empezando a hacer cálculos. Iban a hacer casi dos años de la supernova en unas semanas, y dos años de eso...Noah había ido a la correccional. Su papá lo había enviado. Cuatro años atrás.

Volví a la palabra subrayada, el apodo que me habían dado, pero no. No hablaban de mí. Hablaban de la catástrofe. Hablaban de algo que iba a suceder. De un secreto que podría haber destruido a los militares. A Jack Parker.

No me di cuenta de que estaba corriendo fuera de la casa del Doc hasta que gritó mi nombre cuando ya estaba en la entrada, y no pude contestarle al encontrarme a Tom del otro lado de la puerta. Me miró extrañado y exaltado, había abierto la puerta con tanta fuerza cómo para ni dejarlo tomar el pomo. Al pobre tampoco dejé que me preguntara nada, sólo lo tomé de la muñeca y lo arrastré conmigo.

—¿Qué-? ¿Estás bien? —quiso saber, trastabillando con sus pies—. ¿A dónde vamos?

Dejé la placa en sus manos, su mirada oscureciendo al leer el nombre.

—A tener una charlita con tu papá.



N/A:

¡ANTEPENÚLTIMO CAPÍTULO!

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