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XLI

REPARTO ADICIONAL

LAUSSA
» rosamund pike «





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lokasenna

CAPÍTULO 41:
La hija de Laussa.

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Tras haber encontrado dos guardias y enviarlos con el príncipe mayor para ayudarle con Sindr –casi viéndose obligada a usar un hechizo para convencerlos, puesto que se mostraron escépticos por un momento–, la castaña regresó a su habitación en busca de otorgarse el descanso que su cuerpo y mente merecían; desvaneció el abrigo de su cuerpo y se sentó en la cama, encontrándose con que las dudas generadas por Thor y la petición que le había dado sin duda alguna le impedirían conciliar el sueño nuevamente. Había algo muy extraño en todo lo que estaba sucediendo, y sólo había una persona a la que podría acudir para hablar al respecto.

Levantó su mirada al techo, conjurando los símbolos que solía usar para el hechizo etéreo y que toda la habitación estuviera protegida antes de proceder con su plan. Cuando se aseguró de que todo estuviera en orden, se giró hacia la mesa de noche, desvaneciendo el conjuro que mantenía el cajón cerrado e introdujo su mano en busca del brazalete de piedras ámbar, encontrándolo sin mucho esfuerzo. Lo acomodó en su muñeca para mayor seguridad y los cristales iluminaron tenuemente, invocando a la rubia que no tardó en aparecer sentada frente a ella, cruzada de brazos, cubierta en un albornoz y con un antifaz en el rostro.

—¿Quién osa interrumpir mi sueño reparador? —dice ella, su voz sonando autoritaria y levemente enojada.

La castaña enarcó una ceja.

—¿Tú duermes?

La mujer abrió la boca, indignada, pero optó por retirar el objeto de sus ojos, haciéndolo desaparecer en un destello dorado.

—En realidad lo hago por diversión, o finjo hacerlo —confesó tras un momento, dejando caer la fachada que no duró mucho tiempo—. Estoy muerta, no lo necesito, pero de cierta forma me hace olvidar el hecho de que lo estoy. Lo mismo con el vino.

Una sonrisa traviesa se formó en el rostro de la castaña ante la idea que pasó por su cabeza; era su oportunidad de usar una broma con su maestra, y no iba a desperdiciarla.

—¡Oh! ¿El vino era una ilusión? Pensaba que lo bebías de verdad y por eso encontré un charco el otro día. Ya sabes, por eso de que no tienes forma física.

La rubia arrojó un extremo de la sábana enrollada al rostro de la ojigris, haciéndola reír.

—Arrojé tu vino, odiosa —se cruzó de brazos, viéndola apartar la tela esmeralda de su cuerpo—. A todo esto, ¿qué haces despierta? ¿Demasiados recuerdos entre las paredes?

La castaña suspiró.

—Ojalá solo fuera eso —la observó de forma ambigua, como si no supiera de qué forma decírselo—. Cirya... ¿qué sabes sobre Kári?

La hechicera se pasmó por un momento, bajando la mirada tras varios segundos y tensándose notoriamente ante la mención de la híbrida.

—¿Por qué preguntas?

—Apareció —confesó—. Thor la tiene en una cueva y me pidió información sobre ella. Al parecer quiere ayudarla, pero no sabe muy bien cómo.

La mujer abrió los ojos, luciendo aterrada ante la noticia que le estaba dando.

—¿Estás diciendo que apenas la encontraron? —la joven asintió pausadamente, sin entender muy bien su reacción—. Ay no. Esto es malo, muy malo.

Cirya desapareció de su vista un momento, reapareciendo a cierta distancia de la cama mientras comenzaba a caminar por la habitación en un intento de mantenerse serena, pero al mismo tiempo poniendo de los nervios a la castaña. No entendía muy bien lo que estaba sucediendo, pero su reacción era una buena pista de la gravedad del asunto.

—¿Qué sucede? —preguntó, bajando de la cama para acercarse a la rubia. La ignoró olímpicamente, continuando su costumbre mientras balbuceaba en tono bajo—. ¿Cirya?

La mujer continuaba haciéndole caso omiso, y con cada segundo que pasaba parecía llenarse de miedo. No sabía si era acertado decirlo conociendo su estado, pero lucía pálida y aterrada, la combinación adecuada para que la joven comenzara a desesperarse.

—¡¿Cómo es que no la habían atrapado en todo este tiempo?! —bramó con indignación, llevando sus manos a su cabello—. ¡¿Qué clase de protectores son?!

—Cirya, cálmate. Respira.

¿"Respira"? ¿Siquiera estaba bien decirlo? Agh, no tenía ánimos para contemplar tecnicismos.

—Dime que va a encerrarla, es lo único que puede hacer —comenzó a desvariar—. No tienen idea de lo que es capaz. Tanto tiempo por fuera...

Necesitaba que le respondiera, y ante la negativa indirecta que le daba en medio de su conversación unilateral, tuvo que recurrir a medidas desesperadas. Sus pupilas iluminaron de forma tenue y un suave brillo brotó de sus palmas, demostrando la magia que usó para manipular a la hechicera, obligándola a quedarse quieta y observarla en silencio mientras daba algunos pasos en su dirección.

—Lamento recurrir a esto, pero necesito que te calmes, ¿sí? —habló con suavidad, dejándola libre con lentitud y desvaneciendo el brillo del seidr usado—. Quiero entender qué está sucediendo.

La mujer la observó detenidamente, tomándose un momento para tranquilizarse poco a poco y reaccionar de forma adecuada.

—Será mejor no hablar aquí —terminó por decir, recibiendo un asentimiento de la ojigris.

Entendía su preocupación, y aunque había encantado toda la habitación, podía aceptar su deseo de ir a un lugar más seguro, su lugar seguro. La verdad es que no tenía ánimos de utilizar su hechizo de desplazamiento, por lo que optó por emplear uno de los hechizos que había aprendido gracias a la rubia; el alma de la mujer regresó al brazalete, permitiéndole a la ojigris usar el encantamiento que la hizo desvanecerse en medio de una tenue bruma oscura, apareciendo en su hogar que pronto fue iluminado por un orbe de luz que la acompañó hasta la zona que había convertido en su Coranar, rodeándolas de un ambiente mucho más seguro para hablar con libertad.

Tomó una de las sillas del lugar y la llevó hasta la mesa, acomodándose en ella antes de quitarse la alhaja y dejarla en la superficie, trayendo de vuelta a la rubia en un parpadeo, pero el lugar no parecía disminuir su notorio nerviosismo. Tenía la mirada perdida mientras se mordía el pulgar y se balanceaba en sus talones, perdida en sus pensamientos y posiblemente reviviendo hechos del pasado que la atormentaban activamente desde que le dio la noticia del regreso de Kári... ¿o era Sindr?

—¿Cirya? —repitió ella, sacándola de su trance.

La mujer sacudió la cabeza, enfocándose en el presente y en la mirada preocupada de la castaña.

—Lo lamento, yo... —guardó silencio, tragando el nudo en su garganta—. No sé por dónde empezar.

Syntherea asintió pausadamente. Podía entender que era algo difícil para ella, sea lo que hubiera sucedido, por lo que no la forzaría a hablar; le daría un tiempo prudente para que encontrara las palabras adecuadas para expresarse, y si llegaba a encontrar alguna dificultad, le ayudaría a buscar alternativas para poder entender mejor lo que estaba pasando con aquella pelirroja.

Ver a la mujer en aquel estado de vulnerabilidad era extraño, por decirlo de algún modo; siempre se mostraba tan entusiasta, sarcástica y en ocasiones bromista, que presenciar esa faceta era casi como si no fuera ella, como si la hubieran reemplazado o su máscara de asertividad hubiera caído, revelando el profundo remordimiento que la invadía tras la imagen positiva que quería darle cada que se comunicaban. Ese estado no era muy propio de ella, aunque hubiera alcanzado ver atisbos de ese lado suyo cuando comenzaron a charlar con un poco más de confianza y se tocó el escape de los prisioneros, su mirada se había perdido por un instante cuando mencionó a Sindr, pero pronto reaccionó nuevamente solo para cambiar el tema.

Quizás a eso se debía su respuesta anterior. Confiaba en que el Padre de Todo ordenaría la captura de todos aquellos que habían escapado, con todo su poder y autoridad no tardarían en encontrarlos a todos en tiempo récord, pero la pelirroja había aparecido demasiado tiempo después, y no hallaba explicación del porqué; era la prisionera que mayor riesgo implicaba para el reino, y aun así parecieron abstenerse a buscarla hasta entre las rocas. Definitivamente tenía sus motivos para haber reaccionado de esa forma.

La rubia respiró hondo, abrazándose en un intento de otorgarse coraje para poder explicarle a la ojigris lo que quería saber.

—Entenderé si decides alejarte después de que sepas esto —dijo ella, su voz sonaba ahogada, como si estuviera conteniendo el llanto.

La joven frunció el ceño.

—¿Por qué dices eso?

—Porque esta es la cosa más oscura que se ha hecho con mi seidr, y toda la culpa recae en mí —tensó la mandíbula, observándola fijamente—. No te he contado la totalidad de los hechos que me llevaron a condenarme voluntariamente, pero siempre he tenido presente que tienes derecho a saberlo.

Cansada de explicaciones ambiguas, la ojigris exhaló con algo de frustración.

—¿Qué tan malo podría ser?

La de ojos avellana apartó la mirada, armándose de valor para confesar lo que había ocultado por miedo a ahuyentarla, pero que por la situación que se presentaba se veía obligada a admitir, finalmente, sus pecados en vida. La castaña la observaba expectante y a la vez compasiva, lo que le causó un amargo sabor de boca al saber que su rostro pronto cambiaría al horror más puro.

—Cuando Odín recibió la profecía del Ragnarok se llenó de miedo, y para el momento en que el conocimiento se dispersó por los Nueve Mundos, él buscó acabar con el problema de raíz, terminando con Surtur y controlando todo uso de magia, por ende, subyugando a las völvas —tomó aire, centrándose en el relato—. Heid y yo compartíamos el odio por aquel decreto que amenazaba con privarnos del derecho que teníamos de ejercer nuestra magia, por ello estuvimos buscando la forma de vengarnos. Ella vio potencial oscuro en mi seidr y lo explotó, a la vez que convocaba a más hechiceras que quisieran apoyarnos en lo que íbamos a hacer. No obligábamos a ninguna a quedarse, pero Heid advertía que nada de lo que se hablaba en la cofradía debía ser revelado, aunque ninguna sabía qué consecuencia tenía en mente para quien incumpliera su palabra, ni siquiera yo.

» Para el tiempo en que llevamos a cabo el caos que provocó el conflicto con Vanaheim, descubrimos que podíamos transferir almas, infundirlas en un cuerpo y crear híbridos fuera de la genética convencional, y mi querida compañera tuvo la idea de amenazar a Odín con un demonio de fuego, uno que tomara el papel de Surtur y cumpliera la profecía —enarcó una ceja y frunció los labios, restringiendo la formación de lágrimas en sus ojos—. En ese momento yo ya estaba dudando de Heid, y descubrimos que una antigua aliada nuestra nos había delatado con el Padre de Todo, por lo que comenzaron a cazar las demás aprendices para conseguir más información y llegar a nosotras.

Cirya hizo una pausa, tragando con fuerza y apartando algunas lágrimas que se deslizaron por sus mejillas.

—Heid la buscó sin descansar —continuó tras una pausa para no romperse frente a Syn—. Había pedido la protección de Odín, pero no fue suficiente, es decir, ¿cómo puedes luchar contra una ladrona de almas? Para empeorarlo, una que constantemente las consumía para mantener su fuerza y belleza intactas —rio sin gracia, demostrando una rabia interiorizada por el uso que le daba a su seidr—. Ella no había pedido protección por miedo a lo que podría sucederle, ella tenía miedo por lo que podía pasar con su hija recién nacida.

Escuchar esas palabras para luego ser rodeada por un silencio sepulcral mientras la rubia tomaba valor para continuar fue como recibir un golpe en el pecho. Estaba atando cabos poco a poco, y podía entender por qué había mantenido la historia oculta hasta ese momento; con cada palabra que añadía, todo se tornaba más turbio.

—¿Cuál era su nombre? —inquirió la castaña, intentando aligerar un poco el ambiente—. El de la aprendiz.

Laussa —reveló, sin observarla—. Su nombre es... o era, Laussa.

—¿Heid la asesinó?

—No —apoyó sus manos en la mesa—. No sé qué sucedió con ella en todo este tiempo, pero supongo que hubiera sido mejor que la hubiera asesinado, sería misericordioso a comparación de lo que le hizo.

Syntherea tragó con fuerza.

—¿Qué hizo?

La de cabello cobrizo se quedó estática por un momento, terminando por extender su mano, invitándola a ver por sí misma lo que había sucedido. Sabía que era posible, ya que ella misma le había enseñado un conjuro para ver los recuerdos de las almas, y no necesitaba tener contacto con su cabeza para explorar sus memorias; aceptó a pesar del escalofrío que se abrió paso por su cuerpo y la tomó de la muñeca, activando un sello que se iluminó entre sus manos y desencadenó el cambio de escenario usual.

Fue recibida por un haz de luz que pasó justo frente a sus ojos, seguido por objetos aleatorios como un jarrón, juguetes, y más destellos de magia; al apartarse, pudo diferenciar a una mujer de cabello rubio platinado con un bebé llorando apoyado firmemente contra ella, lucía aterrada y furiosa al mismo tiempo, y arrojaba cosas a alguien frente a ella. Cirya.

—¡Largo de mi casa! —exclamó ella, sin dejar de lanzar proyectiles a la mujer, quien lograba interceptarlos antes de que dañaran algo.

—No vengo a hacerles daño —atrapó el biberón de la criatura antes de que estallara contra alguna superficie.

—¡No confío en ti, maldita arpía! ¡Ustedes hicieron esto!

La antigua völva frunció el ceño.

—¿De qué estás hablando?

—¡De su estúpido plan! ¡Ustedes y su maldita venganza! —comenzó a llorar de impotencia, manteniendo al bebé en su pecho de forma protectora—. Sabía que estaban dementes, pero ¿por qué mi bebé? Pudieron hacerme lo que quisieran, ¿qué les hizo mi pobre niña?

Cirya no respondió, no tenía palabras ante lo que le había dicho. Simplemente se quedó allí, atando cabos en su cabeza mientras veía a la madre en una posición defensiva, casi obviando el fuerte llanto de su niña que posiblemente estaba reventándole los tímpanos. Al ver la notoria confusión en su rostro, Laussa dudó.

—Yo no... —comenzó a decir, dejando las cosas que había atrapado en una mesa adyacente—. No sabía que habías tenido una hija.

La platinada no respondió, simplemente se deslizó con suavidad hasta tomar una espada apoyada en la pared.

—¿A qué viniste, eh? —blandió la hoja en su dirección, acercándose—. ¿Olvidaron otra alma? ¿Traen otra forma de atormentar a mi hija?

—¿A qué te refieres con "otra alma"?

—¡No intentes jugar a la pobre inocente conmigo!

La de cabello cobrizo levantó ambas manos en son de paz al verla acercarse de forma amenazante.

—No estoy jugando —a pesar de la situación, mantuvo la calma y habló con un tono suave—. Hace días no hablo con Heid, hay algo que no está bien y decidí ir a las Aguas de la Visión para saber qué era. Los espíritus me dijeron que te buscara.

—¡Hurra! Me encontraste, ¿ya te vas?

—No hasta que me digas qué sucedió.

La mujer mantuvo la espada alzada por un momento, buscando en sus ojos un atisbo de que estaba intentando engañarla, pero al no encontrar algo que le generara desconfianza, bajó el filo con lentitud. La bebé continuaba llorando a todo pulmón y solo en ese momento comenzó a consolarla con algo de recelo.

—No hablaré contigo hasta saber que me estás diciendo la verdad —la usuaria de almas aceptó, haciendo que la platinada la observara de pies a cabeza—. Quédate donde estás.

Cirya obedeció, viendo que la mujer se llevaba a la niña para tranquilizarla, eventualmente el llanto cesó y sus tímpanos pudieron descansar, solo para que pocos minutos después apareciera Laussa nuevamente, la espada aún estaba en su mano izquierda mientras que la contraria sostenía una pequeña copa de metal que le ofreció a la hechicera, quien vertió el contenido en su boca sin meditarlo mucho.

—Interesante —comentó, extendiendo el recipiente hacia la madre.

Habla. ¿Qué te dijeron los espíritus de las aguas? —sentenció ella, observándola con severidad.

—Estaban decepcionados. Dijeron que estaría condenada por la eternidad por haber hecho un mal uso de la magia que se me permitió explorar, que había corrompido un don que estaba destinado a ser inofensivo y que gracias al enfoque oscuro que le había dado, había perjudicado más de un alma.

—Nunca mienten —entrecerró los ojos con rencor—. Dado el hecho de que ustedes dos hablaban tanto de una venganza contra el Padre de Todo, ¿tuviste algo que ver en todo esto?

La de cabello cobrizo respiró hondo.

—No. Estuve ocupada con lo que me dijeron los espíritus, no tengo idea de lo que sucedió.

Laussa la observó en silencio y con detenimiento, analizando sus palabras y su lenguaje corporal en busca de algo que la hiciera dudar de la veracidad de sus palabras, pero terminó por ceder al tomar en cuenta que le había dado aquella poción. De repente, los ojos de Laussa se llenaron de lágrimas y comenzó a sollozar; la mujer no sabía muy bien cómo reaccionar, simplemente bajó la mirada para evitar que el estado de su antigua aprendiz le afectara.

—Sabía que Heid me buscaría por lo que hice, por ello pedí protección, pero subestimé lo desquiciada que estaba. Les sacó el alma a todos los soldados, hechizó a mi esposo para desangrarse hasta morir y usó su cuerpo como un títere para sujetarme —tensó la mandíbula y apartó las lágrimas de su rostro—. Ella lo hizo. Cumplió con su maldito plan de venganza. Infundió el alma de un demonio de fuego en Kári. En mi niña... dioses, ¡sólo tiene dos semanas de nacida!

Cirya palideció ante sus palabras y sus labios se separaron. Cuando planearon esa estrategia nunca dictaron límites para llevarla a cabo, ni siquiera sabían si iba a funcionar, lo que resultaba incluso más horrorizante para la hechicera.

—Déjame verla —pidió, acercándose a la madre—. Debe haber una forma de revertir esto.

—No la hay, ya lo intenté —sollozó—. Ella me aseguró que sólo hay una manera de impedir que esa cosa cumpla el objetivo que le encomendó.

La de cabello cobrizo tragó con fuerza, temiendo la respuesta que iba a darle.

—¿Cuál es?

No respondió, simplemente extendió su mano temblorosa por los espasmos de su llanto, permitiendo que un destello revelara una enorme daga con un mango brillante, simulando la presencia de lava en su interior.

Syntherea rompió el encantamiento de golpe al soltar la mano de su maestra, procediendo a ponerse de pie y darle la espalda mientras se acercaba a la fragua; no se dio cuenta de que su rostro estaba empapado hasta que se movió y sintió los rastros que habían dejado sus lágrimas al caer, pero no le importaba mucho. Estaba aterrada, su corazón palpitaba con fuerza y sentía que su sangre se había congelado, incluso su mente iba a toda prisa, recordándole los temores que tuvo al principio con el seidr. Era algo tan cruel que no podía concebirlo en su totalidad, no tenía palabras para expresarse y solo podía pensar en lo que debió pasar Laussa, el horror que debió sentir cuando Heid maldijo a la niña que no tenía culpa de nada.

Estaba completamente horrorizada.

—"Asesina a tu hija y recibe nada a cambio, o deja que Asgard se queme como está destinado a suceder" —dijo Cirya finalmente, citando las palabras que no alcanzó a escuchar en el recuerdo, haciendo que la castaña girara la cabeza en su dirección—. Con esto estás lidiando. Una magia que puede darte unas últimas palabras con un ser querido y que a la vez puede maldecir a un inocente por la eternidad.

—Es monstruoso —replicó en un hilo de voz.

La rubia permitió que las lágrimas corrieran por sus mejillas, dejando que la joven presenciara su estado más vulnerable ante la confesión de la culpa que la carcomía desde adentro.

—Esto es mi culpa —se encogió de hombros, observando al techo en un intento de contener las lágrimas en sus ojos—. Estaba tan enojada que no me importó con quién me aliaba para conseguir mi venganza, no veía más allá de mi propia nariz y mira lo que causé. Deshonré la magia que las Nornas me habían otorgado al dirigirla a propósitos oscuros, causé una guerra y condené a una niña que nunca me hizo nada.

La castaña tragó con fuerza, intentando digerir la información que acababa de presenciar. Se sentía ahogada, la estaba invadiendo el miedo y, al menos en ese momento, no se sentía cómoda con la presencia de Cirya; necesitaba tomar aire, pensar con cabeza fría, y no lo lograría si se quedaba en ese lugar.

Sin decir nada más, decidió salir de su hogar usando nuevamente el hechizo de teletransportación, siendo envuelta por una brisa helada que le puso la piel de gallina cuando llegó a la parte trasera de la construcción, pero que a la vez fue una sensación que logró despejarla un poco al dispersar sus pensamientos para centrarse en el frío. Aún era de madrugada, las calles estaban casi a oscuras y todavía no había transeúntes por el lugar, lo que creaba un ambiente sereno propio para analizar las cosas con tranquilidad y usando la razón.

Comenzó a recordar todo lo que fue aprendiendo de la hechicera en el tiempo que llevaba conociéndola, la forma en que había reaccionado los primeros días de conocerla y la confianza que poco a poco fue creándose entre ambas; su mente reiteró las dudas que tuvo al principio y el acuerdo entre ambas, lo que fue un motivo para considerar a profundidad si debía continuar su alianza, o la obligaría a buscar una nueva aprendiz que quizás nunca aparecería.

Evocó una parte de sus conversaciones pasadas, y no pudo evitar verlas como un presagio de lo que iba a suceder. Cirya le había preguntado qué la diferenciaba de Loki cuando a redención se refería, qué tenía él y de qué carecía para que ella pensara que uno podría lograrlo y el otro no, y su respuesta había sido que "lo conocía". Bueno, ahora la conocía, se había abierto a ella a través del tiempo y se había convertido en una amiga y maestra. ¿Qué seguía impidiéndole aceptar que buscaba redimirse?

Había hecho cosas malas en el pasado y por ella Heid había logrado horrores que ahora tendría que enfrentar con Thor, pero no tenía nada que perder. Ella buscaba demostrar que su magia podría ser usada para el bien, que el don que había explorado en vida no estaba completamente manchado, sin embargo, implícitamente había notado que no le interesaba mucho si su alma era condenada o no. El trato dictaba salvación si demostraba que el seidr seguía siendo bueno o condena eterna si confirmaba ser magia corrupta, pero lo único que le importaba era su don, no dónde terminaría su alma.

Había una conexión –que no comprendía en su totalidad– de las hechiceras antiguas con las Nornas, las cuales predicaban cierto respeto superior por los espíritus; Frigga las consideraba eminencias del destino y Cirya las tenía como referentes de magia, sobre todo la de ella al estar estrechamente relacionada de cierto modo.

Entonces, si su maestra se mostraba arrepentida por sus acciones pasadas y estaba dispuesta a probar que aún había partes puras en su seidr, ¿qué podría impedírselo?

Syntherea respiró hondo, observando las estrellas en el cielo y limpiando las lágrimas acumuladas en su mentón, tomando la iniciativa de regresar al Coranar y hablar con la rubia tras haber considerado todo con cabeza fría. Una bruma oscura manifestó la magia empleada para transportarse nuevamente al interior de su hogar, donde buscó a la hechicera con la mirada, encontrándola sentada en el suelo, dándole la espalda mientras estaba recostada contra una de las patas de la mesa.

—No es tu culpa, al menos no de todo —contempló, llamando la atención de la mujer que, irónicamente, parecía ver un fantasma cuando se giró en su dirección—. Tu pecado fue la ingenuidad, y haberte dejado influenciar por Heid. No sabías que se podían hacer cosas malas con tu seidr hasta que ella te mostró cómo.

Cirya se puso de pie con lentitud, sin despegar sus ojos de la castaña. Al ver esto, respiró hondo antes de continuar, juntando sus manos en un gesto de nerviosismo al esperar que su elección de palabras fuera la adecuada.

—Si bien fue tu magia la que se usó para maldecir a Kári, no fueron tus manos las que efectuaron los hechizos. No estuviste directamente implicada en los hechos.

—¿Eso significa que te quedarás? —preguntó con cautela.

—Bueno, todos merecen la oportunidad de redimirse, ¿no crees?

La hechicera dio unos pasos hacia ella, terminando por rodearla en un abrazo un tanto extraño, puesto que no sentía su temperatura; usualmente podía tocarla porque la magia lo permitía, pero no podía sentir calidez o frío en su anatomía, solo existía. De todas formas, no podía quejarse mucho cuando el contacto, por más peculiar que fuera, le brindaba algo de consuelo.

Cuando la mujer se separó, aún lucía temerosa, y la ojigris no tardó en notarlo.

—¿Hay algo más que quieras decirme?

Cirya asintió tras un momento, indicándole tomar asiento de nuevo. Ella acató la petición, esperando a que confesara lo que estuviera perturbándola. La vio inhalar a profundidad, preparándose para soltar la información.

—Heid podría estar con Sindr.

Syn frunció el ceño.

—No, no es posible. La asesinaron como parte de la tregua con Vanaheim.

—Lo mismo decían de mí, y heme aquí —arguyó—. La maldita no puede morir, al menos no de forma convencional. Ella se aseguró de eso.

—¿A qué te refieres?

—Ella improvisó un contenedor de almas, un objeto que siempre traía consigo para almacenar energía que usaría después, para aumentar su poder, sanar sus heridas... o proteger su propia alma.

La castaña exhaló con algo de frustración, recostándose en el espaldar de la silla. ¿Era tan difícil que el destino le pusiera solo un obstáculo a la vez?

—¿Tendremos que buscarla?

—Será mejor esperar a que aparezca —consideró, cruzándose de brazos.

—¿Y cómo se supone que la venceremos?

—Encuentra el contenedor y destrúyelo, de esa forma tendrás a Heid toda para ti.

Asintió con suavidad, perdida en sus pensamientos. Sonaba muy fácil decirlo, pero sabía que cuando llegara el momento de hacerlo se enfrentaría a varios obstáculos; su experiencia con la pelea cuerpo a cuerpo era limitada, y a pesar de tener los conocimientos primordiales gracias a sus entrenamientos con Sif, estaba segura de que aquella mujer sabría defenderse con creces. No debía encontrársela de frente para intuir que tenía muchos trucos bajo la manga, por lo que debería ingeniárselas para lograr quitarle lo que sea que usara como contenedor... lo que estaba aterrándola entre más lo pensaba.

Lo que había escuchado de Heid era intimidante, y estaría mintiendo descaradamente si decía que estaría preparada para enfrentarla cuando apareciera, pero ella también tenía sus trucos y confiaba en que sería suficiente para subyugarla, o haría su mejor esfuerzo por lograrlo.



















Para cuando la castaña decidió regresar al palacio después de charlar con Cirya, los rayos del sol ya se asomaban por el horizonte, y solo pudo pensar en que había invertido sus horas de sueño en conversaciones que, en resumidas cuentas, le habían causado una terrible sensación de impotencia y miedo; no obstante, debía aceptar que prefería mil veces lo que había sucedido a comparación de lo que estaba haciendo antes de que Thor tocara la puerta. Estar dando vueltas por la cama sin poder conciliar el sueño, atormentada por los recuerdos que la rodeaban en la habitación que le habían asignado, no era tan buen plan. Al menos, había sacrificado su descanso por una causa más productiva, y era que ahora tenía información de gran importancia para entregarle al rubio.

Al reaparecer en su habitación, lo primero que notó fue la figura del príncipe mayor tendido en la cama, roncando sonoramente con la boca entreabierta; estaba plácidamente dormido, y ella se limitó a entrecerrar los ojos, cruzándose de brazos ante la indignación. Por su cabeza cruzó la idea de despertarlo con una cachetada o arrojarle agua, pero por decencia, debía ser un poco más civilizada. Optó por sacudirlo con delicadeza, que todo fuera gentil para evitar un ataque repentino por haberle sacado un susto, pero no funcionaba, empleó un poco más de fuerza, no se inmutaba, llegó a usar ambas manos para zarandearlo, consiguiendo que simplemente roncara más fuerte.

Dioses, sí que tenía el sueño profundo.

De repente tuvo una idea, arriesgada, pero que podría funcionar. Llevó su mano derecha a su cabello, tomando hebras y jalándolas con cuidado de no arrancarlas, pero que crearan la sensación adecuada para hacerlo despertar de su letargo. La parte buena de aquella acción fue que resultó exitosa, la mala fue que su primera reacción fue llevar su mano derecha a la de ella, agarrándola de la muñeca con un poco más de fuerza de la necesaria, además de sacarle un susto ante la rapidez con que había interceptado su extremidad.

Thor comenzó a abrir los ojos con lentitud, acostumbrándose a la luz e identificando que se trataba de la castaña; debido a eso aligeró su agarre, permitiéndole liberarse y jadear con alivio, puesto que comenzaba a imaginarse que sus huesos estaban partiéndose bajo su gran mano.

—Uno de estos días me van a arrancar la mano —se quejó, tocando la zona afectada con delicadeza.

—Sabes que no me gusta que me toquen el cabello —se excusó, incorporándose en la cama—. ¿Dónde estabas?

—Tenía que despertarte de algún modo, ¿cómo iba a saber que te puede pasar una estampida por encima y seguirías durmiendo?

—Me quedé dormido mientras te esperaba —explicó—. No te encontraba por ningún lado y decidí quedarme hasta que llegaras.

Syntherea suspiró.

—Estuve buscando la información que me pediste.

Escuchar esas palabras fue el incentivo que necesitaba para despertar por completo, puesto que comenzó a balbucear y hacer una leve mueca.

Oh, eso —se rascó la nuca—. Respecto a esa información... hay un cambio de planes.

Enarcó una ceja.

—¿Conseguiste algo?

Eh, bueno... algo así —intentó explicar—. Verás, necesito que hagas algo más.

Respiró hondo, preparándose para otro de sus famosos planes.

—Te escucho.

El rubio tomó aire, adoptando los ojos de cachorro para convencerla con mayor facilidad.

—Quiero que me ayudes a averiguar si existe una poción de la verdad.

Se llevó las manos al rostro. Oficialmente consideraba que el Dios del Trueno estaba buscando un boleto directo a una muerte segura.







He aquí el misterio aclarado de Cirya y la bebé que se había mencionado con anterioridad 👀 debo admitir que fue entretenido ver que teorizaban que era la mamá de Syn, que era la misma Syn, que era la tía pero me temo que no 😂 ¡no se desanimen! Me complace ver sus comentarios, y no puedo esperar a ver sus reacciones ante lo que está por venir 😏

Esto se va a descontrolar de lo lindo, y estoy segura de que lo van a disfrutar y me odiarán a partes iguales, pero yo me alimento de drama, así que simplemente veré la sección de comentarios arder cuando esos momentos lleguen 🔥🔥🔥

He visto en repetidas ocasiones que comentan que Wattpad no avisó, así que vengo a hacerme un poco de publicidad 😂 normalmente suelo publicar en el tablero cuando hay una actualización de cualquier historia, incluso las que están pasando sin pena ni gloria, (y sí, estoy mirando al resto de volúmenes de esta saga jsjsj) así que, a menos que la plataforma esté completamente caída, creo que les llegaría una notificación por algún lado 💕

¡Nos leemos luego!

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