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lokasenna

CAPÍTULO 40:
Cabos sueltos.

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Thor había llegado al taller tan imponente como de costumbre, saludando a Ekanna y manteniendo una conversación corta con ella mientras esperaba a que la castaña regresara con un vestido de una colección bastante antigua, pero que la rubia necesitaba para recrear a petición de una clienta. El príncipe fue paciente, habló de cosas bastante triviales con la costurera, incluso curioseó la colección actual, exhibida de manera impecable y con algunas ayudas mágicas para que todo luciera bien; por un momento pudo imaginarse a Jane en uno de los vestidos de la colección y una sonrisa melancólica se dibujó en su rostro, la cual se volvió más alegre cuando la ojigris apareció y se acercó para abrazarlo, teniendo cuidado de no hacerle daño.

No tardó mucho tiempo, no era el lugar apropiado para hablar de lo que deseaba, por lo que simplemente fue al grano e invitó a la joven a una cabalgata nocturna, donde quizás podría arreglárselas para encontrar un buen soborno y hacer que aceptara ayudarle con mayor facilidad, aunque sabía de primera mano que estaría dispuesta a colaborarle después de lo que había sucedido en la Tierra, más sabiendo que no era algo que pondría su vida en riesgo... por el momento. La castaña aceptó el ofrecimiento, intuyendo el tema que el rubio iba a tratar durante el paseo que iban a dar, pero lo dejaría hablar para saber qué tan descabellado iba a sonar lo que se le había ocurrido.

Las horas pasaron y la joven se preparó para salir cuando estaba a punto de atardecer, siendo interceptada por Ekanna un momento, quien no tardó en pedirle tener cuidado con las ideas extrañas del rubio –haciendo alusión al incidente de Midgard... o al menos lo que pudo saber de lo que había sucedido–; Syntherea rio, pero le aseguró que tendría cuidado, y lo decía de verdad. Tenía asuntos por solucionar y estando herida o muerta no iba a poder hacer mucho, razón por la que sería la primera en decir no en caso de ser una estrategia que ameritara más peligro del necesario; tampoco dejaría que Thor estuviera en riesgo, no sólo lo necesitaba para ayudarle con el asunto de Odín, él era su amigo y no podría permitir que su vida fuera puesta en juego, aún si él así lo deseaba.

Para cuando llegó al lugar acordado, encontró a Thor acariciando uno de los caballos, hablando cordialmente con un sirviente que acomodaba unas canastas en la montura y hacia una tenue reverencia cuando todo estuvo en orden. Thor agradeció, permitiéndole retirarse y acomodando la capa que traía sobre sus hombros, girando la cabeza para ver si la castaña ya estaba por llegar y regalándole una sonrisa brillante cuando la vio a unos pasos de él.

—Aprecio que aceptaras mi invitación —dijo.

—Oh, por favor —hizo un ademán con la mano, restándole importancia—. Soy yo quien debería estar agradecida contigo por sacarme de la monotonía.

Thor rio, extendiendo su mano para guiarla hasta el caballo y ayudarle a subir; no era como si ella no fuera capaz de hacerlo por su cuenta a pesar de haber pasado un tiempo desde su última cabalgata, pero no era nadie para negar un gesto de amabilidad.

—¿Para qué son las canastas? —inquirió ella al desviar su atención a los objetos que cargaba el corcel del príncipe.

—Creí que sería agradable llevar algo para comer —comentó, subiendo sin dificultad alguna—. Además, dudo que cuando veas el cielo desde allá quieras irte.

La ojigris sonrió con suavidad, moviendo las riendas para seguir de cerca al dios mientras se dirigían al lugar que tanto estaba mencionando. En el fondo sentía cierta nostalgia, era algo que ella solía hacer en los otros Mundos con Loki cuando su amistad aún no caía en picada, pero tenía presente que debía salir de aquella burbuja de añoranza por el pasado, lo que convertía ese paseo en una oportunidad para abrirse a nuevas experiencias, y de paso retarlo, si su hipótesis era correcta y por pura curiosidad se atrevía a dirigir su atención a ambos.

Durante el camino habló con Thor, preguntándole el resultado de toda aquella odisea en la que estuvo metido con sus compañeros Vengadores y sintiendo alivio al saber que todo había salido bien... en su mayoría. El sacrificio que habían dicho los espíritus se había cumplido, siendo el hermano de la brujita quien dio la vida para salvar a uno de los héroes del grupo, cumpliendo con uno de los acertijos. No podía evitar sentir compasión por la joven, a pesar de todo había buscado redimirse y había perdido el último familiar que le quedaba en el proceso, lo que despertaba su parte empática; deseó de corazón que tuviera a alguien que le ayudara con su dolor, tal y como Ekanna había estado para ella cuando su padre murió. Nadie debía pasar por algo así a solas.

Su atención regresó al presente cuando se adentraron en el bosque y Thor se permitió hablar con más tranquilidad, confesando que la necesitaba para algo más que involucraba sus visiones.

—Los espíritus otorgaron unas respuestas cuando tomaron control de mi cuerpo, pero durante el trance me mostraron algo más.

—Y supongo que quieres que lo vea —lo observó, recibiendo un asentimiento en respuesta. Ella suspiró—. Tantos presagios me dan mala espina, Thor.

—Están sucediendo cosas alrededor del universo y no nos estamos dando cuenta, cosas que podrían poner en peligro a muchas personas —razonó—. Créeme, tampoco pienso que sea agradable darse cuenta de algo así, pero si es una oportunidad para hacer las cosas bien antes de que sea tarde, que así sea.

Había algo en el príncipe que lograba perturbarla bastante. No era una molestia por lo que hacía, en realidad apreciaba que buscara proteger a las personas de las amenazas que se presentaban cada cierto tiempo, pero al poner su vida en el medio, no podía evitar temer lo que podría sucederle. Era su amigo de la infancia, y a pesar de haber chocado en el pasado por su arrogancia, no quería perderlo cuando se había vuelto alguien importante en su vida.

Intentó distraerse de la preocupación que se infundió en ella al mirar al cielo en lo que llegaban al lugar que Thor conocía. El atardecer en Asgard era todo un espectáculo, eso lo había sabido desde siempre, pero creaba un ambiente incluso más ameno para charlar, por más enervante que fuera el tema; recibir la brisa fresca en el rostro y observar el pueblo tras ella casi logró distraerla de lo que sucedía, lo que fue un incentivo para que el dios la trajera de vuelta a la realidad, bajara de su caballo y lo acompañara en el espacio que había organizado con una manta y la cesta en el medio mientras ella estuvo perdida en la belleza del paisaje.

Debía admitir que era un gesto bastante peculiar por parte del rubio organizar una velada de ese tipo; obviamente no había una intención romántica detrás, esas intenciones habían desaparecido tras una efímera presencia –rechazada y olvidada ipso facto* ante el primer no– en el pasado, pero ante la posibilidad de usar cualquier espacio del Valaskjálf o dirigirse a alguno de los lugares agradables en el pueblo, le resultaba curioso que decidiera llevarla tan lejos, y dudaba que fuera por las vistas.

Se sentó sobre la tela, agradeciendo haberse puesto unos pantalones para el paseo, y cuando el príncipe se acomodó frente a ella con una sonrisa inocente, tomó la oportunidad de atacar verbalmente.

—No es mi intención ser grosera, adoro el paisaje y todo lo que ofreces, pero algo me dice que hay otra razón por la que me trajiste aquí.

Thor resopló.

—Pasar tanto tiempo con Loki arruinó tu confianza, querida Syn —señaló.

—Puede que sí —hizo una leve mueca—, aunque yo lo denomino más como un sexto sentido. Una forma de supervivencia, para evitar ser manipulado.

El áss guardó silencio, donde solo intercambiaron miradas. La ojigris casi pudo escuchar sus pensamientos, pero sus ojos demostraban más de lo que salió de su boca; la pena en sus iris revelaba una duda oculta referente al por qué había usado esas palabras, pero él mismo podía intuir la razón y no era su intención entrometerse en las razones tras lo que posiblemente fue un gran dolor en su momento.

—Quería privacidad —admitió finalmente—. Un lugar tranquilo para pensar y hablar con libertad, sin público que escuchara lo que no le conviene.

Ella sonrió de lado.

—¿Qué hay del Padre de Todo y Heimdall?

—Mientras no estemos haciendo algo perjudicial, dudo que nos den más que una mirada pasajera. Además, Padre ya debe estar rondando el palacio antes de ir a dormir.

No era una respuesta confiable, sobre todo cuando del hombre del parche se trataba, pero no diría nada al respecto. Iban a hablar sobre lo que había visto, y si confiaba en lo que creía sobre su padre, no era nadie para hacerlo dudar, mucho menos con la posible paranoia por la que estaba pasando. Simplemente se quedaron allí, observando las estrellas descubriéndose en el firmamento hasta que Thor estuviera preparado para permitirle navegar por su cabeza.

Cuando llegó el momento, se acomodaron frente al otro para hacer uso del conjuro, el cual la envió de vuelta a la Cueva de las Nornas justo cuando el rubio estaba ingresando en las aguas. Para cuando lo vio sumergirse, la vista cambió, llevándola a un salón de Asgard lleno de personas, con licores, extravagancias e incluso bailarinas que eran observadas por los hombres como si fueran un trozo de carne; no sabía qué estaban celebrando o por qué estaban reunidos siquiera, pero era lo más parecido a las celebraciones perversas que había visto en libros, donde todos los pecados eran permitidos y no había quién controlara o detuviera lo que sucedía.

Comenzó a sentirse enferma cuando el príncipe avanzó por el lugar, encontrando más escenas que le revolvieron el estómago ante la crudeza de los hechos, pero su sangre se heló cuando se fijó en alguien azotando a una mujer contra la superficie de una mesa; no podía reconocer al atacante por la capa oscura que lo cubría, pero se quedó de piedra al reconocerse siendo subyugada con una mano en el cuello... y darse cuenta de que no estaba precisamente resistiéndose al asalto. En realidad, tenía una sonrisa perversa en el rostro, haciéndose más oscura cuando sus ojos comenzaron a resplandecer y sus manos entraron en contacto con el brazo que la sometía.

En un instante, la atención de Thor fue captada por una figura que se atravesó frente a él, de capucha oscura y unos detalles en el borde que despertaron su curiosidad aún más cuando se detuvo a medio camino para girarse levemente hacia él. Se acercó con cautela, pero antes de poder observar a aquella persona de frente, una voz lo distrajo e hizo que girara su cabeza hacia el origen.

—¿Es él? —dijo Heimdall, dejando su jarra a un lado y olvidando a las dos mujeres que bailaban para él—. ¿Es el primogénito de Odín?

Cuando se acercó, lo primero que notó fueron sus ojos blancos, sin una pizca de lo que serían sus usuales ojos dorados y, posiblemente, sin el don que siempre lo había caracterizado.

—Heimdall, tus ojos —mencionó el dios, confundido.

El moreno se acercó a él, posando sus manos a cada lado de su cabeza.

Oh. Lo ven todo —bajó sus manos a sus hombros—. Ven cómo nos llevas a Hel.

Hubo algunos destellos, imágenes que pasaban demasiado rápido para detallar a profundidad, hasta que el suceso principal regresó, siendo Heimdall comenzando a ahorcar al príncipe mayor.

—¡Despierta!

—¡Todavía puedo salvarte! —dijo con esfuerzo, luchando por formular las palabras ante el fuerte agarre del guardián.

—¡Estamos todos muertos! ¿No lo ves?

El Dios del Trueno logró apartar al moreno, cubriéndose de rayos tal y como había visto que sucedió en las aguas, luciendo confundido ante el descontrol de su poder.

—Eres un destructor, Odinson —justo cuando dijo esto, uno de los rayos salió desviado de su cuerpo, impactando en alguien a su lado y convirtiéndolo en cenizas—. Mira a dónde nos lleva tu poder.

Los rayos lo envolvieron por completo, arrojando destellos de aquel que recordaba como Tony Stark, la voz de lo que vendría siendo Ultrón y una nueva escena que resultó demasiado conocida. Se mostró el Cetro que portó Loki, la gema siendo separada del arma y revelando que bajo la capa azulada era de un amarillo potente, un orbe que al separarse arrojó una piedra violeta, el peligroso Aether adoptando una forma sólida y la figura cúbica del Teseracto estallando; fueron cuatro gemas arrojadas que se juntaron en una nebulosa dorada, asimilándose a lo que sería un puño cerrado.

Sin embargo, ese fue el fin de la visión. Thor despertó de golpe ante el impacto contra las rocas que ella había ocasionado y el doctor Selvig le ayudó a salir, repitiéndose lo que ya sabía que había ocurrido. Fue arrastrada hasta el fondo del estanque y, curiosamente, tres orbes de luz se elevaron sobre las aguas nubladas, comenzando a susurrar a la vez y haciendo que no se entendiera muy bien lo que decían, hasta que las voces se unieron y tomó más sentido.

Mentiras doradas, sólo retrasan lo inevitable. La muerte vendrá y reclamará lo que más protegen.

Y en ese instante, las luces flotantes se zambulleron en el agua, dando paso a su propia salida y a la finalización del conjuro.

La castaña apartó su toque dando un respingo, observando a su alrededor y percatándose de la oscuridad que los envolvía; se aclaró la garganta y creó una esfera para iluminar el espacio, dirigiendo su atención nuevamente al rubio y a la mirada consternada que le estaba dando.

—¿En qué piensas?

—Yo... —se aclaró la garganta—. No sé qué decir.

El áss tomó la canasta tranquilamente, abriendo la tapa y comenzando a sacar algunas cosas.

—¿Crees que sea literal?

La castaña negó con la cabeza.

Alguien que conozco dice que es cambiante —explicó con suma naturalidad, perdida en su propia cabeza—. Algunas cosas pueden ser literales como otras pueden tener un significado ambiguo, y sólo el tiempo dirá qué significa cada cosa.

—¿Alguien... que conoces?

Fue en ese momento que Syntherea se dio cuenta de sus palabras, y ya no había vuelta atrás. Había despertado la curiosidad del príncipe y no había manera de desviar el tema hacia algo diferente, por lo que tuvo que apartar la mirada; el asunto de Cirya no lo había comentado con nadie por miedo a lo que podría suceder, pero ahora que se había deslizado de su boca, no veía otra opción más que revelarlo. Confiaba en Thor y en su capacidad de entender lo que sucedía, pero nada podía asegurarle que la información no se le escaparía al rubio en medio de una conversación con su padre. De todas formas, se debían correr algunos riesgos.

Cerró los ojos y respiró hondo, llevando su mano hasta el brazo del príncipe para luego ser envueltos momentáneamente en un destello jade que los ocultó verdaderamente de algunos ojos y oídos curiosos, y antes de que él pudiera pronunciar su confusión, la joven se adelantó.

—No he confesado esto en todo el tiempo que ha pasado porque no sé qué pueda suceder. No sé qué tan perjudicial podría ser que se sepa lo que está ocurriendo y por ello necesito que lo mantengas en secreto —lo observó con ojos suplicantes—. ¿Puedes prometerme eso?

—S-Seguro, pero ¿qué es? ¿Qué acabas de hacer?

Exhaló, armándose de valor.

—Acabo de usar el hechizo que Loki usó para traer Gigantes de Hielo porque nadie más debe saber esto —explicó—. No puedo arriesgarme a que el Padre de Todo sepa que Cirya es mi maestra y la persona con la que estoy perfeccionando la Magia de Almas. No quiero que me considere una amenaza porque no lo soy, ni pienso serlo, pero no sé cómo explicarlo apropiadamente.

Los ojos del príncipe estuvieron a punto de salir de sus órbitas cuando mencionó el nombre de la bruja, pero esperó a que la ojigris confesara todo antes de sacar a la luz su incertidumbre; confiaba en ella, sabía que no estaría permitiéndole enseñarle aquella magia si hubiera intenciones ocultas en su disposición, pero no podía evitar sentirse abrumado ante tanta información soltada de repente. La verdad era que le sonaba fantasioso, y era mucho decir habiendo visto tantas cosas a lo largo de su vida; no era nada que no pudiera asimilar, pero saber que una de las causantes de un gran conflicto pasado en realidad no había sido completamente mala no era algo fácil de digerir.

Syntherea aseguró que ella se encargaría en caso de que la estuviera engañando, pero temía que las cosas salieran mal si ese era el caso; como un buen amigo, haría todo lo posible por ayudarle en lo que fuera, pero no quería verse en el extremo de tener que vengar su muerte o tener que asesinarla por un descuido. No quería menospreciarla, pero esperaba con todo su corazón que de verdad tuviera todo bajo control, como parecía. De todas formas, no podía quitarle méritos y debía aceptar que lo que la castaña contaba acerca del seidr que estaba perfeccionando era supremamente fascinante, y esperaba poder verla en acción algún día.

—Puedes hablar con ella, si lo deseas —añadió tras un rato.

—¿Está presente en este momento?

—Está presente cuando lo necesite. Su alma está en este brazalete —levantó su mano, mostrando la alhaja de piedras ámbar—. Es mejor que tenerla rondando en mi cabeza.

Por más tentador que podría ser entablar una conversación con un personaje de ese calibre, prefería abstenerse; era la castaña quien sabía cómo lidiar con aquella mujer y, sinceramente, no quería terminar retándola al punto de convertirse en su muñeco de prueba para algún hechizo. Prefería mantener su distancia por el momento, ya luego se atrevería a encararla apropiadamente para asegurarse de sus intenciones, pero en ese instante decidía confiar plenamente en su amiga y la seguridad en sus palabras.

Pronto, el tema regresó al príncipe y el resto de su visión, desembocando principalmente en las gemas. Conocía el paradero de tres de ellas, la del Espacio estaba en la Bóveda de Tesoros, la de la Realidad la habían enviado con El Coleccionista –bastante lejos, por un bien mayor– y la de la Mente se había quedado en la Tierra, ya que por algunos sucesos que no había presenciado pero que el mayor le contó con lujo de detalles, estaría segura allí. Thor también le explicó sobre la gema morada, la del Poder, resguardada en un lugar llamado Xandar y cuyas fuerzas serían más que suficientes para protegerla; no obstante, quedaban dos gemas sin mucha información al respecto, las cuales el rubio quería buscar para proteger: las gemas del Tiempo y Alma.

—Quiero encontrar toda información existente sobre las gemas faltantes y quién podría estar buscándolas, pero para ello necesito tu ayuda.

La castaña tragó el trozo de fruta que traía en la boca –ya que, mientras el dios hablaba, empezaron a comer lo que había traído–, frunció el ceño con algo de confusión y respondió a su petición con un tono divertido.

—Sabes que puedo ayudarte en lo que necesites.

—Es una búsqueda extensa, Syn. Necesitaré tu entera disposición —ella asintió con una sonrisa—, por ello debo pedir que te quedes en el palacio.

Su sonrisa se esfumó al entender sus palabras. Oh, Nornas no. ¿Por qué?

—¿Es decir... quedarme como invitada?

—Tendrías tu propia habitación y los sirvientes estarían a tu disposición cuando los necesites —añadió, como si saber eso fuera un incentivo para aceptar.

—Yo... no lo sé —negó con suavidad—. ¿Qué hay de Ekanna? No puedo dejarla sola, es decir, trabajamos juntas y-

—Hablaré con ella —le sonrió de manera encantadora. Maldita sea Thor, estaba creando excusas para decir no, no para que buscaras soluciones—. Estoy seguro de que lo entenderá.

—Por supuesto —sonrió con incomodidad mientras lo veía llevarse un trozo de fruta a la boca.

No podía decirle que Odín había hecho ese mismo ofrecimiento días atrás, sería demasiado extraño. Lo más acorde que podría hacer hasta que sus dudas no fueran aclaradas sería aceptar y hacer lo posible porque su estadía no tomara mucho tiempo, encontrar la información de las gemas y regresar a su cotidianidad, donde se sentía más segura. Sería lo más acorde y esperaba que todo siguiera el rumbo que esperaba, pero debía prepararse para cualquier jugarreta que estuvieran preparando las Nornas en su futuro, ya que tan graciosas se estaban poniendo últimamente con los sucesos de su vida.





























Definitivamente había alguien moviendo los hilos para hacerla sufrir.

Cuando Thor dijo que necesitaría su ayuda para encontrar información sobre las gemas y que precisaba tanto de su tiempo que le otorgaría una habitación para hacer su labor más sencilla, esperó que la llevaran a los cuartos de invitados, no que la llevaran al lugar que, en su momento, le había causado tanta vergüenza por las condiciones en las que había sido llevada.

Dioses, ¿qué clase de broma de mal gusto era esa? Mejor dicho, ¿qué demonios se traía Odín entre manos? Porque estaba segura de que había sido él quien había dado la orden de prepararle justo esa habitación, ya que Thor lucía igual de sorprendido cuando la vio observando el espacio con desconfianza.

—¿Recordando viejos momentos? —había dicho Thor al apoyarse contra el marco de la puerta.

Botó aire por la nariz con diversión al identificar la voz y la entonación casi coqueta que había empleado. Podía imaginarse la razón de su discreta insinuación, pero prefirió no pensar mucho en ello, ese nunca había sido el caso.

—Sólo uno —respondió, saliendo de su ensimismamiento y girándose hacia él—. Al parecer me quedaré aquí.

El rubio frunció el ceño levemente, confundido por la información que le había dado.

—Debe ser un error —ingresó en su totalidad al cuarto, evitando observar de más las cosas que solían pertenecer a su hermano, no quería despertar el dolor—. No me malinterpretes, eres bienvenida en cualquier lugar del palacio, pero este es...

—Lo sé —lo interrumpió, estando de acuerdo con lo que iba a decir—. Intenté decirle al sirviente que debía ser un error, pero insistió en que el Padre de Todo ordenó que prepararan este cuarto para mí.

El áss apartó la mirada para procesar todo, sintiéndose algo incómodo por la extraña decisión de su padre, pero respetándola completamente. En realidad, no tenían de otra.

—Supongo que tendría sus razones para hacerlo —trató ver el lado lógico de la situación—. A lo mejor pensó que sería más cómodo para ambos.

Enarcó una ceja momentáneamente, sopesando la situación.

—Podría ser, sí.

A pesar de haber visto un lado razonable de toda la situación, los dos asgardianos continuaban sintiendo una leve incomodidad ante el uso de la antigua habitación del pelinegro, siendo la ojigris la mayor afectada en el asunto. El recuerdo de haber despertado allí tras pasarse de copas era vergonzoso, por decir poco; era un suceso que había detestado aún más al haber involucrado a Loki sin querer –pero cuya intervención había agradecido enormemente, puesto que no sabía qué pudo haberle sucedido si él no hubiera aparecido en aquel pasillo... o si la hubiera dejado tirada allí– aunque prefería mil veces la sensación de esa memoria al dolor que sintió cuando descubrió su engaño y traición al robar el libro de Cirya.

De todas formas, era sumamente incómodo.

Thor había ido con Ekanna en la mañana para informarle que Syn estaría ayudándole con algunas cosas por tiempo indefinido, y aunque dudó un rato, donde cuestionó varias cosas para saber que ella estaría segura en aquellos dominios, terminó por aceptar, lo que le daba a la castaña la completa libertad de acompañar al rubio a la biblioteca en busca de información acerca de las Gemas del Infinito. No estaban muy seguros de encontrar algo puntual, pero primero deseaban buscar información local antes de aventurarse a otros Mundos para hallar respuestas.

Ingresaron a la biblioteca especial, aquella con la proyección del Yggdrasil donde se guardaban los libros más técnicos acerca del origen del universo conocido, pero se encontraban con la nada misma o con referencias tan vagas y ambiguas que no los llevaban a ningún lado. La única información relevante que encontraron fue la de la ya conocida Gema de la Realidad, nada sobre los dos lingotes faltantes o detalles a profundidad sobre el resto. Sin embargo, hubo un momento donde la hechicera intervino, despertando la curiosidad del príncipe cuando vio las piedras del brazalete resplandeciendo y humeando.

—¿Alguna vez escuchaste la leyenda de la Espada de Almas de Rhistorei? —inquirió la rubia, invadiendo la cabeza de la joven.

—No logro recordarlo —admitió ella, observando distraídamente los libros frente a ella mientras conversaban telepáticamente.

—Se dice que la espada tiene una conexión con la Gema del Alma y que con ella se puede encontrar —explicó—. En vida, cuando aún no me desviaba del camino, planeé ir para aprender más de mi seidr. Creía que los rhistor podrían permitirme usar la espada, sabiendo que eran aliados del Reino y que podría compartir lo que descubriera con ellos.

—¿Qué sucede? —preguntó el príncipe, sacándola de su ensimismamiento y notando que la alhaja dejaba de brillar.

—Cirya dice algo acerca de la Espada de Almas de Rhistorei —admitió en voz baja, dándose cuenta en el fondo de lo extraño que sonaba hacer de mensajera de la mujer—. ¿Sabes algo al respecto?

—La usaban para comunicarse con los muertos y se decía que había un poder mayor tras ella, pero es imposible saberlo en estos momentos —mencionó, frunciendo levemente el ceño—. Rhistorei declinó la continuación de la alianza con Asgard hace cinco siglos y, según se supo, la espada fue robada hace más de veinte años. Nadie sabe dónde está.

Desafortunado.

Saber que la única posible pista que tenían se había esfumado causaba impotencia, pero debía haber más información al respecto, ¿no? Eran objetos de gran poder, era imposible que tan poca gente tuviera conocimientos al respecto y que no compartieran mínimo los peligros que comprendía la sola existencia de cada Gema; por ello, decidieron salir de aquel salón e ir por los nuevos libros, con suerte alguno tocaría el tema a profundidad, aunque siendo realista, lo dudaba.

Sólo necesitaban pistas, lo que fuera. Lugares donde habían estado, viejos portadores, algo que les ayudara a entender qué podían hacer y la magnitud de la amenaza, incluso podrían tomarse la libertad de ir a los planetas que se mencionaran para buscar respuestas personalmente, pero por alguna razón, la información escaseaba, y era terriblemente frustrante.

Era entendible el misterio alrededor de aquellos lingotes, no debían llamar la atención de personas indeseadas que usarían su poder de forma indiscriminada o de cazadores de tesoros que las venderían por un precio elevado sin examinar el peligro de que cayeran en las manos equivocadas, pero ellos, en su afán de encontrarlas y resguardarlas para evitar una devastación a mayor escala, se veían a ciegas al no tener un punto de partida.

La castaña subió las escaleras, buscando algo en los niveles superiores que fuera de ayuda; creyó encontrarlo al ver un tomo acerca de la cultura de los rhistor y se lo hizo saber al rubio, sólo para confirmar momentos después que no se trataba de la Gema del Alma, sino de unos cristales naturales del planeta que afectaban en la población cuando entraban en contacto con ellos. Thor parecía indignado, tanto que comenzó a recapitular los libros que habían visto y lo que decían, llegando incluso a preguntar sobre los libros de Cirya, recibiendo una negación rotunda mientras descendía los peldaños.

—En esos libros no hay nada más que un montón de hechizos de almas, y dudo que sean de ayuda —alegó ella, tocando el suelo y sonriendo con malicia ante una idea que cruzó por su cabeza—. Tal vez, si se te antoja, podría usar alguno de estos hechizos para que el Padre de Todo revele sus más oscuros secretos, quizás él sabe algo de las gemas.

—Te prefiero en Asgard y con vida, gracias —comentó, sacándole una sonrisa suave—. Sin embargo, no sería mala idea preguntarle, aunque creo que sé la respuesta que dará.

La castaña bajó la mirada un momento, pensativa.

—¿Qué tal es la relación de Asgard con Rhistorei en este momento?

El príncipe hizo una mueca, cerrando el libro en sus manos.

—Creo que nos damos igual, ¿por qué?

—Bueno, se me ocurrió que quizás podríamos ir —ofreció—. Pero sinceramente no quiero enfrentarme a un ejército de personas con todo tipo de poderes en caso de no ser bienvenida.

Se tomó un momento para pensarlo.

—Si mal no recuerdo, en el Concejo rhistor siempre hay una premonitora —informó—. Si ve que vamos con intenciones amigables, dudo que desplieguen sus fuerzas con nosotros.

Se tomó un momento para pensarlo con cabeza fría. ¿Qué tan arriesgado sería ir para preguntarles acerca de la dichosa espada y su origen? Si Thor tenía razón y se conservaba la presencia de alguien que podía ver el futuro, podrían recibirlos en son de paz, eso si la suerte estaba a su favor, pero ¿qué tanto podrían perder?

Tomó aire para mencionar el resto de su idea, pero fue interrumpida al escuchar el tintineo de una armadura acercándose a ellos, observando con curiosidad al soldado que se asomó por el pasillo y caminó con paso firme hasta quedar a una distancia prudente de ambos, informando el deseo del Padre de Todo de hablar con su hijo. Vacilaron por un momento ante el inesperado llamado, pero el rubio aceptó sin rechistar, dejándole la tarea de encontrar tanto como pudiera a su amiga, o que al menos lo intentara.

Respiró hondo al escuchar la puerta cerrarse, encontrándose nuevamente en la soledad que muchas veces había gozado en la biblioteca, pero pronto vio un suave resplandor envolviéndola y la bruma oscura posándose a su lado, pronto la voz de la hechicera inundó sus oídos.

—¿Será algo malo?

—Lo dudo —se giró hacia ella, un poco desconcertada por el tono de preocupación—. ¿Por qué?

La mujer exhaló por la nariz, cerrando los ojos como si le costara encontrar las palabras para expresarse.

—Estuve observando las visiones mientras dormías —esto no la alarmó, ella se lo había permitido, lo que la perturbaba era que la oración no terminaba allí—. Y creo que podrían existir conexiones.

—¿Cómo cuáles?

Se tomó un momento para responder, enfatizando la preocupación de la joven.

—No puedo asegurar nada, pero no estaría de más prepararse para cualquier cosa.

Controló el impulso que tuvo de rodar los ojos. Entendía que la rubia no debía hablar de más como parte del trato que había hecho con las Nornas, pero si quisiera escuchar acertijos, prefería ir a las Aguas de la Visión y comunicarse con los espíritus.

—¿Qué hay de las Gemas? —inquirió tras un rato en silencio—. ¿Sabes algo de ellas además de la conveniente espada perdida?

—Me temo que sabemos lo mismo, querida Syn —sonrió de lado, resignada—. Hay algo que no entiendo. Rhistorei era conocido por su benevolencia y la fiereza para proteger el territorio, ¿cómo permitieron que la espada, siendo una parte tan importante de sus tierras, fuera robada?

La castaña no pudo responder con puntualidad; no sabía mucho al respecto más que lo que llegó a escuchar en los pasillos, pero debía admitir que aquel mundo había despertado su curiosidad, y comenzó a pensar con más seriedad en ir. Cuando Thor regresara le haría saber la idea que se le había ocurrido, estaba segura de que aceptaría sin pensarlo mucho.

Pero el rubio parecía no tener ánimos de regresar.

Dejó que pasara el tiempo, se concentró en su búsqueda actual con ayuda de la hechicera y esperó pacientemente a que el dios regresara, pero cuando la curiosidad fue mayor y el hambre atacó, tomó la decisión de buscarlo. Disimularía al ir a la cocina –espacio que, según el príncipe, también estaba a su disposición– en busca de algo para comer, y en el camino exploraría algunos lugares donde podría estar el áss.

Caminó con calma hacia su destino, aceptó el plato principal que estaban preparando y salió a buscar al rubio mientras terminaban la cocción de lo que faltaba. Se extrañó al no ver la más mínima pista del Dios del Trueno en el palacio, y saber que los guardias decían no haberlo visto fue confuso. ¿Dónde estaba?

Decidió asomarse al Gran Comedor, descubriendo que no había nadie más que los sirvientes poniendo la mesa; se acercó a uno de los pasillos desde el cual podía ver parte de la arena de entrenamiento, nada. Bufó cuando otra opción cruzó por su cabeza, y su corazón comenzó a retumbar en su pecho con cada paso que daba rumbo al Salón del Trono.

¿Era una decisión estúpida? Posiblemente, pero quería encontrarlo.

Ralentizó su andar cuando se acercó lo suficiente, asomando su cabeza por la esquina esperando ver una cabellera rubia o blanca cerca del Hlidskjálf, encontrándose con que el lugar estaba completamente vacío. Exhaló con algo de resignación y dio la vuelta para regresar a la cocina, terminando por espantarse al ver la armadura dorada de Odín frente a ella y viéndose obligada a dar un paso atrás para evitar chocar con él, sintiendo que su corazón se saltaba un latido.

—¿Busca a alguien? —preguntó, con una seriedad algo forzada.

Era obvio que el susto causado le resultó divertido.

—Mis disculpas, Majestad. Buscaba a Thor —hizo una suave reverencia, intentando parecer serena ante el susto por el que había pasado.

—Oh, me temo que está atendiendo algunos asuntos en Alfheim, aunque debería regresar pronto —informó, tensando sus labios levemente en una sonrisa, o eso le pareció—. Me gustaría hablar con usted, ahora que nos hemos encontrado.

Maldición.

No tenía otra opción, era aceptar o atenerse a las consecuencias, por lo que simplemente sonrió y aceptó caminar con tranquilidad a su lado mientras el Padre de Todo se expresaba.

—Me complace saber que aceptó la estadía en el palacio, espero que todo sea de su agrado.

—Lo es, y agradezco mucho su hospitalidad, pero ¿no es un poco invasivo hospedarme en la habitación del Príncipe Loki?

Se atrevió a observarlo en busca de alguna expresión que lograra revelarle algo más, pero parecía mucho más sereno que ella.

—En absoluto —aseguró—. No creo que le hubiera molestado.

Quiso decir algo más al respecto, pero prefirió ahorrárselo. Ella sabía que, en efecto, le hubiera fastidiado hasta cierto punto, pero si él era quien pensaba, era simplemente peculiar la forma ambigua en que la trataba. No sabía qué esperar.

—¿A usted le molesta estar en esa habitación? —inquirió con algo de severidad.

—Oh no, para nada —mintió a medias—. Es sólo que me resultó curioso.

—No se preocupe, Lady Syn. Esa habitación tiene muchas comodidades, quizás le tome el gusto a practicar su magia allí.

Por supuesto debía salir el tema de la magia. Sabía que para quitárselo de encima debía mostrarle lo que podía hacer, pero con las dudas que ha tenido con su actitud, desconfiaba del interés que demostraba. No quería ser víctima de manipulación o algo parecido para que él le arrebatara el seidr; si no era el Odín real, no planeaba demostrar nada hasta no tener pruebas de que sus intenciones eran simple curiosidad y no un propósito más oscuro.

El problema de tener aquella teoría del impostor, era que de por sí no había tenido mucho contacto previo con Odín y sólo sabía de él por medio de Frigga, sus hijos y los encuentros completamente esporádicos que tuvieron a lo largo de un milenio. Sólo tenía esta idea vaga de cómo se comportaba y cómo era su carácter basándose en la poca información que sabía de él y lo que había visto, pero algo le decía que algo tramaba. Y ante la incertidumbre, prefería confiar en su intuición y las sospechas que estaba teniendo.

—Es una posibilidad —comentó, intentando mantener la faceta de amabilidad en el rostro.

—Además, necesito saber más de sus dones para decidir cómo debo proclamarla.

Se pasmó por un momento, deteniéndose en medio del pasillo y sintiendo que su sangre corría fría por su cuerpo. ¿Había escuchado bien?

—No será algo malo —añadió con un leve tono burlesco, girándose hacia ella.

—¿Está seguro? Es decir, ¿proclamarme como...? —las palabras salieron de su boca en un jadeo, cortándose antes de finalizar la frase. No era su intención que sonara de la forma que sonó, pero ya no había vuelta atrás. El hombre la observó con expresión ambigua.

—No creo que sea un castigo pertenecer a la mesa de los Dioses de Asgard, a menos que planee hacer algo en contra del Reino, o no lo desee.

Tragó el repentino nudo en su garganta, buscando las palabras adecuadas para responder.

—En absoluto, sería un honor, pero... ¿por qué?

Odín sonrió ante su incredulidad, girándose para continuar su camino, siendo seguido con cautela por ella.

—Un poder como el suyo merece estar al lado de sus iguales, y me complacería contar con su colaboración —explicó—. Además, Frigga hubiera estado de acuerdo y estoy seguro de que Thor también lo apoyará.

El tono con el que dijo las últimas palabras fue algo curioso, pero eso no fue en lo que se centró. Ese Odín la quería en la mesa de los dioses por alguna razón, y podía entender que la colaboración que buscaba era atarla aún más a las leyes del trono para darle incluso un peor castigo si llegaba a hacer algo en contra, cosa que parecía ser su objetivo; si era quien creía, era obvio que descubriría sus intenciones, era astuto y ella estaba siendo un poco indiscreta, lo que era un punto que debía mejorar.

Debía mantenerse en el papel de mujer inocente y temerosa por un tiempo, mientras descubría una forma de hacerlo bajar la guardia, hasta entonces, no veía motivos para retarlo o demostrar la desconfianza que sentía en su presencia. Casi toda su vida había sido obediente al trono, y no tenía razones para negarse a tal decisión, aunque dudara de su veracidad.

—Sería un placer pertenecer a la mesa de los dioses, Mi Rey —terminó por decir cuando lo vio girarse hacia ella en busca de una respuesta.

El Padre de Todo sonrió con suficiencia.

—Muy bien —dijo dando la vuelta nuevamente, dejándola atrás—. Espero verla pronto, Lady Syn.

La ojigris se quedó en el lugar, observándolo irse y girar por una esquina con bastante serenidad, fue allí cuando estuvo más consciente de la sensación que le generaba el brazalete y no tardó en escuchar la voz de Cirya en su cabeza.

—Mesa de los dioses, ¿eh? —casi pudo imaginársela enarcando una de sus cejas—. Ese definitivamente no es Odín.

—¿Sigues dudando, querida Cirya?

Bufó.

—Insisto en que necesitas pruebas, estrategias para confirmar tu teoría. No puedes ir de la nada y decirle: "prueba que eres Odín".

—Ya lo sé —rodó los ojos, retomando su camino a la cocina—. Me lo dices mucho.

Y allí terminó la charla. La castaña comenzaba a hastiarse de aquella frase, puesto que nunca venía acompañada de una propuesta para actuar. Por supuesto que necesitaba un plan, pero lo mejor que se le podía ocurrir a la hechicera era matarlo y sacar la información de su alma, lo que era un mal plan desde donde se mirara.

Necesitaba algo que funcionara, que no levantara sospechas y que definitivamente no fuera letal, la pregunta era, ¿qué cumplía con esos tres requisitos?






















































*Ipso facto: (expresión latina) En el momento, instantáneamente.

Uy 👀 este capítulo tiene muchos dobles sentidos pero no los sucios que creen. ¡También hay algunas referencias a un tema presente en otras historias de la saga! Así que, si les interesa, pueden ir y echarle un vistazo a Hellfire y Survivor, sólo si quieren

Me dolió entrar en un bloqueo justo cuando la historia alcanzó las 200k vistas, pero afortunadamente pasó rápido y pude traerles un capítulo recién salido del horno 🙌 ¡No saben lo emocionada que estoy! Tanto por el alcance de la historia como lo que se avecina. Espero que les guste tanto como a mi y muchísimas gracias por el apoyo.

Es mi deber informar que, si bien pasarán las mismas cosas en Hellfire, serán tratadas desde puntos de vista distintos, para evitar redundancias y verlo todo desde diferentes perspectivas. Lo mismo sucederá con Redemption en el Acto Cuatro 💕

Nuevamente, ¡muchísimas gracias por el apoyo y nos leemos luego!

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