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¡Sorpresa! Otro capítulo para ustedes ♥ Espero que les guste

-TanFicticia

       

     Nunca me había puesto a pensar en la idea de irme de Costa Norte y por muchas razones. Principalmente, había vivido y sobrevivido todo ese tiempo por mis amigos, por la gente que me rodeaba, y me había adherido tanto a ellos que no sabría como haría para hacerlo sola. Segundo, pensaba en mi hermana, en que ella no merecía irse de un lugar que, más allá de mis desacuerdos con Julia, era seguro para ella para no encontrarse con militares o gente que quisiera herirla. Y tercero, sumando las dos primeras razones, ¿cómo cuidar de mi hermana sola si no podía cuidarme ni de mí misma?

Aparte, irme significaba no sólo ponerme en peligro, sino dejar a mis amigos atrás. Dolida o no con toda la situación que estaba viviendo, les tenía demasiado cariño para tomar la decisión en el aire y sin verdaderamente considerarlo. Casi dos años sobreviviendo con ellos, mi última opción era irme y, desafortunadamente, parecía haber llegado a lo último que me quedaba por hacer.

Dejé a Drea en su departamento después de nuestra charla, con el guante renovado y sintiendo que cumplía con su función de contenerme. No le mencioné ni planteé lo que estaba por hacer, no quería que tratara de convencerme para quedarme o entrar en razón. Ella me había dicho que necesitaba empezar a valorarme a mí, lo que yo quería y merecía. Y ya había hecho de todo para los demás, me tocaba decidir lo mejor para mí.

Y con lo que me quedaba, decidí intentarlo sólo una vez más. Sólo una chance más para que entren en razón conmigo, o bueno, que la líder comprendiera o "me excusara" (en sus palabras) una vez más.

Al anochecer, me encontré parada frente a la entrada del centro de entrenamiento, horas después del fiasco que había causado, y con las mismas ganas de demostrar lo contrario. Ese plan había salido mal con Anna, esperaba que no saliera mal con Julia, aunque dudaba que eso no pasara. Mis dedos jugaron nerviosos con las placas, algo que me dio un poco más de valor, y respirando hondo, me obligué a cruzar la entrada y dar unos pocos pasos en el centro.

Había pensado que mis compañeros se habían ido a sus departamentos, dada la hora y fin de turno del día. Encontrarlos ahí me sorprendió e intimidó un poco, siendo que había caminado (e interrumpido) un discurso que Julia estaba dando. No llegué a escuchar mucho de que trataba, seguramente podría ser de las prisiones y reglas de seguridad —que ya había escuchado parte de lo que estaban planeando— o sobre el nuevo plan de dejar la base de defensas y convertirlas en ataques. Sea cual haya sido el discurso, la líder se detuvo en el momento en el cual me encontró cruzando los primeros metros del centro.

Fue la forma que me observó con rencor lo que me hizo tomar más valor, porque mientras ella más se mal comportara conmigo, más concisa se volvía mi idea de irme. Por el silencio que armó y la forma directa en la que me encontró al final del público, todos los oyentes empezaron a darse vuelta para ver que la había interrumpido y compartieron ciertas facciones parecidas, o en general ninguna buena, al verme de vuelta ahí.

Julia se cruzó de brazos.

—¿Necesitas algo?

Tantas personas mirándome me pusieron nerviosa.

—Quería hablar contigo, de ser posible —peleé para que se escuche alto y claro. Entre los demás integrantes, reconocí algunos rostros familiares que seguían apretándome el corazón. Más que nada el que estaba al lado de Julia y que también compartía cierta dureza o indiferencia cómo el resto. Algo dentro de mí sentía que se veían distintos—. ¿A...solas?

La líder compartió una mirada con Enzo, cierta sonrisa victoriosa en su rostro que me hizo empezar a impacientarme, y tuve que respirar hondo para que no comenzara a afectarme con sólo dos minutos frente a ella. Inconscientemente, busqué a Tom entre el montón de gente, la última persona que me quedaba para recaer en él, para que me apoye. Extrañamente no estaba ahí, lo cual me parecía raro, pero decidí solo centrarme en la líder que estaba bajando del podio que había armado y caminaba hacia mí.

La esperé dónde me había detenido, creyendo que seguiríamos de largo para hablar afuera. A mi sorpresa, no fue así, se detuvo frente a mí y frunció sus facciones.

—No hay nada que hablar, creo yo, y menos que menos en privado —dijo—. ¿Después de lo que vi hoy? ¿Qué te hace pensar que me iría únicamente contigo y me sentiría segura?

Levanté mis manos—: Los arreglé, ya estoy contenida de vuelta, no vengo a pelear.

—Hoy no necesitaste sólo de tu anomalía para atacar a alguien, tenemos una integrante herida en la enfermería y no por una quemadura. Le cortaste la pierna —aclaró, sintiendo cierta vergüenza al pensar en Anna. Más allá de que lo había merecido, también yo había cruzado la línea—. Así que no, no voy a hablar contigo a solas cuando puedes mencionar lo que necesites decirme acá.

No me había dado cuenta de que, detrás de ella, sólo Noah y Enzo la habían acompañado en el discurso que haya estado dando, Sue no estaba por ningún lado. Me preocupó un poco no verla, seguramente habiendo sufrido de una reprimenda por parte de la líder, y vaya a saber qué fue de ella en el círculo cercano. Aparte de su ausencia, estaba notando cierta dureza física en todos los demás integrantes, cómo si sus cuerpos se estuvieran poniendo rígidos al girarme, robotizados en cierto lado. Mis nervios estaban actuando en mi cabeza y querían distraerme de la real conversación por la cual estaba ahí parada.

Sin saber cómo empezar, sólo asentí. Si no quería hablar a solas para evitar tanta atención en nosotras, era más mala suerte para ella que para mí.

—No estoy de acuerdo con la decisión de hoy. Para nada —empecé, jugando con mis dedos entrelazados entre sí—. Vengo practicando y entrenando con Sue desde hace unas semanas ya y nunca había pasado algo así, lo de hoy fue una inconveniencia la cual terminó en un desliz de mi parte. Todos podemos equivocarnos y yo entiendo la responsabilidad de mis errores cuando me pasan a mí, porque sí, son más pesados. Pero no creo que me merezca tal ultimátum después de meses y meses de hacer lo que me piden, de protegerlos a todos cuando nadie pudo, o de hacerme cargo de autocontenerme cuando todavía no había una solución. Aparte de anómala, también sigo siendo humana y estoy peleando con todo lo que puedo para que siga siendo así.

Me repetí como un mantra las palabras que Drea me había dicho, de que merecía valorarme y reconocer todas las cosas que había hecho, o me habían hecho hacer, para cuidar de los demás. No merecía la constante desconfianza, hasta mis amigos habían dejado de creer en mí, seguramente con palabras de los líderes convenciéndolos a creer eso. O bueno, eso quería pensar yo, no podía imaginarme que yo había causado desconfianza sin darme cuenta.

Al terminar de hablar, Julia me miró con una ceja levantada, ninguna otra facción de ella habiendo cambiado en lo absoluto. Fue como si nada de lo que le hubiera dicho hubiera entrado por ninguno de sus oídos. Me pareció un poco extraño no causar ninguna reacción en ella. Esperé hasta segundos para que me contestara, algo que me pareció todavía más raro.

—¿Nada más? ¿Es todo lo que tienes que decir?

Le había hecho un monólogo, ¿y no había apreciado nada de él? Me quedé observándola confundida, brevemente asintiendo.

—¿Sí...?

Sonrió con malicia, sus movimientos... ¿duros? Más de lo normal, al menos.

—Los errores tienen consecuencias, y en tu caso y gravedad, como dijiste, más que nada. Tienes que dar un paso para atrás del entrenamiento, fue un error de mi parte haberte llamado...

Parpadeé como loca. ¿Acababa de decirme que se había equivocado en algo? Más allá de la razón por la cual lo dijo, ¿Julia Finch aceptando que se había equivocado? ¿Qué estaba pasando?

Igualmente, sus palabras me hicieron apretar la mandíbula.

—¿Llamado? —inquirí—. ¿No querrás decir instigado, acosado, obligado y amenazado? Esas palabras van más acorde a tus acciones para traerme de vuelta al campo de batalla.

—Tú fuiste la difícil.

—Tú no pudiste entender el no de mi parte.

—¿Crees que tienes opción en una ciudad donde hay reglas que cumplir? ¿Y que una de ellas era al menos tener un trabajo el cual mantenerte y, aparte, mantener a los menores que con tanto esmero proteges? —escupió con acidez, sus movimientos igual de duros que sus palabras. Todos a mi alrededor parecían estáticos y me ponía aún más incómoda—. Pensé que eras valorable, que podías ser usable, pero también me equivoqué con eso...

Se me escapó una carcajada amarga.

—¿No usable? ¿En serio? —sonreí con la misma amargura, ya perdiendo la tonalidad de respeto que estaba tratando de mantener—. La propaganda no dice lo mismo.

Me imaginé que su rostro se transformaría, en sorpresa, en molestia, en confusión al pensar cómo era que yo sabía sobre la propaganda. Al menos una reacción que me dijera que estaba enfureciéndose, que lo que había logrado con sus promociones estaba saliendo como una farsa, o algo. Pero no me esperé que se encogiera de hombros, cada cosa que hacía y se movía volviéndose más robótico, más duro, y en lugar de satisfacerme por causar una reacción, me estaba sintiendo cada vez más incómoda.

Y no, no era sólo por tener centenas de ojos sobre mí esperando ellos una reacción de mí. Algo se sentía raro.

—Era cuestión de tiempo antes de que te enteraras, me sorprende que no haya sido antes —fue lo único que contestó, una mirada por sobre su hombro al gemelo que bajó la vista y volvió hacia mí con una mueca satisfecha—. Lograste que la ciudad creciera.

—A tu mérito.

—Porque el tuyo no hubiese servido, ¿hubieras dicho que sí? Lo dudo mucho —siguió hablando, mi enojo progresando más y más.

—Hubiera dicho que sí si me hubieran contado las razones, hubiera dicho que sí si eso ayudaba a más gente a estar segura —escupí—. Y hubiera dicho que sí si significaba que podría proteger más personas y tener la suerte de que confiaran en mí. Tú decidiste ni darme la oportunidad de decidir.

—Porque no era tu decisión.

—Ah, ¿no? —me acerqué a ella, su rostro a centímetros del mío. Quería que me viera bien—. ¿Quién es la que está en el video? ¿Quién es la que atrajo a la gente? Porque yo no te vi a ti. Vi el arma que tanto te esmeraste en usar y usar sin tener una mínima decencia de cuidar.

Julia parecía de piedra, ningún gesto salido de lugar. Hasta sus ojos se veían raros.

—¿Por qué cuidaría de ti? Tú no lo hiciste por Claire —volvió a traer el tema de su hija, mi mandíbula tensándose—. Hice lo que tuve que hacer para poder darle refugio a muchos anómalos que estaban perdidos.

—Mintiéndoles.

—Dándoles esperanzas —corrigió—. El video lo habré enviado y utilizado a favor de Costa Norte, pero lo que causó en cada persona no fue una mentira. Fue una revolución.

Me reí, mi furia mezclándose y transformándose en locura. Enzo se empezó a acercar.

—Hablas de revolución y eres la persona más retrógrada e hipócrita que conocí. Hablas de querer dar esperanza y eres la primera en sacarla. Hablas de seguridad y eres la primera en hacer dudar a tu propia gente —peleé las ganas de arrancarle el pelo, sintiendo las cosquillas por mis brazos—. Hablas de cuidar y eres la primera que ignora a su propia hija que depende de una sanadora.

Muchas veces había hecho enojar a Julia, pero nunca me había puesto una mano encima hasta ese día. Me dio tal bofetada que me giró el rostro, en la sorpresa lo único que hice a los segundos fue tomarme la mejilla, la furia aumentando en cada latido, y antes de que pudiera siquiera gritarle, sentí un par de brazos tomarme y hacerme hacia atrás.

En lo que Enzo la alejaba con una mano en el pecho, yo reconocí a Tom haciéndome hacia atrás. Recién había entrado al centro y se encontró con el desastre.

—¡Hija de...! —me sacudí en los brazos del gemelo, tratando de soltarme—. ¡¿Quién diablos te crees que eres?!

Había llegado a un límite que me desconocía, y de no ser por los guantes que peleaban por contenerme, vaya a saber qué habría pasado. Pensé en quitármelos, en lo que Tom seguía tratando de calmarme, diciendo mi nombre o lo que fuera, y no me animé al saber que él estaba cerca. Sentía mi rostro arder, seguramente la mano de la líder tatuada en mi mejilla.

En lo que la seguía la maldiciendo y tratando de llegar a ella, Tom logró enterrar sus dedos en mi hombro y agitarme frente a él, todas mi atención volviendo a él cuando vociferó:

¡Taylin, basta!

Nunca había escuchado ese tono de voz. Nunca. Ni Noah había llegado a gritarme en ese tono, y menos lo habría esperado del dulce gemelo que tenía frente a mí. A diferencia del que conocía, el que estaba frente a mí era un reflejo de su hermano, algo que me extrañó, y con la fuerza con la cual me había sacudido, sentí que me quedé sin palabras.

Con su ceño tan fruncido, se me apretó el corazón al verlo enojado conmigo.

—Ya está, Taylin, no sigas discutiendo —pidió, u ordenó, con el tono tan tajante con el cual habló. Sentí que me clavaban como una cuchilla en el vientre—. Ya está.

—¿Tom...?

—Basta. Estás siendo patética.

Era como haber recibido otra cachetada, pero de él, de mi mejor amigo, de la persona en la cual más confiaba con todo. De la última persona que me había quedado para no colapsar y ceder ante lo que no quería hacer. Se me quedó el aire en la garganta, más cuando en lugar de preocuparse por mi reacción, en la forma que lo miraba sin poder creerlo y el dolor que seguramente sabía que me había causado; él sólo dio un paso hacia atrás. Por la forma en la que sus facciones también estaban duras, las cuales comparé con las de la líder que estaban igual, empecé a darme cuenta de algo más que sólo la sensación de sentirme sola.

Antes de poder decirle algo a Tom, él me dio la espalda y se unió a la ronda de los demás anómalos, junto a nuestros amigos. No sabía qué pensar, creer o decir; me sentí hasta tonta. Más perdida que antes. Sin saber qué hacer, Julia se encargó de romper el silencio incómodo que se había formado.

—Ahora que ya las cosas quedaron más... claras —dijo, acomodando su pelo por detrás de su hombro—. Creo que queda en claro que la decisión de hoy se mantendrá y tú tendrás que buscar otra forma de aportar a la ciudad.

No sé de dónde saqué el valor, pero empecé a negar rápidamente, sin más excusas. Sin razones. Sin nada que me atara a la ciudad.

—No —dije—. Hasta acá llegué. Me voy. Si no me respetan, si no valoran mis sacrificios, ¿por qué quedarme?

Julia levantó una ceja.

—¿En serio? ¿Irte? —una risa mecánica surgió de su boca, y el término fue aplicado por la forma forzosa por la cual estaba saliendo de su garganta. Sus gestos me estaban causando más preguntas. No fue hasta que se dejó de reír y me miró fijo, que entendí que algo andaba mal con ella—. ¿Y por qué piensas que voy a dejarte ir?

La amenaza no me pareció ni hasta sorpresiva, me esperaba cierta manipulación por parte de ella, pero no fue eso lo que me hizo entrecerrar los ojos. No, lo que me confirmó que algo extraño le estaba pasando, más allá del tono de voz que cambió, fue la neblina que estaba cubriendo sus ojos, el iris de sus ojos —usualmente oscuros por el tono café— parecían más grises. Estaban brillando levemente como una anomalía, pero más extraña. ¿Acaso ella era una anómala y nunca lo había dicho?

Y después miré a los demás, a mis amigos, e incluso en la lejanía, reconocí el mismo tipo de gris nublado en sus ojos. En Aiko, en Jacob, en Luna, en Marla, en Tom y Noah; en todos y cada uno de los anómalos ahí parados, sus ojos estaban con una neblina gris que no había notado hasta ese momento. Con la adrenalina surgiendo lentamente por mis venas, al dar un paso hacia atrás, todos en un mismo momento lo dieron hacia adelante.

Algo en mí me gritó en cincuenta idiomas distintos que corriera, y la verdad no lo pensé mucho, apenas di otro paso hacia atrás y los demás me siguieron, no lo dudé al girarme en mis talones y salir de ahí lo antes posible. En lo que empujaba la puerta con fuerza, escuché como Julia —o bueno, lo que fuera esa mujer—, gritaba que me agarraran. Sin dudarlo, desaparecí en el mismísimo aire.

Corrí sin entender por todas las calles de Costa Norte, teniendo cuidado de no tropezarme y llamar la atención. Miles y miles de anómalos entrenados comenzaron a buscarme, entre ellos mis amigos, hasta Tom y Noah. Me terminé metiendo entre las calles angostas entre edificios, con el corazón en la garganta y sin saber qué pensar, qué hacer. No sabía que le estaba pasando a mis amigos, no sabía qué era lo que les había pasado en sus ojos, en sus personas, y por más preocupada que estaba, la realidad era que la que estaba en reales problemas era yo. Y sin poder procesar ni una teoría sobre lo que podría estar pasando, sólo se me vino un nombre a la cabeza y rogué que fuera una excepción del montón.

Al salir de una de las calles, me detuve en seco al ver aún más personas salir de sus departamentos, mi invisibilidad me había permitido acercarme a cada uno y reconocí el mismo gris en cada mirada, en cada iris brillando con esa tonalidad nublosa. No sabía qué estaba pasando, qué era lo que les había causado eso y qué era lo que los hacía actuar así. Pensé en los militares, en si habían logrado poner un artefacto que causara aquello, pero no entendía por qué yo estaba despierta. ¿Por qué no me había afectado como a los demás?

Llegué a los límites de la ciudad y corrí entre los árboles del bosque, teniendo un mínimo de esperanza al ver las luces encendidas en la cabaña del Doc, y cuando estaba por entrar de un empujón, me tuve que detener cuando reconocí a Cassia y Luna entrando a la cabaña, en el mismo estado que los demás, y mirando por todos lados con tanta desesperación que entendí que me estaban buscando. Me tuve que hacer a un lado, en las puntas de mis pies rodeando la cabaña, y encontrándome con otra silueta, me detuve en seco.

La persona estaba apretada contra la pared, escondida en la oscuridad, y en lo que yo me acerqué de a poco, reconocí los anteojos del Doc.

—¿Doc...? —murmuré con suavidad, asustándolo más de lo que había pensado a pesar de mi tono bajo, y terminé tomándolo de la muñeca para invisibilizarlo también apenas escuché pasos acercándose. Lo obligué a alejarse de la pared, metiéndonos entre los árboles hasta alejarnos lo suficiente para estar seguros.

Una vez que nos alejamos lo suficiente, apenas lo solté, los dos nos volvimos visibles.

—Oh, Tay, que alivio verte... Sue trató de ir por ti y no volvió.

—¿Sue? No la vi, no llegó nunca a mí... —noté, preocupándome por mi exlíder—. ¿Qué está pasando? ¿Qué...qué les está pasando?

El Doc miró por detrás de él, con la misma adrenalina, con la misma preocupación que yo, pero en sus facciones podía darme cuenta de que él sabía lo que estaba pasando. Y no parecía nada bien. Me tomó de los hombros, notando que estaba empezando a ponerme más nerviosa, y me hizo mirarlo fijo.

—Esto viene pasando hace días y días, seguramente semanas. Noté demasiadas cosas extrañas y no podía decírtelo porque sabía que no podías cargar con más en tus hombros —explicó, sus dedos fijos en su agarre—. La gente no estaba actuando normal, lo empecé a notar con Julia, con Noah... había cosas distintas en ellos. No actuaban como ellos mismos.

Al ponérmelo a pensar, tenía razón. Había habido reacciones extrañas en mis alrededores; Julia cambiando de opinión sobre dejar de entrenarme cuando me había obligado a volver, la idea de la prisión y que nadie diera ninguna objeción, que movieran al Doc fuera del círculo cercano y sus decisiones. Incluso las reacciones recientes de mis amigos. Miré mis manos y encontré la respuesta; los guantes.

Queriendo preguntarle qué era lo que estaba pasando, un grito me heló la sangre, reconociendo el tono de voz de Troy. Al querer correr en la dirección escuchada, el Doc me detuvo.

—No puedes ayudarlo.

—Doc, ¿qué-?

—Está tratándome de dar tiempo para explicarte lo que está pasando, me obligó a salir del laboratorio porque supo que algo estaba estallando y yo podía alcanzarte. Somos solo cuatro los que somos inmune a esto. Nadie podía saberlo más que nosotros y confié en Sue hoy, pero no salió bien tampoco—los gritos siguieron de fondo, el Doc cerrando sus ojos con tanta fuerza, peleando por no ir con su aprendiz—. Ay, Troy, no...

—Puedo ayudarlo-

—No, tienes que salvarnos —dijo—. Eres la única capaz de afrontarla.

Me quedé quieta.

—¿Afrontarla?

Más gritos siguieron, y fui yo quien tuvo que agarrarlo de los hombros al Doc, que ya tenía sus ojos llenándose de lágrimas por la desesperación. Yo sentí la misma frustración, el pobre niño estaba siendo torturado, vaya a saber para qué, y tener la mínima idea de que había sido por mí, me estaba aniquilando el alma.

Sin tener su atención agarrándolo por los hombros, tuve que agarrarle el rostro.

—¡Doc! —lo llamé, cuidadosa de mi tono—. ¡¿Afrontar a quién?! ¿Qué cuatro somos inmunes? ¿A qué?

Tragó en seco, pasando sus manos por su poco pelo al explicar—: Están actuando por alguien más, por órdenes de otra persona.

—¿Cómo? ¿Por qué?

De fondo escuchamos un último grito y un gran estruendo, parándonos el corazón a ambos y agarrándonos mutuamente por los hombros como si fuéramos nuestro único soporte. El Doc se liberó de mi agarre.

—Tengo que ir a ayudarlo, tengo que ir-

—Doc, espera, dime a quién tengo que afrontar —lo detuve, agarrándolo de la muñeca. Más pasos se acercaron por nuestra zona, probablemente habiendo encontrado nuestras pisadas o escuchando nuestras voces—. No entiendo.

Él también notó que se estaban acercando, y empujándome en dirección de la ciudad de vuelta, fue rápido al hablar.

—¿Te acuerdas del acertijo? ¿El que te dije hace un tiempo? —preguntó, y en mi pobre memoria, pude recordarlo de pura suerte. Asentí tontamente, desesperada y presionada a escucharlo. Él palmeó mis hombros—. Con la respuesta entenderás todo, no puedo decirte el nombre porque la persona sabrá que te lo dije y vendrá por ti.

—Pero-

—Ahora vete, Tay, voy a distraerlos, también me está buscando a mí —me ordenó, empujándome una vez más en dirección de la ciudad—. Acá somos tres, queda otra inmune en la ciudad y no puedes dejar que llegue a ella.

No hizo falta que aclarara quién, parte mía adivinó de quien hablaba, y sin poder rogarle que viniera conmigo, reconocí a Aiko y Jacob apareciendo a espaldas del Doc y agarrándolo de sus brazos. Desapareciendo con un grito en la garganta, me obligué a correr entre los árboles, peleando por no volver al empezar a escuchar los quejidos y gritos del Doc a mis espaldas, y una vez que volví a llegar a la ciudad, corrí entre los edificios una vez más. Tenía que encontrar a mi hermana.

Pasando entre los edificios y cuidando de no chocar o llamar la atención de nadie, me obligué a pensar en lo que el Doc me había dicho, en el tonto acertijo que me dijo por no poder decirme la respuesta directa. ¿Qué es algo que puedo escuchar que otros podrían leer? Yo era un asco en los acertijos encima, y con la adrenalina en el pecho, sin entender lo que estaba sucediendo, y preocupada por mis amigos y hermana; me tuve que detener en el pasillo de mi departamento, una vez que vi que no había nadie, para poder pensar.

Tomé fragmentos de todos los sucesos en mi cabeza, empecé a tratar de armar una teoría como el Doc lo haría; con todas las pruebas posibles. Pensé en mis amigos, en sus reacciones. Pensé en la líder, en sus decisiones. Recordé los cambios, las secuencias, todo lo que había sucedido en los últimos meses lo rebobiné en mi cabeza y empecé a buscar algo que todos tuvieran en común. Así, empecé a formular preguntas que se adhirieran al acertijo.

¿Qué es algo que puedo escuchar que otros pueden leer? ¿Qué sería algo que pueda cambiar reacciones y decisiones? ¿Qué habían tenido en común todas las situaciones que había vivido y que el Doc había notado distinto? ¿Qué sería algo que te pudiera controlar?

La cabeza me latía con fuerza, tantas cosas entrando y saliendo de ella sin sentido y al mismo tiempo formándose en una respuesta que me heló todo el cuerpo. Inconscientemente me caí contra la pared que estaba a mi lado, mis dedos tirando de mi pelo al sentirme tonta, al darme cuenta de que la respuesta era fácil. Había sido tan ciega, tan tonta por confiar en una anomalía con tanta fuerza, y mis manos tomaron la respuesta que formaba parte de mí, de mis amigos y de todo el mundo.

Mi cabeza. Mi mente.

Y fue como si todo se diera en un mismo instante, en el cual notaba la puerta de mi departamento levemente abierta, y mi hermana gritaba con tanta fuerza que me tembló las rodillas. Ella no estaba sola.

—¡Morgan! —se me escapó sin pensarlo, corriendo hacia mi departamento apenas escuché otro estruendo, y apareciendo al cruzar la puerta, me encontré con mi hermana inconsciente en el piso de la sala—. ¡An-!

En el mismo tiempo que yo me acercaba a ella, sentí la presencia de ella a mis espaldas que no había visto, y cuando me giré para afrontarla, solo sentí el duro golpe de una barra metálica y vi todo negro al caer al lado de mi hermana.




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