Tessa
A pesar de que el funeral y entierro es algo precipitado, tratamos de hacerlo lo mejor posible. Muy pocas personas sabían de su enfermedad y con ella, su posible muerte. Pero si una cosa es segura, es que nadie está realmente preparado para enfrentar este tipo de duelo. Aún así, cada quien esta haciendo lo mejor que puede para despedir a Emma como se merece.
El evento es sencillo pero lindo, con algunas palabras tiernas de despedida, cada uno colocando una rosa en su tumba, música instrumental de fondo y muchas personas tristes. De alguna forma el ambiente es tan sombrío que describirlo de principio a fin sería un tormento que ahora mismo no soy capaz de soportar.
Emma parecía ser una chica solitaria, sin embargo hay personas, como nosotros, que de verdad la apreciamos, y esa es la misma razón por la que estamos destrozados con su partida, y mamá no es la excepción. Ella más que nadie, no ha parado de llorar, aún si el entierro ya ha acabado.
—¿Estás bien? —pregunto con preocupación. No es normal para mí ver a una mujer que ha sido tan fuerte durante tanto tiempo derrumbarse así, pero creo que a final de cuentas, ella sí llegó a ver a Emma como a una verdadera hija—. ¿Quieres esperar a calmarte un poco más antes de volver al hospital?
—Si —responde entre sollozos—. No quiero que Elías me vea así.
La acompaño a sentarse en una de las bancas situadas fuera del cementerio, y poco después, una señora un poco mayor vestida de luto y con los ojos hinchados por las lágrimas se acerca a nosotras.
—Buenas tardes. Tal vez no me recuerden, pero soy Celia. Yo cuidé a Emma cuando era niña.
—Claro, ella nos contó sobre usted —respondo, recordando nuestra visita al orfanato. Parece que fue hace mucho tiempo, aunque puede que no el suficiente, ya que Emma debió haber vivido mucho tiempo más.
—¿Puedo sentarme?
—Por supuesto.
Celia se sienta y da un profundo suspiro mientras mira a la nada.
—Emma era una gran chica —cuenta, haciendo un gran esfuerzo por no empezar a llorar—. Era una niña tan adorable de pequeña, siempre lo fue.
—La criaste muy bien —comenta mamá.
—Yo no hice nada realmente. Solo le di todo el amor que pude, pero eso no fue suficiente. Para mí, todos los niños del orfanato son como mis hijos, Emma también lo fue —dice, mientras se le quiebra la voz—. Se supone que los hijos deben enterrar a sus padres, no al revés.
—Lo comprendo —dice mamá, volviendo a dejar que las lágrimas caigan por sus mejillas—. Mi hijo estuvo enfermo durante mucho tiempo. Yo traté de prepararme para el momento en el que él no estuviera más, pero eso siempre fue impensable para mí. Ahora recuperé a mi hijo pero perdí a Emma. Ella más que mi nuera era mi hija.
—Era muy joven —continúa Celia—. Tenía toda una vida por delante.
—Mucho más que unas ancianas como nosotras —bromea mamá, soltando un suspiro lleno de pesar.
—Tengo muchas fotos de Emma cuando era niña, ¿le gustaría verlas?
—Eso sería muy lindo.
Ambas se acercan y empiezan a observar con cariño las fotografías que Celia tiene en su celular. Tengo la tentación de verlas y descubrir como era Emma de pequeña, pero no creo ser capaz de resistirlo, así que me alejo.
—Mamá, ¿te parece si regreso al hospital? —pregunto, ya que esta parece una conversación entre madres, y yo no encajo mucho ahora—. Me preocupa que Elías se quede solo mucho tiempo.
—Por supuesto. Yo regresaré más tarde.
Me despido y avanzo por la banqueta. No camino mucho cuando me encuentro con Abigail, nuestra maestra de música. No la veía desde la boda, y ahora está mucho más decaída que en ese entonces. Viste un largo vestido negro, decorado por un simple collar de perlas y unos tacones bajos. Su rostro se ve cansado y de alguna forma parece que perdió el brillo que siempre la caracterizó.
La saludo al pasar a su lado, pero ella no se inmuta, simplemente me dirige una mirada vacía, mientras murmura algo que me tengo que esforzar en entender:
—Yo siempre le exigí la perfección, y al final, ¿de qué sirvió?
Me debato entre quedarme con ella o salir huyendo, y la verdad es que ya me siento demasiado mal como para tener que lidiar con los sentimientos de tristeza de otras personas, así que me despido y rápidamente continúo mi camino.
Sigo caminando hasta llegar al lugar donde Nolan había estacionado su auto recién arreglado. Una vez ahí, entro en el asiento del copiloto y sin tener oportunidad de hacer o decir algo más, rompo en llanto.
—Toma —dice Nolan, ofreciéndome un pañuelo desde el asiento del conductor.
—A este paso voy a deberte muchos pañuelos.
—Estoy bien con eso —responde, pero no hay nada de ánimo en su voz.
—Mira tu rostro —señalo, limpiándome las lágrimas—. Tu también has estado llorando demasiado.
—Siento que la juzgue mal —responde, con la vista fija al volante—. No tenía idea del peso que cargaba.
—Ella era como una hermana para mí. Y al final no pude hacer nada por ella.
—Me gustaría pensar que hicimos más por ella de lo que pensamos —dice Nolan, con la voz cargada de nostalgia.
—Eso es demasiado optimista —respondo, porque es la verdad—. Pero aún hay cosas que podemos hacer por ella.
—¿Cómo qué?
—Cuidar lo que dejó atrás —digo, abrochándome el cinturón de seguridad—. Andando.
—Bien —se limita a decir Nolan, encendiendo el auto y avanzando hacia el hospital.
***
Después de algunas semanas, la herida de Elías y la adaptación de su cuerpo a su nuevo corazón parecen haber mejorado lo suficiente como para darlo de alta.
—Tendrás que regresar para algunas consultas de seguimiento —explica el doctor Johanson—. Pero si todo sale bien, tal vez no te veamos por aquí en un buen rato. Solo no olvides asistir a tus sesiones de terapia.
—Bien —dice Elías. Después de lo que parece un largo tiempo, él vuelve a usar ropa casual y no solo una monótona bata de hospital. Poco a poco parece que estamos regresando a la normalidad, aunque nada nunca volverá a ser como antes.
Tenemos un corto viaje en el auto de Nolan. Nadie hace mención del asiento que volvió a quedar vacío después de la partida de uno de nuestros miembros, y cuando llegamos nos dirigimos al departamento que han estado compartiendo Elías y Emma desde hace un tiempo.
Él abre con duda la puerta, y creo entender la razón. Seguramente la última vez que entró en este lugar, Emma lo había recibido cálidamente con una sonrisa, pero esta vez, no hay más que un silencio pesado para recibirlo.
Elías traga saliva con dificultad y se toma un momento antes de entrar. Todo está justo como lo recordamos. El piano de Emma, los muebles de Emma, las decoraciones de Emma. Todo el lugar está repleto de sus recuerdos. Tanto que parece terriblemente doloroso para mi hermano.
—¿Estás seguro de que quieres quedarte aquí? —pregunto.
—Si.
—¿Te parece si nos quedamos algunos días? —sugiere Nolan, y no se le pudo haber ocurrido mejor idea.
Elías solo asiente. Él ha estado tomando terapia y tratando de superar poco a poco la muerte de Emma, pero aún es un tema demasiado sensible para él, y tal vez lo sea por mucho tiempo más.
***
Días después un piano resuena apasionadamente por todo el departamento.
Tengo que admitir que la primera vez que lo escuché pensé que era Emma la que lo estaba tocando. Creí que todo había sido una pesadilla de la que por fin había despertado, o tal vez solo era su fantasma rondando su hogar. Pero al final ninguna de esas opciones resultó ser cierta, porque simplemente era Elías tratando de lidiar con su dolor.
—¿Deberíamos detenerlo? —pregunta Nolan en un susurro. Estamos en la habitación de al lado, escuchando con pesar la melodía.
—Parece que eso lo ayuda con su dolor —comento en voz baja.
—Sabía que Elías conocía las bases del piano —comenta Matías—, pero nunca pensé que fuera tan bueno.
—Originalmente no lo era —suelto, recordando al pequeño Elías golpeando las teclas de forma desenfrenada. Él no era bueno en ese instrumento, fue por eso que lo dejó y se enfocó en la batería. Pero el que ahora que tiene el corazón de Emma pueda tocar como un experto es poético y triste a la vez.
—Esa melodía me resulta familiar —dice Nolan, tratando de identificar las notas— ¿Es una canción conocida?
—Es "Para Elías" —aclara Matías—. La canción que Emma le compuso.
—¿No suena un poco diferente?
—Creo que le está agregando una parte —digo, y las clases de historia de la música no tardan en llegar a mi mente—. Como Beethoven, que modificó una de sus canciones por desamor.
—¿Entonces él lo está haciendo por amor? —pregunta Matías.
Lo único que puedo hacer ante esa conclusión es suspirar. "Para Elías" es originalmente una canción dulce sobre el amor, pero con esas modificaciones la canción ahora parece mostrar todo el dolor y la pena de perder ese amor.
—Hay que dejarlo —digo—. Es su forma de expresar su dolor y tenemos que respetarla.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro