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XLII

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lokasenna

CAPÍTULO 42:
La poción de la verdad.

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Thor había terminado por convencerla. ¿Novedad? Para nada. ¿Posible sentimiento de culpa si le llegaba a pasar algo por no ayudarlo? Por supuesto. De todas formas, no era como si tuviera una razón para negarse, le pedía una poción de la verdad, algo que era fácil de camuflar y podría administrarse por medio de provisiones, y si tenía razón respecto a eso de que Sindr era debilitada por la magia al punto de permitir que Kári hablara, era un riesgo que se podría tomar.

La castaña lo envió a la biblioteca para esperarla mientras ella buscaba el cristal encantado de Frigga –aquel con el cual había abierto los libros de la sección "segura" de la biblioteca– y que, según el rubio, habían dejado en sus aposentos al fallecer. Esperaba que tuviera razón, porque de no ser así, no sería ella quien le pediría al Padre de Todo el objeto que necesitaban. Los aposentos de la Reina se encontraban en el piso superior, por lo que tuvo que dirigirse a las escaleras más cercanas al salir de la habitación, sin embargo, antes de girar hacia el pasillo de aquella habitación tuvo que asomarse por la esquina, encontrándose con dos guardias que protegían la entrada. No quería preguntarse por qué, pero al verlo de forma lógica, lo respetaba.

Conjuró el hechizo de invisibilidad en su cuerpo y se acercó a los Einherjar con pasos casi felinos, evitando crear algún tipo de ruido con sus zapatos que los alertara, afortunadamente, fue lo suficientemente sigilosa para acercarse sin inconvenientes y meterlos en un trance que duraría el tiempo que fuera necesario, solo identificable por un tenue brillo en sus pupilas. Abrió las puertas y eliminó la evidencia al empujarlas con suavidad para evitar levantar sospechas; ya dentro, pudo moverse con un poco más de libertad, dirigiéndose directo a la puerta que la llevaría a su habitación y evitando mirar más de la cuenta el lugar donde Frigga había sido asesinada.

Debía admitir que su interior se revolvía ante la sensación de estar invadiendo un espacio que no le pertenecía, reacción muy parecida a la que sentía al hospedarse en los antiguos aposentos de Loki, pero que era incluso más marcada ante la escena que había presenciado en ella. El nudo en su garganta y el impulso masoquista de observar las escaleras hacia ese balcón eran algo que luchó por reprimir, y solo pudo relajarse efímeramente cuando cerró las puertas tras ella y observó la habitación. Intuía que había sirvientes que realizaban limpieza regularmente, ya que el lugar se veía impecable, la cama estaba cubierta con una seda dorada, armonizando el resto de colores que la acompañaban, no obstante, pronto recordó que no estaba allí para admirar el lugar que alguna vez perteneció a la Reina.

Respiró hondo y conjuró el hechizo que le facilitaría la tarea de encontrar aquel cristal, viéndolo extenderse por las paredes hasta señalar un cajón del tocador a su derecha, llevándola a acercarse con pasos decididos al mueble. Intentó abrirlo sin mucho éxito, procediendo a emplear un hechizo simple que Loki había compartido con ella en su juventud, dejándola explorar lo que había dentro. Antes de introducir la mano, pudo ver por el rabillo del ojo –y gracias al espejo del tocador– que una de las cortinas se movió a pesar de no haber entrado una corriente de aire, cosa que simplemente obtuvo un ceño fruncido de su parte antes de regresar al cajón al no resultarle demasiado relevante. Sacó algunas cosas de su interior y las puso en la superficie del mueble para ver mejor, dándose cuenta de que a simple vista no había nada, pero sabía que ese hechizo no engañaba, por lo que comenzó a palpar en interior en busca de un punto de presión o un espacio oculto, descubriendo que la base se levantaba, y adentro estaba la cadena con el cristal.

No dudó en tomarlo y colgarlo de su cuello para regresar todas las cosas al cajón, haciendo como que nada sucedió, cerrando con magia para asegurar que nada estuviera fuera de lugar y borrando toda evidencia de su presencia en los aposentos de la Reina. No reparó nuevamente en el extraño movimiento de la cortina ni se aseguró de que estuviera verdaderamente sola en aquel lugar, no tenía razones suficientes para hacerlo, ya tenía lo que buscaba y ahora tenía que salir de ahí. Cerró las puertas tras ella y volvió a conjurar el hechizo de invisibilidad en sí misma antes de romper el trance de los guardias, regresando por el camino que había tomado.

Por alguna razón sentía que estaba haciendo algo mal, en cierto modo lo hacía, a pesar de creer que Frigga estaría complacida de permitirle usar esos libros para ayudar a Kári, pero irrumpir en sus aposentos no era la situación más agradable, menos cuando su mente amenazaba con sacar a la luz el evento de los Elfos Oscuros, y con ello las dos pérdidas que tuvo ese día, junto a la culpa que aún acechaba en su corazón. Sacudió su cabeza y se centró en llegar a la biblioteca para conocer qué debía conseguir para la poción. En el momento que estuvo en lo que casi podía considerar su lugar seguro del palacio, se dio un instante para respirar hondo y sacarse el conjuro de encima antes de buscar a Thor entre los pasillos de cada sección, encontrándolo recostado en un estante mientras ojeaba un libro que no detalló demasiado. Tocó su hombro para llamar su atención, haciéndolo girarse para observarla y regalarle una sonrisa mientras cerraba el libro y lo dejaba en su lugar.

—Hey —la saludó—. ¿Lo tienes?

—Así es —tomó la cadena y la alzó, mostrándole el cristal con grabados en oro—. Ven.

Se adelantó rumbo a la sección restringida, deshaciendo el conjuro que protegía la puerta e ingresando como si nada, siendo seguida de cerca por el príncipe que observaba el lugar con algo de sorpresa, más que nada por la dudosa serenidad que irradiaba la castaña mientras decidía qué libros tomar del estante para dejarlos en la mesa.

—De esto te hablaba —comenzó a explicar, sacándose la cadena del cuello—. Frigga me mostró de forma superficial estos libros cuando me otorgó el permiso de estar aquí y practicar mi magia en un lugar relativamente seguro.

Thor sonrió de lado.

—Madre siempre sabía lo que hacía, y por qué lo hacía.

La joven sonrió con melancolía, tomando el cristal con firmeza y acercándolo a los dos libros, ante la cercanía, las tapas parecieron resplandecer entre las arrugas del cuero, mostrando que ahora podrían abrirlos con libertad. Para ahorrar tiempo, le pidió al rubio echarles un vistazo a las páginas en busca de lo que necesitaba, convirtiendo todo en una competencia de quién encontraba la poción primero... y quién encontraba el ingrediente más extraño.

Bromearon cada tanto, mencionando pociones peculiares y dudando de la disponibilidad de los componentes de las mismas, puesto que sonaban irreales o de tan rara naturaleza que probablemente costaría una fortuna o hasta la vida conseguirlos. En el momento menos esperado, y después de la apertura de cuatro libros más, el rubio exclamó con alegría que había encontrado el brebaje que tanto necesitaba, mostrándoselo de inmediato a la castaña que ladeó la cabeza levemente para leer mejor. El áss lucía una sonrisa orgullosa en el rostro, pero al ver una mueca de la castaña, frunció el ceño algo desconcertado.

—¿Sucede algo? —decidió preguntar.

—Lleva diferentes procedimientos, y hay algunos ingredientes que no conozco.

—No hay problema, podemos preguntarles a las sanadoras si...

—No —lo obligó a cortar la oración—. Solo personas de confianza. Podrían advertirle al Padre de Todo y nos meterían en problemas.

El rubio frunció los labios y asintió, aceptando los términos que proponía.

—Cirya debe saber sobre esto, le preguntaré.

—¿Qué hay de mí? ¿En qué puedo ayudarte?

La castaña guardó silencio un momento, mientras se le ocurría algo.

—No tengo los instrumentos apropiados para elaborarla —caviló, creyendo que sería una tarea apta para el príncipe—. Si puedes conseguir algunos, o todos, lo agradecería mucho.

El rostro del ojiazul se iluminó, como si una gran idea hubiera pasado por su mente.

—Cuando éramos niños, Madre solía preparar pociones cuando nos sentíamos mal, buscaré lo que usaba.

Ella asintió, indicándole dejar la utilería que encontrara en su habitación y sonriéndole con suavidad mientras lo veía salir del salón a paso decidido; cuando percibió el eco de la puerta principal cerrándose, se permitió respirar hondo, leyendo nuevamente el proceso del elíxir que Thor quería usar para sacarle otro testimonio a la pelirroja. Se mordió el interior de la mejilla al pensar en el despropósito que sería prepararlo cuando ella ya tenía la información necesaria, pero el rubio insistiría en la posible existencia de información adicional, y no se detendría hasta conseguirla.

Syn comenzó a desvariar, pensando en la utilidad posterior de la poción que estaba a punto de elaborar, creyendo que sería inservible... hasta que se dio cuenta de algo. Sus ojos parecieron iluminarse al percatarse de que ese sería el camino a seguir para descubrir quién estaba, posiblemente, suplantando a Odín en el trono; dioses, quiso golpearse por no haber pensado antes en eso. Claro que sería un riesgo, debía encontrar una forma de mezclar el líquido en alguna de sus comidas y estar cerca en el momento que hiciera efecto, pero no era nada imposible de lograr, menos con lo cortés que estaba siendo con ella.

Con ese nuevo propósito en mente, arrojó una estela verdosa al techo de aquella sección que pronto se esparció por toda la superficie, infundiendo el conjuro etéreo en cada rincón para mayor comodidad suya y de su maestra. Se tomó la molestia de invocar a la rubia –que a ese punto ya debía estar al tanto de todo– en busca de entablar una conversación referente al brebaje encomendado; lo chistoso, fue que cuando se materializó frente a ella se estaba tomando el puente de la nariz y negaba suavemente con la cabeza.

—¿Cómo es que sigue vivo cuando se le ocurren esos planes tan nefastos? —comentó con algo de fastidio.

—Suele salir de sus problemas a los golpes —se encogió de hombros—. Además, muchas veces era Loki quien creaba las estrategias.

—Dile que se prepare para quedarse sin cabello, porque Sindr lo va a carbonizar.

La castaña ladeó la cabeza sutilmente, mostrándole una mueca desaprobatoria con la que no se inmutó ni cambió de opinión.

—Sabrá cómo lidiar con ella, siempre lo hace.

La mujer exhaló en desaprobación, pero aceptando ayudar con la causa al no quedarle de otra; si no podía hacerle cambiar de parecer, mínimo podía orientarla para evitar una mala praxis. Se acercó a la ojigris y le echó un vistazo a la página con los componentes de la poción, explicando la utilidad de cada uno y cómo cambiaban sus efectos al mezclarse, además de revelar que la mayoría podrían adquirirse con facilidad al tratarse de ingredientes comunes; pero los más importantes, aquellos que hacían la diferencia en los resultados, se encontraban esparcidos alrededor de todo el reino, y ella la guiaría en su recolección.

Guardó el libro con magia, colgando el cristal en su cuello para el momento en que llegara a necesitarlo nuevamente y saliendo de la sección para dirigirse al pueblo en busca de lo más sencillo. Al estar temprano, tuvo que colocarse su abrigo para protegerse del frío matutino, empleando su acostumbrado desplazamiento para llegar con mayor rapidez, infundiendo en sí misma el hechizo de invisibilidad para evitar matar a alguien de un susto con la forma que adoptaba. El mercado estaba concurrido, pero le fue fácil encontrar lo necesario tras una corta caminata y una visita a distintos puestos y tiendas. Cirya susurraba en su mente, recordándole lo que necesitaba para hacer todo más sencillo y recolectar la base de la poción tan rápido como les fuera posible, para tener mayor tiempo de buscar el resto.

Al tener algunas hierbas y granos especiales en su posesión, decidió guardarlos con un conjuro al no querer perder tiempo dejándolos en su hogar, encaminándose rumbo al bosque para conseguir lo que faltaba. Según la rubia, debía realizar cuatro paradas: dos de ellas eran sencillas, ya que se trataba de encontrar algunas flores que otorgarían el efecto que le bajaría la guardia y lograr que, en cierto modo, aflojara la lengua. Esperó poder encontrar los arbustos y enredaderas que las poseían, pero no estaba tan segura al saber que eran plantas usadas por las völvas y era consciente de lo que el Padre de Todo había hecho con sus registros; si tenía suerte, las encontraría en las profundidades del bosque, de lo contrario, tendría que visitar Vanaheim o Alfheim para conseguirlas.

La mujer continuaba susurrando en su mente, indicándole el camino a seguir y las pistas que podrían guiarla a las flores mientras la castaña estaba atenta a su alrededor, tanto por los indicios que su maestra mencionaba como por la presencia de algún jabalí territorial que no dudaría en atacarla en el instante que la viera; para su fortuna, las plantas fueron lo primero en aparecer, las cuales recolectó con ayuda de sus dagas y una leve sensación de alivio al no tener que realizar la misma búsqueda en otros mundos, sin embargo, la dicha duró poco.

Su siguiente parada era en las montañas nevadas, donde tendría que ingresar a una cueva en busca de un hongo que otorgaría el efecto que obligaría a la persona afectada a decir la verdad, ¿cómo? No tenía idea, pero lo averiguaría. El problema, era que esa cueva estaba repleta de dýrsnær, y el hongo se hallaba al fondo de la misma. La joven maldecía para sus adentros al ver el lugar desde la distancia, teniendo que recostarse contra la nieve y cambiar la tonalidad de su vestimenta para evitar llamar la atención de las criaturas que se movían alrededor de su destino.

—¿Y si me transformo en uno de ellos? —contempló la castaña, intentando llegar a una vía de acceso a la cueva.

—Son territoriales, te atacarán tan pronto te vean —razonó la hechicera, en su cabeza.

Bufó, algo frustrada al no tener un plan concreto.

—Me atacarán de todas formas si voy así —respondió mentalmente—. ¿Y si regresamos en la noche? Loki y yo descubrimos que es un poco más sencillo cuando descansan.

Hubo un silencio.

—¿Qué demonios hacían ustedes dos en una cueva repleta de dýrsnær en la noche?

—Proclamarnos amor eterno, obviamente —rodó los ojos, haciendo tan obvio el sarcasmo como le fue posible—. ¿Importa?

—Yo solo decía —se defendió—. ¿Crees que Thor sea lo suficientemente paciente para esperar la poción?

Hizo una mueca, cavilando la posibilidad.

—No creo —se cubrió el rostro con ambas manos—. ¿Qué opciones tengo para conseguir los hongos y salir viva de allí?

—Bueno, no pueden atacar lo que no pueden ver —razonó—. Si usas el hechizo de invisibilidad y eres sigilosa, creo que podrás salir ilesa.

—Pueden olerme, eso basta para que me ataquen.

—Perciben tu aroma, no tu presencia si eres lo suficientemente cuidadosa. No pueden atacar el aire, Syn.

Quiso responder, pero no encontró las palabras adecuadas. Aunque sonara descabellado y su instinto de supervivencia lanzara alarmas para no ceder ante el impulso, su lado lógico se dio cuenta de que su maestra tenía razón, por lo que decidió intentarlo; de todas formas, debía correr riesgos cada tanto, quizás estaba pasando la línea, pero ¿qué sería de su vida sin una dosis de peligro? Había llegado hasta allí, sería incoherente echarse hacia atrás cuando solo quedaban dos ingredientes por recolectar.

Siguió las indicaciones de la mujer, infundiendo el ya conocido hechizo en su anatomía y acercándose con tanto cuidado como pudo, controlando su respiración e intentando esquivar las criaturas que se cruzaban en su camino, teniendo la precaución de tener su capa tan pegada a su cuerpo como le fuera posible para evadir todo contacto –por más mínimo que fuera– con los dýrsnær; lo único que revelaba su presencia eran las pisadas que dejaba en la nieve, pero que pasaban desapercibidas por las criaturas de pelaje blanquecino.

Se detuvo en la entrada a la cueva al percatarse de que había algunos que dormían, además de cachorros que jugaban entre sí a la espera de que su madre despertara, o regresara con comida recién recolectada que esperaba no terminar siendo ella. Se pegó a la pared del lugar, pasando por encima de los animales con sigilo hasta verse obligada a conjurar un orbe de luz tenue para iluminar su camino, puesto que la luz se había desvanecido entre más se adentraba. Sin embargo, cuando la luz apareció en escena, los cachorros fueron atraídos por el objeto, y como este se movía con lentitud a medida que la ojigris avanzaba, fue una gran tentación para que los pequeños intentaran atraparlo al saltar en su dirección, usando a los mayores como trampolín.

Su sangre se enfrió al ver que las acciones de las crías fastidiaban a los demás, haciéndolos despertar para sacárselos de encima o gruñirles por la molestia, incluso tuvo que dar zancadas hacia la pared opuesta para evitar ser derribada por el manotazo de una de las criaturas; el problema era que necesitaba iluminar la cueva, así que lo mejor que se le pudo ocurrir fue dejar ese orbe estático para que jugaran con él, y cuando hubiera adquirido la distancia adecuada, conjuraría otro.

El hongo se hallaba en el fondo de la cueva, razón por la que tuvo que avanzar un poco más; afortunadamente la cantidad de dýrsnær disminuyó y pudo caminar con mayor tranquilidad sin hacer mucho ruido, pero justo cuando vio la pared cubierta del ingrediente que necesitaba, notó también a una de las criaturas abarcando todo el suelo por la posición en que dormía, dificultando la tarea de recolectar el componente de la poción. Dejó el orbe sobre su cabeza, conjurando una de sus dagas y acercándose con sumo cuidado al cuerpo de la bestia de las nieves; sentía el corazón a punto de salir disparado de su pecho, pero intentó centrarse en la tarea que desempeñaba en vez de ceder al terror que le causaba el retumbar de la respiración de aquella criatura haciendo eco en sus oídos.

Se acercó tanto como pudo, poniéndose de puntillas para alcanzar la pared y apoyar sus manos contra esta, cortando los hongos necesarios; no obstante, al estar tan enfocada en cortar las setas, no se dio cuenta del cachorro que corría a toda velocidad en su dirección en busca de atrapar la fuente de luz. La castaña guardó lo recolectado con un hechizo justo cuando el pequeño se abalanzó contra ella, obligándola a flexionar las rodillas y ahogar un grito al sentir sus garras rasgando su piel; esto la llevó a deshacer el hechizo de invisibilidad de golpe, y la cría se dejó caer de su pierna tan pronto vio el resplandor de magia acercándose. Se quejó mientras tomaba la parte afectada de su muslo y retrocedía, tropezando con una roca y cayendo de espaldas al suelo; el cachorro, aterrorizado por su presencia, comenzó a lloriquear, despertando a la enorme criatura que ya había molestado cuando la rozó con sus piernas.

Aquel dýrsnær no tardó en enfocarla, tomando una posición defensiva ante la inminente amenaza que significaba por estar invadiendo su territorio, lo que fue suficiente para que la joven retrocediera con sus manos y pies; se giró con rapidez y su cuerpo se envolvió en la característica bruma oscura que usaba para desplazarse antes de que la criatura se abalanzara sobre ella, saliendo a toda velocidad de aquella cueva. Casi pudo respirar con alivio cuando estuvo a varios metros de aquel lugar, de no ser por la colisión que tuvo contra un cuerpo sólido en su camino, haciéndola caer a la nieve y quejarse de dolor. Al estar volando bajo, creyó que había chocado con algún árbol por un descuido, pero al incorporarse con cuidado, descubrió que no había nada frente a ella, solo una suave bruma clara que parecía destellar cuando los rayos del sol tocaban los copos de nieve que flotaban en la misma.

—¿Te encuentras bien? —escuchó a la hechicera en su cabeza, nuevamente.

—Por lo menos no me abrí la cabeza —se quejó al arrastrarse sobre la superficie helada—. ¿Con qué me golpeé? No veo nada.

—No lo sé —admitió, callando tras no tener algo puntual para añadir.

La ojigris gruñó mientras se ponía de pie nuevamente, observando la bruma con algo de desconfianza. Elevó su mano derecha con algo de duda, terminando por estirarla frente a ella, descubriendo que había una estructura oculta entre la bruma, y que la misma era una simple ilusión. Al evaluar la situación y verse superada por la curiosidad que había despertado en ella, decidió explorar un poco; apartó la mano levemente para ejecutar el conjuro que dispersaría aquella magia, mostrándose como un resplandor verdoso en su mano que pronto desencadenó la revelación de una estructura de hielo, ruinas, en realidad.

Se quedó estática en su lugar mientras veía que había chocado contra una columna de hielo, y afortunadamente había sido el lateral, porque al levantar la mirada pudo notar que la misma terminaba en un pico, lo que pudo causarle mucho más que un simple dolor de cabeza. Subió a los restos del suelo resquebrajado, pasando al lado de grandes bloques e intentando identificar lo que posiblemente pudo ser en su momento, y que por el estilo y la disposición de las columnas supo que pudo tratarse de un invernadero, uno enorme, y su sospecha se hizo más cierta al ver un arbusto de flores celestes creciendo entre las ruinas.

—¿Reconoces esas flores? —inquirió la castaña, acuclillándose para tocar los pétalos escarchados de lo que quizás podría ser un ingrediente para pociones.

—Jamás las había visto —respondió, su tono delataba la veracidad de sus palabras.

Syn observó nuevamente a su alrededor, tratando de identificar algo que le dijera a quién podría pertenecer tal estructura y la flora en su interior.

—¿Qué es este lugar? ¿El Coranar de alguna völva?

—No, no se ve como uno.

De repente, algo llamó la atención de la joven, lo suficiente para llevarla a dar una zancada en dirección a lo que parecía ser un trozo intacto que resplandeció con el sol. Pasó su mano por encima para retirar la nieve, descubriendo que la placa de hielo tenía algo grabado en la superficie, y por alguna razón pudo reconocer lo que era; algo en su mente le decía que ya lo había visto en algún lado y para cuando se dio cuenta, su sangre se congeló. Era la misma forma de las espadas que habían asesinado a los Einherjar en su visión, estaban cruzadas como si se tratase de un sello, y el simple hecho de haberlas reconocido la llevó a ponerse de pie de un salto, retrocediendo un paso.

¿A quién pertenecía ese lugar y por qué estaba oculto con magia?

—¿A dónde vamos ahora? —preguntó ella, queriendo salir lo antes posible de allí.

—¡Oh! Ehm, regresa al bosque, toma el camino hacia los sellos de magia y dirígete al Este, deberás ver una cascada no muy lejos.

Obedeció de inmediato, envolviéndose en la bruma oscura y alzando vuelo hacia el lugar indicado. La mujer guardó silencio durante todo el camino, no queriendo molestar a la castaña o terminar revelando algo que no debía, y fue un alivio que ella tampoco hiciera más preguntas al respecto. Despejó su mente al centrarse en la tarea que desempeñaba, evadiendo la sensación de terror que sintió al ver aquellas figuras que, a pesar de no saber qué eran con exactitud, le daban un mal presagio.

Descendió tan rápido como vio la corriente de agua que desembocaba en la ya mencionada cascada, avanzando por la orilla e inclinándose un poco para ver la distancia que tenía con la laguna bajo ella. Se echó hacia atrás, observando su entorno en busca de adivinar qué podría ser el último ingrediente de la poción, hasta que escuchó la voz de la rubia invadiendo su mente.

—¿Ves esa planta en medio de la corriente? —dijo, llevándola a girar su cabeza hasta ver un pequeño arbusto con una flor blanca sobre una roca—. Toma una hoja.

—¿Solo una? —se sintió desorientada ante la facilidad de la situación, pero comenzó a usar las rocas del río para evitar mojar sus prendas mientras se acercaba al matorral.

—Será suficiente para recolectar lo que necesitamos.

—¡Ah! ¿No es para la poción?

—No, es para poder respirar bajo el agua.

La roca a la que saltó se tambaleó, haciendo que su sangre corriera como hielo nuevamente, sensación amplificada por la frase que acababa de escuchar.

—¿Disculpa?

—Las flores de Varkai* son necesarias para potenciar pociones, y como se trata de Sindr, necesitarás que sea tan fuerte como sea posible. Lastimosamente solo crecen en las profundidades de las lagunas y, bueno, será mejor que también seas rápida.

La ojigris llegó al arbusto, del cual arrancó una hoja cualquiera antes de exhalar con algo de frustración.

—Déjame adivinar, ¿algo me puede atacar?

—Solo si llamas su atención —intentó calmarla—. Los Sjövættir* son neutrales, mientras no pases mucho tiempo en su territorio.

Genial. Era simplemente grandioso.

Regresó por el camino de rocas, respirando hondo cuando estuvo en tierra firme y preparándose mentalmente para el último paso de la recolección. Limpió un poco la hoja con el agua y se la echó a la boca mientras retiraba las prendas de su cuerpo hasta quedar en algo más ligero, mostrándose con un top y un pantalón corto que le ayudarían con la movilidad cuando estuviera en el agua; a su vez, conjuró una correa en su muslo derecho, donde cargaría una de sus dagas para facilitar la labor. No creía correr peligro de que alguien terminara hurtando sus pertenencias al estar en medio del bosque, pero tampoco dejó todo tirado por ahí; acomodó todo al lado de una roca y entró a la corriente, sintiendo las piedras y el lodo bajo sus pies a medida que se acercaba a la caída, donde comenzó a masticar la hoja de sabor amargo para aguantar el descenso. A su vez, observó el lugar donde caería, asegurándose de que no hubiera cosas alrededor que la lastimaran, además de decidir amarrarse a una roca que le facilitara el camino hasta el fondo.

En ese momento se dio cuenta de que su corazón estaba martillando su pecho y sus manos se habían enfriado mientras tomaba aire, armándose de valor para saltar. Intentó convencerse de que no sería tan malo, iba a ser tan rápida como le fuera posible, tomaría lo necesario y se iría antes de molestar a las criaturas de las profundidades; no podía haber fallas en su plan, y los contratiempos no tenían cabida en algo tan simple.

Observó el cielo despejado en busca de una pizca de tranquilidad, preparándose para la ausencia de luz que pronto experimentaría; entonces, empujó la roca a la que estaba atada con ayuda de su pie, y al estar a un toque de caer, esta simplemente se deslizó, llevándose a la castaña consigo. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando entró en contacto con el agua fría, sintiendo un poco de temor al verse siendo arrastrada a las profundidades y notar que la luz se hacía cada vez más lejana con el pasar de los segundos.

Con algo de duda se atrevió a inhalar cuando sus pulmones suplicaron por oxígeno, descubriendo que la hoja actuaba de maravilla por más extraña que fuera la situación; también se atrevió a conjurar un orbe de luz tras varios segundos de oscuridad, descubriendo que, más que una laguna de gran profundidad, era una cueva subterránea que se extendía mucho más allá de lo que creyó, cosa que, junto al descenso de temperatura del agua, le puso la piel de gallina al punto de ser incómodo. Al divisar el suelo arenoso del fondo, la castaña deshizo sus ataduras y nadó por el lugar en busca de la dichosa planta que necesitaría para que la poción fuera exitosa; el orbe iluminaba un espacio reducido, por lo que debía extender su brazo para abarcar la mayor distancia posible con aquella bolita de luz.

Por fortuna divisó una de las plantas tras un instante, llevándola a desenvainar su daga para cortarla de raíz y guardarla con magia, pero la hechicera le hizo saber que necesitarían más, por lo que siguió buscando más de aquellas peculiares plantas de color negro y flores púrpura. Sin embargo, pronto captó un chillido extendiéndose por el agua, y solo pudo temer lo peor al ver que se levantaba una nube de polvo no muy lejos de ella; faltaba poco, y debía apresurarse si no quería terminar siendo el desayuno de las criaturas que habitaban aquel entorno frío y hostil.

Estaba terminando de tomar la última planta de Varkai cuando vio que algo se movió a centímetros de ella, pasmándola un momento y haciéndola retroceder mientras guardaba su daga y el componente que había tomado. Dio la vuelta con precaución, buscando seguir sus pasos de vuelta a la superficie mientras intentaba observar a su alrededor al percibir que los chillidos se hacían más frecuentes, y que era muy probable que la atacarían en cualquier momento. Dio un respingo tan fuerte al sentir que algo rozó su pierna que llegó a atragantarse con agua, al girarse no vio nada, pero cuando iba a retomar su camino se encontró de frente con una de aquellas criaturas; era delgada y de escamas grisáceas, poseía una cola característica de los peces, pero estaba dotada con características antropomorfas que simplemente creaban una muestra física de lo que era una pesadilla. Tenía manos con garras y aletas en los brazos, pero lo que fue más aterrador fue su cabeza; no era humanoide, era más parecida a un pez, pero los ojos blancos y los colmillos de cinco centímetros se hicieron el triple de aterradores cuando le chilló enfrente, aturdiéndola y haciéndola gritar en el agua, mostrándose como burbujas que salían de su boca.

Su primera reacción fue echarse hacia atrás, y ante el contacto de una asquerosa piel resbaladiza y helada envolviéndose en su tobillo, solo pudo pensar en salir lo más rápido posible de aquel lugar, y lo primero que se le ocurrió fue usar el hechizo de desplazamiento. No se detuvo a pensar lo útil que sería, pero cuando soltó el orbe y se envolvió en su propia oscuridad con el objetivo de subir, no podía pensar en nada más; el ascenso tuvo un poco más de resistencia que cuando entró, pero salió de las aguas como un bólido, terminando por aterrizar con bastante fuerza en la cima de la cascada, rodando por el césped mientras la bruma oscura se disipaba. Al detenerse, se vio obligada a arrodillarse en el terreno y sostenerse con sus brazos, comenzando a toser y escupir agua ante el cambio repentino de atmósfera y la desagradable sensación de estarse ahogando que causaba espasmos en su interior.

Llenó sus pulmones con el aire al que estaba acostumbrada, aun sintiendo las repercusiones que la obligaban a toser con fuerza, pero percibiendo más seguridad al regresar a su entorno usual. Se quitó el cabello de la cara y se sentó sobre sus pantorrillas mientras su cuerpo volvía a acoplarse, observando su entorno, pero sin prestarle atención a nada, demasiado conmocionada para pensar en algo con claridad. Solo pudo gatear con cuidado hasta el lugar donde había dejado su ropa, impulsada por el escalofrío que la había envuelto cuando una corriente de aire chocó con su piel húmeda, recordándole su estado.

Una vez seca, vestida y esperando que su cuerpo recuperara el calor pudo pensar con más libertad, sintiendo alivio de finalmente haber conseguido todo lo que necesitaba, llegando a la conclusión de que Thor le debía un gran favor a cambio de todos los percances experimentados.

















La castaña se quedó dormida en la mesa mientras esperaba a que todo terminara de unirse para obtener el producto final de la poción. Había tostado los granos, haciéndolos polvo al macerarlos y mezclándolos con algunas hierbas hasta formar una pasta espesa; Cirya le había ayudado con la preparación del hongo, el cual fue suavizado con agua caliente y algunas hojas de Varkai, dejando una tonalidad violácea en el líquido que luego fue mezclado con la pasta y las flores de la planta acuática, dejando que la preparación se evaporara a fuego lento, donde el brebaje sería recibido por un pequeño frasco al otro extremo del artefacto transparente.

La rubia se había quedado supervisando el proceso final, de vez en cuando observando a la ojigris dormir plácidamente en aquella superficie, pensando en el posible peligro que podría estar corriendo al involucrarse con el asunto de Sindr. Si sus suposiciones eran verdaderas y Heid estaba cerca, existía una enorme posibilidad de que la buscara, ¿y cómo no? Estaba usando el seidr con creces, razón suficiente para considerarla competencia, y si aún creía que se había deshecho en su totalidad de ella, con mayor razón buscaría asesinar a Syn si se daba cuenta de que era su aprendiz. Esperaba equivocarse y que su vida no estuviera peligrando, pero teniendo presente la posibilidad de que su antigua aliada continuara usando las Aguas de la Visión, era muy probable que estuviera preparando algo para ella, y le aterraba.

Al dirigir su atención nuevamente al proceso de la poción de la verdad, se dio cuenta de que el vapor estaba condensándose en las últimas gotas, por lo que decidió despertar a la castaña para que presenciara el fruto de su labor. La llamó con un tono suave, moviendo uno de sus brazos con delicadeza para no sobresaltarla; la vio removerse en su lugar, murmurando una petición de un rato adicional de sueño hasta que recordó lo que estaba haciendo, tomando aire e incorporándose con lentitud mientras movía sus brazos levemente adoloridos por la posición adquirida.

—¿Está listo? —inquirió ella, moviendo los hombros y llevándose una mano a la nuca.

—Míralo tú misma —respondió, girando la cabeza hacia el frasco de destilación.

La joven sintió que su somnolencia se desvanecía levemente al ver el recipiente con aquel líquido de tono lila en la mesa contigua, al cual se acercó con algo de recelo. Se inclinó para detallarlo mejor, además de notar una gota que se resistía a caer en el interior. De repente, se llenó de dudas.

—¿Eso es todo? ¿Funcionará?

Dirigió su atención a la rubia, la cual simplemente hizo un gesto de no estar segura.

—Solo hay una forma de averiguarlo.

Observó el frasco nuevamente, retirándolo con cuidado para colocarle la tapa. Sin embargo, aquella gota rezagada comenzó a resultarle tormentosamente atractiva.

—¿Y si resulta venenoso?

—Tomamos bien las medidas, no será venenoso.

Syntherea respiró hondo. ¿Sería una decisión estúpida? Era una posibilidad, no obstante, la hechicera tenía razón. Llevó su dedo índice a la boquilla del artefacto, recibiendo la gota que pronto se llevó a la boca. Según Cirya, la poción estaba tan concentrada que una gota sería suficiente para cualquier persona, pero Sindr necesitaría unas tres o cuatro para que surtiera efecto, por lo que suponía que lo que atrapó con la yema sería apto como una prueba; esperó unos segundos, intentando identificar algún sabor que nunca se presentó y esperando un cambio en su interior, pero simplemente había sido como tragar una gota de agua templada.

—No siento nada —informó.

—Por supuesto que no sientes nada, es una poción de efecto sigiloso —hizo una mueca leve, que pronto se deformó en una sonrisa—. Ahora dime, si tienes razón y Loki está suplantando a Odín, ¿cómo te sentirías?

Frunció el ceño.

—¿Por qué viene a cuento?

—Solo responde.

Apartó la mirada con algo de confusión, pero pensó en una respuesta acorde a la pregunta.

—No estoy segura —comenzó a sincerarse—. Supongo que no sabría si golpearlo o abrazarlo.

Abrió los ojos con horror al percatarse de que no quería decir esa última frase.

—Abrazarlo, ¿eh? —la rubia sonrió con travesura—. ¿Sigues teniendo sentimientos por él?

—¿Qué? Yo n-

No pudo terminar la oración, una sensación de quemazón se formó en su garganta con tal intensidad que comenzó a toser con fuerza, aterrada por lo que estaba sucediendo.

—No puedes mentir, Syn. Recuérdalo —vio que la ojigris seguía intentando refutar, causando que el fuego en su interior se intensificara con cada segundo hasta obligarla a caer de rodillas mientras se tomaba el cuello—. Solo admítelo, no soy nadie para juzgarte.

Intentó resistir la urgencia de confesar, pero se volvió tan doloroso y sofocante que cedió al efecto de la poción tras un instante.

—¡Sí! —al decirlo, pudo dar una bocanada de aire, sintiendo alivio instantáneo—. Aún siento algo por Loki —continuó dando bocanadas de aire, dejando que las lágrimas que se acumularon en sus ojos rodaran por sus mejillas—. ¿Qué demonios es esa cosa?

Cirya rio con suavidad, arrodillándose frente a ella para enjugar las gotas saladas de su rostro.

—Con esta poción no puedes mentir, ni siquiera a ti misma —reveló con voz tersa—. Te obliga a enfrentar la verdad, y tratar de ocultarla solo te causará dolor.

—Se sentía como intentar tragar lava —aclaró su voz y respiró hondo para calmarse—. Supongo que funcionará.

—Lo hará —tomó su mentón, dándole un suave apretón antes de ponerse de pie y extender su mano para ayudarle.

—¿Cuánto durará el efecto?

—¿Para Sindr? No lo sé. ¿Para ti? Quizás media hora.

Syntherea resopló con resignación. No podía esperar media hora a que la poción se esfumara de su sistema, Thor debía estar perdiendo la cabeza al no tener noticias de ella, por lo que no podía perder tiempo para regresar al palacio y encontrarlo. Se estaría arriesgando a ser mortalmente sincera con cualquier respuesta que el príncipe quisiera recibir, en cierto modo era lo que buscaba, pero temía llegar a tocar una fibra sensible en él.

Dirigió su atención al frasco con el líquido que había creado, inhalando a profundidad mientras lo tomaba y guardaba con magia para regresar al palacio, armándose de valor e incluso tomando la decisión de ofrecerse a acompañar al Dios del Trueno en el momento que buscara usar aquella poción en la pelirroja; no creía poder intervenir en mucho puesto que ya conocía la mayoría de la información que rodeaba a aquella híbrida, pero quizá revelaría algo adicional que resultaría novedoso, además de que podría ser de ayuda si su reacción a la sensación dolorosa en su garganta no resultaba tan inofensiva como la suya.








*Varkai: (término inventado) Planta acuática cuyas flores potencian el efecto de las pociones, sus hojas también se pueden usar como adición para el resultado final.

*Sjövættir: Criaturas de las profundidades de cuerpos de agua. Originalmente, son espíritus del mar.

Se va a armar con ese frasquito, marquen esto jsjs ¿creen que Syn encontrará la manera de usar la poción por las buenas o le tocará ingeniárselas con Sindr y Odín?

Vengo a comentarles que he subido un nuevo fic de Loki, por si les interesa 👀 además, en este capítulo hubo algunas referencias a Conqueror, que todavía no está publicado, pero que espero tener disponible muy pronto, por si en *esa* parte se confundieron un poco.

Les recuerdo también que estos capítulos están ligados con Hellfire, donde hay algunos otros detalles que simplemente se mencionan, así que si gustan, son bienvenidas

¡Nos leemos luego! Y de paso, quiero decir muchas gracias a quienes se han quedado aunque tarde siglos en actualizar, se les quiere 💕

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