Alex
Mi habitación estaba a oscuras en la madrugada, la fotografía de mi madre reposaba en mi regazo mientras yo veía la luna desde mi ventana. Era enorme y de un color amarillento, de niño solía creer que era parecida al color de dientes del tío Harold, debido a sus constantes tazas de café y adicción al cigarrillo.
La calma que en ese momento me invadía lograba atemorizarme, dicen que cuanto más se vea tranquilo, es porque una tormenta vendrá. Pero no pienso mucho en la idea de algo así, mi mente por alguna extraña razón trata de ver las cosas más positivamente.
Me pongo de pie y abro la ventana para ver mejor la luna, saco mi cabeza un poco para sentir el aire golpear contra mi rostro, mi cabello se mueve rebelde en la danza del viento. La frescura me reconforta, pronto vendrá el invierno, mi época favorita del año.
Pienso en las cosas que han sucedido durante los últimos años de mi vida. Hace tiempo ya que quise acabar con todo y huir de mis problemas de aquella manera. Es un tema que no a todos les gusta tratar, a mí en ocasiones llega a avergonzarme todo lo que ocasione. Preocupar a las personas que me aman, hacerlos sentir culpables de mi intento de suicidio y armar todo un revuelo en la escuela.
Pero gracias a eso, encontré a mi Holly. En realidad, si lo pensamos un poco mejor, ella me encontró a mí, su suicida por naturaleza. Si comparamos el dolor que pude haber experimentado antes y a la felicidad que tenía ahora, con toda seguridad diría que valió la pena. Valieron la pena los insultos, los golpes, valió la pena morir para renacer en esto.
De mi bolsillo trasero saque el pequeño envoltorio de la caja de terciopelo azul que contenía el anillo con el cual planeaba suplicarle a mi Holly que se convirtiera en mi esposa. La gema azul representaba mi ser, no podía esperar a que ella lo tuviera en su dedo, a ver su mano y sonreír cuando lo lleve puesto.
Acaricié el pequeño objeto y sonreí levemente al imaginar su rostro. De repente una duda de inseguridad creció en mí, ¿Y si decía que no?
No creía poder soportar con su rechazo, no quería obligarle a que dijera que sí, quería que fuera por amor y no por lastima. No negare que las primeras semanas, los primeros meses mi mente me atormentaba con pensamientos hirientes. Solía pensar que ella estaba conmigo por lástima, que el sentirse culpable le hacía creer que tenía alguna responsabilidad de estar conmigo. Que ella realmente amaba a mi primo y él a ella, ese había sido mi temor desde que nos habíamos conocido.
No sabía cómo sentirme al respecto. Pero cuando los dos estaban juntos, había algo que no me gustaba, tal vez era yo el que sobraba. ¿Ella pensaría en eso también?
Dejando de lado esos pensamientos negativos, busque que el sueño viniera a mí. Me removí una y otra vez en la cama e incluso me pasé horas viendo en mi teléfono las fotos que teníamos juntos.
Por favor, dime que sí.
...
- Estaba pensando en ir de vacaciones a Canadá, mi tía Jenny piensa hacer su gran fiesta navideña. - dice mi novia mientras comemos en el restaurante al que había planeado traerla desde hace semanas, sentados estratégicamente como lo había pensado.
A unos metros, los músicos esperaban mi señal para comenzar a tocar la canción favorita de mi Holly. La camarera esperaba el momento en que acabáramos para traer el postre que constaba de un pequeño pastel redondo de chocolate blanco con chispas de chocolate negro. Justo sobre la bola de helado, el anillo esperaría a la vista de mi futura prometida para saber su respuesta sobre mi propuesta de matrimonio.
Había hablado con sus padres, ellos me habían dado su bendición y estaban al pendiente mandándome mensajes para saber si ya había pasado todo. Nuestros amigos volvían loco mi teléfono celular con mensajes y memes sobre matrimonio y mi posible encarcelamiento de por vida.
Estaba nervioso.
Por debajo de la mesa mi pie no dejaba de moverse, la miré detenidamente y suspiré más tranquilo.
Por dios, era hermosa. Su cabello caía sobre sus hombros y ese vestido la hacía lucir como la mujer más hermosa del maldito universo. No era nada extravagante ni enseñaba de más, era perfecta. Se veía tierna con sus lentes y jodidamente sexy con esos labios. ¿Cómo podía causar eso en mí? ¿Cómo alguien podía ser así?
- ¿Tu qué opinas? - me pregunta ahora fijando sus ojos a los míos. Demonios no escuché lo que decía.
- ¿Ah? - dije removiendo mi plato con el tenedor.
- ¿Esta todo bien, Alex? - me pregunta cautelosa. - Estas muy extraño.
- No, para nada. - me reí nervioso.
- Ya dime, ¿qué sucede?
Me conocía muy bien, era difícil poder mentirle cuando ella me leía mejor que a su libro favorito. Se sabía todas mis expresiones y justo ahora, apostaría a que mi cara era de estreñido. Estaba enserio preocupado porque todo saliera bien.
Ella tomó mi mano, sonrió y solo eso me basto para que los miedos se esfumaran. Me acerque a ella por sobre la mesa y sujetando sus mejillas, le bese.
Sus labios tenían el sabor a cátsup y, aun así, para mí era lo más delicioso y suave que había probado jamás. Ella sonriendo me devolvió el beso y ahora más tranquila, continuó hablando.
- Estoy muy llena. - dice de repente y mirando su plato, veo que ha terminado. Esa es la señal.
Oh. Por. Dios.
La mesera se acerca y retira los platos, nos mira y me guiña un ojo dándome a entender que mi postre ya viene. Tengo la necesidad de ir al baño en ese segundo.
- ¿Qué pediste de postre? No creo que pueda acabármelo. - dice y mira su celular. Yo estoy a punto de desmayarme cuando veo a la mesera desaparecer detrás de la barra, va por mi plato.
- Helado de chocolate. - digo ahora mirando fijamente hacia donde desapareció aquella mujer.
- Iré al baño. - dice y se pone de pie tomando su bolso mientras remueve algo dentro de este para buscar en su interior.
- O-okey. - tartamudeo cuando mi corazón va al mil al ver como aquella mujer trae una charola cubierta por una tapa de metal. Ese es mi pedido especial. Voy a vomitar.
- Alex. - dice mi novia tomándome de las mejillas para elevar mi cabeza a su altura. Se ha puesto de pie junto a mí, mi cara está a la altura de su cuello, mis ojos suben hasta encontrarse con los suyos y ella sonríe. - ¿Qué ocurre? Estas sudando. ¿Te sientes bien?
- Si... - digo nervioso. - Es solo que...
La mesera deja el plato en la mesa, acomoda un par de cubiertos en los platos y se aleja no sin antes sonreírnos anchamente.
- ¿No quieres decirme que pasa? - pregunta Holly cerca de mis labios. Esta mujer va a matarme.
- Holly... amor. - comienzo dudoso. Ella espera unos segundos en los que, sin dejar de mirarla, tomo el valor para hablar.
- ¿Sí?
- Yo quiero pedirte que... - el sonido de su teléfono invade el momento y cuando contesta, sonríe.
- Espera. - me pide y contesta. -¿Adrien? ¿Qué sucede?
Maldigo internamente a mi primo y espero a que cuelgue, cuando lo hace, tiene una enorme sonrisa en sus labios, ni siquiera me ve ahora. Guarda el móvil en su bolso y retoma la situación sujetando mis mejillas.
- Era tu primo, hablaba para avisarme que Giana y él saldrán a comprar unas cosas y ella no podrá ir a mi casa.
- Está bien. - susurro apenas audible.
- Iré al baño, ahora vuelvo. - me besa la frente y se aleja.
Las dudas vuelven a despertarse, los sentimientos amargos me inundan. Comienzo a sentirme ansioso, las mariposas se vuelven águilas reales azotándose en mi interior.
Descubro el plato de metal con el postre y me encuentro en la punta el anillo, brilla demasiado. Está ansioso igual que yo, lo observo en la palma de mi mano, entonces siento que es poca cosa. ¿Y si no le gusta? ¿Y si es poca cosa para ella? ¿Si dice que no?
Guardo el anillo en mis pantalones y tomo una cuchara, la hundo en el helado y me la llevo a la boca. No me sabe tan dulce ya, comienzo a deprimirme en pocos segundos hasta que ella vuelve.
Toma una cuchara y me acompaña, terminamos, pago la cuenta y salimos del local caminando en la oscuridad hasta mi coche. Holly está cansada por su trabajo y el largo día de hoy, no tarda mucho en quedarse dormida en el asiento del copiloto.
Llegamos a su casa, no quiero despertarla. Se ve tiernamente adorable con las mejillas rosas y sus labios color carmesí. La contemplo largos minutos, lo único que se escucha es el sonido del motor del auto y su respiración acompasada.
Los tormentos en mi cabeza azotan cada vez con malos sentimientos. Me desespero rápidamente, ¡Es hermosa! Claro que le gusta a mi primo, ¿a quién no? Es perfecta.
Acaricio su mejilla y la siento fría, me quito mi chaqueta para colocársela encima y me quedo contemplándola en la oscuridad del coche. Tomo su mano y la acaricio, sus dedos se enredan con los míos y entonces la veo abrir los ojos.
- Te amo. - susurro besando su mano.
- Estas muy raro hoy. - sonríe.
- Holly, necesito saber... - comienzo y me arrepiento al instante.
- ¿Qué cosa? - dice y me mira seriamente.
- ¿Tu sientes algo más por Adrien?
Sus ojos se abren sorprendida y entonces me examina, sin soltar su mano me recargo en la puerta de mi espalda. Ella rápidamente niega con la cabeza.
- Es solo mi amigo. ¿Por qué preguntas eso?
- Siempre he pensado en que hubiese pasado si yo hubiera muerto hace años. - mis ojos se fijan en los suyos y veo el dolor de aquella vez, esa angustia que le hice pasar en su momento. Es un tema que a ella le afecta, lo sé. No hablamos mucho sobre ese día.
- Alex. - me pide con angustia que me detenga, pero necesito sacar esto de mí.
- Sé que, si yo no estuviera, tu estarías con él ahora mismo. - digo y ahora siento el coraje recorrerme. - Siento que debiste dejar que pasara lo que tenía que pasar, tal vez tú y él...
- Estas diciendo estupideces, ¿Te das cuenta de lo que dices? - me regaña.
- ¿Cómo quieres que siga fingiendo que estas bien conmigo, cuando sé que soy el único impedimento para que tú y él estén juntos? - me quejo bajando la mirada para no verla a ella con este odio que reflejan mis ojos.
- Que estúpido. - dice ahora molesta. Baja del auto y saca de su bolso las llaves, de inmediato la sigo bajando del auto también. - No puedo creer que pienses eso.
- ¿Estoy equivocado? Sabes que no. - ella entra a su casa, arroja las cosas a la sala y camina escaleras arriba furiosa.
- ¡Eres un idiota! - grita desapareciendo en la planta alta.
Cierro la puerta para seguirla hasta llegar a su habitación, agradezco mentalmente que mis suegros hayan salido y no vean esta escena. La veo esconderse en su closet, parece que busca algo en específico.
- ¿Ahora soy un idiota? - me molesta que me llame así. - Soy realista, no voy a engañarme a mí mismo cuando lo veo. Cuando están juntos, parece que yo no existo. Adrien se pudre de ganas de tenerte.
- ¡No soy un maldito objeto! - eso la enfurece. Sale del armario y me arroja al pecho una caja pequeña. - Yo no veo a nadie como te veo a ti, imbécil.
Veo la caja, parece todo normal, pero en su interior, están todas y cada una de las cartas que escribí hace años, las cosas que le he dado, nuestras primeras fotos. Aquella carta de suicidio que escribí para ella por si llegaba a morir.
- ¿Qué es esto? - digo ahora confundido. - ¿Por qué me das esto?
- Tu siempre creíste que estaba contigo por lástima, siempre me has reclamado por qué estoy contigo y no con él. - dice mirándome con lágrimas en los ojos. - No te mentiré, en algún momento creí sentir algo por Adrien. Pero después me enamore de ti, de tus defectos y de tus tonterías, de tu sonrisa y de tu voz, ¡De ti idiota!
- ¿Por qué yo? - digo ahora en apenas un susurro.
- No lo sé, pero lo que si se, es que estoy enamorada de ti. Por alguna extraña razón me siento bien en tus brazos, amo tu presencia en mi vida, no sé qué haría sin ti. Te amo.
Dejo la caja en la cama y me acerco a ella hasta acariciar sus mejillas con lágrimas.
- También te amo. - digo ahora más relajado. - Y es por eso que no concibo un día sin ti, sin saber si estas bien o si comiste, quiero que el resto de mi vida sea junto a ti, Holly Collins. - me hinco frente a ella y miro sus ojos ahora confundidos. - Sé que no soy el hombre perfecto, que cometo muchos errores y suelo ser inseguro. Pero de lo que estoy completamente seguro, es que quiero que tu seas mi esposa. Mi compañera de vida, mi cómplice y, sobre todo, mi mejor amiga para siempre.
- Alex... - ella comienza a llorar sonriéndome. Acaricia mi cabello y cuando ve el anillo que tengo en la mano, lo toma y coloca en su dedo. - Acepto.
- ¿Enserio? - digo ahora cauteloso.
- Ven y bésame. - pide y yo sin dudarlo, atrapo sus labios saboreando sus lágrimas de felicidad recorriendo por sus mejillas.
Sujeto con fuerza su cuerpo y ella enreda las piernas a mi cintura, el beso se vuelve exigente, desesperado, me queman los pulmones a falta de oxígeno, pero no puedo dejar de besarla. Sus dedos se enredan detrás de mi nuca hundiéndose en mi cabellera azulada.
Mis manos acarician su cintura y suben a su espalda, caemos sobre su cama y ella no deja de besarme, recorro con pequeños besos todo su rostro y cuando vuelvo a sus labios, fuego intenso me recorre de cabeza a pies y solo tengo la necesidad de sentirla impregnada en mí. Quiero fundirme en sus brazos y pegarme lo más posible a ella para no soltarla nunca.
- ¿Tus padres no dirán nada si me quedo a dormir hoy contigo? - pregunto entre besos.
- No pueden prohibirle nada a mi futuro esposo. - dice ella sonriente enredando sus piernas con las mías.
- Señora Lawrey. - suspiro alegre de poder imaginarme a Holly como mi mujer. - Me gusta.
- A mí me gustas tú.
Y por primera vez después de mucho tiempo, siento que las cosas van bien, que tal vez si había un final feliz, que ahora lo tenía todo. Deseaba con todas mis fuerzas este día y ahora que ha llegado, entiendo lo que muchos mencionaban, así se siente ser feliz.
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