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Yo era bastante testaruda, demasiado, hasta el término de "cabeza dura" me iba mucho mejor que el otro término. Más que nada cuando estaba dolida y enojada al mismo tiempo, porque la combinación de ambas emociones hacía que entre las dos se potenciaran entre sí y era peor. A lo cual, cómo resultado de ello, Noah y yo dejamos de hablar en los siguientes días.
Claramente, para peor, él era igual que yo con simplemente un enojo. ¿De qué? Vaya a saber. Él no tenía ningún derecho de estar enojado conmigo y ahí estaba el infeliz. Pensarlo me potenciaba aún más las ganas de no mirarlo e ignorarlo. Era injusto si se había enojado porque le había cerrado todo tipo de chance a volverse a acercar. Se había merecido ese rechazo después de todo.
Lo único que logró molestarme, más que nada porque lo causábamos nosotros, eran las cenas incómodas. Más allá del enojo mutuo, teníamos una rutina que cumplíamos siempre y no por no querer verlo al gemelo iba a tener el mismo trato con su hermano o hacer que Morgan se alejara de ellos por la misma razón. Quise mínimamente mantener aquello y soportar mi furia a pesar de tener al causante al frente.
No hizo falta que contara lo que sucedió, a ninguno de los dos, o probablemente mi hermana y Tom temían traer el tema de vuelta, viendo que entre que yo pinchaba con fuerza mi ensalada al comer, Noah simplemente apretaba la mandíbula y se quedaba en silencio. La única conversación en nuestra mesa era entre Morgan y el otro gemelo. Apenas la comida desaparecía del plato de Noah o mío, cada uno se excusaba y se iba de la mesa. Estaba claro que ninguno pensaba, por el momento, ceder al enojo.
Aprovechaba los nuevos entrenamientos para sacar mi enojo que, de hecho, por mi concentración en querer despejar mi mente, estaba mejorando mucho más de lo pensado. Parecía mantener el control en una sola situación cuando me negaba a pensar en algo más, y en lo que los movimientos de Anna comenzaban a volverse predecibles, era mucho más fácil mantener la defensa y aprovechar ataques. La primera vez que sorprendí a Anna deteniendo una de sus patadas mortales, y en un movimiento con su brazo, su espalda se estrelló contra la colchoneta debajo nuestro; logré ver su mirada atónita por primera vez.
Estuvo tan sorprendida que hasta no se había dado cuenta de que había aceptado mi mano tendida para levantarla. Sue Lee me dio un asentimiento de cabeza con lo que parecía ser un gramo de orgullo. Después de semanas viendo cómo me revolcaban en el piso en todos los sentidos, un triunfo era un alivio para ella.
En lo que el silencio seguía creciendo entre el gemelo y yo, cómo también en mi progreso en mi entrenamiento, la dicha prisión para poseídos o lo que fuera estaba también cerca de ser terminada. Las prototipo se volvieron las primeras tres en estar completas, y empezaron a seguirles muchas celdas más. Tenían lo mínimo e indispensable para alguien, que en mis ojos parecía poco e inhumano. Me negaba a entrar porque, tener la mínima idea de que ese lugar había sido hecho en parte por mí, me ponía los pelos de punta darme cuenta de que yo podría ser enviada ahí.
Tom había entrado. En una de las visitas a Claire, lo vi parecer tan disgustado con lo que había visto.
—Es una prisión, así como lo viste en películas o noticias. Hay un inodoro, una cama, una silla y una mesa...horrible —dijo, apoyando su cabeza en la cama de Claire y dándole una mirada de costado antes de volver hacia mí que estaba sentada frente a él—. No debería ser así. Estamos hablando de personas que quieren estar mejor y no pasar por esa situación de incertidumbre con lo que están pasando. ¿Encerrarlos en una celda? ¿Aprisionarlos así?
Mantuve mis labios fruncidos en una línea, sin saber qué más agregar. Los dos compartíamos el mismo pensamiento.
—¿Alguien más opina así? ¿Qué tenga cuatro neuronas funcionando?
—Claramente que sí, fui con Luna y Marla. A las dos les pareció horrible lo que era, se les notaba hasta en las caras —mencionó—. Es absurdo. Inhumano e innecesario.
—Pero los que mandan al parecer no piensan discutirlo...
Tom enarcó una de sus cejas al mirarme.
—Noah no parece contento tampoco.
—No pregunté por él.
—Claramente no, pero te calma saber la respuesta.
Hubiese mentido si respondía que no. Enojada, testaruda y dolida, no significaba que, si Noah dijera que estaba de acuerdo, no me causaría más dolor. Mis emociones del momento no modificaban en lo absoluto las que cargaba desde hacía meses con él.
El quedarme callada fue suficiente respuesta para Tom, que sonrió con una pequeña burla y suspiró. Por un momento mantuvimos el silencio en el cuarto, sólo nuestras respiraciones escuchándose, hasta que una vez más decidió hablar.
—Me contó lo que pasó, entre ustedes...—dijo, algo que me sorprendió, siendo que estábamos hablando del orgullo mismo en una persona—. Sobre la propaganda.
No me sorprendía si sólo eso le hubiera contado.
—¿Y sobre el hecho de que no me lo dijo? ¿Qué "se olvidó" de decirme que la mujer que viene desapreciándome, y hasta amenazándome, estaba usándome desde un principio en una propaganda para su resistencia? ¿Su reputación? —escupí, algo que hizo que Tom bajara la mirada, por fin dándose cuenta de mi enojo encapsulado desde hacía días parecía estar estallando. Terminé bufando y deslizándome en la silla—. Al final Anna tenía razón, le permití a Julia tenerme en el lugar que quería y ella me manejó como quiso.
Tom frunció el ceño al preguntar—: ¿Qué te dijo Anna?
—La verdad que tu hermano no. Que fui una pieza en el tablero de su juego que le trajo su fortuna de poder y reputación —froté mis ojos con frustración—. Y yo lo permití ciega y conscientemente al mismo tiempo. No se lo tendría que haber permitido.
—Estabas haciendo lo que pensabas que era lo correcto.
—Y así salió —gruñí—. Estoy cansada de ser la de moralidad correcta y que encima todo a mi alrededor no parezca acompañarme.
Tom ladeó la cabeza.
—¿Y yo qué? —preguntó, señalándose. Después la miró a Claire—. ¿O qué pasa con Claire? ¿Piensas que está ahí por nada? —me hizo acordar y tragarme las palabras que había soltado—. Te seguimos y confiamos en ti porque sabemos que es lo correcto, que estás haciendo lo mejor que puedes en tu situación y estoy seguro de que, si Claire estuviera despierta y consciente con nosotros, Julia estaría actuando diferente. Lo único que la maneja es la situación de su hija y que la supuesta causante está acá con nosotros.
—Entonces, ¿qué es lo que lo maneja a tu hermano ahora? ¿Ella también? —no pude morderme la lengua para evitar la pregunta, algo que hasta el gemelo notó. Dejé caer mi cabeza contra la pared detrás de mí—. Siempre que estoy tratando de hacer el bien, que estoy tratando de cuidarnos, él y yo parecemos discutir más.
—Parte de mí se sorprende de que no te lo haya dicho... o que haya pensado que no era importante para ti —se rascó la barbilla, sus facciones tensas al pensar—. Pero sabiendo todo lo que está sucediendo, que se le haya pasado por encima no me sorprende. Está complicado...
—¿Y yo no? —me sentí egoísta a traer el yo en una conversación de los problemas de su hermano, pero necesitaba que se entendiera bien la molestia—. ¿Acaso yo no estoy complicada?
—También está estresado, Tay, se merece el mismo respiro que tú... —soltó, algo que en cuanto vio mi mirada asesina, negó con la cabeza—. No me malinterpretes, sabes que no estoy desvalorizando el error que "olvidó" y cometió, simplemente estoy diciendo que lo que pasas tú con tu estrés, tu sacrificio propio y todo lo que te está pasando, él lo tiene por otro lado. Julia le está encima, queriendo saber de ti, Enzo lo provoca para ver también si le saca información. La única que lo salvaba de dichos cuestionarios era Sue y ahora ella dio un paso atrás para poder entrenarte. Y en lo que te ve a ti caerte en pedazos y no saber del todo qué fue lo que te paso...
Apreté la mandíbula. Tom también sabía que le estaba mintiendo ahora.
—No tengo otra opción...
—Pero sigues haciendo lo mismo que él, mentir. Entre ambos más que nada —señaló, algo que me hizo deslizar fuera de la silla aún más—. Confío en ti, en el Doc y en que, si están ocultando algo de los demás, es porque es serio y puede causar pánico, que es lo último que queremos. Tienes suerte que yo nací con esa paciencia y deducción. Noah... no tanto, y lo sabes.
La culpa me pesó en el pecho.
—Lo siento...me encantaría decírtelo, créeme, siempre fue mi plan.
—Lo sé, y Noah también lo sabe, pero en su desesperación, se le nubla el juicio —relamió sus labios, acomodando su pelo ondulado—. En lo que menos se hablen, menos van a saber las cosas, y creo que tienen una bonita... lo que sea entre ustedes. No lo arruinen por situaciones ajenas a ustedes. No estamos en el mejor momento y es por eso mismo que tenemos que aferrarnos aún más a todo lo que am- creamos importantes.
La palabra que estuvo por soltar me detuvo en un latido todo tipo de sentido en mí, porque sabía el peso e importancia que tenía. El efecto que causaba en mí. Tom parecía haberla querido cambiar en el último momento, dándose cuenta algo él que yo no, y suponiendo lo que podía hacer, mi testarudez sólo pudo centrarse en la conversación antes del significado.
—¿Crees que tengo que hablar con él?
—¿No estaban ustedes trabajando en la importancia de la comunicación?
Me empecé a reír con fuerza, algo que contagió a Tom y terminamos a las carcajadas. Que ironía pensar que era cierto, antes de todo el desastre con Javier, con Julia y todos, Noah y yo habíamos hablado sobre la comunicación y lo que requería de nosotros para poder abrirnos de tal forma. Y ahí estábamos, tan enojados con el otro que no nos podíamos ni mirar.
Cuando pude calmarme, sólo me limpié los ojos llorosos y suspiré lo último que me quedaba de risa.
—Tenemos tantas cosas por trabajar uno con el otro.
Tom asintió.
—Se trata también de aprender incluso al equivocarse, ¿no? —inquirió, y sus ojos cayeron en nuestra amiga, una suave sonrisa en su boca y una de sus manos acarició los nudillos de ella—. Incluso si complica todo.
La conversación pareció terminar ahí, Tom habiéndose estirado para agarrar el libro que le estaba leyendo —que seguía siendo la saga de Harry Potter, creo que estaban por el cuarto tomo— y yo me quedé pensando en su hermano.
Enojada o no, había una parte de mí que lo extrañaba. Estaba acostumbrada a él, a mi rutina, y después de hasta la palabra que Tom había interrumpido y corregido, sentí que lo extrañaba aún más.
[...]
Evadí el cuchillo de Anna deslizándome hacia la derecha, siendo lo suficientemente rápida para tomar su brazo y golpear dicha arma fuera de su mano. Ella también fue veloz, colocando una de sus piernas por detrás de las mías, y en lo que me empujaba con su cuerpo para hacerme caer, aproveche su cuerpo cayendo sobre el mío para impulsarme y girarnos a ambas. Mis rodillas quedaron a cada lado y fui cuidadosa al apoyar mi codo en su cuello. Anna estaba tan agitada que sentí el pulso debajo de mi brazo.
Sue aplaudió tres veces y me levanté para permitirle a Anna que hiciera lo mismo.
—¡Muy bien, Tay! —dio un asentimiento con la cabeza, algo que ya había tomado como un felicitaciones. Yo le sonreí levemente y ella se giró a Anna—. Tú también muy bien controlándote, creo que podemos empezar a subirle la intensidad.
Las miré confundida—: ¿Subirle la intensidad?
—Tay, creo que eres poderosa con tu anomalía y estás en camino a serlo con tu físico... —aclaró Sue, levantando sus manos en inocencia—, pero estás entrenando con alguien que su anomalía es agilidad. Si ella quisiera, estarías con tu columna al revés en un movimiento.
No hizo falta que me girara hacia Anna, la sonrisa orgullosa y con el ego en el cielo la sentí hasta en mi cuello.
—¿Estábamos entrenando en una baja intensidad...? —mi ego dependía de esa pregunta. A mi favor, Sue negó.
—Vamos por intermedia, creo que podríamos empezar con una avanzada, ¿no crees, Anna?
Esa vez si me giré hacia ella, que estaba trenzando su pelo rojo en una trenza.
—Mientras no se rompa, creo que podemos.
—¿Romperme? —enarqué una ceja—. No te voy a mentir, eres ágil y hábil con las armas, pero creo que tienes que hacer mucho más para romperme.
—Oh, no, quebrarte puede ser difícil...físicamente —aclaró, cierta sonrisa macabra. Sue, dándose cuenta a dónde estaba yendo, la chisteó. Anna la ignoró—. No estoy diciendo una mentira, Sue, ya se lo dije el otro día. Lo único que aclaro que ella es quebrantable por todo tipo de sentido menos físico.
En su idioma medido, siendo que la exlíder la estaba mirando de forma amenazante, entendí que estaba llamándome mental y emocionalmente débil. No sólo tenía razón en cierta parte, en otra estaba totalmente equivocada y me tomé su comentario más a pecho de lo que debería. Ella habrá perdido a su amigo y seguramente a más personas, y yo también; la diferencia de ambas era que ella no vivía con la culpa que le daban, con la responsabilidad de saber que, en un descontrol de uno mismo, podía aniquilar a su alrededor.
Ella no podía llamarme débil cuando no sabía la responsabilidad que cargaba. Por mi moral de ser mi mejor versión para evitar una catástrofe.
El haberme quedado callada parecía ser una respuesta pacífica de mi lado, como si la hubiese ignorado o querer evitar el conflicto. Sue parecía aliviada de ver que no estaba cediendo a otra discusión más de montones que teníamos Anna y yo. El problema era que yo ya no quería discutir con ella, quería dejárselo más que en claro en otro sentido.
Una vez que la exlíder nos ordenó en ponernos en posición, Anna ya tenía su cuchillo en mano. Yo peleé la comezón en mis dedos, las cosquillas en todo mi cuerpo, y una vez que la pelea comenzó, hice la primera trampa. Desaparecí frente a Anna y la ataqué sin que verdaderamente me vea venir.
Sue notó mis intenciones en el momento que se dio cuenta que no estaba pisando la colchoneta.
—¡Taylin!
Golpeé el vientre de Anna con fuerza, ella sintiendo el dolor y tratando de encontrar mi cuerpo en la nada misma. Había agarrado con fuerza su cuchillo, haciendo cortes en el aire en busca de mi persona. Golpeé su cuchillo fuera de su mano, que se deslizó por el piso lejos nuestro, y en lo que ella sacaba otro que tenía en una de sus botas, la empujé con fuerza hasta que cayera de bruces. Su espalda impactó seco con el piso, no con las colchonetas.
—¡Taylin! ¡Basta! —escuché a Sue intentando acercarse—. ¡Anna, no-!
Fui rápida al esquivar otro ataque de Anna, sus ojos negros dándome la idea de que la había hecho cabrear más de lo que yo estaba. Con una velocidad impresionante, deslizó su cuchillo en el aire, de lado a lado, pasándolo de mano en mano y con sus facciones fruncidas en furia. Me hubiese lastimado de no ser que estaba del otro lado donde lo estaba haciendo, algo que me causó gracia y pena al mismo tiempo.
Para molestarla le soplé en el oído, algo que fue tonto, porque al tener la agilidad y velocidad que manejaba, llegó a voltearse en un milisegundo y cortar en el aire con su cuchillo. A mi mala —y en parte buena suerte—, logró atrapar una parte de uno de mis guantes.
En mi sorpresa, aparecí de vuelta y me encontré con Anna sonriendo con malicia. No dijo nada, probablemente me maldijo entre los dientes, y volvió a atacar con su cuchillo. Las cosquillas fueron más fuertes de lo normal, y antes de que me diera cuenta, mi haz me estaba rodeando al cruzar mis brazos para protegerme de su cuchillo.
—¡Es una orden! ¡La pelea terminó!
Ninguna escuchó a Sue, Anna siguió atacando y yo me seguí defendiendo, peleando por meter al menos un golpe. En lo que era buena en ataque, también era en defensa, y no dejaba ningún lugar libre para permitirme atinar un puñetazo o patada que la derribara. Nos estábamos desplazando por todo el centro, ya fuera de la seguridad del ring que habían armado, y en lo que me seguía protegiendo de ataques, mis ojos encontraron el otro cuchillo de Anna detrás de ella.
Fue un instinto nuevo, estirando mi mano por detrás de ella y mentalmente aferrándome al cuchillo, sintiendo hasta el frío del metal, y en lo que lo ordenaba a que fuera a mi mano, el filo voló en nuestra dirección, cortando parte de la pierna de Anna y llegando a mi mano.
Mi contrincante soltó un alarido de dolor, y en lo que se distraía por la herida, pude aprovechar para golpear su pecho, lo que la envió hacia atrás, por suerte en las colchonetas, y antes de que pudiera hacer otra cosa, ya estaba encima de ella con una de mis rodillas en su pecho, uno de sus cuchillos en mano y arrebatándole el otro con la misma orden que había hecho con el primero.
Apoyé uno en su cuello, deteniéndola de todo movimiento, y por primera vez en lo que la había conocido, noté cierto temor en su mirada. En lo que el color negro se iba de ellos, mi haz que me rodeaba se reflejaba en su iris. Sólo soltó un gruñido, sus manos en alto y aceptando la derrota.
Aceptando lo que le comprobé; yo estaba lejos de ser débil, física, mental o emocionalmente.
—¡Reed!
Pensando que Sue estaría por darme la reprimenda de mi vida, que en realidad la merecía, al girar la cabeza en dirección de la voz, estaba Julia y Enzo con parte de mi grupo de entrenamiento detrás de ellos. Luna, Jacob, Marla, Aiko e incluso Cassia estaban ahí. Habían visto toda la escena, y en lo que yo daba un paso hacia atrás, notaba que todo mi haz de luz seguía brillando y deslizándose alrededor de mi cuerpo.
En mi furia, no lo había notado. Mis ojos cayeron en el guante dañado y vieron el corte hecho. Ya no estaba restringida y había dañado lo único que me contenía.
Julia vino hacia mí con una rabieta que me hizo dar un paso hacia atrás.
—¿Es que estás loca?
Eso salió irónicamente de su boca, y en el mismo segundo que lo escuché, empecé a sentir el enojo brotar en mi pecho. Había decidido no mencionarle ni atacar a la líder después de enterarme de lo que había hecho a mis espaldas, de haberlo hecho hubiera mandado al frente a Sue que me había ayudado y confiado en mí para decirme la verdad. No quería meterla en problemas, era lo mínimo que podía hacer con tal de agradecerle su honestidad, a lo cual tampoco significaba que la hipocresía de Julia iba a pasarme por encima una vez más.
Sin embargo, con mi contención ahora dañada, no tenía mucho criterio con el cual defenderme. No sólo no me había dado cuenta, sino que había recaído en mi anomalía y la usé en un ataque que hasta dañó a Anna. De reojo vi que Sue estaba ayudándola a levantarse con otro compañero de entrenamiento.
Julia, en lugar de seguir gritándome a mí, avanzó hacia Sue.
—Sullivan, ¿Qué es esto? ¡No es lo que acordamos! —con su dedo índice me señaló con tal fuerza que podría haberme arrancado un ojo—. ¿Qué tipo de entrenamiento es este? ¡Tu ayudante está herida! ¿A qué niveles pensaban llegar? ¿A que ella explote de vuelta?
Respiré hondo un par de veces para no abalanzarme sobre la líder y hacer las cosas peor. Tenía razón en enojarse al ver la sangre que caía por la pierna de Anna y también era entendible que, habiéndome visto lo que había hecho, pensara que era parte del entrenamiento.
Sue, todavía manteniendo a Anna parada, me dio una mirada rápida antes de volver a la líder.
—Fue un... desacuerdo entre ellas. No va a volver a suceder.
—Más vale que no va a volver a suceder, esto no es lo que acordamos y menos que menos con ella —una vez más me señaló—, está desencadenada.
Era un sinónimo al aprisionamiento y a la estructura que estaban construyendo. Empeoró mi enojo. Sue dejó que dos integrantes se llevaran a Anna —quien a mi sorpresa no dijo nada, parecía haberse quedado muda— y se acercó a Julia.
—Va a solucionarlo, es tela, se puede coser la zona dañada y estará como nueva...
—¿Por qué tienes tanta necesidad de entrenarla? Claramente no está en condiciones —se giró hacia mí—. Actúa con imprudencia, impulsividad e irresponsabilidad. Ya estoy cansada de tener que excusarla.
Tenía todo tipo de sarta de maldiciones y razones por las cuales mandarla a sentar a su lugar, y seguramente se vio en mis ojos el enojo, algo que hizo que Sue negara con su cabeza. Tenía tantas emociones contenidas que, sin mi restricción, se estaban sintiendo más descontroladas que antes. Julia era de las principales.
Así que, tragándome el discurso, sólo pude sisear:
—Fue un accidente —ni abrí la boca para decirlo, sentía que el mínimo espacio entre mis dientes habilitaría todo lo que estaba tratando de contener—. No va a volver a pasar. Fue mi culpa.
Eso la hizo cruzarse de brazos.
—Sí, fue tu culpa, y sí, no va a volver a pasar —escupió—, porque hasta acá llegó tu entrenamiento.
Pensé que se armaría un escándalo, que Sue saldría a defenderme, que mis amigos soltarían un tipo de comentario que me daría su apoyo. No esperé el silencio tenso, no me imaginé que, al girarme hacia ellos en busca de una mínima sonrisa de apoyo, que ninguno quisiera verme a los ojos. Me dolió pensar que podrían estar de acuerdo con lo dicho, y fue algo que no quise creer, pero pasando los segundos y sólo Luna animándose a cruzar miradas conmigo, su boca fruncida en una línea fue la clara respuesta de mi miedo. Estaban de acuerdo.
Volví hacia Sue que, en lugar de menear su cabeza en desacuerdo, dio un asentimiento fuerte, como si ya no tuviera que más hacer, y con su cabeza señaló la salida.
—Esto fue todo, Tay —dijo—. Lo siento.
Me sentí perdida. No como si no supiera dónde estaba, sino más cómo no saber a quién recurrir. Mis amigos estaban ahí, quienes se suponían que me apoyaban, pero también ahí estaban; Jacob con sus manos en sus bolsillos y sin despegar los ojos del piso, Luna siendo la única que sí y sin reacción alguna más que incómoda. Aiko en sí era callada y se apoyaba en Marla, que sus facciones también expresaban cierta incomodidad, cómo si ninguno de ellos se hubiese esperado que eso pasara. Ninguno me dio ni el mínimo gramo de apoyo, y con el peso que se estaba acumulando en mi pecho, sólo acepté lo dicho y me dirigí fuera del centro de entrenamiento peleando por mantener la cabeza en alto.
En lo que salía del lugar, miré el causante de mi desastre —que había hecho yo, no iba a hacerme la tonta— y me arrepentí de todo. ¿Qué quería demostrar ahora que ya ni mis amigos querían confiar en mí? ¿Qué debía demostrar a Julia que seguía manejando la ciudad a su gusto y nadie parecía cuestionarle ninguna de sus decisiones? Yo sería el imán perfecto y ella me usaba para sostener lo que quería. ¿Cómo demostrar que no debería ser capaz de hacer ellos si había perdido la creencia de mis amigos en el proceso?
No me había dado cuenta de que estaba deambulando por las calles de la ciudad hasta que empecé a chocarme levemente con otra gente, dónde algunos me miraban con cierta esperanza, (los nuevos) y otros con cierta expectativa, como si esperara que, bueno, estallara. Sus opiniones ahora estaban pesando mucho más de lo esperado.
Una mano cayó en mi hombro, sorprendiéndome, y en lo que me giraba con esperanzas que fuera o Luna o Jacob haciéndome volver para que pelee la decisión, peleé con mis gestos para no mostrar decepción una vez que vi a Drea sonriéndome.
—¡Tay! Que bueno verte... —su sonrisa alivió la molestia que crecía en mi pecho. Reconocí un bulto frente a ella y otro en su espalda, como un canguro cargando a sus crías. En su caso, estaba cargando a sus bebés que ya habían sido dados de alta—. Me enteré de que estabas muy ocupada y no quería molestarte...
Mi pobre estado de ánimo no me permitió mentirle y levanté uno de mis guantes.
—Parece ser que estoy libre de ahora en más —sorbí mi nariz, peleando las ganas de darme un cachetazo. La había terminado de arruinar yo—. Ya no puedo entrenar.
Drea no cambió su forma de mirarme en lo que miraba el guante roto, cortado en la palma de mi mano, y hasta se acercó a mí para deslizarlo fuera de mis dedos y mirarlo. Mis ojos cayeron en el bebé delante, que no pude deducir si era Ash o Jamie, pero que me dio una pequeña sonrisa curiosa. Dudaba que se acordara de mi rostro.
Su mamá inspeccionó el guante y carraspeó la garganta.
—Puedo cosértelo, si gustas. No sé si estás al tanto de que me mudé al departamento de Olivia, ella estaba sola después de que una de sus compañeras se enamoró de otro integrante y se fue con él —contó, en su tono de voz dejando en claro lo agradecida que estaba con la sanadora—. Accedí a trabajar cosiendo para tener un ingreso, ropa donada que está dañada, siendo que lo puedo hacer desde el departamento y así encargarme de mis niños. Cosí toda mi vida, creo que puedo arreglarte este percance.
No pude decirle que no, simplemente asentí, y me hizo ayudarla con uno de sus hijos en su espalda, confiándomelo en mis brazos, y la seguí para ir su departamento. En el camino, notando que yo no estaba de humor para tener conversaciones largas, ella me fue comentando todas sus nuevas vivencias con Ash, una hermosa bebé de ojos verdes y sonrisa traviesa, y Jamie, el niño de ojos miel que estaba en mis brazos y jugando con las placas que colgaban de mi cuello. Hablaba sobre sus madrugadas dónde no dormía, con Olivia ayudándola a adaptarse a poder amamantar a ambos, a poder descansar en el medio. La sanadora se había hecho cargo de cuidarlas y las dos estaban haciéndose amigas. Me gustaba saber que Drea estaba en buenas manos.
Una vez llegado al departamento, en el mismo edificio dónde estaba Zafira, subimos hasta el quinto piso y ella seguía contando la primera vez que les había tenido que cambiar el pañal y que tener que usar los de tela era una pesadilla (una vez más, tratábamos de causar la menor contaminación posible y el reciclado era obligatorio). Su exageración logró distraerme de mi día que iba terriblemente mal y noté cuánto se estaba esforzando, no solo para no preguntar que había pasado, sino para animarme.
Terminé sentándome en la sala, meciendo el pequeño cuerpo de Jamie hasta que empezó a cerrar sus ojos y cedió al sueño. Ash ya estaba en la cuna, que había sido construida con un ancho calculado para dos bebés y que parecía haber sido construida por algún integrante que fuera artesano. Drea también había empezado a conseguir donaciones de bebés para sus mellizos.
En lo que seguía y seguía hablando sobre cómo Ash parecía tener mucho más carácter que su hermano, yo no podía dejar de pensar en el peso que cargaba en el pecho. Era una presión molesta, dolorosa y decepcionante; me sentía sola y con sólo dos personas las cuales sentía que podía recurrir. Todo empezaba a ir de mal en peor, mis amigos comportándose fuera de lo que había pensado, y mi rostro estaba empezando a reflejar lo que estaba sintiendo.
Quise ser rápida al frotarme los ojos y pelear el nudo de emociones. A mi mala suerte, Drea se dio cuenta y no pudo ignorarlo. Dejó de coser el guante y palmeó la mesa dónde estaba trabajando.
—¿Quieres hablar de lo que pasó? —fue lo primero que pregunto, su tono de voz suavizándose para no presionarme—. Entendería si no, créeme, pero si puedo aconsejarte, o ayudarte de la forma que pueda, quiero que sepas que estoy.
De las últimas que quedaban, al parecer. Me levanté del sillón donde estaba sentada y me incliné en la cuna para deslizar a Jamie al lado de su hermana. Inconscientemente les acaricié las mejillas y le conté lo que había pasado a Drea.
Pero no sólo lo que había pasado ese día. Estallé con la situación desde lo de Javier, con lo de Noah, con mi anomalía, con Julia, con la predicción, con la propaganda y todo. No hubo algo que no haya soltado, necesitando expresar y contar cada pequeño y mísero detalle que estaba partiéndome a la mitad. El último estaba escarbando ya unas cuantas grietas, habiendo visto las facciones de Luna, Marla, Jacob y Aiko siendo más que suficiente para hacerme doler.
Una vez terminada toda la novela, Drea había terminado de coser el guante y lo miraba con atención, comprendiendo la importancia de tal prenda, y cuando se volvió hacia mí, agitaba su cabeza molesta.
—Eres una niña todavía, Tay, sólo tienes dieciocho casi diecinueve años y se olvidan —murmuró, relamiendo sus labios—. Hay una parte de cada situación que entiendo el otro lado, la desesperación, la necesidad...el usar recursos que sabían que iba a funcionar. Yo vi la propaganda, por eso confié en ti cuando nos conocimos, y pensé que sabías. Me apena, y me enfurece, pensar que habían promocionado y responsabilizado a una simple niña que no sabía nada sobre aquello. Te hizo la heroína de un cuento que ni sabías que eras protagonista.
—Y sin olvidar que me hizo sentir como la villana desde que llegué —recordé, dejándome caer en una de las sillas frente a ella—. Ahora hasta mis amigos creen que lo puedo llegar a ser, después de la escena de hoy más que nada.
—Tienes derecho a enojarte también, a querer ser respetada y valorada. Penosamente hay una responsabilidad propia en saber dónde parar con cada emoción, pero ellos no pueden esperar a que seas perfectas y domines todas tus emociones, anomalías y acciones al mismo tiempo —dijo, estirando una de sus manos y dándome un apretón en una de las mías—. En serio lamento que estés pasando por toda esta situación, queda más que en claro que no lo mereces por más que pienses que fue tu culpa. No es así.
—Una...compañera me dijo que había perdido toda confianza en mí misma, que me había dejado manejar por ella, y que de hecho eso fue lo que me hizo actuar hoy —conté, mi tono de voz monótono—. ¿Cómo confiar en mi cuando me hizo pensar que era el ataque de Costa Norte? ¿Cómo sentirme segura conmigo misma cuando piensa y hace que todos los demás piensen que soy la dinamita con poco tiempo de explotar?
Drea deslizó el guante por la mesa y me lo puso, apretándolo con fuerza en la muñeca.
—Porque sabe que es así, no en el mal sentido —contestó—. Si sabe que usarte funciona, que la propaganda funciona, ella te va a presionar en todo lo que quiera para que su reputación se mantenga. Cómo piensa que tú no sabes nada de esto, va a seguir presionando y aprovechándose, sólo queda que empieces a contestar.
—No quiero meter en problemas a Sue...
—Creo que, en este momento, tienes que dejar de pensar por los demás y por una buena vez, pensar en ti —me sonrió con dulzura—. Eres buena, eres empática, pero tienes que serlo contigo misma también antes que con cualquier otra persona.
Era el mismo planteo que mi hermana había hecho días atrás con una simple pregunta; ¿por qué me hacia cargo de la seguridad de los demás antes que de la mía? Porque yo era así, siempre lo había sido, pero; ¿Qué pasaría si empezara a hacerlo conmigo? ¿Qué pasaría si yo empezara a perder esa moralidad cuando ya no podía mantenerla si significaba salir perjudicada?
Sabía lo que tenía que hacer, sabía lo que tenía que afrontar, y no pensé en los demás. Pensé en mi cansancio, en mi dolor, en la persona que me había vuelto y en el ejemplo que quería que mi hermana tuviera. Tenía que afrontar la situación y sacar lo mejor de ella.
Y si no, seguir mi camino en otro lado donde sí me sintiera segura.
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