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Las mentes eran un laberinto. En el peor sentido.
Lo que uno conforma de su persona, más allá de sus emociones, decisiones, pensamientos y personalidad; todo se rige a base de los recuerdos, de las experiencias de uno para aprender, crecer, entender y tener más de ellas. Con eso es lo que uno arma su carácter, con su crianza, con sus caídas y triunfos. En cada decisión, cada trayecto de vida, hay miles de vueltas y suposiciones que se mezclan, que se desvían. Y yo, tratando de recorrer esos caminos, iba a terminar siempre girando en círculos.
No pude esconderme de la gente cuando la noticia se volvió primicia, cuando vieron a Claire caminando alrededor de la ciudad cuando sabían, no sólo quién era, sino su estado anterior. Mi nombre volvió a sonar de boca en boca, siendo la razón de la novedad, y fue cuestión de dos días tras el primer despertar, que ya tenía golpes en la puerta de familias que esperaban por sus caídos. Su desesperación llegó a asustar a Morgan, la forma en la que se habían abalanzado contra mi apenas había abierto la puerta, y entre lágrimas me rogaban que por favor despertara a los demás.
Tuve que convencerlos de que fueran a la enfermería, donde estaban todos los demás, en lo que yo trataba de no sentir el ahogo de sus ruegos y lágrimas. Mi hermana parecía espantada, Tom había logrado cerrar la puerta con seguro y Claire sólo fruncía la boca en una fina línea.
Compartimos una mirada pesada, ambas sabiendo que yo no iba a poder escapar de aquello y que mientras más tardara, peor sería la situación.
Ese primer día fue un desastre, las familias recriminando cómo iría el orden, gritando sus nombres que desconocía, y en lo que la pobre Olivia trataba de contener la multitud, una vez que llegué junto a Claire, todos no sólo se habían calmado, sino que Julia estaba con Enzo parados con la multitud como público. Reconocí la lista en mano, la líder tratando de controlar la conmoción, y en parte, tener una participación en la decisión.
No era tonta, menos cuando había decidido que dicha votación sería la siguiente semana.
Ya no podía ocultarlo, le faltaba un representante dentro de su grupo y toda la ciudad lo sabía, sabían que Sue Lee había sido una de las capturadas y que faltaba alguien que ocupara su lugar dentro del entrenamiento. No sabía que haría yo en ese puesto, la verdad es que lo que yo entrenaba era más por Anna que por mi cuenta o mis conocimientos. Sin embargo, el Doc y Tom peleaban por meterme dentro. Ya había habido suficientes discusiones sobre el tema.
El tener que encargarme de los caídos fue tanto una virtud como una tarea muy pesada. Me distraía de mis pesadillas, siendo que me tomaba mucho tiempo, y en lo que seguía entrenando con Anna —que la descarada se aprovechaba de mi cansancio y no se guardaba ningún golpe—, siquiera llegaba a soñar. Seguía de largo como un tronco y ni cerca estaba de poder pensar en un sueño.
Pero era más pesada de lo pensado, de lo que había hasta yo pensado. A Claire la conocía, había sido afortunada de acordarme algo tan mínimo cómo el pequeño encuentro en el supermercado antes de la catástrofe y fue eso lo que logró que juntara los puntos de la teoría. Ahora, ¿con gente desconocida? Era toda una misión nueva que no sabía ni por dónde empezar.
El Doc me aconsejó preguntar. Primero datos importantes, cómo nombre, edad y un poco de la persona. Después, un poco de su historia, de qué hacían, algún logro o acontecimiento importante. De vuelta, todo lo que conformara a la persona para que yo pudiera entenderla, lidiar con ella dentro de su propia mente. Y, por último, dónde estaban toda la mañana del suceso y el después.
La mente también es un órgano... personal. Esconde más que solo recuerdos, si no secretos, revelaciones nunca dichas, cicatrices que uno no termina de sanar. Yo no era un libro abierto en ese sentido, tenía mis reservas, pero meterme en el de un desconocido era como pisar propiedad privada y sentir que ya vendrían los escopetazos por metida.
No había muchas personas caídas en la lista, eran más sus familiares y conocidos reclamando que los que verdaderamente necesitaban mi atención. Conté los veintiocho reconocidos aquel primer día, leyendo sus nombres al paso que Olivia me señaba quien era quién. Había otros desconocidos, nadie habiendo reclamado por ellos. No era lo peor, sino que mi corazón se apretó al reconocer cinco niños entre toda la lista. No pude evitar ponerlos como prioridades.
Fueron los primeros cinco con los que intenté levantar. Me costó tres días. Algo que había podido diferenciar de la mente de Claire a con ellos, era que su mente tomaba las cosas con diferente perspectiva. Su bloqueo no era un miedo que me atacó, era una sensación distinta. Con uno de ellos, un niño de nueve años que le temía a la oscuridad, la sombra debajo de su cama se estiraba en una silueta que lo aterraba. Mi solución fue encender todo mi cuerpo con mi anomalía, sin atacar ni nada, sólo dándole la luz que necesitaba para salir de ese cuarto.
Despertó después de unos minutos de convulsión, su madre esperándolo y llorando de la emoción al ver que había vuelto.
Los demás no fueron distintos. Una niña tenía miedo a los payasos, habiéndose encontrado con uno en un carnaval (no voy a mentir, yo tampoco les tenía aprecio), y en consecuencia tuve que ridiculizarlo a él para que ella se riera. Otro le tenía miedo al agua, una lluvia escandalosa que inundaba su cuarto y la solución fue cerrar su ventana (la mente era ilógica con los miedos, tenía que recurrir a lo que no tenía sentido a veces). La siguiente tenía miedo a la soledad y su mente la había encerrado en su casa sin nadie cerca, y fue la más sencilla de los cinco. Apenas aparecí frente a ella, su miedo se evaporizó. Y el último odiaba el dentista, justamente esa mañana de la supernova tenía que ir a uno, y el truco fue que, en lo que yo distraía al dentista, él podía huir de la sala.
Los reencuentros eran emotivos. Los niños volvían con sus familias, o con quienes cuidaban de ellos, demostrando de a poco el indicio de sus anomalías. El que tenía miedo a la oscuridad podía controlar el agua, la del payaso afectaba las emociones en las personas (no en mí). El del agua podía comprender cualquier idioma, la de la soledad tenia demasiada fuerza (lo sentí en su abrazo) y el último podía ver las auras de las anomalías. Se había quedado mirando la mía con interés, pero no dijo nada. En cierto lado, aprecié su silencio. Ya había disfrutado el hecho de poder traerlos a su nuevo hogar.
Subestimé lo que en realidad sería, los primero cinco habían sido llenos de inocencia, ingenuidad e ilógica. Eran niños que, por suerte, no habían padecido de nada que me estrujara el corazón o me hirviera la sangre. Los miedos adultos eran peores, más reales, más vívidos. Más cercanos a mí de lo que podría haber pensado.
Era difícil hasta categorizarlos, eran muy personales. El crecer y entender cosas hacia que la mente absorbiera la información con una personalidad distinta, con un manejo diferente. Los logros y fracasos afectaban más, les daba un protagonismo distinto, y eso en la persona lo volvía una parte esencial de ella. Peor si ya en sí cargaban con traumas. Si en sí la supernova había afectado mentalmente a muchos, no significaba que dichos problemas no hayan existido antes.
No pude ni quise hablar de los primeros dos, terminando con un agujero en el pecho que no me permitió cenar esa noche. En lo que una de ellas era una adolescente de la edad de mi hermana, otro había sido un hombre adulto de más vivencias de las que me habría gustado. Ambos me habían dejado con unas inmensas ganas de llorar aquella noche, no mías, eran de ellos dos, que incluso ahora despiertos después de horas de trabajo con cada uno, no compartían la felicidad que los niños sí.
Había caídos que no cambiaban tanto su estado una vez despiertos y eso me partía el alma.
Fue la primera noche, tras comenzar con el despertar de los caídos y haber recuperado un sueño normal, que no pude dormir. Me había levantado para ir a tomar un vaso de agua en la cocina, con cuidado de no despertarlo a Tom que dormía en el sillón, y para cuando atravesé el marco de la puerta, me llevé una mano al pecho al ver a Claire sentada en la mesada.
—¡Mier-! —me llevé la mano a la boca, espantada. Claire se rio brevemente de mí, comiendo del bol el helado casero que habían hecho con Tom. Su vuelta significó más frutas y verduras en nuestro departamento, más flores decorando nuestro alrededor y cambiando el aura totalmente. Y por eso mismo, con tanta fruta, habíamos descubierto que Tom si podía hacer helados—. ¿Qué haces despierta? Deben ser como las tres o cuatro de la madrugada.
Claire se encogió de hombros, abriendo el cajón a su lado y sacando otra cuchara antes de palmear la mesada a su costado. Tomé la cuchara al sentarme con ella.
—Tengo pocas horas de sueño. Olivia dice que es normal, que mi cuerpo se está adaptando aún y que está en negación de volver a descansar tanto tiempo —le dio una buena cucharada al helado y lo movió por su boca para saborearlo—. Tiene sentido, en realidad, siento como que dormí suficiente.
Robé una cucharada del bol, mi boca inundándose en un sabor de durazno que hasta levantó mi ánimo.
—¿Todas estas noches estuviste así despierta?
—No todas —negó con la cabeza—. Pero en la mayoría me he despertado más temprano de lo normal habiéndome ido a dormir relativamente tarde. Aprovecho para recorrer la ciudad y tantear algunas plantas en la zona de agricultura —levantó el bol como evidencia—. Logra relajarme y permitir que descanse otras horas.
—Eso es bueno —dije, robando otra cucharada—. Mejor si termina en helado, nunca pensé que podría recuperarlo.
—Nunca digas nunca —bromeó, las dos comiendo el helado en silencio por un rato hasta que me pinchó con el frío de su cuchara—. ¿Y tú? Pensé que tu horario se había mejorado...
Recordar lo que me mantenía despierta me cerró la garganta y el apetito. Dejé mi cubierto a mi costado, ya no disfrutando tanto del sabor a durazno.
—Había mejorado, por el cansancio. Con los niños no fue tan difícil, pero los adultos... —suspiré, masajeando mis sienes—. Hay heridas que ni uno puede ver por más que sean en otro, que los persiguen y cicatrizan aún más. O situaciones que te superan y es por pura suerte que logres conseguir una solución en el momento.
Claire entendió al instante a lo que me refería, apoyando su mano en mi rodilla.
—No puedes hacerte cargo de esos problemas, del pasado. Hiciste suficiente con darles una segunda oportunidad y que serán tratados con, literalmente, los mejores que haya en el mundo —dijo, su dedo pulgar acariciando mi piel. Palmeé su mano en agradecimiento—. La cabeza no es fácil, sabe jugarnos en contra y a favor. Tu ya hiciste suficiente, deja que los demás se encarguen de lo que no es tu ámbito.
Sabía que tenía razón, yo no podía solucionar todos sus problemas, incluso aunque pudiera. Había prometido sólo despertarlos, no afectarlos, y penosamente, eso incluía esos tipos de problemas. Teníamos sanadores, teníamos seguramente a alguien capacitado en el ámbito psicológico. Lo que tenía que intentar yo era desligarme de ellos en cierta forma, porque si empezaba a cargar con lo que fuera que cada uno guardaba, no duraría mucho.
Claire siguió comiendo un poco más de helado, al acercarme a ella tentada a una cucharada más, llegué a ver por debajo de su pierna lo que parecía ser un papel mal doblado. Pasé la lengua por mi cuchara más rápido de lo que debería y peleé con la sensación molesta del helado en mis dientes.
—¿Es la carta de tu mamá?
Julia, en la primera mañana que su hija había despertado en su nuevo cuarto en nuestro departamento, había dejado un sobre por debajo de nuestra puerta que sólo llevaba el nombre de Claire. Ni mi hermana, Tom o yo lo levantamos, era sólo de ella, y apenas apareció por la sala y miró el sobre, no hizo más que levantarlo y tirarlo a un costado de la mesa. Después de aquello, no volví a verla, pero tampoco sabía si había sido leída o no.
Claire negó con la cabeza.
—Esa la guardé en el cajón, dónde no vuelva a verla y que me sienta presionada —contestó, dejando a un lado el bol y sacando el papel doblado que yo había mirado. Lo abrió frente a ella, un lápiz en sus manos que seguramente le había sacado a mi hermana, y estiró el papel. Eran dos, uno más nuevo y otro más arrugado—. Estaba tratando de descifrar esto. Se le cayó a Tom al sacar algunas de sus cosas de mi habitación.
Tomé el papel con cuidado, reencontrándome con las palabras que me habían torturado meses atrás. La predicción de Zafira. Apreté la mandíbula al terminar de leerla. Tu pérdida es tu ganancia.
Inconscientemente, había hundido mis uñas en el papel y Claire tuvo que sacarlo de mis manos antes que lo dañara. Al mirarla, volvió el recuerdo de su voz, de su presencia en esa predicción. Cerré mis manos en puño. Parte de ella se había vuelto realidad, entre su presencia y todo lo que había pasado, podía ver el inicio de lo que sería.
Claire se bajó de un salto de la mesada, guardando el bol en el freezer otra vez, y atrapó una de mis manos.
—Vamos a caminar un rato, ¿sí? —dijo, tirando de mi mano hacia la puerta de entrada. Habíamos empezado a dejar nuestras zapatillas usadas en la entrada, así evitaríamos ensuciar más el departamento con tanta gente. Me puse las mías lo más rápido que podía, ella también—. Quiero ir a la playa hoy...no fui todavía.
[...]
Dejé que el agua mojara mis pies, tan fría que parecía haberse colado por mis huesos y me hizo estremecer. Claire a mi lado la pateaba, gotas de ella salpicando mis pantorrillas, y con el cielo tornándose un poco más claro, pude ver como cerraba los ojos y sonreía brevemente. Había tenido que recoger su pelo en una trenza, mechones rebeldes acariciando sus mejillas. ¿Cómo era que aquella persona que adoraba la naturaleza había vivido sin estar cerca de ella por tantos meses?
No habíamos hablado en todo el trayecto, sólo caminamos juntas al salir del edificio, dirigirnos hacia las escaleras con cuidado de que no nos vieran, y bajarlas con el mismo tipo de paciencia para no errarle a ningún escalón. Ni siquiera cuando nos sacamos las zapatillas y medias para meter los pies en el mar. Supuse que esperó a que me relajara, de absolutamente todo lo que estaba haciendo y viviendo, y recordando, para poder traer la conversación de vuelta.
Por mientras, sólo sonrió.
—Extrañaba esto.
Sonreí con ella.
—¿El mar?
—Todo, en general. No sólo el mar —abrió sus ojos, peleando con su pelo rebelde que le molestaba en el rostro—. El viento, el olor del océano, la sensación del agua, la arena en mis pies. En un rato cuando me ponga las zapatillas seguro la odie de vuelta, pero ahora... —suspiró—...son estos detalles en los que menos pensé y más extrañé.
Palmeé su espalda con suavidad.
—Lo tuyo es la naturaleza, claramente la ibas a necesitar lo más cerca ahora —solté, disfrutando también del lugar. Miré entre las rocas que nos rodeaban, las letras iniciales que había visto semanas atrás aún ahí, y me obligué a volver a mirar hacia delante—. Tendríamos que haberte traído acá incluso cuando estabas inconsciente.
Se rio de mí al decir—: ¿Y qué? ¿Cargarme como muñeca de trapo todo el tiempo?
—Podría haber mejorado algo.
Meneó la cabeza.
—Hicieron e hiciste más que suficiente. Estoy acá parada por ti, te recuerdo —se acercó para rodear su brazo con el mío, robándome una sonrisa. Suspiró al apoyar su cabeza contra mi hombro, sus dedos tensos alrededor de mi muñeca. De vuelta mantuvimos unos segundos de silencio antes de que fuera ella quien volviera a hablar—. Con respecto a lo que preguntaste antes, en el departamento, sobre si era la carta de mi mamá... ¿puedo pedirte una opinión?
Carcajeé con amargura.
—No soy la persona adecuada para darte una opinión de Julia... —alargué, dándole una mirada de reojo, y mordí el interior de mi labio al encontrarme con sus ojos marrones fijamente en mí. Pasé mi lengua entre mis dientes—. Pero seré francamente honesta, si te sirve.
Asintió brevemente.
—¿Piensas que...que estoy siendo injusta? ¿Con ma-Julia? —quiso saber, clavando sus dientes en su labio inferior al pensar— Quiero decir...ya Tom ha querido hablar conmigo sobre el no hablarle ni mirarla, sobre que debería pensarlo. Sabe el por qué de mis acciones, comprende de dónde nacen, pero supongo que, viéndolo desde su perspectiva donde ni tú o él o cualquiera de nuestro grupo tiene a su padre o madre presente... ¿estoy haciendo mal?
No me giré hacia ella al pensar una respuesta, lo planteado por el gemelo teniendo sentido en mi mente, aún siendo que hablábamos sobre Julia. Yo daría cualquier cosa por tener sólo unos minutos con mis papás, un mínimo minuto dónde podría darles otro abrazo y prometerles que estaba bien, que Morgan estaba a salvo. Que ellos no tenían que preocuparse.
Y Tom con su mamá, con Lisa, quien me había salvado y ayudado... ¿cómo no ponerse desde esa perspectiva? Pero era Julia Ambrose-Finch de quien estábamos hablando, ¿por qué trataría de defenderla?
Contesté con la mente en blanco.
—¿Qué piensas tú? —la pregunta se deslizó con facilidad, aún sin encararla—. Si sabes por qué la estás ignorando, ni mirando o lo que sea.... ¿crees que tu razón es suficiente para actuar así?
Hizo un puchero con sus labios, su entrecejo frunciéndose en frustración.
—No fue ni un día a verme, Tay, ni uno —murmuró, cierto quiebre en sus palabras que me hizo aferrar su brazo contra el mío—. Ni una caricia, ni un cuidado, ni un minuto. Ella dice que le dolía verme así, que no podía hacerlo, pero no tuvo ni en consideración cuánto me dolería su egoísmo, su ignorancia. ¿Y que los maltratara a ustedes? ¿A las únicas personas que se hacían un tiempo cada día para tratar de alegrar el mío? —meneó la cabeza, pasando su mejilla contra su hombro. Había limpiado una lágrima—. No sé qué espera de mí o que milagro quiere que pase entre nosotras.
—Quiere saber si la extrañaste, supongo —me encogí de hombros—. Es tu mamá, después de todo.
—Con más razón me duele que haya decidido apartarse. Porque ese es su rol y se supone que tenía que haber estado conmigo —contestó rápido y tajante, usando su mano libre para pasar por debajo de sus ojos—. Y sí, la extraño. A mi mamá. No a la líder de esta ciudad.
A mi mente vino el recuerdo que Claire tenía de ella, de esa mujer de pelo hasta la cintura con delantal de flores que la había sacado de su casa para ir a comprarle las plantas que quería. Me acordé de ella ayudándola con el carrito de compras al salir del supermercado, las lágrimas acumuladas de Julia al discutir con su exmarido. No, esa no era Julia, líder de Costa Norte con su testarudez, dureza y necesidad de control. Esa era la mamá que ella hablaba y extrañaba.
—¿No era así antes? —quise saber—. ¿Tajante y...?
—¿Dura? —me interrumpió, una de sus comisuras levantándose. Se tomó su tiempo para contestar y terminó negando—. No. Era distinta. Era dulce, era paciente y más valiente de lo que quiere aparentar ser ahora. Cambió tanto que es otra persona, se volvió lo que... —pateó la arena con cierta furia acumulada, la forma en la que arrugó la nariz me hizo ver el parentesco que tenía con su mamá, y respiró hondo antes de continuar—. Se volvió lo que juró nunca ser.
—¿Una mujer difícil?
Soltó mi brazo para agacharse en la arena, dónde había pateado, y sacó un caracol de ella.
—En una dictadora —contestó—. No tanto en el sentido militar, pero... no parece lejos, ¿o sí?
—Todos cambiamos en los últimos meses... —acoté, algo que la hizo suspirar y asentir.
—Lo sé, todo se ve distinto. Luna, Aiko, Anna —levantó su cabeza hacia mí antes de seguir en lo suyo—. Tom y tú, más que nada. Pero para bien, no cómo ella.
Decidí no acotar nada. Yo tenía de todo menos buenas opiniones sobre su mamá, con lo cual abrir la boca sólo podría avivar el furia. Se agachó unas veces más para recoger más caracoles, limpiándolos con el agua, y sin darnos cuenta, nos encontrábamos caminando a través de la orilla en lo que ella se distraía juntando los que encontraba entre la arena. Tampoco podíamos irnos muy lejos, sólo había una escalera que nos permitía subir de vuelta el precipicio hacia la ciudad. No significó, igual, que llegara a llenar la palma de su mano de distintos colores de caracoles que empezaba a distinguir con el amanecer acercándose.
Ya más relajada, codeé su costado.
—Aparte de plantas, vas a llenar el departamento de caracoles, ¿eh? —me reí. Ella me sacó la lengua en burla, el brillo usual suyo volviendo a su mirada, y llegué a atrapar el pequeño caracol que me lanzó.
—En mi defensa, son deprimentes los departamentos. Y espantosos con esos colores que pintaron las paredes —se rio, lo que me hizo no solo asentir con ella, sino relajar mis hombros. Era lindo poder disfrutar esos momentos con ella de vuelta—. No es mi culpa que mi presencia signifique mucha naturaleza alrededor, perdón si molesta.
—Oh, no, Claire, sólo estaba bromeando —me acerqué a ella para rodear sus hombros con mi brazo, con cuidado de no tirar lo que cargaba. Miré el caracol que me había lanzado—. Necesitábamos tu presencia más de lo que piensas, no sólo en el departamento. En todo ámbito.
Rodó los ojos.
—Cómo si yo significara tanto para tanta gente.
—Para nosotros sí, para tus amigos, para Tom, para mí... —palmeé su espalda—. Y para tu mamá, más allá de que estés herida por sus acciones, no significa que no le importas —sus facciones se tensaron brevemente y sólo pude suspirar. Solté lo primero que me salió, y por más que no era mi intención darle algún mérito a Julia, no pude evitar decir—: Date tu tiempo para sanar y ahí decidirás sobre lo que me preguntaste antes. Recuperarte puede cambiarla, con el tiempo supongo, sólo espera. Nadie te corre.
Se me quedó observando un rato, metiendo sus manos en sus bolsillos para dejar lo que había juntado, y después estiró una de sus manos para pellizcar en broma una de mis mejillas. La saqué de un manotazo.
—Noah y Tom tenían razón —bufó una risa, meneando la cabeza—. Incluso hablando de la persona que te hizo sufrir los últimos meses, te sale ser comprensiva. Ellos dijeron que eres demasiado buena y tuvieron razón.
Entrecerré los ojos—: ¿Y tú como sabes que Noah me dijo eso?
—Porque de vez en cuando también me visitó —sonrió, hizo un ademán de cerrar su boca con un cierre imaginario y levantó sus manos con inocencia cuando levanté mis cejas esperando que se explicara—. Oh, no. Yo esperé por Tom y tú no le dijiste nada de mis sentimientos por él. Ahora me toca a mí.
Decir que la corrí por toda la playa fue poco.
Volvimos a subir las escaleras después de calmarnos, la testaruda no soltando nada sobre la presencia del gemelo de fuego en su habitación, y nos sentamos en los bancos del mercado en lo que tratábamos de limpiarnos los pies que nos picaban por los granos de arena. El sol se estaba asomando por el horizonte, pintando el cielo de distintos tonos, y en lo que me quedé admirándolo al terminar de sacudir la arena de mis zapatillas, sentí a Claire acomodarse a mí lado.
—¿Puedo hacerte otra pregunta?
Le lancé una ojeada de costado—: ¿Es otra vez sobre tu mamá y mi opinión?
—Es por otra cosa —frunció su boca en una línea, perdiendo ese aire de risa que tenía hacía segundos. Parecía ser una pregunta seria, a la cual terminé asintiendo y giré mi torso hacia ella para encararla bien. Respiró hondo, su boca balbuceando la pregunta antes de bufar y largar—: ¿Sientes que Noah fue tu pérdida? ¿De la predicción?
Su pregunta desbalanceó mis rodillas, que las tenía contra mi pecho y se deslizaron al piso, no esperando tal forma directa con la cual soltó la pregunta, y en lo que pensé que iba a analizar algo que contestarle, la respuesta salió más rápido de lo que imaginé.
—No.
Evité su mirada al responder, mis ojos cayendo en mis manos sobre mi regazo y dándome cuenta de por qué no pensaba que fuera así. Yo recordaba el dolor que Zafira me había hecho sentir, recordaba las sensaciones de culpa y odio que me consumieron el pecho hasta dejarme agonizando. No estaba preparada para ese momento, no quería volver a sentir lo que había sentido, y era por el dolor de la ausencia de Noah que me aterraba recordar la predicción.
Porque si no podía lidiar con lo de Noah, ¿cómo lo haría con lo que sería la pérdida que me daría mi ganancia?
—Noah no es una pérdida...él sigue en mi vida. Lejos o no —murmuré la respuesta, sin darme cuenta de que había fruncido el entrecejo—. Y lo que me hizo sentir Zafira en mi predicción, todo lo que me hizo pasar... no es algo que haya pasado. No aún, al menos.
Me giré brevemente a Claire, que metió sus manos en la campera que había manoteado del perchero. Ella también se quedó mirando al mar, los bordes del sol iluminando aún más el horizonte y aclarando más el cielo.
—Suenas bastante segura de que no es él.
—Probablemente porque quiero convencerme de que no es ni será así —mis dedos se entrelazaron con la cadena de las placas, algo que le llamó la atención a ella y las tomó con cuidado de mi agarre. Era la primera vez que las miraba con atención—. Me las dio en su cumpleaños. Dijo que para él representaron su fuerza de haber soportado todo lo que pasó, y que podrían ser la mía también.
Claire sonrió, dejándolas caer de vuelta.
—Es muy dulce.
Mi corazón se apretó al mismo tiempo que mis mejillas tomaron color.
—Es muy él.
—Supongo —se rio, encogiéndose de hombros. Una vez más, su boca hizo un puchero al pensar, y me quedé callada esperando la siguiente pregunta—. En lo que estuve tratando de descifrar la predicción hace un rato, me di cuenta de que hablaba muy en general. De muchas cosas. ¿Hay algo que hayas visto ahí que podría o no haberse cumplido?
Palmeé su rodilla.
—Tú —relamí mis labios, más secos de lo que me gustaría—. Recuerdo haberte oído y también la sensación de naturaleza alrededor de mí —no quería mencionar lo demás, la verdad era que la predicción no era un tema que quisiera debatir mucho más—. Y debo decir que es de las pocas cosas que agradezco que ya hayan pasado.
Pero no iba a decir que, una parte mía, que escondía debajo de todas las responsabilidades que me distraían, que no se preguntaba que vendría después. ¿El supuesto desbalance? ¿La lucha que pueda o no ser mía? ¿O la maldita pérdida con la que no podría lidiar?
[...]
El día de la votación empezó siendo una locura. Entre el desorden que se había hecho con todos los anómalos y humanos que entrenaban, la Nivelación, y los integrantes del círculo, yo me hice hacia el costado y desaparecí del problema antes de que me incluyeran. Sólo me dirigí hacia la enfermería, saludando a algunos enfermeros y sanadores que ya estaban ahí y se habían acostumbrado a mi presencia, y me acerqué a otro caído que esperaba su turno de abrir los ojos.
Su hermana estaba con él, los dos morochos de cejas muy tupidas y mirada chocolatosa. Él parecía ser más grande y ella debía tener mi edad o un poco menos. Me dio pena que estuviera sola.
Al apenas aparecer frente a la camilla, la hermana ya estaba tendiendo su mano hacia mí para saludarme.
—Taylor, ¿no?
Parpadeé dos veces, no esperándome el nombre.
—Taylin, pero puedes decirme Tay —le sonreí. Sus mejillas se pusieron coloradas, pidiendo disculpas entre dientes, e hice el ademán para que le restara importancia—. Entiendo la confusión, no te preocupes —miré a su hermano, plácidamente durmiendo—. Pero vamos a lo importante. Cuéntame sobre él.
Fue en cuestión de minutos que la hermana detalló lo justo y necesario. Era su hermano mayor por cinco años, había estudiado ingeniería naval y formaba parte de un escuadrón que ella desconocía. Lo único que tenía en claro que la supernova lo había agarrado en el predio militar en el cual se encontraba, algo que me hizo tensar un poco, pero recordé que lo que estaba a mi lado era su hermano y un anómalo. Habían escapado juntos y en el camino a Costa Norte habían sido interceptados por militares. Enzo los había rescatado en una de las misiones.
Dejé que se sentara cerca de él de un lado de la camilla en lo que yo fui por el otro, presentándome como siempre hacía con el típico: Hola, soy Taylin y voy a ayudarte. Sólo sígueme y déjame sacarte de acá. Claire había oído todo, lo cual significaba que ellos también, y me habían enseñado a ser educada con los desconocidos. Mejor pedir un permiso falso antes que interponerme en la mente de alguien más.
Había tomado la mano del hermano, Julián, y cuando estaba por cerrar los ojos, unos pasos pesados se escucharon por la enfermería. Me distrajeron lo suficiente para girarme hacia el sonido, mirando cómo Enzo y Tom cruzaban el marco de la puerta de la habitación. Estaban discutiendo, tan cerca uno del otro que sus narices rozaban.
—Córrete, Parker.
—No te vas a acercar a ella de esa manera, así que aléjate —lo empujó el gemelo—. Dije que venía por ella, no tenías por qué apurarte tú.
—Julia me lo ordenó a mí —escupió el otro—. No a ti.
—Por eso mismo, no te vas a acercar —volvió a ponerse en el marco—. Ella irá por su cuenta si lo quiere.
—Muévete, Parker, o te voy a-
—¿A qué? —me levanté de mi lugar, acercándome al conflicto que duró segundos en la puerta. Miré a Enzo fijamente—. Ponle una mano encima y te hago pasar tu lengua por dónde no pasa la luz. ¿Queda claro?
Sus irises brillaron con su anomalía, cierto gruñido proviniendo de su garganta, y fue un ademán de mi mano que él se terminó haciendo hacia atrás. A mis espaldas pude percibir la mirada confundida de la hermana que esperaba mi ayuda. Traté de sonreírle para que se relajara y me diera dos minutos.
—¿Se puede saber a qué tanto escándalo? ¿Para qué me necesitan ya?
Tom se giró hacia mí, recuperando su temperatura normal.
—Movieron la votación para ahora, está habiendo un dilema en el centro de entrenamiento y Julia está exigiendo tu presencia para ver si puede calmar la multitud.
Se suponía que la votación sería en la noche, el moverlo era ridículo, era horario de entrenar. Pensé si lo habría hecho para beneficiarla a ella, o algo de ese estilo, pero no encontraba respuesta a que ahora estuviera pidiendo por mi presencia en el lugar. Se debía haber descontrolado por algo que dijo —o hizo— y la estaba superando.
Miré hacia lo que era mi prioridad en su momento, la hermana de Nicolas habiéndose parado de su lugar. Claramente, no se veía contenta.
—¿Es necesario que vaya ahora? —pregunté—. Estoy en el medio de despertar a un caído.
Enzo se cruzó de brazos.
—A menos que quieras que venga Julia por ti.
—Sigue amenazándome y voy a devolverte en cuatro patas y un moño —lo señalé tan cerca de su rostro que tiró su cabeza hacia atrás. Tom tosió una risa en lo que me giraba hacia él—. ¿Qué fue lo que pasó que me necesita ahora?
El gemelo suspiró.
—Porque ella presentó una candidata que no eras tú —dijo—. Y el problema empieza a partir que de que el Doc te presenta a ti. La gente empezó a ver la división y, cómo no estás, la gente está diciendo que podría haber una farsa.
Peleé el rodeo de ojos. Obviamente iba a buscar a alguien más, ¿por qué no lo había pensado antes? Probablemente porque querría creer que no caería más bajo. En el fondo todavía tenía un miligramo de esperanza por ella, o por quien tenía la idea de quien habría sido para Claire.
Sólo me crucé de brazos al volver hacia la chica que me esperaba, su mueca tensa, y de no ser porque me sonrió brevemente, no hubiera sabido que hacer. Se acercó a su hermano para acariciarle el pelo y volvió hacia mí.
—Puedo esperar un día más, Taylin —dijo, una sonrisa forzada en su rostro. Miró a su hermano—. Estuvo y está en buenas manos. Un día no hará la diferencia.
Suspiré aliviada, palmeando su hombro.
—Solo serán unas horas —prometí—. Para el final del día, tendrás a tu hermano de vuelta.
Seguí los pasos del gemelo al retirarme de la habitación, manteniéndonos lejos de Enzo que también se dirigía en la misma dirección. Había hileras de personas saliendo y entrando del centro, algunas dándome miradas de costado con una sonrisa, otros aún compartiendo cierta tensión en sus facciones. Incluso haciendo el bien, podía ver y entendía el mal que veían en mí. Tenía la anomalía de Marla, después de todo.
Habían usado el ring de entrenamiento para poder ingresar los votos, colocando dos escritorios en paralelo, lo que causaba que la multitud se dividiera en dos hileras. Entremedio de los escritorios, estaba Julia, el Doc y, a mi grata sorpresa, Anna. Ella era quien Julia había postulado. La sorpresa era que Anna no se veía halagada, se veía furiosa.
Al fin parada frente a ellos, la líder tensó su mandíbula al reconocerme. Siquiera me dirigió una mirada de más de cinco segundos, sólo me señaló que me acercara al ring. Un poco agobiada con toda la gente a mi alrededor, arrastré al gemelo para que subiera conmigo. El primero en recibirme fue el Doc, que me dio un rápido abrazo.
—Es bueno que hayas venido, pequeña, lamento si te interrumpieron —lanzó una mirada por sobre su hombro, claramente dirigida a Julia que estaba en el escritorio que suponía anotaban a los votos de Anna. Del otro, estábamos con el Doc, mi nombre siendo anotado una y otra vez. Se veía tonto e irreal, hasta me hizo dudar de que hacía ahí—. Pero estabas siendo solicitada.
Hallé unas sonrisas con las siguientes tres personas que vi en la hilera del escritorio frente a mí.
—Eso me dijeron —murmuré, mi rostro tomando color. Decidí sonreírle de vuelta a esas personas y les di la espalda. Sentía que mi estómago se apretaba en un nudo molesto, los nervios acalorándome. Al haberme girado, pude ver a Anna. Estaba de brazos cruzados y ceño fruncido—. ¿Y a ella que le pasó?
El Doc se rio en lo que anotaba otro nombre con el mío en un papel y lo metía en un cajón.
—No quería ser parte de la fiesta —dijo—. Julia se enteró que fue cómplice tuya. La postuló como castigo, digamos.
Eso explicaba la cara de perro mojado. Sin embargo, vi lógica en su decisión. Su anomalía era literalmente ser ágil, permitir el movimiento de su cuerpo a un nivel avanzado con sentidos tan filosos como poder saber si la hoja de un árbol podría caer o no. Yo había saboreado bastantes puños suyos, entendía por qué habría una buena división entre ella y yo. Yo misma la había hasta considerado mejor opción que yo.
Los minutos empezaron a pasar, transformándose en una hora y después en dos, casi tres. Todos habían ingresado al centro, pasado por cada escritorio según su decisión, y dejado su voto. Mientras que Julia mantenía la cuenta del mío, por obvias razones, Doc mantenía la cuenta del de Anna. Tom y Enzo se estaban asegurando de que no hubiera réplicas, analizando a cada persona que se apareciera para que no volviera a hacerlo. Seguíamos siendo humanos en ese sentido.
Mientras tanto, Anna y yo estábamos sentadas en unas sillas que había ahí, sin hablar, sin siquiera mirarnos, por más incómodo que fuera. Había sonreído a más personas de lo que había hecho en los últimos meses, mis mejillas prácticamente acalambradas. Me pregunté como el ceño de Anna no estaba igual.
Para cuando las últimas personas ingresaron, las demás se habían quedado dentro del centro para cuando dieran el aviso. Julia y el Doc habían mantenido la cuenta, anotando los números y tachando los viejos cada vez que actualizaban. En los últimos, reconocí a Luna yendo de mi lado. Del otro, Aiko votaba por Anna. No me miró al hacerlo y, una vez más, peleé la mala vibra que me dio su gesto. No pude hacer nada en lo que nos daba la espalda al irse hacia el resto del público.
Una vez vacías ambos escritorios, todos se juntaron frente al ring. Solo votaban los que entrenaban, siendo que buscaban alguien que los dirigieran dentro del centro, y buscaban a alguien que destacara. La realidad era que mi anomalía me posicionaba donde estaba, a Anna también, pero ella entrenaba y sabía moverse. Yo sabía mucho por ella, no iba a no darle ese mérito.
Una vez reunidos todos los votos, nos hicieron parar de dónde estábamos y acercarnos a la parte de adelante del ring, frente al público armado. No miré el rostro ni de Julia o el Doc, sólo me enfoqué en los que me miraban a mí, los que ya no me odiaban o dudaban que podría dañarlos. Incluso cuando había gran parte que seguía en duda o que prefería a la pelirroja a mi lado —que los entendía—, que ya no quisieran correr para el otro lado al verme era un avance que me satisfacía.
Me paré lo más recta que pude cuando Julia tomó el megáfono que usaba para sus discursos, y carraspeando la garganta, lució una sonrisa.
—Los votos ya han sido contados y revisados —señaló en un ademán al Doc que frunció su boca en una fina línea. Estar frente al público no era su fuerte y se notaba. Enzo tendió un sobre que habían armado en los últimos minutos—. Les agradezco la paciencia y el orden que mantuvieron durante estas últimas horas, lo hicieron fácil y rápido para por fin llenar en agujero que nos faltaba. No fue una votación normal, lo hicimos con lo que pudimos, y por eso mismo estoy contenta con el resultado.
Sentí frío a mis espaldas y la presencia del gemelo con ella. Estaba tratando de ver por sobre mi cabeza, incluso aunque pudiera, pero lo exageraba un poco a mi parecer. Incluso Anna lo miró raro. Noté que miraba hacia las puertas. ¿Qué esperaba?
Julia comenzó a abrir el sobre.
—Y tras una pelea justa entre ambas postuladas —se giró hacia nosotras, luciendo la primer sonrisa que daba en mi dirección en meses, y después volvió hacia el público—. Ustedes han decidido que una de ellas sea la nueva representante de nuestro centro.
Una vez abierto el papel, no me di cuenta de que estaba conteniendo el aire. Anna a mi lado estaba más cerca de dormirse que estar atenta. Tom seguía mirando fijo hacia la puerta, distrayéndome lo suficiente hasta que Julia soltó el nombre ganador.
—Anna Tarrab.
Fue un silencio instantáneo, el nombre rebotando por las paredes del centro. Después, empezaron los aplausos del grupo cercano, Enzo y Julia girándose hacia Anna con una sonrisa. Doc meneaba la cabeza aun juntando sus palmas para felicitarla, era una buena opción, y yo también me giré para hacer lo mismo. Anna era buena decisión y no estaba disgustada en lo absoluto. Ella, en cambio, parecía querer ahorcar a nuestra líder.
Hasta que, de la nada y por sobre los aplausos, el mío incluido, no sólo no me esperé el rodeo de ojos de la ganadora, sino tampoco los reproches que empezaron a surgir en el público. Empezaron a gritar todos juntos, las palabras mezclándose entre sí y saturando mis oídos. Me hicieron dar un paso hacia atrás, no esperándome las reacciones en lo absoluto, y el pecho de Tom me detuvo de alejarme más. Sus dedos me señalaban y volvían hacia la líder, ceños fruncidos y confundidos que se agitaban sus cabezas.
Tuve que agudizar mis oídos para tratar de comprender lo que gritaban.
—¡Nos protegió de un anómalo...!
—¡No es justo! ¡Ella es poderosa!
—¡Estamos a salvo porque ella detuvo a Marla...!
Si antes me había sentido agobiada por sólo las miradas, los gritos me habían dejado anonadada. Entre el público reconocí a otros que trataban de calmar a los frustrados, diciendo que fue lo que había decidido entre todos y había salido Anna por mayoría. Eso causó más rebelión entre ambos bandos, comenzando a causar más lío dentro del centro. Yo seguía estática en mi lugar.
Julia, también confundida por la conmoción, tomó el megáfono con fuerza.
—Lamento la disconformidad de muchos de ustedes por el resultado, pero el voto fue público por ustedes y decisión por mayoría —trató de explicar, alzando su voz por más que tuviera el artefacto ampliador en sus manos—. Fue una pelea muy justa, la diferencia es literalmente mínima de un voto, pero de no ser-
—¡Hágala de vuelta!
—¡No seas tramposo! —le gritó de vuelta uno.
—¡Es la única razón por la que vinimos a esta ciudad!
La propaganda que Julia había dado de mí volvió para morderla por la retaguardia. El video que había usado de mí habiendo sido su atracción, pero también la mía. Me encontré sonriendo en una mueca, las manos de Tom cayendo sobre mis hombros para darme un apretón, dándome a entender que pensábamos lo mismo. Karma.
Julia se quedó mirando el debate que se armaba entre el público, sus facciones volviendo a la normalidad al empezarse a enojar, y en lo que de a poco quería ver como se caía su máscara de líder simpática, fue la silueta de mi amiga aparecer por la entrada del centro y hacerse paso por el costado del público. Era ella quien Tom esperaba. Su presencia y la forma en la que todos los que estábamos en el ring la reconocimos una vez que caminó confiada hacia él, logró que el debate se fuera callando. Claire causaba eso con su presencia aún, era la primera despertada de mi parte.
Con una sonrisa dulce, se acercó al costado del ring, por el lado que estaba el escritorio que habían usado en mi nombre, esperando a que el Doc se acercara. Una vez que él fue hacia ella, le sonrió antes de darle un abrazo y señaló el cajón que antes habían usado para meter los votos.
Tom apretó con fuerza mis hombros, ambos entendiendo que era lo que estaba por hacer. Julia también.
—Claire —no usó el megáfono al hablar, dando pocos pasos hacia su hija. Tom y yo la seguimos, sin importar cómo pareciera. Claire ni miró a su mamá al doblar el papel que había rápidamente escrito y se lo dio al Doc—. ¿Qué...? No-No puedes votar, no-
—A partir de hoy entreno acá —sentenció rápido, dándome una sonrisa a mi lado—. Necesito saber defenderme y el pertenecer significa que tengo que elegir un representante —encaró hacia el Doc—. ¿No es así, Doc?
Lo tenía de espaldas hacia mí, pero sabía que sonreía como viejo ganador.
—Así es, pequeña —tomó el voto en sus manos y lo miró, sonriendo antes de empezar a armar un nuevo sobre. Julia quiso acercarse más, incómoda de que su hija no le dedicara ni un segundo de su atención.
—Pensé que-que querías ir al lado de agricultura.
—Así fue en mi otro campamento y terminé donde estaba. No gracias —y fue ese milisegundo que sí la miró, nada de su dulzura usual en ella, y se encogió de hombros—. Y que sepas que será el único lugar dónde tendremos cualquier tipo de interacción. Así que piénsalo bien lo que vayas a decidir.
Decir que mi mandíbula tocaba el piso era poco, el gemelo a mi lado no estando tan lejos, y en lo que Claire nos daba la espalda y se sumaba al público con los demás, Julia había quedado congelada en su lugar, atontada por la reacción de su hija. Cerré mi boca de un saque cuando se giró hacia mí, sin furia, sin odio, simplemente sin entender. Me encogí de hombros, sin respuesta, y meneé la cabeza. Yo no había tenido nada que ver en aquella decisión.
Fue el Doc el que tomó el megáfono con el nuevo sobre y habló para dar el nuevo anuncio.
—Habiendo adherido el voto faltante... —alargó en lo que yo volvía a mi lugar al lado de Anna, que se veía más... anímica que antes. Una de sus comisuras estaba en alto. Yo seguía tratando de comprender lo que había pasado en los últimos minutos—. Oficialmente hay un empate entre ambas postuladas. La decisión final tendrá que ser tomada por el grupo interno, y de ser que hay un empate.... —miró fijo a Julia—. La líder decidirá.
Julia seguía atontada dónde estaba. El Doc miró en mi dirección.
—¿A favor de Taylin Reed?
Él y Tom levantaron sus manos al mismo tiempo, dedicándome una sonrisa. Tuve el instinto de esconderme detrás del gemelo y pisé con fuerza donde estaba para no hacerlo. Al bajar sus manos, el Doc carraspeó la garganta.
—¿A favor de Anna Tarrab?
Enzo levantó su mano, lo que hizo que Anna a mi lado se cruzara de brazos y maldijera entre dientes. Julia sacudió su cabeza y levantó su mano momentos después, sin mirar al público todavía. Eso significo, en lo que habían levantado sus manos, que era otro empate más. La decisión quedaría en Julia ahora, tal como Claire había dicho.
Doc se acercó a ella para darle el megáfono, los dos en silencio, y en lo que él venía para mi lado, Julia dio pasos lentos y calculadores hasta el centro del ring, aferrándose al artefacto en sus manos. Se tomó unos cuantos segundos, analizando la gente que esperaba su respuesta, pasando más que nada por su hija que no movía ni una facción de su rostro por ella, y largó un suspiro entrecortado.
Había tomado la decisión.
—Ambas ingresarán al grupo interno —sentenció y tragó en seco—. El público eligió.
No hubo quejas ni abucheos aquella vez, todos aplaudieron y silbaron. Ambos bandos conformes con la decisión, algo que yo no esperaba en lo absoluto. Claire y Luna se chocaron los cinco en el público, Aiko al lado de ambas con una pequeña sonrisa también, probablemente porque Claire la sumó en el choque de cinco también. De reojo, reconocí a Julia bajarse del ring y a Enzo seguirla, ambos dirigiéndose a la sala de reuniones. Mientras tanto, yo tenía los hombros rodeados de los brazos del gemelo asfixiándome en puro hielo.
—Vas a tener que sufrir las reuniones como yo ahora —fue lo primero que dijo contra mi oído, lo que me hizo codearlo en broma. El Doc me abrazó brevemente apenas me liberé del freezer, felicitándome.
Yo me giré hacia Anna, que seguía en su lugar, y tendí mi mano hacia ella. La miró con asco.
—Vamos —sonreí—. Yo te hubiera votado.
No sacó su cara asqueada.
—Yo no —contestó y estrechó mi mano—. Pero puedo patearte el culo en público ahora.
Me reí en lo que me dio la espalda para bajarse del ring, siguiendo sus pasos para bajarme también, y en lo que mis amigas se abalanzaban sobre mí —y Anna se había escapado de aquello—, sólo pude seguir riéndome. Mis dedos se habían aferrado a las placas en mi cuello, sintiendo cierto calor en ellas, y suspiré contra los hombros que se atropellaban frente a mi rostro.
—Si serás... Claire, ¿cómo se te ocurrió hacerle eso a tu mamá? —me separé del abrazo, agarrando el rostro de mi amiga—. ¿Estás loca?
Sonrió en burla.
—Me dijiste que ella me extrañaba, ¿no? —se encogió de hombros—. Le di lo que quería, mi cercanía. A cambio de lo que yo quería.
—Y yo que pensé que sería un voto democrático.
Luna se rio a su lado, rodeando los hombros de Claire con su brazo.
—No por esta muchacha. Fue un empate de casualidad... —soltó, balanceándose sobre la punta de sus pies. Miró por detrás de nosotros—. Y me alegra por Anna, por más que ella no estaba ni interesada en el puesto. Tiene el potencial de ayudarnos.
—Ni que lo digas —murmuré, meciendo mi espalda en burla—. Ya lo siento.
Escuché mi nombre ser llamado, al girarme reconocí a Tom que señalaba con su cabeza hacia la dirección en la que Julia y Enzo se habían ido. El Doc y Anna estaban yendo hacia el mismo lado.
—¿Lista para la primera reunión?
Estiré mi cuello de lado a lado antes de caminar junto a él hacia la sala.
—Esto va a ser... interesante.
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