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Dicho y hecho, Anna entrenó conmigo cada madrugada.
No, no hablamos mucho, la realidad era que gran parte de las veces tenía un insulto en la punta de la lengua cuando me decoraba la piel de moretones de golpes, patadas o lo que fuera, y tampoco teníamos por qué. Si bien estábamos peleando, las dos por fin habíamos establecido un límite en el medio; ni ella me ahorcaba, ni yo le atravesaba la pierna con una cuchilla. Sano, en los términos que ambas aceptábamos de la otra.
Tom no podía creérselo cuando se lo conté, y Luna estaba que se descojonaba de la risa cada vez que se encontraba con algún golpe en el rostro de Anna que yo podría haberle atinado en la madrugada. Podríamos haber ido cada una a la enfermería y hacer que desapareciera en un brillar de manos, pero supuse que el orgullo de ambas dependía en superarlo naturalmente. Fui yo la primera que terminó siendo tratada, no quería que mi hermana frunciera su nariz en preocupación cada vez que me veía algún moretón en mi cuerpo o rostro.
A pesar del dolor, de la fatiga muscular, y de a veces salir más frustrada de lo que podría haber estado antes, empecé a dormir. Pocas horas al principio, algunos sueños atormentándome, pero tan sumergida en él que ya estaba dejando de afectarme como antes. Incluso empecé a tomarlos de otra forma, disfrutando de ver el rostro frente a mí, de pensar que estaba a poca distancia y simplemente disfrutar de verlo. De que, en mi sueño, estuviera sano y salvo, más allá de haberlo ubicado en medio de un bosque, en la noche y que encima estuviera sólo. Era ese el pensamiento que a veces lograba despertarme por más cansada que estuviera.
Se volvió nuevamente una rutina, el madrugar, entrenar, que me doliera todo el cuerpo al salir, ir a visitar a Claire, leer los libros que Tom ya casi no podía leerle (con suerte llegaba a pasar por su habitación y dejarle un beso en la cabeza) y después volver justo cuando mi hermana salía de la escuela y comenzar nuestra rutina de noche. El pobre gemelo llegaba más tarde que nosotros, igual o más cansado que yo, y tras cenar, cada uno colapsaba en su cama.
Tom estaba siendo llamado una y otra vez en los entrenamientos, el ocupar los zapatos de su hermano siendo más agotador de lo pensado, y encima con constantes reuniones con Julia para tratar de recuperar cierta seguridad y confianza en la ciudad. Por lo que él me contaba, no estaban llegando a mucho más que tratar de rescatarlos, incluso si no supiéramos donde estaban, al menos intentar. Hasta que recaían en la pregunta; ¿con qué? ¿Cómo? ¿A dónde? No estaban dispuestos a sacrificar lo poco que quedaba y la indecisión estaba agotando a todos, el trabajo siendo más pesado, y mi pobre amigo tratando de adaptarse a él de una forma tan agobiante que lo veía arrastrarse todo el día.
Mi hermana parecía ser la única que lidiaba mejor que el resto. Sus dibujos eran lo único que me había preocupado, y estaba muy tentada a poder preguntarle sobre ellos, para que pudiéramos hablar de ello. El problema era que cada vez que intentaba sacar el tema, ella siempre estaba sonriendo o riéndose de algo, tratando de levantar el ánimo. ¿Cómo era que trataría de traer un tema a la mesa que sabía que podría afectarla para peor? Si no me había mostrado sus ilustraciones antes, había sido por una razón, y lo único que podía hacer era esperar a que ella me lo mencionara. Cuando estuviera lista.
En lo que esperaba, seguí en mi rutina, acostumbrándome a una versión un poco más ordinaria de lo que antes tenía, hasta que, en una mañana, en lo que estaba en pleno complot del libro que estaba leyéndole a Claire, Tom entró tan apurado que se tropezó contra el marco de la puerta.
Tragué la risa al verlo levantarse de un salto.
—¿Qué pasó...?
—Van a decidir sobre el futuro de Marla.
El nombre salió de su boca y sentí que en toda la habitación bajaba la temperatura. No por él ni nada que Tom estuviera produciendo, sino por el hecho de que sólo escuchar la causante de todo me helaba la piel, me congelaba cada músculo, aparte de, irónicamente, hervirme la sangre.
No había pensado en su paradero, siendo honesta. Me había centrado más en los resultados que ella había conseguido antes de lo que podría pasarle. Podrían comerla las ratas y a mí me daría lo mismo, nos había dañado muchísimo, me había roto. En todo tipo de sentido. Lógicamente quería que sufriera y se pudriera en, suponiendo que seguía en la prisión, sin que nadie le tuviera piedad.
Hasta que me acordaba que eso sería lo que ella querría. Y no iba a imaginarme su deseo más preciado sucediendo.
Mis dedos se habían enterrado inconscientemente contra las hojas. Tuve que cerrarlo y dejarlo en la cama antes de volverme hacia el gemelo. Si había puesto el separador del libro en dónde me había quedado, no tenía idea.
—¿Tienen alguna idea?
Tom puso sus manos a cada lado de su cadera—: Matarla es la opción que más suena.
—No hagan eso.
—Se los dije —aclaró—. Pero... Entonces, ¿qué? ¿La seguimos manteniendo con vida, consumiendo parte de nuestro alimento y energía de personas que tienen que estar de guardia en su celda?
Alcé las cejas.
—No me digas nada, esos fueron los planteos de Julia, ¿no? —peleé el rodeo de ojos cuando no contestó, sólo dejándose caer en la silla frente a mí. De soslayo la miré a Claire—. Matarla solo la enviaría con su hermano, sea cual sea la religión que cada uno crea. No quiero eso para ella. Está lejos de merecerlo.
Por ella, media ciudad había sido capturada. Por ella, muchísima gente había terminado herida y separada de sus familiares y conocidos. Por ella, mis amigos se habían separado de mí. Por ella, Noah había terminado herido con ese artefacto que me daba pesadillas. No, ella no merecía ni la más mínima piedad. De las pocas veces que podría estar de acuerdo con Julia, pero la solución no nos llevaba por el mismo camino.
El gemelo arrastró la silla más cerca de la cama de Claire y le tomó la mano con suavidad. Miré al piso para esconder una sonrisa cómplice. Nos quedamos en silencio un rato hasta que me animé a preguntar:
—¿Quién está a favor de matarla?
Tom dibujaba trazos en la palma de Claire, sin mirarme al contestar.
—Enzo y Julia están desesperados con la idea de que desaparezca. De que no tengamos que hacernos más cargo de ella —suspiró, relamiendo sus labios. Siguió con su dibujo invisible por el brazo de nuestra amiga—. El Doc y yo estamos tratando de convencerlos que razonen una mejor opción. Marla viene del lado militar, puede o no saber cosas, tenemos que aprovechar la oportunidad.
—¿Piensas que porque lo supiera ella te lo diría?
Sus ojos almendrados volvieron a mí, parpadeando un par de veces como si fuera tonta.
—No hace falta que lo diga —dijo—. Lo tiene en su mente.
Y ahí era dónde entraba yo en la ecuación, lo que me hacía entender la razón por la cual Tom había corrido a mí a contarme la noticia. No Julia, no Enzo; ellos no me querían cerca del grupo todavía, no hasta las votaciones. Tom y el Doc harían justamente lo contrario, más que nada si comprobase que podríamos conseguir información que nos ayudara. Incluyendo el paradero de nuestros compañeros y hasta del destino de Noah con el metal titilando en su hombro.
—Quieres que me meta en su cabeza —sentencié. Él asintió.
—Podemos conseguir lo que necesitemos. No sé cuánto es que puedas conseguir, la anomalía es reciente y nunca las has usado para... eso. Mientras nos sirva, mientras podamos hasta estrujarla de todo tipo de conocimiento que nos pueda ayudar, tenemos que aprovecharlo, Tay.
Hice un puchero con la boca al pensar, mis ojos pasando por el brazo de Claire y notando una leve capa de escarcha sobre su piel, un dibujo suave que me hizo sonreír brevemente. Ya se estaba deshaciendo, su piel derritiendo la fina capa. Algo tan detallado por su naturaleza, deshaciéndose en el mínimo cambio. ¿Sería una memoria así? ¿Tan frágil? ¿Podría dañarla y perder la oportunidad de conseguir lo que buscábamos? ¿Se volvería como Troy?
Pensar en el ayudante del Doc me hizo apretar la mandíbula.
—Está bien, lo haré. Lo voy a intentar —dije—. Las veces que sean necesarias. Incluso si la lastimo o no... tengo que aprender de una forma u otra.
Tom sonrió suavemente—: Hoy en la tarde noche Luna estará de guardia. Podríamos meternos con ella y que pruebes ahí. Así saber si vale la pena esperar algo que están... anhelando muchos de acá.
Sí, yo la quería viva y que sufriera porque sabía la verdadera razón de ella por haber hecho lo que hizo. De no ser que se metió con una ciudad inocente, hasta la hubiera entendido. Yo había cometido bastantes errores cuando se trató de Morgan, incluso si me molestara la comparación con ella y sentir cierta empatía, era la verdad. Lo que nos diferenciaba, era que yo nunca había intentado castigar a gente inocente por acciones de alguien más. Ahí es donde la línea se dibujaba con fuerza y nos situaba en dos esquinas distintas de una misma pregunta.
Asentí con el gemelo, aceptando lo que me había propuesto, y pensando en retomar el libro, terminó lanzándose encima para arrancármelo de entre los dedos. Lo abrió en su regazo.
—No, ya leíste mucho —se excusó—. Me toca a mí.
—Pero es la mejor parte-
—¡Me toca!
Levanté las manos rendida al ponerme de pie y comenzar a irme para darles privacidad. Hasta una risa surgió en mi mente, como una risilla ruborizada, Tom seguramente disfrutando de su victoria en lo que yo me iba de la habitación. No me había dado cuenta de que me había contagiado la risa hasta que una sanadora me vio extrañada. Seguí de largo rápidamente hasta que me detuve al reconocer al Doc al lado de una camilla.
Con la misma velocidad que había reído, ahora fruncía las cejas.
—Hey, Doc —lo saludé. Después miré a la persona sentada en la camilla, sus dedos temblando—. Hola, Troy.
Seguía con una vista vacía, su cuerpo temblando, y había escuchado que estaban teniendo un pequeño avance al poder sentarlo y que no se acurrucara en posición fetal. La imagen seguía partiéndome el corazón de la misma forma que había hecho cuando lo había encontrado en el piso de la celda aquel terrible día. Sus barullos, la forma en la que ya no era él mismo, y al pobre Doc siempre a su lado cargando la total responsabilidad de cuidarlo.
Porque Zafira tampoco estaba. Acordarme de aquello me daban más ganas de terminar con el parásito que seguía viviendo en la prisión.
El Doc levantó su vista de su anotador y sonrió cansado.
—Hola, pequeña... ¿día de visita? —volvió a lo que estaba anotando, sin esperar que le confirmara lo obvio—. Olivia pasó hace un rato con Drea y los chicos. Preguntó por ti.
—¿Están bien?
—Oh, más que bien. Al parecer, Ashley ya está comenzando a levantar la cabeza y gatear levemente —contestó—. Jamie va en camino a lo mismo.
¿Por qué no me sorprendería que Ashley fuera la traviesa de los dos? El nombre le iría más que perfecto.
—Me alegra por ellos. Tengo que ir a visitarla... —alargué, mis manos agarrando el caño metálico de la camilla y volviéndome a centrar en Troy. Barullaba entre dientes, siquiera parecía decir algo lógico—. ¿Y...? ¿Y él, Doc...?
Deslicé mis pies por el piso al acercarme a él, que había dejado caer su cabeza al negar y haciéndome suspirar con tanta pesadez que sentí mis hombros caer. Eso sólo significaba algo malo. Miré la hoja de su anotador, muchas cosas tachadas o borroneadas de tal forma que podía deducir su frustración en cada teoría descartada. El pobre hombre estaba buscando respuestas donde no sabía ni qué preguntar. Lo superaba a hasta una persona que, científicamente hablando, iba mucho más adelante en teorías o hipótesis que cualquiera sanadora de ahí. Y el único que tenía el coeficiente más alto que cualquier otro, seguramente con la respuesta detrás de aquel balbuceo, era Troy.
¿Cómo era que Marla había afectado si se suponía que era más listo que ella? ¿Qué idioma le había afectado? ¿A qué se había referido con aquello? Eran más preguntas las cuales hallaría su respuesta en la mente de ella. La propuesta de Tom parecía más apetitosa de lo que hubiera pensado y era hasta tonto no haberlo considerado antes.
—No sé, no... no logro idear algo que tenga sentido. Las sanadoras pasan una y otra vez para ayudarlo a limpiarlo y a tratar de curar su mente, pero... —se acomodó los lentes, que ya tenían demasiada cinta por cada extremo, y en su anotador marcó unas palabras que eran las únicas no borroneadas—. ¿Qué es lo que estamos curando? ¿Qué...? Dios. Parece que literalmente le cambió el idioma, de verdad que no comprendo que le hizo...
Miré las palabras que había anotado: triángulo, único, junio, gato, mano, cuadrado, nada, único, arcoíris e infinito. O el Doc ya había perdido la razón absoluta, o estaba por jugar al ahorcado o pasa palabra con alguna de las sanadoras. A cada lado de las palabras, habían cuadrados tachados, como si hubiera repetición en cada una.
—¿Qué es eso? —señalé las palabras. El Doc las miró, y en lo que Troy seguía balbuceando, él marcó otras líneas más en algunas palabras.
—Es lo que él modula. A veces lo entiendo, otras veces no, y las repite cada tanto. Es cómo... lo único que quedó de su vocabulario, pensé que estaba formando una respuesta, pero repite estas palabras una y otra vez. Sólo cuando-
Troy frente a mí dio un respingo, un gruñido saliendo de su garganta al levantar y dejar caer sus brazos, golpeando sus manos en el proceso contra sus rodillas. Parecía enojado, sus facciones tensas, y cuando pensé que estaba por reaccionar, volvió a su balbuceo y el Doc tachó la primera palabra que soltó al balbucear. Triángulo.
No sólo se veía perdido. Se veía loco y me agrietó el corazón. Troy nunca podría ser un loco, era un genio y ahí estaba.
—Cuando hace eso, empieza de vuelta. Repite estas palabras en un mismo orden —señaló las escritas—. Triángulo, único, cuadrado, mano, gato, gemelos, junio... y así. A veces logro escuchar arcoíris, infinito y nada. La palabra nada.
—¿Estás seguro de que esas son las palabras? —quise saber—. Suenan aleatorias.
—Créeme, estoy desde que empecé a deducirlas tratando de buscarles otra formulación o lo que sea —dijo—. Son estas. Y estoy más seguro de que significan algo... por más que no encuentre qué.
—¿Un recuerdo? ¿Una canción? —era dudoso y extraño pensar en un tema que hablara de la geometría, de un mes, de gemelos y un gato, sin mencionar las demás palabras—. ¿Un libro?
—O un acertijo —contestó, una leve mueca de sonrisa apareciendo en sus comisuras—. Él trabaja así su mente, con acertijos, a eso creo que se refirió... Marla —le costó soltar su nombre—, cuando te dijo que le cambió algo e el idioma. Porque él no razona como nosotros, no piensa como nosotros. Él tiene su propio juego que lo protegió del parásito por mucho tiempo. De no ser por ello, vaya a saber cuánto habría durado contra ella.
Troy tenía su propio juego en mente, tenía su estrategia, su forma de pensar, su forma de ser, todo escondido en su maniobra y defensa que era su anomalía; su IQ altísimo. Era tonto pensar que una ignorante como Marla lo había herido hasta dejarlo soltando palabras sin sentido, que la herida que le había causado parecía haber arruinado algo tan complejo como lo que había construido en su mente.
¿O la estrategia seguía, en pedazos, habiendo vuelto a traducir su dilema entre las palabras que el Doc había deducido? El chico tenía la jugada, sólo debía dominar el campo de batalla.
Un carraspeo a mis espaldas me hizo girar, encontrándome con Luna y Tom. El gemelo me dio un asentimiento, indicándome que era hora. El Doc los saludo con una pequeña sonrisa. Puse una mano en su hombro antes de irme.
—Voy a buscarle una solución, Doc, lo juro —prometí, apretando mi agarre—. Lo suficiente para curarlo a él. Si Marla no lo dice... —dejé caer mi mano con un suspiro—...lo voy a saber igual.
[...]
Al llegar de vuelta al edificio, me quedé parada en la entrada cuando un escalofrío atravesó mi columna. No había vuelto a estar cerca desde aquel día, desde que había escapado de la prisión y que había tenido que pelear con ambos gemelos con tal de poder salir. El último momento de paz mutua que había tenido con Noah después de rescatarlo de las garras de Marla. Parpadeé unas cuantas veces cuando empezaron a picarme los ojos.
Unos dedos helados tocaron mi espalda y me hicieron dar un respingo. Tom tenía sus cejas fruncidas.
—¿Estás bien?
Asentí más rápido de lo normal, agitando los hombros para seguir caminando e intentar ni mirar las puertas quemadas que iban al comedor cuando entré al lobby. Peleé con el sabor amargo en la boca y seguí a Luna que ya estaba dirigiéndose por el pasillo largo en dónde había encontrado a Tom en estado zombie prácticamente. Caminó detrás de mí esta vez y no hizo nada más que eso. Aún recordaba lo que había sido derribarlo.
Luna sacó un juego de llaves de su pantalón y abrió la puerta al final del pasillo. Al abrirla y girarse a nosotros, frunció su boca en una línea.
—Te ves pálida.
Su comentario me hizo reír.
—No es mi lugar favorito, que digamos —dije, cruzando el umbral y empezando a bajar las escaleras. Los dos me siguieron una vez que cerraron la puerta—. Después de todo, había sido construido para mí.
Nuestros pasos se repitieron como eco por las escaleras, cruzando el primer subsuelo, dónde ahí había estado colgado el Doc, y después llegamos al segundo subsuelo. Mi corazón latía más rápido de lo normal, una mezcla de emociones viajando por todo mi cuerpo, y tuve que respirar hondo cuando Luna terminó de bajar y se paró frente a la puerta.
Nos miró a los dos y se cruzó de brazos.
—Antes de entrar, quiero avisarles un par de cosas, para su paciencia y... nada, más que nada paciencia —dijo, apoyando sus manos en sus caderas—. Ella nunca se calla, siempre tiene algo que decir, o cantar, o incluso relatar. Cuenta sucesos, cuenta planes que tuvo, todo para irritarnos. Y creo que, apenas los vea a ambos, y más que nada a ti, Tay... —suspiró—, se pondrá imposible.
Claramente, el parásito seguiría siendo parásito por más que le cortaran las patas. O, en su caso, estripado de su única habilidad. Sólo cuando volví a asentir fue que ella se acercó a la puerta, y usando otro llave del juego que traía, abrió la puerta y pasamos los tres.
No me acordaba que era tan oscuro, sólo un pequeño foco de luz dentro de la celda que estaba a pocos pasos de la puerta y era obvio por qué. Dos guardias estaban al lado de la entrada, saludándonos con un gesto rápido de la mano, y en lo que más me acercaba a la celda, empecé a escuchar un tarareo. Tardé unos segundos en reconocer el ritmo de la canción.
Era el tema que habían tocado cuando bailé con Noah. Ahora tenía una mínima idea de quien había estado en control de la música ese día.
Luna deformó su brazo hasta su usual filo y rayo unas seis barras que estaban frente a ella. El sonido me hizo cerrar los ojos, rascando mis oídos de una forma molesta. Tom a mi lado sacudió su cabeza. Por la poca luz del foco, llegué a ver unos pies sucios asomarse con cuidado. Mis manos se volvieron puños sin darme cuenta.
—Tienes visitas, imbécil —escupió Luna, su brazo volviendo a la normalidad. Un bufido irónico se escuchó desde la celda—. El mínimo movimiento fuera de lugar y te acomodo la nariz. ¿Claro?
Su riza hizo eco en todo el piso. Luna se alejó para darnos espacio, y en lo que podía ver los pies moverse y plantarse en el piso para levantarse, la silueta comenzó a formarse por la luz y pude ver, después de semanas, el rostro de Marla dibujarse detrás de la maña de pelo que llevaba. Para sólo tener una cama, inodoro y silla, se veía mejor de lo esperado.
Ni sus ojos maniáticos habían cambiado. Menos que menos cuando me vio a mí y a Tom. Incluso con el gemelo al lado, el frío que me abrazó al encararla al fin me hizo temblar. Sabía que no era por miedo, justamente ese sentimiento no era el que estaba conteniendo.
—Después de todo, te dignaste a aparecer —sonrió, arrastrando sus pies y levantando sus hombros, queriendo parecer más alta. Las dos teníamos la misma altura—. Ya te extrañaba. ¿Vienes a darme buenas noticias? ¿Terminar con lo que empezaste?
Fui yo la que largó una risa irónica. Aún temblando, sentía mi sangre hervir.
—No voy a darte ese placer. Si quieres morir, hazlo por tu cuenta —escupí, acercándome más a las barras cómo ella también. Parecía haber perdido peso, no mucho, sólo lo necesario para que sus mejillas parecieran más filosas y sus pómulos más marcados—. Aparte, viva nos sirves más.
—¿Por qué? ¿Crees que voy a cooperar?
—Porque creo que no tienes alternativa —me obligué a liberar mis manos, aferrándome a los barrotes para no dejar que se hagan puños. Tenía una sed de venganza, unas ganas insaciables de romperle el cuello en un puñetazo. Sabía el valor que sus memorias tenían, no podía arriesgarlo. Señalé mis sienes—. Y bien sabes por qué.
Sonrió como si le estuviera contando un chiste, algo que la entretenía, sin necesidad de reírse de mi idea. Me enojó más que me hiciera dudar; ¿acaso era más difícil de lo que pensaba? Yo oía algunos pensamientos que tenía que pelear fuera de mi cabeza, ¿Qué más difícil sería permitir que los escuchara?
Sus brazos cruzaron las barras, algo que hizo que Tom se acercara más y terminé deteniéndolo con una mano en el pecho. No tenía ni una gota de miedo por la persona frente a mí, podía derribarla en un sacudir de hombros, así que me terminé acercando más. Apoyó su mentón entre sus brazos, una risa pequeña proviniendo de su garganta, y sin darme cuenta, me encontré con sus manos agarrando la cadena de las placas.
Eso me hizo agarrarle la muñeca con tanta fuerza hasta torcerla. Eso la hizo sonreír más, sus dedos aun al alcance del metal.
—Las palabras vuelan rápido, Tay-Tay —murmuró, dejando ir las cadenas y sin sacar sus ojos de encima. Volvió a abrazar los barrotes y relajarse contra ellos—. Y tu noviecito tuvo que hacer lo mismo, ¿eh? —volví a hacer hacia atrás a Tom, una escarcha apareciendo en sus brazos con sus ojos deslumbrándose en azul. Luna palmeó su espalda y se paró a su lado para detenerlo. ¿Francamente? Sabía que no lo haría. Marla dio un suspiro como si fuera de alivio—. Algo bueno tenía que salir de lo que hice, ¿no?
No me pude contener, fue más fuerte que yo. Terminé tomando uno de sus brazos frente a mí, empujando su cuerpo hacia atrás, y tirando de mi agarre para que se golpeara contra los barrotes una y otra vez. Las veces necesarias hasta que cayó al suelo, gruñendo y gimiendo del dolor. Troné mi cuello y espalda, todos mis músculos tensos por la rabia y el estrés de tenerla adelante, de que me sacara de quicio con sólo palabras. Marla tenía razón, iba a ir directamente a mí y sacar lo peor de mí.
Lo que no sabía, era que yo me iba a asegurar de sacar lo peor de ella. Toda ella.
Como si tuviera veneno atravesando mis venas, no tardé mucho en volver hacia ella.
—Levántate.
Tardó unos segundos en obedecer, arrastrando su cuerpo, débil y golpeado, hasta que se sentó en el piso y me estancó su mirada en mí desde dónde estaba. No se volvió a acercar, ya sabía lo que pasaría. Una de sus cejas estaba sangrando y se estaba tomando el hombro del lado que la había agarrado. Si le había roto o no el brazo, tampoco me importaba.
Ya no sonreía, le había dejado más que en claro que no venía a jugar en lo absoluto, no en su juego al menos.
—¿Crees que es tan sencilla? ¿Mi anomalía? ¿Mi habilidad? —escupió. La herida en su ceja parecía ser más seria de lo que había calculado, una gota espesa de sangre decorando toda su mejilla hasta caer de su mandíbula—. Tardé meses en dominarla, ¿y te piensas que tú lo harás en semanas?
No quise admitir que tenía razón, por más que fuera así. Todo anómalo se había tomado el tiempo de aprender sobre su anomalía, sobre la novedad que era y cada pequeño detalle de ella; el momento, el sentimiento, el uso y la consecuencia. Yo no sabía nada de la mental, de la que Marla había dominado lo suficiente cómo para crear una red de ella y manejar a toda una sociedad de arriba de mil personas. Yo no tenía esa fuerza con ella todavía, la ignoraba más de lo que la había usado. Marla la conocía mucho más de lo que yo podría y era la única que podía controlarla.
Cerré los ojos sin darme cuenta, obligándome a relajar los músculos y me centré en bajar esas paredes que había construido en mi mente, alrededor de mis oídos y dejé fluir esa nueva sensación en mi cerebro. Era como abrir una puerta a lo desconocido, voces incontrolables haciéndose paso por mi mente, e ignoré el dolor de cabeza que me causó aquello. Yo estaba buscando sólo un tono de voz, el único que podía hacerme hervir la sangre de la manera que lo hacía, y escuchando cierta tonada, al abrir los ojos, fue más fácil centrarme en ella.
Que bueno que tú tengas el recuerdo de ella, entonces.
En el mismo instante que la vi reconocer mi presencia dentro de ella, mentalmente crucé esa puerta que había abierto, entrando en imágenes que saturaron mis sentidos. Era como estar en una simulación, dónde sentía mi realidad física, pero estaba viendo algo más. Algo que ni Tom, ni Luna o los otros dos guardias estaban viendo. Sólo Marla, agarrándose su cabeza al sentirme dentro de ella, y yo explorando todo lo que era ella.
Al principio se sintió como un laberinto, sin saber en dónde estaba y encontrándome con cosas que, para ella, debían ser importantes; cuando se enlistó en el ejército, cuando estudiaba psicología antes de la supernova. Cenas con su familia, un beso robado en los casilleros de la escuela cuando estaba en la secundaria, una secuencia con quienes suponía que eran sus amigos. Una vida ordinaria, algo que podría haber tenido yo o cualquiera de los adolescentes que estaban ahí.
Y después todo se empezó a acomodar cuando pensé en lo que había hecho, en lo que había logrado. Las imágenes se volvieron más actuales, entre ellas todas sus acciones, la sensación de manipulación en la gente a su alrededor, cuando llegó a la ciudad y borró ese recuerdo de todos para que no dudaran de ella. Hasta que llegué a la muerte de su hermano, viendo el reflejo de mi yo pasado asesinándolo en un puño de energía. Un dolor me atravesó el pecho, seguramente no mío, y tontamente sentí cierta empatía por ella. Pero no le perdonaba que se metiera con la ciudad, ella tendría que haberme atacado a mí. No a los demás.
Entendí la relación de las imágenes y por qué parecían, todas estaban a mí disposición. ¿Esto era lo que tanto iba a costarme? Lo dudaba, y la respuesta vino sola cuando me sentí expulsada del lugar, algo haciéndome hacia atrás hasta desbalancearme. Por instinto quise agarrarme de algo, lo último que había visto en ella, y para cuando abrí los ojos, Tom me estaba sosteniendo por debajo de los brazos. Físicamente me había hecho hacia atrás.
Una vez que recuperé el equilibrio, el gemelo palmeó mi espalda.
—¿Estás bien?
No respondí, sólo miré mi mano, la cual en mi mente había tratado de tomar lo que sea que haya tomado. Una palabra rebotaba en mi cabeza, constantemente fuera de lugar como si fuera nueva y no mía. Parpadeé al darme cuenta de que era, y al girarme hacia Marla, ella ya se había levantado del piso. Una vez más, volvía a sonreír.
—Te lo dije —amplió su sonrisa, sus pómulos marcándose más. Parecía tan segura de lo que me había dicho—. Te dije que-
—¿Cómo se llama tu hermano?
Tensó sus mejillas, confundida por la interrupción. Sentí que bailaba en mi cabeza; no había logrado lo que quería, la realidad era que iba a llevarme más tiempo probablemente, pero no significaba que no había habido un proceso. Algo había logrado porque sabía que lo había tenido en mis manos. Literal y mentalmente.
—¿Qué?
Me volví a acercar a las barras y fui yo la que se relajó contra ellas, mi mentón apoyado en mis antebrazos.
—Te pregunté —repetí, no pudiendo contener cierta emoción siniestra en mi tono de voz—. Cómo. Se. Llama. Tu. Hermano.
Solté cada palabra lenta y meticulosamente, saboreando la reacción de ella, la forma en la que su boca se abrió sin entender y cerró al no tener respuesta. Al no tener recuerdo. Al no tener registro de algo que había tenido tan presente. Algo que había yo había visto, algo que yo había presenciado, y que en un mínimo toque, había llevado conmigo al salir de su cabeza. Lo único que ella le importaba y que ahora no parecía recordar.
El nombre de la persona que ella más amaba y que yo había asesinado.
Parecía estar teniendo un ataque, sus dedos enterrándose en su cabeza y empezando a tironear de su pelo. Estaba hiperventilando, soltando sonidos desesperados con su garganta en busca de una palabra, algún sonido que seguramente la llevara al recuerdo de una palabra que usaba tan habitualmente. Reconocí ciertas lágrimas caer por sus mejillas, y hubiese sentido hasta el más mínimo gramo de pena, de no ser que tenía al gemelo detrás de mí que me recordaba del dolor que sentía igual o peor que ella en ese momento. Marla también se había cargado a una de las personas que yo más amaba.
Y no se lo iba a dejar ir así de fácil.
Fui rápida al reaccionar cuando notó mi paz en contraste a su locura, en el momento que lanzó sus manos para agarrarme de dónde pudiera, en un sacudón de mis hombros la volví a sentar en su lugar, su llanto ahogándola con insultos. No me afectaron, me dieron más placer que otra cosa, saber que podía dañarla igual a cómo ella había hecho con Troy, con la ciudad entera, y conmigo.
Le di la espalda al dirigirme hacia la puerta, su llanto aumentando, y sólo por simple sentimiento humano, al dejar pasar al gemelo por la puerta y con Luna esperando del otro lado, volví hacia ella.
—Es Ian —respondí por ella—. Para que no lo vuelvas a olvidar.
En lugar de volver a atacarme, sólo se quedó en su lugar, fulminándome con tanto odio que sentía el filo de sus pupilas arañarme la piel en su imaginación. ¿O estaba dentro de su cabeza de vuelta? Luna cerró de un portazo, girando la llave en la cerradura, y los tres nos quedamos en silencio en lo que volvíamos a subir. Una vez en el pasillo, Tom fue el primero en hablar:
—¿Y? —preguntó—. ¿Conseguiste algo?
Decepcionada, largué un suspiro.
—No más que hacerla enfadar y dejarle en claro que voy a terminar aprendiendo sus habilidades, le guste o no —solté, cruzándome de brazos y bostezando. Cierto viaje imaginario me había cansado, mentalmente hablando—. Me tomará tiempo, lo que significa que ella tiene que quedar viva por un tiempo.
Luna soltó una risa amarga—: Eso le va a encantar a Julia.
—Pero tendrá que soportarlo si significa tener una respuesta —aclaró Tom, sus facciones compartiendo mi decepción, sólo que él parecía más animado que yo. Supuse que le gustaba tener la razón y la había acertado en el plan conmigo—. Con todo, sea los militares, la localización de los capturados, sea todo lo que sabe...
—Y lo que hizo con Troy —agregué—. También está eso.
Marla tenía absolutamente cada respuesta a los dilemas que teníamos, porque claro, había sido la causante. Estaba segura de que la molestia de Julia era eso, que la persona que había logrado infiltrarse por debajo de su ojo de halcón, la persona que había causado más daño dentro de su dominio era la que tenía la solución. Iba a tener que actuar con lógica antes que furia, algo que iba a ser difícil para la líder. Yo lo sabía de experiencia.
Tom se apresuró para ir a hablar con Julia y Enzo, y así contarles las buenas (malas para ellos), noticias. Luna se despidió con un abrazo, refunfuñando que tenía volver a hacer guardia con Marla y ladeó su cabeza al preguntar:
—¿Podrías llevarte su voz la próxima vez? —quiso saber—. Me vendría bien una siesta en silencio.
Su idea me hizo reír más de lo pensado, porque no era algo loco. Era necesario. Terminé volviendo a caminar por las calles de la ciudad, bostezando más seguido de lo normal, y sin saber qué hora era o a dónde ir, terminé de vuelta en la enfermería. Busqué al Doc para contarle lo sucedido, y no estaba, y Troy tampoco, a lo cual debía estar con alguna sanadora que lograra ayudarlo a dormir. Pude ver por el reloj que mi hermana seguía en la escuela, y sin más ideas, volví a dónde había empezado mi día; con Claire.
Le sonreí al cerrar la puerta de su habitación, verla siempre me alegraba lo suficiente como para sonreírle, y me senté en mi silla actual. El libro ya no estaba cerca, lo cual significaba que Tom lo había escondido. Otra vez.
—Tu amorcito tiene suerte de que estoy cansada y te leería invocaciones sin sentido, porque si no... —lo amenacé con burla, riéndome sola. Apoyé mi cabeza sobre mis brazos cruzados en los pies de su cama—. Pero puedo contarte lo que acabo de hacer, es rarísimo...
Y empecé a contarle, sobre cómo había encarado a Marla después de meses, que la había golpeado, metido en su mente en busca del recuerdo de sus habilidades, para poder tomarlo, y que en lugar de eso me encontré con que podía fácilmente llevarme un recuerdo. Algo que ella había hecho con Noah, en su momento, y las promociones mías que Julia repartía anónimamente. Había aprendido lo más básico y mucho más dañino de lo que había buscado.
No me había dado cuenta de que había cerrado los ojos por el cansancio, y que me había acomodado contra la cama para poder terminar de sumergirme en el sueño que me esperaba con brazos abiertos. Inconscientemente me preparé para encontrarme las imágenes de siempre, las que mi cabeza creaba para mí y mi sufrimiento, y empezando a contar los segundos en la oscuridad de mi imaginación para encontrarme al gemelo mirándome, al parpadear, estaba en un lugar totalmente distinto.
Miré el techo decorado con luces pequeñas, cómodamente acostada sobre una cama blanda que rechinó cuando me senté en ella. Analicé mis alrededores, desde el escritorio de madera lavada, hasta el espejo que colgaba detrás de la puerta cerrada. El acolchado era verde con ramificaciones celestes y el lugar olía a vainilla. Un olor particular. ¿Había conocido un lugar así en mi vida? Mi cuarto no era, mi habitación era un desastre y mi mamá vivía pateándome la ropa que dejaba en el piso cada vez que entraba.
Ahí todo estaba ordenado, un aire fresco entraba por la ventana abierta y revolvía mi pelo. El sonido de los pájaros me hizo levantarme y acercarme para poder mirar lo que estaba afuera, a ver si reconocía un mínimo aspecto del lugar dónde me encontraba. Estaba muy segura de que nunca había pisado ni ese cuarto, ni esa casa, ni ese patio lleno de arbustos, flores y vaya a saber cuantos más tipos de plantas había abajo. Reconocí a una chica cortando unas flores entre ellas, su pelo recogido con un pañuelo. Una corazonada me dijo que algo no estaba bien. Que eso no era un sueño.
Un sonido en la casa me hizo darme vuelta, parecían voces gritándose. Tuve cuidado al acercarme a la puerta, no querían que me escuchara, y por más que la madera chilló al ser movida, los gritos eran más fuertes. Eran dos tonadas tajantes y estrictas, ninguna cedía ante la otra, y en lo que yo bajaba lentamente por la escalera que había encontrado apenas abrí la puerta, empecé a reconocer una de ellas.
La sala tenía tres sillones, uno de tres cuerpos y los otros dos eran individuales, como muchas salas familiares, y en uno de los individuales estaba un hombre que me daba la espalda, de pelo cortado al ras y hombros anchos. Del otro lado, cerca del sillón de tres cuerpos, estaba la causante de la voz que conocía. Julia. Pero no era ella, no la líder que conocía, menos que menos con el delantal floreado y su pelo tan largo como para estar rozándole la cintura. Yo conocía una mujer de pelo a la mandíbula y tapado oscuro. ¿Qué era esto?
Los dos se estaban gritando, lo veía, lo escuchaba, sólo que no lo entendía. Sus palabras parecían tapadas, como si hubiera un filtro en ellas o una dislexia que no me permitía entender. Cuando me quise acercar, el hombre se levantó, y me terminé apretando contra la pared cuando le reconocí el rostro, los mismos gestos que había visto relajarse hasta morir.
El coronel Romero.
No me vio, ni él ni Julia, seguían gritándose uno al otro hasta que él se giró, le dio la espalda, y empezó a subir las escaleras en zancadas. Julia le gritó algo más desde abajo, sus ojos rojos llenos de lágrimas furiosas, y después se apuró a desaparecer detrás de lo que parecía ser el umbral a la cocina. La seguí a ella, sintiéndome más segura en su presencia antes de la persona que había matado. Por cuesitones obvias.
La Julia frente a mí se acercó a lavar los platos que quedaban, refunfuñando entre dientes y limpiándose las lágrimas con sus antebrazos. No era difícil darse cuenta que lo que había presenciado era una pelea de parejas, de un matrimonio que, en pocos segundos de haber presenciados, se caía en pedazos. Seguía sin entender por qué lo estaba viendo, por qué estaría reviviendo algo que era de Julia. ¿Un recuerdo suyo? ¿Acaso me había afectado lo de Marla?
Y cuando quise acercarme e interactuar con ella de alguna manera u otra, su cabeza se giró de costado, su voz soltando una melodía de una palabra que, filtrada o no, yo entendí claramente. El aire se comprimió en mis pulmones, sin entender cómo era que esto estaba pasando, y recordando la silueta de la chica que había visto afuera, no lo dudé dos veces al lanzarme contra la puerta que daba al patio trasero (que no sabía cómo era que sabía eso), y corrí los pocos pasos de la galería hasta la entrada de la huerta que había visto.
La chica frente a mí contestó y aceleró mi corazón, porque además de verla, fue a la única que entendí:
—¡Ya voy, mamá!
Sentí que me temblaba todo el cuerpo, el aire tan escaso en mis pulmones que empezó hasta apretarme la garganta. La chica se levantó de sus rodillas, con un ramo de flores en mano, y después de sacudirse el entero de jean que tenía, que estaba lleno de tierra, se giró hacia mí. Reconocí sus gestos, su pelo ondulado y oscuro, contenido por el pañuelo para que no le molestara en el rostro, y sus ojos oscuros. A diferencia de las otras dos personas que me había encontrado en la memoria, pude verlos muy bien.
Porque ellos me estaban mirando a mí. Ella me estaba pudiendo ver.
Se le cayeron las flores de sus manos, su boca abriéndose al mismo tiempo que sus ojos.
—¡¿Tay?!
Sentí que estaba por estallar, mi voz cortándose en medio de su nombre.
—¡¿Claire?!
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