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A un par de horas de que el quince de noviembre del años dos mil ciento veintitrés concluya, las alarmas que se activan en las fronteras de la Ciudad, me recuerdan el inicio de una nueva y larga noche de trabajo.
No, no soy un guardia fronterizo ni mucho menos soy uno de aquellos auto denominados "facilitadores".
Esos que hacen dinero "fácil" transportando ciudadanos ilegales, cual si fueran mercancía de bajo costo hacia otros Estados... Llamémoslos "más permisivos".
Mi trabajo es diferente, evidentemente, se trata de un trabajo legal y por lo tanto, es uno más digno.
Podría decirse incluso, que mi trabajo es único, mi nombre es Park Sunghoon, encargado del sector 23-S y soy un reclutador.
Mi trabajo no es sencillo, por supuesto que no, mi principal misión en la nueva estructura social, es el de decidir cuáles de sus miembros pueden ser considerados útiles y por lo tanto un activo económico y funcional.
Algunos podrían considerarlo como un trabajo en el que no tengo mayor consideración ni piedad, sin embrago, las leyes son claras y si existen... Es porque son necesarias.
Ancianos, mujeres en estado de gestación y niños menores de ocho años, están excluidos de esta población considerada como un activo económico y funcional para la nueva estructura social.
¿Las razones?
La secuela que dejó la última guerra tecnológica y biológica nos dejó completamente desprotegidos, los daños materiales fueron considerables y las pérdidas humanas aún más.
Solo un tercio de la población fue inmune a las armas biológicas que terminaron de consumir a los sobrevivientes de una guerra que parecía no tendría final.
La vida que considerábamos normal, quedó enterrada en un pasado utópico en el que parecía todo funcionaba a la perfección.
En la actualidad, cada miembro activo de la sociedad, debe cumplir un fin específico en base a sus talentos o habilidades.
Nada puede darse por sentado, todo recurso debe ser utilizado en base a un fin y un objetivo previamente programado, de otra manera, nuestra subsistencia correría un riesgo mayor que el de las secuelas de una guerra.
Los ancianos aportaron en su debido momento con su trabajo y conocimiento, sin embargo, ese aporte se considera obsoleto para una nueva generación que se forma día a día en un nuevo orden mundial.
Hace ocho años se implementó una de las primeras medidas de control, la prohibición de la procreación de nuevos ciudadanos hasta lograr una respetable sustentabilidad, por lo que los niños menores de ocho años son considerados fruto de una procreación ilegal.
Los Estados no pueden cubrir la carga social que genera la población considerada "vulnerable" y por lo tanto, estos miembros deben ser desechados, pero eso ya no es parte de mi trabajo.
Yo no soy quien quita oportunidades,
Yo soy el que las da...
Mi recorrido inicia en el lugar más alejado del sector 23-S y a decir verdad, esta situación me emociona, es la primera vez que un facilitador y su mercancía han llegado tan lejos.
¿Emocionante? Se preguntarán con cierta curiosidad, y créanme que los entiendo.
La monotonía del día a día, las extremas y algunas veces sobrecargadas medidas de seguridad y vivir bajo estrictas reglas en el nuevo régimen, no nos permiten experimentar un "evento" de esta magnitud.
El equipo nocturno ha detectado un brusco movimiento terrestre similar al de una réplica de temblor y un destello de luz sin precedentes.
La primera teoría, es que el facilitador en cuestión, se valió de una explosión para confundir al equipo terrestre y de esta manera dar un mayor trabajo al equipo aéreo y sus operaciones de monitoreo.
Esta posibilidad es desde ya considerada una proeza, pues todo artefacto explosivo tiene prohibida su comercialización y distribución.
La noche es fría, el rastreo inicia y yo me encuentro escoltado por centinelas del gobierno, los primeros informes indican que no existen rastros de humo de la supuesta explosión, ni se detectan movimientos terrestres inusuales.
Ninguna de las cámaras termográficas detecta el calor humano, ¿será posible? Se preguntan con molestia.
Al parecer, el facilitador y su mercancía encontraron un paso seguro hacia la frontera.
Ya tengo suficiente, palabras impronunciables son lanzadas como balas perdidas cargadas de frustración y odio hacia los "infelices" que lograron escapar.
Necesito un cigarrillo y esperar por una nueva instrucción, por lo que decido alejarme y caminar sin rumbo.
Poco a poco, mis pasos me alejan de las voces de los centinelas del gobierno y de los equipos de rastreo que aún no logran entender ¿qué sucedió?...
—...Ayuda...
Escucho tan bajo como un susurro y mis pasos se detienen de inmediato.
La adrenalina se apodera de mi cuerpo, pero no tengo tiempo para analizar el porqué de mi reacción, observo a mi alrededor intentando encontrar al dueño de esa lejana voz, hasta que mi mirada queda fija en su frágil figura tendida en el frío suelo.
Pero pobre muchacho, los desalmados lo despojaron incluso de su vestimenta y de inmediato corro a su encuentro para cubrirlo con mi abrigo.
—¡¿Los viste?! ¡¿Los conoces?! ¡¿Puedes identificar a los infelices que te hicieron esto?!
—...Yo soy el único responsable de mi estado actual.
Me responde con la cabeza agachada, terminando de abrochar los botones de mi abrigo que por cierto, le queda enorme.
—Mira, sé que te obligaron hacer un pacto de silencio y lealtad pero ¿no crees que ese pacto se rompió al despojarte de todo? —Le digo observando con molestia a mi alrededor— .Yo puedo ayudarte a denunciar a los culpables, para que paguen por sus delitos.
—No existen culpables... Este fue mi deseo.
¿Deseo?, no logro entender sus palabras, mas no hay tiempo para cuestionarlo.
Lo ayudo a reincorporarse, pero sus piernas tambalean como las de un pequeño ciervo recién nacido y me aferro a su cintura para mantenerlo de pie.
Su mirada se conecta con la mía y siento como si el tiempo se detuviera en ese momento...
A diferencia de los sobrevivientes de la última guerra tecnológica y biológica, la melanina en su tono de piel tiene un toque dorado, así como si hubiera sido besada por el astro sol.
Así como si su piel fuera un recordatorio de su cálida existencia y de aquellos pacíficos días en los que podíamos disfrutar de un baño bajo sus cálidos y abrazadores rayos.
¿Cómo pudo mantener su acaramelado tono de piel? Las nubes tóxicas nos han dejado en la penumbra desde hace varios años.
Sus mirada es penetrante y profunda, cual profundo abismo en el que agradezco encontrarme perdido.
Me permito analizar su rostro y una sonrisa se dibuja en mis labios ante tan perfecto espectáculo.
Un balance de rasgos tan delicados como masculinos son la perfecta definición de lo que podría llamarse una belleza etérea y sin precedentes o estándares que puedan definirla y sus labios...
Esos gruesos labios cuyo arco de cupido forma un pequeño corazón son la manzana prohibida que decora tan fabuloso paraíso.
—Mi nombre es Park Sunghoon. —Me presento aclarando la garganta y él asienta con la cabeza— .¿Cuál es tu nombre? —Le pregunto acomodando un mechón de su cabello color púrpura detrás detrás de su oreja.
—Jaeyun.
—Jaeyun. —Repito con una tonta sonrisa ¿pero qué rayos me está pasando?
—¿Dónde nos encontramos? ¿Cuál es el nombre de este lugar? —Me pregunta con genuina curiosidad, quizás los infelices que lo estafaron o asaltaron, lo golpearon en la cabeza y sufre de una especie de pérdida de memoria temporal.
No quiero incomodarlo ni presionarlo a que recuerde lo que sucedió, por lo que decido continuar con la conversación.
—Estamos en el Sector 23-S de una Ciudad que solía conocerse como Seúl, Corea del Sur, yo soy el reclutador de esta Zona.
—¿Un reclutador? —Me pregunta ladeando la cabeza.
—Si, mi trabajo en la estructura social, es el de decidir cuáles de sus miembros pueden ser considerados útiles y por lo tanto un activo económico y funcional en base a sus talentos o habilidades.
Jaeyun sonríe ante mi respuesta y niega con la cabeza.
—Intentaron hacer algo similar en Vorián y todo terminó en caos... Juzgar el valor de un individuo en base a sus talentos o habilidades suena muy subjetivo, ¿no crees que en lugar de potenciarlos, los estás limitando?
—¿Vorián? —Le pregunto extrañado— .¿Tú vienes de ese lugar?
—No, eso sucedió hace más de seiscientos años luz, soy un Celestial y vengo de un Sistema Estelar muy similar a Pleyades, pero no tengo permitido hablar de mi hogar.
Es fascinante, incluso en su "conveniente" pérdida de memoria y claras alucinaciones sobre una civilización más avanzada que la nuestra, hay cierta sabiduría y razón en sus palabras.
Lástima que se trate de eso, un sueño provocado por la posible fiebre resultado de haber estado expuesto sin vestimenta en tan baja temperatura y vestigios de una simple utopía que probablemente leyó en algún libro catalogado prohibido.
¿Pero por qué no puedo dejar de prestarle atención?
El efecto que Jaeyun produce en mi, es similar al de un imán y estoy seguro que no podré ni quiero dejar de girar en su órbita.
—Necesitamos que un médico te revise y que trates de recordar que sucedió.
—¿Necesitamos? ¿Vas a entregarme a alguien más? —Me pregunta sin rodeos y no puedo evitarme sentirme juzgado.
¿Entregarlo a alguien más?
Por su puesto que no le haría eso. Tomo mi intercomunicador y envío un mensaje al centinela de mi confianza y a quien considero mi mejor amigo, de inmediato recibo su llamada ante los ojos expectantes de Jaeyun.
—Jay, necesito que me lleves inmediatamente a casa, inventa alguna excusa o una nueva instrucción, te veo por la salida oeste, no levantes sospechas... Voy acompañado de alguien que necesitará ingresar a la Ciudad conmigo como mi "acompañante".
—¿Acompañante? —Me pregunta entre risas— .Pensé que esa práctica te parecía "inmoral"...
"Puedo sentirte ahora
En un eterno viaje
Te sostengo entre mis brazos
Con la felicidad de un sueño"
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