₍₃.₁₎ XXVI
════ ∘◦४४४◦∘ ════
⌜acto tres - parte uno: völuspá⌝
❛ la mujer sabia ❜
CAPÍTULO 26:
Almas
════ ∘◦४४४◦∘ ════
Estar terriblemente confundida, enojada y tener el corazón roto no era la mezcla más amena que se podía tener, eso bien lo sabía Syn. Los días siguientes a su visita fortuita a los calabozos fueron de los más incómodos que pudo haber tenido en sus más de mil cuatrocientos años de vida, y eso que tenía un gran repertorio del cual escoger. Se topó con menciones de Loki por doquier, le entraba un escalofrío al despertar después de soñar con él o recordar sucesos donde estuvo involucrado al pasar por los lugares donde lo vivió –y debido a eso, mirar o pasar por el jardín y entrar en la biblioteca creaban la sensación más desagradable que podía sentir–, ni siquiera se atrevió a usar de nuevo el collar que le había regalado, no se sentía capaz de portar un objeto empapado de tantos sentimientos en medio de la crisis emocional que tenía.
Por ese simple gesto, su padre, Ekanna y la mismísima Reina intuyeron que algo había pasado, claro, ¿cómo no hacerlo? Todos los días traía aquel cuarzo puesto y, de repente, dejó de usarlo. Resultaba bastante sospechoso. No obstante, al haberlo usado tanto tiempo, era extraño no sentir el material sobre su piel, por lo que comenzó a usar otros collares como sustitutos mientras que el cuarzo lo mantuvo bien guardado como un recuerdo de los buenos momentos, cuando todo estaba bien, o aparentaba estarlo.
Aaren fue el primero en preguntar acerca del cristal, puesto que le pareció curioso no verlo de un día a otro ni los días siguientes, como si hubiera desaparecido; la joven simplemente respondió que había roto la cadena por accidente y le pediría a Ekanna una nueva. Al llegar con la rubia, ella lo notó, pero no dijo nada al respecto por un tiempo, al menos hasta que sospechó que algo había sucedido; sabía lo mucho que la castaña atesoraba ese collar, y para dejarlo de usar, debió haberle sucedido algo grave.
Quien se atrevió a ir directo al grano y preguntar acerca de lo sucedido fue Frigga, quien notó un leve cambio en su actitud; esto le llevó a detallarla con más precisión, y fue allí donde se dio cuenta de que algo le había sucedido, y creía saber qué fue. Así, tomó la primera oportunidad que tuvo para sacar el tema a relucir.
—¿Cómo estuvo la visita? —se atrevió a preguntar ni bien le vio sumida en sus pensamientos.
Notó que la pregunta la incomodó de inmediato, tensándola y haciéndola palidecer levemente.
—Estuvo bien, supongo —dijo ella. En realidad, no mentía, la visita salió de maravilla, lo único que salió muy mal fue el comportamiento que tuvo Loki con su llegada.
—¿Y cómo reaccionó? —prosiguió ella, esta vez viéndola estremecerse.
La castaña lo pensó antes de responder.
—No fue lo que quería, pero en el fondo lo esperaba —confesó, procediendo a exhalar con decepción—. Ha cambiado, Mi Reina. Algo sucedió durante su ausencia y creó una nueva faceta, o... quizás no nueva, pero sí incrementada.
La rubia exhaló.
—Te trató mal, ¿no es así? —un leve asentimiento por parte de ella le indicó que había adivinado—. ¿Eso cambia tu concepto de él?
La joven sabía a lo que se refería, pudo notar el descenso de su mirada hasta su cuello, directo al collar de plata que sustituía a la piedra azul que siempre trajo consigo.
—Aún no lo sé —admitió.
Y era verdad. El shock momentáneo seguía presente y no había decidido cuánto afectaría lo que sentía por él. Quería convencerse a sí misma de que podría olvidarlo y seguir con su vida, pero había tantas influencias suyas en su día a día que sólo le quedaba tener fuerza de voluntad y afrontar la situación. Luego sabría qué buscaba su corazón.
Frigga sonrió de lado, posando una mano en su mentón y levantando su mirada hacia ella.
—No pierdas la esperanza —pidió—. Yo no lo haré y no quiero que lo hagas.
—Alteza, con todo respeto, ¿cómo puede decir eso? —preguntó ella, no en un mal sentido, sino con un tono desalentado, casi triste—. Usted vio en lo que se convirtió Loki, lo que hizo y sus motivos, ¿cómo puede estar tan segura de que aún puede volver a ser como antes?
—Nunca dije que sería como antes. Las personas cambian, se desvían, pero pueden volver a tomar el camino correcto si lo desean —explicó—. Loki no será el mismo de hace un milenio, pero puede cambiar, puede madurar, en cierto modo, pero todo depende de él. No estoy de acuerdo con sus últimas acciones, pero eso no afecta el concepto que tengo de él.
—¿Y cuál es ese concepto?
Ella sonrió nuevamente.
—Él es complicado, un poco arrogante y oculta sus sentimientos, pero es educado, muy inteligente y le importan sus seres queridos, aunque se muestre desinteresado —respondió—. Es una buena persona, y aunque es difícil entenderlo, no es imposible, y sé que eres consciente de ello.
La joven no supo qué responder, se formó un nudo en su garganta y pensó en las palabras de la rubia. Era cierto que era terriblemente complicado, cada día se esmeraba en comprenderlo mejor y adaptarse a él –cosa que por un tiempo consiguió–, pero ahora parecía ser muchísimo más complicado. Quizás se debía a su cambio de actitud, pero muy dentro de ella presentía que el no poder entenderlo era resultado de la actitud defensiva que adoptó su mente; de cierta forma estaba resentida, aún le dolían sus palabras y tal vez por eso le parecía que Loki no era capaz de conseguir redención. Lo que necesitaba era pensar todo con cabeza fría y darse cuenta de que, aunque no pudo hacer algo antes, este era su momento para ayudarlo de alguna otra forma, y debía averiguar cómo.
No obstante, ese no sería el día.
Frigga apretó su hombro de forma reconfortante y pidió que la acompañara, cambiando el clima tenso de la situación para bien. La guio hacia la única parte de la biblioteca que jamás había pisado, por razones más que justas. La conocía como la "zona prohibida" por la naturaleza de los libros que guardaban allí y el hechizo protector que resguardaba la entrada; ni el príncipe menor la había llevado por temor a que fueran castigados –sobre todo ella– si se daban cuenta de que estuvieron en aquel lugar sin autorización y vigilancia. Al llegar, la Reina movió su mano en el aire y el marco de la gran puerta resplandeció levemente, permitiéndoles el paso a aquella sala; bastó con empujar suavemente el portón para que este abriera por completo, revelando tres ventanales que permitían la entrada de luz, una gran mesa en el centro y varios estantes repletos de libros.
—Después de meditarlo y hablar con el Padre de Todo, he conseguido que este sea el lugar para continuar nuestras lecciones. Incluso puedes ingresar cuando gustes —informó ella, logrando que la castaña la observara con asombro.
—¿De verdad? —inquirió, sorprendida—. ¿No está restringido estar aquí sin supervisión?
—En absoluto, tienes autorización para entrar —aseguró, acercándose a uno de los estantes y tomando un libro—. De todas formas, esta habitación contiene pocas cosas tan peligrosas como los libros de Cirya.
La joven tragó con fuerza, alzando la mirada a los volúmenes organizados con la ferviente curiosidad por saber qué contenían para que la Reina hubiera hecho tal comparación. No tuvo que preguntarlo, ella supo casi de inmediato las dudas que saltaron en su cabeza y decidió responderlas.
—Esta es una colección de magia, con más poder del que es seguro conocer para un hechicero común y que Odín resguarda aquí —explicó—. Incluso hay libros de mi propiedad.
Dicho esto, la rubia sacó una cadena oculta entre el cinturón de su vestido, la cual sostenía un cristal con grabados en oro y que al acercarlo al libro refulgió tenuemente, permitiéndole abrirlo. Se lo enseñó a la castaña, quien notó que en sus páginas se plasmaba una especie de receta con ingredientes... poco usuales.
—El Padre de Todo aceptó con la condición de no permitirte ver estos libros, pero mantengámoslo entre nosotras.
—¿Qué contiene ese?
—Pociones y otros encantamientos, pero no es lo que busco enseñarte.
Cerró sus páginas, devolviéndolo al lugar donde estaba y guardando el cristal en su cinturón.
—A todo esto, ¿cómo aceptó? —inquirió la de ojos grises, curiosa por las razones—. Si mal no recuerdo, los libros de Cirya era algo que otros no podían saber.
—Tengo mis métodos de persuasión —le sonrió—. Y, aprovechando que lo mencionas, quiero que practiques algo nuevo.
La joven asintió, trayendo los libros con un movimiento de manos y entregándoselos a la Reina, quien los llevó hasta la mesa y comenzó a buscar las páginas que quería mostrarle. Respiró hondo, puesto que aún sentía cierto recelo con la magia en sus hojas, pero una parte muy profunda de su ser ansiaba conocer más, aunque esto le otorgara una potencial estadía en las mazmorras si llegaba a ser considerada peligrosa.
Frigga señaló uno de los párrafos y la ojigris se acercó para leer. De repente sintió un escalofrío recorriéndole la espalda y tragó con algo de nerviosismo al ver lo que se describía. Si el hechizo de hipnosis le parecía agresivo, no tenía idea de cómo considerar el que estaba a punto de aprender; por lo menos la hipnosis mantenía a la persona en una especie de sueño donde podía manipularlo, este era simplemente una forma de asesinato, o eso le parecía.
—Reina Frigga, ¿no es demasiado? —cuestionó.
—En absoluto. Es algo esencial para continuar.
—No me tome a mal, Alteza, pero no veo cómo puede ser necesario tomar almas.
La rubia sonrió de lado, sentándose levemente en el borde de la mesa.
—Debo admitirlo, no es algo agradable, pero hay casos donde es necesario hacerlo.
Tras decir esto, prosiguió a contar los antecedentes de aquel hechizo. Resultaba que Cirya era la creadora de aquella magia, y, al aliarse con Heid, la compartió con ella por sus capacidades de adquisición de energía a partir de las almas; sin embargo, esta última deseaba más, quería expandir ese conocimiento a su propio beneficio y esto no le agradó a Cirya, lo que creó una disputa entre ambas donde todo terminó en fatalidad. Resultaba que las almas contenían la energía vital de los seres, al usarla se potenciaba el alcance y duración de los hechizos, cosa que resultaba sumamente atractiva para cualquiera con conocimientos de hechicería y ansias de poder.
—Jamás creí que las almas fueran un favorecedor de magia —admitió la castaña.
—Siempre lo han sido —explicó la reina—. El don de la hechicería está muy ligado a la fortaleza del alma de su portador. Cada hechizo consume cierta cantidad de energía, y se facilitará o dificultará su ejecución dependiendo de la fuerza del usuario.
La cabeza de la ojigris comenzó a dar vueltas con aquella información, tenía sentido, pero algo chocaba con lo que creía saber.
—¿Eso significa que la fuerza proviene del alma? Pensaba que era algo físico.
—También lo es —la joven abrió la boca para decir algo más, pero no se le ocurrió nada concreto, así que simplemente la cerró, adoptando una mueca de confusión. Frigga no pudo evitar reír levemente—. Permíteme explicarme: considera el alma, no como un espíritu sino como energía vital, como la esencia de un ser. Esto es diferente a la fuerza física, que viene del cuerpo. La fuerza de un alma no era tangible hasta la llegada de Cirya; era algo que no entendíamos y no sabíamos cómo defendernos de ello, pero no es tan malo como parece.
» Al despojar a un individuo de su alma usando esta magia, se aleja su energía vital de su forma física, abriendo la posibilidad de unir esta energía con la propia y así incrementar la capacidad de ciertos hechizos que requieren mucho esfuerzo para su ejecución. Sin embargo, es posible devolver el alma a un cuerpo habiendo usado poco o nada de su energía, pero si esta se agotó durante su uso, no habrá manera de recuperarla. Sucede igual al esforzarse demasiado, si el alma se consume en su totalidad, el resultado podría ser un profundo sueño o, en consecuencia, la muerte.
Syn tragó con fuerza ante tal información, ¿cómo era posible que no supiera de eso antes? Conocía el hecho de no esforzarse más de lo debido, pero no que podía resultar en eso, aunque debía intuirlo. Los síntomas desagradables fruto de la práctica sin descanso eran suficiente pista de lo que podía sucederle si no se detenía, y se agradecía no haber sido lo suficientemente testaruda para llegar a restarle atención a aquellas señales. No obstante, lo que más la incomodaba era la premisa del hechizo que le encomendaban aprender, ¿despojar a alguien de su alma? ¿acaso no era una especie de asesinato? ¿cómo podía saber cuándo detenerse para no desvanecer un alma?
Deseaba obtener una respuesta a sus preguntas, de verdad que lo quería. Necesitaba saber que no estaba a punto de aprender una forma de matar a alguien sin tener que tocarlo y que podría controlar su uso con precisión, pero al parecer tendría que esperar un poco para saberlo. Resultaba que, un momento después de recibir la explicación de la Reina, una de sus damas apareció en la entrada, solicitando su presencia en un asunto al que no le prestó la suficiente atención por imaginarse con terror el aprendizaje del hechizo. Frigga debía atender, por lo que la dejó a solas, con el libro abierto enfrente y a la espera de ser leído detalladamente mientras ella regresaba.
Por supuesto que la castaña estuvo reacia a echarle un vistazo a esas páginas, sentía que le haría daño a alguien con sólo pensar en ese hechizo; no conocía su alcance, por lo que creía que al saber su ejecución lo pondría en práctica sin ser consciente de ello, y era obvio que no era lo que quería. Pese a esto, se sintió un poco más confiada al recordar las palabras de Frigga; ella confiaba en que podría dominar esa magia y ser una ayuda para el Reino, creía que estaba en su destino –aunque ella no estuviera tan segura– y la estaba guiando en su uso, así que, ¿quién era ella para llevarle la contraria?
Respiró hondo y se inclinó para ver con claridad las palabras escritas en aquellas hojas. Le seguía pareciendo algo peligroso de aprender, pero al ignorar su temor inicial se dio cuenta de lo interesante que era aquella magia. Al parecer, los «hechizos de almas» tenían varias ramas de uso, pero suponía que su principal objetivo en ese momento era lo más sencillo: separar un alma del cuerpo. Leyó los pasos a seguir hasta entenderlos en su totalidad, y ante la prolongación de la ausencia se su mentora, decidió aventurarse por el resto de las páginas; no detalló la información, era simple curiosidad... hasta que comenzó a sentir algo de malestar.
Un escalofrío recorrió su cuerpo, causando un mareo que puso su vista borrosa; cerró sus ojos con fuerza, esperando que esto le ayudara a mejorarse, sin embargo, no sucedió. En cambio, le surgió un dolor de cabeza tan repentino que la hizo jadear y tuvo que apoyar sus manos en la mesa al sentir sus piernas fallar. No entendía muy bien qué le estaba sucediendo, pero no tenía la capacidad de pensar, estaba muy ocupada con las sensaciones lacerantes en su cuerpo y se sentía a punto de desfallecer.
Lo último que vio fue el techo del salón, no sabía en qué momento había caído, no había sentido siquiera el golpe contra el suelo, pero la invadió un fuerte adormecimiento que pronto le hizo cerrar los ojos. Por lo menos así el dolor se desvaneció.
✸
—¿Qué sucedió?
—No lo sé, cuando fui a verla estaba desmayada.
Eir observó el cuerpo de la joven tendida en la camilla, la cual era sostenida por dos guardias. Era evidente que no tenía algo superficial, así que debía optar por un examen interno.
—Hay que llevarla al Lector de Almas.
La sanadora comenzó a caminar rumbo a la cámara con rapidez, seguida por los Einherjar y la Reina Frigga, quien jugaba con sus manos. Los hombres la dejaron sobre la placa luminosa con cuidado y se retiraron al recibir la orden de la rubia; casi de inmediato, Eir activó el dispositivo, permitiendo la proyección del cuerpo de la castaña en forma de un humo color ámbar. La hechicera observó atentamente, tratando de identificar alguna anomalía junto a la sanadora, mas no parecía haber algo mal en ella.
—Todo parece estar en orden, Alteza —informó Eir, calibrando el Lector de todas las formas posibles, pero sin encontrar algo que le llamara la atención.
—¿Y es normal eso? —la rubia señaló la proyección, en la cual notaba un humo diferente, más claro, moviéndose a lo largo de su anatomía y mezclándose entre el resto del color ámbar.
—¿El qué?
—La parte más clara.
La mujer observó por un momento el lugar que la reina señalaba.
—Lo es, no se preocupe. Estoy cerciorándome de inspeccionar todo —aseguró la sanadora, dándole una última mirada al humo momentos antes de apagar el dispositivo—. La joven se encuentra bien, quizás esté cansada o no ha ingerido algo en varias horas, pero no es grave.
Frigga asintió, aliviándose al escuchar sus palabras, pero necesitaba saber qué había sucedido de boca de la afectada.
—¿Hay algún problema si espero a que despierte aquí? —inquirió ella, observando a la de uniforme azulado.
—En absoluto, Mi Reina. Si necesita algo, no dude en decírmelo.
Ambas inclinaron la cabeza en un gesto de agradecimiento, y la monarca dirigió de nuevo su atención a la castaña cuando se encontró a solas. Se veía muy serena y respiraba acompasadamente, pero seguía inquieta ante la incertidumbre de su estado.
Mentiría si decía que no se preocupó cuando la encontró tendida en el suelo de aquel salón; el llamado a los guardias había salido casi en automático de sus labios cuando se arrodilló a su lado y la revisó, buscando algún golpe o hemorragia que le diera una respuesta a su estado, pero no había nada. No sabía cuánto tiempo había pasado desde su desmayo hasta que llegó y quería saber qué le había pasado para terminar en ese estado, pero tendría que esperar a que despertara para recibir una respuesta. Eir había dicho que no era nada grave, así que pronto tendría que recuperar la conciencia, o eso esperaba.
Respiró hondo, procediendo a acercarse a la placa para detallar mejor a la joven. Sus facciones delicadas eran todo un contraste a lo que lograría hacer si aprendía la magia de sus libros, una belleza letal, sin lugar a dudas; pero a la vez ese rostro ocultaba mucho, como el dolor de lo que fuera que Loki le hubiera dicho.
No deseaba sacarle esa información, pero conociendo a su hijo y el estado en que estaba, sabía que sus palabras no habían sido completamente agradables; por ello, le parecían curiosas las reacciones de su hijo menor cuando de Syntherea se trataba. Podía notar que le tenía cierto aprecio, pero se veía eclipsado por un intento de protegerse, ¿de qué? No lo sabía, pero notaba las incongruencias en lo que quería con ella. La había alejado, decía preferirlo de esa forma, pero a la vez quería tenerla cerca y pasar tiempo a su lado, y empleaba su magia para ello.
Nornas, ¿por qué sus hijos eran tan complicados?
No quiso pensar más en ello, esperaba encontrar una respuesta pronto, pero en ese momento tenía algo más importante a lo que debía prestarle atención. Con delicadeza movió un mechón de cabello castaño que había caído sobre el rostro de su aprendiz y llamó su nombre con un tono suave, esperando que esto le ayudara a despertar. Afortunadamente, funcionó. La vio mover la cabeza levemente y sus ojos se abrieron con lentitud, enfocándola en pocos segundos.
—¿Reina Frigga? —murmuró ella, entrecerrando los ojos ante la luz que provenía de la placa.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy... bien, pero ¿dónde estoy?
La ojigris observó a su alrededor, girándose levemente para incorporarse en su lugar y detallar el lugar. La rubia puso su mano en su espalda, buscando ayudarle a levantarse y evitar que cayera de nuevo.
—Estás en el Salón de Sanación —afirmó ella, sin despegar sus ojos azules de la castaña—. Te encontré desmayada, ¿recuerdas qué sucedió?
Syn frunció el ceño, intentando hacer memoria de lo último que había pasado. Dudó un momento, pero sus recuerdos se aclararon cuando estuvo más despierta.
—Yo... estaba estudiando el hechizo que me pidió y comencé a marearme, luego vino el dolor de cabeza —se llevó una mano a su sien—. No sé por qué.
La mujer pensó en las posibilidades que Eir le había comentado. Hizo la pregunta de los alimentos, dándose cuenta de que los sucesos no venían desde allí, así que optó por pensar que era fatiga. La castaña estaba un poco más confundida que la Reina, puesto que no entendía en su totalidad cómo pudo haber sentido tal dolor y luego despertar sin siquiera un síntoma, como si simplemente hubiera tomado una siesta. Lo que le recordaba...
—¿Dónde están los libros?
—Justo donde los dejaste —respondió la rubia. Syn hizo un ademán de ponerse de pie, pero la mujer la detuvo en el acto—. ¿A dónde crees que vas?
—A la biblioteca, pueden encontrarlos.
—No irás a ningún lado, Eir tiene que revisarte —la reprendió—. Además, nadie se atrevería a entrar. Están seguros allí.
A regañadientes, la ojigris esperó a que la sanadora llegara y la evaluara. Se cercioró de que reaccionara correctamente a ciertos estímulos, también revisó su cuerpo en busca de zonas que le causaran molestia, algún síntoma que le diera una respuesta a su repentino colapso, pero no había nada mal en ella. La mujer terminó por recomendarle descanso, tomar ciertas precauciones y, en caso de presentarse algún síntoma, acudir nuevamente a ella.
Syn tuvo que acceder, a pesar de sentirse bien. La Reina la acompañó a recoger los libros que había dejado, e insistió en que debía tomarse un descanso, asegurando que luego retomarían sus lecciones. No estaba de acuerdo con lo que le pedía, pero podría usar ese tiempo para averiguar qué rayos le había pasado, puesto que aquellos síntomas, tan intensos y fugaces, habían despertado su curiosidad, y esperaba obtener una respuesta... si es que tenían una.
Le agradezco a los viejos lectores que aún les interesa esta historia y muchas gracias a los nuevos por darle una oportunidad ♡ por lo tanto, me gustaría entablar una conversación, mejor dicho, abrir un debate en torno a lo sucedido:
¿Qué creen que acaba de pasar? ¿Será bueno o se aproxima un dramón a lo Troya?
Recuerden que los votos son gratuitos y son la mejor forma de apoyar a los escritores de esta plataforma ♡ también que son un incentivo para actualizar con mayor frecuencia 👀
¡Nos leemos pronto! Y muchas gracias por estar aquí ✨
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro