Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[25]̴

Había pensado que no iba a encontrar ningún peor sentimiento que el dolor, que me estrujara el corazón y me hiciera ahogarme en lágrimas contra la almohada. Pensé que tampoco iba a sentir algo que me hiciera odiar más toda la circunstancia que estaba viviendo, que era imposible que algo más se sintiera y viera peor de lo que todo estaba.

Hasta que sentí el vacío y la nada misma en mi corazón.

Era como una sensación de estar entumecida, nada presionando mi pecho más que mi propia respiración y con pocas ganas de absolutamente hacer algo al respecto de mi estado. Lo único que quería hacer era hundir mi cabeza en mi almohada, deslizarme en mis sábanas, y tratar de buscar un tipo de calor que pudiera volver a dormirme con la esperanza de despertar y no sentir un agujero de nada en mi pecho.

Estuve días así, en lo que la líder de Costa Norte nos había obligado a quedarnos en nuestros departamentos y sobrevivir con lo que hubiese a mano; todo para no atraer a nadie más a la ciudad. Tras el suceso de... tal rastreador o detonante, habían tomado la precaución de "desaparecer" del radar de cualquier bando. Irónicamente, el término de "desaparecer" era lo suficientemente amplio como para sentirme hasta representada.

Incluso desde dentro de cada edificio, teníamos prohibido cruzar a las habitaciones continuas, lo cual significaba que no podía verlo a Tom. Ni a Luna, ni a Aiko, ni a... nadie que quedara de mis amigos. Olivia me había hecho el mínimo favor —al pasar por nuestro departamento en una recorrida para ver que no había nadie más herido— de avisarme que Drea y sus hijos estaban bien, que estaban preguntando por mí. En mi estado ausente, sólo pude decirle que no se preocupara. No aclaré que estuviera bien y Olivia pareció entenderlo con una sonrisa triste.

Obligatoriamente —e irónicamente— tuve que salir en el tercer día para reunir a todos los del entrenamiento y ver en qué situación estaban. Yo había dejado de ser parte de aquel grupo desde hacía semanas cuando entrenaba con Sue, lo cual pensar en ella y en dónde estaría me apretaba los pulmones. Fui sólo por ella ese día, parándome en el centro de entrenamiento junto a los demás que quedaban, que eran la mitad o menos de los que éramos. Todos compartíamos las mismas facciones, caídas y detonadas.

Ese día vi a Tom después de que me dejara en mi departamento la noche que su hermano se fue. Había entrado último con Enzo a su lado, un buzo en él con su capucha puesta. Me hizo acordar a la versión de él cuando estábamos en la escuela y él pensaba que su hermano estaba muerto, mucho antes de que escapáramos juntos. Era la misma situación, sólo que ahora sabía que su hermano tenía la muerte literalmente colgando de su hombro.

Parada en el centro de todo, sin saber en qué Nivelación pertenecería después de todo, cruzamos miradas brevemente. Tuve la intención de acercarme, quise hacerlo, pero todo mi cuerpo parecía tan pesado que lo único que hice fue compartir esa mirada. Él tampoco me sonrió o algo, no tenía con qué, y siguió los pasos de Enzo subiendo las escaleras al cuarto de reuniones y se metió en él.

Era obvio que Tom iba a ocupar el lugar vacío que su hermano había dejado en el grupo. Quien lo seguía en fuerza, entrenamiento y conocimiento militar —por más que fuera por su nefasto papá—, era él. Me apenó que debiese tener esa responsabilidad aun saboreando la soledad de la ida de su gemelo. Me arrepentí ese día de no abrazarlo.

Ese día fui yo quien golpeó la pared del cuarto de Morgan tres veces, la rutina que habíamos hecho con él y su hermano tras llegar a la ciudad. La pared de mi hermana era la que daba hacia el cuarto de él, estaba segura. No recibí respuesta y tampoco no tenerla era una. Era su espacio.

La lluvia que había comenzado el espantoso día había decidido quedarse por un rato, el sol recién entrando en mi ventana en el quinto día de aislación y que no cambió en absolutamente nada mi humor. Estaba acostada en mi cama, mi espalda pegada a la pared fría de mi cuarto, una mínima esperanza de que sintiera los tres golpes. Algo que me reviviera las ganas de levantarme, de no sentir la culpa de haber traído a Marla a Costa Norte, y que me trajera devuelta todo lo que había perdido.

Había enterrado los dedos en mi almohada y escondido el grito de ira que ardió en mi pecho. Quería sentir algo, quería que el vacío se llenara.

Al séptimo día en la madrugada, logré salir de mi habitación después de una ducha —demasiado larga e hirviendo— y me senté en la mesada del comedor. Había hecho una taza de café y miraba el vapor salir de ella, sin saber qué buscaba ya, y deslizando mi cabeza hasta apoyarla contra la mesada. ¿Cómo era que me sentía cansada si lo único que había hecho en los últimos días era esconderme detrás de mis sueños? Más allá que estaban plasmados de los desaparecidos, de quienes se habían ido, ¿Por qué sentía que no podía descansar absolutamente nada en mí?

Una lágrima sin sentido hizo el recorrido de mi comisura, cruzando mi nariz y cayendo por mi otra mejilla apretada contra la mesada. Vacía, en la nada, en modo automático y ausente a absolutamente todo; las lágrimas eran las únicas que tenían sentido.

No supe cuánto tiempo estuve así, sólo un carraspeo me hizo abrir los ojos, encontrándome con la sala más iluminada con el sol y la taza ya habiendo enfriándose. Desde mi perspectiva, Morgan estaba detrás de la taza.

            —¿Tay...? —no la había ni escuchado abrir la puerta de su cuarto, que usualmente estaba abierta al, cada noche, deslizarse en mi cama para acompañarme. Moví la taza de mi vista como respuesta y ella suspiró. Tenía su mochila escolar colgando de su hombro—. Voy a ir al departamento de Simo... tenemos que ir a la escuela.

Fruncí el ceño y tragué en seco—: ¿Cómo...? No hay escuela.

Se relamió sus labios nerviosa.

            —Enzo pasó ayer, no lo escuchaste —aclaró. Levanté brevemente la cabeza.

            —¿Cómo le abriste la puerta? —pregunté—. La llave la tengo yo.

            —No necesito abrir las puertas para salir de un lugar... ¿recuerdas?

En otra circunstancia, me hubiera reído, seguía siendo mi hermana menor y estaba segura de que, incluso no siendo igual a mí, íbamos a tener muchas cosas en común. Cómo, por ejemplo, nunca hacer caso. Probablemente un fantasma de sonrisa se asomó por mi boca, las facciones de mi hermana relajándose brevemente y compartiendo una pequeña sonrisa.

            —Supongo que te avisó de las clases... —deduje, empujando mi cuerpo fuera de la mesada. Ella asintió.

            —En realidad, vino a avisar que ya podíamos salir, a lo cual... —jugó con sus dedos tímidamente—. Iba a decirte también que ya puedes ir a ver al resto. Tom está sólo...

Cerré los ojos inconscientemente, no queriendo pensar en lo que el gemelo estaba pasando. Desde antes de verlo en el centro, había intentado, sin darme cuenta, mentalmente atravesar las paredes de nuestros departamentos y ver qué estaba pensando, qué cruzaba su mente en el departamento vacío y su única presencia sobreviviente en él. No había tenido en cuenta que el control que estaba teniendo en mi nueva faceta era casi nula y, por más que la practicara o intentara comprender, terminaba leyendo otras mentes que no quería. Por ese mismo accidente, había escuchado a Luna llorar por Jacob y, sorprendiéndome, por Cassia. Había un rompecabezas que se estaba armando en mi cabeza sobre su relación. Terminé aprendiendo como callar lo que no me convenía escuchar por respeto a los demás.

Para cuando volví a ver a mi hermana, ella se había parado cerca de mí.

            —En serio deberías tratar de verlo, lo necesita —suspiró—, y tú también.

No iba a mentir y decir que no había notado la forma preocupada que mi hermana me había mirado todas esas noches, en dónde me aferraba a ella con tanta fuerza que terminaba llorando porque no encontraba lo que buscaba. Estaba llena de amor y bondad, de una calidez que era, al menos, lo suficiente para ayudarme a dormir y apagar todo. A veces se quedaba dibujando a mi lado en los días, acompañándome y hablándome de vez en cuando para, probablemente, asegurarse que no iba a esfumarme. No podría hacerle aquello y estaba agradecida de todo el esfuerzo que estaba tomando lidiar conmigo. Sé que trató a pesar de no ser lo mismo. Simplemente no era lo que buscaba para saciar ese vacío y me abría la herida una y otra vez. Supuse que ella lo sabía.

Sin embargo, tenía razón. No era la única que estaba sufriendo la pérdida de Noah. Fue un largo suspiro el que solté.

            —Tienes razón, debería verlo... —accedí y me esforcé en acariciar su pelo—. Pero primero voy a acompañarte a la escuela. También tengo que salir un poco.

No tenía, en el término más irónico, energía para salir y afrontar el vacío del todo; de los que faltaban y verlo, de lo causado y presenciarlo, de lo llorado y compartido. Pero tenía que empezar a retomar mi vida de alguna forma, y si el vacío iba a vivir conmigo, aceptarlo de alguna forma. La reacción aliviada de mi hermana me hizo dar el impulso necesario para levantarme de la mesada e ir en busca de las llaves.

Para cuando volví, Morgan me esperó sólo unos segundos en la puerta antes de atravesarla por su cuenta. Me recibió con otra pequeña sonrisa al salir y cerrar la puerta, deteniéndome brevemente cuando mis ojos cayeron en la puerta a unos metros de mí. Le indiqué a mi hermana que me esperara, peleando el no arrastrar mis pies hacia ella, y el aire se atascó brevemente en mi garganta.

Enterré mis uñas en mis palmas para hacerme reaccionar, y di dos golpes en la puerta antes de retractarme. Por la hora y por, seguramente todo lo que era ser parte del grupo interno, sabía que él ya debía de estar despierto.

            —¿Tom...? —carraspeé mi garganta para que se escuchara más alto, y sin respuesta los siguientes segundos, sí sentí una ráfaga fría atravesar el orificio por debajo de la puerta y acariciarme los talones. No abrió la puerta. Compartí una mirada con Morgan que también había notado lo mismo y gesticuló que siguiera hablando—. Sólo quería pasar para... para verte. Ahora que se puede salir y volver a... lo que sea que podamos volver a, quiero que sepas que estoy. Lo último que quiero es que estés sólo, sé que duele, créeme...

Apreté la mandíbula, mis uñas enterrándose aún más en mis manos. Mi cabeza dolía un poco, restringiendo y tratando de contener su libertad era bastante difícil, y tampoco quería entrometerme en sus pensamientos. No era mi lugar hacer eso y no lo permitiría. A él lo quería cuidar.

            —Voy a llevar a Morgan a la escuela y supongo que después vendré de vuelta, ¿sí? —hablé tontamente, sin dejar de notar el frío en mis tobillos. Se había puesto un poco más intenso—. Te quiero, espero que podamos vernos hoy.

Hablar con mi mejor amigo a través de una puerta podía parecer patético, pero también me daba una idea de qué tan mal podría estar. Eso me preocupaba aún más. No pude hacer más que esperar una respuesta que, no siendo dada, lo único que hice fue volver hacia Morgan e incitarla a que comenzara a caminar. No escuché la puerta de Tom ni cuando salimos del edificio.

Cuando había salido en el tercer día, me esperé hallar las calles vacías, siendo que solos los de entrenamiento nos habían pedido salir. Ese día, que se suponía que todo volvía a la "normalidad", encontrarme con la población escasa, puestos de venta que no habían remontado sin su dueño, o que la entrada de la escuela no se atorara de niños como antes; mis dedos se hundieron en los hombros de mi hermana. Hasta ella estaba igual de tensa que yo.

Me abrazó con fuerza al despedirse, y en lo que le daba un beso en su cabeza, ella soltó un jadeo.

            —¡Podrías hacer las compras! —dijo más alto de lo pensado, lo cual me atontó por la sorpresa—. Digo, ya que estas afuera... en la semana nos quedamos sin algunas cosas, podrías acercarte al mercado y ver que puedes conseguir.

Fruncí la boca.

            —Por ahí la gente no esté en condiciones de vender, An.

            —Probablemente no venta... —sus mejillas se pusieron rojas—. Hay puestos sin nadie supervisando, su mercadería puede llegar a arruinarse y sigue siendo, después de todo, cosas que necesitamos.

En otro momento, hubiese pensado que la idea de robar nos habría pesado más a las dos. No era la persona más apta para decir que otras ideas no me habían pesado con culpa, pero la verdad era que, tras las palabras de mi hermana, tenía más sentido llevarme mercadería que dejarla caducar. Seguramente tampoco iba a ser la única que lo hiciera.

Sólo le volví a besar la cabeza, indicándole que siga de largo hacia la escuela, y una vez que la vi desaparecer por la entrada, solté un largo suspiro. Con tan poca gente alrededor, que se escuchara más alto de lo normal me desanimó. Tanta soledad...

Volví por dónde habíamos venido, siguiendo de largo hacia la zona del mercado. Cómo mi hermana había dicho, pocos puestos habían retomado su apertura y, aparte de que los rostros de la gente no te invitaban felizmente a comprar sus productos, tampoco tenían mucho para ofrecer. Muchos eran objetos reciclados que les daban una segunda oportunidad de uso, otras eran fabricaciones propias o comidas hechas, o cultivadas, por alguien más. Era el trabajo más ordinario que podrían tener en su nueva vida y ver restos de algunos de ellos que no estaban ahí me hizo apretar la mandíbula.

No fui la primera en llegar y empezar a vaciar los puestos, muchas más personas habían llegado y estaban repartiendo lo que encontraban entre la gente que esperaba en la ronda. Había gente que sacaba las cajas y las dejaba frente a los demás para que las vaciaran. Era demasiado peso para algunos y lo vi en un pobre hombre que se le doblaba la espalda de una horrible manera. Parecía tan triste cómo yo, vaya a saber lo que —o quién— había perdido.

Fue costumbre el hacerme paso a ayudar a mover los cajones de enlatados y envasados con el cual el pobre tipo estaba peleando por cargar, acercándome lo suficiente para que en un ademán de mis manos se elevara en el aire. Lo moví hasta apoyarlo cerca de la gente que esperaba, con cuidado de no romperla. Todos me analizaron atónitos y no les di tampoco tanta atención en lo que seguí ayudando. Ni siquiera los ojos curiosos movieron un pelo en mi pecho. Nada de nada.

Las cajas empezaron a vaciarse, los puestos desarmándose y quedando vacíos para su siguiente vendedor. Parecía cruel, injusto, borrar un pequeño comercio de alguien que sobrevivía de él y del cual no sabríamos si lo necesitaría de vuelta. Sobrevivir era ser egoísta a veces, lo cual no significaba que no lo reconociera, sino que había sacrificios de valores que uno a veces tenía que tomar.

Llegué a tomar unas cosas para Morgan y para mí, un pan de manteca, fetas un poco húmedas de pan que recuperaría en una horneada. Los agricultores, otros pocos que quedaban, también habían cedido gran parte de su cosecha sin esperar nada a cambio. Había un ámbito más bondadoso del que había cambiado, nadie estaba desesperado por tomar nada, sabían y reconocían que todos estábamos en la misma situación.

Con una caja llena en mis brazos, dada por terminada mi búsqueda, me hice paso entre la gente para volver hacia mi departamento. Al atravesar los pasillos del mercado, pasé frente a una de las tiendas de ropa renovada, dónde meses atrás había comprado un par de zapatos restaurados. En lo que cruzaba la entrada, el vendedor carraspeó la garganta con fuerza. Al mirar hacia él, su vista ya estaba fija en mí. Era el mismo tipo que había ayudado con la caja hacía unos minutos.

Debía ser la primera vez que cruzaba miradas conmigo.

            —Eres Taylin... ¿no? —preguntó, la respuesta siendo obvia, y no encontré en mí el sarcasmo con el cual usualmente le había contestado. Solo pude asentir. El tipo tenía un gorro de lana puesto y se lo sacó lentamente, jugando con él entre sus dedos. Parecía...avergonzado—. Quería...quería pedirte disculpas...y agradecerte.

Levanté las cejas sin entender—: No hay de qué, pero... ¿Disculparte?

Sus dedos se enterraron en el material de su gorro, su boca tensándose en una fina línea.

            —Meses atrás...pensé lo peor de ti, pensamos lo peor de ti. Y no decía gracias por la ayuda de recién —aclaró, todavía jugando con su gorro. Si antes se veía triste, ahora parecía decepcionado—. Sabemos lo que hiciste por nosotros, por todos...y no sabes la vergüenza que me da haberte tratado tan injustamente. Quería pedirte disculpas...y que lamento tus perdidas también.

No era sorpresa que muchos ya supieran de la ausencia de Noah Parker, después de todo, era no sólo parte del grupo a cargo, sino también alguien que se destacaba entre el montón al haber dos de ellos. Quise pensar que el nudo que surgió en mi garganta fue pensar en él y no la sensación de agobio de por fin ser reconocida por algo bueno. Que por fin las miradas no fueran en rencor, en duda o confusión, sino que fueran con cierta admiración por agradecimiento.

Algo que había buscado por meses y que ahora veía sin sentido. Ya no buscaba la aceptación. Sólo pude encogerme de hombros y suspirar.

            —Yo lamento las tuyas, espero que te encuentres bien —contesté, más seca de lo que me hubiera gustado y, por eso mismo, me obligué a sonreírle en una mueca—. Gracias por tus palabras.

Me devolvió el mismo tipo de sonrisa que le di y no esperé a que dijera nada más, seguí mi camino hacia mi departamento. No quise pensar en sus palabras y lo que significaba que ya todos supieran lo que había hecho, y podría haberlo ignorado, de no ser que, al llegar a la entrada de mi departamento, Enzo estaba ahí cruzado de brazos.

Ni el pulgoso me causó algo. Abrí la puerta ignorándolo y dejando la caja en la mesada.

            —¿Necesitas algo? —pregunté alto y claro. Él no entró al departamento, se quedó parado en el umbral de la puerta.

            —Hay una reunión en el centro de entrenamientos.

            —¿Y que tengo que ver yo? —escupí—. ¿Quieren que les baile o qué?

Enzo alzó una de sus cejas.

            —Bien sabes por qué estás siendo solicitada —soltó de vuelta—. Hay cosas que hablar.

Cerré la puerta de la heladera que había abierto apenas pude dejar el pan de manteca. Entre los imanes que Jacob nos había dado, una de las fotos de todos juntos había sido colgada ahí. Yo no la había dejado ahí y estaba segura de que sólo una persona más era dueña de esa cámara y que podía entrar a mi departamento.

Decidida, volví hacia Enzo que me esperaba para ir hacia el centro. Sólo iba para ver a Tom.


[...]


Al llegar a lo que sería la reunión, escuché voces discutiendo antes de que entrara. Enzo me sostuvo la puerta al pasar, un mínimo de decencia suya, y todos los rostros se giraron hacia mí. A la primera que vi fue a Julia, parada en el otro lado de la mesa larga que había en el medio, sus facciones estrujadas en ira, frente a un Doc que no estaba tan distinto a ella. Él me estaba dando la espalda hasta girarse hacia mí.

Sus facciones se relajaron, una leve sonrisa en él. Su bondad me contagió la sonrisa cuando estiró sus brazos para rodearme con ellos. Me nació devolverle el gesto.

            —¿Cómo estás, pequeña? —susurró cerca de mi oreja, meciendo mi espalda. Palmeó mis hombros al separarnos—. Lamento que te molestemos, pero...

            —Necesitamos tu versión de la historia.

Había pensado que, dada la lavada de cerebro que Marla le había dado a Julia, su odio podría haber sido producto de los hilos de la anómala y no que la líder de Costa Norte quería mi sangre en su sopa. Eso fue hasta que escuché su voz tajante, la misma voz que hubiera usado en su estado manipulado, y en lo que me volvía hacia ella, su mirada fue la misma. Julia Finch me seguía detestando con y sin un parásito en su mente.

El Doc me palmeó la espalda al hacerme avanzar hacia una de las sillas, situada frente a una figura encapuchada que ya había reconocido. Olivia estaba parada en una esquina, quien me saludó con un gesto de su mano, y en lo que yo me sentaba en dónde me habían señalado, Enzo iba a su usual lugar a la derecha de la líder.

Tom estaba moviendo una lapicera sobre la mesa, sus ojos fijos en ella, y simplemente pareció no tener reacción a mi presencia hasta que terminé de sentarme. Una vez más, me hallé con el mismo reflejo de persona que había visto en la escuela, y sin darme cuenta, me había deslizado contra la silla, el mismo peso en mis hombros.

Olivia se sentó a mi lado en lo que Enzo y Julia susurraban entre sí, vaya a saber para qué, y por más que tuviera que prestarles atención, lo único que me incité a hacer es estirar una de mis piernas por debajo de la mesa hasta tocar la rodilla de Tom. Su boca se movió brevemente hacia arriba, y pensando que estaba por reaccionar, Julia palmeó la mesa al apoyarse en ella.

            —Estamos tratando de decidir...el futuro de la señorita Landon.

Tontamente ladeé la cabeza—: ¿Landon?

El Doc se cruzó de brazos.

            —Marla. Marla Landon —aclaró. El simple nombre me hizo tensar los nombres—. Por el momento, sigue en la celda y custodiada por unos anómalos que se turnan en guardias. Está con las esposas puestas...

            —Que no parecen hacerle efecto, así que deben estar rotas —aclaró Enzo. De reojo compartí una mirada con el Doc, que ya estaba atento a mí, y se encogió de hombros. No había contado la verdad aún—. Con lo cual tenemos que tomar una decisión rápida antes de que vuelva a tratar de lavarnos el cerebro. Sigue muy débil como para hacerlo y es cuestión de tiempo si es que quiere hacerlo de vuelta.

Habían dicho que la había derrotado yo, sabía eso porque era la razón por la cual me habían sentado en la mesa. Querían saber mi lado de la historia, el real y completo, para sacar un veredicto de lo que sería la vida de Marla. Estaban discutiendo su sentencia que, por el tono en el que iba, era de muerte. Pensaban que, por su anomalía, matarla era la única forma de deshacerse de ella.

Aún no sabían de lo que yo podía hacer. Tom tampoco lo había mencionado, parecía centrado en la lapicera que seguía moviendo entre sus dedos.

Olivia rodó los ojos—: ¿Con lo poco que está comiendo? Dudo que tenga la fortaleza.

            —No voy a esperar a que la tenga tampoco —escupió Enzo de vuelta—. Aparte de que estoy en desacuerdo en que estén alimentándola cuando es una traidora que atentó contra todos nosotros.

            —Mientras siga prisionera, sigue siendo una persona —contestó—. Hasta que no tomen una decisión, entonces los sanadores seguiremos cumpliendo con nuestra función.

            —Que bueno que no serás parte de la decisión, entonces —miré amenazante a Enzo cuando soltó aquella respuesta. Olivia frunció la nariz furiosa y se cruzó de brazos en su silla, sabiendo que no podía discutir. Era la cabeza de las sanadoras, pero no pertenecía al grupo de líderes, lo cual me era ridículo. Enzo sostuvo su mirada en ella antes de moverla a mí—. Reed, cuéntanos lo que en verdad pasó. ¿Te dijo algo importante? ¿Para quién trabajaba?

Antes de que pudiera contestar, Tom hizo su cabeza hacia atrás.

            —¿En serio tanto necesitan saber eso para decidir qué pasará con ella? —cuestionó, su voz ronca.  Frunció su boca hacia un costado, meneando la cabeza—. La decisión es fácil, o se deshacen de ella, o buscan la forma de lidiar con una prisionera. Claramente quieren ir por la primera.

Julia apuntó su dedo hacia él.

            —Es lo que tu hermano hubiera querido.

Fue instantáneo el movimiento de los dos, tanto Tom saltando de su silla y golpeando la mesa. Yo salté tras de él, lista para lanzarme sobre la líder y acomodarle las cejas a mi manera. El gemelo respiraba de forma pesada, nunca había visto tanta furia acumulada en él.

            —Ni se te ocurra hablar en su nombre cómo si lo conocieras —gruñó. Su capucha se había caído y podía ver todo su pelo desenredado—. Que haya sido tu soldado no significa que yo sea igual por ser su gemelo y menos que menos que entiendes sus valores.

            —Él estaba dispuesto a sacrificar muchos de ellos con tal de hacer un bien.

            —¿Dispuesto u obligado? —interrumpí yo, toda la atención volando hacia mí. Nadie en esa mesa conocía al gemelo como su hermano o como yo. Me hervía la sangre y, pensando en pura furia, las palabras se deslizaron solas—. Y no te preocupes por si Marla te va a lavar el cerebro o no, que su anomalía la tengo yo.

Un silencio tenso empezó a crecer en el ambiente. La verdad había sido dicha. Julia me miraba sin entender, Enzo sorprendido y Olivia fue la primera que empezó a juntar las fichas. Demasiadas que antes no habían tenido lugar y que ahora lentamente iban cayendo en el tablero.

Me señaló anonadada.

            —El tipo...Javier...le habías sacado la anomalía... —nunca había visto tanto la parte blanca de sus ojos, asombrada y con una sonrisa creciente en sus mejillas. Estaba que no lo podía creer—. Al mover su energía, se cruzó contigo y se adaptó a ti...

La realidad era que yo no entendía cómo había sucedido, por qué lo había logrado hacer y qué significaba que yo pudiera mover energías tan fácilmente. Había pensado en la evolución de mi anomalía, en el desarrollo de ella y en la desesperación que había sentido en ambas situaciones. Ambas habían sido un impulso.

La líder puso sus manos a cada lado de su cadera.

            —Imposible...

Rodé los ojos, centrándome en ella, y cómo si mentalmente me hubiese hecho paso hasta ella, con mucho esfuerzo, levanté una ceja.

            ¿Quieres apostar?

Dio unos cuantos pasos hacia atrás al escucharme, Enzo atajándola sorprendido y preocupado al mismo tiempo. El Doc palmeó uno de mis hombros, Olivia no dejaba de admirarme desde su asiento y pude ver un leve asentimiento de cabeza de Tom al volver a su asiento. Los únicos espantados eran los otros dos que no sabían ni cómo recibir la nueva información.

            —Yo la volví humana de la misma forma que hice con Javier meses atrás. No van a tener que preocuparse de ella —aclaré, sentándome de vuelta en mi lugar. Julia estaba acariciando sus sienes, no habiendo disfrutado de mi voz dentro de su cabeza—. Ella no podrá hacerles nada.

La líder me miró igual de molesta que antes.

            —¿Y tú? —preguntó—. ¿Ahora tenemos que preocuparnos por esto también?

Hasta Tom rodó los ojos frente a mí, el Doc siendo el que se apoyó en la mesada sin poder creérselo.

            —Te salva la ciudad, se hace cargo de la atacante, ayuda a traer de vuelta a los que casi fueron atrapados, perdiendo a alguien importante en el medio... —empezó el Doc, toda su atención y frustración hacia ella—, ¿y sigues pensando que ella es el peligro?

Enzo respaldó a su líder—: ¿Qué tal si en su enojo nos lava el cerebro?

            —Oh, créeme, si empiezas a comportarte como un perro, es tu culpa, no mía —lo burlé, lo cual hizo que sus ojos brillaran con su anomalía. Olivia tapó su boca con una de sus manos en lo que yo palmeé su espalda—. Y no, no sólo no creo ser capaz de hacer aquello todavía, estoy de hecho tratando de alejarme de todas las mentes. Es imposible de creer, pero no es algo que vaya a disfrutar.

            —¿Cómo lo sabrías, niña-?

            —Necesito hablar a solas —interrumpió Julia, sus manos en ambas direcciones de la discusión—. Dado que Landon no podrá hacer nada para escaparse, su sentencia puede esperar. Por mientras, tengo que aclarar unas cosas con la señorita Reed.

La última vez que había hablado a solas con Julia, no todo había salido bien entre nosotras. No sabía que querría de mí ahora y parte de mí tenía curiosidad para saber qué era, con qué cuento me vendría ahora. En lo que los demás se levantaron para irse, Tom fue quien se quedó brevemente como Enzo también se quedó al lado de su líder.

Julia miró al gemelo—: ¿Por qué no vas a visitar a mi hija? Tengo entendido que no fuiste en estos días a pesar de que te lo haya habilitado...

Mi conversación con esa mujer no iba a ser pacífica. El gemelo cerró los ojos, no contento de no haber ido, y pensando que le diría algo de vuelta, simplemente se levantó de la mesa —más fuerte de lo normal—, y en pocos pasos había salido por la puerta abierta. El Doc y Olivia ya habían salido, y la líder le ordenó de vuelta a Enzo que se retirara. El sarnoso me fulminó con la mirada hasta que cerró la puerta a sus espaldas.

En el breve silencio que se formó, me volví a levantar de donde estaba al pararme en la otra esquina de la mesa. Frente a frente con ella y con un espacio de seguridad en medio de nosotros.

            —Ahora que-

            —No vuelvas a hacerle un comentario así en tu vida. No necesita sentir más culpa y menos que menos por una insensible como tú —le recriminé. Ya no tenía a nadie que me parara el carro de insultos que tenía listos para ella. Y había sido la única en hacerme sentir algo en días—. Tom no lo merece.

Había agarrado unos papeles que tenía frente a ella y los lanzo en un asiento.

            —¿Así quieres comenzar la charla, Reed?

            —Así voy a responderla dependiendo que estupideces vayas a decir.

Nunca iba a entender la relación entre Claire y Julia, cómo era que una persona como mi amiga había sido criada por la insensata que tenía delante. Desconocía el verdadero progenitor de Claire y no iba a preguntar, más que suficiente con su ex padrastro el coronel Romero del cual me había hecho cargo. Siendo sincera, no estaba tan lejos de hacer lo mismo con su mamá.

Con la mueca fruncida y sus irises oscuros analizándome como un peligro, estaba tentada en hacérselo sentir.

            —Primero que nada, quiero agradecerte, creas o no. Nos ayudaste y nos salvaste —empezó, y pensando que probablemente podríamos tener una conversación sensata y normal, tenía que decir—: Pero no confío en ti.

Qué novedad, ¿no?, pensé. Si se lo transmití a ella o no, no lo supe, su cara seguía igual de fruncida en puro desagrado.

            —¿Algo más a agregar que me sorprenda?

            —Tu nombre está siendo pensado para ser parte de este grupo.

Ser parte del grupo de líderes. Me quise reír, tenía que estar siendo una broma. ¿Yo? ¿Líder? Causaba más desastres por mi impulsividad, que recientemente había aceptado y tratado de mejorar, ¿y pensaban en mí para ser parte del liderazgo?

            —Una votación será dada públicamente en unos días, dado que perdimos dos de nuestros líderes, los sustituiremos momentáneamente. Creemos en la democracia, cuando asumí yo fue por voto en mayoría y lo mismo con Enzo. Noah, Sue y el Doctor López asumieron por la cantidad de anómalos que trajeron, sólo iban a escucharlos a ellos porque confiaban y, en cierta forma, logramos convivir —contó. Noah nunca había mencionado los votos y dudaba de que supiera sobre aquello. Antes de siquiera poder preguntar lo que fuera, fue directo al grano—. Pero yo no quiero que te postules.

Se me atoró la risa en la garganta, brotando con tal maldad y sarcasmo que me dejó un sabor amargo. Me preguntaba como el gemelo y Sue Lee habían soportado a esta mujer y escuchado sus órdenes.

            —Ahora que sé que puedes manipular la mente, más allá de tu otra anomalía que es fuerte —continuó explicando sus razones, con cada palabra que soltaba, más se abría mi boca asombrada. Yo no podía creer a esa mujer—. Podría ser una farsa, podrías manipular los resultados. No sería justo. Entonces no quiero que pase.

            —¿Y qué quieres que haga? ¿Qué le diga a la gente que no piense en mí si al fin confían en mi persona? —pregunté, pensando que me daría una respuesta lógica.

Tontamente, esperaba mucho de ella.

            —O que no te postules y rechaces la mención.

Creí imaginarme sus palabras, creí que probablemente a mí se me había rayado el disco con tanta nueva lectura mental. Hasta que me di cuenta de que hablaba en serio, que, en su extraño e ilógico mundo, yo iba a decir que sí si me lo pedía bien. "Bien" en sus términos, claro está.

La carcajada surgió sola, tan asombrada que le siguió la inexplicable. Después de días en pura oscuridad, que la risa brotara con tanta fuerza, presionando mis costillas al apretar el vientre y doblarme en dos. Faltaba que golpeara la mesa sin creerlo, el sabor amargo que antes tenía en la garganta volviéndose agridulce y disfrutando del rostro serio de la mujer adelante que ya sabía mi respuesta.

Me limpié las pequeñas lágrimas, aceptando mi nueva locura frente a ella, y me apoyé en la mesa. Solté lo primero que pensé, sin un filtro deteniéndome, y mantuve mi vista en ella.

            —Maldita hija de perra.

Las risas siguieron, lo que me hicieron parecer aún más loca. Julia apretó la mandíbula.

            —Estoy hablando en serio, señorita Reed.

            —Oh, ya lo sé, me di cuenta- —me interrumpió otra risa. No logré calmarme hasta que me esforcé en buscar una respuesta más completa, tratando de no recaer en los insultos—. Si tan solo hubieras confiado en mí al principio, todo esto sería distinto...

            —Podría haber terminado como mi hija, claro está, así que creo tener las chances de ahora.

            —¿Arriesgándote por tu amor? ¿Peleando por un bien mayor? —pregunté de vuelta—. Nunca tendrías el valor que ella tuvo, el mismo que dices que Noah sacrificó varias veces. Tu hija lo hizo y nunca le reconoces el mérito.

Nunca sería lo que su hija se volvió, nunca le llegaría ni a los talones. Claire Eastwood era el doble, triple y cuádruple mil de mujer que su mamá era.

            —No voy a pedirle a la gente que ahora cree en mí por mi sacrificio, por mis acciones. Si eso pesa en tus planes, si eso pesa en tus decisiones, y que mi presencia empieza a molestarte por el simple hecho de que la gente al fin tiene fe en mí después de meses y meses —aclaré, peleando la sonrisa macabra. Al fin algo que cubriera este vacío era la ira que sentía por la mujer frente a mí—, entonces me quedaré donde ellos me piden. No tengo material de líder, en eso podemos concordar, pero si ellos lo ven en mí, si los demás tienen la mínima esperanza en mí, entonces yo estaré postulada. Esa es la democracia que tanto valoras y no puedes manipular a tu favor.

Con el pecho lleno de sensaciones, no quise darle ni lugar a más de sus estúpidas palabras. Simplemente me giré en mis talones para irme de ahí, feliz de ya no sufrir el vacío en el pecho, y ella agregó:

            —No estás lista para la responsabilidad.

Ni la miré al contestar.

            —Oh, lo sé, pero creen más en mí en este instante que en ti —dije, antes de cerrar la puerta, volviendo a agregar—: Oh, y de nada por salvar a tu ciudad de alguien en quien confiaste.

Sin esperar respuesta, cerré la puerta de un portazo y, con una sonrisa macabra, volví a mi departamento. Estaba enojada, estaba triste, estaba asombrada y atónita; por fin mi pecho volvía a revolverse en un jugo de emociones que alimentaban la locura en mi mente.





Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro