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XXI-V

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CAPÍTULO 21.5
Lamentos

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Pocos días después de lo sucedido se llevó a cabo una celebración en el palacio por el regreso de Thor. No fue tan grande como la que estaba planeada para el día de su coronación, pero sí había muchos personajes importantes, sobre todo guerreros y aquellos que han sido nombrados dioses. Cierta castaña también fue invitada, pero se abstuvo por lo que aquellas paredes doradas le hacían recordar.

La noticia de la muerte de Loki llegó a sus oídos justo cuando esperaba a que las Sanadoras dieran su veredicto de Heimdall, sentía un mal presagio con lo que le había sucedido al Bifröst y el ver a Thor caminando hacia ellos con una expresión dura pero con ojos tristes confirmó todo lo que estaba rondando por su cabeza. El rubio se adelantó a preguntar lo que había sucedido con el guardián, escuchando a la vez que el moreno estaría recuperado en la mañana, luego se dirigió a los tres guerreros y las dos mujeres que estaban allí, quienes estaban impacientes ante lo que había sucedido. Respiró hondo y contuvo las lágrimas que pronto traería el ardor en sus ojos.

—Loki murió —dijo él—. Intenté salvarlo, pero se dejó caer al hoyo negro que creó el Bifröst. Yo pude caer con él, de no ser por la llegada de Padre.

Los guerreros comenzaron a hacer más preguntas, pero Syntherea había dejado de escuchar desde las primeras palabras de Thor, por reflejo llevó su mano derecha al cuarzo en su cuello, rodándolo entre sus dedos como si de alguna forma aquel cristal portara alguna evidencia de que las palabras de Thor eran mentira, o simplemente porque era un recuerdo del pelinegro, el último. Sentía que las Nornas estaban llevando a cabo un juego de muy mal gusto y de cierta forma se sentía culpable con lo sucedido, aún sin haber tenido el poder suficiente para evitarlo. El recuerdo de la primera vez que la llevó a la cúpula le cayó como un balde de agua fría, pareciendo un déjà vu.

«Si caes, no habrá manera de rescatarte

Cómo empezaba a odiar a las Nornas.

Se disculpó antes de girar sobre sus talones e irse de vuelta a su hogar, no se sentía completamente bien como para quedarse y ver a Thor aguantar las lágrimas. Nadie la detuvo, simplemente la observaron irse mientras se centraban en el shock del rubio, quien le acompañaba en sentimiento. Al llegar a casa ella fingió estar completamente bien, asombrándose al recibir un abrazo doble como los que los hijos de Odín solían darle siglos atrás, pero con menor fuerza.

—¡Estábamos muy preocupados! —escuchó a Ekanna—. ¿Dónde estabas?

—En el palacio, pero...

—Syn, supimos que el Bifröst fue destruido —le interrumpió Aaren—. ¿Qué sucedió?

La castaña no pudo evitar las lágrimas que se acumularon en sus ojos ante el recuerdo de las palabras de Thor. Los adultos se separaron para verla mejor, quedando fuera de lugar al verla al borde del llanto.

—¿Syn? —llamó su progenitor con suavidad.

—¿Tiene algo que ver con los príncipes? —inquirió Ekanna.

Sus lágrimas cayeron sobre sus mejillas al momento en que parpadeó, procediendo a asentir con la cabeza. La rubia la acogió en sus brazos, dejándola llorar en su hombro mientras Aaren tenía todo un poema en el rostro; sin embargo, no buscaron torturarla más y le permitieron desahogarse. No sería hasta unas pocas horas después que escucharían la noticia:

Thor había regresado de su exilio y Loki había fallecido durante un nuevo ataque de los Gigantes de Hielo, el cual propició la destrucción del puente.

A la castaña le costaba asimilarlo y dos días después ya todo el pueblo supo lo que sucedió, a la vez que un Einherjar llegó al taller de Ekanna con la tarea de invitar a la castaña a la celebración por el regreso de Thor. La ojigris no pudo evitar pensar que la versión que se le contó al pueblo fue divulgada por la Reina Frigga, puesto contaba con eufemismos y los detalles justos que Odín jamás habría dicho, optando algo más cruel y, posiblemente, afectando la imagen de Loki. No se debía ser allegado a él para suponer esto. Agradeció al soldado por la invitación y se centró en hacer su trabajo cuando se fue. Debía compensar su ausencia como le fuera posible.

Llegando el atardecer, Ekanna le dejó partir como siempre, diciendo que debería asistir. Le facilitó varias opciones de vestidos, pero ella no tenía ganas de ir. No quería ir al palacio y ver rostros jubilosos regocijándose y celebrando al rubio, olvidando que su hermano había muerto. No podía estar en medio de toda esa alegría cuando su corazón lloraba.

El Bifröst le traía recuerdos agrios, pero sonaba una mejor opción que el palacio. Tras pensarlo un momento, decidió ir con el Guardián, planeaba preguntar por su estado de salud y luego se iría, nada más. Al llegar, se le hizo extraño no ver la cúpula dorada, al igual que el puente destruido, lo único que permanecía igual era la posición del moreno. Siempre observando al infinito, cuidando el reino de amenazas que lograran llegar; también vigilaba otros mundos, a pesar de ser menos provechoso ahora que no tenían cómo acceder a ellos, les echaba un vistazo para saber en qué estado se encontraban sus habitantes por el momento.

La castaña se acercó con lentitud, intentando apaciguar los recuerdos que aparecían en su mente y mantenerse firme ante el hombre frente a ella. No pudo evitar sentir algo de vértigo al estar a pocos pasos del borde fragmentado del puente, le parecía que el suelo se movía y perdería el equilibrio en cualquier momento. Sus piernas flaqueaban, demostrando el temor que le daba acercarse tanto a la orilla. Le pareció escuchar una leve risa proveniente de la garganta del moreno.

—Es seguro, Lady Syn —afirmó él, manteniendo una tenue sonrisa en su rostro.

—Lo sé, es sólo que tengo esta sensación de que podría —tragó con fuerza, evitando pensar en lo que había sucedido allí—, caer.

Hubo un silencio sepulcral por un momento, ninguno sabía qué decir al respecto; no buscaban herir susceptibilidades o decir algo fuera de lugar, así que dejaron morir el tema. Syntherea recordó por qué había ido en primer lugar, cosa que le animó a preguntar:

—¿Cómo se encuentra?

—Estoy bien —se giró a verla—. Se necesita más que un poco de hielo para herirme.

La castaña sonrió de lado, dirigiendo su vista al cosmos al mismo tiempo que Heimdall. Buscó en el espacio un poco de calma, un escape para la tristeza que había sentido. Sin embargo, su meditación se vio interrumpida con la llegada del rubio, cuya voz la sacó de su trance.

—Así que la tierra se ha perdido para nosotros.

—No —respondió con simpleza el hombre de armadura dorada—. Siempre hay esperanza.

Thor llegó al lado de la ojigris, acompañándolos a ver las nebulosas frente a ellos. Syn notó un cambio en él, parecía menos orgulloso que antes, hablaba con suavidad y cuidaba sus palabras. Creía que todo se debía a la muerte de Loki, la muerte de un ser querido cambiaba a cualquiera, o quizás algo había pasado en Midgard. Su suposición tuvo más relevancia cuando le escuchó al rubio preguntarle al moreno «si podía verla», cosa que él afirmó.

—¿Cómo está? —inquirió de nuevo.

—Te está buscando —confesó el moreno, haciendo que el príncipe sonriera.

La castaña frunció levemente el ceño al ver la sonrisa boba que tenía en el rostro.

—¿Me perdí de algo? —se atrevió a bromear.

El Dios del Trueno volteó a mirarla sin borrar su sonrisa, frunciendo el ceño levemente.

—¿Se nota tanto? —ella rió con suavidad.

—Mucho, de hecho —confesó—. No sabía que te gustaban las mortales.

—Ella es... especial —dijo sin borrar su sonrisa—. ¿Cómo estás, Syn?

—Bien. Ya sabes, lo usual —dijo en automático, sin querer pensar en el trasfondo de la pregunta.

Thor suspiró, bajando la mirada.

—Sabes a lo que me refiero.

La curva en sus labios se desvaneció tan pronto escuchó sus palabras, su tristeza volvió de golpe y sus ojos comenzaron a arder de nuevo. Apartó la mirada justo cuando él fijó sus ojos azules en ella, no quería que la viera llorar, pero sus lágrimas no tardarían en mojar sus mejillas si seguía allí.

—Siento que pude hacer más —murmuró, sabiendo que si hablaba con normalidad su voz se quebraría y su debilidad se haría más notable.

Cuando su vista se nubló, la castaña se giró con rapidez para irse y evitar hacer una escena allí, enjugó las lágrimas que escaparon de sus ojos mientras caminaba, esperando escapar de aquella situación. Un sollozo se atascó en su garganta cuando sintió unos brazos envolverla, pudo diferenciar la armadura de Thor junto a su rostro y sintió su mentón apoyándose en su cabeza. No dijeron nada, simplemente se quedaron allí, consolándose y llorando su pérdida. Era lo mínimo que podían hacer en ese momento.

—Tienes que contarme acerca de esa midgardiana —dijo ella.

Aquel comentario causó una leve risa en el príncipe, la cual se contagió a la joven. Ambos se separaron, permitiéndole al rubio limpiar con suavidad los rastros de lágrimas en su rostro, logrando hacerla sonreír con los labios sellados. Supieron así que con el apoyo del otro podrían lidiar con la muerte de Loki.

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