XIII
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CAPÍTULO 13
Acercamientos
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Los días siguientes transcurrieron con la normalidad a la que tuvo que acostumbrarse, nada nuevo pasó y Loki no volvió a aparecerse de repente. Sin embargo, algo que sucedió y que sorprendió al pueblo fue la llegada de un par de Einherjar, de los cuales uno de ellos anunció a todos la invitación al festejo Real por el cumpleaños del príncipe menor, quien cumpliría la mayoría de edad en pocas semanas. El otro soldado bajó de su caballo cuando su compañero terminó, dirigiéndose al hogar de la castaña. Tuvo la suerte de que la joven aún no había dejado el lugar, por lo que la información que quería dar sería escuchada por su padre también. Ambos estaban presenciando todo desde la entrada, así que el hombre de armadura dorada sólo tuvo que acercarse.
—¿Lady Syn? —preguntó para asegurarse que era la persona indicada, ella simplemente asintió—. El anfitrión pide que le acompañe en su mesa durante la celebración. Si lo desea, su padre y Lady Ekanna también pueden acompañarla.
La castaña se sorprendió ante tal anuncio, volteando a ver a su padre en busca de una reacción negativa, mas él permanecía neutral, casi inexpresivo.
—No creo que-
—El príncipe no aceptará un no como respuesta —se adelantó el soldado, callándola.
La joven notó algo peculiar en el hombre frente a ella, tenía una sonrisa que le resultaba sospechosamente familiar; y quizás no había tenido mucho contacto con los Einherjar, pero podría asegurar que no le interrumpirían a mitad de una oración.
—Estaremos allí, si tanto lo desea —sentenció Aaren al final, causando que el hombre sonriera.
Sus sospechas fueron confirmadas cuando el soldado hizo una reverencia, llamándole Lady antes de irse con una sonrisa burlona en el rostro. Su padre no pareció notar el sutil gesto, tampoco dijo mucho al respecto, prefirió guardar silencio y no decir algo de lo que luego podría arrepentirse.
Ese día fue relativamente normal, pero muy ajetreado; pasó el día con Ekanna, quien parecía estar a punto de perder la cabeza con la multitud de mujeres que llegaron en busca de un vestido para lucir en la ceremonia. Su labor fue tomar nota de las medidas y el diseño que deseaban –lo cual era fácil... al menos más que la tarea de la rubia–, además de mantener la cordura de la mujer tanto como le era posible. Decidieron cerrar antes de lo habitual, tanto para organizar los pedidos como para darle un respiro a la costurera; entre ambas finalizaron con rapidez y la castaña se ofreció a usar magia para facilitar la producción de las prendas al siguiente día, cosa que Ekanna no dudó en aceptar.
La dejó libre alrededor de la hora acostumbrada, y ella se dirigió con tranquilidad a su hogar, al menos hasta encontrar a su padre de brazos cruzados, aguardando su llegada. Pensaba que le diría algo, le prohibiría ir a la celebración, le reprendería o reclamaría por algo que había hecho o algo de ese estilo, pero simplemente le sonrió, cosa que la castaña extrañó y no supo con certeza cómo reaccionar al respecto.
—Ven, quiero mostrarte algo.
Él dio la vuelta, dirigiéndose por el pasillo hasta llegar a su habitación; ella lo siguió hasta verlo hacerse a un lado, dejándole ver un cofre de madera oscura en el piso, lo que despertó su curiosidad.
—¿Qué es? —se atrevió a preguntar.
—Este es un cofre de tu madre, aquí guardé sus vestidos y... no lo sé, quizás te guste alguno para usarlo en —se aclaró la garganta—, ya sabes.
—¿En la fiesta del príncipe? —Aaren asintió, haciendo que la castaña entrecerrara los ojos—. ¿Es acaso una excusa para que Ekanna no elabore un vestido para mí?
El hombre movió la boca, pero no logró articular palabra alguna. Había gato encerrado. Sin embargo, la castaña rió con suavidad, le daba la razón. Bastante trabajo tenía la rubia en ese momento para añadirle una prenda adicional.
—Está bien, padre. Tampoco planeaba pedirle un nuevo atuendo—admitió, haciéndole fruncir el ceño—. La última vez me sentía algo incómoda con lo que eligió para mí.
—¿Por qué no dijiste algo?
—No podía —sonrió de lado—. Se le veía tan orgullosa al verme portándolo que no quise decirle.
Aaren resopló, levemente molesto, tomándose el puente de la nariz entre el pulgar y el índice.
—Te dejas influenciar, ¿sabes?
Ella suspiró con resignación, asintiendo.
—Lo sé —murmuró.
Tras eso, buscó en su bolsillo y le entregó la llave del candado para dejarla a solas, dándole la libertad de curiosear lo que alguna vez perteneció a Eija, su madre.
Syn se acomodó en el suelo, abriendo el cofre y observando su contenido con detenimiento. Sacó prenda por prenda, admirando los bordados y estilos de cada una para luego doblarlos y dejarlos a un lado para ver el resto. Descubrió vestidos hermosos de tonalidades preciosas, desde un verde esmeralda –el cual era demasiado pomposo para su gusto– hasta un blanco satinado, sin embargo, no se decidía por uno solo para usarlo en aquella celebración, la mayoría le gustaban.
Formó una pila con las prendas que más le habían llamado la atención, al menos hasta que llegando a los últimos que quedaban en el cofre, encontró uno en color crudo, de tirantes, ajustado en el torso y con decoraciones en perlas que se posaban sobre los hombros, pecho y cintura. Era un vestido tan simple pero hermoso a la vez que no dudó en elegirlo como el que usaría en la celebración del príncipe menor. Claro que necesitaría de unos pocos arreglos, pero nada que con instrucciones de Ekanna no pudiera hacer con sus propias manos.
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Cuando menos pensó, el día del príncipe llegó, y se sentía extrañamente tensionada. No se explicaba por qué tenía aquella sensación, pero el nudo en su estómago le estaba incomodando y quizás su causa podía resumirse en el miedo a que sucediera lo mismo del cumpleaños de Thor, o incluso algo peor.
Ekanna le ayudó con el arreglo de su cabello y la elección de joyas que le adornarían durante la velada. Se sentía mil veces más cómoda que la última vez, ajustó el vestido a la perfección poco antes de ese día y su simpleza le daba más confianza, ese sí era su estilo. La rubia se había preparado con ella, por lo que ambas estuvieron listas a tiempo para salir rumbo al palacio antes del atardecer. Aaren escoltaría a ambas, tomándose un momento para observar a su hija con algo de nostalgia, recordando tiempos pasados; aunque a eso se arriesgaba al proporcionarle los vestidos de su madre.
Llegaron al Salón Real junto a los demás pueblerinos y eminencias de otros mundos, rodeándose del oro del palacio nuevamente y de los sirvientes que repartían bebidas y aperitivos a los invitados. Aaren estaba planeando quedarse a una distancia prudente de la mesa en la que deberían estar, pero por suerte –¿o por desgracia?– apareció Thor, portando la misma armadura con la que se mostró en su cumpleaños, animándolos a sentarse junto a los demás. Sin embargo, Aaren y Ekanna declinaron la oferta, agradeciéndole por tenerles en cuenta. El rubio guió a Syn hasta la mesa, donde se reencontró con Sif –quien ahora tenía un corte de cabello que le llegaba a los hombros– y los Tres Guerreros, quienes no tardaron en preguntar acerca de su ausencia y elogiar su atuendo. Fandral incluso se atrevió a coquetearle, cosa que ella pasaba desapercibida en su ingenuidad. Tuvo una charla amena con la pelinegra, poniéndola al tanto de lo sucedido en el tiempo que no estuvo, como las barbaridades de Thor y algunas preguntas que había hecho el menor respecto a su presencia; al menos hasta que los Reyes hicieron acto de presencia.
Odín lucía imponente como siempre al usar su armadura, mientras que Frigga lucía hermosa en un vestido esmeralda, confeccionado de nueva cuenta por la rubia. Ambos agradecieron la asistencia de los invitados y brindaron unas palabras introductorias al príncipe menor, dando paso a su aparición.
Al igual que Thor, se le fue otorgada una armadura, piezas de oro adornaban su pecho y hombros junto a una capa verde, pero lo más vistoso de todo era su yelmo dorado, forjado con unos vistosos cuernos que le hacían ver algo intimidante. La castaña había quedado embelesada mientras le admiraba, sólo pudo despertar de su ensoñación al escuchar los aplausos de los presentes, a los cuales se unió para no ser la única fuera de lugar.
Se cumplió la tradición de la manzana y al llegar el momento del baile, se abrió un espacio en el salón, lo suficientemente amplio para permitir que el príncipe danzara al son de la música con la joven que él elegiría. Algunas doncellas suspiraron ante la idea de bailar una pieza musical con el joven príncipe, creyéndolo un sueño hecho realidad. La castaña bajó la mirada mientras el azabache elegía a su pareja, sin imaginarse que los invitados abrirían paso al heredero hasta llegar a ella. Levantó la mirada al sentir una presencia frente a ella, quedándose de piedra por un instante al ver los ojos azules del príncipe observándola con suma atención.
—¿Me concedería el placer de bailar con usted, Lady Syn?
La ojigris se quedó atónita por un momento. ¿De verdad sucedía lo que presenciaba? Creía estar alucinando. Bajó su mirada a la mano que le ofrecía el príncipe, dudando; buscó por encima de su hombro a la rubia y su progenitor, encontrándolos observando la escena. Ekanna comenzó a asentir y Aaren negó con la cabeza, al menos hasta que la mujer le dio un golpe con su codo en su costado, haciéndole asentir casi al instante. La joven devolvió su atención al príncipe, que aún portaba una sonrisa en su rostro, pestañeó un par de veces antes de sonreír un poco nerviosa y responder:
—Sería un honor, Alteza.
Syntherea inclinó su cabeza y tomó la mano del azabache, quien la sacó de la multitud y hacia el espacio donde bailarían. La castaña sintió un nudo en su garganta que se hacía más tenso con cada paso que daba. Temía entrar en pánico y terminar pisoteando al azabache o hacer el ridículo frente a todo Asgard y los presentes de otros Mundos. Loki sintió su incomodidad, por lo que acarició sus nudillos antes de tomar posición y escuchar la melodía con la que bailarían.
—No te preocupes, todo saldrá bien —murmuró él, reconfortándola para continuar.
Cuando conocieron el ritmo de la canción, comenzaron a moverse. La castaña se dejó guiar por el príncipe, cuyos ojos estuvieron siempre conectados a los grises de ella, transmitiéndole un poco de seguridad para continuar su danza. Los presentes observaban con atención al príncipe y la joven que había elegido, siguiendo sus movimientos gráciles que fluían con la melodía que tocaban los músicos. Algunos cotilleaban a costa de la castaña y sobre la relación que tenía con el menor, alimentando infamias y teorías que no tenían nada que ver.
Ni el azabache ni la castaña se daban cuenta de ello, estaban muy ocupados en su mundo, y sólo se vieron interrumpidos cuando la música estuvo por terminar. La ojigris no podía apartar los ojos del azabache y su corazón latía con desenfreno, sentía cosquillas en su cintura –donde se posaba la mano de Loki– por lo que, cuando su canción finalizó y se apartaron un momento, sintió la ausencia de su toque, no obstante, supo disimular su desconcierto con naturalidad. Los aplausos no se hicieron esperar y ella pasó de observar a la multitud a devolver su atención al príncipe que aún tomaba su mano, el cual la miró pocos segundos después. La castaña inclinó su cabeza, agradeciéndole; él, por otro lado, llevó su mano en dirección a su rostro y plantó un beso en sus nudillos sin apartar la conexión de sus ojos. Syntherea sintió sus piernas temblar e hizo lo posible por mantener la compostura, pero sentía que podría caer en cualquier momento.
Una nueva melodía comenzó a sonar y los demás invitados se animaron a bailar, el príncipe llevó a su acompañante de vuelta a su mesa, asignándole un lugar a su lado. Recibió cumplidos por parte de los presentes, incluso más invitaciones a bailar que terminó rechazando, inventando cuanta excusa pudiera.
En la mesa comenzaron a servir las bebidas y llevaron la comida para que se repartieran a gusto; por mucho que insistió en no querer probar el vino, terminaron convenciéndola y dándole una copa con el líquido casi a rebosar. Ella intentó disimular dando pequeños sorbos cada cierto tiempo, hablando con los presentes en la mesa y escuchando las anécdotas de aquellos que se atrevían a compartirlas. Hablaba también con el festejado cuando podía, ya que la mayoría del tiempo se encontraba ocupado con otras personas que le felicitaban por su mayoría de edad. Por momentos, notaba que era el príncipe mayor quien acaparaba toda la atención; algunas doncellas se amontonaban a su alrededor, ansiosas por poseer su atención –y quizás algo más–, ignorando por completo al verdadero centro de atención de la velada, que también se daba cuenta de ello.
Llegó un momento en el que todos estaban metidos en sus propios asuntos, hablando con quienes más les interesaba y restándoles importancia a los demás. Syn apoyó su cabeza en su mano izquierda mientras jugaba con una uva que había escapado de su racimo; pensaba en buscar a su padre e irse, ya había cumplido con asistir y no encontraba mucho que le incitara a quedarse, por lo que pensó en la excusa más adecuada para abandonar el lugar. No contaba con la llegada del menor de vuelta a su lado, inclinándose para susurrarle al oído y ofreciéndole salir un momento para tomar aire fresco. Ella aceptó sin pensarlo mucho.
Se puso de pie y aceptó tomar la mano del príncipe, el cual le guió por los pasillos y bajaron las escaleras hasta llegar al jardín, iluminado por lámparas votivas –las cuales poseían un pie para mantenerse estables en medio del suelo– puestas para iluminar en puntos específicos. Ambos caminaron con lentitud por el piso adoquinado, escuchando la música lejana y observando el espacio en que se encontraban.
—¿Estás seguro que no notarán que te fuiste? —se atrevió a decir la castaña, enarcando una ceja.
Dirigió su atención al joven a su lado, sólo para verle encogerse de hombros y voltear a verla.
—No me extrañarán por un rato —respondió él, sonriendo.
La ojigris admiró la expresión en su rostro. Su sonrisa era distinta, no poseía el toque de travesura que solía tener, era sincera y verdaderamente hermosa a su parecer. Apartó la mirada tras unos segundos de admirar su rostro, esperando no haberse propasado.
—Debo admitir que me sorprendió el hecho de que me eligieras como tu pareja de baile —comentó, bajando su mirada al suelo.
—No sabía a quién elegir. Necesitaba una buena compañera, así que decidí escoger alguien que conocía.
—Pudiste haberme dicho que sería una aspirante a bailar contigo, de saberlo hubiera practicado más.
—¿No sabías bailar? —ella negó con la cabeza. Él rió cortamente, incrédulo.
—Mi padre me enseñó hace poco, creyó que quizás lo necesitaría.
—Debo decir que aprendiste bastante bien.
Ella entrecerró los ojos, desconfiada.
—¿Cómo sé que no usaste un hechizo conmigo?
—No lo hice —ella enarcó una ceja, haciéndole reír—. ¡En serio! No usé una pizca de magia en ti.
La castaña aún no estaba convencida, pero continuó caminando con él y hablando de cualquier cosa que se les cruzara por la cabeza. Comentaron desde los invitados hasta sucesos pasados en los que ella no estuvo presente, como el corte de cabello que le había hecho a Sif durante un entrenamiento, el cuál según él había sido accidental. Le sorprendió que ella no se lo hubiera comentado.
Llegó un momento en el que quedaron sumidos en silencio, en el cual a la joven le parecía que el príncipe estaba incómodo por algo, pero no se atrevía a preguntar qué le perturbaba. Sin embargo, se sorprendió al escucharle decir algo que jamás se esperó que llegaría a expresar.
—¿Te he dicho lo hermosa que te ves esta noche?
La castaña no supo cómo reaccionar en ese instante, sólo alcanzó a reír suavemente mientras pensaba en una respuesta apropiada.
—Tú también te ves bien, con tu armadura y tus... —levantó la mirada, señalando las prominencias torcidas en su cabeza—, cuernos.
El príncipe se detuvo de repente, observándola con estupefacción, ella volteó a enfrentarlo sólo para verle cruzarse de brazos y arquear una ceja.
—¿Te burlas de mí?
—¡No! No es eso —intentó excusarse—. Es sólo que se ve raro, un poco extravagante, ¡pero te ves bien! Me gusta.
El azabache entrecerró los ojos, causando que la castaña temiera haber dicho algo inapropiado o que le hubiera ofendido.
—Veamos si te queda mejor.
Loki puso sus manos a los lados de su casco, quitándoselo y dejando libre su cabello negro, peinado a la perfección hacia atrás, luego lo giró para colocárselo a la castaña, quien rió con un poco de nerviosismo ante las intenciones del menor y su cercanía. Ella mantuvo su mirada fija en él mientras acomodaba su casco en su cabeza para luego apartarse un momento y examinarla, tomándose el mentón entre el pulgar y su dedo índice.
—Creo que falta algo —estiró su mano hasta tocar su hombro y un destello la cubrió, cambiando su atuendo. La tela tomó una tonalidad oscura y decoraciones en láminas de oro, las perlas que le adornaban desaparecieron, sustituyéndose por hombreras doradas que sostenían una capa esmeralda y portaba avambrazos de oro tallado. El príncipe dio un paso atrás y la examinó de nuevo, una sonrisa se formó en su rostro—. Perfecto.
Syn se observó, enarcando una ceja ante su parecido con el menor.
—Qué agradable muestra de ego, Odinson —dijo ella, burlándose.
—No puedes negar que tengo buen gusto —rió, tomándola de la mano y haciéndole dar una vuelta en su lugar—. Lady Loki, se ve excepcionalmente atractiva ante mis humildes ojos.
El tono seductor con el que se expresó hizo que sintiera mariposas en el estómago, pero suplió la sensación con una risa sarcástica ante el cumplido narcisista que había hecho. Loki se acercó de nuevo, tocando su hombro y revirtiendo su hechizo; tomó su casco, quitándoselo con suavidad y manteniéndolo sujeto por uno de los cuernos en su mano izquierda. Ambos estaban cerca y no se dirigían palabra alguna, simplemente se observaban con intensidad.
Loki levantó su mano libre hasta alcanzar la mejilla de la ojigris, permitiéndose acariciarla por un momento. Syn disfrutó de su toque, su piel fría le daba leves escalofríos y su suavidad hacía sus piernas temblar. Su respiración se cortó al sentirlo posar sus labios en su frente, dando un corto beso que le hizo suspirar tan pronto se alejó. El azabache se movió hasta su mejilla izquierda, plantando sus labios con suavidad, ella cerró los ojos por un momento, llevando su mano hacia la suya, acariciando su piel. Estuvo expectante cuando se movió con lentitud hasta su otra mejilla, pasando peligrosamente cerca de sus labios.
Al separarse, ambos se miraron a los ojos, alcanzando a ver un brillo en ellos que les incitó a ir más lejos. No pensaban con claridad, estaban en su propio mundo donde sólo existían ellos dos; Loki fue el primero en acercarse más, llegando a mezclar sus respiraciones. Rozó sus labios, probando cuánto quería ella esto, aunque él se muriera de ganas por besarla. Acarició su mejilla de nuevo, ambos separaron sus labios por reflejo y...
—¡Finalmente te encuentro, hermano!
Al escuchar la estruendosa voz del príncipe mayor Syntherea giró su cabeza, apartándose del rostro del azabache, el cual se había girado hacia Thor, observándole con rabia contenida y supremamente molesto por interrumpir su momento. La castaña volvió a la realidad, encontrándose con el hecho de haber estado a punto de besar a Loki Odinson; cerró los ojos con fuerza, negando con su cabeza levemente para sacar de su mente la idea que le hizo sonrojar. Mientras tanto, el rubio se acercó, riendo al ver a su hermano. Se notaba que el licor afectaba su comportamiento.
—Te he estado buscando —continuó él, observando al menor—. ¿Qué estabas haciendo?
—Sólo respiraba un poco de aire fresco con Syn —respondió Loki, sonriéndole forzadamente.
—Deben volver, es una fiesta. ¡Diviértanse! —les animó, levantando los brazos.
La castaña se atrevió a dirigir su atención de nuevo a ambos príncipes, y sintiendo su corazón latiendo con fuerza, tomó una decisión apresurada estando presa del pánico.
—En realidad ya me iba —se excusó, apartándose del pelinegro.
—¿Qué? ¿Por qué? —quiso saber él, sintiéndose levemente culpable por lo que había hecho. ¿Acaso se había excedido?
—No me siento muy bien, creo que debería ir a casa y descansar un poco —fingió estar enferma, llevándose una mano a la cabeza y haciendo una mueca.
El príncipe menor asintió con tristeza, permitiéndole irse. Loki siguió sus movimientos, respirando hondo al pensar en la oportunidad que había perdido y en lo mucho que podía odiar en ocasiones a Thor.
—¿Acaso interrumpí algo? —preguntó el rubio al sentir la incomodidad en el ambiente.
Loki simplemente se giró hacia él, fulminándolo con la mirada y resopló antes de tomar el mismo camino que la castaña, dejando a su hermano pidiéndole explicaciones mientras lo seguía.
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