XXXI
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⌜völuspá⌟
CAPÍTULO 31:
Aether
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La ojigris se sintió fuera de lugar, todo había sido tan fácil que parecía que alguien más había tomado el puesto de su padre y la costurera a su lado cuando aceptaron su repentina novedad sin muchos rodeos.
—¿Están seguros de que está bien?
—Por supuesto, Syn —respondió Aaren, terminando de lavar la vajilla usada—. De todas formas, Ekanna planeaba dejarte sola en la tienda. Quería que la acompañara al mercado por algunas cosas que necesitaba.
La rubia le dio un golpe en el brazo por la forma en que había dicho su plan de dejarla a cargo del local, terminando por causar que la castaña alzara ambas cejas. No le molestaba el hecho de que ellos tuvieran un plan para ese día, sino que apenas se lo estuvieran diciendo cuando ella se pasó la mañana pensando qué clase de problemas tendría por lo imprevisto que sería faltar con su labor por pasar unas horas con Thor y Jane.
—¿Y qué podrían ser esas cosas?
—Necesitaba recoger algunas telas e hilos, ya sabes, materia prima —la mujer se encogió de hombros.
—También queríamos despejarnos un rato, nunca hace mal tomarse un respiro de vez en cuando.
La joven relajó su expresión y le sonrió a su padre, quien repitió el movimiento de la rubia. Respiró hondo mientras acomodaba su abrigo sobre sus hombros.
—Está bien, disfruten su paseo.
Se acercó para darle un beso en la mejilla a su progenitor y a la mujer a su lado.
—Y ten cuidado.
Frunció el ceño levemente.
—Sólo caminaremos por el pueblo.
—Es sólo un consejo, nunca se sabe qué puede suceder.
Aaren levantó las manos para excusarse, causando que una tenue risa se abriera paso por su garganta.
—Ustedes cuídense también.
Les dedicó una sonrisa antes de partir y tomar rumbo hacia los jardines del palacio. No estaba consciente de la prisa que tenía por llegar hasta que se vio cubierta por aquella bruma oscura que la llevó con rapidez a su destino.
En cierta forma estaba ansiosa, había pasado la noche en vela esperando que un nuevo día llegara para intentar responder las preguntas que tenía sobre su estado, pero pronto decidió desviarse y centrarse en lo que estaba sucediendo con la mortal. ¿Era un mecanismo para evadir el temor que comenzaba a tener por sí misma? Por supuesto, prefería disfrazarlo, dejarlo para más tarde y así evitarse un mal rato, muy en el fondo sabiendo que eso podría causarle más consecuencias, pero prefería no pensar en ello por el momento. Necesitaba prepararse mentalmente para cual fuera la respuesta, y en ese instante aún no estaba lista para afrontarlo como debía.
Aterrizó a unos metros de la entrada y decidió caminar el trayecto restante para no parecer demasiado entusiasmada por aquel encuentro; debía fingir estar tranquila, aunque por dentro estuviera quedándose sin uñas de los nervios que sentía ante todo lo que estaba sucediendo en tan poco tiempo. Comenzó a respirar hondo mientras avanzaba por el camino adoquinado, observando las plantas en un intento de relajarse lo suficiente para encarar al rubio sin alarmarlo, y por suerte lo estaba consiguiendo. Con cada paso que daba buscaba aquella cabellera dorada con la mirada, pero sólo veía arbustos y uno que otro casco de Einherjar que custodiaba el espacio, por lo que decidió esperar pacientemente a que el príncipe llegara.
Buscó un lugar adecuado para esperar, como un sitio bajo un árbol o al lado de un arbusto, pero sus ojos captaron un punto en el jardín que le hizo acercarse sin tener que pensarlo mucho: era el rosal, más grande de lo que recordaba, pero igual de arreglado. Hacía un tiempo que no reparaba en este por distintos motivos, pero en ese instante no pudo evitar inclinarse un poco para verlo mejor. Inconscientemente, una sonrisa se formó en sus labios al tomar una rosa con delicadeza, teniendo la precaución de no lastimarse con sus espinas; casi de inmediato su mente retrocedió a su niñez, donde lo único que debía preocuparle era aprender lo que sus tutores le presentaban y evitar que su padre se diera cuenta de las visitas al palacio. Extrañaba esos tiempos, donde su corazón aún no se había resquebrajado y el caos aún no había caído sobre ellos con tanta intensidad.
No supo cuánto tiempo pasó admirando la flor entre sus dedos, pero regresó a la realidad cuando captó unas figuras acercándose por el rabillo del ojo. Giró su cabeza para ver de quién se trataba y se alegró al ver que era Thor con Jane a su derecha. La joven soltó la rosa para acercarse a ambos, lo que causó una risa tenue por parte del rubio y la llevó a fruncir el ceño.
—¿Qué es tan gracioso? —quiso saber, ladeando un poco la cabeza.
—Algo me decía que te encontraría aquí —dijo el príncipe, dándole una mirada casi enternecida. La castaña apartó la mirada efímeramente, queriendo evitar toda mención a lo que simbolizaba aquel arbusto para ella—. Me alegra que aceptaras venir.
Ella terminó sonriendo y lo miró a los ojos de nuevo, aliviada por el cambio de tema.
—No puedo negarme a pasar tiempo con un amigo —confesó ella, desviando su mirada a la midgardiana—. Además, me gustaría conocer mejor a tu novia.
Jane rió con suavidad ante aquel comentario, haciendo un ademán para minimizar su importancia.
—No hay mucho por saber, supongo que Thor ha mencionado todo sobre mi —mencionó la mortal.
—No todo —admitió él—. Puedes contarle a Syn sobre lo que haces mientras te mostramos Asgard.
La mujer no pudo ocultar la emoción que sintió al escuchar esas palabras, estaba supremamente cautivada por el planeta natal de su pareja y se notaba, incluso su felicidad era contagiosa ya que, al ver la amplia sonrisa en su rostro, la ojigris terminó replicando su expresión. Thor comenzó a guiarlas mientras entablaban una conversación llena de preguntas, destacando las planteadas por la mortal respecto a sus acompañantes y el mundo en el que estaba, lastimosamente desembocando en lo que se plasmaba en los libros de "mitología", las incoherencias en la realidad y la incomodidad de su historial con cierto pelinegro. Syntherea supo lidiar con la situación, respondiendo lo justo sin demostrar demasiado su malestar; Jane no tenía la culpa, en su lugar haría lo mismo, pero no podía restarle importancia a la sensación en su pecho que le hacía cambiar el tema lo más pronto posible. La humana se vio visiblemente aliviada al saber que no había historiales de transgresiones, pero decidieron dejar algunas cosas por fuera para no abrumarla con tanta información.
El príncipe también mencionaba cosas sobre los lugares por los que pasaban, trivialidades, pero que resultaban encantadoras para la mujer de vestido en tono cenizo. Cuando no hacía preguntas sobre su entorno o las historias que creía conocer, observaba embelesada la arquitectura de Asgard, acompañada de sus tonos dorados y pequeños espacios con vegetación, donde crecía un árbol o un arbusto de flores que amenizaba la imponencia de las calles. También se encontró con varios personajes que pudo asociar con lo que a veces solía ver en la Tierra, como un grupo de niños jugando con una pelota que ella devolvió cuando cayó a sus pies y otros jugando a las escondidas entre las columnas del lugar; no estaba muy segura de cómo creía que los llamados dioses pasaban su infancia, pero le sorprendió ver que era muy parecido a como lo hacían en su planeta natal.
No pasó mucho tiempo tras eso cuando una dama de rizos oscuros los alcanzó, teniendo que tomarse un momento para recuperar el aliento por su trote; la castaña se acercó y la reconoció, por lo que le ofreció beber algo para no estar tan agitada, cosa que ella rechazó con un ademán de su mano. Incluso Thor se acercó, consternado por el estado de la fémina que hacía un esfuerzo por normalizar su respiración.
—Mis disculpas por la interrupción, Alteza —dijo la dama entre jadeos al reparar en la presencia del príncipe—. La Reina Frigga solicita la presencia de Lady Syn.
No tenía un espejo cerca, pero por la repentina sensación en su pecho podría jurar que el color había abandonado su rostro. La pareja presente simplemente intercambió miradas, aceptando la inevitable partida de la castaña, sin darse cuenta de lo que significaba para ella ese llamado. Sus manos comenzaron a enfriarse con las ideas que pasaron por su cabeza; para haber enviado a Eyra corriendo en su búsqueda significaba que era algo urgente, y claro que podía imaginarse de qué se trataba. En realidad se sorprendía por lo tarde que llegaba aquel recado, pero lo único que podía hacer era acatar la orden e ir con la monarca.
Tragó el nudo en su garganta y se despidió de la pareja para ir con la mujer de rizos. Sin saberlo estaba enterrando sus uñas en su abrigo para controlar el nerviosismo y le preguntó a la dama acerca del motivo de la petición, a lo que ella respondió con toda sinceridad que no tenía idea. La ojigris sólo pudo maldecir internamente, pero de un extraño modo sentía alivio de que fuera la rubia quien la llamaba, y no el Padre de Todo; con la Reina podría aclarar las cosas y llegar a una solución acorde a la situación, en cambio, sabía que con Odín las cosas terminarían supremamente mal. No obstante, la mujer le aseguró que no era algo grave; a pesar de haber llegado con ella a punto de sufrir un ataque respiratorio, dijo que la Reina no parecía tener ánimos de reprenderla en su citación. De todas formas, la castaña se estaba preparando para todo lo que pudiera ocurrir.
Notó que la dama no la estaba llevando al palacio, ni siquiera se estaban acercando a la estructura de oro, en cambio la estaba llevando por el pueblo, lo que creó una marcada confusión que pronto regresó a ser temor al ver a la rubia en un vestido azul bajo un abrigo, sonriendo al notar su presencia. Tuvo que respirar hondo antes de dar una reverencia para finalmente hablar con la soberana.
—¿Me necesitaba, Majestad? —inquirió ella, forzando una sonrisa en sus labios para aparentar serenidad.
—Así es —dirigió su atención a la de rizos, sonriéndole con calidez—. Gracias Eyra, puedes retirarte.
Syn vio a la morena inclinar su cabeza y girar sobre sus talones antes de encarar de nuevo a la rubia, quien clavó sus ojos azules sobre ella y causó que se formara un nudo en su estómago. A la mujer parecía causarle gracia la situación, puesto que rió con suavidad al ver el rostro casi tan blanco como la nieve de su aprendiz.
—Respira hondo, Syntherea. No voy a hacerte nada.
—Mis disculpas, es sólo que me sorprendió que solicitara mi presencia y creí que había sucedido algo.
—Oh, sí sucedió, y estoy segura de que a eso se debe tu palidez, señorita —señaló ella. La joven quiso que se la tragara la tierra en ese instante; lo sabía, estaba más que claro que lo sabría tarde o temprano—. Mis damas me contaron cierto cotilleo entre los soldados sobre lo que hizo la chica que entrenaba con Sif y me resultó bastante curioso.
—Puedo explicarlo, yo... bueno, sucede que —comenzó a balbucear, lo que llevó a la rubia a posar sus manos en sus hombros e interrumpir su palabrerío.
—Syn, respira. Inhala —hizo un ademán con su mano para que la castaña acatara lo que debía hacer—. Exhala.
No tuvo otra opción más que obedecer, lo peculiar fue que lentamente comenzó a relajarse y concentrarse mejor en lo que iba a decir. La mujer la tomó con delicadeza del brazo y comenzaron a caminar con tranquilidad sin un rumbo fijo, lo que mejoró el nerviosismo que sufría la ojigris. Un rato después pudo aclarar lo sucedido sin tartamudear, pero el temor a la reacción de la rubia era lo que le preocupaba, había usado esa magia cuando habían acordado mantenerla en secreto y, aunque temía su veredicto, tenía todo el derecho de enojarse por sus acciones.
Sin embargo, estaba intrigada por los motivos que la llevaron a usar su magia de forma tan desprevenida y se lo hizo saber; ella sabía que la castaña se empeñaba en mantener esos hechizos ocultos, y por muy enojada que estuviera, sabía que podría mantenerse lo suficientemente centrada para usar cualquier otro truco bajo la manga que no la pusiera en peligro.
—Lo único que puedo decir es que tengas cuidado. Nunca se sabe qué podría suceder con esa información rondando por los pasillos, y no puedo asegurarte que resulte bien; no te daré una sentencia más allá de un consejo, pero si esto llega a los oídos del Padre de Todo... no hay mucho que pueda hacer.
La joven asintió con la cabeza, intentando no pensar en lo que podría resultar de una audiencia con el Rey. Se le enfriaba la sangre con sólo recordar la frialdad con la que solía hablar y era más que seguro que estaría petrificada si llegaba a tener que defenderse frente a él.
—Yo intento mantener el control, de verdad —admitió, manteniendo su voz baja para evitar atraer oídos curiosos—, es sólo que cuando se me nubla la vista es como si mi subconsciente tomara el control de mis acciones, y no me gusta.
Frigga se mantuvo en silencio un momento, y la castaña temió haber dicho algo fuera de lugar.
—¿Has intentado hacer lo que te pedí? —inquirió ella—. ¿Lo de comunicarte?
Syn exhaló con pesadez, obligándose a confesar.
—Tengo miedo de lo que pueda suceder si lo hago —frunció los labios—. ¿Qué sucederá si termina siendo un caso parecido a Kári? ¿Qué debo hacer?
Sintió un apretón alentador en su antebrazo.
—Lo averiguaremos —le sonrió con calidez—. Pero primero debes atreverte a buscar las respuestas, por más aterradoras que sean.
Dirigió su atención a la mujer a su lado y replicó su sonrisa, aunque el miedo la estuviera carcomiendo desde adentro. Era su deber acatar lo que la rubia le pedía, era sabia y sabía por qué se lo decía, pero quería hacerlo en el momento indicado, no ahora que traía encima el dilema de lo que sucedía con Jane Foster y el rumor que aquellos soldados repartieron entre ellos. Quería esperar a que las aguas se amansaran para así lidiar con lo que le esperaba sin tener más obstáculos que ella misma.
Terminaron caminando un rato adicional, donde observaron su entorno y la Reina inclinó su cabeza para responder a los distintos saludos que le daban los pueblerinos y los soldados que pasaran por su lado; se tomaron su tiempo para recibir la brisa de la mañana y admirar la belleza del reino, sin embargo, la rubia se detuvo abruptamente y dirigió su atención a su izquierda, lo que alertó a la ojigris.
—¿Sucede algo, Alteza? —inquirió, consternada por la reacción de la mujer.
—¿Son Thor y Jane Foster?
Dirigió su vista a la misma escena que la detuvo, reconociendo a la pareja al otro lado de donde estaban, a sólo un pasillo de distancia y observando el gran lago entre las edificaciones doradas; el rubio se separaba de darle un beso a la mortal y hablaban con tal suavidad que la castaña se enterneció ante la escena. Frigga decidió acercarse lentamente y la tomó de la mano para darle el impulso de acompañarla, esperando el momento oportuno para anunciar su presencia, y por el rumbo que tomaba la conversación del rubio, fue más rápido de lo que pensó.
—Mi padre no lo sabe todo —le escucharon decir.
—No dejes que te escuche diciendo eso —comentó la reina, llamando la atención de la pareja que mantenía sus manos unidas.
Se acercaron al notar sus miradas sobre ellas y Frigga sonrió al conocer a la mujer que traía loco a su hijo mayor, finalmente. Syn mantuvo su distancia, permitiéndoles presentarse correctamente puesto que dudaba que se hubieran visto hasta ahora, y no se equivocaba.
—Jane Foster, ella es Frigga, Reina de Asgard y mi madre.
La midgardiana se sorprendió ante el título final, soltándose del agarre del rubio con un poco de incomodidad y procediendo a inclinar suavemente la cabeza, intentando demostrar algo de prudencia frente a ella.
—Hola —saludó, algo apenada.
La castaña no pudo evitar verse reflejada en la mortal, lo que causó que sonriera con algo de gracia al ver la repentina timidez ante la presencia de la rubia; no podía juzgarla, era imponente, y si bien ella siendo oriunda de ese mundo se sentía intimidada por la Reina, no podía imaginar cómo debía sentirse Jane siendo una completa foránea.
—No te preocupes —se atrevió a hablar finalmente, luciendo una sonrisa tranquilizadora—. Ella no muerde.
—Sólo cuando debo —complementó la soberana, sonriendo con gracia—. Thor ha hablado mucho sobre ti, es un placer conocerte al fin.
La de cabello cobrizo rió con suavidad, sintiéndose halagada por las palabras de Frigga pero manteniéndose un poco tensionada.
—Me sorprende ver a Syntherea, ¿no que estaba en problemas? —preguntó el rubio en forma de broma, recordando el repentino llamado de su madre.
—Sólo necesitaba hablar con ella, pero si lo deseas puedo ordenar que la lleven a los calabozos —replicó la Reina, encogiéndose de hombros.
Nuevamente el color se esfumó de su rostro y causó que el príncipe riera, asegurando que sólo bromeaba. De repente, escucharon un sonido lejano y su diversión disminuyó, los asgardianos reconocieron el ruido como las alarmas que se accionaban en caso de una amenaza, lo que hizo que el rubio se pusiera alerta.
—Las prisiones —mencionó Frigga, quien identificó el tono de las alarmas
—Loki —fue lo primero que salió de la boca del rubio, sabiendo la posibilidad y los riesgos de que su hermano fuera liberado.
—Ve —el rubio se giró hacia su madre—. Nosotras la cuidaremos.
No se tuvo que decir más, de inmediato el rubio corrió escaleras arriba y retiró su abrigo, invocando el Mjölnir para desplazarse rumbo a los calabozos y detener lo que se estuviera produciendo en el lugar. Por su lado, la monarca decidió llevarlas al palacio, donde sabía que sería más fácil proteger a la mortal si la situación lo ameritaba; de todas formas, para no crear demasiada tensión, decidió comenzar una charla.
—No es mi intención sonar grosera ni mucho menos, pero debo admitir que estoy intrigada con tu repentina visita, Jane Foster.
La midgardiana exhaló y comenzó a balbucear un poco antes de que sus palabras tuvieran sentido.
—Lamento haber venido de esta forma, ojalá hubiera llegado en otras circunstancias, pero sucedió esta... cosa con la Convergencia y ¿cómo se llamaba? La reliquia, la masa roja... ¡el Aether!
La ásynja se detuvo de golpe para observar a la mortal, e intercambió miradas con la castaña que también se había sorprendido ante tal confesión. Ambas sabían que la presencia súbita de la mortal podía ser producto de algo importante, pero nunca se imaginaron que se trataría de algo tan serio como una Gema del Infinito. Frigga se había tomado la molestia de enseñarle a su aprendiz sobre las Gemas poco tiempo atrás, por lo que ella sabía a lo que se estaban enfrentando y comenzó a temer por la vida de la mortal.
«No sobrevivirá a la energía que fluye dentro de ella». Tenía sentido, es más, no sabía siquiera cómo es que se encontraba tan bien teniendo tal poder fluyendo en su cuerpo, pero estaba segura de que ese bienestar no duraría mucho.
—¿Sucede algo? —dijo Jane, intrigada por los rostros de las asgardianas.
—Les explicaré cuando sea seguro —respondió la rubia—. Acompáñenme.
Intrigadas, recorrieron el pueblo de vuelta hasta el palacio; se dirigieron algunas palabras por el camino, pero mantuvieron el tópico principal a raya, no querían contar con una atención indeseada, puesto que ya daban bastante de qué hablar con la rapidez de sus pasos. Al llegar a la edificación dorada, lo primero que escucharon fue los pasos de un grupo de soldados dirigiéndose a los calabozos, recibiendo las órdenes del Padre de Todo, quien hablaba con Tyr.
La Reina llamó al dios, quien se tomó un momento para hablar con ella mientras ordenaba que los Einherjar se retiraran. La joven se mantuvo a una distancia prudente, pues no quería meterse en asuntos que no le incumbían, pero podía escuchar la conversación de los monarcas desde donde estaba. Pudo ver cuando Sif cruzaba el pasillo y sus ojos chocaban con los de la mortal, con cara de pocos amigos. Era más que obvio que sabía quién era, puesto que sus ojos se mantuvieron en ella hasta que la perdió de vista mientras Jane le había dado una mirada fugaz; además, ni siquiera reparó en ella, aun cuando no estaba tan apartada de la de cabello cobrizo.
—Es porque me preocupo por ti que has sobrevivido —terminó por decir la rubia antes de girarse y guiar a la mortal para continuar hacia su destino.
La castaña las siguió, notando que Frigga observaba atrás para asegurarse de que Odín estuviera fuera de su rango de oyentes; se metió en medio de las filas de soldados y estiró su mano para tomar la espada del último Einherjar que pasó a su derecha, acercándose a ambas para murmurar algunas indicaciones.
—Escúchenme, necesito que hagan todo lo que les pida, sin preguntar.
—Sí señora —aceptó Jane, quitándole la palabra de la boca a la asgardiana.
Subieron las escaleras rumbo a los aposentos de la Reina, donde ella se apresuró a cerrar las puertas que custodiaban dos soldados. La mortal se veía notoriamente preocupada, pero aún estaba intimidada por las mujeres a su lado y parecía acobardarse cuando quería decir algo; por ello, la ojigris decidió decir lo que ella no se atrevía.
—¿Qué está sucediendo?
La rubia las observó un momento, exhalando con pesadumbre.
—Esto no es coincidencia —articuló, acercándose—. La Convergencia, la aparición del Aether, la supuesta revuelta justo cuando llegas... vienen por ti Jane, más bien por lo que tienes en el cuerpo.
La midgardiana frunció los labios, bajando la mirada.
—¿No se suponía que los elfos oscuros se extinguieron milenios atrás? —inquirió la ojigris.
—Nunca dije que serían los elfos oscuros —aclaró—. Sólo intuyo que algo viene por el Aether, y debemos estar preparadas.
Syntherea respiró hondo. Nunca pensó que se vería involucrada en algo de ese calibre, pero haría lo necesario para proteger a la mortal. De repente, escucharon que las armas ubicadas en las torres cerca al palacio se activaron y se dirigieron al balcón sólo para presenciar un puñado de naves oscuras en el cielo, esquivando los ataques y destruyendo algunas de las armas, provocando que se estremecieran ante el impacto.
—¿Qué debemos hacer? —dijo la mortal, notablemente asustada.
Las tres se adentraron nuevamente a la habitación, donde la hechicera les explicó lo que debían hacer, indicó dónde debían esconderse y el hechizo que debía usar la castaña para ocultar a Jane de ser necesario. Podrían usar un trozo de su alma para crear una distracción, pero correrían el riesgo de perjudicar su ligero bienestar; ella se encontraba momentáneamente estable, y si la debilitaban al usar su alma podrían terminar acelerando el consumo de energía vital que ejercía el Aether en su cuerpo, lo que empeoraría su situación. Escucharon un ruido, acompañado de un fuerte temblor bajo sus pies, lo que las alertó inmediatamente.
—Recuerden, por ningún motivo deben salir, no importa lo que escuchen —repitió la monarca—. Tampoco deben hacer ruido. Lidiaré con lo que sea que suceda, pero ustedes no deben intervenir, ¿entendido?
La castaña quería decir algo, negarse ante tal petición y quedarse a su lado, pero no debía. Les estaba dando una orden, no una sugerencia; no quería faltarle al respeto, por lo que se resignó a hacer lo que decía sin refutar.
—Aún si Syn me oculta, ¿cómo se supone que creará una distracción? —cuestionó la de mechones cobrizos—. ¿No sería mejor que me quedara como carnada?
Frigga no respondió a su inquietud, en cambio, movió su mano en el aire y un resplandor verdoso brotó de su palma, el cual originó una figura de magia que se alzó desde el suelo y tomó la apariencia de la mortal, dejándola con la boca abierta. Sabía que aquel mundo era mágico –en palabras de sus habitantes, puesto que podía darles una explicación científica a muchas cosas–, pero había sucesos que no era capaz de entender si lo analizaba desde el lado lógico y científico; lo que acababa de ver definitivamente encabezaba la lista, pero eso ya se lo había advertido Thor en su momento.
La midgardiana observó la ilusión con el ceño levemente fruncido. Podía ver su pecho moviéndose sutilmente al paso de su respiración y pestañeaba las veces necesarias, pero le parecía completamente aterrador, ¿copiaría sus movimientos y luego se movería por su cuenta para sacarle un susto? Quería averiguarlo. Levantó su mano con cuidado, pero no se inmutó siquiera al tener su mano frente a ella; estaba a punto de tocar su mejilla con la punta de sus dedos cuando escucharon un alboroto al otro lado de la puerta. Eran los Einherjar.
—Vayan —ordenó la soberana en voz baja—. Ahora.
No tuvo que decirlo dos veces, la ojigris posó su mano en su espalda para guiarla al guardarropa que la Reina les había indicado, allí la castaña tocó la pared y una onda materializada como un resplandor verdoso y dorado recorrió todo el lugar, protegiéndolo. Pudo haber aplicado en conjuro en la mortal directamente, pero existía la posibilidad de ser identificada como una amenaza por el Aether, y definitivamente no quería ser azotada por una Gema del Infinito.
Se mantuvieron en silencio, observando la barrera tenuemente verdosa que cubría la entrada y logrando escuchar las voces de Frigga y aquel que se hacía llamar Malekith. Se ensarzaron en una pelea que pareció ser pausada al captar los pesados pasos de un tercero en la habitación; no pasó mucho cuando escucharon al elfo exclamar con enojo un insulto hacia la rubia, y fue aterrador reconocer un grito de Thor acompañado del ruido ensordecedor de un trueno en el lugar. Ambas se miraron e hicieron ánimos de salir, pero la castaña la detuvo en el punto.
—Quédate, iré a ver —murmuró ella antes de atravesar la barrera.
Caminó intentando hacer el menor ruido posible, pero cuando giró para ver lo que sucedía jamás se imaginó que sería una escena de tal fatalidad. Frigga yacía en el suelo, con su costado ensangrentado y un fino hilo de sangre saliendo de su boca; tuvo que retroceder hasta la pared tras ella, pues sus piernas comenzaron a flaquear, y llevó sus manos a su boca para suprimir un jadeo ante la repentina imagen. No se dio cuenta de nada más, la reacción de Thor pasó desapercibida y sólo se dio cuenta de la presencia de Odín cuando se puso de rodillas al lado de su Reina y la tomó en sus brazos.
El Padre de Todo tampoco se percató inmediatamente de las intrusas en la habitación, se tomó su tiempo para acariciar la mejilla aún tibia de su esposa, esparciendo la sangre en el proceso; sólo cuando la mortal se movió a su lado se dio cuenta de lo que sucedía. Estaban sin habla, ni sabían cómo reaccionar; era algo que ni en sus pensamientos más oscuros pensarían que iba a suceder y tenerlo de frente era acongojante.
—Salgan —murmuró el Rey, sin voltear a verlas—. Es una orden.
La ojigris pestañeó al escuchar al Padre de Todo, causando que cayeran las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos; inhaló con fuerza, limpiando la humedad en sus mejillas de golpe y posando su mano en la espalda de Jane nuevamente para guiarla fuera de aquella habitación. La mortal parecía perturbada, no reaccionaba correctamente y mantenía su mirada clavada en el suelo; sin embargo, la joven no la juzgaba, ella misma traía la mirada perdida mientras una gota fantasmal se deslizaba por su mejilla. No estaba segura del lugar al que la estaba llevando, su mente estaba estancada en la imagen de la Reina tendida en el suelo y la sensación en su pecho sólo empeoraba las cosas.
—Yo, ah —comenzó a decir la mortal, sacando a la castaña de su ensimismamiento—. Debí haber hecho algo, yo-
—Nada de eso —respondió, haciendo un esfuerzo para que su voz no se quebrara. Quería decir algo más, asegurarle que no era su culpa, pero no encontraba las palabras adecuadas para hacerlo.
Decidió llevarla al pasillo de las habitaciones de los huéspedes en silencio; ninguna se atrevió a decir algo más, pero era lo mejor, de esa forma no dirían algo de lo que podrían arrepentirse. En el camino vio un grupo de Einherjar corriendo, sus armas estaban fuera de vista e iban hablando sobre la ayuda que solicitaban en el pueblo, múltiples civiles habían resultado heridos durante el ataque y debían llevarlos con las sanadoras lo más pronto posible; como si eso no fuera lo suficientemente desalentador, uno de ellos mencionó que uno de los lugares afectados había sido el mercado, y la castaña terminó girándose de golpe, deteniendo sus pasos y sintiendo que su sangre se congelaba. Esto le llamó la atención a la mortal, quien no tardó en atar los cabos y darse cuenta de lo que le sucedía; casi pudo captar el momento en que se tensó y la sangre dejó de correrle por el rostro.
—Ve —dijo Foster—. Puedo encontrar el camino a mi habitación.
La joven comenzó a dar algunos pasos hacia atrás, dándole las indicaciones para llegar hasta el lugar en caso de que lo necesitara, y corrió hasta la zona abierta más cercana. La midgardiana no alcanzó a verla lanzándose por uno de los balcones, tampoco cuando su falda cambió a un pantalón en medio de un destello verdoso ni cuando la bruma oscura la envolvió para transportarse hasta aquel lugar. Sentía su corazón bombeando en sus oídos y sus manos habían perdido el calor entre más se acercaba al mercado; desde el aire pudo ver la destrucción que habían causado los elfos y sólo pudo temer por lo que se iba a encontrar cuando llegara.
Aterrizó en un espacio vacío, haciendo caso omiso a los gritos ahogados que provocó con su repentina llegada y simplemente observó a su alrededor en busca de su padre y Ekanna. Vio a civiles y soldados ayudando a los heridos a curarse o llevándolos con el personal capacitado, causando que su rostro se tornara del color de la nieve al añadirle el hecho de que no encontraba a ambos adultos. Recorrió las calles esquivando a las personas y prestando atención a toda cabellera castaña y rubia esperando que fuera alguno de ellos, sin tener éxito.
—¡Lady Syn! —escuchó que la llamaron, al girarse, vio al soldado de cabello rojizo trotando hacia ella. Su mente estaba demasiado ocupada pensando en encontrar a sus seres queridos, por lo que no pudo reaccionar de la forma que hubiera hecho en otro momento, sólo quería que alguien o algo pudiera brindarle información—. Vaya al Salón de Sanación, vi a Lady Ekanna allí.
Y en ese instante, la joven sintió un nudo en su garganta apretándose y su corazón se saltó un latido. Le agradeció en un hilo de voz y casi se fue corriendo a un claro donde nuevamente se cubrió en la bruma oscura para llegar con mayor rapidez; tenía la sensación de que el oxígeno no llegaba a sus pulmones, pero debía mantenerse centrada hasta ver que ambos estuvieran a salvo. Necesitaba verlos a salvo.
En medio de su desespero, terminó saltándose toda acción educada cuando a entradas se refería. Fue directo hacia el balcón donde había un acceso menos concurrido hacia el Salón y simplemente se abrió paso, procurando no chocar con nada de lo que hubiera en su camino, pero buscando a sus conocidos. Se desesperó al ver que no los encontraba y su estabilidad comenzó a flaquear con mayor intensidad al descender algunas plantas de aquella torre y no hallar lo que estaba buscando. Comenzó a pensar lo peor y tuvo que detenerse para evitar que su miedo le hiciera perder el control, respiró hondo varias veces, observando a su alrededor cuando bajó a otro piso y detalló mejor a aquellos que se encontraban en el salón. Algunos metros más adelante pudo reconocer una mujer de cabellera dorada y un vestido que ya había visto en la mañana sentada sobre una de las camillas, y casi se abalanzó sobre ella. Se acercó con rapidez, notando que una sanadora limpiaba su rostro con un paño mientras su cuerpo sufría de leves espasmos cada que respiraba; pero lo que le sorprendió era el polvo y las rasgaduras en la tela que la cubría.
—Dioses, ¡Ekanna! —la rubia se giró levemente para observarla—. ¿Qué sucedió?
La mujer no respondió de inmediato, lo que le dio un momento a la joven para detallarla. Su vestido estaba rasgado desde su muslo izquierdo y tenía una venda cubriendo la zona, su piel lucía cortes superficiales y el costado izquierdo de su cabeza –el que limpiaba la mujer– estaba bañado en sangre. Sus ojos estaban rojos y aún había rastros de lágrimas sobre sus mejillas. La costurera parecía absorta en su mundo, ya que tardó en reparar en su presencia; cuando lo hizo su rostro se contrajo en una expresión de profunda tristeza, causando que sus ojos brillaran con las lágrimas que se acumularon en sus orbes.
—Yo... lo lamento tanto —alcanzó a decir, ya que su voz se quebraba—. E-El mercado, el esquife...
No pudo continuar, puesto que rompió en llanto nuevamente. La castaña frunció el ceño, tardando en captar lo que quería decir.
—No entiendo. Ekanna, ¿qué pasó? ¿Dónde está papá? —esto pareció desatar su llanto con más fuerza.
—D-Debí ser yo, debí ser yo —tomó aire mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas—, lo lamento tanto.
La voz de Ekanna se perdió entre sus sollozos, y no se percató de que la sanadora había terminado su labor en la rubia hasta que la vio observándola con pesar. Ella se confundió ante lo que sucedía; no quería darse cuenta de lo que en el fondo comenzó a temer cuando escuchó a los soldados.
—Lady Syn, le ofrezco mis más sinceras condolencias —dijo la mujer de cabello rojo—. Sé que es una noticia dura de reci-
—No, no. Él no puede estar...—la interrumpió, haciendo una pausa en su oración. No quería decirlo—. Deben haberse equivocado, ¿dónde está?
—Sé que se encuentra conmocionada por la noticia, pero-
—¡Deja de decir eso! —exclamó, sintiendo dificultad para tragar—. Tiene que ser una broma, yo... quiero verlo.
La mujer abrió la boca, observando a su alrededor.
—No tengo permitido hacer eso.
Una risa extraña se abrió paso por su garganta, pero no porque le hiciera gracia la situación. Era una reacción involuntaria al percibir una presión en el pecho que causó el odioso ardor en sus ojos nuevamente.
—¿Por qué no? Soy su pariente más cercana, es mi derecho verlo —su voz se quebró, dejando correr las gotas saladas por su rostro cuando guardó silencio—. Por favor.
La sanadora apartó la mirada, exhalando con pena. La castaña sintió una mano tomándola del brazo, al girarse vio a Ekanna tomando aire con algo de dificultad, intentando que los espasmos del llanto no fueran tan notorios, pero falló en el intento. La joven simplemente volteó para encararla nuevamente, sintiendo el temblor de su labio inferior.
—Lo lamento tanto —susurró ella, apretando su agarre en un intento de confortarla.
Syntherea sintió que sus piernas comenzaron a temblar en medio de su llanto, por lo que tuvo que sostenerse de la camilla para no caer, sin embargo, decidió sentarse en el suelo, buscando algo de estabilidad entre todo lo que estaba sucediendo en tan poco tiempo. Perdió noción de lo que sucedía a su alrededor, no supo en qué momento la pelirroja se alejó para atender otras personas afectadas, ni el tembloroso toque de Ekanna en su coronilla, mucho menos escuchaba los lamentos de la misma. Sólo podía centrarse en la falta de aire que sentía y el desagradable vacío en su pecho que la llevó a ocultar su rostro entre sus manos mientras sollozaba.
Si estaba experimentando una pesadilla, rogaba que por favor alguien la despertara lo más pronto posible.
En celebración a que ya dieron la fecha de estreno de la serie de Loki, una nueva actualización... pero no sé si estas muertes sean para celebrar. La de Frigga de seguro que no pero, ¿qué piensan de la de Aaren? ¿Amerita pañuelos o confeti?
Otra cosa, ¿dije que iba a actualizar cada quince días? Bueno, que sea entre 15 y 20, perdón. Mea culpa. A veces hay bloqueos, pero se vienen revelaciones e intentaré escribir tanto como pueda.
Se suponía que este capítulo iba a ser publicado ayer, pero por problemas técnicos tuve que ingeniármelas luego de insultar a Word por 5 minutos, y terminé publicando a las 2 a.m lol
Alcen las manos para compartir su energía y buena suerte, porque la voy a necesitar.
¡Nos leemos pronto!
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