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            Fue al domingo siguiente, en dónde por casualidades que nos habían asombrado, que ningún nombre del grupo de mis amigos surgió en el sorteo de guardias de ese día. Ni Luna, Jacob, Aiko, Tom, Noah o yo habíamos sido seleccionados. Algo bastante sorprendente después de la escena que había pasado días atrás en el salón del Centro con Enzo, pero que no iba a ni mencionar ni quejarme si significaba que cambiarían de opinión sobre si debían reprimirme o continuar pretendiendo que no había pasado nada. Claramente decidieron ir por lo último al tener en cuenta que muchos integrantes habían visto que Enzo había sido el causante del conflicto.

Así que fue Luna la que propuso bajar por las escaleras precarias que nos llevaron a la playa ese domingo libre, dónde me emocionaba el recuerdo arena irregular torciéndome los tobillos al caminar y metiéndose en mis zapatillas. En el paso que habíamos bajado, Jacob fue arreglando ciertos escalones que podrían habernos herido los tobillos, lo que nos facilitó cargar con la canasta que estábamos llevando, ciertas comidas horneadas que Morgan había hecho y que Zafira nos había dado, la cuales disfrutaríamos una vez que llegáramos a la pequeña playa.

Morgan fue la segunda en llegar, después de que Jacob colocara nuevamente el único escalón salido, y saltó hacia la arena riéndose, corriendo directamente hacia el mar antes de que pudiera gritarle que tuviera cuidado, que el agua debía de estar helada. Tom, frente a mí, levantó las cejas.

—No me pareció estar fría la otra vez que vine.

Sólo parpadeé dos veces al mirarlo fijo.

—¿Hace falta que lo diga?

Terminó dándome un empujón, el cual me hizo apoyar las manos en la arena para no caerme e impulsarme para seguir caminando. Luna y Aiko siguieron los pasos de mi hermana en lo que los gemelos, Jacob y yo peleábamos por estirar un viejo mantel para poder sentarnos en la arena. El sol estaba por sobre el agua, sus rayos mañaneros intensamente acariciando mi piel y me dejé caer en el mantel al cerrar los ojos y disfrutarlo.

Sentí movimiento a mi lado, por el quejido que soltó lo reconocí como Jacob, que al abrir uno de mis ojos y mirarlo de reojo, me encontré con el horrible diseño de anteojos de sol que se había hecho y no pude evitar reírme. Me dio un codazo.

—No te los voy a prestar ahora, que se te quemen las pupilas.

—Yo que tú tendría cuidado de no quemarme con el marco de metal —lo señalé, el sol de a poco lo empezaría a calentar en cuestión de segundos—. Y con ese diseño horrible, seguro la quemadura te quedaría más linda.

Vi, de suerte, la rápida forma en la cual había tomado un puñado de arena y lo lanzó en mi dirección, algo de lo cual me protegí y, por el viento, volvió en su dirección. Se le metió en la boca y terminó tosiendo, lo que me causó más gracia. Los gemelos meneaban la cabeza y se sentaban con nosotros en el mantel para esperar a los demás.

Cuando todos nos sentamos, repartimos la comida que había, peleando por no masticar la arena que se metía entre nuestros dedos o en la comida y riéndonos cuando olas de viento nos arrasaban. En otra circunstancia de nuestra vida, seguramente hubiera sido incómodo el lugar, el día, el horario, el viento y todo, pero era lo más cercano a un descanso normal y ordinario que podríamos tener. Hasta cosas que me hubieran molestado meses y meses atrás —como masticar granos de arena o que el pelo se me metiera en la boca por el viento—, me hacían reír mucho más que fastidiarme.

Una vez que la canasta quedó vacía y todos los residuos sucios estaban dentro, Tom se acercó al agua para poder buscar caracoles, algo que Morgan lo acompañó y juntos se quedaron bromeando en el agua. Por más que Tom no sentía temperatura, había tenido razón de que no estaba tan fría y mi hermana disfrutaba de sus pies sumergidos por las olas.

Mientras tanto, Luna meneaba la cabeza al escuchar y enterarse de todo el suceso que había pasado con Enzo, Drea y yo.

—No puede ser tan imbécil, por favor... —murmuró entre dientes tras darle un trago a la botella de agua que habíamos traído—. Más allá de maltratarte a ti desde hace tiempo, ¿con la pobre chica? ¿Embarazada?

—Aparentemente, puede llegar a ese nivel de imbécil —rodé los ojos, Noah a mi lado levantando las cejas y dándome la razón—. Yo me metí en el medio para cuidarla, pero queda claro que ella ya está bien cuidada.

Jacob largó una risa por lo bajo.

—Quién lo diría, ¿eh? —se dejó caer en sus manos por detrás de su espalda y miró el sol que cruzaba por sobre nosotros—. Bebés anómalos. Embarazos con energías. Tenemos suerte que no sea un alíen como en esa película de los ochenta.

—No lo sabemos todavía... —alargó Noah y Jacob frunció la boca.

—Serías el primero que mataría ahora que no confío en ti después de ese comentario.

Para Noah fue sólo dejar que sus irises se destacaran con su color rojo que Jacob levantó sus manos con inocencia. No había forma que pudiera vencerlo cuando el fuego podía atravesar o fundir cualquier tipo de metal... que conociéramos al menos. Más que nada habiendo visto ciertos cálculos del Doc con respecto a la temperatura de la anomalía de Noah, que en cada estudio parecía más elevada que antes. Seguía creciendo en él.

Luna chasqueó la lengua antes de volver a hablar.

—Entonces, si comprendo bien y siguiendo la lógica de todo —carraspeó la garganta—, significa que, si tuviéramos hijos, con una pareja anómala o no, estos podrían desarrollar una anomalía.

—No necesitarías de una pareja anómala o que uno fuese anómalo para que pueda pasar —recordé, los ojos intactos de Drea volviendo a mi mente y pensando en su comprometido—. Ni Drea ni el papá de los bebés era anómalo. La energía ya estaba en ella o en él, pero no como una anomalía.

—¿Está eso verificado? —Noah inclinó su cabeza hacia el costado. Negué con la cabeza.

—El Doc y Troy están tratando de averiguar lo que puedan con lo que tienen. Creo que a todos nos tomó por sorpresa la segunda ola de anómalos —rápidamente di un vistazo hacia mi hermana que levantaba caracoles con su anomalía y Tom la ayudaba a cargarlos—. Y nunca nos esperamos que fuera haber una más mucho más... normal que la anterior. Que venga de nacimiento.

Jacob y Luna se largaron a reír al cruzar miradas y entender un mismo pensamiento.

—Los berrinches van a ser más duros que lo normal —comentó Jacob—. Mis primitos ya en sí eran terribles, si pensara en que hubiesen podido tener anomalías cómo, no sé, trepar paredes o mover objetos con la mente —se volvió a reír—, mi tía hubiera quedado pelada.

—¿Y la pubertad? ¿Cuándo llegan los peores caprichos? —Luna se tapó el rostro con sus manos—. Yo fui de lo peor, no hacía caso y encima creía que me veía cool. Nadie me dijo que el flequillo de costado iba a ser algo que me persiguiera en un futuro. ¿Si hubiese podido volverme invisible? ¿O tener mi misma anomalía? Caray, no puedo ni pensarlo.

Apreté mis rodillas contra mi pecho al reír. Yo no había sido tan escandalosa ni de pequeña ni tampoco de preadolescente, sólo que una anomalía en mí hubiese sido lo último que mis papás hubieran necesitado. Morgan apareció en mi campo de visión, todavía levantando algunos caracoles con su haz violeta que se reflejaba contra el sol, y chillando cada vez que el agua llegaba a mojarle más que los pies. Yo estaba lidiando con lo que Luna decía y peor, porque Morgan cargaba una anomalía bastante fuerte en ella que en un berrinche podría terminar mal.

—Ni hablemos de la pubertad... —solté, todos mirando en la dirección que yo y comprendiendo lo que estaba insinuando—. Ella no sabe mucho de su anomalía, dudo que sepa lo que puede causar, y la idea de ella enojándose o lo que sea me pone nerviosa. No sé qué puede suceder.

Luna volvió hacia mí.

—¿Ya decidiste que vas a hacer con ella? —preguntó—. ¿Vas a enseñarle?

—Lo que sé, o bueno, lo que creo saber —bajé la mirada a mis manos y jugué con el haz de luz alrededor de mis dedos—. Con eso va a ser suficiente para que ella se maneje y descubra por su cuenta cómo manipularlo mejor.

Le había prometido a mi hermana que le enseñaría, qué, con lo que podía demostrarle, ella podría aprender a controlarlo mucho mejor y evitar que sucesos como el que había pasado con su compañero volvieran a pasar. Noah y Tom estaban al tanto de la idea, ambos sumándose al plan de entrenarla tanto en defensa como ataque con lo mínimo. Nada cómo lo que había tenido que aprender yo. Lo más inocente y necesario posible. Seguía siendo demasiado pequeña para saber de más.

Unas pisadas me llamaron la atención, no venían de la dirección de Tom y Morgan, sino de las escaleras, a lo cual me giré para ver quien era y terminé parándome de un salto al reconocerla a Anna. A diferencia de otras veces, no venía ni con el ceño fruncido ni las facciones tensas. Sus brazos rodeaban su propia cintura y no se animaba a mirarme, sus ojos clavos en su prima que también la había reconocido.

Luna fue más suave al levantarse y sacó la arena de su pantalón.

—Yo la invité, Tay, espero que no te moleste —dijo, sonriendo en una mueca en dirección de Anna y palmeando uno de mis hombros—. Ella... está tratando de ser mejor, hablamos sobre lo que pasó y estamos en proceso de que deje ir su enojo. No puedo dejarla sola si quiero lograr que mejore.

Por más que tuviera todos mis sentidos alterados por verla ahí, por cierta sensación de ahogo que me atragantaba las palabras al verla, no pude no asentir. La forma en la que se abrazaba sola, la auto contención que se daba ante la soledad que su prima nombraba, algo de eso logró remover algo en mí. Yo detestaba la idea de estar sola, no se lo deseaba a nadie.

Luna me dedicó una sonrisa una vez que agité la cabeza, palmeando uno de mis brazos antes de saltar por la arena para acercarse a Anna que frunció su boca en una pequeña sonrisa. Ni con eso se animó a mirarme. Jacob se levantó también y siguió los pasos de Luna hacia Anna. Él también estaba teniendo una mejor relación con ella.

El suspiro pesado de Noah me hizo volverme hacia él.

—A veces eres demasiado buena con los demás.

Su amargura me hizo reír.

—Trato de ser justa —justifiqué—. No buena.

—No importa, eso es algo bueno en ti —estiró una de sus manos para tomar una de las mías—. No puedes evitarlo.

Nunca había sido rencorosa, por más carácter podrido que tuviera con dicha persona, siempre había una parte de mí que trataba de comprender al otro hasta en su peor momento. Asher, Logan, Anna e incluso Sue Lee en su momento, o bueno, hasta Julia y sus malos tratos que me recordaban que era su dolor. La ausencia de su hija. Todo tenía una razón de ser y esa parte de mí la buscaba inconscientemente.

No dije nada más al ver a los tres acercarse al mar, donde Tom reconoció a Anna y después de darme una mirada de soslayo, terminó sonriéndole también y saludándola en un ademán. A diferencia de él, Morgan se acercó a darle un abrazo. La había cuidado en el peor momento.

Noah soltó otro resoplido al verlo.

—Viene de familia, supongo.

La risa brotó sola de mi boca, y ladeé nuestras manos juntas hasta tocarle la cabeza y empujarlo. Morgan tenía mucha más bondad acumulada de la que podría tener cualquiera en esa playa. No dejé de mirarla al tratar de volverme a sentar, sólo que las manos de Noah me agarraron primero y tiraron de mí entre sus piernas, sentando mi cuerpo entre ellas con mi espalda contra su pecho. Peleé la sonrisa al sentir sus brazos rodeándome los hombros, su rostro apareciendo por un costado y apoyando su nariz contra mi mejilla.

Subí mis manos por sobre sus antebrazos, disfrutando de su calor, de su cuerpo y su toque. Tenerlo tan cerca me retorcía hasta los dedos de los pies. Inconscientemente había cerrado los ojos y relajado todo mi cuerpo hasta caer totalmente contra él.

Podría dormirme en paz por décadas de esa manera. Sentí sus labios dejar un beso en mi mejilla que me hizo sonreír.

Hola.

Abrí uno de mis ojos para mirarlo de soslayo.

—¿Hola? —respondí confundida, otra sonrisa de su parte y apoyó su mentón en mi hombro. La forma intensa de mirarme me sacaba parte del aire, manteniéndola contra mis ojos y a veces dirigiéndola por otras facciones de mi rostro—. ¿Tengo algo en la cara o...?

Rodó los ojos al soltar un bufido.

—Siempre arruinándome el momento romántico.

—No lo hago a propósito —me reí—, digamos que no somos el par más acaramelado con estas cosas, ¿no?

Se rio conmigo—; No, no lo somos. Menos con tu rigidez afectiva.

—¿Rigidez afectiva? —me quise levantar, sus brazos obligándome a volver contra su pecho y haciéndome reír con más fuerza—. ¿Qué quieres decir con eso? ¿Eh?

Al removerme entre sus brazos, terminó hasta encarcelándome con sus rodillas para que no me moviera, algo que traté de empujar con fuerza y fue en vano. Podía sentir los ojos de los demás en nosotros, mis mejillas tomando color, pero disfrutando del momento con el tarado que me mantenía contra él. Me aliviaba el corazón reírme y sentirme de esa manera.

De alguna manera terminé girada, mi espalda contra una de sus piernas y las mías por sobre la otra suya. Seguía con sus brazos alrededor de mi cuerpo, sus manos en mi cintura aprisionándome contra él y mi cabeza contra su hombro. Le escuché su corazón galopar contra mi oído, donde mi mano subió y acarició la zona con suavidad.

Una vez que calmaron mis risas, pude levantar mi cabeza para verlo.

—No se llama rigidez afectiva, para tu información —murmuré—. Se le llama apreciar la privacidad.

—¿Privacidad? ¿Tú? —frunció sus facciones sin creerme—. No lo hubiera pensado así, eres una persona bastante abierta y honesta.

—Que no significa que no valore mi privacidad, gracias —pellizqué uno de sus costados, lo que lo hizo mirarme amenazante y sonreí—. Pero contigo quiero que sea así. Me gustan estos momentos... sólo entre nosotros. Me da la sensación así que los cuido, que nadie más los tiene. No sé si me explico.

Noah y yo nunca ni habíamos pensado, o por lo menos yo, en la categoría de pareja, de relación o novios. Era una etiqueta que no nos habíamos puesto, ni consciente o inconscientemente, simplemente éramos. Probablemente eso era lo que me hacía privar tanto nuestros gestos, caricias o lo que sea, que cuando era público, yo me sentía expuesta. Él podía ser un tipo más de acciones que conversaciones, algo que conocía y respetaba, pero que también conllevaba a no concretar una conversación. Mientras que él era más impulsivo en el lado de demostrar, yo lo era en el lado de ser honesta.

El ruido de pisadas en el agua me distrajo, al girarme me hallé a una Luna empapada persiguiendo a Jacob. Anna a lo lejos sonreía levemente, lo que me hizo copiarla sin darme cuenta. Hacía mucho tiempo que no veía algo positivo en ella. Al girarme hacia el gemelo de vuelta, Noah estaba relamiéndose los labios antes de volver a hablar.

—Entiendo lo que quieres decir, tiene sentido. Tampoco... —respiró hondo, quedándose en silencio un rato al buscar bien las palabras. De vuelta, la comunicación no era su fuerte. Uno de sus dedos terminó pasando por la cadena de sus placas militares que colgaban por mi cuello, dándome escalofríos, y volvió a levantar la vista—... tampoco tuvimos un inicio ordinario, en un contexto normal o una... cita. Todos esos pasos son los que progresan a ser más... ¿expresivos? ¿Cariñosos?

Peleé con la risa atorada en mi pecho. Éramos un desastre. Y me encantaba.

—Supongo. Hay todo un acto previo antes de algo más concreto... en todo ámbito —escondí mis mejillas acaloradas con el viento del mar que me removió el pelo—. Nosotros saltamos muchos pasos, pasamos de querer arrancarnos el cuello a, bueno, esto —nos señalé. Él asintió—. Creo que es por eso por lo que lo privo tanto, porque hay tanto que nos salteamos que expulsarlo en el aire me hace sentir...expuesta, en el buen y mal sentido. Es algo nuevo para mí.

La forma en la que se quedó en silencio me hizo mirarlo más fijo, ninguno bajando la mirada del otro. Terminó encogiéndose de hombros.

—¿Nunca te habías sentido así por alguien? —la pregunta fue dicha tan por lo bajo, no sabía si por inseguridad o por otra cosa. Negué con la cabeza. Eso lo hizo levantar una de sus cejas—. ¿Ni que te gustara alguien ni nada?

—Digamos que tengo gustos peculiares, claramente —rodé los ojos en broma, algo que causó que me pellizcara él mi costado. Chillé al manotear su mano—. No lo digo en el mal sentido, tarado. Simplemente nunca me pasó... hasta que volviste a aparecer.

Cierta palabra lo hizo inclinar su cabeza más hacia mí.

—¿Volví a aparecer?

—Quiero decir, ya te conocía de antes. No me olvido del asesinato de mi muñeco —fulminé mi mirada, algo que lo hizo poner los ojos en blanco y fruncir su boca tentado. Obvio que se acordaba de la escena del crimen—. O bueno, no se sí la palabra sería conocerte, tuve por tantos años una idea tan errónea de ti que hasta hace poco pude reconocer que estaba equivocada. Pero sí, cuando te volví a ver, sacaste todo tipo de emoción de mí.

Jugó con sus cejas lo cual le ganó otro pellizco.

—Más malas que otra cosa —aclaré, riéndome sin pensarlo. Nunca habíamos hablado de aquello y me ponía nerviosa. Al calmarnos los dos, no pude evitar que mis dedos rozaran su mandíbula—. Creo que eso es lo que mas me gustó de ti. Exprimiste todo tipo de paciencia de mí para sacar todo lo malo como también lo bueno. Y te quedaste.

—¿De qué mal estás hablando, Tay? —meneó la cabeza, sus cejas fruncidas y subiendo una de sus manos para acariciarme el rostro—. No hay nada malo en ti, nunca lo hubo. Tu corazón tiene solo buenas intenciones, sean o no malas las acciones a tomar. Yo sólo sabía que tenías potencial y... quería que lo pudieras ver.

—Que forma de haberme hecho sacar canas verdes para que pudiera verlo.

—No dije que fui fácil, claramente no, y de igual manera estamos acá, ¿no? —su dedo pulgar en mi labio inferior me hizo sonreír. Al quedarse callado, pude escuchar el barullo de los demás al hablar cerca del agua, el ruido de las olas estrellando contra la orilla relajándome aún más y con el viento agitándome el pelo, todo mi cuerpo cálido por el de Noah; sólo me quedé sonriendo. Noah pareció sonrojarse, levemente, y entendí porqué cuando soltó—: Tan hermosa...

Lo había murmurado, no sabía si para él mismo o quería que yo lo escuchara, pero aceleró tanto mi ritmo cardíaco y el calor en mis mejillas que tuve que esconder tanto mi rostro como mi sonrisa en su hombro. Nunca me había llamado así. Lo sentí dejarme un beso en el hombro, aferrándome a él y nos quedamos así. Sin hablar más, sin aclarar nada más. Teníamos que mejorar nuestras técnicas de comunicación, claro estaba, y estábamos en ello.

Fue en la mitad de la tarde, donde mi hermana y Tom cargaban con una botella reciclada llena de caracoles, que nos sacudimos los pies en los escalones de la escalera para empezar nuestro retorno a la ciudad. Anna y Luna fueron primeras, Jacob ayudando a cargar las cosas con Tom, Morgan con la botella, y Noah y yo para el final después de las bromas que nos habían lanzado una vez que nos vieron tan cerca. Con eso Noah entendió mi aprecio a la privacidad.

Habíamos terminado de subir las escaleras y estábamos en el medio de los puestos del mercado cuando un grito de agonía, a lo lejos, hizo que se hiciera silencio en toda la ciudad. No fue hasta que más gritos de agonía nos hicieron detenernos en seco, que una alarma empezó a sonar —muy distinto que las de las misiones— y por los quejidos y sustos de la gente, entendí que algo estaba pasando en la ciudad. Estábamos siendo atacados.

Luna y Anna fueron más rápidas y salieron corriendo en dirección de los gritos, Tom tomó el brazo de mi hermana y tiró de ella hacia mí que la atajé con rapidez y empecé a tirar de ella hacia el departamento. Si estábamos siendo atacados, tenía que protegerla a ella antes que a cualquiera. No pude hacer nada cuando Noah siguió los pasos de Anna y Luna, su mano deslizándose de la mía, con Tom y Jacob siguiéndolo sin decirme nada más que tenga cuidado. Todo estaba pasando tan rápido que me estaba costando asimilarlo.

Fue la mano de mi hermana enterrándose en la mía lo que me hizo agitar la cabeza y empezar a correr hacia el departamento. Por más que nunca había soltado la botella que abrazaba con uno de sus brazos, pudo seguirme el paso y la tomé de los hombros al llegar a la puerta de entrada del edificio. Sus ojos grises se abrían a más no poder y ya estaban cristalinos antes de siquiera poder hablarle.

—Vas directamente hacia nuestro departamento. Si Massimo está cerca, ve con él, pero te quedas en este edificio detrás de una puerta con llave y lista para atacar y defenderte con lo que sea. Te escondes si hace falta. ¿Queda claro? —sentencié con tanta fuerza cada palabra que no tuvo otra cosa más que hacer que asentir—. Sube ahora. Voy a volver por ti apenas pueda. Sube.

—Tay-

Ahora, Morgan.

Sus manos no me soltaron con facilidad, el miedo en su mirada haciéndola dudar, y cuando volví a empujarla para que por favor subiera, se tomó unos segundos para entrar y no fue hasta que la vi desaparecer por las escaleras que me giré en mis talones y me largué a correr a toda velocidad en la dirección que mis amigos se habían ido. Debí tener cuidado con los ciudadanos que corrían en dirección contraria, mis hombros rozando tanta gente y a tanta velocidad que podríamos habernos hecho daño. Yo no podía distraerme, estaba hasta cruzándome entre atajos por los edificios en busca de mis amigos o algún indicio que me indicara dónde estaba siendo el ataque.

Llegué a escuchar con más claridad los gritos una vez que llegué a uno de los límites de la ciudad, cerca del bosque y de dónde vivía el Doc, y no fue la corrida lo que me sacó el aire, sino que reconocí la voz de uno de los gemelos gritar. No sabía si era por agonía o si había dicho algo en sí, sólo supe que fue lo suficiente para guiarme a dónde debía estar y al estar a unos metros, reconocí a Tom. Una pared de hielo se estaba formando frente a él, sus brazos estirados y tratando de mantenerla, sólo que cierta luz, o fuego parecía por la intensidad, estaba derritiéndola. Lo raro era que Noah estaba detrás de su hermano.

¿Qué era lo que lo estaba derritiendo...?

No fue hasta que la pared de hielo se partió, el rayo de luz atravesando el hielo, y Noah se interpuso entre su gemelo y dicha luz. El alarido de dolor me arañó el corazón, la adrenalina reemplazando la sangre en mis venas, y me encontré prácticamente volando por sobre el piso hasta saltar a los gemelos, tirados en el piso, sin llegar a ver quién estaba del otro lado, y por instinto golpeé la tierra, de dónde surgió mi haz de luz que nos protegió de otro rayo e impulsó al tipo hacia atrás unos cuantos metros.

Sólo un nombre me vino a la mente y entendí quién era el que estaba ahí, quién era el causante de tanta luz y que era el mismo que había atacado el campamento de Drea. Javier.

La luz a su alrededor llegó a apagarse por un momento, permitiéndome girarme hacia los gemelos y hallándome con Tom sobre Noah que trataba de levantarlo. No fue hasta que vi la herida en el rostro del gemelo herido, la piel de sus mejillas y nariz tan quemada como si hubiese sido derretida. Se suponía que su cuerpo podía soportar el fuego, ¿cómo eso había sido posible? Tenía la respiración tan irregular que pensé que no estaba entrando aire en mis pulmones, hasta que reconocí la furia viajando por todo mi cuerpo, las cosquillas de mi propia anomalía rodeándome con más intensidad cuando el haz me rodeó.

Los ojos de Noah me encontraron en un momento, fruncidos por el dolor, y perdí todo tipo de cordura antes de girarme de vuelta hacia el tipo, Javier, que se había recuperado y me miraba asombrado. Sus ojos brillaban con el mismo tono e intensidad que había visto al atacar a los gemelos. Esa era su anomalía. Rayos de luz, de sol, de lo que fuera. Por eso había podido carbonizar con tal intensidad a un campamento. Pero no fue su anomalía lo que me sorprendió, menos que menos la forma en la que sus ojos enteros estaban rodeados de luz.

Sino las venas alrededor de sus ojos brillando con la misma intensidad. Lo que Drea había nombrado. Parecía poseído.

Hasta su voz sonó ronca y extraña cuando exclamó:

¡Débiles! ¡Tra-Traidores! —su cuerpo empezó a brillar con más fuerza, lo que me hizo más difícil poder verlo cuando mis ojos se cerraban por la intensidad—. ¡Todos son débiles! ¡Acomodados!

Escuché los pasos de alguien querer acercarse y atacar, la luz brillando con tal intensidad en su dirección, que comprendí con el llanto de dicha persona que había sido atacado por el tal "Javier". Aproveché para hacer lo mismo, corriendo con los ojos cerrados en su dirección, y rogando por no tropezarme, hasta chocar con él y que mi energía lo expulsara aún más lejos de los demás. Escuché el gruñido que soltó, mis ojos ya prácticamente cegados y que no me permitían ver por la intensidad, fui lo suficientemente rápida para cubrirme con mi haz de luz que me protegió del rayo de luz dirigido hacia mí cuando se reincorporó. Tenía tanta intensidad que sentí el calor agobiante en las puntas de mis dedos.

¡Todos ustedes van a caer! ¡Nunca tendrían que haber sobrevivido! ¡Nosotros sí!

No me importaba que tipo de discurso estaba dando, lo que a mí me importaba era detenerlo. Aparte del rayo en mi dirección, logré oír más quejidos y llantos a mi alrededor. Pude girar mi cabeza, permitiendo abrir uno de mis ojos para mirar por detrás de mí, encontrándome con mis compañeros, Julia, Enzo, los gemelos y mis amigos, todos tapándose los rostros o cubriéndose los ojos por la intensidad de los rayos que nos atacaban. No sabía cómo mi vista estaba aguantando tanto, probablemente mi anomalía también estaba protegiéndome en ese aspecto, pero parecía ser la única capaz de hacer frente a la situación y protegerme al mismo tiempo. Sólo tenía una desventaja y era que no podía verlo. Entre tanta luz no sabía dónde estaba, si se encontraba cerca o lejos. No fue hasta que reconocí unas manos brillosas apoyadas del otro lado de mi haz, una nueva presión en mi contra, que entendí que estaba literalmente parado en mis narices.

Me empezó a doler la vista, demasiada intensidad en un instante y, por el dolor, el tipo se aprovechó para empujarme lejos, lo que me hizo tropezarme entre mis pies y caer de bruces. Terminé dándole la espalda, tratando de recuperar algo de mi vista, parpadeando constantemente y meneando la cabeza. No fui tonta, y varias veces estiré una de mis manos por mi espalda para lanzar rayos o bolas de mi energía para hacerlo hacia atrás de vuelta. En otra de esas, aparentemente le atiné y la luz logró bajar la intensidad una vez más.

Al recomponer un poco mi vista, logré reconocer a algunos de mis amigos. Entre ellos, a Jacob escondido detrás de lo que parecía ser un trozo de metal que él estaba sosteniendo y cubriendo a otros con él también. Reconocí su cabeza asomarse a través del material y verme en el piso frente a él.

—¡No puedo verlo! ¡No puedo verlo! —chillé, sin dejar de parpadear para recuperar mi sentido del todo—. ¡No puedo-!

Me interrumpió el reflejo del trozo de metal, con mi pobre vista reconociendo la silueta de Javier levantándose y comenzando a iluminarse más, algo que fácilmente pude ver en el metal. Sabía lo que tenía que hacer y era lo único que podía intentar.

Sólo faltó que Javier volviera a gritar y yo ya estaba sentándome en mis rodillas.

¡Todos ustedes van a caer! ¡Los voy a desintegrar a todos!

Lo vi venir en el reflejo, una ola de rayos de luz en nuestra dirección y estiré mis brazos por detrás de mi espalda, mi haz rodeando todo lo que había lanzado y protegiendo a todos mis compañeros de la fatalidad que estaba por suceder. Me pesaron los hombros, mi cabeza comenzando a latir y apretando con tanta fuerza mi mandíbula para mantener el escudo que hasta escuché crujir mis lentes. Me repetí en mi cabeza una y mil veces que lo mantuviera, que hiciera más fuerza, que no me rindiera. Javier pareció hacer más fuerza también, lo que hizo pesarme en mis hombros y que el calor empezara a traspasar mi haz. Me estaba quemando la piel de la espalda.

Giré las palmas de mis manos en la dirección de mi haz, para que eso me ayudara a mantenerlo y tener más resistencia. Escuché mi nombre ser llamado, la voz de Noah entremedio tan ronca y quebrada, adolorido. La imagen de su herida me volvió a quemar el cuerpo, un dolor distinto al que estaba sintiendo en el momento, y empecé a rogar que el tipo se detuviera. Que parara. Que se terminara su anomalía. Que yo ganara.

No supe cual fue el pensamiento concreto lo que cambió todo en mí, lo que hizo que un clic en mi pecho cambiara y un cosquilleo distinto empezara a cruzar por los dedos de mis manos. Algo en mi se sintió distinto, las cosquillas creciendo y empezando a ser dolorosas, a que empiecen a quemarme por dentro lentamente. De la nada mi vista funcionaba perfectamente, lo cual me permitió girarme a ver mis manos y hallar la luz siendo consumida dentro de mi cuerpo, atravesando mi piel e iluminando mi cuerpo como si estuviera incendiándome por dentro. Podía hasta ver el recorrido perfecto de mis venas.

Las quemaduras empezaron a ser tan grandes que no pude evitar el alarido que surgió de mi garganta, los rayos atravesando mi piel y desintegrándola seguramente. El dolor era insoportable, consumiendo mi pecho y haciéndome sentir como si respirara fuego. No supe de dónde saqué la fortaleza, pero en mi agonía yo nunca bajé los brazos, por más tentada que estuviera en abrazarme y que el dolor me matara por completo. Ni las gruesas lágrimas deslizándose por mi rostro refrescaron o aliviaron algo de la agonía. Era mi final y yo no estaba permitiendo que dañaran a nadie más.

Y cuando pensé que estaba a segundos de ser polvo volando por el aire, todo terminó. El dolor, la presión, el calor. Todo se detuvo y sin darme cuenta, mi cuerpo cedió al cansancio, a los restos del dolor que quedaban en mi cuerpo. Lo último que sentí fue mi rostro contra la tierra, la sensación de las quemaduras en mi piel y un último suspiro de mi parte antes de que todo se volviera negro.

Volví a ver la luz en flashes. Primero escuché las voces, mi nombre siendo dicho repetidas veces, manos cálidas y frías tomando mi rostro o brazos. Mi cuerpo seguía adolorido, la sensaciones de quemaduras a través de mi espalda y brazos todavía presentes y frescas. Cuando mis párpados comenzaron a alivianarse, reconocí la luz del cielo, unos pares de ojos almendras preocupados, un techo blanco, y lo siguiente que supe fue que estaba viendo a mi grupo de amigos parados frente a mí, todos estupefactos y a la pobre Olivia espantada en la punta de la camilla.

Parpadeé al ver la camilla. Miré mis piernas estiradas en el colchón y automáticamente levanté mis manos para verlas. Parecían sanas. ¿Ya me habían curado? Seguí parpadeando, mis dedos metiéndose por debajo del buzo que me habían puesto en busca de vendajes o heridas. No había nada. Estaba tan acelerada, tan confundida, que tuvieron que agitarme el rostro con dos manos en mis mejillas para que me girara hacia la persona.

Reconocí el pelo colorado y las pecas en su piel pálida. Olivia.

—¡Taylin!

Hasta tuvo que darme una pequeña cachetada y mis pensamientos volvieron a acomodarse, volví a pensar en lo que había pasado y no en lo que mi cuerpo había sufrido. Mi lucidez no había vuelto del todo, pero me veía mejor y Olivia aprovechó para preguntarme.

—¿Tienes algún dolor que puedas señalarme? ¿Algo que te molesta? —quiso saber y negué con la cabeza. Todo lo que había sentido se había vuelto solo como un recuerdo.

Miré a mi alrededor, otros compañeros siendo tratados por heridas, y reconociendo un vendaje en el rostro tenso de Noah, me volví a Olivia formulando lo único que se me vino a la mente.

—¿Estoy viva? —murmuré y ella asintió. Sus facciones seguían igual de anonadadas que, seguramente, las mías reflejaban—. ¿Cómo? ¿Cómo es que...?

Tom fue el primero en acercarse y apoyar una de sus manos en mi tobillo.

—El tipo murió, Tay, por su propia anomalía. Se carbonizó sólo al volverse humano.

—¿Qué? ¿Humano?

Fue Noah el que asintió.

—Le sacaste la anomalía —contestó—. Tú lo volviste humano.



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