28. Un baile inesperado
Tessa
Después de que Elías y Emma terminan de bailar juntos la primera melodía, otras parejas los siguen a la pista de baile para acompañarlos en la siguiente canción. Matías y Galia toman la iniciativa, y el doctor Johanson se las arregla para convencer a una chica, que recuerdo haber visto algunas veces en el hospital, de bailar con él.
Mientras el lugar se llena de risas y alegría, yo simplemente me quedo mirando desde la distancia, mientras las lágrimas siguen saliendo de mis ojos como pequeñas gotas de esperanza.
—Toma —dice Nolan, ofreciéndome un pañuelo de una suave seda de tono olivo.
—No creí que fueras del tipo de persona que cargaría con algo como esto —digo, recibiendo el pañuelo y limpiando mis lágrimas con cuidado, para no arruinar mi maquillaje.
—No creí que fueras del tipo de persona que llora en las bodas —dice, imitando mi frase, con una suave sonrisa en sus labios—. Además, supuse que hoy lo podría necesitar para algo importante.
Correspondo a su sonrisa y cuando termino de limpiarme el rostro hago un ademán con la mano.
—Lo lavaré y te lo devolveré después.
—No es necesario —contesta, encogiéndose de hombros—. Quédate con él, es tuyo —dice, extendiendo su mano hacia mí—. Pero, a cambio, ¿me concederías está pieza?
—No sé bailar —admito, un poco avergonzada. Podré hacer música, pero las clases de baile definitivamente nunca han ocupado un lugar en mi lista de prioridades, más que nada, porque no creí que llegaría a estar en una situación en la que necesitara bailar—. Además no me veo bien, tengo los ojos rojos.
—En realidad, te ves muy hermosa —recalca, sin dejar de ofrecerme su mano.
Dejo mis dudas a un lado y tomo la mano de Nolan, que es más suave y cálida de lo que imaginaba, dejando que me guíe hacia donde la música suena más delicadamente.
Me acomodo torpemente en sus brazos y ambos nos movemos lentamente al son de la melodía. Por una parte, agradezco que sea una canción lenta, de otra manera, sería casi seguro que Nolan saldría de aquí luego de varios pisotones. Pero por otro lado, la poca distancia que hay entre nosotros y su suave toque, hacen que mi corazón lata como un loco. Pero a pesar de eso, no deseo que la canción termine, sino que permanezca durando, con la única esperanza de que las notas de la música sean capaces de cubrir los latidos acelerados de mi corazón.
Otros invitados se unen a la pista de baile, lo que hace que Nolan y yo tengamos que acercarnos aún más, pero no me molesta en absoluto.
La canción termina y los aplausos de los demás reemplazan la música, así que me obligo a soltar las manos de Nolan.
—¡Es momento de arrojar el ramo! —grita alegremente Victoria, guiando a los invitados y despejando el lugar para que Emma pueda colocarse en posición.
—Bueno, este es el momento en el que yo desaparezco —comento, dando discretos pasos hacia atrás.
—Vamos, no puedes hacer eso —dice Galia, saliendo inesperadamente detrás de mí. Ella me toma del brazo y me lleva hacia las demás chicas, que ya están en posición para pelearse entre ellas por un simple ramo de flores.
Me rehúso y freno mis pasos, pero Galia tiene más fuerza que yo, así que como última alternativa miro a los chicos, esperando que detecten mi señal de auxilio con la mirada, pero ellos ni siquiera se percatan y en cambio, continúan hablando entre ellos.
—Debes estar rezando para que Galia no atrape el ramo —bromea Nolan, con una sonrisa traviesa en sus labios.
—O que lo atrape Tessa —contraataca Matías.
—¿Y eso que tiene que ver conmigo? —replica Nolan, pero a pesar de sus palabras, puedo notar un leve sonrojo en sus mejillas.
Los tres amigos se ríen, pero no muestran ni la más mínima intención de mirar hacia mí, y antes de lo que me gustaría, estamos tan lejos de ellos que ni siquiera puedo seguir escuchando su conversación.
Emma se coloca en el centro, de espaldas a nosotras, mientras da leves vueltas y menea sus brazos para prepararse para el gran lanzamiento. Yo no puedo evitar retroceder y mantenerme lo más alejada posible de la dirección del ramo, pero cuando Emma lo lanza, este parece poseído y se dirige justo hacia mi cara.
Un deja vú llega a mí justo en ese momento, de mis días de preparatoria en donde solía ser una jugadora oficial del equipo de vóleibol de la escuela, así que mi memoria muscular actúa antes que mi lógica, y junto ambas manos para rematar el ramo como si de una pelota se tratara.
Sorprendentemente, éste rebota a la perfección, y termina cayendo justo hacia la chica que acompaña al doctor Johanson. Él logra reaccionar y cubre un poco el impacto con su mano, pero parte del ramo se aferra al cabello de la chica.
—Sara, ¿estás bien? —pregunta Johanson, ayudándola a desenredarlo de su cabello.
Ella asiente, y sus hábiles manos de doctores logran liberar el ramo, bastante maltrecho ahora.
—¡Sara atrapó el ramo! —grita Victoria, emocionada. Y yo solo puedo sonrojarme y cubrir mi rostro con vergüenza por la ridícula escena que acabo de montar.
—¿Qué? No, no fue así, solo llegó a mí —defiende Sara, con nerviosismo.
El resto de los invitados, incluyendo Emma, Galia y los chicos, comienzan a reír alegremente. Parece que todos se dieron cuenta de mis estupendas y recién recordadas lecciones de deporte, menos los dos doctores tortolitos, que ahora se miran con confusión.
Al final, como método de defensa o como reacción ante los nervios, yo también termino riéndome tanto que las lágrimas vuelven a filtrarse de mis ojos, pero esta vez, de una felicidad descontrolada.
Y así, entre risas y diversión, la noche no tarda en llegar.
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