XXI
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CAPÍTULO 21
Traición
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A pesar de haber estado decidida a confesar lo del libro, terminó acobardándose a último momento; quizás no era tan buena idea como pensó, quizás sería ella quien saldría perjudicada. Debía hallar otra manera.
Volvió a casa algo tensionada, no sólo por lo que sucedía, sino porque cierto azabache se dirigió a la cúpula justo cuando ella salía; estaba segura de que la vio en su forma de ave, volando de vuelta al pueblo. No tendría nada de qué preocuparse si no hubiera demostrado que intentaba evitarlo, probablemente también había notado que faltaba un libro en sus aposentos y teniendo en cuenta que no había vuelto a la biblioteca como acostumbraba, estaba en todo su derecho de sospechar que algo sucedía.
Pasó la noche en vela, tensionada y con muchas preguntas rondándole la cabeza; se revolvió en su cama por horas, quitándose la sábana, cubriéndose de nuevo con ella, recostándose boca abajo o de lado, mas no pudo conciliar el sueño. Sintió una gran frustración cuando vio la luz del día colándose entre las grietas de las puertas de su ventana, sólo le restaba prepararse para el día que no quería afrontar. No se sentía en condiciones para trabajar, cosa que le hizo saber a su padre y a Ekanna, quienes aceptaron con la condición de compensar el día perdido cuando estuviera dispuesta.
La castaña no tuvo mejor idea que ir de nuevo con el guardián, arriesgando encontrarse de nuevo con Loki, pero el panorama que encontró fue más que desconcertante. El Himinbjörg estaba cerrado y el moreno estaba de pie en la entrada con una cara de pocos amigos más acentuada de lo normal.
—¿Heimdall? —llamó ella con cautela—. ¿Qué sucedió?
El guardián tomó aire, dirigiendo sus ojos naranjas a los grises de ella.
—El Rey Loki ha ordenado no abrir el Bifröst a nadie hasta nuevo aviso —respondió él. La joven desconfió de aquella orden tan pronto la escuchó, ¿por qué querría que el puente estuviera cerrado? Debía tener una gran razón para ello—. Nuestros invitados están por llegar, puede que desee escucharlos —añadió, tomando su espada y entrando a la cúpula.
—¿Invitados? —preguntó ella, viéndolo insertando la Hofuth en su lugar y abriendo la compuerta.
—Los Tres Guerreros y Lady Sif —explicó—. Escuché que planeaban algo y pedí su presencia.
No tenía que hacer preguntas para saber que conspiraban contra Loki, sabía que lo hacían. Querían a Thor de vuelta y era obvio que el azabache no tenía intenciones algunas de regresar a su hermano a casa, probablemente porque, si sus suposiciones eran ciertas y tramaba algo, el rubio lo detendría en flagrancia.
Ella sabía lo mucho que Loki quería a su hermano, pero también lo mucho que le molestaba lo petulante y egocéntrico que era, no debía ser tan allegada a la familia real para notar que Odín prefería a Thor, al igual que el pueblo. Los créditos de las victorias se las llevaba el rubio y sus amigos, a pesar de que parte de la estrategia era creada por el azabache; él se regocijaba en silencio por el éxito de su plan mientras toda la atención iba directo a la fuerza bruta de su hermano. Así cualquiera se volvería resentido, pero Loki lo estaba llevando a otro nivel. No entendía por completo los líos en su cabeza, no conocía muy bien al Padre de Todo ni el trato que tenía con sus hijos a puertas cerradas, pero no creía que esa fuera la forma correcta de demostrarle a su padre de era... ¿igual a Thor?
Una cosa era querer boicotear su coronación, pero otra muy distinta era traer Gigantes de Hielo para lograrlo. Si quería demostrar ser igual a su hermano, la forma en que quería lograrlo era completamente descabellada. Había cambiado a través de los siglos, eso no lo podía negar, se había vuelto más misterioso, por decirlo de algún modo; tenía el presentimiento de que el travieso niño que le había ayudado cuando el Einherjar la descubrió leyendo se había esfumado para no volver, sin embargo, una parte de ella esperaba que en él aún existieran las cualidades que le atrajeron desde el inicio. Quizás haya perdido la inocencia, pero tenía la esperanza de que muy en el fondo aún existiera el joven que le regaló aquel cuarzo que tanto atesoraba y mantenía siempre adornando su cuello. Esperaba no perder esa expectativa con las acciones de Loki, lo cual la llevaba de vuelta al presente y caía en cuenta de lo que estaba sucediendo.
—No sé si debería preguntarte esto, pero —se aclaró la garganta, reuniendo el valor para dirigirse a él—. ¿A dónde se dirigía Loki cuando me fui?
Heimdall volteó a mirarla con severidad, haciéndola dudar de lo que había preguntado.
—Jötunheim, Lady Syn —respondió el moreno—. Dígame, ¿hay algo que sepa al respecto?
La ojigris bajó la mirada, cerrando los ojos y respirando hondo.
—Me temo que sí —admitió, encarándolo de nuevo.
Justo antes de poder confesar algo más, llegaron los guerreros con una tenue palidez en sus rostros. Al parecer el llamado de Heimdall los tomó por sorpresa, se notaba la tensión que sentían todos ellos. El guardián dirigió sus ojos naranjas a los cuatro recién llegados, quienes intercambiaban su atención entre el guardián y ella. No les permitió siquiera saludarle, simplemente comenzó a hablar.
—¿Ustedes desafiarán las órdenes de Loki, nuestro Rey, violarán todos los juramentos que hicieron como guerreros y cometerán traición para traer de vuelta a Thor? —inquirió el moreno con voz autoritaria, incluso ella se sentía intimidada ante el tono que usaba.
—Sí —admitió Sif, hablando por todos los guerreros presentes.
—Bien —dijo él, bajando las escaleras y dejando a todos fuera de lugar. ¿Acababa de aceptar el acto de traición que planeaban?
—¿Entonces nos ayudarás? —preguntó la Diosa de la Guerra, siguiendo al moreno con la mirada mientras se abría paso entre ellos.
—Estoy ligado por honor a nuestro Rey. No puedo abrirles el puente —alegó él.
—Qué tipo tan complicado, ¿verdad? —dijo Fandral, quejándose del guardián que se quedó de pie unos metros fuera del Himinbjörg.
—¿Y ahora qué haremos? —se lamentó Volstagg.
Sif se volteó en dirección a la castaña, escrutándola con la mirada.
—¿Y tú? ¿Nos ayudarás?
—Quiero tanto como ustedes que Thor regrese, pero no soy la indicada para operar el Bifröst —explicó ella, haciendo que la pelinegra se quejara en voz baja.
Cuando menos lo esperaron, comenzaron a brotar chispas de la espada, la castaña se apartó con rapidez y Sif llamó a los demás. Pronto el mecanismo de la cúpula comenzó a funcionar y el puente se abrió, posiblemente alertando a Loki desde el palacio. Los guerreros se apresuraron a entrar en el Bifröst, cuando ya se habían ido, Heimdall volvió para desactivar su poder. Todo quedaba en sus manos ahora.
—Será mejor que intente distraerlo —dijo ella, decidida a volver al palacio y encarar de nuevo al azabache, dándole tiempo a los guerreros de hallar a Thor y traerlo de vuelta.
Antes de que Heimdall respondiera, ella ya había tomado una forma de ave y emprendido vuelo hacia la estructura dorada; ya encontraría otro momento para hablar con él. Ahora, sólo restaba adivinar dónde se encontraba Loki.
Deshizo su magia cuando llegó a uno de los pasillos que podían guiarla a la Sala del Trono, sin embargo, él no se encontraba allí. Comenzó a recorrer el palacio en busca del Rey, incluso preguntó a los sirvientes si de casualidad lo habían visto, a lo cual sólo obtuvo una respuesta positiva. Se dirigió al lugar que la mujer le había indicado, pero no vio indicios de la presencia de Loki allí. Logró lo que sea que quería hacer, pero ella estaba dispuesta a encararlo; tenía un par de cosas por decirle y aprovecharía ese tiempo para pensar qué clase de palabras usaría.
Decidió ir por última vez a la biblioteca para pensar mientras el azabache aparecía, quizás nunca podría pisar el suelo del palacio tras lo que estaba dispuesta a confesar, así que aprovecharía los últimos instantes de tranquilidad que le quedaban. Al pasar por el umbral no pudo detener la melancolía que la invadió; recordó momentos vividos en aquel lugar, las veces en que Loki había leído para ella y le había enseñado hechizos, las anécdotas de cuando les visitaban monarcas de otros reinos y las veces que estuvo sumido en pequeñas guerras a las cuales Thor le arrastraba. Recordaba la sonrisa sincera de Loki, la inocencia que perdió con el tiempo, no pudo evitar preguntarse cuándo fue el momento en que todo cambió.
Perdió la noción del tiempo mientras revivía el pasado y pensaba en las palabras correctas para expresar lo que debía, solo volvió al presente cuando una empleada entró a la biblioteca y le avisó acerca de la presencia del Dios de las Travesuras en el trono.
Tomó las telas de su vestido y se apresuró a llegar a la sala, no fuera a ser que mientras llegaba él desapareciera de nuevo para hacer de las suyas y crear el caos que tanto le gustaba. Al estar cerca, disminuyó su paso e hizo lo posible por controlar su respiración, recordó lo que había planeado decirle y reunió coraje para enfrentarlo. Jugó con sus dedos con nerviosismo y bajó su mirada hasta sus pies, combinación que le dificultó ver que alguien más se acercaba por una esquina, logrando notar su presencia sólo cuando ambos chocaron. La ojigris levantó la mirada para pedir disculpas a la persona que quizás había lastimado, encontrándose nada más y nada menos que con la persona que estaba buscando, por consecuente, las palabras se atascaron en su garganta.
—¡Loki! —exclamó ella, algo nerviosa—. Justo te estaba buscando.
—Ahora no, Syn —la detuvo sin dudar; su tono era severo, incluso tenía índices de enojo—. Estoy ocupado.
—Pero necesito hablar contigo —insistió ella, viéndolo pasar a su lado y notando la Gungnir en sus manos.
—No tengo tiempo, será en otro momento —gruñó él, continuando su camino sin siquiera mirarla.
Oh, Al Helheim con la planeación.
—Irónico. Sí tuviste tiempo para hurtar y usar el libro que te mostré el otro día.
Su corazón comenzó a latir con más fuerza al decir aquellas palabras y verle detenerse en seco. No tenía tiempo para lamentarse por haber sido tan tosca, sólo podía pensar en una forma de no alterarlo más de lo necesario; después de todo, tenía el poder para ejecutarla si se le daba la gana.
Loki se volteó, sus ojos parecían echar chispas y apretó su agarre en el báculo. La castaña se sintió intimidada, pero se mantuvo firme ante todo.
—¿Disculpa?
—Me escuchaste, Loki —recalcó—. Sé que robaste el libro de las brujas oscuras cuando tuviste la oportunidad y lo usaste.
—¿Estás acusándome de usar magia oscura? —entrecerró los ojos y comenzó a avanzar pausadamente en su dirección—. ¿A mí?
—Eres la única persona a quien le mostré ese libro y casualmente lo perdí ese mismo día. Es toda una coincidencia que lo que sucedió con Heimdall y los Jotnar fuera idéntico a un hechizo plasmado ahí.
El pelinegro separó los labios, dispuesto a defenderse ante el tono irónico que usaba ella.
—¿Quién te crees que eres para venir y atribuirme tal cosa? —comenzó a acercarse amenazadoramente.
—No intentes aparentar inocencia —replicó ella—. Te conozco, Loki. Sé lo mucho que te gustan las bromas, pero ingresar Gigantes de Hielo al reino es algo muy distinto.
No se dio cuenta del peligro que corría hasta que tuvo al ojiazul a pocos pasos de ella, observándola con enojo. Syn comenzó a retroceder ante su cercanía, siendo detenida por una columna con la que chocó tras unos segundos. Durante todo ese tiempo mantuvo contacto visual, nada rompía el vínculo de sus ojos, ni siquiera el riesgo de tener la Gungnir apuntando directo a su cuello.
—¿Crees que voy a arrepentirme porque tú lo dices? —comenzó a decir—. Es gracioso que pienses conocerme y cuestiones lo que hago. No lo harías si supieras de verdad cómo soy y lo que vivo. ¿Intentas amenazarme? ¿A quién crees que hallarían culpable de la entrada de los Jotnar en Asgard: a mí, el hijo de Odín, o a ti, la supuesta dueña del libro de magia? —la joven no respondió, se limitó a guardar silencio mientras lo observaba—. Eso creí.
Apartó el báculo de su cuello y dio la vuelta, dispuesto a retomar su camino. La castaña sintió un ardor familiar en sus ojos y a pesar del nudo en su garganta, pudo articular unas últimas palabras.
—¿Quién eres?
Loki ni se inmutó, simplemente giró la cabeza y llamó a los guardias, quienes llegaron con rapidez, les pidió escoltar a la joven fuera del palacio y se dirigió a su destino como si nada hubiera pasado. Los dos Einherjar que acudieron al llamado de su Rey le pidieron amablemente que les acompañara rumbo a la salida, ella no tuvo otra opción más que obedecer. Sabía que había sido gentil al ordenar que la sacaran en vez de enviarla directamente a las mazmorras, sin embargo, el dolor que le había causado sus palabras le hacía más difícil la tarea de reprimir las lágrimas de impotencia que querían salir de sus ojos.
Fue llevada hasta la salida más cercana, justo cuando escuchó un galope apresurado pasando por el puente arcoíris y reconoció una capa verde ondeando con el viento. Con toda la paciencia y cortesía que podían ofrecer, fue escoltada hasta las escalas que daban al pueblo y los soldados se despidieron con un movimiento de cabeza. Caminó sin rumbo alguno, teniendo la mente en blanco a toda costa para no terminar armando un espectáculo frente a los pueblerinos que pasaban a su lado. No obstante, el eco y resplandor del Bifröst en funcionamiento llamaron su atención, dándole a entender que todo el lío que acontecía estaba lejos de terminar. Presentía que algo estaba mal, mucho más cuando sintió una brisa helada pocos minutos después de lo sucedido con el puente; quizás los guerreros habían vuelto con Thor, pero dudaba mucho que Loki les recibiera bien tras haber desafiado su autoridad.
Tomó una decisión apresurada, no perdería nada con volver al Himinbjörg para confirmar sus sospechas. Si estaba equivocada le daría la bienvenida al rubio y hablaría con Heimdall, pero si tenía razón, necesitaría de la mayor ayuda posible. Tomó un atajo poco concurrido y usó su hechizo cambia formas para llegar más rápido a la cúpula. El panorama que presenció antes de llegar le heló la sangre: dos cadáveres de Gigantes de Hielo en la entrada y un rastro de hielo que se dirigía hasta el interior.
Llegó hasta el Himinbjörg donde deshizo su magia, sólo para encontrar al guardián moviéndose con dificultad para introducir la espada en su lugar. Le ayudó sin pensarlo mucho; cuando el mecanismo estaba en funcionamiento le vio perder fuerzas y le atrapó como le fue posible antes de que cayera al suelo, a pesar de sentir el escozor de la temperatura baja de su armadura en las manos. Un rayo de esperanza llegó a ella al ver a Thor, con su armadura plateada y su martillo en mano, seguido por los Tres Guerreros y Lady Sif, los cuales se apresuraron a ayudarle a socorrer al moreno y sacar la Hofuth de su lugar.
—¡Llévenlo a la Sala de Curación! —ordenó Thor, viendo los cuerpos de los Jotnar en la entrada—. Yo me encargaré de mi hermano.
Tras aquellas palabras supo que no hacía falta decirle al rubio lo que estaba sucediendo, él ya había atado cabos. Se limitó a acompañar a los guerreros y ayudarle a Heimdall, le llevaron a la Sala donde las Sanadoras se apresuraron a ayudarle al guardián. No hizo muchas preguntas, casi no habló en todo el tiempo que estuvo allí; vio en silencio cómo el Bifröst era dejado abierto, escuchando a los guerreros hablando acerca del poder que se desataba y suponiendo el objetivo. Ahogó un quejido cuando vio su repentina destrucción y la caída de la cúpula por el borde de la cascada, sintiendo el aire de la explosión llegando hasta ella. Poco sabía ella lo que estaba ocurriendo en el puente, pero sus dudas serían aclaradas y probablemente la sensación que le causaría terminaría siendo más angustiante.
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