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No había vuelto a estar en la sala de reuniones desde que Julia me había citado tiempo después del suceso. No había esperado volver a estar ahí, dónde una silla ahora estaba destinada a mí, y que en lugar de discutir por algo justo, iba a poder debatirlo.

El aire se sentía tenso, Julia estaba callada en lo que ordenaba unos papeles en la larga mesa del medio, Enzo a su lado manteniendo su mirada fija en ella. Todo él estaba tenso, mostrando el claro desacuerdo que tenía con nuestra líder tras la decisión que había tomado con respecto a Anna y a mí. Claire había manipulado sus opciones y su mamá había elegido una que beneficiara ambos lados. Enzo no había querido eso.

El Doc y Tom sonreían, a diferencia de los demás. Anna fue la primera en sentarse, soltando un bufido y subiendo sus piernas por sobre la mesa. Julia la miró y no dijo nada. Conocía su carácter y ella la había traído, penosamente iba a tener que sufrir dos consecuencias; Anna y yo.

Tom sacó una de las sillas para mí, los dos sentándonos juntos, y compartí una mirada rápida con el Doc que me guiñó un ojo al sentarse a un lado de Anna. Una vez todos alrededor de la mesa, Julia golpeó las hojas que había recogido contra la mesa.

—Dada la sorpresa de hoy con el empate —comenzó, ignorando la forma en la que Enzo prácticamente se lanzaba con molestia sobre la silla. No me sorprendería que empezara a gruñir en cualquier momento—, vamos a aclarar unas cosas antes de comenzar con lo que fueron seleccionadas a hacer.

Por primera vez dentro de las últimas horas, la líder por fin se dignó a clavar su mirada en mí. Pasó por Anna también, fulminando sus pies subidos, y la pelirroja los bajó apenas Julia enarcó una de sus cejas.

—La responsabilidad de formar parte de este grupo no es un juego. Es una carga, es un trabajo, es una obligación. Es un aseguramiento para la gente de la ciudad y su protección —su discurso, hipócritamente saliendo de su boca, no hizo más que tentarme a reírme. ¿Pensaba que no lo sabíamos? ¿Qué ya en sí nuestras anomalías significaban eso en cierto lado? Sólo una humana como ella, testaruda y ciega, podía no darse cuenta de algo así—. Acá no hay impulsos, ni errores, ni nada de eso. Al mínimo de ellos, no sufren sólo ustedes, sino toda una ciudad.

Anna resopló.

—Que bueno que lo reconozcas.

Fueron segundos en los cuales Julia se dio cuenta de su error y que ahora no podía hacerse hacia atrás. Sí, Anna era su favorita en cierto lado, la obedecía, no significaba que la respetara. Ganarse el respeto de la pelirroja era un reto imposible. La líder no hizo más que curvar su boca y tragar sus palabras. Era su elegida, su decisión. No podía echarle nada en cara.

—Con los últimos sucesos, sí, quedó bastante en claro —repitió. Noté como el Doc estaba disfrutando de la escena, peleando por no palmear el hombro de Anna que se miraba las uñas. Julia suspiró v se apoyó en la mesa—. Dicho esto, significa que su presencia, al haber sido seleccionada por la misma gente que tienen que proteger, es importante. Y tenemos que aprovechar ambas, dada la sorpresa de tener una persona más.

Miró los papeles en sus manos, dividiendo parte de ellos y analizándolos. Al parecer, eran anotaciones de ambas, Anna y mías. Reconocí la letra del Doc habiendo escrito mi nombre.

—Sue Lee se encargó del entrenamiento de la segunda Nivelación y luego de entrenó a ti, Reed, junto a Anna —recalcó, pasando sus dedos por lo escrito en la pila que parecía ser la de Anna. Asentí incluso sin que me estuviera mirando—. Lo que significa que creo más lógico que ella sea quien se encargue del entrenamiento, no tú.

No bufé, no hice nada. Incluso, le di la razón al soltar:

—Me parece bien, yo estoy ocupada despertando a los caídos que quedan —a mi mente vino la hermana de uno de ellos que seguía esperando por mí—, e incluso estaba por despertar a uno, así que si podemos hacer esto más rápido, mejor.

Escuché cierto gruñido desde la otra esquina de la mesa, en mi defensa sólo destallando mis ojos, y Enzo quiso pararse de su lugar. De no ser que Julia lo detuvo con una mano en el hombro, más a su pesar que otra cosa, estaba dispuesta a dormirlo una vez más. Una siestita para el chihuahua.

—Te agradezco la... comprensión —decidió decir la líder, una vez que logró sentar a Enzo que más se estaba enfureciendo con el comportamiento de Julia. Yo lo estaba disfrutando—. Entonces queda Anna en la posición de entrenadora, Parker se está haciendo cargo de la primera Nivelación y Enzo de la tercera.

El Doc señaló la pila contraria en las manos de Julia. La mía.

—¿Y Taylin? —preguntó—. Comprendo que no puede hacerse cargo de los entrenamientos dado el sacrificio que está tomando al traer a los caídos de vuelta a sus vidas, pero no vamos a alejarla del campo de entrenamiento de vuelta, ¿no?

A mi sorpresa, Julia meneó.

—Ella volverá al entrenamiento —dijo, girando su cabeza hacia mí. Había cierta fragilidad en sus facciones, no cómo si se viera débil, sino que la postura que estaba manteniendo conmigo era lo suficientemente delicada como para romperse en una mala decisión. Estaba haciendo el mínimo esfuerzo por su hija y se notaba—. ¿Estás de acuerdo con eso?

—Ya estoy entrenando.

—No más madrugadas dentro del centro, estoy al tanto de tus encuentros con la señorita Tarrab y por más que eran fuera de horario...creo que todos en esta mesa van a quererte de vuelta en la tercera Nivelación.

—Pero como encargada de las misiones.

Volteé tan rápido hacia el Doc que sentí cierto crack en mi nuca que me hizo sisear por el dolor, Tom a mi lado abriendo sus ojos de la sorpresa y rápidamente asintiendo. Julia abrió su boca asombrada también, no esperando la idea, y yo siquiera la había imaginado. ¿Encargarme de las misiones? ¿De los rescates?

Podría hacer eso.

Enzo fue el primero en negar.

—No —dijo—, ella recién está volviendo a la nivelación, no por eso tiene por qué encargarse de ella.

—Dije de las misiones.

—Y es en parte lo que yo hago junto a la tercera Nivelación —por poco no golpea su puño contra la mesa. Parecía un infante haciendo un berrinche—. Ya suficiente responsabilidad tiene con respecto a los caídos, ¿agregarle los rescates de otras personas? ¿No les parece mucho?

El gemelo a mi lado se rio con ironía.

—Perdona, ¿pero no fuiste tú el que nos dijo que dejáramos de tratarla como si fuera de cristal? —lo atacó Tom, su dedo acusador hacia él. Recordaba su comentario en mi primera misión cuando se había negado a darme un chaleco que me protegería—. Te recuerdo que desde que ella no ha vuelto a misiones, nosotros estuvimos siempre al borde de no volver.

—Nunca le tocó algún ataque-

—Y bien nos hubiera venido cuando casi-

—¡Basta! —Julia estalló, sus manos en ambas direcciones del gemelo y el lobito. Los dos cerraron la boca, aún lanzándose miradas filosas—. La decisión puede debatirse.

Enzo se volvió hacia ella.

—¿Debatirse? ¿Es en serio? —escupió, y en lo que Julia no hacia nada más que ignorar su presencia, el imbécil se levantó de su lugar, su cabeza asintiendo—. Okay, okay. Debatamos. Hablemos de lo que hay del afuera que ella seguramente no sabe y quieren que se encargue de estas misiones.

Se lanzó sobre laptop que yo ya había visto una vez, conectando ciertos cables, y oprimiendo unos botones, el proyector de atrás suyo se encendió, junto a otros dos que habían instalado a ambos lados. En las tres pantallas se veían imágenes distintas que me revolvieron el estómago, de a poco levantándome de mi lugar hasta acercarme a ellas para verlas bien.

Eran noticieros, de distintos países, continentes, ciudades, pueblos... distintas masacres. En uno de ellos reconocí una persecución de un grupo enorme de personas, entre ellos algunos anómalos tratando de defenderse y ayudando a los demás meterse dentro de bosques, otros tratando de subirse a unos botes y lanzando a otros al agua. En la segunda pantalla, reconocí al General Gedeón, el discurso que ya había escuchado una vez en el comedor, y entre escenas de él, habían metido imágenes de fusilamientos, de barrios extinguidos y abandonados. De ciudades pequeñas como Costa Norte como el único recuerdo de que había habido vida ahí.

Y al girarme hacia la tercera, pude descifrar lo que era un edificio debajo de la pared de fuego que lo consumía, bomberos tratando de apagar la ferocidad de las llamas. En el título, el único en nuestro idioma, leía; Atentado en uno de los centros de retención anómala. Todos los capturados lograron escapar.

Más imágenes de gente corriendo, siendo herida, dejando personas atrás, muriendo en el proceso. El afuera que podría haber pensado, pero que mirarlo me estaba ahogando. El mundo entero siendo consumido aún más por ira, por delirio, por maldad. Ya había visto algunas situaciones así cuando Sue Lee había mostrado mi propaganda, y cuando le había preguntado por qué no mencionaban que estaba pasando, ella me había contestado la misma razón por la cual yo estaba ahí en shock: podríamos causar más miedo.

Cuando en una de las imágenes reconocí cadáveres de hasta niños, tuve que darle la espalda, una mano en mi pecho tratando de ayudarme a sacarme la sensación de la bilis subiendo a mi garganta. El Doc fue el que se acercó a cerrar la laptop de un manotazo, y en lo que la sala se quedaba en silencio, sentí la presencia de Enzo a mi lado.

—Creo que con esto ya dice suficiente —espetó, su voz grave en enfado—. No puede encargarse.

No hice nada en lo que él se iba de la sala, dando un portazo que resonó tan fuerte como para hacerme dar un respingo en mi lugar. Julia sólo suspiró, meneando la cabeza y dándole el pilón de hojas con mi nombre al Doc. Aun dándome la espalda al retirarse de la sala, en busca de su mascota, agregó:

—No tomaremos la decisión hoy. Por ahora, quédate con los caídos —dijo y señaló al Doc—. Sigue con lo importante.

No hice nada más que asentir. El Doc me hizo sentarme donde antes estaba Enzo, palmeando mis hombros, y parándose a un lado de dónde antes estaba Julia. Yo no hice más que quedarme en mi lugar, las imágenes pasando como flashes por mi cabeza de vuelta, y suspiré al dejar caer mi cabeza hacia atrás. Si me había congelado frente a unas imágenes en algunos proyectores, ¿cómo lo haría de vuelta en un campo de batalla? ¿Y yo encargándome de todos?

Mis manos temblaron ante la idea. Las escondí en el momento justo que el Doc empezó a hablar.

—Dejando el nuevo debate para la siguiente reunión, dónde se va a hablar —recalcó, su voz sonando más autoritaria de lo normal, y se cruzó de brazos al bufar—, hay que hablar con respecto a algo, o alguien, que estamos pateando desde hace semanas ya.

Tom fue el primero en carraspear la garganta.

—Marla.

—No, hablar de ella no creo —Anna sonrió, cierta malicia y odio entre sus dientes—, hablar de su muerte, sí.

—Todavía no decidimos sobre si la ejecutaremos o no... —alargó el Doc, lo que hizo reír a Anna.

—¿Por qué lo están dudando? ¿Acaso ninguno quiere ensuciarse las manos o qué? —se paró de su lugar, agitando su cabeza—. Yo lo hago, es cuestión de segundos y voy a disfrutarlo. Ya no puede verme venir ya que esta aspiradora se llevó su anomalía.

Levanté justo la cabeza para ver su dedo pulgar señalándome. El apodo me hizo reír por lo bajo.

—Matarla es darle lo que quiere, no tiene miedo a morir —habló Tom, cruzándose de brazos—. Aparte habíamos quedado en que le usurparíamos información. Taylin puede hacer eso.

—¿Y por qué no lo ha hecho ya? —cuestionó Anna—. Ha estado despertando desconocidos y metiéndose en su mente, creo que ya es capaz de hacerlo con una despierta y sin importarle si la daña o no.

—Si la daño, no obtenemos la información —respondí—. Aparte que no tuve el tiempo todavía, quedan caídos por despertar y es más difícil con los adultos que lo que fue con los niños.

Anna rodó los ojos.

—Estamos hablando del parásito que hizo que toda la ciudad te atacara, que quisieran entregar a tu hermana, que te sacó a tu noviecito —recordó, cada palabra haciéndome apretar los puños con fuerza—; ¿y tú sigues en paz dejándola viva?

No había una célula en mí que no me gritara para que le quebrara el cuello, para no tener que pensar que Marla seguía viva y dependiendo de esta ciudad que ella había destrozado. Ese era mi lado emocional hablando, el que quería vengarse tras todo lo sucedido, el mismo que Anna quería sacar de mí tantas veces. Mi lado racional entendía lo que Tom había planteado tiempo atrás, el aprovechar la ocasión para meterme en su mente y sacar todo tipo de información. No sólo militar

Miré al Doc de soslayo. De Troy también.

—No sigo en paz, sigo haciendo mi trabajo; cuidar de la gente. Marla no es un peligro por más... basura que signifique para todos nosotros —solté, enderezando mi espalda—. Ella quiere morir, sueña con su muerte y pensar que reencontrará a su hermano, la razón por la cual vino acá a hacer lo suyo... no vamos a cumplirle ese deseo.

El recuerdo de su hermano, Ian, vino a mi mente, la locura la cual mostró al ver de lo que era capaz con sólo llevarme ese recuerdo de él. Mis hombros cayeron al darme cuenta de lo obvio. De que había algo peor que la muerte.

—¿Y qué piensas hacer con ella entonces? ¿Una vez obtenida dicha información? —escupió, cansada de las explicaciones—. Porque no pienso que alguien en esta ciudad vaya a dejarla viva más tiempo del que merece.

Me encogí de hombros, cierta amargura en mi boca.

—Lo mismo que ella hizo con ustedes. No controlarla —aclaré, todos los ojos fijos en mí—. Pero algo peor que eso.

—¿Cómo qué? —preguntó el Doc.

Tragué en seco.

—Borrando su memoria —murmuré—. Olvidando quién es ella.


[...]


La tortura no era algo que hubiera pensado para nadie.

¿Haber pedido que a un profesor que me había reprobado en la secundaria, se le enfriara el café todas las mañanas por el resto de su vida? ¿O que la imbécil de mi clase que me había noqueado de un pelotazo una vez, que su dedo chiquito del pie lo golpeara siempre? Ideas tontas que había tenido en otro momento de mi vida, el mayor mal que le habría deseado a alguien.

Causar dolor no era algo que debiera ser placentero ni que me brindara cierta sensación de poder por sobre la otra persona.

Y Marla no merecía hacerme sentir así, no era mi persona. El olvido sería piadoso para ella, incluso si la matara internamente. Tampoco lo recordaría.

Intenté relajar los hombros al llegar de vuelta al centro, saludando a Olivia en la entrada —que tendría que haber estado en la reunión también, mi siguiente meta ahí dentro sería meterla en el grupo—, y en lo que me hacía paso por el resto de las camillas, volví al cuarto dónde había estado horas antes.;

La hermana seguía estando con él. Se había dormido sobre la camilla y tuve vergüenza al despertarla, suavemente sacudiendo uno de sus brazos. Saltó de su lugar apenas me reconoció del otro lado de la camilla de su hermano.

—¡Volviste!

Me reí por su tono de voz.

—Lo había prometido —dije, sentándome en otra silla al lado del caído y froté mis palmas entre sí—. Ahora, volviendo a lo que estaba antes; ¿Lista para ver a...?

Su hermana se acercó más a él, metiendo una de sus manos en su boca al empezar a morder sus uñas. Estaba nerviosa.

—Julián.

—Julián, okay —sonreí al asentir, girándome hacia él. Suspiré suavemente, preparándome para lo que me encontraría y apoyé mis manos sobre su pecho—. Hola, Julián, he vuelto. Esta vez nos vamos juntos, ¿sí?, sólo sígueme.

Escuché un festejo lejano. Me reí por lo bajo al cerrar los ojos y concentrarme en hacerme paso por la puerta que se presentaba en mi cabeza.

Lo primero que sentí fue el frío, después la niebla a mi alrededor, el sol iluminando lo poco que había en la madrugada de aquella mañana y el sentirme agitada, como si algo me hubiese hecho correr un largo rato. Parpadeé en mi lugar, adaptándome al contexto. Noté más personas a mi alrededor, sus rostros difuminados y sin facciones. El tipo, Julián, no los recordaba bien, lo cual no me permitía verlos a mi tampoco. Todos vestían camuflados, los pantalones con esa tela y borcegos, con una camiseta y las placas en el pecho. Ese fue mi primer indicio de dónde estábamos.

A unos metros, reconocí al dicho caído. Julián era quien estaba entrenando a dicho grupo de alumnos que yo había visto. Me acerqué a él con cuidado, sin que me viera aún. Pitó el silbato alrededor de su cuello, todas las cabezas de los alumnos girándose hacia él. Mi corazón seguía agitado, ¿por qué si yo no había corrido? Llevé una mano a mi pecho, sin entender qué pasaba.

—¡Firmes!

Los alumnos frente a mí estiraron su espalda, parándose rectos y sus manos a cada lado de su cuerpo. Algunos eran altos, otros bajos. Lo único que destacaban de algunos eran sombras negras en sus brazos o cuellos que me indicaban el breve recuerdo de algún tatuaje en ellos. Uno de ellos los tenía en los tobillos.

No pude dejar de mirarlo, lo que llamó la atención de dicha silueta. No veía sus ojos, pero su rostro estaba girado hacia mí, parada detrás de Julián. Por la forma en la que todos giraron hacia él, reconocí el nivel de autoridad que tenía frente al grupo. Tuve duda de acercarme más, no quería pensar que las quince siluetas podrían ser su bloqueo y terminar pateada en el piso por treinta piernas.

—¡Descanso!

La voz no provino de Julián, sino de una femenina a mis espaldas. La tonalidad me hizo erizar la piel de una forma espantosa, como si una cucaracha hubiese estado caminando por todo mi cuerpo. Me giré con cuidado, esperando encontrarme una silueta a pesar de sentir la voz familiar. Di unos cuantos pasos hacia atrás al reconocer su rostro, su pelo, su cuerpo vestido con su uniforme y ningún rasgo de la cicatriz que le había hecho.

Hablando de Roma, Marla se asoma.

Una Marla humana, que todavía no había perdido a su hermano. Reconocí cierto brillo en sus ojos, no sutil, sino... orgulloso. Autoritario. Tuve el breve recuerdo de haberla visto vestida así en sus recuerdos, en su cabeza. ¿Qué tanta casualidad iba a haber que también estaba en el bloqueo de otro?

Chasqueó su lengua al llegar al lado de Julián, ignorando mi presencia aún. Me obligué a morderme la lengua y quedarme quieta, no atacarla por más que me hervía la sangre. No podía herir la cabeza de nadie.

—Unos fuertes veinte kilómetros matutinos, ¿eh? —rio, cierta burla en sus palabras. Julián la miró de soslayo, cierta rigidez en su postura. Yo estaba igual que él. La Marla del bloqueo caminó por el frente del grupo, sus manos detrás de su espalda, mirando a cada persona. Parecían reclutados, lo cual me hizo fruncir las cejas. Algunos parecían ser bastante jóvenes para ser reclutados. Algo hizo que Marla se detuviera—. ¿Dónde está Jackson?

Uno del grupo dio un paso adelante y habló con rectitud.

—Se descompensó, señora.

Marla se acercó a la silueta del que había hablado.

—¿Descompensó? ¿De qué? —quiso saber. No podía verle el rostro a dicha silueta, pero sabía que estaba mirando hacia adelante y peleaba para que no le temblara la voz. Por el tono, no debía tener más que quince años con suerte. ¿Qué hacia en una institución militar? —. Yo lo vi perfecto antes de salir.

La silueta tardó en contestar, sus manos detrás de su espalda tensándose. Lo noté por su postura tiesa. Cuando habló, no me había dado cuenta de que estaba parada al lado de Julián. No se inmutó, solo escuchamos:

—Porque fue golpeado.

Marla se acercó tanto para intimidarlo, su nariz rozando la del pobre chico. Enterré mis pies en la tierra. Mantuvo sus comisuras en alto, cierta confianza en ella que me revolvía el estómago. De la misma forma que me había querido intimad a mí aquel día.

—¿Por ti?

El chico meneó la cabeza.

—No, señora, no por mí.

Una silueta más alta, del otro lado del grupo, bajó su cabeza cuando el que estaba hablando giró brevemente hacia ella. Era el mismo que había visto antes, el primero en girarse hacia Julián hacía segundos y que tenía manchas en sus tobillos. Empecé a darme cuenta dónde estaba, qué tipo de institución militar era, y se debilitaron mis rodillas cuando Marla soltó:

Parker.

Estábamos en nuestro pueblo.

En la correccional para adolescentes.

Y Noah estaba ahí.

Hubo un cambio en mi alrededor, no porque mi corazón dio un vuelco, sino que, en lo que me giraba totalmente hacia la silueta que era Noah, sus facciones empezaron a profundizarse, sus rasgos apareciendo al estructurarse y reconocer los detalles de él que aumentaban mi ritmo cardíaco. Susurré su nombre cómo si me pudiera escuchar o reaccionar, una mano contra mi pecho para tratar de calmarme y contenerme.

Se veía relativamente más joven, el que estaba frente a mí lo diferenciaba en un año y medio de edad con respecto al que yo había despedido en Costa Norte. Se paraba recto, sus manos detrás de su espalda. Llevábamos un mismo accesorio; sus placas. Las mismas que colgaban de mi cuello, estaban en el suyo.

La espalda de Marla se interpuso en mi vista, tapándome a Noah, y en lo que estaba por agarrarla del hombro y tirarla lejos de él, tuve que recordarme que no podía intervenir. Ese no era el Noah de verdad, era del recuerdo de Julián. Y, en parte, recuerdo del gemelo también. Incluso de Marla, que estaba segura de que se había hecho cargo de alterar ese recuerdo en la cabeza del gemelo.

Se acercó lo suficiente a Noah, cómo había hecho con el otro compañero, y yo mordí el interior de mi mejilla. Me aseguré de estar cerca de Julián.

—¿Otra vez recurriendo a la violencia, Parker? —meneó la cabeza—. ¿O acaso no entendiste las consecuencias de tus actos anteriores? ¿Tenemos que repetírtelas?

Hizo un ademán a su rostro, señalando las marcas que tenía en el rostro. Enterré mis uñas contra las palmas de mis manos. No era una correccional, era una prisión. Y habían sido ellos los que lo habían lastimado así hasta dejarles cicatrices.

Miré por sobre mi hombro a Julián, esperando una reacción. Seguía rígido, quieto. Entrecerré los ojos; ¿estaba siendo bloqueado en aquel momento? Volví hacia Marla. Algo en la situación lo estaba o estaría afectando, algo o alguien. Tenía que mirar con más atención.

No fue difícil, apenas escuché al gemelo hablar, le di toda mi atención.

—Jackson estaba cruzando la línea con sus comentarios hacia mi familia y sobre mí —dijo, su voz tajante y, en cierto lado, retorcida. No me gustó escuchar eso en él por más que era la primera vez en semanas que escuchaba su voz—. Pedí que se detuviera y no lo hizo, señora. No tuve otra opción.

Marla emitió un sonido co9n su garganta, habiéndolo oído claramente, y con una sonrisa tensa, se volvió hacia Julián, que seguía en su lugar y miraba toda la situación. No entendía porqué no hacía nada, porqué no hablaba. Marla parecía ser la única con autoridad, algo que había pensado que él tendría.

—¿Qué piensas de esto, Agüero? —fue retórica su pregunta, no esperaba una respuesta de su compañero, era más una burla hacia el gemelo. Claramente no había actuado apropiadamente sobre la situación—. ¿Terminaremos adaptándonos a esta violencia suya?

Julián por fin abrió la boca.

—Suena justificada.

—Cualquier excusa puede ser una justificación, ¿y eso significa que lo dejaremos pasar? —chisteó unas cuantas veces, agitando su cabeza, y se posicionó de vuelta frente al gemelo. Sonrió con malicia—. Otros veinte kilómetros para ti, señor Parker.

El sol había terminado de salir, difuminando la niebla hasta hacerla desaparecer, y eso me permitió ver más el estado del gemelo. Su pelo, más corto de lo que lo conocía, pegado a su frente y sus mejillas rojas, el primer indició de que todavía era humano, que sentía el calor y frío. Su respiración agitada me dejó en claro su cansancio, y dudaba que pudiera soportar otros veinte kilómetros. Estaba a muy poco de entrometerme de alguna manera.

El caído decidió interrumpir.

—Quince —corrigió—. Hoy le toca en la cocina y después el baño.

Marla asintió—: Me parece justo.

Con un ademán de su cabeza, Noah no tuvo otra opción que volver a empezar a correr. Sin darme cuenta, lo había seguido unos pasos, desesperada por tenerlo más cerca, incluso si no fuera él o si no me reconociera aún. Me acordé de cómo Julia me había ignorado cuando había entrado en la mente de Claire, él iba a actuar igual. Su presencia estaba alargando mi tiempo más del que debería.

Sus demás compañeros fueron desplazados de su lugar y marcharon para un edificio que reconocí al fondo del enorme campo que me encontraba. Sabía que la correccional estaba lejos de la ciudad, lo suficiente cómo para evitar que escaparan fácilmente, y totalmente cercada cómo para complicarles aún más la mínima idea de querer huir. El lugar era espantoso, no podía creer cómo Noah había soportado tanto tiempo en un lugar así. Mis dedos abrazaron las placas en mi pecho, no supe si lo hice sólo en mi consciencia o físicamente también. De alguna forma u otra, lo sentí más cerca.

Marla y Julián se quedaron dónde estaban, esperando al gemelo que pasaba una y otra vez frente a él. El caído no me daba ningún indicio de cual era el bloqueo, estaba empezando a desesperarme. Hubiese pensado que era la presencia de Marla, algún tipo de manipulación humana sobre él o que lo presionara. El tipo, aún siendo un desconocido para mí, no parecía una mala persona en sí, ni tampoco autoritario. Trataba de leer su persona para entender su situación, lo que me detenía de sacarlo de ahí, y en lo que yo pensaba, Noah seguía corriendo.

Fue un grito de Marla que me hizo dar un respingo:

—¡¿Quién te dijo que te detengas?!

Noah se había detenido, su cuerpo inclinado sobre sus rodillas y tomándose de estas para poder respirar. Desde dónde estaba, que era bastante lejos, pude reconocer el color casi bordó en sus mejillas, todo su pelo mojado por su transpiración, con sus prendas pegándose a su cuerpo. Había estado corriendo bajo la luz del sol, ningún trayecto bajo la sombra.

Marla tomó un silbato que colgaba de su cuello y lo pitó con tanta fuerza que me hizo taparme los oídos. Julián cerró sus ojos con fuerza.

—¡Sigue corriendo! —exigió—. ¡Es una orden!

Yo le iba a ordenar los jugadores de una patada. Contenerme se estaba volviendo más difícil. Sintiendo la vena de mi cuello latir con fuerza, fui hacia Julián.

—¿No vas a hacer nada tú? —espeté, logrando que su consciencia por fin reconozca mi presencia. Me miró sorprendido—. ¿Estás de adorno o qué?

Parpadeó sin entender.

—Sólo le quedan unos cinco ki-

—Reacciona, Julián —exigí, tomándolo de los hombros para sacudirlo brevemente. Di un vistazo hacia el gemelo, que había vuelto a correr cómo podía, y clavé mis ojos contra los del caído—. ¿Vas hacerlo correr hasta que colapse? ¿Hasta que no dé más? ¿O hasta que la supernova le pase por...?

Entendí. Cuando volteé una vez más hacia Noah, que otra vez se había detenido, comprendí el bloqueo. Analicé las tres personas a mi alrededor; tres anómalas, tres afectadas por la supernova. Si Noah colapsaba, significaba que tendrían que arrastrarlo dentro de la institución para hidratarlo y encontrarse bajo techo y tras paredes. Algo tan simple como aquello hubiera cambiado todo para ellos, los hubiera refugiado, e incluso, podrían haberse salvado de sus anomalías.

Si Noah se detenía, sus anomalías podían no llegar. Si Noah seguía, era cuestión de minutos que la catástrofe hiciera lo suyo.

Justo presté atención una última vez a Noah cuando cayó de rodillas al piso, gateando en su lugar. En lo que Marla ya estaba con el silbato en mano y dirigiéndose hacia él, le señalé a Julián que la detuviera, algo que hizo caso —por fin reaccionando una vez fuera del recreo—, y en lo que yo corría hacia el gemelo, me agaché al lado suyo. Su cabeza se apoyaba contra el pasto en lo que trataba de recuperar el aire.

Tenerlo tan cerca me hizo suspirar, mis manos apoyándose en su espalda y extrañando el calor suyo que estaba por llegar.

—No sé si me estarás escuchando, Noah, pero si es así... —empecé, sintiéndome tonta. No iba a escucharme, no iba a reconocerme—. Necesito que te levantes, necesito que sigas corriendo. Sé que es difícil...

—No puedo- No puedo.

Un escalofrío me recorrió la espalda, desbalanceándome de mis talones dónde estaba agachada y cayendo en mis rodillas. Me apoyé en él, dándome cuenta de lo que estaba pasando. Me podía oír, me hablaba. Y entendí que él no era cómo Julia, él era como el coronel Romero para el despertar de Claire.

Él era el bloqueo.

Sacudí mi cabeza, volviéndome a centrar en la situación.

—Sí puedes, son unos kilómetros más —me sentí tonta al repetir lo mismo que Julián había dicho. Palmeé su espalda, mis dedos contra su camiseta húmeda, y me arrastré para ponerme delante de él—. Levántate, vamos.

Sus brazos temblaron en lo que levantó su peso. Aún no me miraba.

—No doy más, no puedo-

Noah —su nombre salió por costumbre de mi boca, mis manos agarrando su rostro y levantándolo hacia mí. Sus ojos almendrados cayeron justo sobre los míos, paralizándome por completo, duplicando el ritmo de mi corazón. Tenerlo así de cerca me anudó el estómago, todo mi ser extrañándolo, pero no al que estaba frente a mí. Al mío—. Sí puedes. Vamos, arriba.

Si con su mirada me había paralizado, lo siguiente estuvo por sacarme de la mente de Julián.

¿Taylin?

Sus facciones sorprendidas, la forma en la que alzó las cejas, todas sus reacciones me recordaron las palabras de Tom, lo que Noah no me había dicho, de sus sentimientos hacia mí que había escondido. El gemelo frente a mí desenmascaró ese secreto del todo, notando que me miraba igual a cuando nos habíamos besado por primera vez, o cuando no estábamos discutiendo y hablábamos en mi cuarto. Me reconocía porque estaba en su cabeza, en su memoria, y en cierto lado, en su corazón.

No me había dado cuenta de que estaba sonriendo, parándome del piso y estirando una mano en su dirección. Hice lo único lógico que se me vino a la mente.

—Corre conmigo —dije—. Sígueme.

Seguía confundido e igual me hizo caso, tomando mi mano y levantándose, a pesar que les temblaban las rodillas y seguía agitado. Me paré a su lado, su vista constantemente en mí, y con una sonrisa suave, esperé que recuperara un poco la postura. Marla y Julián seguían a lo lejos, Marla pitando el silbato y el otro tratando de callarla. Yo volví hacia el gemelo, entrelazando mi mano con una de las suyas sin pensarlo, y tiré de él cuando comenzamos a trotar.

Todo mi alrededor empezó a tomar cierta velocidad en lo que mis piernas empezaban a moverse más rápido, y en lo que corría al lado del gemelo, nuestras manos aún juntas, sentí el cambio en la mente de Julián. Me obligué a seguir trotando, aprovechando el agarre que tenía sobre Noah, saboreando ese momento que no había pensado tener en aquella mente, cómo tampoco ninguna relación de Marla con el caído o que había sido alguien que había trabajado en la correccional dónde Noah estaba. Era un círculo que se cerraba y nunca había visto venir.

El piso bajo mis pies comenzó a temblar, un viento con tanta fuerza desbalanceándonos, y en lo que Noah miraba hacia atrás, hice lo mismo, reconociendo la supernova que ya tantas veces había visto venir. No significaba que no me aterraba, que no me ponía los pelos de punta. Enterré mis dedos contra el dorso de la mano de Noah y tiré para que corriera más rápido. No podía cambiar el final, sin embargo, no podía evitarlo.

Julián empezó a gritar el apellido de Noah, algo que nos hizo querer correr hacia él. Yo tenía que ir hacia él, era la hora. Y eso significaba que tenía que dejarlo a Noah, que la supernova lo pasara por encima, y me detuve. Tenía que dejarlo sufrir. Sentí que se me desgarraba el corazón.

Me nació del pecho agarrarlo del rostro y hacer que me mire. Seguía siendo más alto que yo, un poco menos, habiendo crecido en el tiempo que nos habíamos reencontrado. Sabía que estaría bien, que escaparía y que seguramente Sue Lee estaría cerca en ese establecimiento para que se fueran juntos y llegar al que sería nuestro campamento. Pero dolió, porque sabía lo que vendría y verlo sufrir a él era uno de los castigos más grandes.

—Sigue corriendo hasta la institución, no pares —le pedí, acariciando sus mejillas con cuidado. Abrió su boca para decirme algo, pero no había tiempo—. Vas a encontrarme en un mes y medio, lo prometo. Voy a estar bien —me sentía tonta, queriendo aliviar la culpa de algo que no podía cambiar. La supernova ya estaba cruzando la línea de árboles a lo lejos. Con la misma velocidad que lo había agarrado, lo empujé lejos de mí—. ¡Corre! ¡Vete Noah!

Lo último que vi de él antes de darle la espalda, fueron las mismas facciones duras que yo conocía, esa decisión en él que lo hacía actuar. Sabía que me había hecho caso incluso sin verlo, sus pasos desapareciendo entre todo el estruendo que había, y yo me apuré hacia Julián, que trataba de correr hacia la institución también. Troté a su lado, cruzando mi brazo con el suyo, y una vez que sentí la supernova por fin llegando sobre nosotros, esperé a que sus ojos brillaran amarillos antes de impulsarme fuera de su mente.

Lo último que escuché fueron unos alaridos que me hicieron aferrarme mentalmente a Julián. Sólo podían pertenecerle a una persona y me distrajeron lo suficiente como para no notar que había vuelto por la presión que ejercía en mis ojos para cerrarlos. El grito rebotó contra mis tímpanos por un rato, hasta que empezaron a hacerse ecos y desaparecer.

Una vez que abrí los ojos, no había notado la presencia de Olivia en la habitación, encargándose de Julián, convulsionando cómo todo anómalo recién despertado, y cuando pudo calmarlo, de a poco dejando de sacudirse, fue cuestión de dos minutos antes de que empezara a abrir los ojos.

Sólo vi a su hermana abalanzarse sobre él antes de retirarme de la habitación en silencio. Tenía un destino, un solo propósito que había nacido dentro de la cabeza de Julián, y prácticamente corrí en dirección de la prisión.

Marla iba a tener que responderme todo. Desde lo que supiera sobre los militares, lo que le había hecho a Troy y por lo que le había hecho a Noah.

Y después, se olvidaría de hasta su nombre.



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