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La sentencia tenía día y hora. Ya no había vuelta atrás.

Julia lo había decidido en una reunión, tras el nuevo conocimiento sobre lo poco (y nada) que sabía sobre la información que necesitábamos, y que no podíamos perder más tiempo sobre el tema. Enzo y Anna no habían estado contentos con no matarla, con no terminar con su vida a su gusto. Fue Julia la que se opuso a último momento, entendiendo que brindarle un fin a su vida significaría darle un último gusto. Supuse que el Doc fue quien la había convencido, porque nosotras concordar en algo era más un milagro que una casualidad.

Iba a ser a la medianoche de un domingo, cuando nadie iba a estar deambulando por las calles y nos daba la libertad que ningún integrante presenciara dicha sentencia. Tendría que sacarla de la ciudad, incluso alejarla unos cuantos kilómetros para perderla, y ahí hacerlo. No estaba ansiosa para que llegue el día, la verdad era que trataba de no pensarlo mucho, y logré distraerme esos pocos días en el medio con el despertar de los caídos que me quedaban. Eso hizo que todo fuera más rápido, meterme en las mentes de otras personas, con las malas y buenas sensaciones, me hacía perder la noción del tiempo.

Empecé a sentir el peso de mis futuras acciones cuando estábamos cenando ese domingo, Morgan dándome miradas de costado, Tom pinchando con más fuerza su ensalada y Claire escondida detrás de demasiados vasos de agua. Un silencio anormal rondaba por el departamento, todos sabiendo que cada tic tac del reloj, significaba que la hora se acercaba.

Comí poco esa noche, mi garganta tensa y cerrada. Copié a Claire al tomar como mi cuarto vaso de agua, lo que hizo que mi hermana se animara a inclinarse sobre la mesa y estirar su vaso para que le sirviera también.

Fue la primera en romper ese silencio.

—Ya que nadie va a hablar del tema, voy a romper el hielo —ojeó en broma a Tom, que relajó sus hombros al soltar una risa suave. Una vez que su vaso estuvo lleno, lo dejó en su lugar después de un trago—, ¿No hay otra cosa que hacer con ella? ¿Antes que... esto?

Fue Tom el que agitó la cabeza.

—No tiene nada que pueda brindarnos y es un estorbo mantenido por nosotros. Gran parte de los ciudadanos la quieren fuera, muerta más que nada. Con sentido, claro está —dijo, tratando de suavizar su tono al hablar de Marla. Usualmente, parecía hasta escupir su nombre—. Y la realidad es que, no merece la piedad que le estamos teniendo. Es una segunda oportunidad.

Mi hermana parpadeó un par de veces—: Van a borrarle la mente por completo.

—Agradece que no van a arrancársela —interrumpí yo, empujando mis cubiertos sobre el plato—. Por más que eso es lo que verdaderamente merece, pero no vamos a rebajarnos a algo que haría su gente camuflada.

Apreté la mandíbula, la imagen de ella en la correccional, de Noah corriendo por sus órdenes, todavía quemada y tallada en mi memoria. Tuve que respirar hondo para relajar mi rostro, analizando la reacción de mi hermana que se había dejado caer en la silla. Parecía desconforme con la decisión desde el día uno, no quería asesinarla tampoco, ella no le deseaba eso a nadie, pero parecía ver más tortura en el olvido que dejándola encerrada en su propia locura en una celda. Era la empatía natural de ella en personas que no lo merecían.

Se notó más al preguntar:

—¿No te sientes culpable por lo que tienes que hacer?

En mi mente, me reí. Estaba lejos de sentirme culpable con tal de terminar con su sonrisa victoriosa que lucía cada vez que me veía y pensaba en lo que había perdido. No podía decirle eso a Morgan, la espantaría, así que decidí verle el lado positivo para tratar de relajarla.

—Me lo agradecerá en unos días, semanas, meses o años. Es una nueva posibilidad de vivir y redimirse lo que estoy dándole —contesté, relamiendo mis labios—. No podría haber obtenido mejor salida con lo que causó, con todo lo que hirió y la pérdida que nos costó.

Mi respuesta volvió a silenciar la mesa, no habiendo nada más que agregar ni debatir. Estaba más que segura de lo que tendría que hacer, ningún tipo de remordimiento asomándose por ninguna esquina. Había un bien detrás de una maldad, porque también sabía que, haciendo que se olvidara de todo, incluiría su hermano, sus valores —más allá de ser aceptables o no—, todo lo que aprendió en su vida. Era sacar la esencia de su persona a cambio de una segunda oportunidad.

Levantamos la mesa un rato después, Morgan ofreciéndose a lavar los platos en lo que Tom ayudaba a secarlos. Con Claire nos sentamos en el sillón, ambas con la espalda recta, algo que demostraba cierta tensión en cada una. No entendí qué sería en ella, incluso pensé en que tendría que ver con su nuevo entrenamiento, nivelada en el segundo Nivel, y que podría o no tener un dolor.

Hasta que soltó:

—¿Puedo acompañarte esta noche?

Su pregunta me tomó por sorpresa.

—No voy a ir sola, Tom ya demandó que vendría —aclaré, algo que no relajó su postura. Por sus facciones, supe que ya lo sabía, y que, con más razón, parecía querer venir. Suspiré pesado—. Tendré que dejar a Morgan con Luna, entonces. No puedo dejarla sola a esta hora.

Asintió suavemente, jugando con sus dedos.

—Quiero verle el rostro. Nunca la conocí —dijo—. Tal persona que causó tanto dolor en ti, en Tom, en todos... necesito verla.

Me reí por lo bajo, más con sarcasmo que otra cos—: Tu mamá no va a estar tan contenta de verte ahí...

—Por favor. Yo lidio con ella.

Había algo en ella que parecía contener, como una ira, un enojo. El embotellamiento que le había causado su caída seguía siendo vaciado de a poco, a su tiempo. Su relación con Tom iba en los mismos pasos, un tipo de cariño que ella había guardado por mucho tiempo antes de caer y durante su caída. Lo mismo sería con todo lo demás. Pensar en oír todo lo que había sucedido, no poder reaccionar, moverme o hacer algo, y tener que guardar todo; para mí persona, hubiese sido una tortura.

Así que asentí, incluso no entendiendo tal necesidad, porque significaba un bienestar más para ella. El terminar el círculo en el cual no había participado, pero que era parte.

Cuando las agujas llegaron a lo más alto, el tiempo esfumándose como si los minutos hubiesen sido segundos, fue que salimos del departamento. Acompañé a Morgan hasta la puerta de Luna, que la terminó recibiendo Anna, una suave sonrisa en ella al palmear el hombro de mi hermana. Fue un abrazo corto con ella, prometiéndole que no tardaría mucho, y en lo que la vi desaparecer detrás de mi compañera, al quedar solas, su semblante serio volvió.

Se cruzó de brazos.

—Julia no me dejó ir, ni a el Doc u Olivia. No quiere nada de público —soltó, un claro enojo en su voz—. Pero quería pedirte que mínimamente le hagas doler, arrepentirse. Lo merece.

Relamí mis labios y sonreí en una mueca.

—Le va a doler su orgullo el olvidar todo —sentencié—. Creo que con eso será suficiente.

No se vio satisfecha con mi respuesta, dando un asentimiento y murmurando un suerte entre dientes antes de cerrar la puerta. Bajé las escaleras con Tom y Claire frente a mí, mis ojos capturando la forma en la que sus manos se entrelazaban entre sí en un apretón fuerte. Yo tenía las mías aferradas entre sí, tratando de buscar calor en las palmas de mis manos y que no me temblaran.

Las calles estaban vacías, los faroles de luz iluminando aún más con la niebla que se había levantado desde la bruma del océano. Debimos tener cuidado con el ripio de la calle, pateando con suavidad las piedras y tratando de no tropezarnos en el proceso. Ninguno se animó a decir nada en el camino, cada uno sellando su boca en mordeduras que se nos notaba. No estábamos nerviosos, al menos no lo sentía yo así, pero había algo en mi cuerpo que se tensaba, y me pregunté si no eran las ansias de, por una vez por todas, terminar con Marla Landon.

Cruzamos por los callejones para hacer más corto el trayecto, el suave recuerdo de haber hecho el mismo recorrido cuando había escapado del hotel en busca de ella. Habían pasado muchas semanas de aquello, y en ningún momento había bajado esa sed que ardía en mi pecho, que gritaba por hacer algo al respecto. Pensar en ella me causaba eso, era un espanto, y que por fin se estuviera por hacer, lograba que una parte de mí comenzara a relajarse. A saborear esa justicia.

Al llegar a la entrada del hotel, reconocí las tres siluetas frente a la puerta. El tapado negro de Julia ensanchaba sus hombros, a quien reconocí a mi izquierda, y a la derecha, no sólo estaba Marla con sus muñecas esposadas frente a ella. A su lado había un lobo gigante que le respiraba contra la nuca. Y si eso no era suficiente mensaje para que ella ni intentara escapar, el arma en la mano de Julia era un aseguramiento de ello.

Marla estaba temblando. No era por el frío, y su semblante estaba rígido, tratando de mantener la postura. No hizo falta que me metiera en su mente para entender que por fin estaba reconociendo la consecuencia de sus actos y que el miedo la estaba atravesando de pies a cabeza.

Julia se acercó a nosotros una vez que estuvimos a un metro de ellos. Sus facciones estaban serias y tensas, como siempre, hasta que reconoció a su hija de la mano de Tom.

—No deberías estar acá —fue lo primero que dijo—. Se supone que es entre nosotros.

Me lanzó una mirada como si fuese mi culpa que ella estuviera ahí, y antes de poder abrir la boca para contestarle, Claire se adelantó.

—Yo le rogué poder venir. Quería conocerla —señaló a Marla con su cabeza, que alzó sus cejas ante lo dicho por Claire—. A la causante de todo.

El protagonismo que le dio ese mínimo deseo levantó los ánimos de Marla, que infló su pecho en cierto orgullo y pude ver como recargaba su ingenio para contestarle. Esa manipulación suya en absolutamente todo ámbito habido y conocido.

Hasta se animó a acercarse a nosotros, con pasos lentos, midiendo el volumen de los gruñidos de la bestia detrás de ella.

—Así que tú eres la tipa por la cuales todos lloriqueaban y rezaban —le habían acomodado el pelo, o tironeado, lo que fuera. Lo tenía fuera del rostro y me permitía ver, bajo la luz de los faroles y la luna, la hendidura de sus mejillas por la caída de peso que había sufrido. Todo en ella se veía más débil y filoso, sus huesos prominentes en cada facción. Sonrió en una mueca que no movió ni un músculo, mirando de arriba abajo a mi amiga que se a poco se había también acercado a ella—. No pareces la gran cosa, la verdad, más que la hija de una líder cobarde.

Fue tan rápido que pasó en un pestañeo, como Claire hizo hacia atrás su brazo derecho y le insertó tal puñetazo que la sentó en el mismo segundo que la golpeó. Logró sacar una risa sorprendida de mi parte, Tom alertado acercándose a Claire y alejándola de Marla en lo que Julia miraba atontada a su hija. Incluso hubo cierto resoplido de Enzo, que decidí tomar como risa, en lo que movía su cola contento.

—Quería darte eso desde que me enteré de ti, desde que supe el daño que causaste —escupió mi amiga, agitando su mano, adolorida. Tom congeló una de la suyas y atrapó los nudillos de Claire bajo su frío para calmar el dolor—. Te mereces todo lo malo que venga por tu camino.

Compartí una mirada rápida con el gemelo, que mantuvieron distancia con Marla antes de que Claire nos siguiera sorprendiendo con patadas o arañazos. Yo miré como Marla se arrastraba sobre sus codos, tratando de volver a pararse, y en lo que se sentaba en el piso, volví a sonreír brevemente al ver ambos lados de su nariz sangrando. Pocas clases de entrenamiento y Claire ya sabía cómo dar un buen puñetazo.

Ahí se iba parte del embotellamiento.

Julia no dejó de mirar a su hija, sus ojos aún abiertos por el asombro, y tironeó de uno de los brazos de Marla para que se levantara. Escuché un jadeo de dolor, las facciones de la traidora frunciéndose en dolor, y reconocí el brazo que había supuesto le había dañado. La líder la lanzó contra mí, sus pies tropezándose, y la atrapé por los brazos. No fue a propósito.

—Hazlo ahora, Reed. Ya estamos perdiendo tiempo —fue lo último que dijo hacia mí. Se volteó por un momento a Claire, sus cejas relajándose y por un momento estiró sus manos hacia ella. Se percató rápido de lo que hizo, llevándolas por detrás de su espalda y aferrándose con fuerza entre ellas—. Creo que es algo que la señorita Reed tendrá que hacer sola, así que si ustedes-

Su hija meneó la cabeza.

—Que nos lo pida ella si quiere ir sola —dijo—. No tú.

Cuando las miradas volvieron a mí, ya sabían que no iba a pedirles eso. Quería que estuvieran conmigo, que también me respaldaran en —las muy bajas chances— de que algo malo pasara. Marla era humana, no tenía muchas posibilidades contra mí, pero con ellos dos protegiéndome la espalda, no habría ni una. Así que sólo meneé la cabeza, dándole la espalda a Julia que ya había fruncido el ceño una vez más, y empujé con más fuerza de la debida a Marla para que comenzara a caminar.

Se tropezó en sus pies, escupiendo sangre en el ripio, y tambaleó de vuelta cuando volví a empujarla.

—Vamos, no quiero perder más tiempo.

Dejamos a los dos líderes detrás, esfumándose entre la niebla, y alejándolos de los edificios por el camino principal, el mismo por dónde los integrantes que habíamos perdido marcharon ese día, se subieron a un bus militar que los esperaba y desaparecieron de todo rango. Ella caminaba con el mismo destino, porque iba perder absolutamente todo lo que ella sería. Saboreé sus tropiezos una vez que cruzamos la entrada a la ciudad, no habiendo sido tan reconstruida como debería haberlo sido. Sólo las rejas que Jacob había logrado instalar encerraban Costa Norte. Más allá de eso, no había ningún indicio de mejora.

Caminamos por un largo rato, sólo los quejidos de Marla y nuestras pisadas siendo escuchadas. Sentía la presencia de mis amigos a mi espalda, pocas veces había volteado hacia ellos para ver si seguían ahí. Los nudillos de Claire habían tomado un tono oscuro, algo que Tom le reprochaba con la mirada, incluso con la sonrisa asombrada que había lucido por un momento. Yo también estaba orgullosa de ella por más preocupada que estaba por su mano.

La nariz de Marla se había hinchado y, a su suerte, dejó de sangrar. La comisura de sus labios quedó manchada con sangre seca, la manga de lo que quedaba de su remera también. Al menos eso sería algo que se olvidaría con el dolor constante.

Nos detuvimos cuando dejé de ver los edificios a lo lejos, cuando me aseguré de haber caminado por un largo rato por la calle abandonada y que sólo éramos nosotros cuatro bajo la luz de la noche, en el medio de la nada y listos, al menos nosotros tres, para deshacernos de ella.

Fue al momento que la detuve que, al girarse, sus ojos me miraron con puro terror. Por fin sacaba eso de ella, no sólo un gramo de miedo, sino el extremo del sentimiento, que las lágrimas del espanto se acumulen en su mirada. Sabía que no iba a correr, pero por las dudas, me crucé de brazos frente a ella para que no pudiera pensar en otra cosa que no fuera mi presencia tan cerca de su rostro.

—¿Algo que decir? —tanteé, queriendo presionarla aún más—. ¿Algún arrepentimiento que soltar? ¿Qué te carcoma?

Su boca tembló al contestar, aun soltando veneno en sus palabras.

—Tendría que haberte matado primero.

Me reí.

—O no tendrías que haberme subestimado, creo que ese fue tu error más grande —corregí, algo que hizo que temblara más, no de miedo, sino de furia. Si pudiera, si tuviera la mínima chance, estaría intentado matarme. Sabía que no podría—. Si lo piensas en cierto lado, sí voy a matarte, a tu persona. Sólo que no de la forma que quieres. ¿Contaría como mitad de tu sueño?

—Hija de perra —escupió, parte de su saliva rozando mis mejillas. El gesto revolvió mi estómago, a lo que me obligué a no reaccionar, y rápidamente limpié mis mejillas de los trazos de su escupida—. Y tan inútil, tan inservible con todo lo que cargas, con la ciega fe que manejas y te destruye —miró por sobre mi hombro, Tom y Claire parados con metro y medio de distancia de nosotros. Marla se acercó tanto a mí como para casi rozar narices—. Esa fe tan patética, que espera y espera, por alguien que no puede volver, ¿eh? Que piensa que tu gemelito con el rastreador va a estar a salvo de nosotros. Que está vivo —se rio—, ¿tan tonta vas a ser para pensar eso? ¿Sin verificarlo?

No iba a caer en ese tipo de juego, en la forma que quería plantearme la duda de uno de mis más grandes miedos. Sabía la tintura tóxica que cargaban sus palabras, pintándolas con tanto odio que hasta me hicieron arder las orejas. Sin embargo, no fue su furia y desesperación lo que me llamó la atención, sino su última pregunta. Peleé por no morder ese anzuelo, siseando entre dientes:

—Creo que lo que yo piense y espere no te incumbe en lo absoluto.

Frunció su boca con tanta fuerza que desapareció en una fina línea.

—Si me incumbe si puedo lograr un... trato —si antes sonaba desesperada, ahora podía imaginar hasta sus rodillas temblando al considerar arrodillarse y rogar. Toda su personalidad estaba temblando—. En el caso de que tu noviecito siguiera vivo, claro está... ¿un trueque de información que tu cabecita no logra procesar, por un gramo de piedad?

Lancé una ojeada hacia el gemelo y Claire, pacientemente esperando, y notando que ninguno había oído los susurros desesperados de Marla y lo que me había propuesto. Después volví hacia ella, entrecerrando los ojos inconscientemente.

—Recuerdas que puedo leerte la mente, ¿no?

—Y todo ese tiempo que te lleve, entrar, encontrarlo sin mi ayuda, y hasta descifrarlo...puedes permitirme a mí para facilitártelo y usarlo en el trueque —sonrió con emoción, notando cierta parte de mí que no pude pelear, interesada en qué iba a decirme, o informarme. La miré fijo, lo que la impacientó—. No voy a pedirte mucho, nada grande, sólo... un recuerdo.

Ian. Era obvio cual iba a ser su intercambio, qué querría mantener. Había estado en su mente, sabía que era su prioridad, su razón de actuar en absolutamente todo caos que había creado. No había nada más que le importara, y por más que mi lado de hermana entendía su necesidad, su desesperación, yo brindé la misma toxicidad suya en la sonrisa que lucí al asentir.

Ella estaba ofreciéndome una mordida de su manzana envenenada. Lo que no tenía en cuenta, es que yo estaba planeando morderle la mano con la que la tendía.

Una vez que notó mi asentimiento y me alejé de ella para darle su espacio, su pequeño momento, sonrió con tal egocentrismo que me hizo apretar la mandíbula.

—Tu mente no tiene un límite, Tay-Tay. No lo estás pudiendo ver incluso cuando está frente a tus narices —explicó, las esposas en sus muñecas siendo más ruidosas con toda la gesticulación que estaba haciendo—. No necesitas estar frente a alguien para poder adentrarte en ellos, tú te mueves a través de las energías, de las conexiones. Por eso fuiste capaz de hallar y recuperar a los imbéciles caídos, por eso fuiste capaz de que en un recuerdo ajeno cómo el de Julián —rodó los ojos al decir su nombre—, activaste, sin darte cuenta, la mente de tu noviecito. La mente de un recuerdo aparte.

Dudaba mucho que la psicología tendría una materia que estudiara posibilidades como aquella, sonaba todo una locura, una teoría desquiciada que estaba armando en el momento para poder convencerme de que era verídico. Pero fue su tono de voz, la ira con la que hablaba, y no burla, lo que me dejó pensando. Si estuviera tomándome el pelo, no estaría enojada, no estaría tratándome como una ciega. Se hubiera burlado de la misma forma que había hecho tantas veces incluso con amenazas mías envueltas.

La dejé continuar.

—Yo no puedo hacerlo, yo me guío- guiaba a través de las mentes, de lo que es el pasado, de lo que forma parte de una persona y a partir de ahí manipular lo básico para cambiar el presente en ese instante —explicó—. Tuve que estar en contacto con cada persona que enredé en mis órdenes...tú no necesitas eso. Y no lo estas sabiendo ver. Manipulas todo tipo de energía, tratas los mismos recuerdos como energía, y hasta has viajado a través de ella sin darte cuenta —meneó su cabeza, más ira en sus gestos desesperados. Hasta sed y envidia en sus palabras, deseosa de lo mismo que estaba diciendo—. Si el recuerdo es energía, si todo lo que somos es energía para ti... ¿No crees que cada uno deja su rastro con ella por cada lugar que va? ¿Por cada momento que pase junto a alguien más?

El Doc había mencionado lo mismo que ella había dicho, que yo trataba un recuerdo como energía, que la usaba a mi favor para poder interactuar dentro de ella y fuera cuando tenía que despertar un anómalo. Yo sacaba el recuerdo de la persona, esa conexión suya, que era en sí, todo pura energía. Un recuerdo estaba conformado de eso, de emociones, de situaciones, algo que ambas cosas fueron factores al crear el bloqueo de los caídos.

Lo que ella estaba planteando tenía sentido, pero no estaba dándome nada más que una teoría vacía de necesidad. Debió darse cuenta de eso cuando levanté mis cejas y finalmente agregó:

—Si puedes moverte a través de recuerdos, activar las mentes secundarias dentro de cada uno, el viaje que no estás notando... no estás lejos de dar un último paso —se animó a golpearme brevemente el hombro antes de señalar mi cabeza—. Si empiezas acá, imaginemos que es una mente ajena a la tuya, y conectas en el medio —movió su dedo al medio del espacio que había entre ambas—. ¿Qué es lo que te quedaría por hacer?

Brevemente inclinó su brazo hacia ella, hacia su cabeza, y entendí lo que quería decir.

—Cruzar hacia la otra mente.

Sonrió—: Bingo.

Por un momento, tuve el recuerdo de mi mamá, con sus bailes y macumbas cuando nos limpiaba las energías cada domingo, o cuando en algunas madrugadas la encontraba meditando o vaya a saber lo que hacía con los ojos cerrados y las palmas juntas. Toda su creencia volvió como un cachetazo, y entre ellas, sus experiencias con respecto a las palabra viajes y energías.

—Cómo un viaje o proyección astral, eso estás diciendo, o algo así —traté de comprender la idea de una manera más concreta, que pudiera imaginármela de forma tangible—. Que mi energía viaje por fuera de mi cuerpo de mente en mente, proyectándome.

Suspiró, aliviada de que lo había entendido. Cómo si eso asegurara mi parte del trato.

—Tómalo como una experiencia extracorporal, fuera de sí —contestó—. Pero sirve como un viaje para tu salud mental, digamos.

Bajó su vista a mi pecho, yo la seguí, y ambas nos quedamos mirando fijo las placas. Me dio un vuelco el corazón entender la última parte de su información.

Llegar a la mente de Noah.

A eso se había referido con el "sin verificarlo" que había soltado antes. Ese era el canje valioso que sabría al que caería, al que le daría el beneficio porque sabía lo importante que sería para mí. Y no sólo porque nunca se me habría ocurrido, no porque no me tuviera fe, sino que ella lo había descifrado porque sabía que no podría hacerlo, nada de lo que venía haciendo. Marla podía reconocer esas novedades porque nunca las había tenido ellas, y estando tan sola en su celda, logró pensarlas de todos lados hasta sacar su conclusión.

Resumí toda su explicación, toda esa información, en el trato que me había hecho; una conexión con Noah a cambio de su hermano. Tom y Claire se habían acercado para lo último, seguramente queriendo saber por qué me estaba tardando tanto, y sólo cuando volví hacia Marla, que había dejado de temblar, que se veía más tranquila, fue que erguí la espalda y me acerqué con decisión a ella. Pensaría todo lo demás después.

Se paró más recta cuando agarré su cabeza de los costados, no permitiendo que sacara su vista de mí.

—No voy a decir que agradezco tu honestidad, porque por más que podría o no haberlo leído de tu mente, el que te hayas tomado tanto tiempo para pensar en algo que tanto me importaría, significa lo desesperada que estás por querer obtener algo a cambio —solté, presionando mis dedos contra sus sienes y ganando un quejido de su parte—. Así que sí, te daré a Ian-

Sonrió, contenta, y cuando yo sonreí de vuelta hacia ella, notó que había algo más.

—De la misma forma que llegué a sacarte su nombre y desesperarte, voy a dejártelo. Lo único que tendrás de él, su nombre, y pasarás buscándolo el resto de tu vida sin entender por qué —todo su semblante cayó, mi trampa por fin encerrándola y sin darle ninguna escapatoria. Quiso hacerse hacia atrás y le apreté con más fuerza desde mi agarre—. Vas a tenerlo repitiendo en tu cabeza por tanto tiempo y vas a estar tan desesperada que te va a doler, pero siempre estará contigo. Como tú querías.

Y sin esperar nada más de ella, me adentré a su mente una última vez, encontrando el laberinto, que fue cuestión de alzar mis manos y dejar ir mi energía, que cada puerta, cada esquina, todo lo que la conformaba, empezó a deshacerse. Se desintegró todo en una ola, sólo repitiendo el nombre de su hermano como si fuera un rezo para que quedara, que se tatuara en cada pared suya y no pudiera escapar de él.

Cuando volví a la realidad, todo lo que quedaba de Marla se desvaneció de la misma forma que sus recuerdos, hasta que sus ojos se apagaron de toda emoción, de personalidad, de todo. Me miró tontamente, confundida, perdida, todo lo que ella no era. Marla Landon ya no existía en ella.

Le quité las esposas derritiendo el costado de ellas, sólo el clang del metal al caer siendo escuchado en esa carretera vacía. La chica frente a mí miraba su alrededor sin saber dónde estaba, qué día era, o qué hacía ahí.

Fue Claire la que se acercó a mis espaldas.

—Te llamas Sol, de Soledad en realidad. Estás buscando a un tipo, creo que se llama Ian, pero no es por acá —habló, llamando la atención de la chica ahora bautizada como Sol. No había notado que Claire había traído uno de sus bolsos, que consistía en una tela que rodeaba uno de sus hombros y mantenía el peso en su cadera. Se lo cedió, pasándolo por su cabeza. Sol se lo permitió, no objetando nada—. Esto se te cayó, tiene un poco de agua, un cuchillo y rodajas de pan. Estabas por irte para seguir buscando en otras ciudades.

Claire terminaba de darle una nueva vida, un indicio para seguir alejándose de Costa Norte. Olvidando todo o no, no podía quedarse, no cuando los ciudadanos pensaban que estaría muerta.

—Sigue tu camino, acá no hay nada —sentencié yo, alejándome de a poco y agarrando la mano de Claire para que se alejara también. Sol nos miró extrañada aún, analizando todo su alrededor—. No nos conoces y ya te olvidaste de este encuentro.

En lo que Claire agarraba la mano de Tom, Sol ya se había dado la vuelta para empezar a caminar, mi última orden haciéndola actuar. Siguió caminando por unos segundos, y cuando tuvo la curiosidad de volver a girarse para mirar por detrás de ella, los tres nos habíamos camuflado con la niebla y desaparecido de su vista.

Eso fue lo último que vi de esa chica.


[...]


Volvimos en el mismo silencio que habíamos salido del departamento. No había mucho que decir, había más un alivio entre los tres con respecto al tema más que otra cosa. Sólo yo era la única que tenía rebotando lo que me había dicho, lo que había descifrado de mí. Y si llegaba a ser verdad, si aparte de una teoría, había una lógica...podría conectarme con Noah y ver dónde está, cómo está. Lo único que me detenía era que, para eso, tenía que saber si estaba vivo.

No supe cuánto habíamos tardado, tampoco importaba mucho, no tenía sueño. Mi cabeza no dejaba de revisar cada dato, cada cosa dicha, dándolo vueltas como una calesita. Por ahí eso había sido su último regalo, el no dejar de pensar en lo que ella me había dicho y así no deshacerme de su voz. No me hubiese sorprendido.

Un choque suave en mi costado me hizo salir de mis pensamientos y girarme hacia el gemelo, que sonreía confundido.

—¿Estás bien? —quiso saber, por fin rompiendo ese silencio de hacía rato—. ¿Te carcomió mucho la cabeza con su charla?

Me reí en un jadeo. Si pudiera explicárselo.

—Algo así, es raro de explicar.

—Escuché lo de un trato, pero... —alargó—. No creo que haya sido muy justo con la cara que puso cuando le dijiste lo último.

—No, fui justa, demasiado con la persona que estábamos tratando —corregí—. Le di lo que quería, solo que no de la manera que esperaba.

—Pero; ¿estás bien con respecto a lo hecho? —quiso saber—. ¿Nada de culpas que tu hermana preguntó?

Agité la cabeza.

—Hice lo que tenía que hacer y sin necesidad de rebajarme a ningún deseo oscuro.

Palmeó mi espalda, un poquito de orgullo escondido detrás de su sonrisa, y en un suspirar que relajaba sus brazos, rodeo los hombros tanto de Claire como míos. Mi amiga le sonrió, tan embobada que me hizo rodar los ojos, y en lo que seguimos caminando, la niebla suavizándose y permitiéndonos ver mejor, algo a lo lejos me hizo mirar fijo.

—¿Hay algo en el comedor? —pregunté—. Porque es muy tarde para que haya tanta luz dentro.

Tom agitó la cabeza—: No que yo sepa.

Compartimos una mirada entre los tres, apurando nuestro paso hacia el edificio y adentrándonos a él antes de darnos cuenta de que estábamos casi corriendo. Entre las mesas y bancos, reconocí tres siluetas al fondo. El Doc era una de ellas, los otros dos no era difícil de deducir. Detrás de ellos, el enorme proyector que usaban para informar a la ciudad estaba encendido. En él, imágenes de puro fuego me apuraron el corazón. La última señal que me faltaba y caía ahí como anillo al dedo.

Reconocí un noticiero en un momento, mostrando estructuras grandes cediendo al calor de las brasas que lo esperaban desde el piso. Coches estallando y agravando aun más la situación. Otras eran grabaciones de cámaras, esas en blanco y negro, al estilo que me había visto a mí estallar como supernova o cuando había succionado la primera anomalía. Era difícil reconocer movimiento en ellas a veces, pero no esa silueta rodeada de luces que se movían al ritmo de un llama caliente, en el vaivén que ya conocía.

Porque entre todas las llamas, Noah Parker estaba ahí.

No noté que no había detenido mis pasos hasta que estaba prácticamente pegada al proyector, mi atención no moviéndose ni un milisegundo de la figura que corría por el medio de las llamas, que consumían otro edificio más que aparentaba ser militar. De este, salían más personas, asustadas, nerviosas y otras armadas que se defendían de las demás siluetas que cargaban un uniforme camuflado. Él los estaba rescatando, seguía peleando por nosotros incluso cuando lo ponía más en peligro.

No llegué a reconocer mucho de su rostro, sabía que era él por su postura, por cómo corría, por sus ataques que miles de veces me había tenido que defender al entrenar juntos. Conocía lo justo y suficiente para saber que el único cabeza dura, testarudo e irritante imbécil que se mandaría sólo a una instalación, o muchas, militares, era él. Sólo él.

Llevé mis manos a mi boca, tratando de atrapar la risa asombrada que relajó todo mi cuerpo. Tom estaba a mis espaldas, mirando la escena con la misma emoción que yo.

—Está vivo, Tom, está... está bien —sonreí, mis ojos picando, y dándome vuelta para lanzarme sobre el gemelo para abrazarlo. Me rodeó con la misma calma que yo—. Está metiéndose en problemas, pero sobreviviendo...

—Cuando no, ¿eh? —se rio Tom, compartiendo la misma sonrisa que yo. Claire estaba igual, sonriendo al lado del Doc y admirando la forma en la que la esperanza volvía a subir por nuestros cuerpos, correr por nuestra sangre. Que una de las personas más importante para nosotros seguía en pie—. ¿Es el único video que hay? ¿Está muy lejos de nosotros?

Julia asintió—: Casi del otro lado del país. Ha estado derribando y destruyendo cada refugio militar que encontró. Lo vinimos siguiendo sin saber que era él, no debe ser el único anómalo que controla fuego —soltó, suspirando y viendo la pantalla. Se veía calma, tranquila, o hasta satisfecha—. Este último lo mandaron otras resistencias, avisando que hay olas de rescatados llegando a cada paradero. Tenemos que prepararnos nosotros de ser así y que él sigue liberándolos.

—Sigue peleando por nosotros.

Sonreí, el calor agobiante latente en mi corazón. Agarré las placas con suavidad y les dejé un beso pequeño.

—Siempre lo hizo.

Noah había mirado justo a una cámara en lo que corría entre el fuego, sus irises brillando con su usual rojo, gris claro para las cámaras, y ardiendo con sus brazos encendidos. Su espalda estaba tapada, no llegué a ver si tenía el artefacto aun o no, pero sólo me quedé mirándolo a él, sintiendo mi corazón galopar y mis ganas de verlo aumentar.

Sentí que todo estaba cayendo perfecto, que no solo creía y veía que él estaba bien, sino lo dicho. Que podía conectar con él y verlo, comunicarme de alguna forma o lo que fuera que llegase a hacer en su mente. Y si había una mínima chance de salvarlo, ahí estaría. Escuché al Doc preguntarle a Claire si ya se había hecho lo debido, lo cual ella asentía y explicaba lo que había pasado. Tom y yo no nos unimos a la charla, nos quedamos aferrados uno al otro viendo la pantalla hasta que la transmisión terminó.

Esa noche, cuando volvimos de esa sorpresa para todos, me costó dormirme. Y cuando pude hacerlo, mis sueños se colorearon con Noah, con la misma vestimenta que había visto, con su cuerpo agitado corriendo por un bosque. Marla había tenido razón, yo podía atravesar esas barreras al proyectarme, no lo había notado hasta que ella lo había mencionado y relacionado con el despertar de los caídos. Cuando me desperté en la mañana, sonreía como tonta. Siempre lo había estado viendo, no eran pesadillas. Era mi anomalía demostrándome que estaba vivo.



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