XXVIII
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⌜völuspá⌟
CAPÍTULO 28:
Un poco de agresividad
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En definitiva, jamás había visto un lugar como ese. Era una habitación amplia, las paredes estaban cubiertas por telas color vino y entre ellas se vislumbraban algunas columnas de madera tallada, también había varios estantes de madera oscura con algunos libros en ellos y una gran mesa con orbes de luz iluminándola. Podía distinguir una organización de símbolos tallados en el suelo a unos metros de donde estaba, despertando su curiosidad. Se acercó para verlos mejor, aunque unas voces la distrajeron de inmediato; una rubia y una pelirroja habían aparecido de la nada, discutiendo acaloradamente y llamando su atención.
—¡Tú, maldita bruja egoísta! ¡Nos condenarás a todos con tu insensatez! —vociferó la rubia, acusando a la otra con su dedo índice.
—¡La egoísta eres tú! —replicó la otra—. ¿Para qué es la magia si no para facilitar las cosas? El destino está escrito, sólo estoy garantizando su llegada.
—¡No eres nadie para decidir eso! ¡Tampoco tenías por qué involucrar a una bebé inocente!
La de cabello cereza se acercó amenazadoramente.
—Su madre se lo buscó —murmuró—. No debiste dejarla marcharse, mira lo que ha hecho al haberle permitido vivir. Es una consecuencia justa por su traición.
La rubia negó lentamente con la cabeza, dando varios pasos atrás.
—Jamás debí compartir mi magia contigo.
La pelirroja la siguió de cerca, con una sonrisa maquiavélica dibujada en el rostro.
—Un poco tarde para arrepentirse, ¿no crees?
La castaña despertó de golpe, esta vez –y por fortuna– en su habitación. El espasmo que había sufrido su cuerpo le provocó la sensación de tener hielo corriendo por sus venas, haciéndola removerse entre las telas que la cubrían, cerró los ojos nuevamente y respiró hondo. Qué sueño más extraño había tenido, no recordaba haber visto a mujeres parecidas o siquiera haber leído una situación como esa para que su subconsciente creara una escena como la que acababa de presenciar; no obstante, no se tomó la molestia de pensar más en ello, muchas veces había tenido sueños rarísimos que olvidaba minutos después de haber despertado, así que no le veía el caso a analizarlo de más.
Habían pasado tres días desde el incidente del sonambulismo y las voces, curiosamente, nada más había sucedido tras eso. No contaba los sueños como sucesos de gran importancia, pero había tenido algunos de los cuales simplemente recordaba fragmentos banales que se tornaban borrosos si pensaba mucho en ellos. Se alegraba de no tener que despertar fuera de su hogar o escuchar murmullos irritantes, pero al mismo tiempo tenía tantas dudas que no podía esperar a hacérselo saber a Frigga quien, al ser una de las personas más sabias del reino, quizás podría ayudarla a aclarar esas incógnitas.
—¿Sin caminatas al amanecer? —inquirió su padre al verla llegar a desayunar.
La castaña sonrió con suavidad.
—Nop —aseguró—. ¿Debería?
—Sólo si estás consciente —se encogió de hombros.
El hombre puso los platos en la mesa, invitándola a comer. Ella tomó la hogaza de pan y partió un pedazo justo cuando a Aaren se le ocurrió hacer una pregunta.
—¿Has sabido algo de los príncipes?
Tuvo que hacer una seña para que esperara un momento mientras tragaba el trozo que se había echado a la boca.
—No mucho más de lo que he oído —dijo—. Thor se encuentra en Vanaheim y, bueno, ya sabes dónde está el otro.
Le dio un sorbo a su jugo, evitando la mirada de su padre. Él analizó su actitud por un momento, terminando por agitar su dedo índice en su dirección con un poco de diversión.
—¿Es por eso que tu viejo collar desapareció de repente?
Su atención regresó a su progenitor, frunciendo levemente el ceño al verlo sonreír con gracia.
—¿Qué cosa? —fingió demencia.
—Tu collar. La piedra azul que traías puesta desde tu decimoctavo cumpleaños, esa que jamás te quitabas, te la regaló uno de ellos, ¿no es así?
Ella resopló.
—Te dije que la cadena se rompió, le pedí a Ekanna que me consiguiera otra y aún no ha tenido una de sobra —explicó con toda la serenidad del mundo, como si de verdad fuera así.
—Hija, podré ser hombre y no captar los mensajes implícitos que tanto acostumbran, pero reconozco cuando una mujer está enojada con alguien y tú, mi querida Syn, estás enojada con...
—¿Podrías no decirlo, por favor?
La sonrisa de suficiencia en el rostro del castaño fue suficiente prueba de que le había dado la razón, mas él simplemente levantó ambas manos en señal de que mantendría la boca cerrada, al menos en la continuación de aquel tema.
—Es un alivio que esté lejos —continuó él—. De todas formas, no te merece.
Ella sabía perfectamente a qué se refería con sus palabras, e incluso podía adivinar lo que se estaba guardando.
«Te lo dije», por lo menos podía ahorrarse escuchar esas tres palabras que tanto dolían y odiaba, pero que eran verdad. Él le había advertido de la posible escena desagradable que se podía generar si lo veía nuevamente, y ella se fue de cabeza a vivirlo en carne propia.
«Sabías a lo que te exponías y aun así lo hiciste», sí, sí, era muy testaruda, lo aceptaba, pero ¿cómo podía saber lo que iba a suceder? No era una Norna, mucho menos una Völva para tener conocimiento del futuro que le deparaba.
«No es bueno para ti», ¡claro que lo sabía! Le había quedado en claro los últimos meses que habían pasado, por mucho que le doliera.
No podía quejarse mucho, en cierto modo se había roto el corazón voluntariamente al haber ido con Loki; había visto su cambio cuando Heimdall le permitió ver sus andanzas en Midgard, su nueva actitud fue notable desde que tomó el trono temporalmente y llegó a amenazarla, aún si fue sin intenciones claras de hacerle daño. Ella lo sintió sólo con verlo y así decidió aventurarse a hablar con él en un impulso para, quizás, cambiar el concepto que tenía de él a costa de que él decidiera hacerle daño sentimentalmente.
Sonaba contradictorio, puesto que aún tenía una pizca de esperanza de que su parte buena estuviera oculta entre los muros que él mismo construyó para protegerse, pero ella misma parecía querer construir sus propios muros a costa del dolor que le causó presenciar el cambio del azabache, y al hablar con él, escuchándolo sacar su lado pasivo agresivo en contra suya, sólo se daba las razones que consideraba justas para forjarse el corazón de piedra que le hizo falta durante muchos años.
Decidió no darle más vueltas al asunto, terminaría de mal humor y no era lo que buscaba. Ya tendría tiempo para reflexionar al respecto, por el momento, tenía que pensar en otras cosas; la relación con su padre, por ejemplo.
Debía admitir que últimamente y tras haber tenido la oportunidad de hablar con tranquilidad, su vínculo había mejorado poco a poco, pero seguía habiendo cosas que dudaba compartir con él por el temor latente de que la reprendería, pero podía reconocer que su padre estaba haciendo un esfuerzo por ser mejor, y lo apreciaba mucho. Deseaba que siempre hubiera sido así, pero quizás no era el momento; a pesar de todo, era bueno tener una fuente adicional de apoyo, mucho más con la situación por la que pasaba.
Anhelaba que las cosas siguieran saliendo bien; necesitaba un poco de tranquilidad, aunque fuera efímera.
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Recorrer nuevamente los pasillos dorados del palacio resultaba, en cierto modo, reconfortante. No debía admitirlo en voz alta, pero había extrañado el lugar, a pesar de que simplemente estuviera allí por una visita momentánea. Había tenido más experiencias positivas que disgustos entre aquellas paredes, lo que le creaba una sensación de comodidad, sumándole el gran porcentaje de tiempo que había pasado allí, explorando con... bueno, se entendía el punto al que quería llegar.
Al ingresar se había encontrado de frente con un soldado, podía notar su tono levemente sorprendido bajo la gentileza con que la había saludado y se ofreció a informar a la Reina sobre su llegada mientras ella esperaba en uno de los pasillos, cosa que no pudo negar. Al llegar al lugar acordado, se recostó contra un pilar, observando la luz flotante sobre su cabeza mientras aguardaba la llegada de su mentora. No pasó mucho tiempo antes de escuchar el eco del sonido característico de la armadura de los Einherjar, de pronto pensó que simplemente era uno de ellos pasando, pero al aguzar el oído pudo diferenciar un tenue taconeo casi en sincronía con él.
El rostro de Frigga al verla mostró algo de asombro, al igual que un rastro de confusión que se hizo más notorio a medida que se acercaba. El soldado se había retirado, por lo que cuando estuvieron lo suficientemente cerca pudieron hablar con seguridad.
—No esperaba verte tan pronto, Syntherea —dijo ella, casi reprendiéndola.
—Mis disculpas, Alteza —respondió—. Me he sentido mejor, así que pensé que sería un buen momento para venir.
La rubia entrecerró los ojos, no muy segura de sus palabras.
—Creo que es un poco apresurado, Syn. Algo que me dice que viniste por más que nuestras clases.
Frunció los labios, tenía razón, pero no creía que tocaría el tema tan pronto.
—No puedo mentirle, Mi Reina. Hay algo acerca de mi situación que me inquieta, y pensaba que quizás usted tendría una posible explicación.
Frigga inhaló, apartando la vista un momento antes de posar su mano en el hombro de la joven, guiándola hasta la biblioteca donde podrían hablar mejor. Estando allí, la joven procedió a contarle lo que le había sucedido la mañana siguiente a su desmayo, notando que el ceño de la mujer se iba acentuando a medida que continuaba su relato, finalizando con las dichosas voces que desaparecieron tan pronto como llegaron.
—Es muy extraño —murmuró ella—. ¿Dices que no volviste a sentir algo?
—En absoluto. Las voces se esfumaron y no volví a caminar dormida, lo cual me alegra, pero me inquieta no saber lo que sucede.
La mujer pensó por un momento, donde se le ocurrió algo. Con la autorización de la ojigris, procedió a examinarla usando magia, movió sus manos alrededor de su cabeza usando un conjuro que normalmente funcionaba, pero que no podía detectar algo en ella. Hizo una mueca, pensando en una explicación lógica a sus síntomas, pero no se le ocurría nada.
A no ser que se debiera a... no, no era posible. Esa magia había muerto muchos siglos atrás y podría asegurar que sus vestigios habían desaparecido junto a sus creadoras para ese momento, a excepción de esos dos libros; tampoco le parecía muy creíble que la joven hubiera usado un hechizo de esa magnitud accidentalmente y no se diera cuenta, lo que le generaba más incógnitas ante la rareza de la situación.
Los sucesos la llevaban a pensar que sus síntomas se debían a un alma invasora, como el caso de Kári; pero las posibilidades de que fuera así eran supremamente bajas, principalmente porque quienes manipulaban esa magia estaban fuera del radar, y los libros que tenía la castaña no mencionaban algo parecido al caso de la pelirroja atrapada en los calabozos.
Detestaba no poder tener una respuesta acertada.
—Debo admitir que lo que te sucede es bastante peculiar —dijo ella, exhalando con un poco de frustración—, pero si es mínimamente lo que pienso que es, debes comunicarte.
La castaña frunció el ceño.
—¿Comunicarme? ¿Con quién?
—Con lo que sea que te está causando ese malestar —suspiró—. Lo sé, suena descabellado, pero es una posible solución. Quizás es algo intentando hablarte.
No quería admitir que no tenía idea de lo que le sucedía, no quería preocuparla más y llenarla de dudas, pero era más que seguro que la joven frente a ella iba a hacer cientos de preguntas ante la vaga respuesta que había dado. Sabía que podría responderlas, pero también tenía el presentimiento de que Syn no estaría satisfecha hasta escuchar algo más puntual y, en cierta forma, temía no poder usar las palabras adecuadas.
Afortunadamente, antes de que la joven pudiera abrir la boca para comenzar sus preguntas, escucharon la gran puerta de la biblioteca abrirse, dejando el espacio justo para que una muchacha de rizos oscuros y piel bronceada se asomara cautelosamente. Ambas mujeres dirigieron su atención a la joven, quien al ver los cuatro ojos sobre ella se sintió sumamente apenada.
—Mis disculpas, Majestad —dijo ella—. ¿He interrumpido algo? Volveré en un rato.
La ojigris olvidó lo que iba a formular y casi de inmediato, para que la morena no perdiera su tiempo, respondió:
—No hará falta. Entra, por favor.
La muchacha dirigió su atención a la Reina, y al verle dar una afirmativa, entró al lugar. Syntherea decidió darles su espacio y no escuchar conversaciones ajenas, por lo que caminó hasta uno de los estantes de libros mientras esperaba. Se atrevió a sacar uno de los volúmenes y darles una mirada rápida a sus páginas, encontrándose con un relato proveniente de un planeta aliado a Asgard que, curiosamente, no había leído aún. Se dispuso a concentrarse en sus palabras, pero el llamado de Frigga la interrumpió y la llevó a colocar el libro donde estaba.
Regresó con la rubia, encontrándose a la morena sonriéndole abiertamente y luciendo un poco emocionada.
—No las he presentado como se debe —se disculpó la monarca—. Syn, ella es Eyra, una de mis damas.
La mencionada inclinó su cabeza en forma de saludo, gesto que imitó la ojigris.
—Lady Frigga me ha hablado de ti, es un placer conocerte finalmente —definitivamente estaba emocionada, podía notarlo en su tono de voz, lo que hizo que sonriera ante la euforia que demostraba.
—Eyra se ofreció a ayudar con tu aprendizaje y está dispuesta a permitir que practiques en ella lo que necesites.
Ante tal información, la castaña abrió los ojos con sorpresa y su sonrisa de fue borrando lentamente.
—No, no podría —replicó—. No quiero arriesgarla a algo que quizás-
—Ah, tonterías —la morena la calló de repente, haciendo un ademán con la mano—. Adoro la magia, pero no tuve la dedicación necesaria para ejercerla, con gusto puedo ayudarte a practicar. Además, confío en la palabra de Lady Frigga, me ha dicho que eres buena en esto.
No supo qué responder. Temía la posibilidad de hacerle daño al ejecutar mal un conjuro, pero a la vez no se atrevía a refutar lo que pudo haber dicho la Reina sobre ella; tal vez era su momento de dejar a un lado la modestia y creer que de verdad era buena. Llevaba siglos aprendiendo, había logrado muchos avances y estaba a punto de llevar magia de almas a la práctica, ¿por qué debería seguir pensando que no era lo suficientemente buena? No llegaba al nivel de la rubia, pero era capaz de hacer varias cosas. Podría aprender.
—Si ella lo dice, debe ser verdad —terminó por decir, sonriendo de lado.
La sonrisa de la morena se ensanchó, juntando sus manos cuando su rostro de transformó como si hubiera tenido una idea.
—¡Podríamos iniciar ahora! —exclamó—. Sería maravilloso poder ayudarlas, sólo díganme qué hacer y yo-
—No creo que sea un buen momento —la rubia la detuvo, calmando de golpe su emoción—. Syn no se encuentra completamente bien, sólo vino por un consejo.
El corazón de la castaña se estrujó al ver a la joven de cabello rizado decayendo ante las palabras de Frigga. Se veía tan entusiasmada que no veía por qué hacerle perder el tiempo, de todas formas, se sentía bien y no veía motivos para no intentar algo para saciar la curiosidad de la dama.
—En realidad, podría practicar un poco —admitió.
—¿Estás segura? —inquirió la reina.
—Sí —se encogió de hombros—. No veo por qué no intentar algo ligero.
Al decir aquello, la dama volvió a tener ese brillo en su mirada, y la monarca aceptó lo que proponía. Tomó la decisión de dirigir su práctica a la zona que había visitado días atrás, para tener mayor privacidad. Frigga estuvo hablándole a su dama todo el tiempo acerca de lo importante que era mantener todo lo que viera en secreto, la morena lo pensó un momento, sabiendo las implicaciones de que ella le pidiera algo así; terminó diciendo que podría quedarse callada, pero si lo preferían, aceptaba un bloqueo de recuerdos, para generarles mayor seguridad.
La ojigris tragó con fuerza al observar de nuevo la habitación, pero se centró en lo que había venido a hacer en vez de traer a su mente recuerdos desagradables. Vio que la rubia tomaba a Eyra de las mejillas y un destello corría por su cuerpo, acto seguido, la recostó en la mesa de aquella sala y al tenerla en un estado de adormecimiento, se giró a ella.
—No creo que fuera necesario —mencionó, observando a la morena.
—Será más fácil de esta forma —se acercó, respirando hondo—. Si sientes que algo anda mal, sólo dilo, no quiero que tu malestar escale a mayores.
Syn asintió, tragando con un poco de fuerza ante el riesgo de que sus síntomas se repitieran, pero decidió continuar. La Reina le recordó las instrucciones para ejecutar el hechizo de almas, lo que generó ciertas dudas de la castaña al no poder podido tratarlo en forma días atrás. La rubia aclaró sus incógnitas, revelando que en realidad el hechizo recaía en ella y por eso podía llevar a cabo lo que se plasmaba en sus libros. Recordaba leer algo acerca de «sentir el alma» y atraerla, pero lo que en ese momento resultó un poco confuso, cobró sentido cuando usó el conjuro.
Frunció el ceño levemente y ladeó la cabeza al ver un resplandor leve –el cual desaparecía cada cierto tiempo, simulando una ondulación– sobre las figuras de ambas mujeres; lo curioso, era que aquel destello en la rubia tenía una tonalidad distinta al de la de cabello rizado.
Fue la risa suave de la Reina lo que la devolvió a la realidad y le hizo recordar lo que debía hacer.
—Es curioso, lo sé —admitió la monarca al ver un cambio en los ojos de la castaña—. Las almas poseen cierta belleza para los ojos que saben apreciarla, y un gran poder para mentes ambiciosas.
Tomó aire mientras observaba a la dama, dándose cuenta de que a pesar de haber leído una y otra vez la ejecución de aquel conjuro, no sabía exactamente cómo continuar. Frigga le aconsejó maneras de extraer el alma del cuerpo de Eyra; era lo único que debía hacer, pero se le dificultaba cada vez que lo intentaba. Cuando creía que podría sacarla por el humo verdoso que salía de su cuerpo, por alguna razón no podía completarlo y soltaba la energía tomada. Era frustrante.
Lo intentó varias veces, pero terminaba igual. La rubia la animaba constantemente, incitándola a intentarlo de nuevo, pero no era capaz de terminarlo; no estaba muy segura de la razón de sus fracasos, pero si se debía al miedo de llegar a hacerle daño, no podría hacer mucho.
«Tienes que relajarte», le escuchó decir. «No puedes hacerle daño si no es tu intención, confía en mi».
La castaña resopló. Era caso perdido, no podría hacerlo; apreciaba el apoyo que le brindaba Frigga, pero tenía una especie de bloqueo que le impedía realizar el hechizo exitosamente, pero ¿qué le causaba tanta inseguridad? Sabía que podría hacerlo, era capaz de atraer aunque fuera un poco de su alma, pero había algo que no encajaba completamente. La Reina también analizaba qué podría estar fallando en su técnica, de todas formas, era un caso muy distinto; la joven era una aprendiz mientras ella ya era una hechicera experimentada, existía la posibilidad de que algo fallara... y tras ver sus intentos, pudo descifrar qué era.
En ocasiones, ciertos conjuros estaban ligados a las emociones; no eran tan comunes, pero justo ese era uno de los que requerían un incentivo para llevarse a cabo, y era más que obvio que la forma en que lo intentaba no era suficiente. Debía lograr un estímulo lo suficientemente fuerte, de lo contrario, por más que lo intentara no sería capaz de realizarlo exitosamente.
—Estás siendo muy gentil —la castaña frunció el ceño ante tal declaración—. Esta magia es distinta a la que has estado aprendiendo, es posible que sea necesario cierto nivel de agresividad para usarla.
—Pensaba que no iba a hacerle daño.
—No en ese sentido —aclaró la monarca—. Necesitas algo que te motive, tus emociones influyen en este hechizo y se necesita algo fuerte, algo que, de cierta forma, despierte lo que necesitas para ejecutarlo... quizás un recuerdo amargo funcione.
Syn comprendió lo que trataba de decir, pero ¿un recuerdo amargo? ¿No sería malo tener tal cosa en mente? Existía la posibilidad de excederse y terminar haciendo algo que no quería debido a sus propios sentimientos, pero sabía que debía confiar en la Reina. Abrió la boca para decir algo más, pero la cerró ante la posible estupidez que podría salir de sus labios. Sólo tenía que obedecerla, si algo malo pasaba ella la detendría en el acto, no tenía que temer.
Respiró hondo, realizando nuevamente el hechizo mientras intentaba enfocar una memoria amarga, la cual apareció en su cabeza al instante que se preguntaba cuál podía usar. Necesitaba algo fuerte, ¿no? ¿Qué más fuerte que su visita a las mazmorras? Durante su vida había tenido malas experiencias, pero la que más le dolía hasta ese momento era la que involucraba al pelinegro, y ante la exigencia de su labor, no veía otra alternativa que usarla.
No le tomó mucho traer de nuevo aquel recuerdo, la atormentaba, por lo que fue casi pudo escuchar su voz fuerte y clara recriminándole cosas que jamás habían sucedido. Pudo sentir su sangre comenzando a hervir ante la frase que más le había dolido: «Eres egoísta y desleal», incluso sintió el ardor característico en sus ojos ante la irritación que le provocaron las palabras de Loki, pero fue más que suficiente para lograr lo que quería.
Parpadeó varias veces para asegurarse de que fuera real, y quedó fascinada ante lo que estaba presenciando. Había conseguido separar el alma de la dama y ahora esta flotaba en su mano derecha como un orbe de luz, el cual desprendía un humo verdoso que lo envolvía con gracia. Quedó embelesada con la escena; reconocía que las almas poseían cierta belleza, pero le resultaba algo inquietante que –a sus ojos– lucieran mejor fuera de su lugar de origen. Además, sentía lo que parecía ser un corrientazo de serotonina al tener aquella energía en la palma de su mano, casi descifrando el por qué era peligroso que esa magia cayera en manos equivocadas.
Al observar a la rubia, pudo ver una sonrisa casi orgullosa en su rostro, lo que resultó reconfortante en cierto modo e hizo que sus labios también se curvaran y una leve risa brotara de su garganta. Al mover sus dedos, el orbe se movió levemente y su vista se nubló por un corto momento, pero con parpadear un poco todo volvió a la normalidad; pensó que era normal, así que no se preocupó. Entendía que, al ser energía vital, podía sentir cierto bienestar al tenerla a su disposición, pero aún no podía dar un paso adicional; no estaba preparada y sólo había aceptado practicar algo leve, por lo que debería terminar por devolver el alma de la dama e ir a casa.
Se encontró sintiéndose algo ansiosa por aprender más, pero sabía que sólo se haría mal si llegaba a esforzarse demasiado. Todo a su tiempo, ya tendría la oportunidad de explorar más usos de las almas.
Medio aburrido, eh 👀 pero es lo que hay.
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