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Estaba confundida, enojada, conmocionada y decidida. Una mezcla de sensaciones que afirmaban mis pasos sobre la grava y bloqueaban todo tipo de duda que se formara en mi cabeza. Recién había entrado al grupo líder, tenía que actuar bajo órdenes, y estaba segura de que estaba ya desobedeciendo una con apenas horas de estar dentro. Si era o no tiempo récord, me daba igual una palmadita en la espalda. Marla no iba a zafarse de mí incluso si Enzo o Julia —que lo dudaba— me trataran de detener.

El hotel seguía igual de oscuro en lo que volvía a caminar por sus pasillos. En la entrada me encontré con las paredes aún marcadas por el fuego que había atravesado por las puertas del comedor, encogiéndome el corazón, y en lo que miraba las tablas de madera que decoraban el piso al dirigirme hacia las escaleras que me llevarían para la prisión, ojeé el recorrido de astillas dañadas. Recordar esa pelea con ambos gemelos me hervía y helaba la sangre, irónicamente. Pensar en ese día me retorcía demasiado el estómago.

Bajé las escaleras de dos en dos, pasando por el primer subsuelo y rápidamente llegando al segundo. Luna no estaba en la puerta ese día, no le tocaba guardia. Me quedé quieta al verla a Aiko parada ahí, un arma pequeña en sus manos. Por alguna razón, me incomodó que la tuviera. Era anómala, podía partirme el cráneo de un grito. No era necesario el metal en sus manos.

Incluso con toda la ira y decisión que golpeaba mi pecho, no podía exigirle nada. No a ella, que no sólo no me esperaba verla aguardando la celda de la persona que la había manipulado peor que al resto, sino que sabía lo frágil que la había dejado. O bueno, me daba la idea suficiente.

—Hola, Aiko —le sonreí como pude, aun hirviendo con el recuerdo fresco del recién despertado. Me estaba conteniendo lo justo y necesario para no cruzar la puerta de una patada—. Vengo a verla a Marla. Tengo preguntas para ella.

Obviamente, no contestó. Si lo hubiese hecho, dudaba que mis tímpanos sobrevivieran. Lo único que hizo fue fruncir el ceño, cómo si se preguntara el porqué estaba ahí o si estaba habilitada. La última vez Luna me había dejado pasar, sin permiso de nadie, sólo porque era yo. Todavia considerando a Aiko mi amiga, ella no parecía tener sentimientos mutuos por alguna razón.

Agité mis hombros ante esa sensación molesta en los hombros. Tenía ganas de meterme en su mente, de tratar de comunicarme con ella, y sólo al mínimo intento, cerré los ojos con fuerza cuando sus gritos internos me aturdieron. No, no podía oírla. Había armado una barrera mental con sus propia anomalía, inhabilitándome de siquiera intentarlo.

Contrariamente al desastre que gritaba en su cabeza, ella no movió un gesto de su rostro más que sus cejas contraídas. Una máscara inmutable y desgastada, las venas debajo de sus ojos más marcadas, que no reflejaba su miedo. Decidí no decir nada, mordiéndome parte de la lengua y volví a sonreír.

—Sólo son preguntas, las necesarias para decidir sobre su futuro —aclaré, lo que la hizo tirar su cabeza hacia atrás. Quise adivinar qué fue lo primero que se le cruzó por la cabeza al escucharme, mi curiosidad siempre al tanto de cada mínimo detalle, y tuve que patearla hacia atrás—. Necesito obtener la mayor cantidad de información posible de ella, la que sea. Militar, anómala... y para Troy.

El único indicio de haberme escuchado, más allá de no sacarme la vista de encima, fue la forma en la que se mordió el labio inferior al escuchar lo último. Troy era una buena persona, más allá que inteligente y audaz, algo que sabía que recordaba. Después de todo, Aiko (bajo el manejo de Marla) había sido quien lo había inhabilitado primero antes de ir por el Doc. No había notado que había tocado cierta culpa en ella, y usado esa carta, para hacerla reaccionar. Se hizo a un lado, tomó el picaporte con fuerza y dejó de mirarme una vez que abrió la puerta.

Por más actitud seca que estaba teniendo conmigo, me detuve un segundo frente a ella para soltar—: Gracias.

El foco de luz seguía colgando del mismo lugar que antes, iluminando poco y nada del lugar, lo justo para permitirme ver la silueta dentro de la celda. Dos guardias más estaban dentro, que, en una rápida sonrisa y ademán, pedí que salieran. Ellos lo hicieron, Aiko, en cambio, se quedó contra la puerta. A ella no pude pedirle que saliera, si quería estar dentro, que lo estuviera.

Si días atrás la había visto en pobre estado, Marla ahora literalmente se había encogido tanto en talla como altura. Llegué hasta ver los huesos de su columna, algo que me habría hecho tener pena de ser otra persona. En ella, sólo me hizo mirar para otro lado. Seguía sin ser algo lindo de presenciar.

Queriendo ir directo al grano, apreté la mandíbula antes de comenzar.

—Trabajabas en la correccional de mi pueblo —hablé alto y claro, interrumpiendo el silencio al que estaba acostumbrada y dio un respingo por la sorpresa. Se tomó su tiempo para girarse hacia mí, sus pómulos como protagonistas de su rostro, sus ojos hundidos y boca reseca. Estaba más cerca de parecerse un esqueleto que a ella misma. Se levantó con dificultad de dónde estaba, irguiendo su espalda, una postura más fuerte. Incluso si quería levantar las cejas y burlarme en una sonrisa, sólo me crucé de brazos—. Conocías a personas de la ciudad de antes, de tus años como militar...

Sonrió, sus dientes habiendo tomado cierto color amarillento que no tenía antes. Hizo crujir su cuello, tan seco que me tomó por sorpresa, y suspiró con alivio.

—Que lindo es verte a ti también, Tay-Tay, me encuentro viva, gracias por preguntar —su tono amargo salió primero antes que tratara de aclarar la garganta, con poco uso de su voz, claramente reseca. Respiró con fuerza, acercándose a dónde estaba, y manteniendo distancia al mismo tiempo. La última vez que se había acercado así, le había estampado el hombro y gran parte del cuerpo reiteradas veces contra las barras. Noté que usaba poco ese brazo y pensé en que podría habérselo roto. Ojalá. Sonrió—. Me he enterado de tu logro con mi anomalía... las palabras vuelan rápido.

Con la novedad que había sido, no me sorprendía que los guardias que estaban con ella no hubiesen hablado. Habría cargado con esas palabras todo ese tiempo para querer recriminármelo.

—No cambies de tema, sabes que no te va a servir conmigo —escupí. Mi tono seco la hizo reír.

—Oh, no es cambiar de tema, simplemente quiero ponerme al tanto de tu día —se burló, empujando su pelo por detrás de su rostro. Estaba tentada en darle un peine—. Me gustaría conocer a la dulce... ¿Clarita? ¿Clara? ¿O Claire se llamaba?

—Te dije que no cambiaras de tema.

—Más me llama la atención que estés sola... —siguió, ojeando mis costados hasta hallar a Aiko—. Y traerte a la muda no será de mucha ayuda para tu cuestionario, ¿o sí?

Me reí—: ¿Quieres que le pida que te grite hasta dejarte sorda?

No bajó su sonrisa.

—Y que no se detenga, a ver si me da lo que quiero —ensanchó su sonrisa, luciendo más turbia de lo que se veía, y saludó con su mano hacia la chica a mis espaldas—. Hola, vieja amiga. ¿Me extrañas acaso? ¿Susurrando dentro de tu cabecita?

Fui rápida al interponerme en el camino de Aiko, que ya se acercaba, con no sólo su nueva arma en alto, sino abriendo la boca. Le puse una mano en el pecho, que quiso empujar lejos, y en lo que ya estaba lista para cantarle lo que quisiera hasta enviarla al mismo infierno, fui más rápida al colarme un milímetro de segundo dentro de su cabeza.

¡Detente!

Sonó más cómo una orden, sus pies clavándose contra el asfalto tan duramente que la desbalanceó. No supe cómo mi voz atravesó los gritos de la suya, tampoco iba a cuestionármelo en ese momento, sólo me apuré a tomarla de los hombros y volverla a su lugar.

—No cedas a ella, no otra vez. No le des lo que quiere —fui más cortante de lo que debería, pero no necesitaba que me sacara la oportunidad de los dedos. Palmeé sus brazos con cuidado—. Ignórala.

Reconocí cierto enojo y dolor por lo que había hecho, ya había sufrido con alguien que le había ordenado cosas peores en su cabeza, yo lo había hecho en el momento de urgencia. No significaba que lo justificara, sabía que no le había hecho algo justo. Quise disculparme con ella, pero no me miró a los ojos y volvió a endurecer su postura cerca de la puerta. Si antes ya en sí no me hablaba, ahora ni lo mínimo. Tenía más ganas de ahorcarla a Marla cuando me giré hacia ella que se reía.

Mantuvo su vista en ella hasta que me paré enfrente.

—Me gusta el fuego que tiene esa chica, si la hubieses escuchado...

—No la mires ni hables con ella, no le interesa lo que tengas qué decir —la interrumpí. Marla volvió hacia mí, su sonrisa desarmándose al ver mi postura e irises iluminados. Estaba lejos de caer en sus bromas—. No tiene por qué importarte si estoy sola o no.

—¿Cómo no? —ladeó su cabeza al preguntar—. Que estés sola significaría que no hay alguien que respalde tu idea de querer... cuestionarme. O de ser así, está habiendo un conflicto fuera para que la líder no aproveche el presenciar la circunstancia de obtener más información y así fortaleces su imagen —levantó las cejas—, y bien sabes a qué me refiero.

Ella había estado en la mente de Julia, sabría más de lo que cualquiera que la conociera. Aun así, decidí dejar pasar esa tentación y curiosidad. Era demasiado lista, su forma de querer cambiar de tema, de hacer que me pierda en otras cuestiones, a lo cual me recordó que había estudiado psicología unos años de su vida. Sabía usar las palabras, de la misma forma que había sabido como mantener su postura a medida cuando mintió por meses sobre sus verdaderas intenciones. Había, incluso, podido sacarme de su mente la primera vez que me había metido en ella.

—Ella quiere darme lo que yo quiero porque ella lo quiere también.

Marla Landon había obtenido su anomalía con razón, toda ella era una manipulación. Humana y todo. Penosamente para ella, yo ya había adivinado su juego.

—Créeme, yo haré todo lo posible para que no te maten. Para que te mantengan con vida todo el tiempo que yo quiera. Sabes que soy capaz de eso —di pasos amenazadores hasta quedar apoyada contra las barras, mis palabras y movimientos haciéndola dar un paso hacia atrás. Si mi mirada había vuelto a la normalidad o no, no lo sabía, estaba concentrada en Marla y en sus reacciones, en ver su semblante quebrarse por mí—. Así que lo pensaría muy bien antes de tratar de hacerte la viva, porque puedo obtener lo que yo quiero por las buenas —la señalé a ella—, o por las malas.

Quiso esconder el breve miedo que atravesó su mirada cuando volví mi mano hacia mi dirección, señalando mi mente.

Lo pudo tapar igual de rápido, una sonrisa segura en ella que no acompañaba todas sus facciones caídas de la mala apariencia que cargaba.

—Si bien sabes que no voy a hablar, que no vas a sacarme las palabras de mi boca... —abrió sus brazos—...directamente haz lo tuyo ahora.

Me pareció raro cierta confianza con ella misma, lo que me hizo pensar que intentaría todo lo necesario para sacarme de su cabeza como lo había hecho la otra vez. Era como si estuviera tendiéndome una trampa tonta, toda esa aura segura a su alrededor pinchándome los nervios con molestia. No podía hacerme nada, lo sabía, era humana. No significó que fui cautelosa al hacerme paso por su mente, confiando ciegamente en Aiko que seguía detrás de mí. La puerta de su cabeza ya se hallaba abierta, lo cual me facilitó el paso, y en lo que volvía a ese laberinto que había recorrido brevemente.

A diferencia de la vez anterior, fui con más decisión, con el camino marcado en mi mente para cada respuesta a las preguntas que había mentalmente anotado. La primera cuestión fue contestada fácilmente, ciertas voces apareciendo y resonando como un eco en mi cabeza. Reconocí muchos de los que había despertado, el tal Julián y Claire entre ellos. Marla siempre había sido capaz de escucharlos, podía oírlo y verlo, una sensación de asombro en el pecho que se reflejó, desde el recuerdo, en el mío. Ella era capaz de oírlos, de saber que estaban ahí, y nunca había hecho ni dicho nada. Siquiera hablarles. No les había importado en lo absoluto, lo que hizo que me enfureciera. Siempre había sabido que estaban dentro y no había sentido ni un gramo de pena.

Me dirigí a la siguiente cuestión, latente en mi cabeza y sin saber el rumbo de verdad, hasta que una imagen extraña se formó frente a mí. Era como una habitación de paredes blancas, no eran reales, podía percibirlo, cierta visión siendo fácil de reconocer. Dentro estaba Marla, vestida igual que aquel día que todo salió a la luz, y la veía perdida en dónde estaba parada. Era una habitación vacía, ¿qué era lo que la perdía?

Hasta que reconocí la silueta de Troy en una esquina, golpeada, doblada en dos. Había estirado mis brazos hacia él, queriendo ayudarlo, hasta que noté que no podía ni tocarlo. Era un recuerdo distinto a los que yo acostumbraba, no había un bloqueo ni nada con lo cual interactuar. Sólo pude ver a Marla acercarse a una de las paredes, que, al acercarme más, reconocí que estaban escritas. No mucho, sólo una sola cuenta que rascaba cierta memoria mía.

Vi que Marla, con su mano, borroneó sólo un dígito de la ecuación. En el mismo instante, Troy gritó en agonía, lo que me hizo asustarme y tropezarme entre mis pies, el recuerdo deshaciéndose en el aire apenas sentí como Marla, físicamente, estaba tratando de sacarme. No podía ni terminar de procesar lo que había hecho con Troy que ya estaba apurándome por el bendito laberinto, chocando con recuerdos de su hermano, de sus estudios psicológicos, de hasta su infancia. No encontraba sus años militares. Nada de nada.

Busqué a Julián, sólo el suave recuerdo de ella reconociéndolo en la camilla y tampoco importándole. Fui por Noah, sólo imágenes actuales, cómo ella manipulando su mente, cómo le había tenido un ojo encima tanto en él como en nuestra relación. También cierto reconocimiento al verlo. Y, sin embargo, nada de la correccional, nada de alguna imagen de uniforme camuflado que no fuera ese ataque donde yo había matado a su hermano. Nada de nada.

Hasta que me encontré con una de las imágenes más frescas, con ella de rodillas, mirando desde su perspectiva cómo mi yo de su recuerdo se acercaba, lista para asesinarla, y lo habría hecho de no ser que había notado la red mental que había hecho con toda Costa Norte. Algo en ella supo que podría llegar a... torturarla, y noté un movimiento en su mente que me hizo apretar los dientes. Al mismo tiempo que lo notaba, parte del laberinto se deshacía en una imagen aparte. Estaba borrando la información que sabía que yo podría buscar.

Lo había hecho en el momento que yo fui hacia su mente, una vez que notó lo que estaba por hacer. Llegó a hacerlo segundos antes de perder toda su anomalía.

Todo mi alrededor volvió a oscurecerse, solo la bombilla de la luz tambaleándose sobre la silueta de Marla, reflejando la sonrisa que ella cargaba. Había vuelto a la realidad sin darme cuenta, mi boca balbuceando.

—Borraste... borraste todo... —susurré, cierto peso cayendo en mis hombros. Ella suspiró con alivio.

—No todo, no... lo más importante —corrigió—. No iba a ser tan estúpida como para dejar toda la información que me brindaron, todo lo que me conectaba a los conocidos que estaban acá —escupió, animándose a acercarse más a mí—. Reconozco cuando pierdo, supe que hacer en el momento, y era librarme de cualquier beneficio que podrías brindarte de mí.

Enzo terminaba teniendo razón. No valía la pena mantener a esta persona como parásito que dependía de nuestra atención. Estaba vacía de información que a ellos les parecía servible. Pero para mí había más, e iba a sacárselo.

—Dijiste que a Troy le cambiaste algo en su idioma, lo mínimo y suficiente como para dañarlo —recordé sus palabras dichas cuando había sido encarcelada por ella—, pero en tu mente te vi borrar algo, suponiendo que era la mente de él. Borraste un dígito que no pude ver. ¿También borraste eso?

Se encogió de hombros.

—La realidad es que no sé qué borré, solo vi un símbolo que reconocí levemente y, dada la ignorancia y desesperación de muchos en esta ciudad, sabía que tampoco lo encontrarían tan fácil —se apoyó en los barrotes, habiéndose animado a estar a tan poca distancia de mí, y sonrió en una mueca. Mantuvo su vista fija en mí—. No hice mucho, lo que viste... es una forma de cambiar su lenguaje. Fue lo único que reconocí como una ecuación y actué rápido. Solo costó un dígito...

—Porque al mínimo cambio, todo resultado cambia —entendí. Orgullosa, levantó su cabeza, asintiendo. No podía escondérmelo, ni tampoco me había dicho nada nuevo. Había aclarado lo que había visto, sin información que me dijera que era lo que había cambiado—. En una mente como él, de la forma en la que piensa, razona, calcula... ¿por qué fuiste a eso?

—Es lo único que me encontré. Tú lo dijiste, tiene una forma distinta de pensar y yo no sabía nada, no entendía nada, y en lo que yo tocara cualquier cosa —señaló su cabeza—, podía salir yo dañada, o podía perder tiempo haciéndole nada. Así que fui por algo seguro como las matemáticas... creo. Y como tal computadora, el mínimo error cerró todo lo programado y me expulsó fuera.

Recordé los gritos en su cabeza, las mismas palabras aleatorias que soltaba y que el Doc había anotado. Ese era su reinicio, en el sentido literal sobre su razonamiento, que lo bloqueaba, que lo detenía y mantenía el daño dentro de su propia máquina mental. Lo había dañado tan tontamente, y gravemente, cómo para que su defensa bloqueara todo tipo de invasión.

Me empecé a estresar. Marla no tenía nada de Troy, nada de los militares. Ni una respuesta, ni nada. Mi rostro debió delatarme, lo que la hizo lucir una sonrisa más victoriosa.

—Extrañaba ver ese semblante en ti, esa decepción —soltó. La cucaracha no tenía miedo de ser aplastada—. Vamos, pregúntame más, quiero seguir viéndola.

Tragué las ganas de acomodarle los dientes, clavando mis uñas en mis palmas.

—El día de la supernova, estabas a cargo de un grupo en una correccional. Entre ellos, tenías un compañero que se llamaba Julián Agüero —espeté, el nombre de su compañero tembló su sonrisa—. Borraste todo recuerdo de él, pero sabes que lo conoces, de la misma forma que sabes que estabas a cargo de Noah Parker.

Mi voz se trabó un poco ante el recuerdo de Noah, de ella abandonándolo por su propia seguridad, y de que, de igual forma, se volvió una anómala como él. El cambio de tono le volvió a rigidizar la sonrisa.

—¿Te lo contaron como un cuento de buenas noches?

—No, lo vi yo misma —contesté—. La forma cobarde en la que corrías de la nube y que te agarró igual, te castigó igual. ¿A quién ibas? ¿Por tu hermanito que estaba ahí?

Era muy fácil tocarle su debilidad ahora que la sabía. De la misma forma que ella disfrutaba de la decepción en mi rostro, yo disfrutaba de su dolor. Su mirada se movió de lado a lado, somo si buscara algo. Por haber borrado su memoria, no lo recordaba.

—Voy a suponer que sí, dado que es lo único que te importa —sentencié, apoyándome también en las barras—. Fuiste una basura antes, lo eres ahora y estoy segura de que no dejarás de hacerlo. Haberlo castigado así a un adolescente-

—Me olvido a veces de que no sabes nada sobre seguir órdenes, la disciplina y sacrificio que hay dentro del ejército, lo que mantiene todo en su lugar y evita el caos, justito como ese adolescente que quieres defender —interrumpió, la ira brotando en sus palabras—. Incluso si no hubiese querido hacer algo, sé que tenía que hacerlo, pero por Parker... recuerdo la satisfacción de ordenarle cosas. De que mi subteniente me diera ese honor.

La palabra me mandó escalofríos.

—¿Subteniente?

Notó mi molestia y lo disfrutó.

—Bien sabes quién es, supongo —dijo—. Porque comparten sangre y apellido.

Jack Parker.

Di pasos hacia atrás, mi estómago revolviéndose de una manera espantosa. Las cicatrices en el rostro de Noah, el saber la razón por la cual fue enviado, incluso sin entender de todo el por qué... y que Marla fuese la razón de cada herida, castigo y dolor que él tuvo que soportar con tal de sobrevivir a ese lugar.

Sentí que veía rojo, que todo mi alrededor se volvía en una puntería que se centraba en la cabeza de Marla, en sus ojos fijos en mí, deleitados por verme así de asqueada, de atontada.

—Tu seguías sus órdenes —recriminé—. Órdenes de su propio padre-

—Era un honor, Tay-Tay, que él mismo te lo pidiera —dijo—. Y te las contaría, de no ser que... —rechinó sus dientes, como si el sonido que estaba haciendo fuera una goma de borrar al agitar su mano por sobre su cabeza—... ya no tengo la fortuna de tenerlos ahí.

Necesitaba cambiar de tema, lo necesitaba antes de arrancarle el cuello.

—¿Y Julián? —insistí—. Era tu compañero, ese día de la supernova estaba contigo. Lo reconociste como caído y no hiciste nada por él.

Ladeó su cabeza al tratar de recordar.

—Sí, recuerdo que lo reconocí apenas lo vi y me alegré de que fuera un caído —sonrió—, me hubiera delatado antes, ¿no?

—No si le lavabas el cerebro.

—Sí, claro, pero de igual forma... me delató contigo aun estando en su estado—comenzó a tener un tono curioso—. Me toca hacerte una pregunta, dada tanta respuesta que estoy dando... ¿a qué te refieres con que me viste en el día de la supernova? ¿Te metiste en la cabeza de Julián?

—Para despertarlo, sí —contesté—. A diferencia tuya, yo sí hice algo por los caídos y lo logré, con muchos de ellos. No podías haber hecho nada, siendo sincera, porque hubieses necesitado mi anomalía de energía para ello —quise insultarla, que se sintiera inservible frente al tema, y ella no se inmutó. Era lo mismo que haberle dicho tonta—. Y un recuerdo que los traba a muchos, que les causa un bloqueo, que en general me pelea, es el día de la supernova. Los traba lo suficiente para no permitir que el ciclo pase y la anomalía llegue.

Se rascó su barbilla con interés, peinando con sus dedos —más tironeando que otra cosa— su pelo.

—¿Y yo aparecí en el de Julián? —entendió, emocionada—. ¿Yo era el bloqueo de él?

—Cómo te gustaría haberlo sido, ¿no? —meneé la cabeza, negando—. Pero no. Noah lo era.

Largó una carcajada de asombro.

—¿Y tuviste que matarlo? ¿Herirlo? —siguió riéndose—. Eso debió dolerte, Tay-Tay.

—De hecho, Julián fue el más sencillo de despertar —sonreí—. Porque Noah, incluso siendo el bloqueo de él, me reconoció, se acordó de mí.

Todas sus facciones cayeron—: ¿Qué?

—Cómo sabes, ya nos conocíamos de antes, de pequeños incluso... —dije—, y él... él sentía cosas por mí, ya sabía quién era.

Agitó su cabeza, manteniéndose en silencio por unos segundos, pensando lo que le había dicho.

—No-No es posible...no... ¿cómo? —murmuró perdida, lo que me llamó la atención—. ¿Cómo es que lo hiciste?

—Yo no hice nada —me encogí de hombros, sonriendo brevemente—. Me gusta que te veas tan sorprendida, me deja en claro que no conocías del todo a tu supuesta anomalía...

Se acercó tan rápido a las barras que estuve tentada de hacerme hacia atrás, lo que hizo que me obligara a pisar con fuerza y no actuar ante mi impulso. No era sorpresa o asombro lo que se asomaba en sus facciones, que había sido lo primero que se me había ocurrido al ver su ceño fruncido a más no poder. Era más una confusión, una envidia, una incertidumbre en cada pestañeo suyo.

Hasta meneó su cabeza continuamente.

—Manipulas los recuerdos, tratándolos como energías, con los bloqueos, la intrusión. Por eso logras despertarlos —murmuró, estando tan cerca de mí, lo que permitió que la oyera—. Pero con Parker...

—No hice nada distinto.

Carraspeó con ironía. Yo no entendía por qué.

—Ni siquiera te das cuenta de lo que has logrado —seguía manteniendo sus facciones con las mismas emociones, incluso deduciendo mis acciones y desarmándolas en conceptos más básicos de lo que realmente eran—. Conectaste con su energía aun siendo sólo.... Un recuerdo... ¿lejano? Y sus recuerdos... funcionaron dentro de otra mente...

Logró contagiar su confusión, plantando las mismas dudas que expresaba en lo profundo de mi mente. ¿En serio podría haber sido tan distinto? No lo había pensado mucho en el momento que el Noah del bloqueo dijera mi nombre y reaccionara a mi presencia. Pero lo que decía tenía sentido, ningún otro bloqueo me había hablado, sólo había hecho su trabajo. ¿Por qué Noah había hecho algo distinto? ¿Porqué habría reaccionado a mí cuando tendría que haber cumplido su única función creada por la anti-navita?

Algo en las muecas de Marla me hizo lentamente hacia atrás, sus manos disparándose con más fuerza hacia las barras y aferrándose en ellas hasta que sus nudillos se pusieron más pálidos de lo normal.

—Tan inútil, ¡tan ignorante! —estalló, lo que antes era curiosidad e incertidumbre, deshaciéndose hasta sólo dejar pasar cierta desesperación, cierta locura y envidia—. ¡No lo mereces! ¡Tanto en tus manos para siquiera saber usarlo!

El encierro estaba logrando lo suyo en ella, dejando salirlo a la luz en el momento más aleatorio de toda nuestra conversación. No lo había visto en su mente, la realidad era que había entrado con solo lo justo y necesario, sólo buscando lo que eran mis prioridades. Si me lo ponía a pensar, había sentido su laberinto más inestable, más fogoso...más sucio. Me la imaginé caminando esos pasillos, metafóricamente hablando, siendo lo único que podía hacer dentro de esas paredes de barrotes.

Y en la mínima intrusión, algo había despertado. No había notado la sonrisa en mis mejillas hasta que chisteé para que se callara.

—Tendré tiempo para averiguarlo, tú tranquila, no tienes porqué exasperarte —me dio asco disfrutar de su locura, nunca había querido tener una sensación así que no podía pelear. Ella soltó un gruñido extraño, casi animalístico, y suspiré—. Igual vas a olvidarlo, de la misma forma que olvidaste todo lo demás.

Le di la espalda, acercándome a la puerta. Aiko dio un paso a un costado, su silencio, sarcásticamente dicho, me había hecho olvidar que estaba ahí con Marla y conmigo. Sólo volví a la prisionera sonriendo en una mueca cuando vociferó:

—¿Olvidar?

Alcé y dejé caer mis brazos con desdén.

—Borrón y cuenta nueva —aclaré—. ¿Qué más bella oportunidad para otorgarte que no sea matarte y que puedas comenzar de cero? —parpadeé con inocencia en su dirección—. ¿Eliminando los malos recuerdos como la muerte de tu hermano? ¿O tu hermano en sí?

Dejó salir el último tornillo que la mantenía cuerda, lanzándose contra los barrotes y estallando en palabrotas que no hacían más que maldecir a mi persona, a mi anomalía, mi madre y seguro tía segunda. Incluso con las nuevas dudas creciendo sus raíces en mi cerebro, hice caso omiso a sus palabras y me despedí con un asentimiento de cabeza de Aiko antes de empezar a subir las escaleras.

No dejé de escuchar sus gritos hasta cerrar la puerta del pasillo del hotel.


[...]


Cuando llegué de vuelta a mi departamento, más cansada de lo pensado, no esperé encontrarme a Tom, sentado en nuestro sillón, y mirando hacia la pared (vacía) paralela al mueble. No fue hasta que me acerqué, que reconocí imágenes moviéndose sobre la pared y al proyector —olvidado por Julia y por mí meses y meses atrás— encendido y reproduciendo un video.

Hey... —saludó el gemelo, sin sacar los ojos de la reproducción.

Hey —contesté. Pegué un vistazo hacia el pasillo, todas las puertas de las habitaciones abiertas y sin nadie dentro—. ¿Y Claire?

—Trabajando en las huertas, seguramente buscando más verduras y frutas para nosotros —señaló el cuenco de frutas, usualmente lleno, ahora vacío—. Quería salir un poco del departamento antes de empezar con el entrenamiento que empezará mañana.

Me senté a su lado.

—¿Van a nivelarla?

—Seguramente —ladeó su cabeza para echarme un vistazo y suspiró—. ¿Tú dónde estabas?

—Fui a verla a Marla, necesitaba... que contestara unas preguntas —relamí mis labios, volviendo a asimilar la información que había recolectado—. Tengo malas y buenas noticias.

En lo que le contaba todo, ambos compartimos la decepción de no haber obtenido lo que ambos queríamos, que era una mínima ayuda por conocer los planes de nuestro enemigo, de al menos conseguir incluso la ubicación de los anómalos capturados. Con Troy fue una reacción parecida, un poco más esperanzadora, porque al menos sabíamos que teníamos una pista. Con el Doc podríamos sacar las teorías de siempre, prueba y error hasta encontrar una lógica y actuar sobre ella.

Sin embargo, no pude decirle lo de Noah. Decírselo significaba no solo adentrarme en una herida, sino en un secreto que su hermano no le había dicho y yo no podía mencionarlo; que su papá lo había enviado ahí por una razón incógnita y que era el causante de todo el sufrimiento que su gemelo había pasado ahí dentro. Peor si sabía que había sido en manos de Marla. Tom no merecía sentir esa culpa cuando ya en sí pensaba que no había peleado lo suficiente por su hermano.

Nos quedamos en silencio cuando terminé de hablar, sus ojos fijos aún en la pared, que, por el horrible color, las imágenes se veían extrañas. Tuve que concentrarme para verlas, el no tener volumen no me daba ningún indicio de lo que podría ser, y sólo fue al esforzarme por comprenderlas, que el rostro del general Gedeón me heló todo el cuerpo.

No fue su rostro ni su postura, sino las calles que caminaba, los edificios a su alrededor. La escuela que había visitado, la arboleda que tanto conocía. Sentí como una claustrofobia abrazarme toda la tráquea. Estaba en nuestro pueblo. Pensé en mis papás, en lo que estarían sintiendo y padeciendo, y me tembló el cuerpo entero. Estaban a salvo porque estábamos lejos de ellos, pero no significaba que la presencia de tal monstruo no los espantara.

Si Tom notó o no mis reacciones, no había dicho nada. Se había quedado callado en lo que terminaba de procesar todo lo que había contado, y no fue hasta que levantó su cabeza, miró la imagen y después a mí, que suspiró.

—Van a venir por nosotros, Tay, los que quedan —soltó, lo que me hizo girarme hacia él—. Saben que encontraron un gran grupo acá, mitad de lo que éramos... es cuestión de tiempo para que vuelvan.

Tragué bastante pesado.

—¿Lo han hablado? —quise saber—. En el grupo, antes de que Anna y yo nos sumáramos.

Asintió.

—Es difícil siquiera mencionarlo sin causar miedo, no lo hablamos mucho por esa misma razón —apretó su mandíbula—, y no podemos hacer nada al respecto más que prepararnos. —tomó el control del proyector y apretó uno de los botones en él, las imágenes cambiando a una escena peor, dolor, pérdida y desesperación en cada una de ellas. Las mismas que había visto en la sala de reuniones—. Está avanzando sobre nuestra gente, sobre todo lo que conocíamos...

No lo había visto antes, debajo de las llamas, debajo de los escombros de algunos edificios. Eran ruinas de nuestro pueblo, de algunas casas, de otras edificaciones que yo habría visitado con mi familia en otra circunstancia de mi vida. Tom a mi lado se tensó cuando enfocaron la heladería Parker's, el cartel de su nombre que antes se lucía en una luz de neón, ahora inclinado y colgando de su techo.

El edificio que estaba consumido en llamas me revolvió el estómago, no sólo por lo que quedaba de él y de pensar la gente que podría haber fallecido ahí dentro. No, fue la estructura lo que hizo que levemente me parara de mi lugar y me acercara para verlo mejor. Ya lo había visto antes sin necesidad de haber estado ahí.

Era la correccional dónde Marla y Julián habían trabajado. Y dónde Noah había estado también. Algo se removió en mi pecho, algo que sabía que era distinto a cualquier otra sensación que había sentido, algo que me intuía.

¿Cuánta casualidad habría que su mismo castigo estaba siendo quemado por su elemento?




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