[07]̴
Eran pasadas la medianoche cuando Luna estiró sus brazos al bostezar, la cabeza de Aiko rozando el hombro de su amiga con sus ojos peleando por quedarse abiertos. A diferencia de ellos, Jacob parecía haber tomado cinco tazas de café quemado en lugar de la única que le habían servido. Ni mi pobre hermana pudo quedarse mucho despierta, escuchaba sus pequeños ronquidos desde la cocina estando ella desmayada prácticamente en el sillón de la sala.
Mientras que los demás estábamos repartidos entre los muebles de la cocina, sentados en la mesada, piso o alguna de las dos banquetas que tenía el departamento. A mala suerte de Luna, el estar sentada en el piso empezó a darle sueño al pasar las horas y que la conversación no cesaba.
Jacob ya estaba por la quinta teoría conspirativa sobre por qué el magnetismo significaba que, en un futuro, podría controlar la sangre de los demás, Tom dejó caer la cabeza hacia atrás:
—Jay, no tenemos la cantidad suficiente de magnesio en la sangre cómo para que nos puedas controlar —se terminó agarrando el tabique de la nariz, escondiendo su risa de su amigo ultra-cafeinado—. Tenemos una cantidad medida en sangre.
Jacob se reincorporó en la banqueta, girándose hacia el gemelo.
—Puedo controlar el mínimo gramo, si me esfuerzo lo suficiente, puedo hacer que levantes la mano sin que puedas detenerme —frunció las cejas con fuerza, sus ojos centrados en la mano del gemelo que soportaba su cuerpo al estar inclinado de espaldas en la mesada. Compartí una rápida mirada con Noah antes de reírme por lo bajo. Fue cuestión de segundos en silencio antes de que Jacob dejara caer su cuerpo al rendirse—. Estoy seguro de que voy a poder. Sólo tengo que practicar.
—Va a estallarte el cerebro si vuelves a probar así con tanta fuerza —se rio Luna, meneando la cabeza—. Tu vena de la frente casi explota en mi rostro.
—Se le llama concentración.
—Tampoco hagas demasiada fuerza después de comer —fruncí mi boca en una fina línea—. Habría un sonido de advertencia, pero el daño ya estaría hecho.
Fui lo suficientemente rápida para esquivar un manojo de migas de las galletas de mi hermana, arrastrándome por la mesada para alejarme del estómago flojo. Me incliné por la apertura que había en la mesada de la cocina, permitiéndome mirar hacia la sala y ver como mi hermana continuaba en su plácido sueño a pesar del desastre de sonidos que éramos incluso al estar hablando en voz baja.
La bandeja vacía de mi hermana estaba del lado de Jacob, las pobres galletas no llegaron a durar ni una hora antes de ser devoradas. Con suerte logré probar algunas pocas antes de que cierto imancito me mordiera los dedos, el sabor en mi boca recordando la receta que mamá nos hacía en las tardes de domingos lluviosos. Se sintió una juntada más familiar después de eso.
Noah a mi lado señaló a Jacob con la cabeza al preguntarle—: Fuera de broma, la pregunta va en serio; ¿crees que puedas controlar hasta lo más mínimo de tu anomalía?
Jacob ladeó la cabeza, pensando la pregunta, antes de encogerse de hombros.
—Supongo que voy a terminar aprendiendo más de lo que ya sé —decidió decir y después se señaló a sí mismo con ilusión—. ¿Tú me ves capaz de lograrlo?
El gemelo levantó las cejas.
—De la manera que lo estabas intentando, claro que no —el cuchillazo que simuló Jacob me hizo reír. Noah rodó los ojos al pelear la sonrisa—. Pero sí concuerdo que hay muchas cosas que todavía no están a nuestro alcance para aprender.
—¿A qué te refieres? —quiso saber Luna. Noah suspiró.
—Va a sonar loco, más loco de lo que ya es... —se mordió el labio inferior al buscar las palabras correctas y respiró hondo—. ¿Alguna vez pensaron que recién estamos como... en el primer escalón de nuestra anomalía?
Tom se dejó caer con más pesadez contra la mesada.
—¿Cómo en el primer escalón?
—Quiero decir... —al pobre tipo que no sabía ni cómo expresarse en dos palabras le estaban pidiendo una explicación rozando lo científico. Peleó más con sus palabras que con cualquier otro soldado en su pasado—. Creo que recién conocemos lo mínimo de la nuestra, como una semilla que recién está brotando las primeras hojas. Y que es cuestión de todo el proceso de crecer y comprender, de conectarse y todo para... bueno, eh...
Lo entendí sin que dijera las palabras adecuadas.
—Evolucionar —respondí por él, todas las miradas cayeron en mí y la mía conectó con la suya—. Crees que nos falta evolucionar con nuestras anomalías.
Se terminó frotando la frente.
—Sé que suena extraño, ya todos conocemos al menos la base de lo que somos —siguió—. Pero; ¿y si es sólo eso? ¿La base de algo que todavía no pudimos construir o conocer?
No era una teoría tan loca si me ponía a pensarlo bien. El desarrollo que algunos de ellos estaban teniendo con su anomalía; la punta de los dedos de Tom, la forma en la que Jacob podía adherir su cuerpo al metal, y así muchos más casos. Había pensado en la idea de que era la mutación de la anomalía en nosotros creciendo, tomando más de nosotros. Entonces, ¿eso podría ser una evolución? ¿Podríamos seguir evolucionando aún más por las habilidades otorgadas que corrían por nuestros cuerpos?
Luna lo miraba a Noah boquiabierta, probablemente procesando la idea. Terminé riéndome de ella, lo que la hizo sacudir su cabeza y señalar al gemelo.
—No tengo esta cara de estúpida por la teoría, tiene sentido, sino me sorprendí por escuchar más de cinco palabras salir de tu boca, que sean dirigidas hacia nosotros y no sea una orden —Tom terminó escupiendo el agua que estaba tomando en el lavabo de la cocina al escuchar lo que Luna que había dicho, yo tuve que esconder mi risa detrás de una de mis manos. Mientras tanto, Noah chasqueó la lengua y se cruzó de brazos—. Es bueno conocer tu personalidad al fin y que nos hables.
—Ahora recuerdo porque no lo hacía tanto.
—Ohh, no te ofendas, simplemente me sorprendió —la sonrisa divertida de Luna lo hizo rodar los ojos, a pesar de sus facciones relajadas que me hacían notar que incluso él estaba bromeando con ella. Me gustaba esa faceta suya—. Pero... tu idea no es rara, está más lejos de serlo que de ser normal hoy en día. Supongo que nos olvidamos de que lo que nos acompaña también crece en nosotros, sólo que... ¿cómo evolucionaría? ¿Nos terminaríamos volviendo el mismo elemento que controlamos?
Aiko, al lado de su amiga, le había tocado el hombro y entregado una hoja del anotador que había conseguido para poder comunicarse con nosotros. Luna lo leyó en voz alta:
—Si hablamos de conexión, es tratar de crecer JUNTO —remarcó con fuerza la palabra— a nuestras anomalías. Ser uno con ellas —Luna la miró al dejar de leer lo que había escrito—. Quieres decir que, para que eso pasara, tendríamos que subir y movernos junto a ella para llegar a un desarrollo conjunto.
—Porque si uno lo hace solo —habló Tom, sus manos a cada lado de su cadera—, es cuando el otro se queda atrás. Un desbalance que puede causar hasta... cierto olvido por el otro.
—Dudo que uno pueda olvidarse de lo que hace —me reí, con exageración señalándome.
—No me refiero a olvidarse de lo que es —Tom inclinó su cabeza—. Hablo de olvidarse que la anomalía es otra entidad más en nosotros. Te recuerdo que no somos nosotros quien maneja el elemento, sino que es a través de la anomalía, de ellos, que podemos hacerlo.
Pocas veces me había comunicado con la mía, Hiro —el pinchazo en mi pecho me hizo rodar los ojos— se había mostrado solo en sueños e inconciencias que había tenido a lo largo del año y pico que llevábamos conviviendo. Era extraño pensar, y que usualmente olvidaba, que lo que estaba dentro de mí tenía una consciencia, distinta y extraña para mí, pero que me acompañaba diariamente. Y quien me había protegido muchas veces.
—Entonces, estamos hablando de llegar a un potencial, con la anomalía, que nos permita ser más de lo que ya somos... —razonó Jacob. Noah asintió.
—Llegar a lo que nos falta llegar.
Desconocía cual era mi potencial total. O el de Noah, el de Tom, o cualquiera de ese cuarto. No sabía que sería de nosotros sí es que, pensando la teoría como algo real, llegáramos a un nivel donde superáramos todos los obstáculos impuestos por nuestra humanidad y nuestra anomalía. A mi mente vino los ojos de Anna, sus venas bajo sus ojos marcándose y dándole más fuerza. ¿Con eso alimentaría su potencial? ¿Con odio?
Los párpados de Jacob por fin habían empezado a bajarse, y el bostezo que largó nos distrajo a todos de la conversación que estábamos teniendo.
—Creo que eso ya significa que es hora de descansar —se rio Luna, levantándose del piso y ayudando a Aiko—. Nosotras ya tenemos que volver y quiero asegurarme de que Anna haya cenado algo.
El nombre de dicha chica me apretó el cuello, irónicamente.
—¿Cómo está ella?
Luna me miró de reojo, molesta por la pregunta. Había sido de las primeras en perseguir a su prima fuera del entrenamiento a gritos lista para saltarle al cuello, y por más que la detuvieran y que le explicara lo que había pasado, ella no entendía por qué me preocupaba. No podía impedir la pregunta, menos cuando sabía qué había causado su reacción.
—Ella va a estar bien, Tay, no tienes porqué preocuparte por ella. Créeme —me pinchó uno de mis costados, acercándose a darme un abrazo—. Ella necesita lidiar con su soledad de otra forma y entender que no todo fue tu culpa. Logan podría haber corrido de ser su elección y probablemente salvado. Decidió respaldar tu idea como ella también. Sólo que no tuvo la misma suerte que ella.
Al alejarse, le sonreí en una mueca.
—Es difícil entenderlo cuando fui yo quien los trajo...
—De ser que vamos a seguir la línea de culpas, la primera no serías tú —apoyó su dedo índice en mi pecho—. Ni tu anomalía. Sino los soldados en sí y que son los únicos a culpar. De no ser por su estúpida caza, nada de todo esto habría pasado.
Nada de nada. Ni la muerte de Jamie, de Asher, de Logan, la caída de Claire y de otros. Mi vida hubiese seguido siendo normal, en los parámetros de adaptarme a una nueva anomalía, y todo lo que había pasado solo sería una pesadilla. Inconscientemente, mis ojos cayeron en Noah que hablaba por lo bajo con Tom.
De no ser que nada de aquello hubiera pasado, ¿me habría reencontrado con ese gemelo?
Luna y Aiko se fueron una vez que saludaron a todos, Jacob encerrándose en su cuarto y empezando a roncar minutos después de haber entrado. El café lo había despertado lo suficiente como para dormirlo apenas bajara la cafeína de su sangre. Tom había traído unas mantas para tapar a mi hermana, que por más que la sacudiera, ella sólo siguió durmiendo y gruñó por quedarse en su lugar.
La arropé con las mantas que el gemelo había traído, no queriendo que pasara frío.
—Tú también deberías descansar —le dije a Tom, que ya estaba encarando hacia la puerta del departamento a cierto lugar que ya había adivinado—. Ella va a estar ahí en la mañana. No se va a ir a ningún lado.
Se quedó en su lugar unos segundos, claramente pensando lo que le había dicho, y sólo una vez que me acerqué a él para apoyar mi mano en su espalda, terminó asintiendo y sólo se acercó a la puerta para cerrarla con llave. Al pasar de largo frente a mí, se despidió con un beso sobre mi cabeza y él también se metió en su cuarto. Yo me aseguré de que Morgan estaba bien cubierta y luego me dirigí al cuarto de Noah.
Estaba acomodando lo que sería su pequeño armario cuando entré. Eran dos puertas que se deslizaban con dos estantes y un caño para perchas dentro de él. Su cuarto no era tan distinto al mío o al de Morgan, sólo era más pequeño y tenía un escritorio debajo de la única ventana que tenía la habitación. Una cama cómo la mía y una silla en la otra esquina. Mientras que las paredes de mi habitación eran de un horrible amarillo, las suyas eran naranjas.
—Tuve que detener a tu hermano para que no fuera hacia el hospital de vuelta —mencioné al llegar, cerrando la puerta con cuidado y caminando por la habitación. Noah soltó un largo suspiro al escucharme—. No quise nombrarlo, pero está empezando a tener ojeras bastante marcadas.
—Se lo dije yo, no te preocupes por eso —murmuró, deslizando la puerta del armario hasta cerrarlo—. Ya no sé qué más decirle, es difícil... pero lo entiendo en cierto lado. Yo estaría peor que él si fuera mi caso.
Miré para otro lado al escucharlo, mis mejillas tomando tanto color que no pude mirarlo. En lo que me había acercado al escritorio a un lado de la cama, mis ojos encontraron un reflejo plateado sobre él que me causó curiosidad. No fue hasta que tomé la cadena en mis manos y la evanté en el aire, que reconocí el nombre de Noah escrito en las dos etiquetas metálicas, lo que me permitió comprender que eran. Sus placas de identificación de la escuela militar.
Me giré en su dirección con ellas en mano.
—No sabía que las tenías —comenté, leyendo los datos grabados en el material. Su nombre, apellido, cumpleaños, número de identificación y tipo de sangre—. ¿Por qué no las usas?
Se sentó en la cama para responderme.
—Porque ya no estoy ahí y tampoco las quiero cargar conmigo —respondió—. Y porque son un símbolo, para la gente de afuera, de quienes nos están persiguiendo. ¿Crees que podría usarlas?
—Si van a criticarte o temerte por unas simples placas, entonces el problema no viene del objeto —las sacudí en el aire al acercarme a él, mis dedos trazando su nombre grabado y me acerqué a él hasta que nuestras rodillas se rozaron—. Sangre cero negativo. Universal. Quién lo diría...
—Si no terminaba acá, seguramente me hubiera vuelto un saco de sangre para ellos —agitó su pelo con una de sus manos—. Algo iban a encontrar para mantenerme ahí.
—Se nota que no quieres nada de ahí —murmuré, el asentimiento con el cual respondió me hizo mirar las placas de vuelta, confundida—. Pero, si no las quieres usar ni nada relacionado ahí, ¿por qué te las quedas?
Su mandíbula se tensó cuando su mirada cayó en ellas, siguiendo el movimiento de la cadena enredada entre mis dedos. La tomó con cuidado de mis dedos, sus ojos con tanta intensidad y seriedad analizando los detalles del metal en sus manos, las placas replicadas en la palma de su mano.
Se veían pequeñas en sus manos a comparación de las mías, pero eran más pesadas para él de lo que yo sabía.
—Porque, por más que las odio y de dónde vienen, representan la fuerza que tuve para sobrevivir esos dos años en ese infierno —al levantar la cabeza para mirarme, no hice nada más que acercar mi mano hacia él, mis dedos trazando las pequeñas cicatrices que había por su rostro. Siempre había supuesto de donde habían venido y no cambiaba el hecho de que pensarlo me hacía hervir la sangre. La palma de mi mano había quedado a la altura de su boca, sus labios rozando mi piel en un suave beso—. No te preocupes, no me comporté como debía en el lugar y muchos se llevaron más recuerdos míos que yo de ellos.
—Qué sorpresa que no me asombra... —me reí por lo bajo, mi pulgar pasando por debajo de sus ojos y peinando su pelo hacia atrás. Sonrió levemente al escucharme, cerrando sus ojos y disfrutando de mis caricias por más que apretara la mandíbula cada vez que rozaba alguna cicatriz. Me terminé agachando frente a él, mis brazos apoyados en sus rodillas y haciendo que me mirara una vez que retiré mi mano de su rostro. La pregunta vino sola y desesperada por saber la verdad—. ¿Por qué te enviaron?
Sus facciones se tensaron, su boca abierta y lista para darme la respuesta que había escuchado tantas veces.
—Yo no era fácil-
—No —agité mi cabeza, interrumpiéndolo—. No me digas que eras un chico complicado, no sólo te recuerdo, sino que tu hermano dijo que no fue por eso. Que fue tu papá quien se deshizo de ti. ¿Por qué hizo eso?
No entendía por qué no quería decirlo, porqué, a su modo, escondía las reales razones de porqué había sido encerrado en una correccional cuando no lo merecía. No estaba negando que era difícil, como le había dicho, lo recordaba y no era fácil; ¿pero una correccional? ¿Un chico de dieciséis años que no había causado nada más que peleas tontas en la escuela? ¿El tipo que estaba frente a mí mirándome perdido y sin saber que responderme?
Me confirmaba que él no lo había merecido nunca.
—Tay, yo era complicado...
—No fue sólo por eso y lo sabes —insistí, mis dedos atrapando sus mejillas y bajando su mirada que renegaba en caer en mí—. ¿Por qué lo sigues escondiendo? Él no merece que lo guardes así, que lo protejas —vi la forma en la que peleaba consigo mismo al escucharme, que yo tenía razón. Lo obligué a que me encarara—. Detente. Él no está acá, soy sólo yo y sé que no fue tu culpa ni decisión. Puedes decirme la verdad.
Terminó agarrando mis manos de su rostro entre las suyas y entrelazándolas en su regazo, donde bajó su mirada unos segundos antes de volver hacia mí y soltar un largo suspiro después de tragar en seco. Cargaba con esa responsabilidad insulsa de decir una excusa que lo habían acostumbrado la misma gente que lo había hecho sufrir.
Apretó la mandíbula una vez más, asintió para sí mismo y por fin empezó a hablar.
—Mi padre nunca fue un hombre del todo honesto. Al menos no con su familia sobre su trabajo ni las cosas que le hacían hacer —comenzó, su voz más grave de lo normal—. Estuvo muchos años en un cargo militar como cadete, toda su familia pertenecía dentro de la militancia, y cuando nacimos nosotros, él ya era Subteniente —agitó la cabeza, sus fosas nasales abriéndose al tensar—. Su cargo le permitía saber muchas cosas dentro de todo el ámbito, muchos secretos de investigación y misiones escondidas del ojo público. Incluso al retirarse unos años él estaba pendiente de todo lo que sucedía. Eran secretos demasiado grandes algunos de ellos.
Miró las placas en sus manos de soslayo, que se estaban apretando contra mis palmas también.
—Y yo me enteré de uno que era... enorme —dijo—. No importa ya lo que era, pero sí importaba lo grande que era el secreto para que yo lo supiera y que, en nuestra mala relación, podía arruinarle toda su carrera si abría la boca —relamió sus labios, sus dedos tensos alrededor de los míos—. Así que tomó la decisión de enviarme al único lugar donde el secreto no llegaría lejos. Temí por mi mamá y hermano y no se los dije por esa razón, porque no quería que terminaran como yo ni que se preocuparan por mí. Entonces quedó la excusa de que yo era difícil, que lo soy, pero, sino que indomable según él. Preferí quedarme esa mentira antes de pelear una pelea ya perdida.
Tuve que pelear la ira en mi pecho y estaba segura, más por la forma que sonrió en una mueca al acariciar mis pómulos con una de sus manos, de que mis ojos estaban brillando con mi anomalía.
—No merecías pasar por todo eso... —murmuré—. No hay excusa que pudiera pensar que argumentara lo que tu... lo que ese hombre hizo.
Él se encogió de hombros—: Sí, bueno, no exactamente se llevó el premio del padre del año.
Su sarcasmo me hizo reír y asentir al mismo tiempo, dándole la razón. Jack Parker estaba lejos de merecer algún tipo de reconocimiento familiar. Sabía que debía de haber muchas más cicatrices internas de las cuales no podía preguntar, las cuales me hacían morderme la lengua sabiendo que eran importantes y que, por respeto, no iba a presionar para que las dijera. Ya decir parte de la verdad de su partida le había costado, no podía obligarlo a que tocara más inseguridades en él.
Nos quedamos en silencio un rato, nuestras manos enlazadas en su regazo y simplemente mirándonos. Había cierta belleza en él, más allá que física, sino que emocional, que no me permitía dejar de mirarlo y darme cuenta de que tan equivocada había estado tantos años sobre él. La persona que yo pensaba cuando estaba en la escuela era nada a lo que había llegado a conocer, a quien había soportado maltratos e injusticias por un padre nefasto y para proteger a su gemelo y mamá. La fortaleza en sus manos que odiaba y con orgullo guardaba porque sabía que era lo único bueno que había logrado sacar de ahí dentro.
—Lamento tanto que hayas tenido que pasar por todo aquello... —susurré, sólo por nuestra cercanía él logró escucharlo—. Fue tan injusto para ti y tan doloroso, separarte de tu mamá y de tu hermano...
—Sé que a Tom le hizo bien, más que nada estar fuera de discusiones constantes, y le dolió al mismo tiempo, y lo entiendo. Las primeras semanas lo único que quería hacer era llamarlo o verlo —recordó, abriendo sus manos para ver las placas de vuelta—. A veces soñaba que el nombre de él estaba en una de estas placas y me ponía loco. No quería ni que estuviera cerca de ese lugar, menos que menos por la razón que estaba yo ahí.
No iba a presionar en saber cuál era el secreto, lo suficientemente grande para que su padre hubiera tenido miedo y para que la misma gente de ahí le prohibiera mencionarlo, de igual manera, no iba a olvidarlo. ¿Qué era lo que no podía hablar y que, si lo hiciera, terminaría con la vida laboral de Jack Parker?
—¿Tom sabe de esto? —pregunté—. ¿O sólo sabe que la excusa es una mentira?
—Sólo que es una mentira. Decírselo ahora sólo lo afectaría y lo haría sentirse más culpable —chasqueó la lengua y suspiró—. No tiene por qué saberlo, está bien así. Ya hay demasiado en sus hombros.
—Y en los tuyos también, estas cosas las puedes hablar conmigo si lo necesitas —le recordé—. Estás haciéndote cargo de un grupo y soportando seguramente demasiadas reuniones insulsas. Más allá de, no me sorprendería, comentarios en contra de mí.
No lo negó y me lo esperé. Julia ya en sí no me hablaba bien personalmente, menos lo haría a mis espaldas y sin pensar que, algunos que la rodeaban en esa mesa, eran cercanos a mí. Noah tensó la mandíbula una vez más, los ángulos filosos en ella marcándose aún más, y algo en su mirada se emocionó al pensar en algo que me hizo ladear la cabeza. Sin verlo venir, había tomado la cadena de sus placas y la deslizó por mi cabeza hasta que quedaran restando en mi pecho.
—¿Qué? No, Noah... —intenté sacarlas y él me detuvo al agarrarme el rostro entre sus manos.
—No estás tan lejos de dónde yo estuve y te entiendo. Quiero que las lleves porque si significó mi fuerza, entonces puede ser la tuya —me interrumpió, sus pulgares en mis mejillas distrayéndome. Una sonrisa dulce se hizo paso entre sus mejillas, bajando su mirada a las placas que iban a colgar de mi cuello de ese momento en más, y después volvió hacia mi rostro—. Y qué ironía que yo quiera que mi fortaleza la cargue una de mis más grandes debilidades.
Sentí que mi corazón dio un vuelco, subiendo por mi cuello hasta ahogarme y sentir que no podía respirar, que la forma en la que me miraba tan pura e intensamente me estaba sacando todo tipo de oxígeno y pensamiento lógico. No pude evitar la sonrisa que surgió de mí, parándome en mis rodillas y haciéndome paso por la suyas para llegar a su rostro y besarlo, para saciar a mi corazón galopando como loco que sólo él podía poner así. Me rodeó con fuerza entre sus brazos, inclinándose en mi dirección y manteniéndome contra él. El frío de las placas alrededor de mi cuello me hizo sonreír contra su boca y besarlo con más fuerza.
Él me había dicho que yo era su debilidad, que, de ser la situación de Tom con Claire, él estaría peor. En mi caso y si a él le pasara algo, probablemente haría arder todo mi alrededor con tal de mantenerlo a salvo.
[...]
El Doc me abrió la puerta al cargar con las cajas que me había pedido, señalándome por la pequeña clase dónde debía apoyarlas. Troy y Tom entraron después de mí y los tres tuvimos cuidado al apoyar lo que estaba en nuestras manos. Me incliné sobre ellas para ver qué era lo que había dentro. Parecía más basura que algo importante.
Tom sacó lo que parecía ser una lata reciclada y la agitó en el aire.
—¿Van a ser arte abstracto o qué?
La lata volvió a la caja de un manotazo del Doc, que rodó los ojos y empezó a anotar unas cosas en una vieja pizarra.
—Enzo me pidió que recolectara materiales que pudieran servir para crear herramientas de supervivencia —dijo, escribiendo con una letra tan desprolija que no llegué a entender nada—. Van a enseñarles a los chicos sólo en caso de emergencia y para que sepan defenderse con algo básico. Julia tiene su empeño en la supervivencia y Enzo también, así que ellos les darán esas clases.
En la mañana de ese día, cuando Enzo me había ordenado junto a Tom que ayudáramos al Doc con unas cajas que estaba trayendo desde su laboratorio, me sorprendí muchísimo una vez que llegamos a la entrada de la dicha escuela que mi hermana atendía. El complejo lo habían adaptado a clases por dentro, divididas en pequeñas cantidades como para separarlos por su edad y rotar en materias. Estábamos en una de ellas, por una de las ventanas podía ver que estaban en su pequeño receso y el pelo trenzado de Morgan estaba a mi alcance. Claramente acompañada de Massimo.
—¿No son algo pequeños para crear un arma y lastimarse en el proceso? —preguntó Tom, más rápido que yo—. Algunos no llegan ni a la preadolescencia.
Troy fue el que se encogió de hombros.
—Pensé lo mismo y mamá me comentó que planeaban sólo para los mayores de trece años, así cuando llegaran a sus dieciséis ya vinieran con una base concreta y que puedan saber lo justo y necesario de entrenar —habló tan rápido que fue difícil comprenderlo. Después señaló su cabeza para explicarse más—. Mamá tuvo una premonición anoche. Pasa una vez cada tanto y ella vio la selección que hicieron.
Me senté en una de las mesas cuando empecé a vaciar una de las cajas. Agujas de jeringas, latas abiertas y listas para reciclar, pedazos de plásticos vencidos o ya gastados, entre otra más basura que tenía su filo.
—No termino de entender la habilidad de tu mamá —habló Tom, desarmando las otras cajas—. ¿Cómo es que funciona la premonición? ¿No es lo mismo que una predicción?
Troy se rio.
—Yo tampoco la entiendo de la manera que ella la trata. Incluso con mi IQ no logro identificar cómo es que pasa. Con la de Taylin tampoco —dirigió una ladeada de cabeza hacia mí al mencionarme—, pero ella dice que las diferencia cuando es algo general y cuando es algo personal. El ser general puede ser una premonición, algo que siente y lee que puede pasar y que puede cambiar según muchos factores. Cambios de decisiones, el efecto mariposa, cambios de perspectivas, y así.
—¿Y una predicción? —pregunté—. Ella me dijo que para dar una tiene que tocar a la otra persona, que por eso no puede ser afectuosa.
—Esa es la personal, la que no tiene cambio —frunció su boca en una fina línea y con sus dedos empezó a jugar con una aguja que había sacado y la atravesó en recortes de telas y trapos que también habían traído—. Son las peores para ella. Cuando fue lo de papá, eso la confirmó a no tocar a nadie más.
El Doc dejó de escribir en la pizarra para girarse hacia Troy—: Es la primera vez que mencionas a tu papá. Pensé que no estaba en el panorama.
—Y no lo está, ya no más —mi corazón crujió al ver la forma en la cual sus ojos se cristalizaron y tuvo que carraspear la garganta para acomodar su voz—. Fue la primera predicción de mamá después de desarrollar su habilidad. Le dictó la muerte a él y papá no pudo lidiar con lo que le dijo. Se suicidó una semana después.
Se me quedó el aire en la garganta, Tom a mi lado cerrando los ojos sin decir nada. Troy estaba jugando con lo que había agarrado, lo que me permitió compartir una mirada pesada con el Doc antes de volverme hacia él. Pareció percibir lo que iba a decir y me sonrió en una mueca al levantar la cabeza.
—Estoy bien, sobre eso, ya pasó un año —volvió a carraspear la garganta—. Pero bueno, con eso mamá logró separar y diferenciar cada una. Mientras que la predicción puede controlarla, la premonición viene sola.
No podía evitar pensar en dulce Zafira, en la amable mujer que vendía lo que cocinaba y donaba lo que le sobraba por pura bondad. Por puro afecto que quería dar y su anomalía la castigaba de darlo. Pobre Zafira que cargaba con el peso de la muerte de su marido por algo que no pudo controlar y que su hijo tuvo que afrontar también. Si pensaba que mi anomalía era un peso, la suya era una sentencia en el sentido más literal.
Las voces de los alumnos empezaron a subir el volumen, probablemente emocionándose en un juego o conversación, y de no ser que Tom me tocó la espalda, no hubiera pensado nada importante. Hasta que sentí los dos toques, y al girarme hacia el gemelo, él ya estaba señalando hacia la ventana en dirección de los alumnos.
—¿Soy yo o tu hermana está peleándose con otro chico?
Definitivamente, siendo que cuando me incliné sobre la ventana, vi cómo Morgan se tropezaba sobre sus pies y se caía de espaldas una vez que el chico la empujó. Que le haya puesto las manos encima me hizo ver rojo y no lo pensé mucho cuando abrí la ventana de un tirón y salí de ella. Por suerte estábamos en la planta baja.
Tom trató de detenerme y se tropezó al salir por la ventana también.
—Tay, recuerda que es un chico-
—¿An?
Todo fue muy rápido para asimilarlo, entre que todas las cabezas giraban en mi dirección, el tarado del chico que había empujado a mi hermana tomando el mismo camino que Morgan segundos atrás, y los ojos de mi hermana encontrándome entre el montón. Julia y Enzo también se habían acercado a la ronda tras, probablemente, ver lo que estaba pasando y no fue su presencia lo que me puso los pelos de punta.
Sino los ojos de mi hermana brillando violetas y Julia viéndolo por primera vez.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro