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Desperté en un jadeo, mis ojos abriéndose en un instante y mi cuerpo moviéndose de dónde estaba sentada ante la sensación de frío por toda mi columna. Había corrido hacia ella, había gritado su nombre, y cuando estaba por tomar su mano, que había tendido hacia mí con la misma necesidad que yo, y me esfumé en el aire hasta volver a mi realidad.
Mi cuerpo se desbalanceó, mi cabeza habiéndose olvidado de todo tipo de movimiento, y caí sobre la cama. Sentía toda mi tráquea helada, el aire que inhalaba como si la temperatura estuviera bajo cero, y sólo cuando giré mi cabeza, reconocí al gemelo mirándome extraño. No, preocupado. Estaba diciendo algo que mis sentidos todavía no podían captar.
Mis pensamientos estaban totalmente dispersos por el lugar, entre el sueño extraño que había tenido, una corazonada que me repetía lo contrario, y lo único que pude formular fue un:
—¿...Eh?
La mano de Tom volvió a su color normal y se inclinó hacia mí. Me agarré de sus antebrazos, no recordando lo que era tener balance más o menos.
—¿Qué te pasó? ¿Qué estabas haciendo?
Parpadeé un par de veces, tratando de acomodar los sentidos, emociones y pensamientos en una misma línea. No sabía que le estaba pasando a mi cabeza, pero parecía haber entrado en corto circuito después de ese sueño. ¿Sueño? ¿Lo podría haber llamado así? Las ganas de llorar que tenía atoradas en la garganta me daban la respuesta que buscaba.
Analicé a mi alrededor cuando el gemelo me tuvo que ayudar a sentarme en la silla que, en lo que desperté, la había lanzado fuera de lugar. Raramente, la cama de Claire estaba movida, las cortinas desarmadas y algunos libros se habían caído de sus estantes. Hasta que Tom no me hizo prácticamente atorar con un vaso de agua, no pude reaccionar como una persona normal.
Tosí el agua sin querer y respiré hondo.
—¿Qué...? —volví a toser, mi voz ronca—. ¿Qué pasó?
Tom acomodó la cama de vuelta en su lugar. Nunca relajó sus facciones preocupadas.
—No lo sé, tú dime. Tuve que despertarte —contestó, cruzándose de brazos del otro lado de la camilla. Mi cabeza latía—. Tú eres la que estaba brillando e inconsciente.
¿Brillando?
—Estaba durmiendo.
—¿Y ahora es normal eso? —preguntó—. ¿Volverte Campanita mientras duermes?
Lo miré sin entender, ni lo que me decía, ni lo que había pasado en la habitación y menos que menos lo que había visto. A quien había visto. Trataba de agarrarlo como podía, una imagen suave en mi mente que me costaba hasta que se quedara en mi memoria. Parecía no ser de ahí, que no tenía lugar dónde quedarse, y era como tratar de agarrar aire con sólo las manos. Se esfumaba en cuestión de segundos.
Tenía mi nombre siendo llamado en un grito, el tono de voz impregnado contra mis orejas. Tuve que tragar pesado en nudo y acomodé mi pelo, todo revuelto, fuera de mi rostro. Tom debió notar las lágrimas acumuladas y relajó su rostro.
—¿Tay?
Mi corazón latía con una mezcla de emociones que no supe descifrar, lo que mi mente tampoco podía decidir. Inconscientemente mis ojos cayeron en mi amiga.
—Ella estaba ahí, en mi mente. Estábamos en su casa... —cerré los ojos intentando recrear la escena, su cuarto con luces y acolchado verde, un olor dulce y sensación fresca. La sala de tres sillones, la huerta. La flores que se le habían caído—. Ella estaba ahí.
El gemelo frunció su boca en una línea.
—Sólo fue un sueño, Tay, tenemos mucho de esos.
No me di cuenta de que mi cabeza estaba negando antes de decírselo.
—No, era...era muy real —contesté—. Estábamos en su casa, un lugar que nunca conocí, pero que sabía que era de ella. Estaba Julia, sólo que no era nuestra Julia, sino que era su mamá. En el rol que conformó la vida de Claire.
Volví a centrarme en ella, mirando sus facciones, las mismas que había visto reconocerme y gritarme. El entero de jean, el pañuelo para apartar su pelo. Mi mano atrapó la suya con seguridad, mi pecho comprimiéndose ante la mínima idea de haberla tenido cerca, fuera un sueño o no. Yo sabía qué eran mis sueños, estaba acostumbrada a ellos incluso, y estaba más que segura de que algo más había pasado en el medio.
Nunca había despertado tan desorientada en mi vida, ni cuando me desmayaba o me golpearon hasta dejarme inconsciente. Mi mente no había parecido estar...activa en mí.
Tom suspiró.
—Estuviste con Marla hace unas horas y abriste tu mente a ella, por ahí algún recuerdo de Julia atravesó aquel encuentro y quedó en ti —dijo, mirando a nuestra amiga de costado y acariciándole el dorso de su mano—. Después de todo, a ella le lavó el cerebro.
Algo no cuadraba, yo no había visto los recuerdos de Julia en Marla, y tampoco los busqué. Sí, era verdad que no tenía el control absoluto en la anomalía y podría haber permitido, inconscientemente, que ciertas cosas atraviesen a mi mente y que ahora perduraran. Podría no haberlas ni sentido entrar. Sólo que era esa corazonada, la misma que había sentido dentro del supuesto sueño o recuerdo, que me decía que no. Que escuchara y volviera a pensar. Las lágrimas se sintieron más pesadas.
—Fue un sueño mezclado con algo que debe haberse metido en tu cabeza... —Tom suspiró.
—Se sintió tan real, Tom, ella estaba...estaba ahí. Mirándome, me reconoció, me llamó —se cortó mi voz brevemente, peleando con la corazonada y la lógica. Ella era una caída—. Se sintió como si fuera ella de verdad. Que fue...que fue real.
—Lo fue.
Como un látigo, mi cabeza volvió hacia Tom:
—¿Qué?
El gemelo parpadeó.
—¿Qué de qué?
—Me acabas de decir que fue real.
Frunció las cejas: —Yo no dije nada.
—¡Pero te acabo de escuchar!
—Yo no hablé.
—¿Me escuchaste?
Salté de la silla, empezándome a enojar.
—¿Me estás tomando el pelo o qué? —era raro que Tom bromeara con algo serio, pero era el único presente en la habitación.
—Estás hablando sola, Taylin, yo no te dije nada —me quiso hablar con calma, diciendo mi nombre completo para dejar en claro su seriedad—. ¿A quién le estás respondiendo?
—¡A ti, tarado!
Ladeó la cabeza ante el insulto y señaló su boca al soltar:
—¡Yo no te estoy contestando ni hablando! —dijo, también frustrándose—. ¿Cuándo moví la boca?
Tenía razón. No lo había visto mover la boca y mi cabeza empezó a latir el doble.
—Entonces, ¿quién-?
Toda la habitación se detuvo en ese milisegundo, en ese momento que mi cerebro por fin hizo contacto con cada cable que había estado suelto los últimos minutos, y entendí todo. La corazonada, las lágrimas, la presencia, el recuerdo. No, no había provenido de Marla, y no, no había atravesado a mi mente ni nada. La realidad era que yo no había estado en mi mente los últimos minutos, sino que estaba volviendo de otra.
Y había estado equivocada, Tom no era la única persona presente en la habitación. Era la única persona despierta, sí, no presente. El aire se volvió escaso cuando sentí mi corazón subirse hasta mi garganta.
Tom estaba más que confundido y empezó a llamarme cuando mi boca se abrió de la sorpresa, de la emoción, del asombro, y lentamente girándome hacia ella, con miedo, con esperanza, canalizando todo tipo de reacción de mí hasta tener una respuesta, volví a abrir mi mente. Rompí cada pared a patadas, abriendo todo paso para escuchar una respuesta al preguntar:
¿Claire?
Segundos de silencio me helaron la sangre, Tom acercándose a mí, hasta que una risa pequeña fue escuchada y soltó:
¡Oh, Tay!
El sonido que surgió de mi garganta fue espantoso, una mezcla entre un grito de sorpresa y sollozo. Mis manos trataron de atajarlo, fue más fuerte de lo pensado, lo suficiente para hacer que Tom se hiciera hacia atrás. Debía parecer loca, entre el grito, las lágrimas (con sentido) desparramándose y una sonrisa asomándose entre mis mejillas. Podría morir de risa ahí mismo, de emoción y esperanza. Era ella.
Tom me atajó por los hombros cuando quise acercarme, sacudiéndome para que vuelva a mi lugar o a reaccionar como una persona. Y quise gritárselo, que ella estaba ahí, que por más caída que fuera, su mente no estaba apagada. ¿Cómo no se nos había ocurrido? Me reí contenta antes de poder contárselo, una felicidad consumiendo mi pecho hasta explotar en más risas.
—Es ella —dije—. Claire es la que está hablándome.
Una batalla de emociones estalló en su mirada, la misma sensación de esperanza reflejándose en él como en mí. Quise gritar por él, por todo lo que esperó y sufrió sin ella, por lo que no pudo decirle y la historia de los dos que sólo yo sabía. Estaba por saltar encima suyo para darle un abrazo cuando la puerta se abrió de un golpazo y me hizo dar un respingo en mi lugar.
Julia entró con un arma en sus manos, lista para defender al causante de, seguramente, mi grito espantoso. Enzo entró detrás de ella con sus garras caninas luciéndose. Apenas nos reconoció, bajó el arma.
—¿Se puede saber que es todo esto? ¿Qué fue ese grito?
Tuve hasta ganas de abrazarla, mi sonrisa ni decayendo un centímetro, y acercándome a ella, no pude contener la risa.
—La escuché, Julia, la escuché —dije—. Su cabeza sigue activa. Su mente sigue viva. La escuché.
No supe como le conté el suceso, desde que me había dormido, el conocer su casa, y hasta verla a ella con el coronel Romero (que no se me pasó de largo la forma que se tensó y puso recta su postura al escuchar esa parte). Hasta la forma en la cual ella me compartió su recuerdo, el que me había permitido entrar en su mente. Queriendo o no, yo la había escuchado, y mientras iba hablando, más me daba cuenta de cosas.
De risas tontas que había pensado que eran de Tom, de cierta contención que sentía cada vez que estaba en la habitación. Desde que había conseguido la anomalía de Marla era que la había sentido más fuerte, su presencia, su voz queriendo atravesar las paredes que había puesto, y que, al haberlas bajado con Marla, ella por fin pudo pasar. Sentí enojo hacia mí, en cómo nunca se me había ocurrido, pero estaba agradecida de que haya sucedido. De haber estado ahí para por fin oírla después de meses de ella pedir por nosotros.
Estaba dándole la espalda a Tom y peleaba con no mirarlo y emocionarnos los dos. A diferencia de él, la que estaba frente a mí me desarmó mi sonrisa. Julia se veía...enojada, en lugar de contenta. Su hija estaba comunicándose, ¿y a ella se le abrían las fosas nasales de la furia?
Fue veloz al acercarse y agarró uno de mis brazos con fuerza.
—Te quiero lejos de ella.
Todo colapsó en un segundo, hasta escuché una exclamación que no pude deducir de parte de Claire. Peleé por sacar mi brazo de su agarre, no queriendo enfadarla más. Se suponía que era una buena noticia...para todos.
—¿Qué me estás diciendo? —escupí, mi brazo doliendo por su agarre como pinza—. Ella-
—Te quiero fuera de su mente, fuera de su cabeza y no pienso arriesgarme a que ella sea tu pruebita de anomalía —sentenció, sus irises furiosos sin dejar de penetrar los míos—. No sabes nada de ella, no sabes ni lo básico de su control, y no vas a dañarla a mi hija por el simple hecho de aprender.
Me empecé a enojar y la empujé lejos, por fin logrando que me soltara. Enzo avanzó hacia mí y Tom se terminó parando a mi lado con una de sus manos en su dirección, la escarcha trazando su brazo.
—¿Acaso piensas que no lo sé? —peleé por mantener la postura, todavía con una bola de distintas emociones atravesándome la tráquea y no sabiendo qué pensar. Yo estaba contenta, Tom también, ¿por qué ella no? ¿Sólo por su desagrado hacia mí? Era ridículo—. No lo hice a propósito, fue sin querer y nada pasó...
—¿Cómo sabes?
Un resoplido me hizo pelear la sonrisa que escapaba por una de mis comisuras.
—Porque la puedo seguir escuchando si quiero.
Meneó la cabeza. Había cierta desesperación en sus gestos que me enfadó más. Después de todo lo que había hecho por ella, por su ciudad y los demás, todo ese autocontrol que había tratado de implementar en mí y que, de hecho, había sido una simple mentira al final. ¿Y ella pensaba que yo no conocía mis responsabilidades?
Terminó levantando el arma hacia mí, algo que me hizo empujar al gemelo detrás de mí cuando intentó interponerse.
—Afuera. Los dos.
¡Mamá!
—Julia, sé razonable —le pedí, mi mano lista para empujarla lejos si hacia falta. No iba a meterme en su mente, no iba a ser esa persona que manipulara a la otra. Con mi otra mano, mantuve a Enzo lejos con un haz rodeándonos a Tom y a mí. Todavía no me había girado a ver al gemelo y me enojaba pensar que no podíamos estar disfrutando de la noticia por la reacción de Julia—. Ella está tratando de comunicarse, y yo soy la única persona que la puede escuchar o hacer algo al respecto.
—No vas a hacer nada, las sanadoras se están encargando de esto y hacer lo más que pueden.
—¿Y qué avance han tenido?
Levantó con más firmeza su arma.
—¡El suficiente! ¡La han mantenido con vida! —gritó—. ¡Y tu no pudiste hacer eso! ¡Así que fuera!
No...no.
Sentí mis ojos brillar ante la amenaza. Mantuve mi posición con firmeza, empujando al perro ridículo fuera de la habitación y robando el arma de las manos de Julia en un ademán. Con la otra mano la mantuve en su lugar, su rostro tenso, con sólo su labio inferior temblando. No era la única con una pelea emocional interna, lo único que nos diferenciaba es que ella parecía tener más miedo que felicidad. Yo no podía sentir eso. En la mínima chance que hubiera de que aquello podría ser la respuesta de todos los caídos, más allá de lo que Claire era para mí y para Tom, e incluso para Julia, yo iba a pelearle todo lo que me cruzara en el camino hasta encontrar la solución. Incluso, si fuera ella.
No le apunté con el arma, no tenía por qué, y su perro parecía haber quedado inconsciente fuera tras el golpazo contra la pared.
—Estamos hablando del avance más grande que han tenido en meses, Julia, meses. Por tu capricho, por tus decisiones, no voy a dejar que se me vaya de las manos —le aclaré, mis ojos pasando por su hija y después volví a la líder—. Y me voy a hacer cargo de que nunca más puedas culparme de la valentía de tu hija. De las decisiones que tomó.
Lancé el arma hacia ella, que se deslizó hasta tocar la punta de sus pies.
—Y no vuelvas a apuntarnos, una bala te va a hacer más daño a ti que a mí.
Claire no dijo nada más, no la escuché. Así que, sin darle la espalda, tomé la mano de Tom y lo obligué a que saliera conmigo de la habitación. No por darle el gusto de irnos, sino porque tenía que buscar respuestas, tenía que saber si, lo que estaba pensando, podría ser así. Julia cerró la puerta detrás de nosotros de un portazo, su caniche apoyado contra la pared (en la otra dimensión) con sus manos habiendo vuelto a la realidad. Mis dedos se aferraron a la mano de Tom hasta que salimos del edificio, sin importarnos las miradas que nos habían dado, sin todavía poder encararlo bien a él.
No fue hasta que, prácticamente, lo arrastré a un callejón entre unos edificios, que me giré hacia él y por fin me encontré con su reacción completa. Sus ojos abiertos en sorpresa, en incredulidad, y dejando ir la furia que sentía por la reacción de Julia, sonreí con él. Quería festejar con él, con quien esperábamos el retorno de nuestra amiga día a día.
Sonrió tímido.
—¿Es verdad? —quiso saber, su voz bajita, como si tuviera miedo de aceptarlo tan fácilmente—. ¿Es...es ella? ¿Estás segura?
Llevé mis manos a mi cabeza, todavía tratando de entender del todo que eso era real. Claire estaba ahí, nos escuchaba, nos había llamado. Estaba esperándonos y el mínimo contacto con ella, no sólo me recordó cuánto la extraño y la necesitamos ahí, sino que yo tenía la solución a su problema. A la de todos los caídos. Todo ese día culminaba en un solo momento.
No supe quien fue el primero que se lanzó a los brazos del otro, saltando como niños pequeños y riéndonos. Julia no iba a detenerme, ni Enzo ni nadie de su equipo. No cuando se trataba de la respuesta para volver a recuperar parte de la gente que estaba en un limbo, viviendo y no viviendo al mismo tiempo. No, Claire no merecía pasar otro segundo de esa forma, no cuando podía encontrarle la solución. Después de todo, había algo que había aprendido aquel día.
Si pude llevarme un recuerdo de alguien más, ¿qué más podría llevarme?
[...]
Corrí el camino que me sabía de memoria, más rápido de lo que pensaba, y habiendo asustado a unas cuantas personas en el camino. Debía de haber chocado unos cuantos hombros al cruzar la ciudad y me habré ganado unas cuantas miradas feas. No le di importancia, no podía, sólo seguí mi camino hacia la única persona que sabía que iba a ser razonable en la situación.
Tom estaba por entrar en turno de guardia y tuvo que dejarme sola, más allá de que trató de convencerme de que podría no ir. No lo dejé, ya Julia se había encabronado lo suficiente. No debíamos de enfadarla aún más, no cuando estábamos por cumplir el récord de hacerla enojar, probablemente.
Estuve a pocos centímetros de atravesar la puerta de la casa del Doc, espantando al pobre tipo que estaba con sus anotaciones esparcidas por la barra de su cocina y terminaron volando por mi entrada. Estaba rodeado de papeles, ya no sabía qué había anotado, qué era viejo y qué era nuevo. Antes de siquiera poder decir algo, levanté las que encontré de mi lado y no pude contenerme más.
—Entré en la mente de Claire, Doc —me tropecé en mis palabras, agitada por toda la corrida que me había dado. Lo había buscado por toda la ciudad hasta que, al cruzarme a Luna, me mencionó que lo había visto ir a su casa. Me apoyé contra la barra, una sonrisa emocionada en mis mejillas—. Ella me habló.
Frunció las cejas.
—Hay muchas ellas, pequeña...
Exasperada, quise corregirme y me ahogué con mi propia salida, tosiendo por lo agitada que estaba y por lo apurada también. El Doc parpadeó unas cuantas veces, entre mi entrada, la noticia malentendida, que me estaba ahogando y mi cambio de humor desde la mañana, parecía más preocupado que interesado. Se paró de dónde estaba, frotando sus sienes y acercándose a mí para tomar los papeles que había levantado.
—Respira, hondo, y habla lento.
Me obligué a obedecer, inflando todo mi pecho hasta no poder más y exhalar. Me lo hizo repetir unas dos veces más hasta que me indicó que hablara. Sentí de vuelta la sonrisa consumir gran parte de mi rostro.
—Claire —pude decir su nombre al fin, sin que me picara la garganta—. Entré en su mente, sin darme cuenta, y ella estaba ahí. Encerrada.
Dio unos pasos hacia atrás, tratando de mirarme fijo y concentrado, analizando lo dicho y, conociéndolo, con su cerebro poniéndose en marcha para empezar a pensar, a teorizar, a entender. El único cerebro que iba a ayudarme. Sacudió su cabeza y acomodó sus lentes antes de empezar con sus preguntas:
—¿Cómo pasó? —fue lo primero que soltó—. Nunca sucedió antes, ¿qué cambió ahora?
—Fui a visitar a Marla hoy, a pedido de Tom... me contó lo que se está hablando —contesté, dándome cuenta de que él no sabía lo que había sucedido por más que lo hubiera planeado él—. Fue la primera prueba para ver si podía entrar en su mente, en ver qué podía obtener de ahí. No logré mucho, lo único que hice fue abrir mi mente, entrar en la suya, llevarme un recuerdo y hacerla enfadar.
No me sorprendió que rodara los ojos, sabía que yo no tenía la paciencia cómo para lidiar con Marla, menos que menos después de todo lo que hizo. No dijo nada, seguía concentrado en mí. Podía escuchar hasta los engranajes imaginarios de su mente girando y obligando a trabajar los demás al pensar.
—Entonces, al haber bajado las paredes en mi cabeza, al haber destruido ese obstáculo que había armado para protegerme de las voces... —expliqué, mordiendo mi labio de la emoción—, al dormirme, yo seguía expuesta, y pude escucharla a Claire. Ella está ahí. Estuve en su mente, en lo que ella está viendo en su inconsciente.
El Doc sonrió, algo que copié, y los dos nos paramos en la misma idea.
—Su mente está activa.
—Su energía sigue en ella —le señalé, la realización siendo cada vez más concreta—, nunca la abandonó. Solo parece...encapsulada. Encerrada.
Mi emoción pareció contagiarlo, en unos pocos pasos había desaparecido de mi vista hasta meterse en su laboratorio. Yo lo seguí rápidamente, empezando a contarle los detalles de cómo había sido, de dónde había estado, a quién había visto, y como Claire había sido la única en reconocerme. El Doc había tomado otro anotador (que voló de uno de los estantes a sus manos) y estaba anotando lo que le decía, empezando a arrancar hojas y ponerlas en la mesada. Las lanzaba en el aire y estas se acomodaban en cuestión de un ademán. No dije nada al reconocer el escritorio de su aprendiz en el mismo estado que lo había visto la última vez. Nunca lo tocó.
Una vez que al menos seis hojas estuvieron colocadas en la mesa, se apoyó en sus manos a cada lado de ellas.
—Pudiste entrar en su mente —señaló uno de los papeles—, escuchaste lo que te decía. Te reconoció dentro de su mente como algo fuera de la memoria, suponiendo que era eso. ¿Ella usaba su anomalía en la escena?
Me encogí de hombros—: No la vi, pero estaba con flores, estaba rodeada de ella.
—Y estaban personas que la marcaron en su vida, su mamá y padrastro —anotó más cosas, arrancando las hojas y lanzándolas para acomodarlas en un ademán con las otras. Estaba armando una teoría, una que parecía estar muy certero de que comprendía—. Dijiste que algo la encapsulaba.
—O encerrada —señalé—. Eso parecía.
—¿Dentro de un recuerdo? —su lengua se posó entre sus dientes, algo que hacia al pensar, y marcó con fuerza una de las hojas. En la desprolijidad de su letra y la situación, sólo pude ver que marcaba la palabra recuerdo—. ¿Qué te encapsula dentro de un recuerdo? ¿O por qué un recuerdo?
Yo era terriblemente mala para todo lo que requería lógica, demasiado mala. Me había costado semanas lograr descifrar el acertijo que dependía del bienestar de la ciudad, y cuando lo había hecho, era demasiado tarde. Peor era empezar a tirar ideas para una teoría, para una respuesta en dónde no entendía ni la pregunta o el origen.
Pero estábamos hablando de Claire, y mi consciencia no podía no intentarlo por ella. Al menos en lo que pudiera.
—¿Cómo funcionan esas anti-navitas? Las esposas nos anulan, no nos encapsulan permanentemente, ¿cuál es la diferencia, entonces, con las otras? —le pregunté—. Troy logró manipularlas hasta que contuvieran mi energía dentro de mí desde el exterior, no el interior. ¿Es esa su función? ¿Encapsular o encerrar la energía dentro de uno?
Doc asintió.
—Exactamente. Por meses pensamos que la extraían, que, de alguna forma, dividía ambas energías, humana y anómala, y que esa división causaba el colapso —explicó, dibujando una persona palito en la hoja y dividiendo una línea en medio. Escribió las iniciales "A" y "H" en los distintos lados—. Si saco una mitad, la otra no funciona, menos cuando ya hicieron esa conexión.
Miré las mitades, una tonta idea cruzando por mi mente.
—Entonces, si es que la encierran, si bloquean toda una energía dentro de la persona, lejos de su control... —empecé a analizar, trazando mi dedo hasta la cabeza redonda de la persona dibujada—. ¿Por qué siguen con vida e inconscientes? ¿Qué los inhabilita a volver si su mente sigue activa?
El Doc señaló lo dibujado.
—La conexión —dijo—. Encierra y aparta sólo un lado, el otro queda vacío. Incluso si estamos hablando de una mezcla de energía de ambos lados —señaló "A" y "H" —, ¿quién sabe lo que verdad capturan? ¿Cómo una simple máquina elige un solo lado...?
—Cuando puede elegir ambos... —entendí—. Nunca es puramente una u otra, pueden ser una mezcla de ambas. La conexión.
—Y ambas son válidas para colapsar el cuerpo cuando uno está acostumbrado. Todos nos adaptamos a la energía dentro de nosotros, perderla... puede ser difícil de procesar para el cuerpo —dijo. Pensé en Marla y el estado desastroso en el que estaba, dándome cuenta de que eso podría haber estado relacionado a la pérdida de su anomalía—. Pero; ¿sacando parte de las dos? Es como sacarle la nafta a un vehículo o dejarle el tanque con poco. Es mejor dejarlo quieto que andando.
Me apoyé con él sobre la mesa, los dos analizando los papeles.
—¿Su estado es una reacción del cuerpo? ¿Para cuidar de la "nafta" que le queda?
El Doc frunció la boca.
—Es una buena teoría. El cuerpo es magnífico en ese sentido. ¿Por qué nos pone la adrenalina hasta el techo en circunstancias de riesgo? Nos hace andar, nos hace mover, incluso fuera con dolor —explicó, juntando las hojas y empezando a descartar otras. Las reemplazó rápidamente con bocetos y anotaciones que no entendí—. ¿Por qué tenemos reflejos? ¿Por qué funcionamos de la forma que funcionamos? Es una maravilla una vez que la estudias...
Ladeé la cabeza.
—No era mi ámbito, debo reconocerlo.
—Y, sin embargo, eres quien más puede experimentarlo —rio, incrédulo—. El meterse en la mente de alguien más, el mover las energías de los demás. La solución al problema más grande que tenemos. Irónico, ¿no crees?
Sonreí nerviosa.
—No me llamaría la solución, todavía.
—Pero eres la única dispuesta a intentar serlo.
Porque se trataba de la persona que merecía que lo intenten, que lo hicieran. No hice nada más que bajar la mirada, volviendo a mirar los papeles, y en lo que el Doc acomodaba los que había usado recién, se quedó quieto y levantó su mirada con tanta rapidez que sus anteojos se resbalaron de su tabique.
—¿Dijiste que te llevaste un recuerdo de Marla?
Asentí—: El nombre de su hermano, Ian. La desesperé con eso.
—Entonces un recuerdo es energía —dijo—. Si no, no lo podías haber ni tocado.
—Marla manejó sus mentes como quiso y no tiene lo mío...
—Porque ella creó ilusiones, alteró otras. Incluso con... Noah, él no se olvidó de lo que pasó —señaló—, si no que ella le hizo creer que no iba a ser importante para ti. Le alteró el recuerdo, no se lo quitó.
Alterar recuerdos. ¿Podría llegar a hacer lo mismo que ella había hecho? Marla había dicho que había tardado meses en lograr lo que se había planteado, la red, las ilusiones, su "inocencia" frente a los que no fuimos afectados. ¿Y yo? ¿Tardaría lo mismo? Viendo que tenía más facetas, ¿cómo lo haría?
El Doc empezó a quedarse corto con el ancho de la mesa y sus papeles.
—Sí el recuerdo es energía, para ti al menos, si te lo pudiste llevar... —señaló unas cosas más de otros papeles—, ¿es su propia energía la que la contiene en el recuerdo? Viendo que es de esa forma de haberla encerrado, con la teoría que estábamos hablando antes.
—¿Por qué su propia energía la encerraría en ese recuerdo? —inquirí—. Considerando que ese mismo el que se repite. O una secuencia parecida.
Con la parte trasera del lápiz golpeó una de las hojas apenas terminó de escribir en ella.
—Porque algo dentro de ese recuerdo tiene que ser el bloqueo.
Me lo quedé mirando un rato largo, sin saber de dónde había sacado ya otra teoría. Yo seguía procesando la primera.
—¿Cómo?
—La mente y cuerpo, como dijimos, reaccionan y se alteran a partir de las emociones, de las situaciones. Adrenalina, los reflejos; todos activados por una reacción, principalmente llevada desde una emoción. ¿Y sabes cuál es, en su mayoría? —preguntó, no esperando que le contestara con mis dos neuronas, y sonrió—. Emociones fuertes. Entre ellas, el amor, la necesidad. El miedo.
Me senté sobre la mesa, con cuidado de no pisar las hojas.
—¿Y entonces...?
—¿No hay una persona dentro de esa imagen a la cual le haya tenido miedo?
Miré la hoja que había golpeado con su lápiz, viendo que había señalado, en esa hoja, un nombre. El mismo que había visto, el que Claire había padecido gran parte de su vida, y que yo había borrado de la faz de la Tierra.
—El coronel Romero.
El Doc asintió, cruzándose de brazos.
—La última persona que vio antes de caer.
Habiendo ya pasado un año desde aquel suceso, el momento estaba todavía fresco en el rincón más apartado de mi cabeza. Ella saltando sobre Tom para protegerlo de otros militares, inocentemente queriendo ir hacia el gemelo y su padrastro agarrándola desprevenida con la anti-navita. El grito de Tom, el yo corriendo con Noah para llegar a ambos, y haber saltado metros y metros hasta tenerlo entre mis brazos. El crack del cuello y el dolor de ver a mi amiga en brazos del gemelo, no respondiendo.
Tenía sentido, en la lógica del Doc. La última emoción de Claire seguramente habría sido miedo, pero también necesidad, de defenderlo a Tom. Y amor, claro y seguramente, por él. Todas esas fuertes emociones, lindas y que la representaban, y su mente había decidido ir por la peor.
Adiviné parte de lo que el Doc estaba planteando.
—Ella tiene que matarlo, ¿no? —dije—. En su memoria. Romper con la secuencia y así se liberaría.
Doc asintió.
—Creo que tú puedes guiarla, ser la que la saque de ahí. Pero el bloqueo es lo que la encierra —explicó, marcando las demás hojas—, y no queriendo que te metas mucho en su mente y la alteres tú, porque no sabes mucho de esta nueva faceta, creo que es mejor dejar que Claire supere su obstáculo.
—Puedo hacer eso.
Me miró por sobre el borde de sus anteojos.
—Por más que la ataque en tu presencia.
Fruncí mi boca en un costado—: Ahí es dónde tendría problemas.
—Porque tu instinto es defenderla, ya lo sé. Pero si quieres planear y probar esto, de al menos intentarlo... —suspiró—, tienes que hacer lo menos posible sobre ella. Sé que no quieres dañarla, lo sé. Y por eso te estoy aconsejando guiarla, no salvarla. Estamos hablando de teorías sobre una mente, siquiera sabemos si es verdad.
Relamí mis labios nerviosa, sus palabras afectándome y haciéndome dudar. No, no iba a cambiar el plan, sólo que iba a tener que ser el cuádruple de cuidadosa si de verdad íbamos a hacerlo. Me temblaron las manos al pensar que podríamos hacerlo, que podríamos tener a Claire de vuelta. No podía esperar más.
El Doc miró por sobre su hombro, justo en la dirección del escritorio de Troy, y no hizo falta que dijera lo que estaba pensando. Lo adiviné fácil, porque yo también lo pensé. Con Troy ya hubiéramos encontrado la respuesta.
—¿Cuándo quieres hacerlo? —preguntó de la nada, todavía concentrado en el escritorio. Me encogí de hombros.
—¿Cuándo crees que puedo hacerlo?
En pocos pasos, se acercó al escritorio, y de entre tantas cosas que había, saco una de las anti-navitas que su aprendiz había usado para manipular y usarla en mis guantes.
—Dame unas horas, quiero asegurarme de algunas cosas y concretar más todo. Entre informes que tenemos, de teorías de antes... —exhaló, mirando el artefacto en sus manos y dejándolo entre todas las hojas—. Sólo unas horas.
Asentí. Sólo unas horas.
Sólo unas horas.
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