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Entrenar con Anna y Sue era como haber empezado de cero.
Tenía la mínima y justa resistencia, o conocimiento, para poder sobrevivir las primeras rondas. Después, en lo que mi durabilidad y energía física se iba desgastando, empezaban a aparecer el real trabajo que era entrenar con dos personas que tenían sus sentidos intensificados; mientras que Sue podía ver mis movimientos con unos ojos distintos, y oír mis pisadas con mucha más precisión, Anna me dejaba en el piso de un tirón de mi brazo, pirueta y pose de superheroína. Era de las pocas veces que agradecía que Julia me sacara del enorme grupo de entrenamiento y que sólo las sonrisas burlonas de las otras dos me recibieran al levantarme.
Eso cambiaba un poco cuando tocaba usar un poco de mi anomalía. Sue nos había hecho bajar a las playas, lejos de todos los demás y que me aseguraba que, de ser que las cosas no salieran bien, nadie más saldría herido más que ellas que sabían del sacrificio que era que me liberara por unas horas de los guantes. Anna no tuvo miedo de atacarme, no parecía ni importarle ese hecho, y me tuve que proteger unas cuantas veces de unos cuchillos que Jacob le había dado. Hasta tenían su nombre tallado, lo llegué a ver de tantas veces que pasaron cerca de mi nariz.
Sue se paraba de brazos cruzados al vernos pelear, Anna enterrando sus pies en la tierra al encorvar su espalda sin dificultad, esquivando uno de mis puños, y girando por mi costado para incrustarme un puñetazo en el costado que me sacó el aire. Fui rápida para estirar mi mano y hacerla hacia atrás, rodando en la arena hasta poder recuperar su estabilidad y pelear contra mi agarre.
No escuché ni sentí las pisadas de mi exlíder, lo único que me hizo detenerme fue cuando sentí el filo de uno de sus cuchillos en mi cuello.
—Suficiente de tu anomalía —dijo, indicándome que soltara a Anna. Apenas lo hice, la otra bufó. Me giré hacia Sue, el cuchillo quieto en su lugar—. Si bien tienes una anomalía que te ayuda, deberías tratar de adaptarla en otro recurso cuando se trata de una pelea de uno en uno. Porque en lo que te acabas de centrar en Anna...yo ya te maté.
Dándome cuenta de lo indefensa que había estado, sólo pude asentir. Dejó caer su brazo y mi cuello fue liberado del filo, el cual me dejó respirar hondo unas veces antes de que Sue carraspeara su garganta y señalara a la otra que se acercara.
—Bien, vamos en proceso —dijo—. Ahora, intenta derrumbar a Taylin y que ella no recaiga en sus campos de protección.
Por la forma que Anna vino como toro hacia mí, supe que me quedaba mucho por aprender con ellas si quería desprenderme de mi anomalía como único método de defensa.
Los días se volvieron en unas semanas, y sin darme cuenta, ya había pasado un mes con mi espalda tatuada en caídas sobre el piso del entrenamiento, la arena de la playa e incluso, cuando se inspiraban demasiado, en el agua del mar que estaba más que fría. No iba a hacerme la inocente y decir que no les había hecho lo mismo, sólo para un pequeño gusto de mi dignidad. Después me arrepentía cuando volvía a quedar en el suelo, un poco más fuerte de lo normal, y tenía que seguir.
Julia, desaparecida de estos entrenamientos y dedicada totalmente al nuevo plan en marcha, no apareció en ningún momento para acotar absolutamente nada. Fue bueno eso, significaba un poco de paz mental para mí y libertad para Sue, que no decía mucho sobre ella más que rodar los ojos y no soportar que siquiera la mencionaran. Anna tampoco la mencionaba, siempre había admirado a Sue, no me sorprendía que la siguiera en lo que pensara.
En lo que la líder de Costa Norte planeaba sus estrategias, más personas llegaban a la ciudad. De a poco, montones, pequeños grupos que reían, lloraban, o rezaban, una vez que se daban cuenta que estaban en un lugar seguro. Que nadie iba a dañarlos. Lo veía en sus ojos cuando, en ciertas ocasiones, me habían llamado para ayudar a repartirlos por los edificios y departamentos inhabitados. Me miraban con tanto orgullo, con seguridad, que hasta me hacía ladear la cabeza.
¿Por qué confiaban tanto en este lugar? O peor, ¿cuánto tiempo les quedaba hasta desconfiar de mí una vez que supieran mi estado?
No se los mencioné tampoco, no era mi lugar el darles la bienvenida con un "espero que estén cómodos, no hagan enojar a Taylin Reed que significa camuflarse con la arena de la playa". Tampoco tardaron mucho de enterarse lo que era un poseído en sí, Julia se había tomado la decencia de armar una reunión en el comedor con todos los integrantes de la ciudad.
Lo había hecho en una mañana, dando el aviso a través de los parlantes instalados en la ciudad —los mismos de las alarmas de las misiones—, y que tuvimos que apretarnos entre todos para poder pararnos, sentarnos o acomodarnos en el comedor y mirar a la líder parada sobre el escenario del lugar para dar la charla con sus papeles y manos.
—Muchos de ustedes, cómo sabrán y habrán vivido, un nuevo problema ha surgido entre nuestra gente —había empezado a hablar una vez que había saludado con un buenos días y sonrisa tensa—. Para la gente recién llegada, espero que no hayan sido tan desafortunados como nosotros cómo para haber vivido una secuencia así, pero probablemente conozcan por otros medios, o lenguas, lo que significa ser un poseído.
La palabra me dio un escalofrío por la espalda. Tom a mi lado palmeó uno de mis hombros para calmarme, su hermano estaba parado cerca de la líder con su ceño fruncido y facciones tensas. Rodé los ojos, no me sorprendía.
Julia sonrió para suavizar su discurso.
—Para los que no saben y pueden o no haberlo vivido, el término de... poseído, significa que el anómalo se encuentra en una discusión interna con su anomalía, lo que causa que esta pueda tomar control sobre la consciencia sobre su persona y actuar sobre acciones que superan los valores de dicho humano —explicó, peleando más con el término que con la explicación. Seguía en negación con el nombre dado al estado de dicha gente—. En simples palabras, la anomalía corrompe a la persona y posee su mente, actuando y viviendo por ella.
Una mano fue levantada, desde la primera hilera, y Julia se vio molesta por la interrupción por más que dejara que la persona preguntara.
—El tipo que nos atacó con luz aquella vez... —alargó el tipo, tosiendo para aclarar su garganta—. ¿Él fue uno de los casos?
Inconscientemente, me escondí entre la gente para que la líder no me viera ni me relacionara más con el tema. La escuché suspirar contra el micrófono.
—Sí, él fue uno, y tuvimos suerte que una de nosotros pudo lidiar con él —contestó, lo cual me sorprendió un poco la suavidad con la que lo dijo. Hasta Tom me dio una mirada extrañado, a lo cual me encogí de hombros—. Y por eso mismo es que estamos tomando una nueva medida para que esto no nos pase entre nosotros. Para que, en el horrible caso que un anómalo entre nosotros empiece con los síntomas, sea llevado a un lugar dónde no cause estragos ni heridas en nadie.
Eso me hizo levantarme en las puntas de mis pies para tratar de verla, estando cerca del fondo del comedor, y la encontré compartiendo una mirada con Enzo que asintió y volvió hacia su público.
—Uno de los viejos hoteles tiene estacionamientos subterráneos, tres pisos bajo tierra, y con ayuda del Doctor López y sus asistentes —señaló hacia el nombrado, con Troy y Jacob a su lado. Me sorprendió que lo llamara asistente a él también—, estamos creando unas prisiones para esos casos. Ya tenemos unos prototipos.
El murmullo empezó al instante de lo mencionado y a mí se me abrió la boca por la sorpresa. ¿Cárcel? ¿Para los sintomáticos de la posesión? Ella quería que, en el peor momento dónde el humano y anómalo se pelearan, para no causar estragos, dejarlos en una oscuridad absoluta, sólo y que ahí se las arreglaran. Ahí quería dejarme ahí.
—¿Es que está más loca o qué? —escupí por lo bajo, Tom pasando una de sus manos por su pelo que ya caía en ondas por el largo.
—Está desesperada —dijo—. Y eso está empezando a ser peor.
—Antes de que saquen conclusiones, la idea de la prisión no sería duradera. Sería sólo por cuestión de tiempo hasta que le encontremos alguna restricción que pueda mantenerlos cuerdos durante este proceso —aclaró Julia, calmando todos los susurros que la idea había causado—. Entre los instrumentos y armas conseguidas de los militares, somos capaces de crear instrumental nuevo que nos ayuda a contener y apoyar a estas personas... ya lo hemos hecho.
No hizo falta que me señalara, sentí las miradas de varias personas que recordaban lo que había sucedido, y terminé escondiendo mis manos con los guantes en los bolsillos de mi campera.
—No teman acercarse a nosotros si piensan que están transitando algo parecido a... —miró un papel en sus manos y sonrió otra vez al público. La mujer no entendía que su sonrisa no calmaba a nadie—. Explosiones anómalas, que se relacionen a la habilidad de cada uno; actos impulsivos dónde saben que no son ustedes; pensamientos controversiales que los desacomodan. Estamos para ayudarlos y buscarles ayuda.
¿En serio se le había ocurrido mencionar cárcel anómala y confianza en un mismo discurso y pensar que iba a funcionar? Mi cara debió de demostrar mi confusión y Tom rio por lo bajo, inclinándose hacia mí para susurrar en mi oído:
—A veces me pregunto cómo es que Claire es hija de esta señora.
Resoplé con burla.
—De no ser que se parecen físicamente, ya hubiera supuesto una adopción.
Claire no compartía nada con Julia que no fuera físico. Mi amiga era más amable, dulce, empática; una chica que merecía estar viviendo su vida y no dependiendo de una sanadora que llene su sangre de nutritivos y proteínas que la mantengan viva.
Julia Finch no tenía nada de esa bondad que su hija sí. Menos que menos cuando actuaba cómo si ya no tuviera nada que perder con Claire siendo una caída.
[...]
No pude dejar de pensar en esa reunión en las horas siguientes, en lo que nuevamente me estaban dando una paliza en el entrenamiento con Sue y Anna. Si ya concentrada podían darme vuelta de un patadón, el estar distraída era cómo haberlo hecho todavía más fácil.
Cada puñetazo que esquivaba terminaba transformándose en un codazo o choque que no me esperaba, mi mente en un leve modo automático dónde actuaba por inercia, pero pensaba otra cosa. No podía sacarme la imagen de la nueva cárcel, de cómo iban a, en un lugar con tan poca luz, planear encerrar y contener anómalos que estarían pasando una situación difícil y delicada, una cómo yo estaba transitando y que había tenido la suerte de ser tratada directamente por el Doc antes de ser lanzada en un pozo así.
Comprendía la desesperación, la necesidad de mantener la calma en el pueblo, pero; ¿tratar como animales a los demás? Y, después de tal discurso, ¿pedirle a su pueblo que confíen en ellos para ser lanzados y cuidados en un lugar así?
La idea era como el yin y el yang. En lo bueno había algo malo, y en lo malo algo bueno.
Mi espalda terminó contra las colchonetas del centro, un quejido brotando de mi garganta, y miré la cabeza dada vuelta de Anna que se inclinó sobre mí.
—Usualmente apestas —dijo—, y hoy apestas el doble.
Escuché el suspiro de Sue al agregar—: Qué sutil, Anna.
Ella se encogió de hombros.
—Sólo fui honesta.
Ni se dignó en darme la mano para levantarme, sólo volvió a su posición inicial y Sue tuvo que acercarse para pararme de un tirón. Mientras que Anna se acomodaba unas vendas que se había puesto en los puños, Sue palmeó mis hombros para llamarme la atención.
—Estaría necesitando que estés en el hoy y ahora, Tay —levantó sus cejas con exageración al chasquear la lengua—. No estás teniendo un buen proceso por el momento.
Me rasqué las palmas de la mano que no calmó para nada la picazón.
—Sí, lo siento —concordé, terminando por agitar mis manos y aguantarme la comezón—. Digamos que mi motivación quedó en el comedor hace unas horas.
Anna se rio con sarcasmo desde dónde estaba, algo que me hizo apretar la mandíbula.
—No hablaron de ti, Reed, hablaron en general —dijo, con cierta intención de ayudar, sólo que su tono de voz era tan tajante conmigo que parecía más una burla o comentario sarcástico—. Estas lejos de ser la única en proceso de posesión en esta ciudad, país o mundo.
Fui yo la que rodó los ojos.
—Pero sigo siendo la única conocida acá que está transitando por esa situación —la señalé, algo que la hizo apoyar sus brazos a cada lado de su cadera—. Así que sí, sigue golpeando directo cuando sé y tengo en claro que soy el objetivo más cercano a esa nueva prisión.
—Dijo que los ayudaría... ¿no quieres eso?
—Nunca dije que no apreciaba la ayuda, estoy más que agradecida con ella —levanté mis manos con mis restricciones para dejarlo más en claro—, el problema es que no creo que nadie quiera ser encerrado como un animal en un lugar con poca luz y esperando una restricción diseñada para uno mismo. Sólo y con todas esas secuencias.
Puso los ojos en blanco, cómo si lo que yo dijera pareciera una exageración, y nuevamente tuve que ponerme a sacudir las manos para no arrancarme la piel —y guantes— por la comezón. Sue bufó con pesadez a mi lado, ya harta del ida y vuelta que constantemente escuchaba cuando Anna y yo entrábamos en una conversación. Nunca había amabilidad o respeto mutuo. Sólo pura frustración y sarcasmo.
Cuando quise volver a mi posición, la sonrisa amarga de Anna me hizo fruncir las cejas incluso antes de saber por qué.
—¿La posición de víctima es algo que vino en tu personalidad o qué? —inquirió con crueldad, acomodando su pelo trenzado por detrás de su hombro—. Todo lo que te pasa lo tomas como un puñal y te dejas sangrar como una "pobre yo".
—Anna, basta —Sue la señaló para que terminara y la nombrada sólo meneó la cabeza.
—No, deja que lo escuche —la hizo a un lado en un ademán y volvió a dirigirse hacia mí—. Vives actuando como un cachorro herido, como una gatita a la que le pisan la pata, ¿y dónde está la reacción? ¿Dónde está el brote de emoción psicótica que te maneja?
Estaba a muy poco de sacarme los guantes y mandarla a volar.
—No estoy jugando a ser la víctima...
—Oh no, ya no estás jugando a ser nada. Creo que ya te estás creyendo el cuento —agitó la cabeza al suspirar, todavía con esa sonrisa que me enervaba—. Eso es lo más patético. Hasta te creíste el cuento que te pusieron desde el momento cero. Y cuando pensé que estabas rompiendo con ese personaje, te volvieron a dar el disfraz y solita te lo pusiste.
Sentí mi pecho arder brevemente, la comezón siguiendo de largo por mis brazos, codos y hombros hasta empezar a acumularse en mi pecho. Sue volvió a repetirle que se callara y se centrara en el entrenamiento, pero Anna veía cómo me estaba afectando, cómo sus palabras causaban las reacciones que, por sus ojos, deduje que estaba buscando. Usaba las palabras justas que me molestaban por muchas razones; no porque las dijera ella, no porque las soltara con tanta maldad.
Si no, porque una parte mía que pocas veces escuchaba, le estaba dando la razón.
—Julia te tiene donde quiere porque en tu acto de "pobre Taylin" y, el nuevo y mejorado, "proteger a mi hermana", terminaste siendo dominada y manejada por una líder que está en peor o igual estado que tú sólo que con su hija —la mención de Claire me hizo cerrar los puños con fuerza—. En lugar de pelear la duda, dejaste que siguiera, que emporara, y que terminaras en esta... posición, dónde no confías ni en tu sombra. No confías en ti misma, ¿cómo supones que el resto lo haga? ¿Con esa carita de perrito mojado que cargas? —resopló con burla, habiéndose acercado tanto que pinchó mi pecho con su dedo índice—. Patético. Simplemente patético.
Fue una mezcla de cosas lo que me hizo empujarla; su cercanía, la forma en la que quería pararse por sobre mí y sentirse de esa forma, o el enojo conmigo misma al entender a qué se refería. No pude pensarlo mucho en lo que la veía deslizarse en el piso unos cuantos metros hacia atrás, algo que me sorprendió. Miré los guantes que me cubrían, cierto humo blanco saliendo de ellos el cual tuve que palmar contra mis piernas para apagar el calor que había causado en ellos. Me puso más nerviosa ver que lo que me restringía aparentemente no lo hacía en un cien por ciento.
Sue no esperó a que Anna se levantara, se hizo cargo ella de tironearla hasta pararla y hablarle muy cerca del rostro.
—Cuando te digo que te detengas, te detienes. Estás como voluntaria, pero aceptando mis reglas y órdenes, Anna, no te olvides de eso —prácticamente le escupió palabra por palabra, emanando autoridad en cada una de ellas. La sacudió en dirección de la salida y la señaló al segundo—. Es todo por hoy. Ve a ocupar tu día y relajar la lengua que tanto te gusta usar.
En lo que la exlíder daba la charla por terminado al darle la espalda a Anna, la colorada sólo apretó la mandíbula y me miró con molestia, pasando su vista por mis manos que ya no estaban soltando humo, y sonrió con tal sarcasmo que entendí su mensaje por más que lo modulara.
Sigue actuando, Reed.
No hice nada más que ignorarla en lo que ella se iba, sus pasos escuchándose como ecos en el centro vacío y solté un largo bufido una vez que escuché la puerta cerrarse. Me terminé sentando sobre las colchonetas, Sue acercándose hasta cruzarse de brazos frente a mí y esperar a que dijera algo. Al pasar los minutos, fue ella la que decidió romper el silencio que se había formado:
—No creo que haya sido la forma, lugar y momento para soltar algo así, más que nada teniendo en cuenta el poco respeto que te tiene —aclaró al empezar y se cruzó de brazos—. Sin embargo, creo que tiene algo de razón, Tay...
—¿En que soy patética? —fue lo primero que recordé y Sue se rio, agitando la cabeza.
—En que perdiste toda la confianza en ti misma.
Sentí el mismo tipo de molestia en el pecho, la razón que le había dado a Anna ahora se la estaba dando a Sue. Sabía que tenían razón, que yo había perdido todo tipo de confianza en mí, en mi anomalía, en mi control. ¿Cómo podría haberlo mantenido?
—No es como si quiera haberla perdido —recordé, apoyando mis brazos en mis rodillas—. Después de todo lo que pasó, lo que me pasó con mi control... ¿cómo no perderla?
Sue se agachó a mi altura, cierta compasión en sus ojos a la cual no estaba acostumbrada de ver.
—¿Por qué piensas que tu anomalía debería ser tu única confianza? —preguntó, lo cual me descolocó un poco y ella frunció su boca en una línea—. Es lo que te estoy tratando de mostrar desde que empezamos a entrenar; no debes recaer en tu anomalía solamente. Ni en peleas individuales o generales, ni en controles o pérdidas de ello. La que controla, la que pelea, la que vive, eres tú. No tu anomalía sola.
Se me escapó la carcajada irónica.
—Díselo a los demás, ¿eh? —seguí riéndome con la misma amargura—. Yo soy lo que puedo destruir, no lo que contiene esa destrucción. Hasta me dieron un apodo por ello.
—En cierto lado, tú permitiste que la gente creyera eso.
—¿Qué quieres decir con eso? —me dejé de reír al instante, algo que hizo que ella levantara sus manos en inocencia.
—Sé que sonó mal, a pesar de ser la verdad, porque fue así —dijo y señaló con su cabeza en un sacudón hacia la salida—. ¿Cómo es que, la misma chica que me desobedeció una y otra vez, que se fue de mi campamento en busca de su hermana a costa mía, y volvió con una pelea dónde perdimos a mucho de nosotros, se permite manejar por una humana que sabe cuánto vales? No tiene sentido.
Ella estaba comparando dos situaciones distintas, y de igual manera, tenía cierta razón por dónde se estaba dirigiendo.
—Mi hermana...
—No sirve esconderte detrás de la excusa de tu hermana cuando, en realidad, nunca la habrían echado ni salido afectada por tus decisiones. Julia no puede hacerle nada ni investigarla por más que lo quisiera.
Fruncí las cejas—; ¿Por qué piensas eso?
—Porque eres el imán perfecto para ella y su reputación.
¿Imán? No sabía si había querido decir una metáfora o cierta literalidad —que, en ese caso, se había confundido de anómalo—, y antes de poder preguntarle a qué se refería, terminó parándose de vuelta y tendiendo su mano para levantarme a mí. Sin decirme nada una vez que me encontré de pie, sólo me señaló que la siguiera y me mantuviera callada. Curiosa y confundida la seguí, subiendo por primera vez las escaleras hacia la estructura de hierro que actuaba como entrepiso y llegando al pasillo que llevaba al cuarto de reuniones del círculo cercano.
Al llegar a la puerta blanca, Sue tipeó un código rápidamente en lo que parecía ser la cerradura y después de destrabarse y permitirnos pasar, sólo pude apreciar la mesa larga en el centro, el proyector que a veces mudaban al comedor en caso de anuncios, y la cantidad de papeles, mapas y hojas esparcidas por toda la mesa y paredes a mi alrededor. Hasta tenían unas televisiones en alto que, una vez que Sue prendió cada una, pude ver ciertos canales del noticiero.
Hacía tanto que no tenía contacto con un medio de comunicación tan personalmente, ver las imágenes brutales de ciudades cerradas como cuarentenas, pueblos destruidos y vaciados. Todo el mundo tan cambiado, en mi ignorancia casi ni pensando lo que sería encontrarme con todo.
—¿Por qué...? —señalé cada pantalla, en cada una un canal distinto—. ¿Por qué no nos comunican esto?
Sue se había acercado a una muy vieja laptop y me miró por sobre la pantalla abierta.
—¿Acaso quieres que causemos más desesperación?
—Si la realidad es así de desesperada, creo que podría informar e incentivar más el cuidado y protección de cada resistencia, ¿no?
Sue suspiró.
—Puede ser —concordó conmigo y se apoyó en la mesa—, y también podríamos causar más miedo.
La ignorancia podía mantenernos la paz mental, pero no nos prepararía para la realidad que estaba fuera de nuestras paredes. ¿Cómo no preocuparse? En lo único que pude pensar fue en mis papás, mirando los noticieros todos los días y rogando no reconocer a ninguna de sus hijas en ninguno de ellos. Me hizo tragar en seco la idea.
Escuché el tipeo rápido de Sue en la laptop, queriendo ser rápida al buscar lo que fuera que estuviera buscando. Supuse que estaba por mostrarme algo que no debería saber. Algo relacionado a lo que había dicho antes.
—¿A qué te refieres a que soy el imán perfecto para Julia?
Me señaló que esperara un momento, buscando unos segundos más en la laptop, y cuando pareció hallarlo, levantó su cabeza con firmeza y sonrió brevemente.
—Porque para tener más gente, necesita que le crean, y para que le crean, necesita pruebas —explicó, confundiéndome todavía más, y esperando a que llegue al grano antes de salir con preguntas tontas—. Y qué mejor prueba para usar que el video que causa miedo en los militares.
Al apenas oprimir un botón en la laptop, el proyector detrás de ella se encendió, y no hizo falta que mirara más rato para reconocerme en el video, el conocido momento que estallé por primera vez en un campamento militar y que había desintegrado parte de él. Lo miré reconociéndolo y todavía sin entender.
—¿A que vas con ese video? —lo señalé—. ¿Qué prueba tiene ella con eso?
—Estos son los videos que envía hacia las resistencias más pequeñas, los envía en las redes secretas de cada una, para invitarlos a venir, a ser parte de nosotros —continuó explicando, mirando la secuencia en la que la energía brotaba de mí y barría todo mi alrededor. Las fichas comenzaron a caer de a poco en mi cabeza—. Y siendo honesta, sería un idiota si recibo este video y reconozco el poder que carga esta anómala, la fuerza que esta tiene, y no dirigirme a ese lugar dónde sé que estaría protegido si está ella para pelear y defendernos. Ese es el imán perfecto, una protección asegurada.
Había sido usada desde el primer momento que había llegado ahí.
Yo era la razón por las cuales muchos anómalos habían corrido debajo de las alas que Julia les tendía. Era yo la razón por la cual ella iba ganando gente y seguidores en la resistencia, porque todos sabían que yo estaba ahí. Y cuando me veían obedecer a cada cosa que pedía, en mis ojos ciegos no reconociendo lo obediente que me veía, e incluso cuando todo se había desmoronado, ahí había estado ella para asegurarse que se habían hecho cargo de mí para mantenerme en su bando.
Todo había sido por mí y mi anomalía.
—Y, si lo pensamos en el peor lado, ¿Qué significa más gente para ella, sin tener una anomalía o alguna habilidad física...? —alargó, esperando que continuara lo que había dicho.
Era obvia la respuesta. Yo era lo que ella quería tener.
—Poder.
Por eso no me había echado desde un principio, por eso no podía insistirme con mi hermana, por eso no me había prácticamente matado en el momento que me había conocido. Porque ella siempre había sabido que le valdría un montón en su lugar, que mi presencia significaba más gente que ella controlaría, que ella movería y que, a su forma, también cuidaría.
Entendí las miradas anonadadas de ciertas personas al verme en la ciudad, incluso Drea, que había confiado tan fácilmente en mí y ahora entendía por qué. Todos me habían visto, todos habían visto mi anomalía. Todos confiaban en mí hasta que Julia había demostrado que no era tan así.
—La gente que te quiere te sigue por elección porque no sólo confían, también creen en ti. Dudo que alguna vez dejen de hacerlo —soltó, y en lo que yo la miraba con las cejas en alto, ella rodó los ojos—. A mí no me mires, confío en que eres capaz de muchas cosas y que tienes mucho coraje por más cosas que hayas pasado. Sólo que debes aprender a creer en tu fortaleza y que esta no va a romperse por recaer en tu gente. Eso es confianza mutua y es algo que Julia nunca, pero nunca, va a poder obtener de ti y eso lo sabe.
Y nunca la tendría después de esto, pensé. Sentía el burbujeo de mi furia esparciéndose por mi pecho, el calor y comezón en mis manos y de no ser porque llegué a escuchar voces empezando a acercarse a la habitación, no sabría cómo hubiera reaccionado si permitiera mi energía fluir sin restricción.
Sue me señaló una esquina.
—Escóndete —dijo—. Y no digas nada.
Lo último que quería era meterla en problemas, así que tragué mi enojo y obedecí. En el mismo momento que desaparecía en el aire al pegarme a una de las paredes, la puerta se abrió y por ella entraron Julia, Enzo y Noah, cierto apuro en ellos que me hizo contener el aire para que no me escucharan. Cerraron la puerta, siendo mi única salida, y atrapándome con ellos en la habitación.
Mi video seguía reproduciéndose en el proyector, el cual Julia miró con una ceja alzada.
—¿Estás volviéndolo a mandar a más resistencias ya? —fue lo primero que preguntó—. Creo que con todas las personas que llegaron no vamos a ser capaces de recibir más hasta que podamos restaurar más edificios.
No escuché qué le respondió Sue, mi atención estaba en el gemelo que también miraba el proyector. Esperé una respuesta, una reacción, un enfado de su parte; me estaba viendo ser usada como propaganda, cómo imán según Sue, y lo único que vi de él fue que se cruzó de brazos, acostumbrado a la imagen que se reproducía y usaba de mí. Sentí que me daba un vuelco el corazón.
Él ya lo sabía. Parecía saberlo desde antes.
Y nunca me lo había dicho.
Me distrajo un poco la conversación que Enzo había traído a la mesa; estaba señalando el mapa mundial que tenían en la mesa, señalando nuestro país y dibujando con un marcador que tenían ahí un círculo casi en el centro de él.
—Esto será rápido, sólo quiero que planteemos esto antes de que se nos olvide —empezó a hablar Enzo, señalando lo que había marcado. Parecía ser justo en el centro de nuestro país—. Gedeón parece estar planeando un tipo construcción por esta localidad, tomando los edificios importantes que tenga, y a partir de ahí construir su propia resistencia, más allá de los campamentos militares que se están multiplicando por la zona.
—Dudo mucho que quiera hacer una resistencia más —aclaró Julia, meneando la cabeza al ver lo señalado por Enzo—. Creo que quiere armar un tipo de gobierno para él, para los que estén de su lado.
—Como una ciudadela —acotó Noah, su voz enojándome el doble de lo que ya estaba—. Convencer a sus seguidores de que puede darles una vida... retóricamente normal en todo este suceso.
—¿Esconderlos de la guerra?
—Esconderlos para que no puedan cambiar de parecer.
Noah se había acercado a la mesa justo por dónde yo estaba parada, y por más ganas que tuviera de agarrarle de los pelos, sólo me apreté más contra la pared. Sé que no hice ruido ni tampoco volví a aparecer, nadie me escuchó, pero él, que me estaba dando la espalda, giró su cabeza hasta que miró por detrás de él, justo dónde yo estaba, y volví a contener el aire.
Fue estúpido, siendo que en un vistazo pesado dónde sus ojos se volvieron rojos, estaba segura de que había percibido mi calor. Él era el único el cual podía "verme" aun estando invisible.
Parecía confundido de verme ahí, y sin saber si podía ver que me movía o no, terminé agitando la cabeza para que no hablara. Sue se había dado cuenta que Noah me había percibido de alguna forma, y lo terminó llamando para que volviera a la conversación. El gemelo hizo lo indicado, no mencionando que yo estaba también en la habitación, y se sumó a la conversación que tenían sobre el mapa.
Hablaban bajo y uno sobre el otro, lo cual no me dejó entender casi nada de lo que estaban diciendo. Tampoco presté tanta atención, mi video seguía en reproducción y no podía dejar de verlo. No podía imaginarme qué excusa me pondría Noah con aquello, protegerme no iba a hacer una y no estaba encontrando ninguna que podría ser razonable. ¿Y si Tom también lo sabía? ¿Quién más me había visto la cara de tonta en lo que yo trataba de cumplir con todo pensando que no valía tanto para Julia cuando sabían que me estaba usando desde el principio?
Estaba tan furiosa que siquiera tenía ganas de llorar o sentirme mal, sólo peleé con el burbujeo en mi pecho y rogar que mis guantes no empezaran a soltar humo de vuelta.
Llegué a escuchar que Troy y Jacob estaban trabajando ya con las prisiones, que los prototipos parecían estar funcionando y que concretamente parecían estables. No se me pasó por encima la forma en la cual, al hablar de las prisiones, los ojos de Julia cayeron en el video y menearon la cabeza. Sue detuvo la reproducción en el momento, lo cual hizo que Julia se encogiera de hombros y volver a centrarse en la reunión.
Para cuando estaban terminando, unos golpes en la puerta hicieron que se terminara la charla, Enzo acercándose a abrir la puerta y Marla del otro lado sonriéndole con un poco de nervios. Nadie parecía cómodo frente a Enzo.
—Hay unos nuevos integrantes peleándose y no parecen detenerse.
Enzo se cruzó de brazos.
—¿Es que acaso no puedes detenerlos con tu anomalía?
Marla se sonrojó—: Son demasiados...
Se tuvo que hacer a un lado en lo que Enzo pasaba por su costado, maldiciendo entre los dientes, y ella no tuvo otra que seguirlo. Julia suspiró.
—Yo tengo que ir a terminar de repartir algunos anómalos que quedaron varados sin hogares todavía —dijo, levantando unos papeles y acomodándolo en sus manos—. ¿Terminaste con tu entrenamiento, Sue? No te vi con Taylin y Anna abajo.
Noah soltó un resoplido que no logró llamar la atención de Julia, pero sí la mía. Se estaba ganando mucho más que una patada entre las nalgas.
—Tuvieron una pelea entre ambas y las dejé que paseen el resto de la tarde antes de que se agarren de los pelos —Sue fue rápida en responder, ayudando a Julia a levantar unos papeles—. Mañana continuaremos.
—Mejor —contestó Julia—, que necesito una ayuda con esta gente que me queda. Si enviaste el video a más personas, tendremos que preparar y renovar más habitaciones.
—Yo voy a quedarme ordenando unos papeles antes de irme, separando lo que necesitamos y buscando más novedades —soltó Noah, sorprendiendo a las otras dos—. Si queremos planear la nueva estrategia bien, tenemos que hacerlo sin confusiones en el medio.
En lo que las otras dos se dirigían hacia la salida, Sue miró al gemelo con una mirada de costado, sabiendo que se estaba quedando porque sabía que yo estaba ahí. Julia salió de la habitación, sin tener la mínima idea, y Sue sólo señaló uno de sus ojos antes de salir y cerrar la puerta. Los pasos se alejaron y la habitación quedó en silencio, yo sin tener ganas de ser quien empezara con las explicaciones.
Noah no parecía ni tener la mínima idea de lo enojada que estaba al soltar su broma:
—¿No te enseñaron que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación, Tay?
Incluso todavía invisible a ojos de cualquiera, los suyos encontraron los míos directamente. No hizo falta ni que apareciera de vuelta para que me mirara fijo, ya lo había hecho desde antes, pero no se esperó ver mis gestos furiosos.
—Mentir también es de mala educación, Noah —escupí—. Y no te veo haciéndote cargo de ello.
Frunció el ceño sin entender.
—¿Dé que me estás hablando? Yo no te mentí.
—Ah, ¿no? —me sentí loca al reírme, y con la prueba al frente, la señalé—. Ocultar la verdad tampoco está tan lejos.
Ni miró lo que le señalé—: Verdaderamente no quieres meterte en una discusión sobre mentir en el último tiempo, ¿o sí?
Si pensaba que con eso iba a lograr algún tipo de empatía en mí, estaba tan equivocado. Tuve que pelear todo tipo de comezón, molestia, ardor o cosquillas por mi cuerpo y peleé cualquier maldición que estaba naciendo desde el fondo de mi ser.
—A mí me pidieron no decir nada, me lo pidió una persona que quiere cuidarte y cuidarnos a todos de esta misma líder la cual tú acabaste de defender de cierta manera —contesté, respirando como un toro viendo rojo. Me acerqué hasta el proyector y lo volví a marcar para que lo mirara—. ¿Esto fue cuidarme? ¿Protegerme? ¿Sabiendo que el único mérito de esto era ser usada por la persona que más hizo que su gente dudara de mí?
—No estás siendo usada...
—¡Abre los ojos, Noah! ¿Cómo no lo ves? —estallé, agitando mis brazos como loca—. ¡Usa este video para atraer gente para ella! ¡Para que la sigan!
—Lo envía para que puedan confiar en ella.
—¿Y yo qué? —insistí, sin poder creer cómo no lo estaba viendo—. ¿Soy un adorno sin consciencia en ese video? ¿Yo soy su confianza en al cual ella no cree? ¿No entiendes lo hipócrita que es esto?
Él meneó la cabeza, sus ojos vacíos ante cualquier reacción que yo hubiera esperado de él.
—Creo que le estás buscando un problema donde no hay.
—Yo creo que estás actuando más imbécil de lo normal —si ya antes estaba enojada, ahora sentía que en cualquier momento me saldría vapor por las orejas—. Viste miles de veces en dónde ella me degradó, dónde su perrito mayordomo hizo lo mismo, e incluso cuando quiso acercarse a Morgan con la misma intención; ¿y me vas a decir que ella sólo usa el video para causar confianza en gente cuando después hace todo lo posible para dejar en claro que soy de desconfianza?
Que rodara los ojos fue muchísimo peor.
—Entiendo que no la quieras a ella, dado todo lo que hizo y piensa que tú hiciste —aclaró, sin ser necesario volver a mencionar cada cosa—. Pero no puedes culparla por usar el video. Sirvió, atrajo gente, salvaste gente, ¿qué te molesta? Causaste sólo cosas buenas.
—En su nombre.
—¿Qué importan los nombres ahora, Taylin? —soltó un bufido cansado, la discusión sin ser lo suficientemente importante para él como para estar peleando por ella—. Siempre quisiste proteger a la gente, que estén bien, que estemos bien. ¿Qué es lo que tanto te molesta?
¿Se había dado el coco contra algo o qué?
—Quiero hacer el bien por mí cuenta, por mí merito y sacrificio. No que todo aquello sea usado por alguien más que hizo que todo una ciudad prácticamente no me mirara a los ojos por meses. Que hizo que tú, que una persona tan importante para mí, no me lo dijera...
—Nunca me dijo que no te lo dijera —me interrumpió, sus palabras enfadándome el doble—. Sólo se me olvidó decírtelo, no pensé que fuera tan importante para ti.
Me volví a reír con más locura.
—¿Te olvidaste de mencionar que la persona que más basura dice de mí está esparciendo la misma propaganda que usó para obligarme a mí a hacer lo que ella quisiera? —me llevé una mano al pecho, sin poder creerlo. Nunca había estado tan furiosa y herida con él—. Wow, Noah, que gesto de tu parte olvidarte algo tan así que me hace sentir horriblemente imbécil.
—¿En serio es en lo único que vas a centrarte ahora después de todo lo que causó ese video? ¿En lo que te hace sentir? —inquirió sin creerlo él, como si yo fuera la que estuviera haciendo algo mal—. Hay cosas más importantes que eso en este momento, perdón por no haberlo pensado por sobre todo lo que estamos logrando. ¿Contenta?
No fue lo que dijo lo que me hizo dar un paso hacia atrás, sino fue el tono de voz tajante y agresivo, de la misma forma que me había hablado la vez que habíamos discutido por primera vez en el campamento año y medio atrás. No se dio cuenta de lo que causó en mí por unos segundos, una mirada tan seca que me hizo doler más que hacerme enojar.
Pareció volver en sí cuando notó la forma en la cual me quedé callada y cerró los ojos con un largo suspiro.
—No quise sonar...no-
Si no lo entendía para ese punto, no tenía por qué explicárselo tampoco.
—Que te jodan, Noah.
Lo escuché llamarme en lo que yo seguía de largo y salía de la habitación, cerrando la puerta al irme y alejarme de él. No sabía cómo se le había cruzado por la cabeza que algo así no sería importante para mí, que no me haría enojar o que me dolería que él me lo escondiera. Tuve que mantener mi rostro firme en lo que me iba del centro, los integrantes que Marla y Enzo habían separado estaban siendo reprimidos ahí, dados sus comportamientos, y tuve que pelear una sonrisa para Marla cuando ella me saludó. Fue la última sonrisa que di en el día antes de encerrarme en mi departamento.
Incluso pasando las horas mi enojo no se iba, ni una ducha ni ver a mi hermana me sacó el malhumor y el dolor de —en palabras exageradas— traición que Noah había causado. Cené en silencio con ella, tratando de tener un poco de conversación por más que ella notara que no tenía los ánimos para hablar mucho, y cuando llegó la hora de dormir, dónde pensé que podría tener dos minutos de paz, la pared de mi cuarto fue tocada con tres golpes.
Me tembló el ojo tres veces e los ignoré, planeando en sólo meterme en la cama y que el otro entendiera el mensaje. Llegué a mover las sábanas antes de volver a escuchar los golpes, en su mismo ritmo, e incluso habiéndolos ignorado otra vez, el gemelo parecía insistente.
Sólo dio el trio de golpes una vez más antes de sacarme de quicio, y en mi furia, me saqué mi guante y direccioné mi brazo hacia mi puerta, cerrándola de un portazo tan fuerte que estaba segura de que habría despertado a todo el edificio. Noah no volvió a tocar la pared, dándose cuenta por fin que estaba lejos de ser invitado.
Esa noche terminé en mi cama moviéndome de lado a lado, no estando acostumbrada a tanto espacio ni frío en mis noches. Tardé dos horas en darme cuenta de que no dormiría de esa manera, y arrastrándome fuera de mi cama (y peleando con la puerta que había quedado más que trabada), me escabullí hasta el cuarto de Morgan y pasé sin pensarlo mucho.
No me dijo nada en lo que me metía en la cama con ella, sólo compartimos una mirada en la oscuridad y acomodó mi pelo por detrás de mi hombro antes de agarrar una de mis manos y aferrarla con la suya. Decidió no preguntar nada, lo cual agradecí, y peleando la sensación de vacío en mi pecho, agarré con más fuerza la mano de Morgan y ella hizo lo mismo, dándome la seguridad suficiente para poder dormirme de una vez por todas.
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