XV
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CAPÍTULO 15
El obsequio
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La castaña tenía el corazón latiendo con fuerza en su pecho, sus ojos estaban abiertos en puro horror y un grito quería abrirse paso por su garganta, pero no había suficiente aire en sus pulmones que le permitiera articular palabra alguna, tampoco era capaz de inhalar ya que estaba presa de un fuerte agarre que tampoco le dejaba sentir el suelo bajo sus pies. No sucedía nada fuera de lo común, no estaban a punto de matarla ni nada por el estilo, no había hecho nada que fuera lo suficientemente grave para ameritar hacerlo, simplemente estaba siendo abrazada con muchísima fuerza por cierta rubia que había aparecido de la nada mientras ella se frotaba los ojos cuando salía de su habitación.
—¡Ay, mi niña ya es mayor de edad! —exclamó ella moviéndola de un lado a otro, apretando inconscientemente su agarre.
—Ekanna, la estás ahogando —dijo Aaren con toda la tranquilidad del mundo, mientras veía a su hija siendo víctima de la efusividad de la rubia.
—Oh, claro —se dignó a soltarla por fin. La castaña trastabilló mientras volvía a respirar con normalidad y se recuperaba de la repentina muestra de afecto—. Lo siento, sólo me emocioné un poco.
—¿Un poco? —dudó ella, aún recuperándose de que le rubia le hubiera sacado el aire. Ambas rieron.
Aaren se acercó a su unigénita, apartó un mechón de cabello que había caído en su rostro y sonrió. Syn esperaba una reacción más seca, incluso indiferente por parte de su padre, pero en cambio recibió un cálido abrazo, mucho más suave que el que le había dado la mujer y lleno de cariño a pesar de haber estado enojado con ella.
—Feliz cumpleaños, hija —dijo justo antes de besar su coronilla. Parecía como si ese día hubiera olvidado todo lo que le había hecho dudar de ella, junto a las razones que le hicieron enojarse en primer lugar.
Sin embargo, por mucho que le confundiera su actitud prefería no decir nada al respecto y aprovechar que su progenitor estaba de buen humor, quizás sólo por ese día. La castaña se aseó y arregló como de costumbre, optando por recogerse el cabello en un peinado trenzado y un vestido en tonalidades azules. Su padre y la rubia prepararon un desayuno especial, siendo esta una de las atenciones que podían darle aquel día; más tarde cumplió al acompañar a Ekanna en su taller –puesto que ser su cumpleaños no ameritaba poder dejar descuidados sus deberes– logrando terminar un poco antes para pasar tiempo con su padre y cumplir con la tradición de su paso a la adultez. Ella no era miembro de la realeza, ni tenía tantas amistades, por ello no recibió más regalos que lo que pudieron darle; tampoco esperaba que los príncipes o Sif se acercaran y se tomaran el tiempo de ir por un momento a felicitarla, estaba segura de que tenían cosas más importantes que hacer –además, le parecía recordar no haberle dicho a nadie acerca de su fecha, lo cual hacía imposible que adivinaran– por lo que se empeñaría en disfrutar el resto del día tanto como pudiera.
Mientras su Aaren terminaba de grabar un patrón en una pieza de metal y contaba una anécdota que les causaba gracia a ambas mujeres, un joven llegaba al pueblo viendo cómo las personas le sonreían y le hacían una reverencia al pasar cerca de ellos. Conocía la ruta que le llevaría a su destino y estaba preparado para la ocasión, así que sin tardar mucho llegó a la casa que anteriormente había visitado. Asomó su cabeza y sonrió al ver justo a la persona que necesitaba, con compañía, pero hallaría la forma de conseguir lo que quería. Aaren fue el primero en percatarse de la presencia del príncipe en su taller, sin pensarlo mucho se puso de pie y ante su expresión de sorpresa ambas mujeres voltearon, quedando estupefactas al ver el nuevo invitado.
—Alteza —logró decir el hombre, inclinando la cabeza hacia el pelinegro, las mujeres imitaron su acción—. ¿A qué debemos su presencia?
Syntherea dirigió su atención al heredero en la puerta, viéndole sonreír como de costumbre al observarla por un fugaz momento y dirigiéndose al castaño.
—Vengo a ver a Lady Syn, según tengo entendido hoy es su cumpleaños, ¿me equivoco?
—Por el contrario Majestad, está en lo correcto. Pase.
Loki sonrió, entrando en el taller con tranquilidad, observando momentáneamente las piezas metálicas puestas en diferentes puntos del lugar.
—Espero no molestar con mi presencia, debí avisar que vendría pero estuve algo ocupado.
—No se preocupe, Príncipe —dijo Ekanna, abriéndole paso a la castaña para que se acercara a él—. Los amigos de Syntherea son siempre bienvenidos.
El azabache inclinó su cabeza hacia la rubia, agradeciéndole antes de acercarse a la castaña, la cual se había quedado inmóvil tanto por la sorpresa como por el miedo de la reacción de su padre. Volvió en sí cuando vio a Loki acercándose a ella con su típica sonrisa, sintiendo su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
—No hacía falta que viniera, Príncipe Loki —se animó a decir, viéndolo a los ojos. No pudo evitar perderse en ellos por un momento.
—Claro que sí, es tu cumpleaños. No sería cortés de mi parte dejarte sola en este día, cuando hiciste lo mismo por mí —ella rió algo nerviosa, recordando brevemente lo que casi había sucedido en su día especial; su pensamiento se esfumó el mismo instante en que él acarició su brazo hasta llegar a su mano, la cual tomó con suavidad y la acercó a su rostro, dejando un beso en sus nudillos—. Feliz cumpleaños, Lady Syn.
La castaña no pudo evitar reír con suavidad ante su gesto, bajando la mirada un momento al sentir una tenue calidez subiendo a sus mejillas, alentando al príncipe a sonreírle con amplitud. Su momento fue arruinado al escuchar una sonora aclaración de garganta por parte de Aaren, causando que ambos jóvenes dieran un paso lejos del otro.
—¿Gusta de algo, Majestad? —ofreció el castaño, dándole la sonrisa más tranquila que alcanzó a formar en su rostro.
—No, gracias. Estoy bien —respondió el azabache, siendo lo más cortés que podía—. En realidad me complacería tener su permiso para llevar a la festejada a dar una vuelta, volveremos enseguida.
Al escuchar esas palabras y notar el tono sutilmente autoritario que había usado Loki, la castaña deseó desaparecer. Las palabras de su padre el día que llegó tras la fiesta de Thor vinieron de nuevo a su mente, quedándose estática por un momento expectante a la reacción –probablemente nada agradable– de su progenitor. Pudo verle alternando su atención en ambos, pensándolo seriamente y tratando de encontrar alguna pista de estar tramar algo más en sus rostros, pero no vio nada que le alertara. Sin embargo, seguía sin confiar mucho en el príncipe frente a él. El título que le contaron se le había otorgado era de todo menos alentador.
Una delicada mano se posó en su hombro, dándole un suave apretón que pretendía tranquilizarlo; al levantar la mirada se encontró con los ojos de Ekanna que le miraban de tal forma que terminó aceptando. Le daba a entender que si no la dejaba ir, ella lo mataría con sus propias manos; por lo que terminó aceptando tras pensarlo mejor. Su pequeña ya tenía dieciocho años, era hora de confiar más en ella, darse cuenta de que era capaz de defenderse y podía hacerse una idea de qué sería bueno y malo para ella.
Loki prometió que sólo sería un rato y tras tener la autorización del progenitor, tomó a la castaña de la mano y la llevó hasta el lugar donde había dejado sus caballos; ella se sintió sutilmente avergonzada al ver las expresiones de las personas a su alrededor, se veían sorprendidas al verla acompañada por el príncipe, pero hacían todo lo posible por disimular y evitar que el hijo de Odín malinterpretara sus reacciones.
El azabache no especificó mucho acerca de a dónde irían pero ella lo seguía ciegamente sin importarle nada; en el fondo esperaba que no la llevara de nuevo a sus entradas peculiares, donde tenía que saltar de acantilados y sufrir de pequeños paros cardíacos por el terror que le causaba, mas logró disipar tales ideas al verle dirigirse al puente arcoíris. Al escuchar los cascos de los corceles contra el Bifröst el –recién nombrado– dios miró a su acompañante con una sonrisa que ocultaba algo.
—¿Qué tal una carrera al final del puente? —propuso, ganándose una risa confundida por parte de la castaña.
—¿Planeas jugarme otra broma?
—No esta vez, supongo que sabes cabalgar mejor que esa vez, ¿me equivoco?
Ella apartó la mirada, no le apetecía correr pero una parte de ella quería aceptar el reto y hacer lo posible por saborear el dulce sabor de la victoria a costa del príncipe, probablemente para que luego él encontrara la forma de compensar su derrota... o verle ganar para luego apreciar la sonrisa ególatra que solía dibujarse en su rostro.
—No quiero arruinar mi peinado —se excusó.
—Tus excusas insulsas me causan gracia —enarcó una ceja—. ¿A qué le temes?
—¿Qué te hace pensar que tengo miedo?
Él se encogió de hombros.
—Buscas la manera de huir de la situación, es un claro ejemplo de temor.
Ella se acomodó mejor en su lugar, haciendo que su caballo avanzara unos cuantos pasos. Lo pensó un momento y se mordió el interior de la mejilla. Loki escuchó una expresión afirmativa antes de ver su caballo comenzar a correr, por lo que se vio obligado a reaccionar con rapidez para alcanzarla. Hubo un momento en el que quedaron a la par, pero a último minuto ella tomó la delantera y llegó primero, teniendo una sonrisa en el rostro cuando detuvo su caballo. El pelinegro bajó algo resignado y encaró a su amiga, quien reía suavemente al ver la expresión en su rostro.
—Llegué primero, ¿cuál es mi premio? —bromeó ella, viéndole arquear una ceja.
—No alardees, te dejé ganar —se excusó, logrando que ella abriera los ojos con asombro.
—¡Eso es mentira! —vociferó ella—. ¡Qué mal perdedor eres!
La ojigris rió nuevamente ante la actitud del hijo de Odín. Caminaron hacia el interior del Himinbjörg, donde el guardián les recibió con un saludo cordial. Loki la guió hasta la apertura de la cúpula y se detuvieron a ver el espacio por un momento, los colores de las nebulosas continuaban siendo su foco de admiración, tal como la primera vez; perdió la cuenta de cuánto tiempo estuvo observando el horizonte, estando tan metida en su belleza que ni notaba la mirada del azabache posada en ella, al menos hasta que él decidió romper el silencio.
—Quisiera hablar sobre lo que sucedió el otro día —la castaña sintió que su corazón se detuvo por un momento, pero deseaba escuchar lo que quería decirle. Lo vio pensar unos segundos mientras humedecía sus labios con su lengua y movía sus manos unidas con algo de... ¿nervios?—. Quiero disculparme por lo que hice, me excedí y lamento si llegué a incomodarte. No pensé con claridad mis acciones.
Syntherea se sintió mal por lo que estaba diciéndole; no era su culpa, ella también quería llegar un poco más lejos, pero entró en pánico y se lamentaba por ello.
—No te preocupes, no hiciste nada malo —quiso continuar, decirle que en realidad ella deseaba aceptar el contacto que casi tuvieron, pero el temor que sentía a confesar sus sentimientos hacia el príncipe se lo impedía—. Yo lamento haberme ido tan pronto.
—No hay problema, te sentías un poco enferma, ¿no? —respondió Loki, sin querer darle más vueltas al asunto. Ella deseó golpearse por la excusa barata que le había dado esa vez, sin embargo, tampoco deseaba hablar más al respecto—. ¡Oh! Casi lo olvido. Permíteme darte tu regalo.
¿Regalo? ¿Tenía un regalo para ella?
Le pidió cerrar los ojos, lo cual hizo sin rechistar y esperó más instrucciones de su parte, pero no le escuchó decir nada más. El pelinegro movió sus manos, trayendo de vuelta el objeto que había guardado con magia y se posicionó a espaldas de la joven. Agradeció a los dioses y las Nornas que la castaña había elegido usar el cabello recogido justo ese día, prosiguiendo a atar en su cuello el objeto que le tenía preparado. No le dio la señal inmediata para que abriera los ojos, sino que aprovechó la situación para moverse a un lado y acercarse a ella; se suponía que besaría su mejilla como un amigo normal, pero decidió aventurarse más y besó la comisura de sus labios unos pocos segundos, logrando que la joven contuviera la respiración un momento. Afortunadamente el guardián les daba la espalda cuando se atrevió a hacer eso, pero apostaba lo que fuera a que lo vio todo de principio a fin.
Se separó de ella lo suficiente para susurrar en su oído que podía abrir los ojos y dio un paso atrás. La primera acción de la ojigris fue llevar su mano derecha a su cuello, tocando el objeto que ahora le adornaba, al bajar la mirada se sorprendió al distinguir el cuarzo azulado que se había detenido a mirar en su corta estadía en Vanaheim.
—No sabía qué podía obsequiarte, supuse que te agradaría recibir ese collar —explicó, como si ella pudiera llegar a ofenderse con tal detalle.
—¿Volviste a Vanaheim sólo por esto? —inquirió ella algo apenada, puesto que no esperaba un presente de su parte.
—No precisamente —bajó su mirada hasta el collar y volvió a centrar sus ojos azules en ella—. Lo compré cuando estuvimos de visita en el reino, sólo esperaba el momento adecuado para dártelo.
Syn no pudo evitar la sonrisa que se formó en sus labios y la tenue risa que salió de su garganta, jamás se hubiera imaginado que la había engañado durante unos minutos mientras observaba las artesanías Vanir, pero se fijaba más en el detalle de su regalo. Se sintió conmovida y tuvo la sensación de tener mariposas en el estómago; sólo esperaba no haberse sonrojado.
—Me encanta, Loki. Lo aprecio mucho —dijo ella, intentando contener las ganas de darle un abrazo.
Se miraron a los ojos por un momento, al menos hasta que un fuerte sonido resonó por toda la cúpula, parecía que habían lanzado algo contra la estructura dorada, causando que ambos jóvenes se asustaran y dirigieran su vista al lugar donde se originó el sonido; Heimdall no levantó la vista, pero le vieron negar levemente. Les pareció escuchar un quejido y algo deslizándose forzadamente por la superficie dorada, se acercaron a la entrada mientras escuchaban el sonido hasta que el causante cayó al suelo. Soltó un gruñido y se puso de pie con algo de esfuerzo, sacudiendo su cabellera dorada para apartarla de su rostro y enderezándose como si nada hubiera pasado.
—¿Aterrizaje forzoso, hermano? —se mofó Loki, observando al mayor.
—Claro que no —se defendió él—. Iba a aterrizar a la perfección, el Himinbjörg se metió en mi camino.
La castaña rió ante la reacción del rubio, intentando proteger su orgullo de las burlas de su hermano; un momento más tarde recordó la razón por la que había venido, le vio acercarse y darle un par de palmadas en el hombro para felicitarla, sonriéndole sin mostrar sus dientes. La castaña aprovechó el momento para felicitar a ambos príncipes por sus títulos de deidades y Thor no perdió la oportunidad de alardear del martillo que se le había otorgado. Ella escuchó con atención e incluso hizo preguntas y rió cuando Loki se mofaba de su hermano al contar los fallos que había hecho durante su aprendizaje en el manejo del Mjölnir.
Syntherea aprovechó el momento y su tranquilidad, a pesar de estar consciente de que pocas veces podría volver a pasar ese tipo de momentos decidió quedarse en el presente, sin pensar en nada más que lo que sucedía. Vio a los hermanos discutir, burlarse uno del otro e incluso llegaba a participar moderadamente en las charlas, tocando cada cierto tiempo el collar que le había obsequiado el azabache. Sin embargo, por mucho que lo intentara no podía evitar pensar por unos momentos en el futuro; no sabía qué planeaban las Nornas para ellos, sin embargo, tenía la esperanza de que todo saldría bien.
|FIN DEL ACTO UNO|
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