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Capítulo 1. Investigación

Bostecé por cuarta vez desde que había llegado a mi salón, muy pocos alumnos ya se encontraban sentados en sus asientos correspondientes hablando y riendo entre ellos en lo que llegaba el maestro.

Estaba cansada en extremo, no había dormido bien debido a las teorías y preguntas que mi mente formulaba. Necesitaba saber quién era ese chico suicida, necesitaba acabar con esto.

Vi como el maestro llegaba seguido de los pocos alumnos que faltaban por entrar y entre ellos vi a los chicos de cabello color azul y rubio sentarse a mi lado, quedando el de cabello azul a mi izquierda y delante de él el rubio.

- Cierra la boca. - se quejaba seriamente el rubio mirando a su amigo.

- Hola. - saludé tímidamente mirándolos con una pequeña sonrisa para comenzar una conversación.

Ambos me miraron confundidos y enarcaron una cena incrédulos. ¿Era tan raro que les hablará? Tal vez sí.

- ¿Hola? - respondió el del cabello azul sonando más a pregunta.

- Soy Holly. - sonreí nerviosamente.

Hubo un pequeño silencio incómodo en el cual los chicos intercambiaron miradas y después me miraban como si tuviera algo en la cara. Ya, enserio. ¿Era demasiado obvia?

- ¿Qué? - reí nerviosa.

- Amm... - comenzó el peli azul.

- ¿Por qué nos hablas? - preguntó directamente el rubio frunciendo un poco el ceño. - ¿Qué quieres?

- Yo... - comencé con un nudo en la garganta. Buena pregunta, no podía simplemente preguntarles quién era el que escribía esas cartas, no era un tema de conversación común y me tacharían de loca si ellos no eran. - Sólo... yo... quería...

- Déjala tranquila Adrien. - se quejó el de cabello azul riendo ante mi nerviosismo. - Soy Alex y el Adrien.

- Hola. - repetí ante la intensa mirada del tal Adrien. - Es sólo que creí que... bueno... podíamos ser amigos.

- No. - sentenció el rubio.

- Adrien. - rodó los ojos Alex. - Perdónalo, está un poco, ya sabes... - dijo haciendo un gesto gracioso sobre su cabeza para indicar que su amigo estaba loco.

- No necesitamos más amigos. - dijo Adrien mirándome de nuevo ahora con una mirada más fría todavía.

Algo había en él que me intrigaba, a diferencia de su amigo me rechazaba, me quería lejos. Algo no andaba bien con él y eso se podía notar a simple vista.

- Tengo entendido que son cinco chicos. - me encogí de hombros.

- ¿Y? - preguntó el chico molesto.

- ¿No podemos ser seis? - dije tímidamente.

- Vaya, ¿eres tonta? - se quejó. - No. Necesitamos. A. Nadie. Más. - dijo aquellas palabras de forma pausada como si hablará con un niño pequeño.

Fruncí el ceño, molesta. ¿Qué rayos pasaba con él? Yo quería ayudar, no tenía por qué hablarme así. Me giré cruzando los brazos por sobre la paleta del banco y miré al frente con la rabia recorriendo mi sistema.

El maestro estaba leyendo su libro y había pedido que nosotros guardáramos silencio mientras él nos leía algo acerca de la Historia del país. Era muy aburrido.

- Oye. - escuché que Alex me susurraba inclinándose levemente hacia mí. - Ignóralo, yo puedo ser tu amigo. - me guiño un ojo.

Sonreí levemente ante su gesto tan amable, miré entonces de forma más detenida sus ojos oscuros y su piel pálida. Era muy hermoso, sus mechones azules caían sobre su frente de forma desordenada haciéndolo lucir tierno y varonil.

- ¿Señor Lawrey? - llamó el maestro.

- ¿Sí? - dijeron Alex y Adrien al mismo tiempo mirando al maestro.

Mire confundida a ambos. ¿Los dos se apellidaban Lawrey?

- Alexander Lawrey. - dijo el maestro rodando los ojos.

- ¿Mande? - dijo Alex encogiéndose un poco en su lugar. Parecía incómodo al tener tantas miradas sobre él en ese momento.

- Ponga atención. Igual usted, señorita Collins - me miró.

Asentí sintiendo mis mejillas arder y escuché una pequeña risa burlona de Adrien mirándome.

Alex y yo sonreímos bajando la mirada hacia la paleta del banco.

- Pequeña tómate. - susurró Adrien girándose antes de que yo pudiese ver su burlona sonrisa.

...

Al menos había comenzado a entablar una conversación con ellos, eso era agradable y se podía decir que era un punto a mi favor.

Caminé rumbo a la cafetería cuando pasé junto a la biblioteca y recordé lo que el chico suicida había escrito.

"Por hoy, no podré escribir más, pero mañana antes del almuerzo dejaré la próxima nota en la biblioteca. Hasta luego :)"

Caminé hasta allá y al entrar me encontré completamente sola. La señorita bibliotecaria estaba en su lugar mirando hacia su computador.

Me acerqué a los estantes de libros y busqué por los pasillos alguna pista de dónde encontrar la siguiente nota.

Observé detenidamente cada estante hasta que llegué al área de las mesas. Me acerqué a ellas y pude observar pilas enormes de libros desordenados sobre ellas.

Sobre una silla había escrito con lápiz "debajo de esta silla" por lo que me incliné para mirar por debajo de la silla.

Tomé el pedazo de papel y me senté desdoblando la hoja rápidamente.

"Hola misteriosa persona :)
Hoy quería hablarte más sobre mí, así que pensé en contarte acerca de mis deportes favoritos.

Me gusta el fútbol y un poco el baloncesto. Dicen que debería meterme a algún equipo, pero no creo ser capaz de hacerlo bien. Mi padre dice que nunca me aceptarían y prefiero evitar hacer el ridículo.

Hoy estaré en la cancha de fútbol con mis amigos, tal vez si llegas a tiempo me conozcas ;)

Sólo bromeó, no podemos conocernos. Lo siento por herir tu corazón :)

Dejaré otra nota junto a las bancas de la cancha, tengo deportes. Hasta pronto desconocido. "

Este chico iba a volverme loca, por más que rebuscara entre sus palabras, no dejaba ninguna pista sobre su paradero. Pero estaba segura de que era alguno de esos cinco chicos.

Caminé hasta la cafetería y me topé con mi amiga Giana, quien hacía fila para comprar comida.

- ¿Hola? - me dijo curiosa. - Te vez horrible.

- Gracias. - me quejé mirándola. - No pude dormir.

- Ya deja en paz a ese chico. Si quiere matarse, que lo haga. - dijo ella seriamente. - Es su decisión.

- No dejaré que lo haga sólo por sentirse menospreciado, nadie debería sentirse así. Nadie debería pensar en matarse. - aseguré comprando una manzana y una dona de chocolate.

- Tu problema es que te preocupas por todos y te olvidas de ti misma. - me miró burlona. - Sólo te advierto que, si algo malo pasa, no es tu culpa, ¿de acuerdo?

- Nada malo pasará porque yo lo ayudaré. - dije sonriéndole.

Como quisiera poder creer esas palabras, que lo que dije fuera así. No podría con la culpa si algo malo llegará a pasar antes de que lo encontrará.

Escuché una pequeña risa que se me hizo extrañamente familiar, me giré a la izquierda para ver a los cinco chicos extraños, sentados al otro extremo de la cafetería, comiendo juntos y al parecer conversando alegremente.

- Holly. - me llamó Giana sentada en una mesa cerca. - Ven.

- Espera. - pedí caminando hasta ellos.

Por alguna extraña razón me puse en extremo nerviosa. Vi como el primero en percatarse de mi presencia era Alex.

Su mirada se clavó en la mía mostrándome su confusión, después fue el chico de cabello verde el que me miró de forma cautelosa y tras un breve silencio, cinco pares de ojos estaban mirándome.

- Hola... - dije tímidamente.

- ¿Qué hace ella aquí? - dijo el chico de cabello verde sin despegar sus ojos de mí.

- Yo... - comencé acercándome otro poco. - Creí que podría comer con ustedes hoy.

- ¿Por qué creerías eso? - dijo el chico de cabello rojo enarcando una ceja.

- Bueno... No lo sé. - dije tímidamente. Mis manos comenzaban a temblar y la manzana en mis manos estuvo a punto de caer, pero la atrape a tiempo.

- Ella no puede estar aquí. - sentenció Adrien.

- Tengo una dona. - dije mostrándosela. Me sentí demasiado tonta y tuve ganas de abofetearme al pensar que eso sería una excusa suficiente como para que me dejaran sentarme con ellos.

¿Por qué estaba haciendo esto? Quería acercarme a ellos a como fuera, pero era claro que ellos no me querían cerca. Solo iba a lograr alejarlos más de mí.

Estuve a punto de dar media vuelta y volver a mi asiento cuando vi que la mayoría reían por lo absurdo que había dicho.

- ¿Crees que una dona de chocolate va a hacer que...? - comenzó Adrien.

- ¿Chocolate? - repitió Alex. - Yo quiero.

Se puso de pie y atrajo otra silla de una mesa vacía a su izquierda para que me pudiera sentar entre él y el chico de cabello rojo. Sonreí al ver como todos lo miraron como si estuviera loco, me acerqué a él y me invitó a sentarme.

- Amo el chocolate. - sonrió mirándome. - Es como mi kriptonita.

Extendí entonces mi mano dándole la dona, pero él la examinó aún envuelta por una servilleta y miró detenidamente la cubierta de chocolate.

Se acercó a mi mano y dio un gran mordisco a la dona, sonrió masticando con una sonrisa y volvió su mirada a los chicos que aún nos miraban atentos.

- Es deliciosa. - se encogió de hombros mirando a sus amigos.

- ¿Hablas de la dona o de la chica? - dijo el chico de cabello rojo.

Lo miré con los ojos muy abiertos ante sus palabras, mis mejillas ardieron de vergüenza y bajé la mirada apenada.

- Pequeña tomate. - dijo Adrien mirándome. - Escucha, no sé qué tramas o porque te acercas a nosotros, pero...

- Solo quiero ser su amiga. - dije seriamente. - Sólo eso.

- ¿Ah sí? - dijo el chico de cabello rojo. - ¿Sólo nuestra... amiga?

- Déjala en paz Harry. - dijo Alex.

- ¿Por qué quieres eso? - dijo el chico de cabello verde mirándome.

Miré a cada uno por unos instantes y me encogí de hombros para hacerles saber que no podía darles una respuesta.

- Pues yo tengo hambre. - sentenció el chico de cabello rojo, Harry.

Al parecer decidieron ignorarme y comenzaron a comer, todos en silencio, algunos susurrando cosas entre ellos y sólo Alex se dedicó a hablar en voz alta para la mayoría.

- Mañana nos toca la clase de música. - dijo Alex mirando a Adrien y el chico de cabello verde. - Y tú, Patrick, no has ensayado la canción.

- No he tenido tiempo de ir. - se quejó el chico de cabello verde, Patrick. - He tenido muchas cosas que hacer.

- Pues necesitas ir o te sacarán. - sentenció Adrien.

- Bien. - dijo Patrick.

Mire mi teléfono en el cual mi amiga había escrito "¿Enserio? ¿Me abandonas por ellos?"

Sonreí mirándola a lo lejos, me dediqué a dar pequeños mordiscos a mi comida, por lo que los chicos terminaron de comer ignorando mi presencia.

- ¿Y... cómo te llamabas? - preguntó el chico de cabello rojo, Harry.

- Holly. - dije tímidamente.

- Bien, Holly. - dijo Harry mirándome de reojo. - Tienes clase de Historia entrando ¿cierto?

Asentí tímidamente, él sonrió y se puso de pie ante la mirada de todos.

- Pues entonces señorita, vayamos a clase juntos. - dijo seriamente tomando su mochila.

Miré a Alex que dio otro mordisco a mi dona y sonrió al ser descubierto.

- Te veo luego. - dije sonriendo ante su boca llena de chocolate.

- En Mate. - sentenció él mirando su reloj.

Caminé alejándome de la mesa y observando como los estudiantes iban y venían de un lado a otro.

Regresé mi mirada a la mesa donde los chicos se ponían de pie y sonreían por algún comentario hecho por ellos.

- Hasta luego. - les dije agitando mi mano de forma tímida. - Los veo luego.

Todos me miraron aún confundidos por mi presencia y me regresaron el saludo de forma torpe y lenta. Parecían muy incómodos ya que gracias a que yo los saludé, algunas miradas ajenas se posaron en ellos.

Caminé junto a Harry quién me ignoraba mientras escuchaba música en su teléfono.

Nos dirigimos al aula de Historia en donde no había alumnos aún, al parecer era muy temprano.

Él se me adelantó para ir a los asientos de atrás hasta la última fila. Dudé un poco antes de seguirlo, yo jamás me sentaba hasta atrás teniendo oportunidad de estar frente al pizarrón.

Me senté a su izquierda dejando mi mochila sobre el banco, el sueño comenzaba a tomarme factura de nuevo.

Me recosté sobre mi mochila y cerré un minuto los ojos. Minuto que se volvió eterno, el sueño me vencía poco a poco, haciendo que mi respiración se acompasara.

- Hey, ¿pequeña? - me llamó Harry tocando con su dedo mi brazo. - ¿te desmayaste? ¿sigues viva?

- Uhm. - abrí mis ojos topándome con los ojos color ocres de Harry, mirándome intensamente. - Sólo tengo algo de sueño.

- ¿Sufres de insomnio? - preguntó curioso.

- No. - dije estirándome un poco.

- Alex sí, eso le molesta mucho. - dijo en voz baja, como si hablará sólo consigo mismo.

Aproveché que estaba dispuesto a hablar conmigo para poder acercarme a él, tal vez así podría descubrir si él era aquel escritor suicida.

- Y... ¿Tu? ¿Tienes algo que te molesté? - dije tímidamente.

- ¿Cómo qué? - preguntó confundido.

- Cualquier cosa. - dije encogiéndome de hombros.

- Hay muchas cosas que desearía que dejarán de pasarme, pero ¿por qué te las diría? - cuestionó.

- Quiero ser tu amiga, para eso estamos los amigos. - dije seriamente.

- Tal vez. Pero también los chicos son mis amigos y ellos no lo saben. - dijo mirando a la nada.

- ¿Por qué?

- Por qué no quiero que nadie lo sepa. - dijo molesto.

- Esta bien. - baje la mirada.

Todos comenzaron a entrar, el maestro no demoró en leer la lección del día de hoy.

Durante toda la clase Harry no volvió a dirigirme palabra alguna, pero pude observar que en ocasiones me miraba de reojo.
Él tenía algo que lo molestaba. ¿Sería él el chico suicida?

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