XXIII
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CAPÍTULO 23
El brillo en sus ojos.
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Los meses que habían pasado comenzaron a dar frutos. La castaña comenzó a entrenar con Lady Sif al igual que con la Reina Frigga, y se comenzaba a notar una mejoría en sus habilidades; sus reflejos eran puestos a prueba cada día con los ataques sorpresa de la pelinegra y su conocimiento de magia había mejorado gracias a los consejos y enseñanzas de la rubia. En ocasiones entrenaba con Thor, todo para probar qué tan buena maestra era Sif –y molestarla un poco, de paso–, además de ver si era capaz de derrotar al Poderoso Thor; claro que para hacerlo todo más justo usaban las espadas especiales para principiantes, puesto que si usaba su martillo podía derrotarla en un parpadeo y tenía terminantemente prohibido usar una espada normal debido al incidente ocurrido cuando eran niños.
Syntherea descubrió que en la sección de libros traídos de Midgard estaban algunos de mitología, y no dudó en echarle un vistazo al que contenía la historia de los Nueve Mundos. La curiosidad que sentía respecto a lo que había mencionado Thor le carcomía por dentro, y como el rubio no parecía tener ánimos de contarle, lo descubriría por sí misma.
Se metió casi de lleno a la parte de Loki en busca de la parte que tanto le perturbaba al Dios del Trueno, y al encontrarla descubrió que no era para menos. Se narró todo con suma normalidad hasta la llegada de su mayoría de edad, donde decía que él, aprovechándose del interés que ella sentía por su persona, aprovechó la situación para satisfacer ciertos intereses personales. Sintió una terrible incomodidad al leer esto, aún más cuando se reveló que Odín se enteró y les obligó a contraer matrimonio; ella, cegada por sus sentimientos, había aceptado, y el Padre de Todo, usando la verdadera naturaleza de Loki como debilidad, hacía que cada vez que él tuviera contacto con su piel, sintiera que estaba tocando brasas ardientes. Se hizo peor cuando decía que, para librarse de aquella maldición, la envenenó cuando sintió interés por alguien más.
De repente entendió por qué el rubio se veía tan incómodo cuando le preguntaba acerca de lo que se decía en aquel libro midgardiano, no pudo evitar pensar en el estado mental de quien había contado eso y luego de aquel que lo había escrito, ¿qué rondaba por sus cabezas? Probablemente nada bueno.
Y eso no era lo único perturbador, no pudo seguir leyendo a partir de la parte donde se narraba que el pelinegro era madre del caballo Sleipnir, tanto por la incomodidad como por la presencia de la Reina en el lugar, quien no tardó en preguntar el porqué de su palidez. Al contarle, ella simplemente rió, alegando que los mortales eran muy imaginativos y en ocasiones, sumamente extraños.
Algo que le tranquilizaba era que la mayoría de cosas plasmadas en aquellas páginas eran pura ficción y sucesos muy improbables que se hicieran realidad. Sin embargo, hubo unas cuantas cosas que ella notó que eran verdad, a pesar de ser algo escéptica al respecto.
Ocurrió durante un entrenamiento con Sif, donde ella le estaba dando una paliza y corregía sus errores a la hora de atacar. Explicaba con la mayor serenidad que podía, reía ante las expresiones de la castaña cuando la arrojaba al suelo y ponía atención a su alrededor al mismo tiempo.
—Debes estar más concentrada —se mofó—. Sé que puedes hacerlo.
—Ya sé, ya sé —la joven rodó los ojos mientras se ponía de pie y se sacudía la arena del traje que solía usar para entrenar.
Ambas se prepararon para atacar y defenderse, pero antes de comenzar se distrajeron por una fuerte risa que les hizo girarse. Las carcajadas provenían del príncipe, quien había dejado en el suelo a Fandral y le ayudaba a levantarse mientras el espadachín se quejaba. En medio de aquella distracción, la ojigris se giró hacia su maestra y aprovechó su ensimismamiento para desequilibrarla golpeándola con fuerza en las piernas, provocando su caída para así poder inmovilizar sus extremidades y amenazar su cuello con la zona plana de una de sus dagas. La sorpresa en el rostro de la pelinegra no se hizo esperar, cosa que originó una sonrisa socarrona en los labios de la joven.
—¿Me he perdido de algo? —volvió su vista al heredero al trono y de vuelta a ella.
La Diosa de la Guerra tomó ventaja para quitarse a la castaña de encima, quien terminó riendo levemente al terminar sentada a su lado. La pelinegra se incorporó, dedicándole una mirada asesina mientras se quitaba la arena del cabello.
—No sé de qué estás hablando —fingió demencia, a lo que la joven enarcó una ceja.
—¿De verdad? —vaciló—. Porque parece que alguien logra llamar tu atención. Dime, ¿es Fandral?
—Por Odín, no —hizo una mueca, lo que hizo que la joven se diera cuenta de lo que sucedía.
Obviamente no era el casanova, ella se dirigía de la misma manera a los Tres Guerreros, ¡ah! Pero quién la viera cambiando su postura y hablándole con suavidad a cierto fortachón.
—¡Te gusta Thor!
La guerrera bufó, rodando los ojos ante la insinuación.
—No digas tonterías —se puso de pie con rapidez—. No me interesa Thor.
La castaña imitó su acción sin apartar su vista de ella.
—Vamos, Sif, lo tratas diferente a los demás —la pelinegra no la miró siquiera—. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde lo sucedido con Haldor? —inquirió, la guerrera tensó la mandíbula ante la mención de aquel nombre—. Deberías permitirte amar de nuevo, Sif.
—Es más complicado que eso —comentó ella—. Incluso si sintiera algún interés, él no lo siente por mí. Adora a la mortal y yo soy sólo su amiga. No es posible.
Syntherea iba a agregar algo más, pero la Diosa de la Guerra la calló de inmediato; no quería tocar aquel tema y debía aprovechar el tiempo para enseñarle, no podía distraerse por aquellos eventos del pasado cuando tenía cosas más importantes para hacer. Ella no opuso resistencia y obedeció, no debía insistir mucho puesto que imaginaba lo doloroso que era pensar en aquella pérdida; si ella no decía nada sobre Loki, lo mejor era no mencionar a Haldor. Era lo justo.
Sin embargo, el tema del príncipe menor surgía cada tanto, ya fuera en medio de una conversación con Thor o durante una sesión de magia con la Reina Frigga. La rubia solía hacer comentarios melancólicos sobre los recuerdos que tenía de su hijo menor, ya fuera en situaciones usuales o cuando aprendía hechizos y los ponía en práctica; la ojigris tampoco se quedaba atrás, cuando llegaba el momento le contaba la forma en que le enseñaba a usar la magia y reía con las anécdotas que le compartía.
Las clases con Frigga eran agradables, la Reina era sumamente paciente y calmada a la hora de guiarla en el uso de los hechizos, disfrutaba de su compañía y a veces notaba en ella acciones que le recordaban a Loki, como la unión en sus manos cuando se encontraba expectante o nerviosa, la sonrisa socarrona y mayormente los modales. Se le hacía fácil intuir con quién pasó más tiempo durante su niñez.
La Reina de Asgard sabía que al contarle a la joven acerca de la niñez de Loki estaba originando una gran curiosidad por el tema, el destello en sus orbes grises lo confirmaba, por lo que decidió mostrarle de una manera especial. Durante una sesión le enseñó un hechizo, para el cual debía tener una gran responsabilidad y debía procurar no usarlo sin el consentimiento del tercero, no obstante, necesitaba tener a alguien para poner a prueba la magia. Y sabía perfectamente qué debía hacer.
—Mi Reina, ¿está segura? —la castaña dudó ante la propuesta de la rubia.
—Completamente —admitió—. No me harás daño, tampoco verás algo que no debes, me aseguraré de ello.
Syn dudó un momento antes de aceptar, se dio cuenta que en la sonrisa amable de la mujer se ocultaba algo, más no sabía qué. Respiró hondo antes de seguir las instrucciones que Frigga le había dado, posó con suavidad la palma de su mano derecha en la frente de la Reina y ejecutó el hechizo. Inmediatamente su entorno cambió, tardó un momento en reconocer que era la habitación de Loki –debido a la organización de los objetos en ella–, todo se hizo más obvio cuando vio al pelinegro acomodándose en su cama, no con su apariencia adulta, sino cuando era niño. Allí supo que el hechizo había funcionado a la perfección.
Todo lo veía como si fuera omnipresente, lo que le facilitó notar a la madre del príncipe entrando y manteniendo una corta conversación con su hijo menor. Le vio sentarse en el borde de su cama y observarle con una amplia sonrisa.
—Finalmente aceptó ir a la biblioteca, Madre —su voz llamó su atención, puesto que se había distraído observando el entorno—. Le encantó.
—¿Cómo la convenciste? —inquirió ella, observándolo con atención. Loki hizo una mueca leve, dando paso a que la rubia enarcara una ceja—. Loki...
—Perdón, ¿sí? —se disculpó ante la reprimenda de su madre—. Es muy testaruda y la única forma de llevarla era convirtiéndola en serpiente, ¡pero no se molestó!
Frigga negó con la cabeza.
—No seguirá siendo tu amiga si continúas usando el hechizo cambiaformas en ella —él bajó la mirada y asintió.
—Está bien, no lo haré tan seguido —aceptó—. También le dije acerca de ayudarle con su magia —su madre rió con suavidad, a lo que él levantó la mirada.
—¿Te sientes capaz de ser maestro?
—Soy capaz de muchas cosas —dijo él, inflando su pecho con orgullo y relajándose tan pronto se dio cuenta de la mirada de la mujer—, pero le ayudaré con lo que pueda, Madre.
Ella sonrió, moviendo las sábanas que cubrían a su hijo.
—Ella te agrada, ¿no es así? —Loki lo pensó un poco, sólo para terminar asintiendo y sonriendo levemente—. Eso me alegra mucho, cariño.
Antes de poder ver algo más, la castaña rompió el hechizo y se encontró de vuelta en la biblioteca, frente a Frigga y con una sonrisa melancólica tensando sus labios. Apartó la mirada al encontrarse con los orbes azulados de la mujer, quien sonrió ante su reacción. No quería ofenderla, quizás no le molestaba que la mirara, pero debía aceptar que seguía intimidándole su presencia. Se sorprendió al sentir el tacto de la rubia sobre su frente, estaba apartando un mechón de cabello que se había escapado de su trenza, descendió sus dedos hasta acariciar su mejilla con suavidad y terminó llegando hasta su mentón, permitiéndole que la observara.
—Loki te apreciaba mucho —confesó ella—. Imagino que el sentimiento era mutuo.
Syntherea se limitó a asentir, puesto que si decía algo podría llegar a delatarse y se le subirían los colores al rostro, cosa que deseaba evitar. La Reina vio la oportunidad para hacer lo que quería al notar que tenía la guardia baja y había tocado su corazón, juntó sus manos y pensó en las palabras adecuadas para decirle de aquel curioso préstamo que buscaba obtener.
—Una madre sabe los secretos de sus hijos, incluso si ellos no los confiesan —comentó—. Quizás esto suene extraño, pero no creo que Loki haya muerto.
La castaña frunció el ceño.
—No quiero ofenderla, Majestad, pero eso sería imposible —refutó ella con toda la cortesía que pudo—. Cayó del Bifröst, aún si lo hubiera logrado, estaría perdido en el espacio.
—Sólo hay una manera de averiguarlo —tomó aire, antes de ir al grano—. Necesito que me prestes los libros de Cirya.
Le vio palidecer de al escuchar sus palabras.
—¿C-Cómo sabe...? —su pregunta se vio interrumpida por la risa aterciopelada de la Reina.
—Linda, fui criada por brujas. Reconozco la magia de la mujer que fue cercana a la creadora de nuestra guerra con los Vanir —explicó ella—. Además, estoy segura de que en mis libros no está la clase de hechizo que mi hijo usó, y teniendo en cuenta que la otra persona con quien pasaba más tiempo eras tú...
Syntherea sintió que el alma le caía a los pies. Comenzó a pensar que los Einherjar entrarían para llevársela a las mazmorras, que la encerrarían al lado de Lorelei o Kári y le impedirían todo tipo de contacto con el exterior. Podía imaginarse los rostros decepcionados de su padre y Ekanna cuando dictaran la sentencia. Sin embargo, se sorprendió al darse cuenta de que estaba exagerando la situación; lo supo cuando la rubia comenzó a tranquilizarla.
—No te haré nada malo —aseguró—. Sé que eres buena y no usarías esos hechizos de no ser necesarios, pero necesito que me prestes esos libros, Syntherea.
—¿No me meteré en problemas? —inquirió ella, temerosa de lo que podría suceder. La mujer negó.
La castaña respiró hondo; confiaba en su palabra, así que no dudó en usar el hechizo que había mejorado durante sus clases. Con un movimiento de sus manos trajo los libros que guardaba en el cofre de su habitación, los tomó con firmeza antes de extenderlos en dirección a la Reina, quien los tomó gustosa y agradeció su colaboración.
—Mi Reina, si es pertinente preguntar, ¿por qué no toma medidas más estrictas con los libros? —se atrevió a decir—. Usted vio lo que sucedió cuando Loki los usó, ¿no sería más apropiado que usted los conserve?
—¿Deseas que me quede con ellos? —la castaña asintió—. Si el Padre de Todo llegase a saber que tengo en mi poder magia oscura, de inmediato ordenaría su destrucción.
—¿Qué tendría de malo?
La rubia suspiró.
—Syn, encontraste estos libros por una razón —explicó, usando un tono suave—. Las Nornas pusieron esto en tu camino por algo, y no pienso cambiar lo que tienen planeado para ti.
La joven tragó con fuerza.
—No soy apta para manipular esa magia, Alteza —intentó razonar, observando los libros—. No tengo razones para aprender lo que contiene y no quiero ser considerada una amenaza.
—No lo serás —Frigga tomó sus manos, dándole fortaleza—. Sabes bien el peligro que pueden traer si caen en manos equivocadas y conoces el poder que contienen, ¿qué te impide saber a qué te enfrentas? —la ojigris apretó los labios, pues no estaba muy segura de lo que la Reina decía—. Has visto lo que ha sucedido en tan poco tiempo, estamos a las puertas de un nuevo conflicto y es sólo cuestión de tiempo para que alguien dé la orden de ataque. Esos libros pueden traer algo útil que nos traiga la victoria, ¿planeas pasar por alto esa oportunidad por miedo a su origen?
—No quiero relevar a Heid —confesó.
—Tú no eres Heid, nunca serás como ella —aclaró—. Tienes algo que ella nunca tuvo y te da el poder de ser mejor —soltó una de sus manos y tomó el cuarzo que adornaba su cuello—. Tienes corazón. Eres buena y eso nada lo puede cambiar, ni siquiera el más oscuro de los hechizos.
La castaña no sabía cómo reaccionar. ¿Cómo era posible que en su destino estuviera manipular esa magia? No se sentía preparada ni pensaba ser la indicada para tener ese rol; no obstante, Frigga era de las personas más sabias en todo Asgard y tenía sus razones para asegurarle aquellas cosas, no era un simple "hazlo porque te lo digo", la rubia hablaba con fundamento y tenía razón en algo: si era el camino al que estaba destinada, tarde o temprano llegaría el momento de tomarlo, sin importar lo que ella pensara al respecto.
—Ven, hagamos algo —la mujer abrió uno de los libros, comenzando a ojear las páginas—. Realizarás uno de estos hechizos.
—¿D-Disculpe? —de repente, sintió que el color abandonó su rostro.
No podía detener a la Reina, sería de muy mala educación, pero verla pasar las páginas en busca de algo para que ella manipulara le helaba la sangre.
—No tienes que hacerlo ahora si no lo deseas, pero quiero que lo practiques —ojeó una página en concreto, tocando el párrafo que había elegido.
Volteó el libro en dirección a la castaña para que viera mejor. Se dio cuenta de que era casi inofensivo, puesto que sólo era un hechizo de desplazamiento, sin embargo, su nuevo temor era el espacio donde debía ponerlo en práctica. Había sufrido bastante aprendiendo a volar cuando tomaba forma de ave y algo le decía que terminaría con algo roto cuando practicara, aunque pensándolo bien, no estaría de más usar otra forma de desplazarse, ya que en ocasiones resultaba agotador cambiar de forma por largos periodos de tiempo.
—Memorízalo —sugirió la reina—. Si tengo razón aprenderás con facilidad, de lo contrario, ambas esconderemos estos libros para no verlos jamás. ¿Tenemos un trato?
La castaña tragó el nudo de su garganta y observó los ojos azules de la reina.
—Sí, Majestad.
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Por días estuvo expectante, nerviosa por los resultados que podrían arrojar aquellos libros estando en posesión de la reina, mas nada sucedía. Continuó cumpliendo sus labores con Ekanna y entrenando con Sif, además de poner en práctica el nuevo hechizo. Reflexionó acerca de la magia que supuestamente estaba ligada a su destino, encontrándose aceptando aquella magia que había causado una guerra y dándole la razón a Frigga, puesto que aquel mal podría ser usado a su favor. Incluso profundizó en la información que existía sobre Heid y Cirya, conociendo su alianza y sorprendiéndose con el final de ambas brujas.
Resultaba que ambas combinaron sus conocimientos, los cuales plasmaron en múltiples libros para distintos fines y se regocijaron con el arte que habían creado. Llegó un momento en que Heid quiso más poder, cosa que la otra difería, causando un conflicto entre las brujas. Los hechos terminaron con Cirya siendo asesinada por Heid en una de sus disputas y esta última terminó siendo capturada por los Einherjar, obteniendo una sentencia de muerte por sus actos.
El hecho de que aquellas brujas no estuvieran para reclamar lo que les pertenecía la calmaba, le otorgaba la libertad de ejercer y modificar su magia a voluntad, y por supuesto que lo haría. No obstante, se dio cuenta del reto que sería aprender a manipular sus hechizos con sólo usar el que la reina le había propuesto. Hizo todo como lo recordaba, se enfocó en su tarea e intentó controlarla, pero había algo que la distraía, y era la sensación de aquella magia. No era igual a la que acostumbraba usar, la cual se sentía natural y como mucho le ocasionaría fatiga si se trataba de un hechizo elaborado, esta se sentía como una leve ráfaga de adrenalina recorriendo su cuerpo, pero intensa como para desviarse de su concentración u olvidar otros elementos.
En su intento de aprender una nueva forma de desplazarse, descubrió que el hechizo la llevaba por el aire en medio de una bruma oscura y adquiría más velocidad de la que acostumbraba a tomar como ave, pero sabía que podría dominarlo si se empeñaba en hacerlo. No obstante, un día cometió el error de aceptar la ayuda de Thor en su práctica; en realidad el rubio no hizo nada malo, al menos no completamente. Fue una buena compañía, pero la molestaba y la ponía a prueba, además que eligieron un muy mal espacio para practicar.
El bosque era amplio y tranquilo, pero los árboles no eran un buen amortiguador, lo confirmó varias veces al chocar contra ellos y derrumbar varias ramas en su caída, afortunadamente, la mayoría de veces estaba Thor en el suelo para atraparla y preguntarle si deseaba ser llevada al Salón de Sanación. De igual forma, eliminando los rasguños y algunos moretones que desaparecieron con rapidez, fue bueno tener al rubio allí, dándole algunos consejos para mejorar su vuelo, y quién con mejor experiencia que el hombre que se chocó estrepitosamente contra el Himinbjörg durante su aprendizaje.
Pocos días más tarde, se sorprendió al recibir una visita inesperada en el taller de Ekanna. La rubia se acercó a su lugar de trabajo algo asustada debido a la presencia de un Einherjar que la solicitaba; la ojigris no tardó en acudir al llamado y ver al hombre de armadura dorada en medio del lugar, él le informó que la Reina Frigga solicitaba su presencia urgentemente en el palacio, cosa que hizo que su corazón se saltara un latido. Le pidió disculpas a la rubia y se dejó guiar por el soldado, quien le llevó hasta el lugar donde la mujer le esperaba y anunció su llegada. Ella le pidió que la acompañara mientras caminaba con rapidez rumbo al Salón del Trono.
—¿Qué sucede, Alteza? —inquirió ella, tomando su vestido para evitar tropezar con él.
La Reina se giró, permitiéndole distinguir una sonrisa llena de esperanza y el brillo en sus ojos le demostraba que tenía una buena noticia para darle:
—Lo he encontrado.
He aquí algunas explicaciones de cosas mencionadas:
1. Haldor fue un interés amoroso que tuvo Sif, el cual fue manipulado por Lorelei y eventualmente fue asesinado. Esto se menciona en Agents of S.H.I.E.L.D.
2. La mitología en esta historia ha sido modificada. Ya lo habrán notado, pero no está de más mencionarlo.
3. Kári es un personaje de mi saga y tendrá una aparición en este fic. Su historia estará ligada a una parte del Tercer Acto, pero no hace falta leerla para entender. Aunque si desean hacerlo, quiero decir que es corta y no tiene trama destinada al romance.
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