Adrien parte 1.
- ¿Puedes bajar la voz Harold? - grita mi madre en la cocina.
- Esto es tu culpa, Lorie. ¡Todo esto es tu culpa! - decía mi padre, molesto mirándola mientras apretaba los puños.
Crucé en silencio la estancia procurando ser invisible para ellos, bajé la mirada al pasar junto a mi padre para no tener que ver sus horribles muecas. Abrí el refrigerador lentamente, me agaché observando los dos sabores de helado, ¿vainilla o chocolate? Creo recordar que el de vainilla tiene más tiempo ahí, una semana tal vez.
Tomé el de chocolate después de haber decidido por dos largos minutos. Cerré la puerta con el pie mientras buscaba una cuchara para remover el contenido. Planeaba servirme en un vaso pequeño y salir lo más pronto de aquí, pero entonces el sonido de un vidrio romperse hizo que la cocina quedara en total silencio.
De reojo vi a mi madre asustada, acorralada contra el fregadero, aguantándose las lágrimas mirando furiosa a mi padre. Mi vista voló rápidamente a este que se encontraba ahora más cerca, junto a la mesa donde descansaban los destrozos de un plato.
- Estoy harto de ti, de ustedes dos. - siseo mi padre. - Iré al trabajo, cuando regrese, espero tu disculpa. - señaló a mi madre y de un manotazo, tiro los restos de su desastre al suelo. - Y tú. - dijo señalándome. - Espero que hayas ganado lo suficiente porque tu colegiatura no se paga sola y yo no pienso mantenerte más.
Sin decir más, salió disparado a la salida y cerró con un fuerte portazo la casa. Justo cuando escuchamos el sonido de su carro marcharse, mi madre se dejó caer al suelo llorando y cubriendo su rostro. Dejé a un lado el helado, respiré profundamente un par de veces y caminé hasta el armario para sacar una escoba y recogedor.
Limpié aquel desastre de vidrios y residuos de comida, terminé y miré aun a mi madre en aquella posición. Ahora ya no lloraba en voz alta, se limitaba a susurrar cosas incomprensibles junto a pequeños sollozos apenas audibles.
Me hinque a su lado, peine su rubio cabello alborotado para después acariciar sus mejillas y levantar su barbilla obligándola a mirarme. Sus ojos estaban opacos a pesar de tener lágrimas en ellos, su rostro parecía demacrado y sin vida.
Me miró destrozada por dentro, sus débiles manos tomaron las mías aun sobre su rostro y suspiro con el sentimiento del llanto aun presente.
- Lo lamento. - susurra con sus labios resecos y su nariz roja, su piel parecía de piedra y se sentía reseca. - Esta celoso, eso es todo.
- ¿Por qué no acabas con esto? - digo fríamente. - Ese imbécil nos hace la vida imposible y tu no haces nada para impedírselo.
- No hables así de tu padre. - pide bajando la mirada. - Él nos ama... es solo que tiene miedo de perdernos.
- ¿Perderte? - repito incrédulo. - Eso lo hizo desde el momento en que esta casa se convirtió en tu cárcel y no en tu hogar. Está enfermo. Y tú alimentas esa enfermedad permitiendo que te hable así.
- Adrien yo... - comienza volviendo a llorar.
- ¿No vas a hacer nada, cierto? - le pregunto en susurro, mirándola a los ojos.
Suspira entrecortadamente y seca sus lágrimas para mirarme fijamente, veo como algo se rompe dentro de ella, pero, aun así, se pone de pie y sin decir nada más, se gira para darme la espalda y continuar lavando los platos sucios.
Cierro los ojos con fuerza controlando la furia en mi sistema, coloco mis manos en su cintura con delicadeza acerco mi pecho a su espalda, aprovecho que es más baja que yo para abrazarle y depositar un beso en sus hombros.
- Solo espero que recapacites, porque a este paso va a matarte. - sentencio fríamente. Su cuerpo se tensa debajo de mis brazos al escucharme y entonces se detiene. - Y si llega a hacerlo... - susurro cerca de su oído. Sintiendo como su piel se pone de gallina y un pequeño escalofrió le recorre. - voy a matarlo con mis propias manos haciendo que sufra por cada vez que te puso las manos encima.
- Adrien... por el amor de Dios...
Beso su cuello mientras le doy un último apretón en forma de abrazo y me alejo tomando la nieve y la cuchara. Ya no pienso solo servirme un vaso, sino que me llevo todo el envase.
...
- Adrien, ¿rojo o verde? - me pregunta Holly mientras me muestra dos chaquetas.
- Me gusta el verde, pero el rojo combina con tus mejillas cuando te vuelves un tomate. - le aseguro mirándola sonrojarse levemente.
- Alex ya no debe de tardar. - dice nerviosa. - Espero que todo salga bien, Demian dijo que hoy sería una noche especial para los dos. - dice mirándome con una enorme sonrisa.
Hay un brillo latente en su mirada, se ve a kilómetros que está muy enamorada. Sonrío al verla tan hermosa como la primera vez, su cabello largo cae en sus hombros y sus labios lucen rosas y brillosos. Me pongo de pie y me alejo de su cama, me le acerco mirando como arregla su cabello en una coleta y termina de arreglar su vestido.
La miro detenidamente y cuando se gira, eleva su cabeza para mirar los míos. Inmediatamente se pone nerviosa y su sonrisa se tensa. Sé que en algún momento ella sentía algo por mí, sé que, si las cosas hubieran sido diferentes, seria yo el que ocuparía el lugar de Alex y le propondría matrimonio como mi primo estaba a horas de hacer. Solo bastaba con mirarla para saber que ella era la mujer para mí, solo necesitaba escuchar su voz para que todos mis demonios se encerraran por unas horas.
Sabía que, si le hubiera dicho que mi vida también era un asco, ella intentaría salvarme al igual que a Alex. Los celos quemaban viva mi memoria con tantas oportunidades que dejé pasar y recuerdo por escasos segundos, cuando estábamos tan cerca que podía sentir su calor, su aroma...
Sin embargo, obligo a mi mente a romper en pedazos aquellas esperanzas, las escondo de nuevo en un cofre, coloco la llave y la arrojo lejos para mantener el control.
Acaricio con mi mano su mejilla rosada, subo hasta tocar su pequeña nariz y acomodo correctamente sus antojos.
- Te vez preciosa. - le miro deseando en mi imaginación conservar esta imagen. - Alex va a babear por ti toda la noche.
Ella al escuchar el nombre de mi primo recupera su sonrisa y asiente feliz, abraza mi cuerpo con sus fuertes manos y entierra su cara en mi pecho.
- ¿Cómo te ha ido en la universidad? - pregunta alejándose un poco de mi para mirarme.
- Soy el número uno, como siempre. - aseguro seriamente, mirando como su ternura provoca que mi pecho de un vuelco. - ¿Qué tal usted, Doctora?
- Estupendamente bien, solo faltan unos meses. - dice alegre. - Tienes que ir a mi ceremonia.
- Ahí estaré.
El sonido de la puerta resuena y entonces ella pega un gritito. Se aleja de mí y remueve en su cama para encontrar el suéter perfecto que combine con su vestido.
- Ve a abrirle, bajo en un momento. - pide acelerada.
Camino lentamente hasta abrir la puerta y entonces la miro de reojo mirarse al espejo mientras peina su flequillo. Mil ideas pasan por mi mente de mandar todo a la mierda y besarla para calmar este fuego que nace en mi para consumirme y llevarme al infierno.
Pero cuando la puerta abajo vuelve a sonar, maldigo en mi interior para salir y bajar rápidamente.
Despeino un poco mi cabello y desabrocho dos botones de mi camisa, me inclino para abrir la puerta y veo como la enorme sonrisa de Alex se esfuma por completo.
Sonrío anchamente al verlo carcomerse en celos y entonces golpeo un poco su pecho.
- Solo bromeo. - digo en voz baja.
- Eres un estúpido. - dice este entrando y haciéndome a un lado. - Sabes que hoy es un día especial. Deberías respetar nuestra relación.
- Vaya que lo hago. - digo sentándome en el sofá de la sala. -¿A dónde irán?
- A un restaurante italiano del centro, después la llevaré al muelle. Ya preparé los fuegos artificiales y cuando el cielo se ilumine... - dice Alex con una boba sonrisa mientras imagina todo. - le pediré que sea mi...
El sonido de los tacones de Holly retumban en las escaleras y juntos miramos su hermosura, su figura y rostro nos envuelven en una hipnotizante danza donde la examinamos de cabeza a pies sin pudor alguno, al menos en mi caso.
Alex camina hacia ella sin despegarle la vista de encima y ella, al verlo, se lanza a sus brazos para fundirse en un beso, que, a mi gusto, me resulta infantil, demasiado inocente. Alex llena su rostro de besos y la mira como un ciego mirando por primera vez el sol y ella, sonríe tanto que parece incluso el gato de Alicia en el país de las maravillas.
Cuando comienzo a sentir que sobro, me pongo de pie y pretendo irme sin hacer ruido y dejar a los tortolos en sus asuntos, no soy suficiente fuerte para ver aquello y mantener la cordura. Me acerco a la salida y tomo mis cosas de la mesa, pero entonces siento como Holly me toma del brazo.
- Gracias por venir. - sonríe, colocándose de puntitas, besando mi mejilla.
- No hay de qué. - le abrazo y miro sobre su cabeza, la severidad con la que Alex clava sus ojos en mis manos tocando la cintura de su chica. - Diviértanse.
- ¿Tu que harás? - pregunta ella mirándome, curiosa.
- Oh yo iré al cine. - miento abriendo de nuevo la puerta. - Descuida, llamaré a los chicos y ya encontraremos que hacer.
- Hasta luego. - se despide Holly y vuelve a los brazos de Alex.
- Adiós. - digo saliendo al fin para recargar mi espalda en la puerta.
Guardo silencio para suspirar un par de veces y calmarme, saco de mi bolsillo una cajetilla de cigarros y enciendo uno dándole una calada profunda.
Mi celular vibra en mis pantalones y lo saco caminando lejos de ahí, el identificador señala que se trata de Giana.
- ¿Ya lo sabes? - pregunta seriamente
- Voy para allá. - digo y cuelgo el teléfono.
...
Muerdo su hombro con un poco de fuerza extra y su cuerpo debajo de mi se remueve, curvea su espalda dándome un mejor acceso. Me muevo más rápido y ella sujeta con fuerza mis brazos en su cintura, cuando me detengo, ella se desploma entre las almohadas y su respiración agitada es lo único que puedo escuchar, junto con mis jadeos al sentir que he terminado.
Su cabello le cubre la mitad del rostro y el sudor hace que su piel se sienta resbaladiza al momento en que me recargo sobre ella una vez más.
- ¿Vamos por el otro? - ronroneo en su oído, dejando pequeños besos en su espalda.
- ¿Si que te cayó mal la noticia verdad? - sonríe mirándome de reojo. - Jamás lo habíamos hecho así.
Se gira aun recostada y me envuelve con sus piernas, mirándome cara a cara mientras dibuja en mi pecho líneas con sus uñas. Su ceño se frunce y sé que algo le molesta.
- Me molesta que pienses en ella cuando estás conmigo. - dice y mira mi pecho. He adivinado. - A veces yo quisiera que alguien me amara así.
- No pienso en ella cuando tengo sexo contigo. - le regaño y tomo sus manos para aprisionarlas a sus costados mientras le beso apasionadamente. - Pienso en ti, en tu cuerpo.
- No te creo. - dice seriamente entre besos.
- Aunque suene raro, nunca he fantaseado con ella de esta forma. - admito y le miro ahora soltando sus manos para acomodar mi cabello. - Supongo que es porque la veo de una forma tan inocente...
- ¿Y a mí? - pregunta molesta. - ¿Cómo me ves? Solo vienes a mi cuando la necesitas a ella. ¿Soy un objeto?
Guardo silencio pensando en una buena respuesta a eso, tiene razón, se siente usada. Esta en todo su derecho de enojarse, pero no puedo evitarlo.
Ella se enoja más ante mi silencio y vuelvo a sujetarla con fuerza para mirar sus ojos.
- Yo no te obligué a que te enamoraras de mí. - digo ahora acercándome a ella. - Tu accediste a esto, a tenerme cuando querías - me acomodo entre sus piernas y ella gime por lo bajo al sentirme. - pero jamás te prometí amor.
- Lo sé. - baja la mirada después de unos segundos y veo pequeñas lágrimas en sus mejillas.
- Pero aun así... - continúo. - Tienes la seguridad de que eres la única mujer a la que volveré siempre. Solo tú has visto mis pedazos rotos, ni siquiera Holly lo pudo entender.
- Nunca se lo dijiste. - dice y acaricia mi cicatriz debajo de mi costado izquierdo. Sus manos recorren mis brazos donde aún se perciben las cortaduras que solía hacerme siendo un niño.
- Ella era un ángel al cual quise proteger. - susurro recostándome junto a ella en la cama. - Me alegra que sea feliz. Espero que tenga una buena noche.
- ¿Y tu? - pregunta ella recostándose en mi pecho.
- Te tengo a ti. - susurro besando su nuca.
Guardamos silencio unos minutos y cuando estoy a punto de quedarme dormido siento como ella se coloca sobre mi pecho y comienza a besarme.
- Creí que habíamos terminado. - sonreí.
- Creo que tu también te mereces que hoy sea una buena noche. - susurra meneando su cadera sobre mi pelvis.
Aferro su cuerpo contra el mío y muerdo sus labios tirando de ellos cuando la siento hundirse conmigo. Se que hace esto por mí, sé que desde que me confeso su amor, no ha hecho más que sacrificar su tiempo conmigo aceptando este tipo de encuentros cuando yo odiaba al mundo y necesitaba descargar lo que sentía de esta manera.
Era una pequeña masoquista y yo un enfermo por aceptar lastimarla con mis acciones, pero éramos un dúo perfecto en esta situación y era lo único que tenía para tranquilizar mis demonios, ella era el infierno perfecto para dejarlos salir.
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