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No supe cuánto tiempo estuve agarrada a él, recuperando la respiración y manteniéndome cerca para asegurarme que su mente no volvería a ser controlada. Estaba tenso contra mí, sus manos en mi espalda manteniéndome contra él y respirando pesado. Sólo cuando me separé y di un paso hacia atrás, volví a ver sus ojos, almendrados y suyos. Estaba confundido, mirando a su alrededor y con una de sus manos tuvo que calmar el fuego que estaba comiéndose el comedor. El humo siguió saliendo igual
—¿Qué...? —tosió y tragó en seco—. ¿Qué está pasando? ¿Qué hago acá?
Analizaba todo su alrededor con la misma confusión con la cual había vuelto en sí, sin entender qué había hecho, o no recordándolo. En lo que él se alejaba, el dolor en mi costado empezaba a latir con más fuerza y terminé acercándome al escritorio de recepción para poder sostener mi peso. Solté un sollozo al apoyarme en ella y volver a ver mi herida que se veía bien fresca.
Noah, al escucharme, se giró y fue cuestión de segundos en lo que se puso pálido al reconocer la herida.
—No...
Se acercó corriendo a mí, con cuidado levantando mi camiseta e inspeccionando lo que —sin saberlo ni con intención— me había hecho.
—Por favor dime que no he sido yo —rogó. No pude mentirle.
—Teóricamente no eras tú, pero... físicamente sí —pude responder, mordiéndome el labio inferior cuando la tela de mi camiseta volvió a rozar la herida y arañé sin querer su muñeca—. Cuidado, Noah-
—Tenemos que llevarte con una sanadora —planteó, y en lo que trataba de acomodar mi camiseta de vuelta, vi que sus manos temblaban—. No puedo creer que te hice esto-
—No fuiste tú, ya te lo dije —quise agarrarle el rostro, peleando por acercarme sin que me doliera la herida—. Estabas siendo controlado.
—¿Controlado? —miró hacia mí, todas las preguntas nublando su mirada hasta parecer perdido—. ¿De qué me estás hablando? ¿Controlado por qué?
—Por quién —corregí—. Marla estuvo lavándote el cerebro desde hace semanas, a ti y al resto. Se metió en absolutamente todo, nos mintió a todos y nos separó. Me hizo alejarme de todos, incluso me alejó de ti al meterse en tu cabeza. Y así te puso a pelear acá conmigo para que no pudiera dañarte...
Me partió el alma ver como cierta culpa empezaba a infiltrarse en sus ojos, negados a encararme, y antes de poder calmarlo, él se giró rápido y corrió hacia el comedor, tirando cosas en su paso, probablemente por enojo o preocupación, y para cuando volvió había traído un botiquín. Supuse que lo había sacado de la cocina, siempre había de esos para los cocineros.
Volvió a levantar mi camiseta —la cual tuve que morder una vez que sacó agua oxigenado del botiquín— y antes de pedirle que lo hiciera despacio, se disculpó entre dientes antes de lanzar el agua oxigenada rápidamente en la herida. Ahogué un grito en la tela entre mis dientes, apretando con tanta fuerza que estaba segura de que los habría roto de no ser por la camiseta. El gemelo tomó un rollo de venda y en lo que volvía a disculparse, ya estaba dándome cuenta de que no era por lo que estaba haciendo (sino por lo que "había hecho") al empezar a rodearme toda la cintura por encima de la herida para cubrirla y seguía lamentándose.
Peor fueron las cantidades de veces que se disculpó al ver cómo lágrimas del dolor se deslizaban por mis mejillas y palmeó mis piernas una vez que terminó.
—Lo siento, vas a ponerte mejor, lo siento...
Saqué mi camiseta de mi boca y la acomodé sobre mí antes de pararme y agarré el rostro con fuerza, obligándolo a que sólo me mirara a mí.
—Deja de disculparte o culparte, Noah, no fuiste tú. Nunca te culparía de esto —mi odio por Marla creció al ver como las facciones arrepentidas en el gemelo no se iban y las terminé acariciando para que se relajaran—. Estoy bien, volviste, es todo lo que me importa en este momento y en lo que deberías centrarte. Estás fuera de la manipulación de ella.
Cuando quiso mirar de vuelta hacia la herida, lo acerqué con más fuerza a mi rostro, agitando mi cabeza para que dejara de mirarla, dejara de pensar que había sido decisión suya y no de una psicópata que estaba fuera de ese edificio y controlando a los demás también. Tenerlo tan cerca me hizo darme cuenta de cuánto tiempo había pasado separada de él y cuánto lo había extrañado, Hasta acariciarle la mejilla parecía alegrarme el corazón.
Apoyó su cabeza contra mis manos—: No entiendo nada, Tay, no entiendo que pasó-
Y entonces empecé a contarle todo lo más rápido que pude, lo mismo que Marla me había dicho, se lo dije, expresando no solo mi enojo, sino mi decepción conmigo misma, con cómo confié tan rápido en ella y cuánta razón había tenido en lo fácil que había sido en apartarme. En hacerme sentir insegura con todo y alejarme de mis amigos, de quienes consideraba mi familia. Lo había hecho todo tan rápido y sigilosamente que nadie pudo hacer nada contra ella.
Vi como las facciones de Noah se transformaban de confusión a sorpresa, de asombro a una furia que crecía y crecía hasta reflejarse en sus ojos. Una furia que ambos compartíamos. Al terminar, no soltó mi mano que tenía aferrada.
—Fue ella, absolutamente todo ella...hasta fue quien borró todo lo de la propaganda y que hizo que peleáramos.
Frunció su ceño de vuelta.
—¿Nosotros peleamos?
—¿Me estás jodiendo? —fue mi respuesta automática—. ¿Qué crees que pasó entre nosotros los últimos días?
—Pensé que te habías enojado por otra cosa... hasta quise acercarme y me molestó que fueras tan infantil.
—¿Infantil quién-? —me contuve, discutir con él ahora no iba a llevar a nada, pero me llamaba la atención que verdaderamente no recordara la pelea. Cierta realización empezó a hacerse paso en mi mente—. Noah... ¿qué es lo último que recuerdas? Y que no sean fragmentos...
Su silencio empezó a preocuparme, sus ojos moviéndose de lado a lado en lo que buscaba alguna memoria que no estuviera intervenida por Marla. Hasta se frotó las sienes con frustración.
—No- no sé. Todo está acomodándose ahora y es cómo... cómo si hubiesen dejado un vacío en mi cabeza —cerró los ojos con fuerza y suspiró—. Pero... recuerdo ahora por qué discutimos, yo no quise decirte la cosas que te dije, te juro que no. De hecho, hasta iba a decirte lo de la propaganda el día que me enteré, había peleado hasta con Julia, y cuando llegué a nuestro edificio...
Chasqueé la lengua—: No me digas, Marla estaba ahí.
Sólo asintió y eso confirmó lo que estaba temiendo. No sólo se había metido en su cabeza semanas y semanas antes de que peleáramos, sino que, con quién discutí, quién me dijo esas palabras que habían brotado de la boca de Noah, había sido ella. Nunca había peleado con el gemelo, sino el parásito metido en su mente. Me encontré con mis manos hechas puños sin darme cuenta.
—La voy a matar-
Me tuve que obligar a hacer hacia atrás cuando unos pasos, demasiados sincronizados para mi gusto, pasaron cerca de la entrada. La luz que entraba por las ventanas empezaba a ser más intensa, la mañana acercándose, y noté el tiempo que había perdido. Por instinto, tomé la mano de Noah y nos volví invisibles a los dos, tirando de él para que me siguiera y los dos salimos del edificio con cuidado de no ser escuchados (vistos tampoco, los objetos se seguirían moviendo por más que yo no estuviese ahí).
Al salir, lo primero que vimos fue la espalda de muchos integrantes al caminar. No, al desfilar; iban al mismo paso, sus movimientos coordinados, y divididos en cierta cantidad que me hizo recordar a los desfiles militares. Reconocí que ninguno de ellos era anómalo, era una parte de los integrantes que eran humanos, y en lo que ellos no nos encontraban, tiré de Noah para que nos escabulléramos por los callejones entre los edificios.
Cruzando uno de ellos, nos quedamos quietos al ser intervenidos por otro grupo de humanos desfilando de la misma manera y yendo en la misma dirección que el anterior. Con Noah detrás de mí, sentí su respiración en mi oreja al inclinarse para susurrarme:
—¿Viste a mi hermano por casualidad? —dijo—. Tengo leves imágenes de haber estado con él en las últimas horas...
Recordando mi último encuentro con Tom, sólo pude fruncir la boca en una fina línea.
—Él está bien, me encontré con él. Estaba igual que tú... —susurré de vuelta, sintiéndome un poco culpable por dejarlo dónde estaba—. Y no sabía que podía protegerlo de Marla, así que lo dejé inconsciente. Lo siento...
—Auch.
Continuamos pasando con cuidado, y lo más silenciosos posibles, entre los que estaban desfilando y así poder llegar a la calle principal que estaba segura, con mi instinto más fuerte que antes, de que ahí encontraría a Marla. No me equivoqué una vez que Noah y yo nos escondimos por detrás de unos arbustos que decoraban las veredas de la calle de ripio, habiéndonos vuelto visibles de vuelta, y mirando por encima de ellas, vi a los demás anómalos que me faltaban.
Reconocí la división que Marla había hecho; había usado la Nivelación. Ya no encontraba parte de la primera, el segundo Nivel estaba en marcha sobre su lugar, seguramente esperando órdenes mentales para continuar, y detrás de todo, entre otras rondas y divisiones de sanadoras, agricultores, y así; estaba Marla. Sólo que, sabiendo que debía de tener una protección, estaba rodeada del tercer Nivel.
Hasta me dio pena verla a Julia como títere detrás de ella. A Noah se le encendieron los ojos en su rojo vivo, empezando a enojarse.
—No puedo creer que haya sido ella todo este tiempo —murmuró—. Un parásito entre todos nosotros.
—Y que vino en mi búsqueda, por eso los hizo sufrir a todos —después habría lugar para la pena, pero ahora compartía la misma furia que Noah. Marla estaba hablando contra la radio que había visto cuando estábamos en la prisión, y en lo que caminó hacia el segundo Nivel que seguía marchando (Luna, Jacob y Aiko estaban ahí), encontré a mi hermana inconsciente y con las esposas puestas.
Había dado un salto lista para correr hacia ella, soltando a Noah en el proceso, y apareciendo para la vista de todos. El gemelo fue rápido para tirar de mí y volverme a esconderme contra el arbusto.
—Tengo que-
—No seas impulsiva, tienes que controlarte y no dejar que, por tu furia, te dejes ver. Ella tiene en control a todos, si te vieran, te agarrarían de vuelta. Y encima tenemos otro problema... —señaló con su cabeza hacia el segundo Nivel, que había comenzado a marchar hacia, suponíamos, era la salida y dónde los militares los estarían recogiendo. Me sorprendió no encontrar ninguno todavía—. Tenemos que detenerlos. Vaya a saber lo que harán con ellos.
Mi mirada se repartió entre las dos situaciones, mi hermana inconsciente y el grupo con parte de mis amigos siendo llevados a la boca del lobo. No sabría cómo despertarlos, mi hermana estaba en un estado vulnerable igual que ellos, y por sobre cualquiera, ella era mi prioridad. Sin embargo, no podía abandonar a mis amigos, nunca podría.
Antes de siquiera tomar una decisión, Noah deslizó una de sus manos por mi cintura baja.
—Yo iré por ellos. No saben que estoy despierto y en lo que tú distraes a Marla, ella no se centrará en lo que miren los demás —planeó, y queriendo detenerlo para que lo pensáramos bien, él sólo se inclinó hacia mí, dándome un beso que me borró cualquier discurso que podría decirle, y dándome una pequeña sonrisa, acarició mi mejilla antes de alejarse—. Hazme el favor y patéale el culo por meterse en mi cabeza y contigo.
Anonadada, lo vi deslizarse por detrás del arbusto y meterse de vuelta por el callejón que habíamos venido, lo que suponía que trataría de infiltrarse en la nivelación unas cuadras más adelante. Yo volví hacia dónde estaba Morgan, una mano en mis labios que seguían cosquilleando, y no lo pensé dos veces antes de correr en dirección de mi hermana, invisible para todos los demás, y rogando que no se vieran ni mis pasos.
Traté de pisar el ripio del camino donde había más piedras, no sólo cuidando de que no se vieran mis pisadas, o el polvo de la tierra cuando deslizaba mis pies, sino también tenía que ser rápida al moverme entre las personas que se cruzaban en mi camino. Llegué a la entrada del centro de entrenamiento, justo donde estaba todo el tercer Nivel parado y esperando. Pasé por delante de Anna, sus ojos nublados y sin verme frente a ella. Pensé en despertarla, sería una buena compañera y seguramente podría enviarla a que ayude a Noah, pero cuando levanté mis manos para llegar a su sien, su cabeza se agitó de lado a lado.
Volteé hacia dónde estaba Marla, y noté los mismos movimientos en ella, buscando algo en su alrededor. Probablemente lo hacía por precaución y todas mentes atadas a la suya la imitaban. No podía arriesgarme, así que, con cuidado, seguí haciéndome paso entre los demás hasta llegar a dónde estaba mi hermana inconsciente. Justo frente a Enzo, que lo reconocí por su forma de lobo gigante que usaba, y en su respiración —que apestaba, por cierto—, movía el pelo de Morgan.
Una vez frente a mi hermana, fui cuidadosa para no moverla al revisarla, queriendo ver si estaba herida de alguna manera. Tenía uno de sus pómulos hinchados, dónde Marla la había golpeado, y con mi sangre hirviendo, aproveché la siguiente vez que todos giraron su cabeza, cuando Marla lo hizo, para tocarla y que se volviera invisible conmigo. La empecé a cargar como pude, lenta y meticulosamente subiéndola en uno de mis hombros, y peleando con su peso para poder pararme y cargar su cuerpo como un costal.
Al girarnos para volver, pude reconocer lo que Marla había planeado estratégicamente. Había colectivos militares estacionados en la entrada de la ciudad, algunos de ellos ya saliendo de Costa Norte, y notando que las divisiones que había hecho habían sido calculadas para que todos entraran en un mismo colectivo; había planificado todo para que no hubiera ningún problema. Ninguna pelea, ningún militar, ni nada que causara problemas. Todo tan calculado que me hizo sentir enferma de la furia que me estaba carcomiendo el cuerpo entero. Yo iba a ser el resultado de toda su ecuación que no esperaba.
La diferencia de peso que tenía Morgan desde que habíamos llegado a lo que se había desarrollado se sentía mucho más en su estado de peso muerto. Debí tener el doble de cuidado, al volver por dónde había venido y asegurándome que Marla seguía dándole la espalda a dónde antes estaba Morgan. Me tropecé un poco en el ripio por el cuerpo de Morgan, pero llegué a volver por detrás de los arbustos, y por seguridad, me metí en el callejón.
Fuera de los ojos de los demás, aparecimos contra la pared y la apoyé con cuidado de que no se golpeara. Derretí la unión de las esposas al apretarlas con mi puño lleno de energía, y en lo que sus manos se separaban, empezó a removerse.
Le agarré el rostro.
—¿An?
—¿Tay?
Sonreí brevemente antes de llevar su cabeza contra mi pecho, aliviada de verla bien, golpeada y atontada por las esposas —algo que me confundió—, pero bien. En lo que la miraba bien, notaba la forma que trataba de terminar de despertarse del todo, el efecto del artefacto en sus manos habiéndola afectado mucho más de lo pensado. Mucho más de lo que me había afectado a mí. No terminaba de formular una palabra bien todavía, frunciendo su rostro por el dolor que debía sentir por el pómulo hinchado, y la furia se duplicó el doble. Iba a devolverle cada golpe a Marla.
Unos pasos por detrás de nosotras me hicieron detenerme en seco, y sin pensarlo, solté a mi hermana con cuidado y levanté mis puños, llenos de mi energía, al girarme hacia dónde había venido el sonido. El gemelo frente a mí se hizo hacia atrás con una mezcla de emociones entre asustado y confundido.
—¡Wow! Tay, qué- —Tom carraspeó la garganta, sus manos en alto. Yo no bajé la postura, acercándome sin pensarlo y apretando sus sienes de la misma forma que había hecho con Noah. En lo que sus ojos imitaban el brillo de los míos, parpadeó confundido un par de veces hasta que volvieron a la normalidad cuando me aleje. El gemelo me miró extrañada—. ¿Qué estás haciendo?
Era él, el verdadero Tom Parker. Dejé caer mis brazos al encontrarme con sus irises almendrados y me dejé caer contra la pared.
—Asegurándome que ni un gramo de ti esté siendo controlado. Lo estuviste hasta hace media hora —le señalé el golpe que tenía hinchado en su mejilla y él lo tomó sorprendido—. Sí, lo siento, no sabía que podía hacer lo de recién... ¿estás bien?
—¿Físicamente? Bien, pero; ¿mentalmente? —quiso saber, tocándose las sienes y cerrando con fuerza los ojos—. Tengo una sopa de memorias que no terminan de formarse en nada. ¿Qué pasó? ¿Qué está pasando?
—Marla es una infiltrada. Jodió con las mentes de todos ustedes —conté rápido, volviéndome a acercar a mi hermana que estaba más despierta. Parecía muy débil—. Es una militar que viene persiguiéndome desde el campamento anterior.
—¿Por qué?
—Porque maté a su hermano en la última pelea que tuvimos ahí. Era otro militar y ella sobrevivió a duras penas —siseé por los dientes, recordándola en el otro campo de batalla—. Créeme, voy a asegurarme de matarla esta vez.
Me giré hacia el gemelo que, en lugar de estar viéndome a mí, miró por sobre mi hombro, y al girarme entendí por qué. Un grupo seleccionado de anómalos estaban cargando los cuerpos de los caídos, y entre ellos reconocí a Claire. Tom empezó a ir en esa dirección y tuve que interponerme.
—¿Qué están haciendo con ella? ¿Qué planea hacerle-? —empecé a ver cierto reflejo de su hermano en él, sus facciones tensándose en furia. Tuve que empujarlo hacia donde estaba mi hermano para prohibirle que fuera por ella—. Tenemos que sacarla-
—Tendríamos que sacarlos a todos, por más que Claire sea nuestra prioridad —dije, y ya sin tiempo, sólo miré a mi hermana antes de tomarlo de los hombros a él—. Tengo que detenerla a Marla, tiene control por sobre todos y es el pilar esencial que debo tirar abajo para que todos dejen de hacer lo que están haciendo. Necesito que te quedes con mi hermana, es quien quería entregar y no lo puedo permitir.
—Pero-
—Por favor, Tom —rogué, ambos manteniendo nuestra mirada fija uno en el otro—. Confía en mí.
Probablemente todavía no recordaba por qué se lo estaba pidiendo, después de todo, no tenía ninguna memoria fija en él que no había sido interrumpida por las manos de Marla, así que reaccionó cómo si lo hubiera sorprendido que le hubiera pedido aquello y respondió:
—Siempre confío en ti, Tay.
Le quise sonreír, parte de mí todavía recordando lo que Marla le había dicho decirme, y peleando por quedarme por lo que había soltado, cuando le quise contestar, una explosión a lo lejos nos hizo sobresaltar. Tom se paró por delante de mi hermana para cubrirla.
—¿Qué fue eso?
Al ver humo empezar a aparecer por el aire, no hubo mucha duda.
—Tu hermano. Ya es hora —dije, y comenzando a caminar en dirección de Marla, volví hacia Tom al sacarme los guantes y dárselos—. Tenlos, nunca los necesité.
Sin esperar a que contestara, empecé a correr y al salir del callejón, me camuflé en el aire para desaparecer y empezar a buscar a Marla. No se había ido muy lejos, aparentemente la explosión le había confirmado que alguien se había escapado —y la única rehén que había tratado de tener era yo—, y justo llegué a encontrarla cuando notó la ausencia de mi hermana. Disfruté de ver sus facciones empezar a desplomarse al ver que las cosas se le estaban saliendo de las manos.
Su alrededor empezó a marchar una vez que me acerqué, pasando justamente cerca dónde estaban los caídos, y miré a mi amiga siendo cargada por un integrante que desconocía. Peleé el impulso de querer arrebatársela de sus manos y correr con ella hacia el gemelo, no tenía tiempo para hacer aquello, y con esa imagen en mente, pisé fuerte cada paso que di hacia Marla que estaba dándome la espalda y hablando entre dientes:
—¿Dónde te fuiste, mocosa?
Su voz aumentó el odio que creció en mi pecho, y apurando el pasó, estaba lista para darle el golpe de su vida cuando su risa me interrumpió. Agitaba la cabeza y miraba por sus costados. ¿Se reía al no encontrar a mi hermana? ¿Qué nivel de locura tenía la persona frente a mí?
Cuando estaba lo suficientemente cerca para poder atacarla y estaba a un latido de hacerlo, sentí el filo de un cuchillo en mi espalda, y por instinto, me giré para empujar la persona lejos. Había sido Anna, poseída, que me había encontrado por más que no me viera. La miré confundida cuando cayó de bruces en la tierra y quedó inconsciente por el golpe en su cabeza.
La carcajada de Marla me hizo volver hacia ella, todavía sin entender cómo me había encontrado.
—Ay, ay, querida Tay-Tay —dijo—. Podré no meterme en tu mente, pero puedo escuchar lo ruidosa que es tu anomalía.
No me había dado cuenta de que, lo que los demás habían marchado, no había sido para ir hacia los colectivos que quedaban. No, era su círculo de defensa, y me había encerrado perfectamente dentro, dónde aparentemente podía escucharme por mi anomalía. Todo el tercer Nivel tenía sus ojos en mí, cómo si me encontraran en el camino, y cuando cada uno levantó sus armas o manos con anomalías en mi dirección, no tuve otra que rodearme de todos en un domo que me permitiera aislarla a ella también.
Se volvió fácilmente hacia mí, habiéndome vuelto visible sin querer al recaer en mi otra anomalía. Podía ver la furia en sus irises al verme fuera de la celda, pero lo escondió con otra carcajada que me hizo fruncir la boca en puro desagrado.
—Tan fuerte y tan tonta para no aprender a usar todas tus facetas en un momento, no lo puedo creer —siguió riéndose—. Se supone que la tan nombrada supernova sería más que una patética adolescente que no tiene ni control sobre sus emociones. Que desperdicio de anomalía que deja en claro que nunca tendrías que haberla tenido.
Con mis brazos en alto, manteniendo el domo que nos aislaba y cuidaba de no dañar a nadie fuera de él, escupí:
—¿Es que no te callas nunca? —solté—. Tienes una lengua muy larga que habla demasiado. Deberías estar preocupada, salí de tu prisión.
Alzó una e sus cejas después de rodar los ojos.
—Es divertido hacerte enojar, crees que puedes hacer lo que se te plazca por tu poder en general, cuando yo fui quien la controló por unos cuantos meses. ¿Por qué preocuparme por ti cuando puedo hacerte perder tiempo...—sus ojos brillaron grises, el mismo tipo que había visto nublado, pero en ella eran distintos, más enfermos todavía—...en lo que vuelvo a meterme en tu anomalía?
Sentí lo que ella trató de hacer, las cosquillas de mi anomalía cambiando y afectando hasta el domo que nos cubría. Mantuve mis brazos con más fuerza, peleando la intrusión de ella, recordándome que no era real, que no eran mis órdenes, que Hiro me escuchara a mí. Y apretando los dientes, centrándome sólo en la entidad en mi pecho, la abracé con fuerza en mi cabeza, rogándole que no cediera, que no la escuchara, y que me perdonara. Porque había sido yo quien la había ocultado, restringido y culpado. Marla no se había metido sólo en mis relaciones de amigos, parejas o lo que fuera.
Se había metido entre mi anomalía y yo.
Un escalofrío atravesó mi espalda, uno que me hizo jadear, y en lo que conectaba miradas con Marla, de reojo noté como el domo volvía a armarse, más intensidad en el haz y el destello que este causaba. La traidora frente a mí se tambaleó, sus facciones desarmándose en desesperación al ver que no estaba logrando lo que estaba acostumbrada a hacer. A diferencia de otras veces, nunca me había sentido tan aferrada a Hiro en mi vida.
Culpé el nombre de mi anomalía que me hizo sonreír, pero la verdad era que estaba disfrutando del miedo que estaba empezando a aparecer en las facciones de Marla.
—Oh, no, Marla —dije, la sonrisa más amplia en mis mejillas. Bajé mis brazos, el domo manteniéndose por sí solo, y Marla notó que no tenía salida—. Ya me dijiste tu secreto, ya lo sé yo y mi anomalía. Pelear conmigo no va a ser a lo que estás acostumbrada.
Cuando me vio venir, no pudo hacer nada. Ella recaía tanto en su anomalía cuando peleaba, se preparaba para cada ataque porque leía la mente del atacante y sabía como defenderse, o le cambiaba la estrategia. Conmigo, sólo pudo recibir el puñetazo que la hizo rebotar contra el domo, y con el segundo sólo pudo tratar de empujarme fuera de ella en lo que me había subido por sobre su cuerpo y lanzaba puñetazo tras puñetazo que empezaba a deformarle el rostro.
Sabiendo que, si seguía golpeándola directamente en el rostro, podría matarla muy fácil, terminé lanzándola de vuelta contra el domo y la sostuve por el cuello, mientras que ella peleaba por aire en sus pulmones. Lo hubiera disfrutado, la forma en la que se retorcía, peleando por vivir, y no podía hacer nada en lo que yo le daba la paliza de su vida. Sin embargo, algo me llamó la atención. Por la transparencia del domo y por detrás de ella, noté el grupo que nos había rodeado hacer el mismo gesto. Todos estaban ahogándose.
Todos seguían conectados a ella.
La solté de un tirón, ella cayendo en sus rodillas y peleando el oxígeno que estaba recuperando.
—Suéltalos, Marla, a todos.
Incluso recuperando el aire, al mirarme sólo se rio.
—¿Por qué? ¿Por qué al matarme ellos morirán también? —siguió riéndose con carcajada macabra y se apoyó en sus rodillas. De suerte reconocí su rostro debajo de la sangre e hinchazón que le había causado—. En esto nos parecemos, Tay-Tay. Estamos dispuestas a sacrificar lo necesario para sobrevivir.
Al analizar todo mi alrededor, pude ver a todos agachados, no golpeados, pero que habían sentido cada golpe en ellos. Estaban debilitados en el piso, igual que Marla, en sus rodillas o sus costados, tosiendo por la falta de aire y anonadados por el golpe. Todos eran uno, así de infiltrada había estado ella en cada uno. No sabía que hacer, matarla significaba que más murieran, y eso nunca había sido el plan. Yo no iba a matar vidas inocentes.
Marla siguió riéndose, tentándome más todavía en arrancarle cada diente para que dejara de sonreír de esa forma, y en lo que me volteaba hacia ella, detrás de ella, por detrás del domo, y en otro grupo; ahí estaba Drea, en sus rodillas y tosiendo en busca de aire, cada movimiento robótico. Pensé en sus hijos, en dónde estarían tan pequeños y lo que significaría si los militares ponían sus manos sobre dos anómalos que habían nacido naturalmente con sus habilidades. Pero no fue eso lo que me hizo darme cuenta lo que tenía que hacer.
Fue Javier quién me dio la respuesta.
Bajé la vista hacia Marla, que se había logrado levantar, sus rodillas temblorosas y escupiendo sangre que brotaba y brotaba de su boca. Seguía riéndose, una satisfacción en ella que me confirmó qué era lo que tenía que hacer. Agradecí al Doc, entendí porqué no me había permitido decir la verdad por meses, todo culminándose en ese momento.
Cuando sonreí, ella ladeó la cabeza.
—Tienes razón, nos parecemos en el mismo error que nos trajo acá —contesté, acercándome lentamente a ella que daba pasos hacia atrás inconscientemente. Por rescatar a mi hermana, yo había sacrificado mi campamento y la había traído a ella a Costa Norte. Todo estaba conectado y tenía razón, por eso tenía que aprender—. Porque yo no necesito sólo sobrevivir. Necesito pelear.
Y no lo dudé al incrustar mis dedos contra sus sienes, lo mismo que había hecho con los gemelos, pero en lugar de protegerla, moví toda su energía hacia mí. Dejé que entrara por mis dedos y se deslizara por todo mi ser, succionando su control, su anomalía, todo lo que la había hecho ser inteligente, rápida, invisible en cierto lado. Mis venas se encendieron con el destello gris que compartía con los ojos de Marla, los cuales nunca dejé de mirar fijo, y en lo que poco a poco la anomalía se adhería a la mía, me nació como un nuevo impulso, un nuevo sentido, dejárselo en claro.
Esto es mío ahora.
El terror en sus facciones fue épico, sus ojos perdiendo para siempre el brillo al que se habían acostumbrado. Todos a mi alrededor empezaron a desplomarse, la red mental que había armado quebrándose de par en par cuando me apoderé de su anomalía. Una vez que solté a Marla, cayó en sus rodillas tomándose la cabeza, un sollozo espantoso saliendo de su boca y respirando con tanta dificultad que pensé que le había dañado alguna neurona más.
Nunca la había visto temblar tanto, ni se animaba a verme a los ojos, y pensé; es el momento. Es la situación justa para terminarla, para matarla, para vengarme de todo lo que me había hecho pasar. Fue lo fresca e incontrolable que se sintió mi nueva anomalía, en el poco conocimiento de ella, pude escuchar parte de la mente de Marla; leí su miedo, su duda, su sorpresa, su frustración y, por sobre todo, leí las ganas que tenía de morir de una vez para reencontrarse con su hermano. Ian. Ese era el nombre de su hermano.
No iba a darle esa satisfacción. Así que una vez que se animó a levantar la vista, le pateé con tanta fuerza la cabeza que se desmayó al impactar contra el piso.
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