27. Tradiciones y secretos revelados
Emma
Me miro nuevamente en el espejo, sin poder creer lo que muestra mi reflejo. Mi cabello —que generalmente llevo suelto— ahora está peinado delicadamente en un chongo bajo y adornado con pequeñas florecillas blancas. Un pequeño mechón de cabello suelto cae detrás de cada una de mis orejas y un gran velo se extiende delicadamente hacia abajo. Mi maquillaje luce elegante, con espléndidos brillos sobre mis ojos y un color carmesí en mis labios. Admiro como el hermoso vestido blanco moldea mi figura, con mangas cortas y detalles de encaje y unos bellos zapatos blancos.
Un deja vú invade mi mente. Después de todo, no fue hace mucho tiempo que había estado en una situación similar, justo el día de mi graduación. Han pasado muchas cosas en poco tiempo. Puede parecer repentino, pero nunca he estado tan segura de algo en toda mi vida.
—Te ves preciosa —exclama Tessa, entrando a la sala exclusiva para la novia.
Tessa también se ha arreglado para la ocasión, con un largo vestido negro de tirantes y maquillaje y peinado a juego. Aunque, conservando su toque, debajo de su falda se esconden un par de botas que combinan con su vestimenta.
—Traje las cosas que faltaban —dice Ivette, quien entra luciendo un elegante traje azul rey.
—Bien, veamos —dice Tessa, tomando las cosas que trajo su mamá—. Generalmente suelo ser una persona moderna, pero también creo que existen ocasiones en las que hay que honrar las tradiciones. Algo nuevo: básicamente todo lo que estás usando. Algo azul: tu ramo —dice, entregándome un conjunto de dalias blancas adornadas con un delicado listón azul—. Algo viejo...
—Mi anillo —completo. El recordatorio de que una parte de mis padres aún está conmigo.
—Y algo prestado... —continúa, ofreciéndome una pequeña caja aterciopelada, que me apresuro a abrir—. Son míos, no son tan caros, pero creí que quedarían bien con la ocasión.
Una sonrisa se asoma por mis labios y saco cuidadosamente de la caja un par de pendientes con forma de claves de sol.
—Son hermosos, ¿me ayudas a ponerlos?
Tessa asiente, ayudándome a colocar los pendientes en mis orejas.
—Ahora estás lista —comenta, con una gran sonrisa en su rostro—. Voy a avisarle a los músicos que estás a punto de hacer tu gran entrada —comenta con emoción, saliendo rápidamente de la sala.
Entre más sonrío, más nostalgia llena mi corazón. La misma sensación punzante que tuve el día de la graduación. A pesar de ser un día feliz, hay personas importantes para mí que no van a estar a mi lado para festejarlo, y que de hecho, ya no estarán en ningún momento.
—Señora Villalba —llamo a la mamá de Elías—. Sé que nuestra relación aún no es muy cercana, pero, ¿le importaría si le pido que me entregue en el altar? —pregunto. Puedo sentir como mis manos tiemblan mientras sostienen el ramo, esperando ansiosa por la respuesta—. No tiene que hacerlo si no quiere, es solo que cuando Tessa mencionó lo de honrar las tradiciones, yo...
Ivette toma suavemente mis manos, que sin darme cuenta habían empezado a arder ante el fuerte agarre del ramo.
—Querida, te vas a casar con mi hijo. Eso te convierte también en mi hija y que me pidas eso es realmente un honor —dice, mostrándome una expresión que solo puede venir de una madre.
Sonrío con tanta calidez como la que ella me está mostrando. Puedo sentir su sinceridad en cada palabra que dice. Ella me toma del brazo y ambas caminamos fuera de la sala. Siento la brisa del viento en mi rostro y la luz del sol resplandeciente sobre nosotros.
La música del piano y los violines llenan el jardín, y cuando llego al inicio del pasillo es cuando veo a Elías. Mi corazón empieza a latir con fuerza y apuesto a que también el de él, ya que una sonrisa emocionada invade su rostro y a sus ojos, parece que soy la persona más hermosa del universo. Estoy segura de que nunca nos habíamos sentido tan felices, tan emocionados, y conmovidos hasta el punto de saber que este será el mejor día de nuestras vidas y cada paso que doy hacia él lo hace más claro.
Antes de darnos cuenta, los dos estamos frente al otro. Él me ofrece cálidamente su mano y yo la acepto gustosa. Le entrego mi ramo a Tessa, para poder tomar las dos manos de Elías y entrelazar mis dedos con los suyos. Y ahí estamos ambos, en el altar, con nuestros seres queridos. Listos para dar el gran paso hacia nuestras nuevas vidas.
—Damas y caballeros —habla el oficiante de la boda—. Estamos aquí reunidos para presenciar la unión entre Elías Villalba y Emma Dávalos. ¿Tienen sus votos listos?
Ambos asentimos, con una sonrisa segura en nuestros rostros.
—¿Y los anillos?
—Aquí están —indica Nolan, entregándonos el anillo que cada uno le pondremos al otro. Son los anillos de mis padres, que a pesar de lo apresurado de la boda, fueron grabados en su interior. El anillo de él tiene grabada la frase: Para Elías. Con recuerdo, Emma y el mío dice: Para Emma. Con recuerdo, Elías. Es nuestra marca personal. Las frases con las que iniciamos y cerramos cada nota con la que nos enamoramos.
—Bueno, yo empiezo —dice Elías, aclarando su garganta—. Emma, hubo un tiempo en donde yo me sentía perdido, viendo como los días pasaban y pasaban sin hacer realmente algo con mi vida. Todo mi mundo se veía en una escala de grises y luego apareciste tú: brillante, segura de ti misma y llena de color. Tú eres mi luz. Yo me había rendido, pero tú, Emma Dávalos, me diste no solo una, sino cientos de razones para seguir viviendo. Así que gracias, gracias por elegirme, por no abandonarme cuando las cosas se pusieron complicadas, por estar a mi lado. Y ahora, como tu esposo, espero poder devolverte aunque sea una pizca de todo lo que me has dado. Te amo Emma. Los mares podrían secarse, los glaciares podrían derretirse, mi corazón podría dejar de latir, y aún así, yo seguiré amándote por siempre.
Al terminar, pone el anillo en mi dedo. No solo sonrío ampliamente sino que también tengo que hacer un esfuerzo para reprimir las lágrimas en mis ojos. Pero el tierno toque de Elías me hace querer seguir adelante.
—Elías —digo, comenzando con mis votos—. Hasta hace poco tiempo, mi único objetivo era entonar la melodía perfecta, y después de eso, no había nada. Pero después, llegaste tú: un chico rebelde que oculta un corazón de oro. Antes no lo veía, pero todo este tiempo fuiste tú, desde que te conocí, tú siempre fuiste mi melodía perfecta. Hace un tiempo que lo había decidido, pero ahora, aquí parada frente a ti, puedo asegurarte que mi corazón es completamente tuyo. Cuando las cosas se pongan difíciles, cuando sientas que no hay salida, mi corazón siempre estará contigo, para consolarte, para apoyarte, para amarte. Así que ahora toma mi corazón y cuídalo muy bien, porque es tuyo, ahora y siempre, para que así pueda amarte y respetarte durante todos los días de mi vida, porque te amo Elías Villalba y siempre lo haré.
El rostro de Elías, aún con los ojos llorosos, muestra una brillante sonrisa mientras le coloco el anillo.
—Eso fue muy hermoso —murmura Tessa, dejando caer pequeñas lágrimas por sus mejillas.
—Elías Villalba —continúa el oficiante—. ¿Aceptas a Emma Dávalos como tu legítima esposa?
—Si, acepto.
—Emma Dávalos, ¿aceptas a Elías Villalba como tu legítimo esposo?
—Claro que acepto.
—Entonces, por el poder que se me ha conferido, yo los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.
Elías se acerca a mí y tomándome suavemente de la cintura, me besa. Continúo el beso poniendo mis brazos alrededor de su cuello. En el momento en que nuestros labios se juntan, nos envolvemos en una mar de emociones, olvidando que estamos frente a otras personas. Y no es que nos hayamos olvidado de su existencia, sino que simplemente decidimos ignorarlos y enfocarnos únicamente en el otro.
Ambos nos separaron lentamente, tomando aire y dejándonos rodear por los aplausos de las personas que nos acompañan. Sonriendo, nos tomamos de las manos y nos dirigimos lentamente al otro extremo del jardín, con los invitados siguiéndonos. Al ser una boda pequeña, nuestro plan es pasar una linda y agradable tarde acompañados de las personas que nos quieren. Con música suave y un bello vals que ambos empezamos a bailar en cuánto el piano y los violines vuelven a resonar. Este es nuestro primer baile como esposos, y nuestro anhelo y emoción se ven claramente expresados en nuestros rostros, nuestros brillantes ojos y nuestras espléndidas sonrisas. Este es nuestro momento, nuestro gran pedazo de felicidad.
Mientras damos vueltas por el césped, mi vista se pasea por cada uno de los invitados y sin quererlo, llegan hasta Sara y Johanson. Ambos son buenos doctores y más que eso, buenos amigos. Pero al verlos no puedo evitar sentir una punzada de culpa en mi pecho. Después de todo, el secreto que guardo es más pesado de lo que puedo soportar.
Mi secreto.
Mi enfermedad.
No es tan grave como la de Elías, por supuesto. Yo no tengo que estar largos periodos de tiempo internada en un hospital, tomando medicamentos constantemente o sufriendo los síntomas de mi padecimiento.
Al contrario, mi enfermedad es tan silenciosa que nunca lo habría notado de no ser porque mis padres eran doctores. Después de todo, un par de dolores de cabeza a la semana no es algo demasiado serio. Eso, o estoy tan acostumbrada a ellos que lo veo como algo normal. Y así como Johanson ha cuidado de Elías, Sara ha cuidado de mí.
Si se lo contará a Elías, sé que todo tendría sentido para él. Todas las palabras que le he dicho tomarían un significado distinto, uno profundo; las conversaciones con Gabriel, el porque me alejé, la razón por la que él piensa que solo nos estamos lastimando y que hasta cierto punto, es cierta; el motivo por el que conozco tan bien el hospital, más allá del hecho de que mis padres trabajaran ahí; los fuertes dolores de cabeza que me dan tras cada situación estresante o ruidosa; los medicamentos que tengo que pedir a hurtadillas en la farmacia, todo para no preocupar a aquellos que ahora considero mi nueva familia; y principalmente, la razón por la que puedo entender a Elías mejor que nadie. ¿Quién más podría comprenderlo mejor, que alguien que ha estado en sus zapatos? Sé lo que siente y lo que piensa. Conozco cuánto le afecta su situación y como hay días en los que quiere luchar y otros en los que simplemente quiere dejarse vencer. Yo lo sé, porque lo he vivido.
Todas aquellas son pequeñas pistas que se han ido dejando a lo largo de nuestra historia, con el pasar de los días y los capítulos de nuestras vidas, y que nadie ha notado. No es algo de lo que te puedas dar cuenta en la primera lectura. No puedes encontrar algo que no sabes que estás buscando. Pero la verdad siempre estuvo ahí. Si alguien repasara cada detalle, cuestionara cada movimiento, cada palabra que sale de mi boca, dar con la verdad sería más fácil de lo que parece.
—¿Está todo bien? —pregunta Elías, mientras seguimos dando vueltas y vueltas al son de la música. Parece notar la seriedad en mi rostro, ya que me mira con una expresión preocupada.
Nada me gustaría más, que ambos llegáramos juntos hasta la vejez. Con nuestro cabello canoso y las arrugas en nuestras facciones. Viendo crecer a nuestros hijos y nietos. Celebrando aniversario tras aniversario. Toda una vida de felicidad, hasta que al final, cuando ambos tengamos noventa y tantos, y apenas podamos reconocer a alguien más que a nosotros mismos, podamos partir juntos de este mundo.
Una ilusión tan buena que es imposible que sea verdad.
He pensado mucho en esto. En cómo reaccionaría Elías si se lo dijera. Se preocuparía, desde luego. Apuesto a que trataría de buscar soluciones como un loco, curas para algo que no tiene remedio. Seguramente se alteraría. Mi peor miedo es que la noticia afecte más a su ya dañado corazón.
Así que decido guardar el secreto. Esconderlo en lo más profundo de mi ser. Sé que los demás lo descubrirán algún día, nuestros amigos y conocidos, pero no Elías. Su estado es tan malo que, por mucho que me duela admitirlo, no me sorprendería que perdiera la batalla. Tal vez algún día, cuando él ya no esté, mi enfermedad me hará alcanzarlo en el más allá. Y quizás ahí, o en otra vida, podamos estar juntos de nuevo.
Sé que es egoísta. Sé que no es lo correcto. Pero me parece la mejor opción y es la decisión que he tomado.
Estar juntos hasta que la muerte nos separe. Sea quien sea quien muera primero.
—Si, todo está bien —respondo, aferrándome más a sus brazos—. Todo está bien si estoy contigo.
Los dos seguimos bailando al compás de la suave melodía, dejándonos llevar por nada más que las notas que resuenan y el latido constante de nuestros corazones.
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