O2
Debajo de mi alma siento un motor colapsándose al ver el dolor, si tan solo pudiera apagarlo.
He llegado tan lejos como para ver el final ahora, incluso si mi camino esta mal yo seguiré luchando.
Incluso aunque sé que las cosas que hice no tienen ningún perdón porque yo no puedo expresar arrepentimiento suficiente, seguiré luchando.
Pero hay algo que yo he tenido muy en claro y es que incluso aunque me insistan ya no hay nada que pueda decir.
—¿Podrías al menos decir una palabra? —sugirió suavemente el rubio frente a él.
El chico se encontraba sentado en el suelo de una habitación muy colorida, todos los adolescentes de la comunidad solían reunirse siempre en esa habitación, era casi como una tradición que él simplemente decidió respetar.
—Ya te lo dije, no lo harás hablar si él no quiere hacerlo. —espetó en un medio susurro la chica sentada a su lado, él la miró durante unos segundos pero no se forzó a asentir o a negar sus palabras.
—Ya lo sé Enid, no estoy forzándolo a nada pero ni siquiera sabemos su nombre y... —se detuvo al ver la gélida mirada que ambos le dedicaron—. Está bien, está bien... Tal vez lo estoy forzando un poco pero ya lleva dos meses aquí y aún no ha dicho ni una palabra, estoy preocupado eso es todo.
¿Dos meses? Woah... No creí que ya habría pasado tanto tiempo. Pensó él, un brillo de sorpresa cubrió sus ojos durante unos segundos y el rubio frente a él sonrió un poco.
—Sí lo sé, ya llevas un tiempo, ¿eh? Incluso Enid que llegó después ya ha dicho más que tú. ¿La dejarás ganar? —bromeó el rubio, ahora con una sonrisa más divertida.
El chico pateó sin demasiada fuerza al rubio frente a él solo para borrar la sonrisa de su rostro, mordiéndose el labio inferior para no sonreír al ver como el rubio caía hacia atrás.
—Ron, ya déjalo tranquilo y ven aquí a ayudarme. —dijo otra voz, un chico con el cabello negro y una sonrisa amable, llegando desde la puerta con varios platos de comida que intentaba sostener entre sus largos brazos.
—¡Mikey deja de decirme que hacer! —se quejó Ron, pero aún así se levantó a ayudar al pelinegro con los platos.
Los cuatro formaron su habitual círculo en el suelo, colocando los platos frente a ellos y acercando el agua que estaba en el rincón desde la mañana y comenzaron a almorzar cómo todas las tardes que pasaban juntos.
—¿No tienen curiosidad de saber al menos su nombre? —preguntó Ron, sus ojos casi brillaban en una súplica.
El chico rodó los ojos ante su insistencia pero aún así, si el grupo se esforzaba lo suficiente podrían notar una pequeña sonrisa que intentaba ser oculta llevándose más comida a la boca.
—Tal vez un poco. —admitió la única chica del grupo, Enid, él la miró con sorpresa pero ella se negó a devolverle la mirada—. Pero aún así, forzándolo a hablar no lograran nada ustedes dos.
—¿Tal vez es mudo? Siempre está la opción de que sea mudo e intenta engañarnos para que creamos que sí puede hablar. —consultó Mikey después de unos segundos, mirándolo con sospecha pero Ron rápidamente negó con la cabeza.
—Nope, mi papá le hizo todos los estudios cuando llegó y hasta le intentó hablar en lenguaje de señas, es otra cosa. —aseguró el rubio, levantándose durante unos segundos para buscar algo sobre el escritorio.
—¿Tal vez le cortaron la lengua? —preguntó Mikey.
—O tal vez en un accidente perdió la voz. —inevitablemente, Enid se unió a las teorías del grupo, esta vez mirándolo a él con curiosidad divertida.
No eran muchas las veces que Enid solía unirse a la búsqueda de la verdad acerca de él, pero las veces que ella se les unía a los otros dos se aseguraba de hacerle saber que era en broma y que ella no lo presionaría.
Aún así, él entendió por completo la curiosidad de Ron, llevaban ya dos meses en compañía de él y aún ni siquiera sabían su nombre.
Aunque en realidad es mejor así.
Él le sonrió a Enid con los labios cerrados y la boca llena y después de tragar su comida le negó con la cabeza para rechazar su teoría, y después se volteó al pelinegro y le sacó la lengua, solo para demostrarle que su teoría también era incorrecta.
Cada pocos días solían hacer eso, reunirse a teorizar acerca de él.
Desde que Aaron y Eric lo trajeron aquella tarde él se convirtió en el nuevo centro de atención de Alexandria, no solo por la curiosidad que tenían acerca de él por su insistencia a no decir ni una sola palabra, si no porque también hacía un par de semanas habían tenido que expulsar a tres personas que no lograban adaptarse.
Aaron y Eric le permitieron quedarse en su casa y allí ellos le contaron más o menos que fue lo que sucedió con aquél grupo y porqué el grupo se encontraba bastante precavidos con él, incluso aunque sea un niño.
Él había querido aclararles que ya no era un niño, nada de las cosas que hizo para sobrevivir le permitían afirmar que seguía siendo uno, pero se abstuvo a hablar aquella noche que le contaron la verdad y todas las que siguieron.
Incluso aunque no se consideraba a sí mismo un niño todos lo trataron allí como si lo fuera.
Los primeros días, Eric lo acompañaba a todos lados, presentándole a todas las personas que se comportaron de formas que él creía que ya no era posible en este mundo.
Todos eran extrañamente amables sin ninguna razón en particular y para él, aquello que debía ser algo natural se sintió sumamente anormal.
Incluso el doctor, que aunque tenía unos ojos que demostraban más oscuridad de la que pretendía demostrar, había terminado dándole una paleta una vez que terminó de hacerle los estudios.
Pasadas las primeras semanas de introducción, Eric finalmente le había permitido recorrer el lugar por su cuenta y fue allí en dónde Ron lo acorraló por primera vez.
Con una sonrisa encantadora y sus ojos brillantes por la emoción de conseguir a un amigo nuevo lo llevó rápidamente a su habitación y le presentó a Mikey.
Y sin que él pueda darse cuenta comenzó a seguir a esos dos a cualquier lado que vayan y haciendo todo lo que ellos hacían.
Cuando se encontraba solo no sabía que hacer, cuál se suponía que era su función, pero aún así, con el tiempo se adaptó a la aburrida pero tranquila comunidad.
La mayoría del tiempo simplemente lo dejaban ser, sin hacerles demasiadas preguntas personales porque sabrían que no encontrarían más respuestas que un simple asentimiento o una negación.
—Miren, podemos cambiar de táctica. —dijo Ron, regresando hasta ellos con una libreta y un lápiz rojo en sus manos y logrando que él vuelva a la realidad, escuchando de fondo como la conversación de Enid y Mikey se detuvo cuando Ron habló.
El rubio se dejó caer al suelo una vez más y arrodillado apartó todos los platos del medio incluso aunque no habían terminado de almorzar y colocó la libreta justo frente a él.
El chico frunció un poco el ceño, observando su plato de comida alejándose de él.
Sabía que Eric y Aaron lo estaban mal acostumbrando dándole tres comidas al día, pero aún así era algo que no podía y tampoco quería evitar.
—¿Sabes escribir? —le preguntó Ron con una pequeña sonrisa emocionada.
A sus costados, Enid y Mikey parecían emocionados, después de todo en esos dos meses nadie había usado esa técnica con él, ya que al no saber su edad no podían estar seguros de en qué año de escuela habría quedado y si la falta de no saber lo podría incomodar al hacerle aquella pregunta.
En ese aspecto, él podía reconocer que habían sido bastantes respetuosos, incluso aunque todavía Aaron y Eric seguían buscando las preguntas indicadas de si o no para que puedan conocerlo mejor.
—¡Puede escribir su nombre! —exclamó Mikey con emoción, y los tres chicos observaron cómo él tomaba el lápiz rojo en una de sus manos, su rostro en una mueca pensativa.
Ciertamente él sabía escribir, aunque la verdad sea dicha, después de tanto tiempo sin hacerlo y de todo lo que había vivido, casi que no recordaba como se suponía que su nombre era escrito.
Tampoco sabía si quería darles su nombre aún, sentía que aquél era el comienzo en dónde todo siempre solía ir cuesta abajo.
Comenzaba con su nombre, entraba en confianza y cuando realmente llegaba a apreciar a las personas a su lado: todo se destruía solo a polvos y cenizas, el ciclo de la muerte en un mundo destruido comenzaba una vez más.
Entonces no, no estaba seguro de querer darles su nombre, pero la emoción en los ojos de Ron le dió un poco de pena y decidió que a lo mejor podría darles algo a lo que aferrarse.
—Tampoco tienes que hacerlo si no quieres. —susurró Enid a su lado, ignorando las miradas traicionadas que Ron y Mikey le dedicaron.
El bufó una risa pero asintió a las palabras de la chica, recordando cómo se veían las letras en los cómics que solía leer e intentando imitarlas.
Se mordió el labio inferior con ansiedad al tardar más de lo esperado, pero finalmente logró escribir en una letra imprenta muy desprolija lo que recordó que era su antiguo usuario en su videojuego favorito.
—¿Dustboy2? —leyó en voz alta Mikey, él simplemente asintió para confirmar que había leído correctamente.
—Eso no es un nombre, amigo. —se quejó Ron un poco decepcionado, tomando la libreta entre sus manos y mirando la letra de color rojo—. Pero... Supongo que es un comienzo, ¿No, Dust?
El le dio una sonrisa emocionada, siendo que hace mucho tiempo nadie lo llamaba de esa forma y asintió, es un comienzo Ron.
—Dust... Me gusta. —dijo Enid dándole una pequeña sonrisa.
—Es como... tu nombre de usuario, ¿Verdad? —preguntó Mikey después de unos segundos, soltando una pequeña risa, Dust volvió a asentir.
—¡Está bien! Les diremos a todos que eres Dust. ¿Te parece bien eso? —preguntó Ron suavemente, dejando la libreta a un lado y mirándolo con curiosidad, él asintió una vez más.
—Bien, ya fue demasiada interacción para Dust por un día, déjenos leer en paz ahora. —replicó la chica, comenzando a apartar a los otros dos para que comiencen a alejarse.
Ron y Mikey se quejaron un poco pero finalmente se apartaron para volver a su lado de la habitación frente al televisor que tenía un par de videojuegos.
Él ya había visto los que tenían y ninguno le había llamado demasiado la atención, había un par que eran de guerra que tiempo atrás habían sido sus favoritos pero que ahora se negó a volver a jugar: había visto demasiada sangre por el resto de su vida.
—¿Te habías quedado en el... catorce? —le preguntó Enid ahora en su voz más suave y natural, la que no usaba cuando los chicos se encontraban molestando a su alrededor.
Negó con la cabeza a las palabras de la chica y en cambio buscó en su estantería de comics asignada el número en el que se había quedado, el dieciséis.
—Ya estoy por alcanzarte, ¿eh? —bromeó ella, sosteniendo su propio cómic de la misma franquicia pero con el número ocho.
Una pequeña sonrisa se instaló en sus labios un par de segundos antes de concentrarse en el comic en sus manos.
Aquél cómic le estaba sirviendo como práctica de lectura, ya que Aaron le había recomendado que antes de iniciar la escuela debería recordar lo que antes ya sabía, aún así al final él siempre terminaba enfocándose solo en los dibujos.
Una vez y no por primera vez, pensó en lo bien que se estaba sintiendo volver a formar parte de algo, incluso aunque tenía la certeza de que no sería para siempre y asegurándose a sí mismo de no ponerse demasiado cómodo con sus alrededores.
Todo podría acabar en un solo segundo, pero por ahora... Todo está bien.
¡Espero que les haya gustado, no se olviden de votar y comentar! ♡♡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro