XXXIII
════ ∘◦४४४◦∘ ════
⌜völuspá⌟
CAPÍTULO 33:
Desobediencia
════ ∘◦४४४◦∘ ════
De haber sabido que sus visitas furtivas al jardín real para leer iban a desembocar en tantos problemas, jamás habría puesto un pie en el terreno del Valaskjálf*, habría huido tan lejos como le fuera posible y no miraría atrás... pero siendo realista, su yo más joven hubiera hecho caso omiso, hubiera pensado «¿qué tan malo podría ser?» Y aun así se hubiera tirado de cabeza al abismo con la esperanza de poder cambiar alguna cosa, sin saber que probablemente las Nornas ya tenían su desdicha escrita y sólo esperaban a que llegara el momento para ver en acción lo que habían preparado.
No obstante, no podía atreverse a pasar mucho tiempo pensando en las adversidades de su vida, tenía algo por hacer y necesitaría toda su concentración para realizarlo con éxito. Debía admitir que estaba aterrada, tanto que no había podido pegar el ojo en toda la noche mientras pensaba en los hechizos que de seguro necesitaría ejecutar. Agradecía que, al ser asgardiana, su fisiología le permitía tener más resistencia y su falta de sueño aún no tenía las consecuencias que normalmente tendría en formas de vida más débiles. Sabía que era algo temporal y muy pronto se vería obligada a descansar correctamente, pero con el encantamiento adecuado, estaba segura de que lograría ayudarle a Thor con su plan sin problemas.
Decidió ir momentáneamente con Ekanna, a pesar de haber pensado seriamente en no contarle acerca de su muy estúpida participación en la misión suicida del Dios del Trueno. No quería preocuparla, pero sabía que guardar silencio ante la posibilidad de ser exiliada o ejecutada en el acto sólo crearía más tensión en ella, así que creyó adecuado mencionarle lo que podría pasarle y cómo deseaba que reaccionara su sucedía, pero sin revelar la información importante.
—Ekanna, necesito que me prometas algo —dijo ella, buscando en sus ojos azules la seguridad de que cumpliría. Tomó aire para continuar—. Si algo llega a pasarme, no quiero que te preocupes. Si alguna vez termino exiliada o capturada, quiero que continúes con tu vida.
La mujer frunció el ceño.
—¿Por qué me dices eso? ¿Estás en problemas? —inquirió la rubia, alarmada con sus palabras.
—Por el momento, no —intentó tranquilizarla—. Sólo lo digo en caso de que algo me suceda.
La castaña tomó la mano de la mujer, dándole un suave apretón y sonriéndole con cariño.
—Syn, me preocupas.
—Por favor, no —pidió, acercándose para darle un beso en la coronilla y abrazarla delicadamente—. Sé lo que estoy haciendo, y no quiero que sufras por mí si algo sale mal. No quiero ser un estorbo.
—No eres un estorbo, cariño.
La modista se aferró a ella con fuerza, casi deseando que con ello pudiera detenerla o hacer que cambiara de opinión con lo que probablemente estaba a punto de hacer, pero se dio cuenta de lo equivocada que estaba cuando la ojigris se apartó de ella, dedicándole una mirada tranquilizadora mientras se alejaba, hasta que la perdió de vista. Al girar por el pasillo se detuvo un momento para respirar hondo; era la hora de encontrarse con Sif y sentía sus manos frías, además de que algo parecía aprisionar su pecho levemente. Estaba dispuesta a ayudar, pero no podía negar el terror que estaba sintiendo en ese instante.
Decidió salir de la edificación y desplazarse rumbo al palacio. No debería ser demasiado sospechoso puesto que varias veces la habían visto en esa forma, durante esas horas y posiblemente no tenían idea de lo que iba a suceder, pero de igual manera conjuró su invisibilidad mientras estaba en el aire. Por prevención.
Aterrizó en el lugar previamente pactado, era solitario y poco transitado como muchas zonas del palacio, perfecto para la ocasión. Encontró a la pelinegra cerca de una columna, observando a su alrededor con cautela; deshizo su magia y la ásynja pudo reconocerla por el rabillo del ojo, lo que la llevó a acercarse.
—Pensaba que no ibas a llegar —dijo ella al estar lo suficientemente cerca.
—No tengo nada mejor que hacer —se encogió de hombros—. Además, hice una promesa.
Sif la observó de pies a cabeza, cuando llegó a sus ojos su expresión se suavizó y tomó aire.
—¿Estás segura de hacer esto?
La castaña bajó la mirada momentáneamente.
—Se los debo, Sif —respondió—. Conozco los riesgos, pero es lo mínimo que puedo hacer.
La guerrera botó el aire con resignación.
—¿Qué hay de... tú sabes quién?
Fue el turno de ella para inhalar profundamente.
—Será divertido, supongo —mencionó con una leve sonrisa que pronto se desvaneció.
La Diosa de la Guerra asintió con la misma inseguridad que tuvo la ojigris en sus palabras, procediendo a hacerle un ademán para que la siguiera por los pasillos rumbo a las habitaciones, teniendo la precaución de no levantar sospechas. Se escondieron tras una pared mientras Sif se asomaba por la esquina, justo hacia el pasillo donde Jane era custodiada por dos Einherjar.
—Tienen la guardia baja —murmura, viendo a otro soldado acercándose con un plato—. Es nuestra oportunidad.
—¿Qué haremos? —inquirió ella, pensando rápidamente en un plan de acción—. Podría hipnoti... ¡Sif!
La castaña no pudo terminar de hablar, la pelinegra se había adelantado y había llamado la atención de los guardias, golpeándolos antes de que pudieran dar una alerta. Corrió hacia ella, alcanzando a escuchar unas cortas palabras dirigidas a la mortal.
—O puedes noquearlos, claro —recriminó ella, evitando pisar los cuerpos inconscientes.
—No hay mucho tiempo —se excusó.
—¿Tiempo para qué? —preguntó Jane, llamando la atención de ambas asgardianas—. ¿A dónde vamos?
—Te sacaremos de aquí —se adelantó la ojigris, ahorrándole a la ásynja el malestar de dirigirse a ella.
La de cabello cobrizo tardó un instante en atar los cabos, procediendo a buscar el abrigo con que había llegado sin hacer muchas preguntas al respecto. Sif giró sobre sus talones, comenzando a caminar por el pasillo, guiándolas rumbo al punto de encuentro acordado; la castaña esperó a que Jane tomara su prenda para acompañarla por el camino que la guerrera estaba tomando. Comenzó a sentir sus entrañas revolviéndose ante el inminente encuentro que tendría unos pasos más adelante, pero sabía que debía mantener la calma; se mantendría firme y no dejaría que Loki la provocara con alguno de sus comentarios atrevidos, tal y como estuvo planeando horas atrás, pero nada podría prepararla por completo para lidiar con él.
Doblaron una esquina, llegando al punto donde se encontrarían con los príncipes y teniendo la suerte de verlos entrar al mismo tiempo que ellas. La joven quiso dirigir su atención a Thor, pero fue difícil cuando Loki dio unos pasos tras una columna, luciendo su cabello más largo que la última vez que lo había visto, su piel había palidecido un poco gracias a la falta de exposición a la luz del día y a la vez contrastaba con las tonalidades oscuras de su armadura, pero lo que llamó su atención en el instante que se tomó para observarlo, fueron las esposas en sus muñecas. Quería pensar que no eran necesarias si estaba dispuesto a colaborar, pero ¿a quién engañaba? Claro que las necesitaría, como prevención al menos, para impedir cualquier jugarreta que se le ocurriera a aquel embustero.
Quiso detener a la mortal cuando aumentó la velocidad de sus pasos y señaló al azabache, pero decidió permitirle continuar al ver que tomaba un poco de impulso y le plantaba una sonora cachetada en el rostro, callándolo de repente mientras se presentaba. Reprimió el deseo de sonreír al escucharla mencionar Nueva York –tardando poco en asociar el nombre con los sucesos de varios meses atrás–, pero pudo notar que la sangre de Jane comenzó a hervir cuando Loki le sonrió con cinismo, clamando que le agradaba mientras observaba al rubio con una expresión juguetona.
Syn decidió acercarse a la midgardiana antes de que se le ocurriera borrar esa sonrisa de su rostro con otra cachetada, posó suavemente su mano sobre el hombro de la mortal, apartándola del azabache a pesar de estar a una mirada más de golpearlo nuevamente. Deseaba verlo, no iba a mentir, pero por el bien del plan sabía que era mejor no provocar demasiado a Loki.
—Oh, miren a quién tenemos aquí.
La castaña sintió un sabor amargo en la boca y por su mente pasó fugazmente la idea de ser ella quien plantara una cachetada en su mejilla contraria, pero no debía, no tenía las razones suficientes para hacerlo y sólo terminaría saturando la lengua de Loki con más veneno. Decidió respirar hondo y girarse a él, sonriéndole más por obligación que gusto con tal de no provocar un ataque repentino del Aether por algún comentario ácido del príncipe.
—Loki, tanto tiempo —mencionó ella, fingiendo alegría—. ¿Qué tal los calabozos?
—Fue curioso, en realidad —respondió, entrecerrando los ojos levemente como si estuviera recordando—. Eran fríos, sofocantes, repetitivos... bastante parecido a tu amistad, o lo que llamabas como tal.
Por Bor, eso había dolido. Sin embargo, logró reaccionar de forma distinta a como lo hubiera hecho meses atrás, entrecerrando los ojos y ampliando su sonrisa.
—Y tú eres un experto en frialdad, ¿verdad?
Aquel comentario había salido casi por inercia, su lengua se había soltado ni bien la frase pasó por su cabeza, pero por la sonrisa maliciosa que se formó en sus labios tras un momento de seriedad, intuyó que había tenido un impacto en él, quizás no como lo quería, pero alguna fibra sensible en su ser había sido afectada. El príncipe la observó fijamente y ella lo imitó, no apartaron la mirada hasta escuchar a Sif decir que ella se ocuparía de un grupo de soldados que se acercaba. Ahí ella pudo reaccionar a su alrededor, le dio una última mirada a la pelinegra, quien le asintió para proceder mientras observaba fugazmente a la multitud que iba por ellos.
—Síganme —ordenó ella, girando sobre sus talones para proseguir su camino a la nave.
Thor y Jane fueron tras ella, dejando al azabache unos pasos atrás mientras mantenía una efímera conversación con Sif. La ojigris miró hacia atrás, sospechando de la voluntad de Loki y notando que venía muy atrás por el bien del plan, el rubio imitó su acción, teniendo menos delicadeza al fruncir el ceño y reprenderlo en un gruñido para que no se separara. Al observar todo por el rabillo del ojo se dio cuenta de la mirada que le dio el Dios de las Travesuras cuando se excusó con su hermano, apartando su atención de inmediato antes de que hiciera algún comentario adicional.
Caminaron con rapidez por el pasillo, atentos a todo sonido que anunciara la presencia de algún Einherjar y así tener tiempo de reaccionar a la acción que decidiera tomar. Antes de girar en una esquina, la castaña se recostó contra la pared, sus pupilas tomaron un brillo verdoso que le permitió percibir toda alma que estuviera cerca, lo que le dio la ventaja contra el soldado que se acercaba; el hombre casi no tuvo espacio para reaccionar cuando ella dobló la esquina y posó las yemas de sus dedos contra la placa en su pecho, bastando con un jalón para extraer el orbe brillante de su cuerpo. Con un golpe firme de la palma de su mano, y siendo potenciado por la fuerza adicional que podía otorgarle su esencia al absorberla, el hombre cayó al suelo pocos metros más adelante.
Sin embargo, había otros dos soldados tras él que reaccionaron de inmediato al ataque, alzando sus escudos y acercándose a ella, pero antes de poder usar un hechizo contra ellos el rubio se adelantó, tacleando a uno mientras esquivaba el filo de la espada del otro. La castaña decidió ocuparse del que usó su arma, logrando interceptar el ataque de la hoja metálica e inmovilizar su brazo, permitiéndole posar su mano libre en su pecho y ver cómo lentamente su piel palidecía al extraer la energía de su cuerpo, dejándolo caer en un golpe sordo a sus pies.
La joven observó el nuevo orbe en su mano, tragando con fuerza al percatarse de lo que estaba haciendo y la facilidad con que lo había logrado, pero no tenía mucho tiempo para pensar en ello. Se giró para ver dónde se encontraba Thor, encontrándoselo casi de frente con una expresión estupefacta al ver la luz flotando sobre la palma de su mano; a su lado estaba el otro soldado removiéndose en el suelo, situación que aprovechó para inmovilizarlo al posar su pie en su espalda. Cerró su mano para ocultar el orbe y bastó con un suave movimiento de sus dedos para que el alma del hombre fuera atraída hasta su palma, sacándole un leve quejido antes de quedar laxo en el suelo del pasillo. Jane traía el ceño fruncido y balbuceaba algo ininteligible al señalar los cuerpos inconscientes, mientras que Loki iba llegando con una ceja elevada al tiempo que evitaba pisotear a los guardias.
—¿Qué-? —comenzó a decir el rubio, sin alcanzar a terminar su oración puesto que la castaña se adelantó.
—Larga historia, sólo caminen.
Ella retomó su andar, avanzando por el amplio pasillo y esperando que la siguieran sin tocar el tema, pero no podía esperar mucho; había hecho algo extraño, algo que nunca había mencionado saber y era certero que tenían múltiples preguntas rondando sus cabezas en ese preciso instante. No quería que comenzaran a decir algo al respecto en ese instante, pero era muy improbable que guardaran silencio, más teniendo cerca a cierto maestro del caos.
—Veo que no has perdido el tiempo, Syntherea —dijo Loki caminando a su lado, sonriéndole como si su seriedad le causara gracia—. Dime, ¿están muertos? Porque me parece una excelente estrategia de ataque, ¿cuál es tu secreto?
—No están muertos y no te diré, Loki —se defendió, evitando observarlo.
—Es una pena —se lamentó—. Es una acción muy delicada, es decir, acabas de atacar de gravedad a tres Einherjar. Eso te convierte automáticamente en una enemiga del Reino y, si mal no recuerdo, es algo que se castiga con la muerte.
Fastidiada por su cacareo burlesco, su sangre comenzó a calentarse y terminó girándose a él, con ojos brillantes y amenazantes, haciéndolo retroceder por su reacción repentina.
—¿Y entonces así estarías feliz? —espetó, tentada a usar el poder adicional que le otorgaban las almas.
Antes de escuchar una respuesta del Dios de las Travesuras, una mano se posó en su hombro y la alejó de él, creando una distancia prudente entre ambos cuando el cuerpo del rubio se coló en el medio.
—Tranquila, Syn —la calmó, hablando con suavidad—. Debemos seguir con el plan.
Observó a Thor momentáneamente, botando el aire por la nariz con algo de enojo, pero acatando sus palabras. Dirigió de nuevo su atención al pelinegro, notando que su sonrisa socarrona se hacía más sombría a cada segundo. Apartó la mirada con fastidio, retomando su ruta antes de escuchar otro comentario del príncipe menor que provocara que le subiera la bilis a la boca. Caminaron por algunos pasillos, con la suerte repentina de no encontrar más soldados en las esquinas, pero era muy probable que la dicha no les duraría mucho. Al acercarse a la parte donde se separarían y ellos tomarían las escaleras hacia el Hlidskjálf decidió ralentizar sus pasos y tomar aire para proceder.
Dioses, sí que se estaba poniendo la soga al cuello.
Movió su mano derecha, trayendo de vuelta los tres orbes brillantes que comenzaron a girar lentamente sobre la palma de su mano. Dio la vuelta para observar a los presentes y tragó con fuerza al pensar en lo que estaba a punto de hacer.
—Supongo que es el momento de decir adiós —rio suavemente, en un intento de ocultar su nerviosismo.
El Dios del Trueno frunció el ceño.
—Creí que nos llevarías hasta la nave.
—Les daré algo de tiempo —afirmó—. Distraeré a los guardias con ilusiones y ustedes podrán avanzar hasta la nave.
—¿Estás segura de que no nos verán?
Syn exhaló, teniendo una idea que pronto descartó ante el artefacto que le impedía a Loki hacer uso de su magia, la cual resultaba supremamente útil en ese momento.
—Sería más fácil si no lo hubieras esposado —murmuró ella.
—¿Confiarías en él si tuviera completa libertad de usar su magia y sus dagas? —cuestionó él, en el mismo tono bajo.
La castaña hizo una tenue mueca y ladeó la cabeza, dándole la razón al príncipe mayor. Las esposas habían sido más una garantía de que el azabache permanecería con ellos que un castigo, y no podía negar que cumplían su objetivo.
—Puedo escucharlos —declaró el jotun, levemente ofendido por la conversación que tenían.
La joven apartó la mirada, dando unos pasos lejos de ellos para arrojar los orbes esmeraldas al suelo; con un suave movimiento de su mano comenzaron a moldearse en sus lugares, formando con ellos las tres proyecciones de los fugitivos frente a sus ojos.
—Con esto debería bastar —comentó ella, sonriendo de lado mientras daba la vuelta.
Thor se acercó, posando su mano en su hombro y dándole un suave apretón.
—Agradezco tu ayuda, Syn —dijo el rubio, sonriéndole con calidez.
—Vayan —respondió, indicándoles continuar al mover levemente la cabeza.
La mortal le dio un simple asentimiento como despedida antes de irse con Thor, por último, el azabache se posó frente a ella con diversión, observando las ilusiones tras ella. Por un instante creyó que iba a decirle algo lindo, disculparse como mínimo, pero ese no era el mismo Loki que creyó conocer; no podía esperar algo bueno de su parte cuando había presenciado aquel desplante que le había partido el corazón poco tiempo atrás, sabía que era demasiado orgulloso para algo así.
—¿Algunas palabras finales antes de irme? —inquiere él, con aquella sonrisa burlona y un brillo en los ojos que se le hacía difícil de descifrar.
La castaña sonrió sin gracia.
—¿Algo que desees escuchar?
Él hizo una mueca, encogiéndose de hombros.
—Nada que estés dispuesta a decirme, querida.
La castaña se mantuvo firme ante él, incluso su sonrisa se ensanchó al mismo nivel de la suya. Su contacto visual sólo fue interrumpido cuando Thor llamó a su hermano en un gruñido y este comenzó a retroceder lentamente, hasta que comenzó a subir los escalones y lo perdió de vista. Finalmente pudo exhalar como si se hubiera quitado un peso de encima al verlo irse, pero aún tenía algo por hacer.
Empezó a caminar por los pasillos, siendo seguida por las proyecciones que había creado; cuando quiso doblar una esquina, escuchó a un soldado alertando a sus compañeros la ubicación de Thor, lo que fue motivo suficiente para comenzar a correr. Era una fortuna haber decidido usar pantalones, puesto que pudo desplazarse con mayor rapidez por los pasillos, observando cada tanto que vinieran tras ella y sus ilusiones; escapó por unos pocos minutos hasta que al girar en una esquina se vio acorralada por un grupo de Einherjar apuntando con sus espadas y cubriéndose con sus escudos, alerta ante cualquier ataque.
—¡Alto en nombre del Rey! —exclamó uno de ellos, observando las ilusiones que lucían preocupadas.
La joven, al estar tras la figura de Thor, pudo usar su magia con rapidez sin propiciar un ataque de los hombres de armadura, moviendo sus manos para devolver las almas a su forma original y enviarlas de vuelta a sus portadores, tal y como lo había aprendido con ayuda de Frigga. Sintió que la dosis de poder en su sistema se evaporaba, al igual que el brillo verdoso en sus pupilas; los hombres la observaron confundidos y algunos esquivaron los orbes cuando pasaron por sus lados, pero en ningún momento relajaron sus posiciones, lo que la llevó a levantar las manos a forma de rendición.
—Tranquilos, muchachos —dijo ella con suavidad, evitando hacer un movimiento brusco—. No hay porqué recurrir a la violencia.
De repente el suelo comenzó a temblar, indicando que habían logrado tomar la nave de los elfos; algunos soldados se separaron para ir hasta el origen del temblor, dejando a otros que se acercaron con precaución a ella, bajando sus armas. No opuso resistencia cuando vio a dos de los guardias revelando un par de esposas y un collar con las mismas inscripciones que inhibían todo uso de magia, tampoco se quejó cuando la tomaron con algo de brusquedad para inmovilizarla y colocarle aquellos artefactos en el cuerpo.
Cuando todo estuvo puesto y ajustado, la escoltaron hasta el Salón del Trono, ahora vacío y con los escombros de las columnas destruidas abarcando el suelo, demostrando el paso del gran objeto que había salido del lugar. Cerca al balcón estaba Odín acompañado de algunos Einherjar, observando el horizonte en silencio; de repente, sintió un nudo ciego en el estómago.
—Mi Rey —dijo uno de los soldados—. Hemos encontrado a Lady Syn ayudando a Thor a llevarse a la mortal y al Príncipe Loki. ¿Qué desea hacer con ella?
Palideció al escuchar la última oración, pero hizo un esfuerzo por mantener su cabeza en alto, más cuando vio al Padre de Todo girándose con lentitud para observarlos, en especial a ella, a quien detalló de pies a cabeza antes de exhalar con algo de enojo.
—Llévenla a los calabozos—ordenó—. Ya veré qué hacer con ellos.
Los hombres acataron de inmediato, haciendo una reverencia y empujándola para dar la vuelta ante la mirada ambigua del Rey de Asgard. La arrastraron por los pasillos a pesar de ver que ella no se resistía al rumbo que estaban tomado, y aunque quisiera hacerlo, sabía que sería completamente inútil. Respiró hondo mientras se lamentaba mentalmente por su imprudencia, pero había hecho algo por el bien del Reino, y aunque saliera perjudicada, habría valido la pena... si es que Thor tenía éxito en su plan.
*Valaskjálf: Palacio Real de Asgard.
✸
¿Aparición de Loki? Check.
¿Tensión e incomodidad? Check.
¿Beso? Please stand by.
No saben lo mucho que deseaba escribir este capítulo, desde que iba a mitad del acto uno estaba pensando en este preciso momento, y aunque tuvo muchos cambios desde eso, me emocioné mientras lo plasmaba finalmente.
De todas formas, debo decir que las interacciones –directas– con Loki no se verán de nuevo hasta dentro de unos capítulos más adelante, pero espero que valga la pena la espera, porque tengo planeadas unas cosas que a mi parecer están *chef's kiss*
¡Nos leemos pronto! Y recuerden que habemus un AU medio turbio de esta historia disponible en un OS, por si les interesa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro