8. ¿Quién le dejaría una nota a un corazón enfermo?
Elías
—¿Qué les dijo el doctor Johanson? —pregunta Matías, entrando a la habitación del hospital junto con Nolan, después de que el doctor y mamá salieran para firmar el papeleo de mi ingreso al hospital.
Ellos dos más que mis amigos, son mis hermanos, pero no compartimos la misma sangre ni el mismo apellido, por lo que los doctores tienen que apegarse a sus principios éticos y sacarlos de la habitación cada vez que vienen a hablar conmigo, porque solo la familia puede estar presente. Este hecho empeora lo mal que me siento por volver a ser ingresado en el hospital. No ha sido por una recaída como todas las demás veces, pero se siente como una.
—Dijo que uno de sus colegas está trabajando en un ensayo clínico que podría ayudar a la condición cardíaca de Elías —responde Tessa, recordándome una vez más, que además de heredar los ojos de papá, también heredé su enfermedad—. El estudio tiene un buen pronóstico, con algo de suerte Elías puede ingresar en el grupo de prueba.
—¡Esas son buenas noticias! —exclama Nolan.
—Lo serían —digo, sintiéndome asfixiado por lo pequeña que resulta está habitación de paredes blancas y cortinas grisáceas, equipo médico por todas partes y una monotonía alarmante—, pero no es seguro que sea seleccionado. Estoy aquí para que me hagan estudios y ver si soy compatible con el ensayo, pero tardarán varios días en hacer las pruebas.
Estoy sentado en la cama, con la misma bata de hospital que usan todos los pacientes aquí, de un color gris apagado, al igual que cualquier otro pedazo de tela en este lugar. Miro a mis amigos y una punzada de culpa se extiende en mi pecho. Ellos están faltando a clases por mí, tal como lo han hecho tantas veces. Al principio insistí en que se fueran, pero nunca lo hicieron. Ellos se quedaron y quizá necesite toda una vida para agradecerles eso.
—Tienes que ser positivo —dice Matías, tratando de animarme—. Quedarás en el ensayo clínico, recibirás tratamiento, y después tendrás toda una grandiosa y larga vida por delante.
—Solo si funciona.
—Funcionará —comenta Tessa con seguridad—. Tiene que hacerlo.
Una enfermera de cabello teñido de un rojo intenso y piel bronceada, entra al cuarto sosteniendo un par de pequeñas cajas que seguramente contienen medicamentos.
—Buenas tardes Elías, veo que de nuevo tienes mucha compañía.
—Si, tengo suerte, enfermera Victoria —digo, mostrando una leve sonrisa.
—Ya te dije que puede llamarme Vic —aclara, colocándome una nueva ronda de medicamentos a través de la sonda conectada a mis venas. He estado aquí el tiempo suficiente para conocerla no solo a ella, sino a una buena parte del personal del hospital, pero aún no me siento cómodo con esa familiaridad—. Bien, tu dosis ya fue suministrada, volveré más tarde para la siguiente.
—Gracias.
—No hay de qué —dice Victoria—. Por cierto, parece que eres muy popular, dejaron esto para ti en la recepción.
Ella me entrega un pequeño pedazo de hoja doblada a la mitad. Parece la parte de un pentagrama y cuando lo abro, encuentro una nota en ella, escrita cuidadosamente a mano con tinta de color negro. Puedo notar una leve fragancia a canela cuando la acerco a mí.
—¿Quién la dejó?
—No dijo su nombre, pero era una chica muy linda —comenta, sin tratar de ocultar la emoción en su voz—. Tal vez sea una admiradora secreta —comenta, saliendo de la habitación.
Eso no es posible. No me gusta que las personas vean mi enfermedad antes que a mí mismo, no quiero que sientan lástima ni que me compadezcan por no tener una vida normal como el resto, y la única solución que encontré fue mantener oculto mi padecimiento. Nunca lo menciono, ni siquiera digo su nombre en voz alta cuando estoy solo, porque eso sería volverlo más real de lo que ya es. Los únicos que lo saben, además de Tessa y mi mamá, son Matías y Nolan. Así que no es posible que alguien más sepa que estoy internado aquí y mucho menos que me haya dejado una nota.
—¿Qué es lo que dice? —pregunta Nolan, inclinándose sutilmente hacia mí para poder echar un vistazo. Los demás también lo hacen, pero guardo la nota rápidamente para evitar que la vean.
—No les voy a decir.
—Bien, como quieras, lo descubriré yo misma —dice Tessa, saliendo de la habitación con pasos seguros. No necesito ser vidente para adivinar que va a exigirle respuestas a la enfermera.
—Espera, no puedes hacer eso —dice Nolan, parece que él también ha adivinado sus intenciones—. Ella está trabajando, regresa.
Como mi hermana no escucha sus palabras, él la sigue para tratar de detenerla. Casi puedo escuchar su discurso de cómo no debería hacer escándalo en un hospital.
—Esos dos nunca van a madurar, ¿verdad? —comenta Matías.
—No, no lo creo.
Su teléfono empieza a sonar, y cuando mira el identificador de llamadas, se sonroja. Sé que no es ella, porque él no hubiera reaccionado así si lo fuera, pero necesito saberlo.
—¿Es Emma?
Matías niega con la cabeza, rechazando la llamada.
—Se me ocurrió meterme a un grupo de citas a ciegas. No es gran cosa, solo quiero intentar y ver qué pasa —dice, aclarándose la garganta—. ¿Le vas a contar a Emma? —pregunta, cambiando de tema.
Ella me ha estado mandando mensajes, y también tengo llamadas pérdidas suyas. Debería de contestarle, aunque sea para hacerle saber que estamos bien, pero me preocupa que se entere de mi enfermedad, y si lo hace, no podría soportar ver como mira a un chico con el corazón débil, en lugar del baterista atrevido que quiero ser.
El teléfono de Matías vuelve a sonar, haciendo que el rubor suba a sus mejillas de nuevo.
—Ve a contestar —digo, ignorando su pregunta—. Tal vez sea tu oportunidad de encontrar el amor.
—¿Estás seguro?
—No me pasará nada por estar unos minutos a solas, así que ve tranquilo.
—Entonces, vuelvo pronto.
Matías sale de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Hay pocos momentos en los que realmente puedo estar solo. A los demás les preocupa que colapse o que me de un infarto si me quitan la vista de encima un segundo. Y aunque me alegra tenerlos a mi lado, su atención a veces puede llegar a ser asfixiante.
Recuerdo la nota que me entregó la enfermera hace algunos minutos y la tomo entre mis manos para observarla mejor. Hay dibujos de notas musicales y claves de sol alrededor de toda la orilla, y concentrándome en las letras, empiezo a leerla.
Para Elías:
No conozco la situación por la que estás pasando, pero de todo corazón, espero que te mejores pronto. Si la nota te hace sentir incómodo y no quieres recibirlas más, puedes decirle a Vic, y no volveré a enviarlas. Pero si te parece bien, me gustaría compartir más palabras contigo. Apuesto que hay mucho del hospital que todavía no conoces.
Con recuerdo, y si así lo quieres, tu amiga secreta.
Analizando sus palabras, parece que la chica también pasa mucho tiempo en el hospital, o al menos, lo visita a menudo, y por supuesto conoce bien a Vic. Sabe quien soy, pero no la razón por la que estoy aquí. Cuando estoy en el hospital, no salgo mucho de la habitación, por lo que no tengo una idea de quién pueda ser la responsable de las notas. Tengo una ligera sospecha, pero nada de pruebas que me guíen hasta ella.
Me levanto de la cama, y aún sujetando la nota en mis manos, me dirijo al sofá en donde se encuentra mi mochila. Me siento y rebusco un poco las cosas hasta encontrar la libreta en donde tengo mi lista de cosas por hacer antes de morir. Voy a la parte de atrás, arranco una de las hojas y con una pluma que encontré entre todo mi desorden, empiezo a escribir.
Para mi amiga secreta:
Una hoja no sería suficiente para decirte cada cosa que pasa en mi vida, y honestamente, no estoy seguro si estoy listo para contárselo a alguien. Pero agradezco tus buenos deseos, de todo corazón. Tu intercambio de notas no me incomoda, sino que me reconforta, más de lo que hubiera imaginado. Así que tendré que ser yo quien te pida que continuemos.
Con recuerdo, tu amigo secreto, Elías.
Decoro la hoja con dibujos y garabatos, tal y como ella lo hizo. Después la doblo a la mitad con cuidado y la sostengo entre mis manos, ansioso. Esa es la primera vez que espero que la enfermera llegue pronto con una nueva dosis de medicamentos, para así, poder entregar mi mensaje.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro