24
No me quieren de enemigo.
No me quieren de enemigo.
Todos ellos saben que yo los estuve escuchando, durante meses.
Sé cosas que nadie más sabe acerca de ellos.
No creo que quieran tenerme de enemigo.
No cuando yo sé todo acerca de ellos, pero ellos solo tienen una idea de lo que saben acerca de mí.
No me quieren de enemigo.
No me quieren de enemigo.
—¿Prefieres que me quede o te de un poco de espacio? —preguntó finalmente Eric, que hasta el momento se había quedado en silencio sentado a su lado, observando el claro malestal que Dust estaba sintiendo.
El más bajo negó con la cabeza, más para intentar apartar todos sus pensamientos que para realmente dar una respuesta.
Su bloc de notas aún estaba en el suelo, en donde Ron lo había arrojado, Dust no le dejó saber a Eric que no lo tenía encima.
Al parecer, finalmente habían atrapado a Pete Anderson y lo mantenían encerrado en una habitación lejana a su familia, y fue aquél y un par de motivos más, los que dieron lugar al arrebato de Ron.
Dust no quiere culparlo, a ninguno de ellos, porque entiende ese sentimiento de traición mejor que nadie en Alexandria.
No quiere hacerlo, pero es inevitable.
Lo único que su mente retiene es el recuerdo de la mirada decepcionada de Ron, como intentaba ocultar sus lágrimas con gritos y le suplicaba que hable.
Jamás volvería a hablar, eso era algo que se había prometido a si mismo, pero en esos momentos, atrapado en una camilla de enfermería, deseó haber hablado, de ese modo, no se encontraría solo con la triste mirada de Eric que no sabía que hacer para animarlo.
—Dust, ¿quieres que me vaya? —preguntó nuevamente Eric, sabiendo que de aquél modo un solo movimiento de su cabeza sería respuesta suficiente.
Eric no le había dado la opción nunca antes, cuando él se encontraba mal el hombre estaría estancado e inamovible a su lado, pero esta vez Eric observó como sus supuestos amigos salieron con pasos pesados de la enfermería y como Dust había llevado ambas manos a su rostro, para limpiar las lágrimas antes de que terminen de bajar por sus mejillas.
Dust finalmente asintió, sabiendo que estar solo era lo último que quería, pero ver esa mirada triste en Eric tampoco hacía mucho para que se sienta mejor.
Cuando Eric se fue, después de prometerle que regresaría por la noche para traerle algo de cenar, Dust finalmente observó la bandeja de comida a sus pies, en donde el desayuno, almuerzo y probablemente merienda estaban todos juntos para que recupere algo de energía.
Deseó tener algo de compañía, le habría gustado que Ron esté allí con él mientras comía, escuchando sus anécdotas de que habían estado haciendo esa tarde que él no estuvo, como todas las otras veces que Dust había salido en busca de suministros con el grupo de Aiden.
Aiden...
Aún puede recordar, con una claridad angustiante, como Aiden se encontraba empalado en dos fierros que sobresalían por su torso, sangre en su barbilla de todas las heridas internas que tendría.
Ha visto cosas peores, ha causado cosas peores, pero jamás fue por alguien con quién, si bien no eran amigos, al vivir juntos durante tanto tiempo, fueron cercanos.
Eran un grupo después de todo, no importa lo mal que Dust pueda pensar de la madre del tipo por no echar a Pete Anderson.
Por supuesto, Dust sabe que Aiden tampoco era ningún angelito, él había abandonado demasiados grupos junto a Nicholas.
Y hablando de Nicholas...
Dust se preguntó que habría pasado en aquél viaje, porqué Glenn habría golpeado a Nicholas y cuál fue el motivo de abandonar definitivamente a Aiden, dejando atrás también a Noah.
Había muchas cosas que no sabía, que debería saber. Ron dijo que él era el culpable, pero por más que Dust se niegue, él mismo no sabía quién fue el responsable final de todo lo que sucedió.
¿Aiden por hacer explotar la granada?
¿Nicholas, al querer abandonar a Glenn y Noah?
¿Algo en el medio de lo que me perdí? Definitivamente.
Con aquellas preguntas en su mente y finalmente terminando toda su comida, Dust se levantó para recoger el bloc de notas y se preguntó que tanto daño le haría quitarse el mismo la intravenosa.
Hace un momento había creído que era una mala idea, pero un pensamiento más tarde decidió que no le importaba lo suficiente y la arrancó de un tirón.
Un hilo de sangre corrió por su brazo, pero nada demasiado grave.
—Deberías cubrirlo, hasta que la herida se cierre. —informó una mujer, que hasta el momento no notó que se encontraba cerca de la camilla de Tara.
Dust parpadeó confundido mientras observaba a la castaña caminar hasta él, tomando el brazo de Dust con una de sus manos mientras que con la otra colocó un pequeño algodón con cinta en donde momentos antes habría estado la aguja.
Tan rápido como llegó, ella se apartó, una gorra militar le daba un aspecto aún más agresivo, pero ella solo se quedó allí, frente a él, mirandolo con una expresión curiosa.
—Tu eres el que no habla. —dijo ella, observando como Dust asintió, aún desconfiado—. Soy Rosita, puedes irte, le diré a Eric que yo te mandé a hacer un pedido para Tara.
Dust se encontró aún más confundido ante aquella nueva declaración, pero no le iba a ver los dientes regalados a un... ¿cómo era el dicho?
El resto del camino hasta la prisión de Alexandria, Dust intentó recordar como era el dicho, pero después de un rato se rindió.
En su bolsillo se encontraba el bloc de notas, hace tiempo le habían quitado las armas que traía encima antes de desmayarse, así que por primera vez en meses Dust estaba caminando desarmado por las calles de Alexandria.
En realidad, en Alexandria no había algo como una verdadera prisión, era más una habitación en una de las casas deshabitadas en donde casualmente siempre encerraban a todos aquellas personas problemáticas hasta descubrir que hacer con ella.
Dust nunca había estado allí, ya que Deanna jamás vió a un niño como una amenaza, su primer gran problema.
La mujer era dichosa de creerse una gran observadora, pero hasta ahora, después de todos los meses que ha pasado en Alexandria, Dust debe admitir que se encuentra muy decepcionado con la líder del lugar.
No es que mi opinión importe. Se dijo a si mismo, entrando fácilmente por una de las ventanas abiertas de la casa con gran facilidad.
No le tomó mucho tiempo llegar a la habitación en donde sabía que solían encerrarlos.
Creyó que se encontraría a Pete Anderson, tal vez podría haberlo encontrado dormido y haberlo ahorcado justo allí, nadie habría sospechado que fue él, ya que según las palabras de Eric, él y Rick habían tenido un gran enfrentamiento.
Podrían culpar a una herida enterna que ni el mismo doctor se encontró en si mismo, nadie tendría que saberlo, pero allí frente a él se encontraba Rick Grimes acostado, no Pete.
Los ojos de Rick se detuvieron inmóviles cerca de él y por un segundo Dust no supo que hacer, sin haber planeado que haría si lo encontraba.
Pero una rápida idea llegó a su mente y decidió escribirla.
Debiste matarlo.
Dust sacó la nota y se acercó a paso lento hasta dejarla caer sobre la mano extendida de un curioso oficial de policia.
Rick bufó una risa después de leerla, negando un poco con la cabeza.
Su rostro estaba lleno de pequeños trozos blancos de papel para sostener y cerrar sus heridas, debajo de ellos su piel estaba de un tono de rojo, con una combinación extraña de naranjas y comienzos de morado.
—Entonces no solo Deanna lo sabía. —contempló Rick después de un momento de silencio, Dust se encogió de hombros—. ¿Incluso Aaron lo sabía?
El tono incrédulo en la voz de Rick logró alertarlo al máximo, comenzando a negar con la cabeza.
Aaron nunca lo creyó del todo, no sabía cuál era la magnitud, pero sé que ha querido hablar con Deanna un par de veces. Decidió esta vez, no escribir eso en una nota.
Al parecer, su simple movimiento de cabeza para negar fue suficiente para convencer a Rick, que al parecer, había comenzado en confiar en Aaron y Dust prefería que se mantenga así.
—Creí que serías un peligro para mi grupo. —admitió Rick después de un momento más de silencio, en donde Dust se movió incomodamente mientras miraba al hombre sentado en la cama improvisada en el suelo—. Carl tenía sus teorías.
Tenían sus razones para desconfiar. Escribió Dust rápidamente, pegando la nota en el hombro de Rick.
El hombre se detuvo un segundo, mirando la nota pegada en su hombro con confusión, ledeando un poco la cabeza hacia un lado, antes de tomar y leer la nota.
Rick estaba a punto de responder, pero de pronto la puerta se abrió y varias expresiones de sorpresa rebotaron por las paredes de la pequeña habitación.
Dust se volteó, su mirada desafiante derritiéndose al ver a la mujer que había amenazado a Sam en la armería la otra noche.
Retrocedió un poco al ver como la mujer pareció dar un paso para acercarse, lo que no recordaba es que justo atrás estaba Rick, así que terminó chocandose con él.
Rick colocó una mano en su hombro y lo empujó hacia la puerta, cerca de la mujer.
—Ve a descansar, chico. —dijo Rick y Dust decididamente aceptó, escapándose de la mirada aguda de la mujer.
Pasó por al lado de Glenn y un pelirrojo demasiado alto y siguió corriendo hasta salir de la casa, solo para chocarse con una nueva persona.
—¿Qué hacías ahí adentro? —preguntó Carl con sospecha, empujándolo un poco para que Dust se aleje.
Mierda.
¿Alguien más que me odie para que pueda ir y chocarme también con ese? Se quejó Dust, mirando hacia atrás en dirección a la ventana por donde había entrado, preguntándose si podría escaparse por allí sin que Carl lo siga.
Carl siguió su mirada hasta la ventana y copió el movimiento de su padre, ladeando un poco la cabeza para un lado.
—¿Qué estás haciendo aquí? —repitió Carl, esta vez con más seriedad.
Mierda, otra vez.
BUENAS BUENAS!! Volvimos con los capítulos cortitos, pero esperemos que constantes.
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