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Mini historia (+18)



Una mini historia pa matar la inactividad, antes de que se me olvide la voy a escribir por aquí xd



Utilizare el "+18" para indicar que tiene contenido subido de tono para una audencia juvenil (Explícito o lenguaje ligeramente inadecuado). Esto no es para niños.



El guapísimo Hoshina x lectora femenina (Perdonen, es mi crush)

Contexto: Tus amigas te obligan a celebrar tus 19 años al máximo en un ambiente muy diferente a lo que conocías y terminó siendo la mejor noche de tu vida.



[...]


En un mundo dominado por el terror, no había lugar para errores. Cada movimiento debía ser perfecto, pues un solo desliz podía significar la muerte en las fuerzas de defensa. En un ambiente tan tenso, las distracciones y las risas eran raras, y los descansos, aún más.

La capitana Mina Ashiro notó que su división se veía cada vez más abatida. Decidió que era hora de un cambio y se le ocurrió la idea idea de organizar un día libre para pasear por la ciudad y liberar el estrés. Después de eso, volverían a la rutina monótona.

Cuando la división se enteró, el ambiente cambió drásticamente. Todos comenzaron a planear en equipo los lugares que visitarían. Incluso aquellos que no se llevaban bien compartían un sentimiento de tranquilidad, una ironía si te lo llegas a imaginar.

El día señalado, todos se presentaron con ropa informal, eligiendo prendas en las que se sintieran cómodos. Mina Ashiro y Soshiro Hoshina, capitanes de la tercera división, supervisaban que todo transcurriera sin problemas. Las cuentas de ese día correrían a cargo de las fuerzas de defensa, así que no había preocupación por los gastos.

Primero, eligieron un restaurante. Algunos aprovecharon para pedir los platos más caros, mientras otros optaban por opciones más modestas, observando con disgusto a los que comían con desesperación.

Al quedar satisfechos, se dirigieron a un cine. Llamaban la atención en público, especialmente aquellos con cuerpos bien ejercitados y formados, como el vicecapitán Hoshina. Aunque mantenía su actitud risueña y típica, al vestir algo diferente, revelaba todo lo que el uniforme ocultaba, robando miradas de vez en cuando.

Pero alguien como Soshiro Hoshina jamás prestaría atención a otra cosa que no fuera enfrentar kaijus y disfrutar de la compañía de su escuadrón.

La división comenzó a discutir qué película verían y, tras una votación, eligieron una de terror. Algunos estaban tan asustados dentro de la sala de cine que se abrazaban. Al vicecapitán lo sacaron a la fuerza porque no dejaba de reírse de los sustos de los demás, y sus carcajadas irritaban a los presentes.

Las chicas obligaron a los hombres a acompañarlas al centro comercial, y ellos tuvieron que cargar con todas las compras. Kafka estaba en mayores apuros con las compras de Kikoru, llevando aproximadamente diez cajas en cada brazo. En menos tiempo del que pensaban, la tarde se esfumó y ya era muy tarde para el escuadrón.

Las chicas pidieron conductores para llevar sus compras, dejando finalmente a los chicos solos junto con el vicecapitán Hoshina. Como típicos hombres, les pareció buena idea pedir un combo de comida grande para competir entre ellos.

"¡Ah! Ya estoy satisfecho", mencionó el vicecapitán, haciendo que los presentes rieran por su expresión. Kafka y Reno ya se habían rendido mucho antes, incapaces de manejar tanta comida.

A alguien se le ocurrió la maravillosa idea de ir a una discoteca, pero Hoshina se negó rotundamente. Se comportaba como un papá sobreprotector y no le gustaban ese tipo de lugares. Era la primera vez que iría. Sin embargo, el escuadrón estaba decidido y no les importaba ir sin él.

"¡Tú te lo pierdes!", dijeron, dejándolo solo mientras se dirigían a divertirse toda la noche.

En la discoteca, el ambiente era distinto. Se podían ver mujeres hermosas y parejas entusiasmadas disfrutando de la música, justo lo que los hombres estaban buscando.

Discutieron como adolescentes sobre las chicas del lugar hasta que alguien se sentó con ellos sin explicar nada y sin un ápice de vergüenza, cruzando los brazos. Hicieron un prolongado silencio y comenzaron a soltar comentarios burlescos.

"Oiga, vicecapitán, creí que no quería venir", dijo uno divertido mientras los demás comenzaban a celebrar.

"No me gusta este lugar, solo vine para evitar que hagan una locura", dijo tratando de excusarse.

Él continuó: "No quiero ni imaginar lo que harían ebrios. Al menos yo tengo más resistencia al alcohol", añadió, tomando una cerveza de la mesa. Todo el escuadrón celebró porque se había unido.

En ocasiones, algunos intentaban cortejar a las mujeres y el vicecapitán se burlaba de forma escandalosa cuando fracasaban. Él no quería meterse en medio de la pista de baile.

Esa noche, el vicecapitán solo pensaba observar.

[...]

"No quiero entrar", dije, tapando con vergüenza mi escote y mis piernas.

"Vamos, te vas a divertir, te ves muy bien", mencionó una de mis amigas, tratando de darme seguridad. Sin embargo, mi otra amiga solo me reprendió: "Ya eres una adulta, no deberías hacer estos berrinches. Ya es hora de que sepas ir de rumba".

"Quiero estar en mi casa", insistí, sintiendo cómo la ansiedad crecía dentro de mí.

"Calla, vamos a divertirnos, con lo que nos costó traerte", replicó mi amiga, mientras ambas comenzaban a empujarme hacia la discoteca.

La razón por la que estoy aquí es porque estoy cumpliendo 19 años y mis amigas organizaron esta salida para celebrar. Honestamente, hubiera preferido otra actividad, pero me dijeron que la vida era muy corta para comportarme como una anciana tan temprano.

Tras esa declaración, me armé de valor y les dije que vendría para callarles la boca. Sin embargo, en cuanto me tocó salir del auto con este vestido delante de tantas personas, mis ganas de ir a la discoteca se desvanecieron por completo.

Mis amigas, sin embargo, no se dieron por vencidas. Con una mezcla de risas y empujones, lograron sacarme del auto. La música retumbaba desde el interior del local, y las luces de neón parpadeaban, creando un ambiente que me resultaba completamente ajeno. Sentí un nudo en el estómago, pero traté de mantener la compostura.

"Vamos, solo será un rato", dijo una de ellas, sonriendo con complicidad. "Además, ¡es tu cumpleaños! Mereces divertirte."

Respiré hondo y, con un último vistazo al auto, me dejé llevar por mis amigas hacia la entrada de la discoteca.

Dentro de la discoteca, me sentía incómoda. Muchos hombres nos miraban con lujuria a las tres, y me sentía intimidada. Me quedé sentada la mayoría de los bailes mientras mis amigas se movían al ritmo de la música cerca de mí. Sin embargo, poco a poco comencé a sentirme más cómoda con el ambiente, y mis amigas lo notaron.

"Prueba esto", dijo una de ellas, ofreciéndome una bebida.

Al principio, el sabor me disgustó, pero luego comencé a servirme más sin que se dieran cuenta mis amigas. Cuando menos lo pensaron, ya estaba en la pista de baile, moviéndome con emoción gracias a los tragos.

La música vibraba a mi alrededor, y las luces de colores creaban un espectáculo hipnótico. Sentí cómo la tensión se desvanecía y una sonrisa se dibujaba en mi rostro. Mis amigas me miraban con sorpresa y alegría, felices de verme disfrutar.

"¡Eso es! ¡Así se hace!", gritó una de ellas, levantando su vaso en señal de celebración.

A medida que la noche avanzaba, me dejé llevar por el ritmo y la energía del lugar. Bailé sin parar, sintiendo una libertad que no había experimentado antes. Aunque sabía que los tragos tenían mucho que ver con mi repentino entusiasmo, no pude evitar disfrutar del momento.

"¿Ves? Te dije que te divertirías", dijo una de ellas, dándome una nalgada.

"Sí, tienes razón", admití, sintiendo una mezcla de cansancio y satisfacción. "Gracias por insistir."

"Bien, ahora puedes dejarte llevar, nosotras también nos divertiremos más tranquilas"

Todo iba fluyendo normal aparentemente hasta que se hicieron las 12 de la noche y todos estaban muy borrachos. El ambiente denotaba tensión entre las personas, y algunas comenzaron a besarse descaradamente sin pudor alguno, incluso con desconocidos. Entre esas personas ebrias estaba yo.

Mis amigas no notaron el momento en que comencé a recorrer la discoteca sola, sentí que mis pies me dolían y me acerqué al mostrador de tragos para sentarme y acomodármelos mientras me apoyaba en el mesón. Un chico que me pareció atractivo llegó a pedir whisky, y yo, en medio de los tragos, no fui nada discreta.

"¡Pero qué bonito cabello tienes!", exclamé, mirándolo con admiración. Él se asustó, devolviéndome una mirada incrédula.

"Gracias, pero... ¿te encuentras bien? Tienes la cara muy roja", respondió, claramente sorprendido por mi comentario.

"¡Este es el mejor día de mi vida!", grité con entusiasmo.

"Ah, qué bueno, me alegro por ti", dijo, suponiendo que estaba eufórica por los tragos.

El mesero colocó la bebida, pero fui yo quien la tomó. "Gracias", dije, levantando el vaso.

Él me miró sin poder creer lo que estaba viendo. "Eso era mío... Ah, bien, tómalo tú", dijo, resignado, mientras pedía otro.

Comencé a decir más locuras mientras el chico se burlaba por lo bajo de mi actitud.

"¿Dónde está tu novio? Estás muy alterada", me preguntó divertido.

"No tengo novio, pero si tuviera uno, me gustaría que fueras tú", le dije, sin filtro alguno. Él se carcajeó por mi comentario y yo continué: "¿Puedo beber lo que dejaste?", le pregunté mirando su bebida.

"¿Quieres más bebidas? ¿Estás segura de que puedes tomar más?", me dijo, con una mezcla de preocupación y diversión.

"Nunca he estado tan segura", le respondí, con una sonrisa amplia.

"Eres muy graciosa", comentó, riendo. "¿Te gustaría hacerme compañía?", me preguntó.

"Sí, me gusta tu apariencia", le dije, sin pensarlo dos veces.

El chico pagó por un sitio más privado y comenzamos a interactuar. La noche se volvió una mezcla de risas, conversaciones y más tragos, mientras el ambiente de la discoteca seguía vibrando a nuestro alrededor. Aunque sabía que estaba actuando de manera impulsiva, no pude evitar disfrutar de la compañía y la emoción del momento.

Comencé a tocar todas las cosas con asombro, producto de mi ebriedad. Las luces de neón, las botellas alineadas en el bar, incluso los posavasos, todo parecía fascinante. Pero...

No sé en qué momento empecé una especie de baile en el tubo, casi pareciendo profesional y robando la atención de los otros que estaban en VIP. Sentía la música vibrar en mi cuerpo, y cada movimiento se volvía más fluido y seguro. El chico sonreía orgulloso del espectáculo, sin ningún ápice de vergüenza; parecía que ya se había acostumbrado a mi actitud.

Charlamos y pasaron muchas más cosas hasta que el chico se animó a bailar conmigo. Era muy bueno, de hecho, un excelente maestro. Me guiaba con destreza, y pronto me encontré siguiendo sus pasos con facilidad.

"Me gustan tus brazos, se sienten fuertes", le dije, sin filtro alguno, mientras mis manos recorrían sus bíceps.

El chico sonrió y me respondió, "Te permito tocármelos solo por ese baile espectacular".

"¿Siempre bailas así de bien?", le pregunté, tratando de mantener el equilibrio mientras seguíamos moviéndonos al ritmo de la música.

"Solo cuando tengo una buena compañera de baile", respondió, guiñándome un ojo.

Nos reímos juntos, y por un instante, el mundo exterior dejó de existir. La discoteca, con sus luces y su música ensordecedora, se detuvo. Aunque sabía que la mañana siguiente traería consigo una resaca impresionante y quizás algo de arrepentimiento, pero en ese momento, todo parecía perfecto.

Los bailes se volvieron más intensos, y cada vez que nuestros cuerpos se rozaban, lo hacíamos sin ninguna vergüenza, como si encajaramos a la perfección. La música pulsaba a nuestro alrededor, y las luces de la pista de baile creaban un ambiente más intimo.

Finalmente, nos fuimos a sentar porque me dolían los pies, y él, con una sonrisa encantadora, se inclinó para quitarme los tacones. Sentí un alivio inmediato.

"Muchas gracias, caballero", dije con gracia, intentando mantener la compostura a pesar de la embriaguez.

"Creo que vine esta noche para complacerte a ti", respondió, mirándome con sus ojos abiertos. Eran rojos e hipnotizantes, como si pudieran ver a través de mi alma.

"Es el destino entonces, me encanta", dije, aún con ebriedad, sintiendo que cada palabra salía con una sinceridad que solo el alcohol podía proporcionar.

Conversamos más, y yo pedí más tragos. El chico, por su parte, ya estaba llegando a su límite de tragos, luchando por mantener la sobriedad.

"Me encantas, eres totalmente mi tipo", le dije sin vergüenza alguna, y el ya comenzaba a carcajear más seguido.

Nuestros alientos chocaron y una tensión entre nosotros era palpable, yo tocaba su mandíbula suavemente y el respondió: "Y eso que esto es solo el comienzo"

"Quiero besarte", dije sin más, el sonrió por mi declaración, abriendo nuevamente sus ojos

"Si nos besamos; no habrá vuelta atrás", me advirtió con un tono de picardia.

"No me quiero arrepentir de nada, quiero hacerlo", confesé tratando de convencerlo. Él soltó una suave carcajada y continuó: "Sólo no me hagas enredarme en tu encanto, dulzura"

Antes de que pudiera responder, él me tocó la cintura y me acercó hacía él, dandome un beso intenso que me agitaba.

Yo nunca había dado mi primer a beso.

Sabía a alcohol, pero eso no era lo que me estaba embrigiando, porque un instinto se estaba despertando en ambos en ese momento: Deseo.

Cuando nos separamos, quedé entusiasmada con su beso. "Besas como el cielo", exclame con una leve agitación.

"Y tus labios saben a paraíso", dijo cerca de mi rostro. El chico se quedó más cerca de mí después de ese beso, pasó una mano por mis hombros y cruzó elegantemente su pierna, colocando su atención en mí.

La estaba pasando genial.



[...]

Literalmente se me ocurrió y apenas llegué comencé a escribirlo, ya saben que aquí en notillas escribo de todo.

No me juzguen, a mi si me gustó. xd

Aquí se los dejo pal que le guste este tipo de contenido, sé que algunos les gusta, si encuentran errores, es porque no lo revisé mucho, solo quería subirlo :3

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