Se escuchó un fuerte crujido y pronto el sabor de la sangre invadió sus sentidos.
Sintió un dolor repentino cuando comenzó a jadear en busca de aire mientras un grito silencioso salía de sus labios, de fondo escuchaba aún más gritos que no le pertenecían a él.
Estaban rodeados, y mientras sentía como todo su cuerpo le dolía como si alfileres y agujas se estuvieran clavando en su piel observó a los dos hombres arrodillados frente a él, notando las miradas aterrorizadas en las que pudo reflejarse a sí mismo.
Aaron y Eric, frente a él, ensangrentados.
Dust no podía mover un solo músculo, sólo podía sentir todo y nada al mismo tiempo, su sistema estaba en total shock cuando el vértigo comenzó a aparecer al ver un arma apuntando a ambos hombres frente a él, a sus figuras paternas.
El mundo daba vueltas detrás de sus ojos cerrados y no podía evitar que el vómito subiera al sentir una vez más aquél aterrador sentimiento que creyó haber abandonado, dajado atrás por su último grupo.
Aquél grupo de asesinos que lo habían criado como si fuera uno más, que ahora todos se encontraban muertos menos él, que siempre lo dejaba aterrado, con aquel inestable sentimiento, preguntándose porqué fué él quien sobrevivió.
Pero no importaba eso ahora, no cuando una vez más iba a sentir el abrazador dolor de una perdida mientras personas sin rostro le apuntaban directamente hacía Aaron y Eric frente a él.
Dust quería hablar, diciéndoles que no deberían haber llegado a Alexandria, gritándoles que no eran bienvenidos en su hogar.
Quería decirles que iban a arrepentirse por ello, si les hacían daño a Aaron y a Eric se las verían con él.
Pero no podía moverse, no podía hablar, porque se negó a ser esa persona otra vez.
Dust no habla.
Dust no mata.
Dust no amenaza.
Dust no es una amenaza, ya no más.
Pero aquél mismo pensamiento, aquella fortaleza que lo hizo mantenerse en su lugar, decidido a no actuar, fue lo que trajo su perdición.
Dust no se movió, pero los hombres sin rostro si lo hicieron, pronto el fuerte sonido de dos disparos lo ensordeció.
Y fue entonces que Dust gritó.
Gritó y lloró, observando como ambos cuerpos caían sin vida frente a él, con enormes agujeros de balas en sus cráneos que no les permitirían volver como muertos vivientes.
Intentó acercarse a ellos, tomar sus manos aún cuando pronto se volverían frías, pero había algo que le impedía moverse, algo que lo mantenía físicamente alejado.
Y entonces despertó.
—¿Dust? Hey, tranquilo, tranquilo amigo... —susurró Aaron frente a él, sentado a su lado en la cama.
Dust parpadeó confundido, el sueño todavía demasiado presente en su mente mientras miraba a Aaron, que le devolvía la mirada con una sonrisa cálida.
—Hace mucho no tenías pesadillas, pequeño. —susurró otra voz en su otro costado, y al otro lado de la cama Eric se encontraba sentado en el borde.
Eric le sonrió y acercó una de su mano al rostro de Dust, que hasta el momento no se había dado cuenta que había estado llorando, hasta que el pulgar de Eric limpió suavemente las lágrimas de su mejilla.
—¿Soñaste algo muy feo, eh? —lo llamó Aaron, dándole una palmada en la pierna, intentando reconfortarlo—. Ya pasó, estamos aquí.
Sentándose en la cama, Dust observó la habitación iluminada a su alrededor, aquella que no representaba ninguna amenaza para él, que se encontraba libre de la sangre y destrucción que rodeaba el mundo.
Su garganta dolía y lo único que pudo suponer es que no solo en sus sueños había estado gritando, tal vez fue por esa misma razón era que Aaron y Eric habían llegado hasta él.
Aaron y Eric...
El sueño o más bien, la pesadilla, regresó a él con un solo parpadeo y Dust tuvo que negar con la cabeza para apartarlo, después de todo, solo fue su imaginación una vez más dándole una mala pasada.
Aaron y Eric se miraron entre sí en silencio, sabiendo que no recibirían una respuesta del rubio que se encontraba con la mirada perdida en medio de ellos.
Dust observó por la ventana como el cielo se encontraba iluminado por los comienzos de un sol saliente, el día estaba iniciando pero eso no amainó ni un poco la latente preocupación de Dust.
—Oye, mira. —comenzó Aaron, llevándose una mano al bolsillo de su camisa, al parecer ellos ya estaban cambiados listos para comenzar el día cuando lo escucharon y vinieron—. Me olvidé de darte esto antes, los conseguí en el viaje y creí que podrían servirte, así no dependes de la libreta de Ron.
Aaron le extendió unos pequeños blocs de papeles de distintos colores que finalmente lograron hacer sonreír un poco a Dust, quién extendió su mano para tomarlos.
Los papeles no eran mucho más grandes que su mano y cuando sacó el primero notó que del otro lado se encontraban pegajosos a lo cuál frunció el ceño un poco.
—Son papeles adhesivos, puedes escribir lo que quieras y después los sacas así y los pones en cualquier lado. —informó Eric animado, ya que desde luego la última preocupación de Dust en esos últimos años era ser un conocedor elementos de librería.
Dust hace poco había comenzado a ir a las clases que Alexandria daba, pero pronto descubrió que eran muy aburridas y no le interesaban en lo absoluto así que terminó escapándose de ellas con Enid.
Aaron le extendió una lapicera y pronto Dust escribió en el papel que había sacado un gracias para después pegarlo sobre la camisa de Aaron.
—¿Te encuentras mejor? —susurró Eric, a lo cuál Dust simplemente asintió—. Bien, porque fue difícil subir hasta aquí.
Dust recordó entonces el tobillo lastimado de Eric y se alarmó un poco al verlo arriba, pero el mayor simplemente le guiñó un ojo para hacerle saber que estaba bromeando.
—Bueno ahora que estamos todos bien, ya me debo ir. Hoy salgo con Daryl. —informó Aaron poniéndose de pie, mirando con diversión como Dust frunció el ceño y se ponía a escribir algo en los blocs pequeños, antes de pegarle una nueva nota en la camisa a a Aaron.
No me agradan. Quédate. Decía la nota, pero Aaron simplemente negó con la cabeza, desordenando el cabello de Dust antes de sacar los dos papeles adhesivos de su camisa y guardarlos en su bolsillo.
—Está bien, quédate tranquilo. No son peligrosos. —aseguró Aaron, pero al instante Dust recordó aquél sueño que había tenido y no fue difícil ponerle rostro a esos hombres, como los nuevos sujetos que habían llegado a Alexandria.
No era que Dust fuera a hablar para despedirse, así que simplemente asintió y todos se pusieron de pie, ayudando a Eric a bajar, Dust se encontró pensativo, acerca de su sueño.
No está asustado, él ya no se asusta. Pero una parte de él sabe que aquél sueño siempre podría ser una posibilidad, sus pesadillas estaban a una vuelta de convertirse en su realidad.
Y mientras bajaban las escaleras entre risas ya que Eric seguía balanceándose, Dust supo con certeza que no quería que ese fuera el destino de ellos dos, no de Aaron y Eric, no cuando le dieron todo lo que él jamás había pedido.
Una vez abajo, escucharon la puerta ser tocada y fue Dust quién corrió para abrirla, ya que esos toques característicos el bien los conocía.
Enid.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro