XII
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CAPÍTULO 12
Fuga
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Fue obediente al castigo de su padre; no volvió a salir sin permiso y básicamente cayó en la monotonía que intentaba evitar.
Las semanas siguientes al incidente se la pasó repitiendo las mismas acciones día tras día, y estando siempre en dos lugares que, si bien eran agradables y le gustaba estar allí, no evadían el hecho de que se volvían pesados en ciertos momentos. Para evitar aburrirse y no perder la práctica, comenzó a usar la magia que plasmaban los libros de su madre, encontrando el encantamiento que quería intentar usar tiempo atrás y que no se atrevía a pedirle a Loki que le ayudara a practicar.
Usar hechizos cambia formas en sí misma fue complicado al principio; se revertía fácilmente debido a que se distraía con rapidez, a veces le quedaban partes animales cuando revertía la magia, e incluso le quedaron antojos de ratones cuando intentó tomar la forma de un búho. Tampoco se le hacía fácil practicar estando con Ekanna; no creía que le llegara a molestar saber que usaba magia, pero temía que se asustara al verla convirtiéndose en otros seres –cosa que definitivamente no quería–, así que estaba atenta a la presencia de la rubia cerca al lugar donde trabajaba.
Tras haber perfeccionado el uso del hechizo, lo puso en práctica usando la forma de búho, volando por pocos segundos y aprendiendo a controlar su nueva piel; una vez estaba sosteniéndose del espaldar de la silla donde solía estar, con la desgracia de que la rubia entró en ese momento y se espantó al ver un búho de ojos grises y plumas anormalmente azuladas en vez de la joven que la acompañaba. La vio palidecer, moverse con cautela, tomar un palo –sacado de los dioses sabrán dónde– y comenzó a intentar subirla a este desde la distancia para que saliera de su taller. Se burlaba internamente de sus reacciones y su extrañísimo monólogo que constaba de la frase "Vamos, súbete".
Para darle gusto, se subió al pedazo se madera que ofrecía, viendo su esfuerzo de ser lo más cuidadosa posible al caminar para no ponerle a la defensiva; cosa que no evitaba que alzara sus alas cuando sentía que iba a caer. Pudo escucharla farfullar maldiciones y cubrirse la cabeza cuando decidió alzar vuelo por el lugar, al menos tanto como le fue posible. Quería jugarle una broma, pero no salió de la forma que quería, estuvo a punto de chocarse contra una pared y terminó cayendo con algo de fuerza al suelo, cuando se recuperó del golpe y se incorporó, decidió revertir la magia. La mujer estuvo sumamente confundida al ver el destello de la magia y a la castaña salir de la nada tras una mesa; se frotaba el mentón –el cual dolía tras su caída– y sonrió burlonamente ante la expresión que tenía la mujer en el rostro. Tuvo que explicarle qué era lo que acababa de presenciar, pero al final, Ekanna se lo tomó bastante bien.
Syntherea debía aceptar que extrañaba la compañía del príncipe menor, sentía que aprendía más cuando alguien le decía qué debía mejorar al usar magia, pero mucho no podía hacer. Respetaba las órdenes de su padre, aunque de cierto modo, no tenía de otra; quería recuperar su confianza y llevándole la contraria no lograría más que hacerle enojar más. Sin embargo, las Nornas le tenían algo preparado.
La rutina de la castaña consistía en despertar, prepararse para ir con Ekanna, quedarse en el taller hasta poco después del atardecer, volver a casa y leer un rato antes de irse a dormir; siempre elegía alguno de los libros de su madre, mas estos no eran eternos ni poseían un vasto contenido –aunque había excepciones, había otros que tardaba semanas en finalizar– por lo que a veces releía algunas obras, con lentitud y admirando cada palabra plasmada en las hojas, sabiendo que llegaría el momento donde se cansaría de vivir sucesos que ya conocía una y otra vez, cosa que buscaba postergar tanto como le fuera posible.
La castaña iba por la mitad del penúltimo libro que le quedaba, ayudándose con la luz de unas cuantas velas para no forzar sus ojos y esperando a que la melatonina comenzara a hacer efecto en su cuerpo. Se distrajo momentáneamente con el sonido de lo que parecía ser un objeto pequeño chocando contra la madera de su ventana, pero decidió hacer caso omiso. Pasó la página para continuar su lectura y volvió a escuchar el mismo sonido dos veces más, el cual comenzó a turbarla.
Su padre estaba dormido, por lo que un sonido tan tenue no podría despertarle, menos estando en la habitación al lado y teniendo un sueño pesado. La ojigris cerró su libro, colocando la cinta en medio para no perder la página donde se encontraba y lo dejó a un lado; sus tímpanos captaron de nuevo el insistente sonido, rodó los ojos al quitarse la sábana de encima para ir hacia su ventana y averiguar el origen del ruido. Corrió el pestillo, con la suerte de recibir el impacto de una piedrecita contra su mejilla derecha tan pronto abrió; se quejó en voz baja para no terminar despertando a su padre y frunció el ceño al escuchar una risa amortiguada provenientes del otro lado de los barrotes que garantizaban su seguridad –y permanencia– en la habitación. Tocó la parte afectada y sintió su sangre comenzando a hervir a través de sus venas.
Creyó que era algún chiquillo revoltoso, cuya diversión constaba en molestar a los demás mientras intentaban descansar, pero se dio cuenta de dos cosas: primero, era muy tarde para que a cualquiera de los niños del pueblo se les permitiera salir y segundo, la risa no pertenecía ni de lejos a un pequeño, es más, le parecía familiar. Se atrevió a observar la presencia al otro lado de la ventana, ayudándose con una de las velas para iluminar hacia afuera tanto como pudo; su expresión de enojo pasó a una de desconcierto al ver al joven de sonrisa burlona y capa oscura observándole con suma tranquilidad mientras se acercaba.
—¿Loki?
—Buenas noches, Syn —saludó él en un tono suave, pasando sus antebrazos entre los barrotes y descansándolos en la base. Su sonrisa jamás se esfumó—. Ha pasado mucho tiempo, ¿cómo te trata la vida?
La joven intentó cubrirse disimuladamente con su brazo disponible; después de todo, traía puesto un camisón para dormir y temía que pudiera transparentarse por algún azar del destino.
—¿Q-Qué haces aquí?
El pelinegro se encogió de hombros.
—¿Acaso no puedo visitar a una amiga? Hace mucho no hablamos y me complacería que me acompañe a dar un paseo —ella se quedó de piedra por un momento, alcanzando a negar con la cabeza cuando asimiló lo que le acababa de decir.
—Es muy tarde, no puedo —replicó.
—No estoy dispuesto a aceptar una respuesta negativa.
La castaña separó los labios para responder, pero sólo alcanzó a resoplar, dándose por vencida mientras apartaba la vista. Evaluó la situación; su padre no era alguien que soliera despertar a mitad de la noche o cuyo sueño fuera interrumpido con facilidad. Podría llegar el Ragnarok en medio de su siesta y él ni se enteraría. Sin embargo, él despertaba tan pronto amanecía, y no estaba segura a qué se refería Loki con "un paseo".
Tras pensarlo un momento y ver que no se rendiría con facilidad, decidió llegar a un acuerdo.
—¿Me traerás de vuelta antes del amanecer? —él enarcó una ceja.
—¿Estás colocándome horarios?
—Es eso o escucharme negar hasta que desistas de tu propuesta. Tú decides.
Loki mantuvo sus ojos fijos en los de ella, buscando algún signo de duda. Tras unos segundos, decidió asentir.
—Como guste, Lady Syn.
Ella dirigió su atención a la puerta de sus aposentos, evaluando la viabilidad de salir por la puerta principal. Aquel pedazo de madera solía rechinar con el movimiento, y estaba segura que el sonido lograría despertar a su progenitor. No podía arriesgarse tanto.
—No puedo salir por la puerta principal, me descubrirán.
—Entonces sal por la ventana —respondió, como si fuera lo más obvio del mundo.
—¿Tienes algún hechizo para hacer desaparecer los barrotes?
El azabache sonrió de nuevo. Reconocía ese gesto, tramaba algo, y dudaba que fuera bueno.
—No, pero conozco otra forma que te permitirá pasar.
La joven había entendido a qué se refería con sus palabras. Bufó.
—Oh no. Ni lo sueñes. Prefiero quedarme aquí —el príncipe hizo una mueca.
—No seas aguafiestas.
—Lo odio.
—¿Tienes otra idea?
La castaña apartó la mirada un momento, cavilando la situación y pensando en alternativas al plan del menor. Terminó resoplando, dándose por vencida al no ocurrírsele nada que pudiera evitarle la incomodidad de ser transformada en reptil.
El príncipe sonrió victorioso al verla soplar la vela que sostenía, apagando las demás al mismo tiempo. Extendió su mano hacia la oscuridad, a la espera de que ella la tomara; cuando sintió su tacto, estrechó su mano con la de ella y un destello verdoso le cubrió con rapidez, transformándola en el ser que deseaba. Con cuidado comenzó a sacar su cuerpo escamoso y frío a través de los barrotes para luego posarla alrededor de su cuello y cerrar la ventana con precaución.
Las noches en Asgard no eran tan oscuras como en otros mundos, y a pesar de que lograba visualizar su camino con facilidad, decidió usar un orbe de luz tenue para guiarse mejor hacia el caballo que le esperaba en un lugar apartado. La joven –convertida en serpiente– no estaba muy segura de acercarse al mamífero, por lo que comenzó a tensionarse en el cuello del príncipe.
—Tranquila, no se asustará —dijo él, tomándola con suavidad e intentando suavizar su agarre, cosa que pudo lograr tras un momento.
En aquel estado no podía hacer uso de ningún hechizo, por lo que tuvo que acoplarse a lo que el azabache pedía. El caballo no se alteró, suponía que no le había visto o de alguna forma estaba acostumbrado a ese tipo de criaturas, pero fue un alivio haber evitado un posible percance; el príncipe movió las riendas tan pronto estuvo sentado sobre él, tomando un rumbo que ella no conocía plenamente. Un rato después, se dispuso a descansar sobre él durante el viaje; se movió con cuidado sobre sus hombros para buscar una posición cómoda, esperando una reacción negativa por su parte, la cual no llegó a pesar de sentirlo tensarse por un momento.
El trayecto fue muy tranquilo. De no ser por los seres nocturnos a su alrededor, estarían sumidos en una calma completa, la cual sólo sería interrumpida por el silbido de la brisa entre la vegetación y el crujido de ramas secas bajo los cascos de su caballo. La joven no quiso fijarse en el camino que estaban tomando, sólo confió en que no haría algo perjudicial y se dejó llevar, al menos hasta que él se detuvo y la movió suavemente para que reaccionara. El azabache bajó de su corcel y caminó unos metros para no asustar al animal, cargó el reptil que reposaba en sus hombros hasta posarle delicadamente en el suelo, sólo allí se tomó la libertad de deshacer su hechizo. El destello jade de su magia descubrió a la castaña, quien se incorporó en el suelo y frotó sus ojos tan pronto volvió a su forma original.
—No estuvo tan mal —dijo él, sonriéndole desde arriba.
—Aún lo odio —respondió mientras le fulminaba con la mirada, logrando hacer reír al menor.
Loki extendió su mano y ella la tomó sin pensarlo mucho, ayudándole a ponerse de pie. Una suave brisa le recordó a la joven que aún traía puesto su camisón para dormir, el cual ella cambió con rapidez usando su magia; prefirió usar un pantalón en vez de sus acostumbrados vestidos, puesto que eran más apropiados para la situación en la que estaba, además de considerarlos mejores para cubrirse del frío. Escogió usar una blusa color vino, con un diseño parecido al que llegó a ver en un boceto de Ekanna, añadió botas y una capa que se ataba a su cuello y llegaba hasta sus rodillas. Era simple, pero no había necesidad de usar algo elegante para esa situación.
El menor sonrió de lado, observando a la castaña fugazmente y notando el leve enrojecimiento de sus mejillas que se desvanecía con rapidez.
—¿Dónde estamos? —inquirió ella tan pronto se detuvo a examinar el lugar. Estaba en medio de un espeso bosque cuyo sendero improvisado era iluminado por el orbe que el azabache procedió a entregarle. Su curiosidad había despertado inmediatamente ante tan peculiar espacio.
—Cerca —dijo él, volviendo con su caballo para asegurarlo en el sitio—. Ven, te mostraré —hizo un gesto con su cabeza para que le siguiera.
El azabache movió sus manos, haciendo que un nuevo orbe apareciera para guiarse mejor. La joven se mantuvo cerca mientras caminaban, fijándose tanto en el rumbo que tomaba el príncipe como en la superficie por la que se movilizaba, evitando así tropezar con algún elemento entre el pasto. Caminaron entre los árboles por algunos minutos; el lugar estaba un poco alejado, pero debido a la abundancia del bosque, pudo entender el por qué era mejor continuar a pie. La castaña no podía evitar bostezar cada tanto, después de todo, su horario de descanso estaba siendo alterado por la intromisión del príncipe, y como consecuencia su torpeza se veía incrementada, llegando a tropezarse con una que otra roca sin llegar a irse de bruces al suelo, dándole la oportunidad al menor de reírse a costa suya.
En un momento, Loki aceleró su paso y la joven tuvo que espabilar para no perderlo de vista; aunque esto no fue completamente necesario, puesto que se detuvo frente a una cueva, limpiando el musgo de una parte de la roca y sonriendo al ver un símbolo deteriorado en esta.
—¿Me trajiste a ver una cueva? —se adelantó a decir, causando que el pelinegro frunciera el ceño, quizás algo indignado.
—No, te traje a ver lo que hay del otro lado de la cueva —explicó él, con su tono le dio a entender que se estaba apresurando a los hechos.
Antes de que la joven pudiera decir algo más, el pelinegro se adelantó y entró en el lugar, ayudándose con el orbe de luz. La castaña suspiró y lo siguió de nuevo, viendo nada más que un montón de rocas a su alrededor; no entendía lo que intentaba, hasta que vio unas líneas en el suelo, las cuales parecían centellear débilmente con los mismos colores del Bifröst y terminaban en la pared de roca varios metros más adelante.
—Imagino que te haces una idea de qué es este lugar.
—Uhm, ¿tal vez? —exhaló sonoramente tras un momento—. Siendo sincera, a simple vista sólo es una caverna, oscura y húmeda como cualquier otra.
El azabache sonrió de lado.
—Tienes que ver más allá, querida Syn.
Tras eso, procedió a tomar impulso con su brazo e hizo rodar el orbe de luz directo a la pared; este tomó la velocidad suficiente para alcanzar el fin de las líneas, pero cuando creyó que chocaría estrepitosamente contra la roca, le vio desaparecer a través de ella. Tuvo que pestañear varias veces para asegurarse que estaba viendo correctamente y al voltear a ver a Loki, notó una sonrisa burlona decorando su rostro.
—¿Está claro ahora? —inquirió él, tomando el orbe de la castaña—. Quiero que corras y no te detengas hasta que sientas que te arrastran.
—¿Disculpa? —dijo ella, tomada por sorpresa ante aquella petición.
—Haz lo que digo, ¿o acaso prefieres quedarte en la oscuridad? —la castaña se quedó muda por un instante—. Te veré del otro lado.
La castaña sintió que su sangre abandonaba su rostro al asimilar la frase y verle tomar posición para salir disparado hacia el fondo de la cueva.
—¡Espera! ¡Loki! —exclamó ella en un intento de frenar su acción, pero él le ignoró olímpicamente, dejándola sola en medio de la oscuridad.
Maldito seas, Odinson.
Su gruñido de frustración hizo eco en la caverna, tomó aire para calmarse y pensar con mayor claridad. Ya conocía el camino, pero algo la retenía en su lugar, algo que se veía reforzado por el lugar frío y húmedo en el que se encontraba. Terminó por sacudir sus manos, como si esto le sirviera para dispersar el temor que la mantenía en su lugar, respiró hondo una vez más y terminó por acatar las instrucciones –no tan claras– que Loki le había dado. Corrió por la cueva, esperando que no fuera alguna jugarreta del azabache donde terminaría estrellando su rostro contra la piedra y él reiría hasta el amanecer. Ahogó un grito cuando sintió una fuerza etérea atrayéndola hasta el fondo, o eso creyó.
Fue tal el impulso dado que terminó perdiendo el equilibrio, trastabillando cuando fue liberada de aquel arrastre. Estuvo a punto de caer de bruces, pero unos brazos envolvieron su cintura y la atraparon antes de que eso sucediera. Para cuando se dio cuenta, estaba peligrosamente cerca del príncipe menor, quien la mantenía estable al sostenerla contra su cuerpo; claro que ella intentaba mantener un poco de distancia al tener sus manos apoyadas en su pecho, pero se podría decir que su cercanía casi permitía que sus respiraciones se combinaran.
No supieron con exactitud cuánto tiempo se quedaron en esa posición, pero no parecía disgustarles en absoluto. En aquel lugar había luz proveniente de afuera, lo que les permitía verse con un poco más de claridad; la joven observó los ojos azules de su amigo, notando la tonalidad fría en su mirada junto a unos toques de verde salpicado en sus orbes, él hizo lo mismo, admirando detenidamente el color grisáceo de sus ojos. Tragó saliva y separó levemente los labios sin saberlo, dando paso a que el azabache descendiera su atención a su boca, cosa que ella no pasó inadvertida.
—No estuvo tan mal, ¿o sí? —dijo el príncipe, logrando sacarla de su trance.
La castaña apartó la mirada un momento, tratando de mantener la calma para no ruborizarse ante la cercanía de ambos.
—Hubiera preferido que no te llevaras la única fuente de luz —respondió ella. Loki rió con suavidad, provocando que su piel se erizara levemente.
—¿Es esta suficiente luz para usted, mi Lady?
La castaña giró la cabeza hacia la fuente de luz, apartándose lentamente del príncipe mientras formulaba la pregunta indicada en su cabeza. Caminó con precaución a la salida de la cueva, dándose cuenta de que, además de ser de día, el bosque era completamente distinto al que recordaba ver en Asgard. Temía que fuera una ilusión y terminara chocando de lleno contra una roca, pero al acercarse y sentir la brisa golpeando su rostro, notó que todo era real.
—¿Dónde estamos? —se atrevió a preguntar. El azabache la siguió, manteniendo una distancia prudente, así que cuando ella volteó para escuchar su respuesta, se encontró con una sonrisa de suficiencia en su rostro.
—Esto es Vanaheim, Lady Syn.
La castaña frunció el ceño levemente, pensando que era una broma como todas las demás que solía hacer el príncipe, pero al ver que él permanecía neutral, comenzó a tener sus dudas.
—¿Cómo?
Loki rió con suavidad, adelantándose a ella y avanzando hasta salir al bosque, ella continuó a su lado, observando la vegetación floreada e inhalando los aromas dulces de las plantas.
—El Bifröst no es la única vía para acceder a los mundos —explicó él—. Existen otras entradas, escondidas a lo largo y ancho de Asgard, también se pueden encontrar en los otros reinos. Sin embargo, acceder a ellas no es fácil y en ocasiones, peligroso. La entrada que usamos es la más accesible de todas, pero sólo funciona por temporadas.
La castaña estaba fascinada, tanto por el lugar como por lo que decía el azabache, al punto de olvidar que estaba haciendo algo que le causaría serios problemas si perdía la noción de la realidad.
—¿Cómo sabes todo eso? —decidió preguntar.
—He hecho exploración, gracias a algunos textos antiguos que descifré —respondió con simpleza—. Estuve aquí durante el cumpleaños de mi hermano.
La joven sintió una incomodidad repentina ante la mención de ese día, pero decidió ignorarla y pensar en algo más; no quería arruinarse el rato. El menor continuó explicándole acerca de las entradas ocultas, las que había encontrado hasta el momento y los pasos a seguir para poder acceder a ellas; la castaña le escuchaba con atención, pensando en el fondo lo mucho que había extrañado esos momentos a su lado. Hizo preguntas relacionadas a lo que decía y otras no tanto, como el hecho de que sabía dónde vivía, a pesar de no habérselo mencionado anteriormente –o al menos eso creía–; luego fue turno de él para hacerle preguntas, de las cuales la principal fue la causa de su ausencia, cosa que ella tuvo que pensar con detenimiento antes de responder.
Tras caminar un rato, llegaron al pueblo, y la fascinación en el rostro de la castaña no se hizo esperar al notar las diferencias en el estilo de arquitectura presentes en el lugar; predominaban las estructuras en materiales rocosos y metales simples, nada parecido a la abundancia de oro y edificaciones ostentosas de Asgard. Loki simplemente le miraba, sonriendo levemente con su emoción casi infantil al conocer el reino Vanir. En el fondo él también la había extrañado, pero su orgullo no le permitía expresarlo abiertamente al no considerarlo algo que valiera la pena mencionar. Simplemente se limitaba a demostrarlo de forma indirecta, esperando que de alguna manera ella captara las señales.
Durante su recorrido algunos pueblerinos se les quedaban mirando, quizás notando que eran foráneos o reconociendo a Loki, pero evitaban decir algo al respecto. Terminaron en el mercado, donde además de brindar víveres había puestos de artesanías, los cuales la castaña admiraba por la belleza de las manualidades que ofrecían; hubo uno donde se acercó para ver con más detalle las joyas que exhibía, específicamente un collar de cuarzo azulado que le había llamado la atención. El azabache notó esto, acercándose tras ella para observar de cerca lo que tanto admiraba; para su gusto era demasiado simple, sin valor alguno, pero a ella parecía atraerle, por lo que se atrevió a preguntar:
—¿Lo quieres?
La castaña se giró a él, sorprendida por sus palabras.
—S-Sólo estaba mirando.
—Eso lo sé. Puedo obsequiártelo si lo deseas.
Los ojos de la castaña brillaron ante la oportunidad de tener algo otorgado por el príncipe, pero sabía que no era correcto, no quería verse como una oportunista. Se veía tentada a aceptar, pero lo pensó dos veces antes de decir algo.
—No, Mi Príncipe. Aprecio su oferta, pero no es necesario.
El azabache la escrutó por un momento, mas terminó sonriéndole y dejándolo pasar.
—Continuemos, entonces.
Ella asintió con la cabeza, dejándose guiar nuevamente por el menor. Unos puestos más adelante encontraron a un hombre elaborando un hermoso vitral de un bosque, el cual la joven se quedó admirando por un momento por la cantidad de detalles que poseía y la paciencia que tenía al elegir las piezas de cristal indicadas para su obra. Un toque en su hombro la sacó de su ensimismamiento, al girarse se encontró con el príncipe, quien le indicó seguir con su recorrido. Le mostró el castillo desde la distancia, ofreciéndole entrar y echar un vistazo en otra ocasión, puesto que tuvo que la posición del sol en el cielo les indicó que se hacía tarde para regresar. El tiempo había pasado con rapidez, y ni cuenta se dieron hasta ese momento. Se acercaba el atardecer, por lo que debían apresurarse para llegar a tiempo a Asgard.
Syntherea pensaba que al cruzar la misma cueva de acceso regresarían, sin embargo, Loki frustró su suposición al decir que la misma entrada no funcionaba como salida. Debían llegar al acceso a Asgard que había en Vanaheim, por lo que tuvieron que caminar otro rato hasta llegar a un risco.
La castaña no entendía muy bien la situación, ¿qué seguía?
—¿Ves ese círculo de rocas abajo? —señaló al mar algunos metros bajo sus pies, la castaña se inclinó levemente para poder verlo—. Debes caer ahí.
La castaña sintió su sangre abandonando su rostro.
—¿Te refieres a que debo saltar? —el menor asintió—. No, ni loca.
—Te dije que estas entradas eran difíciles de acceder.
—Sí, lo hiciste. Justo cuando ya habíamos atravesado una.
El azabache enarcó una ceja.
—¿Prefieres quedarte aquí?
—Valoro mi vida, Loki —volteó a verle—. ¿No podemos llamar a Heimdall?
—De ninguna manera. Todos se darían cuenta de que nos fuimos —la observó, logrando que sus piernas temblaran levemente—. Dime, querida Syn, ¿Deseas que tu padre sepa que escapaste de tu castigo?
Ella resopló, pensando en diferentes opciones –unas más rebuscadas que otras– para regresar a su tierra natal, sin embargo todo se reducía a las mismas alternativas: saltar o quedarse en Vanaheim. El príncipe suspiró con cansancio, hartándose de la duda en el semblante de la joven; se añadía el hecho de que el sol estaba a punto de ocultarse, así que debía hallar la forma de convencerla... o mandar su cortesía a Hel.
—Muy bien, responderé por ti.
La castaña ahogó un grito al sentir que la tomaba en brazos y abrió los ojos con temor al verle acercarse peligrosamente al borde del risco. A pesar de sus advertencias y súplicas en busca de detener lo que estaba por hacer, él era más fuerte que ella y estaba decidido a seguir con su plan; terminó lanzándola al vacío, escuchando el eco de su grito antes del sonido del chapuzón que la llevaría de vuelta a su mundo.
Syn tuvo la sensación de ser atrapada por una corriente fuerte cuando cayó al agua, acompañada de un cambio en la temperatura de la misma. El temor que sentía hizo que liberara el aire que había guardado en sus pulmones, por lo cual tuvo que apresurarse a nadar hacia la superficie tan pronto sintió que la corriente le había liberado. Inhaló profundamente al llegar, tosiendo una poca cantidad de agua que había pasado por su laringe. Pronto notó que el lugar donde se encontraba era bastante oscuro, sólo era levemente iluminado por una tenue luz a la distancia, proveniente del sol que comenzaba a salir.
Nadó hacia la parte iluminada, saliendo del agua y sentándose en una de las rocas, dejando que su ropa escurriera. Casi al momento de sentarse, vio al príncipe salir del fondo del pozo, sonriéndole al verla fuera.
—¡Estás viva! Qué maravilla —dijo él, usando un tono burlón que se escuchó en eco por toda la cueva.
—No gracias a ti —comenzó a escurrir su cabello con sus manos—. Pude haber muerto, ¿sabes? ¡Pudimos haber muerto!
—Estamos aquí, ¿no? —respondió nadando hacia ella.
No apartó su atención de sus movimientos, mucho menos cuando salió del agua y pasó sus manos por su cabello, acomodándolo en su lugar.
—Estás loco.
—Quizás —sonrió.
Se sacudió levemente para apartar un poco el exceso de agua y le hizo un gesto con su cabeza, haciendo que se pusiera de pie y lo acompañara hasta el exterior. La castaña notó que, para cuando estuvieron fuera, el agua que les empapaba se había evaporado, probablemente producto de un encantamiento de la cueva. Pero eso no le importaba en ese preciso instante, le preocupaba la luz que ahora estaba presente en el reino. Su padre no tardaría mucho en despertar, por lo que debía apresurarse en llegar a casa.
—Debo irme —anunció ella.
—No estamos lejos, déjame llevarte.
—No, me adelantaré —el pelinegro frunció el ceño—. Muchas gracias por todo, Mi Príncipe. He disfrutado mucho el recorrido.
Se atrevió a tomarla del brazo, necesitaba decirle algo y ese parecía ser el momento indicado.
—Espera, necesito decirte algo —dijo él, aflojando su agarre cuando ella le observó—. Pronto será la tediosa fiesta por mi cumpleaños y quería saber si...
—Haré lo posible por asistir, pero no puedo prometerte nada, Loki —interrumpió ella, retrocediendo lentamente—. Alteza.
Hizo una corta reverencia con la cabeza en forma de despedida y antes de que Loki pudiera decir algo más, comenzó a correr. Él reaccionó segundos después, yendo tras ella y gritándole esperando que se detuviera, sin embargo, la perdió de vista; sólo vio un búho volando entre los árboles. Resopló al percatarse que había dudado mucho en decirle lo que quería, sólo le quedaba esperar a que aceptara bailar con él, si es que asistía.
A la joven se le facilitó llegar a su hogar estando en esa forma. El sol ya había salido en su totalidad, por lo que suponía que su padre ya había despertado. Se apresuró en aterrizar frente a su ventana, empujándola para abrirla y tomando la –odiada– forma de serpiente para entrar. Con rapidez revirtió el hechizo, cerró la ventana y se metió en su cama, cubriéndose hasta el cuello con su sábana. Justo en ese momento su padre tocó la puerta un par de veces y ella fingió estar dormida cuando asomó su cabeza por esta.
—Syn —le llamó varias veces con suavidad, ella fingió removerse en su cama—, es hora de despertar.
Asintió con la cabeza pausadamente y pudo respirar con tranquilidad cuando escuchó su puerta ser cerrada de nuevo, pero su preocupación no se iba. Se echó las manos a la cara para mitigar la sensación de culpa que le invadió, recordando que había dejado a Loki con la palabra en la boca y que no había dormido nada –por lo que probablemente estaría cayendo dormida constantemente mientras estaba con Ekanna–, pero tenía un pequeño consuelo: la causa de su "insomnio" había valido completamente la pena.
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