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25. Una gran noticia

Elías

Después de varios días internado en el hospital, están a punto de darme de alta, con nuevas dosis de medicamentos y la indicación de volver en caso de que me sienta mal. No hay nada que hacer respecto a mi enfermedad, más que aferrarse a la escasa esperanza de conseguir un trasplante de corazón. Por lo que ahora solo puedo enfocarme en las cosas que sí puedo controlar.

Emma y yo estamos tomados de las manos, mientras los demás nos miran expectantes, y dirigiéndonos una sonrisa cómplice, les anunciamos a nuestros amigos la gran noticia.

—¿Boda? —pregunta Tessa, después de unos minutos. Su mirada, al igual que la de todos, parece desconcertada, pero no logro distinguir si es por sorpresa o por desacuerdo.

—¿Están seguros de esto? —cuestiona Nolan con consternación—. ¿No sería mejor esperar a que estés mejor?

—Estoy mejor ahora —contesto con seguridad—. No sé cuándo pueda volver a empeorar. Así que tenemos que aprovechar el tiempo, mientras aún esté vivo.

—Felicidades a ambos, hacen una gran pareja —nos felicita Galia, tratando de mantener una sonrisa en su rostro. Todavía me cuesta adaptarme a su presencia. A los demás ya los conozco desde hace bastante tiempo, pero ella, al ser un evento reciente en nuestras vidas, me es difícil saber lo que realmente piensa.

—Boda —murmura Tessa, nuevamente. Parece que aún está en shock, tratando de procesar nuestro anuncio.

—Entiendo que se sientan inseguros —dice Emma, tratando de tranquilizarlos—. Pero lo hemos hablado y de verdad queremos hacerlo.

Ella coloca suavemente su mano en mi hombro y al sentir su cálido toque, le correspondo, acercando mi mano a la suya.

—Boda —repite Tessa.

Ya van tres veces que dice lo mismo. Parece darle vueltas y vueltas al significado de la palabra, tratando de encontrarle el sentido más lógico. Pero de cualquier forma, es preocupante.

—Yo no sé qué decir —expresa Matías—. Pero si es lo que realmente quieren, los apoyaremos. ¿Cierto, chicos?

—Si, es verdad —afirma Nolan—. Es solo que la noticia nos tomó por sorpresa, nunca se me pasó por la mente que tuviéramos que prepararnos para algo así.

Él no tiene que mencionarlo para saber lo que está pensando. La realidad es que ellos jamás pensaron en prepararse para una boda, pero sí para un funeral. Mi inminente final parece algo tan certero que es natural prepararse para lo peor. Así que este evento completamente nuevo e inesperado, seguro los hace plantearse que tan acostumbrados están a las desgracias que mi enfermedad puede causar.

Eso es lo que más temo. Que las personas que más quiero empiecen a ver solo mi enfermedad y que se olviden de que soy una persona como cualquier otra, capaz de hacer las cosas que otros hacen, seguir con su vida e incluso pensar en casarse. Todo eso sin pensar en el tormentoso y tal vez no tan alejado final.

Dirijo mi mirada a Tessa, la hermana mayor con la que he compartido la mayor parte de mi vida, con la que he peleado y reído por las cosas más tontas. La persona a la que puedo confiarle todo y de la que realmente espero su aprobación.

Ella detecta mi mirada y enfoca sus ojos olivo tan verdes como los míos, hacia Emma y yo. Y de pronto, la expresión de sorpresa que mantenía en su rostro cambia rápidamente a una de emoción, subiendo las comisuras de sus labios en una sonrisa sincera.

—Una boda —vuelve a repetir—. ¡Es una gran noticia! —exclama con alegría—. Pero hay que hacer muchos preparativos para eso. El vestido, el traje, el salón, el pastel. ¿Cuándo planean hacerla? ¿Lo harán está primavera? ¿O prefieren esperar para el verano? Aunque una boda primaveral parece la mejor opción. Mejor clima, sin riesgo de lluvias o nevadas...

Tessa empieza a hablar de manera descontrolada. Su voz tiene un toque de emoción que nunca creí poder ver en ella, mientras planea la boda completa dentro de su cabeza. Al ver su energía, los demás reímos en respuesta y la tensión que parecía que llenaría la habitación por completo, se disipa tan pronto como llegó.

Al final, solo me preocupé de más. Ellos son mis amigos, mi familia y sé que cuando me miran, ven a Elías Villalba, más que a cualquier corazón enfermo.

—Bueno, en primavera sería una buena opción —comenta Emma, deteniendo los comentarios desenfrenados de Tessa—. Queremos algo pequeño, solo personas cercanas.

Tessa sacude el brazo de Nolan con alegría, a lo que él no puede evitar sonreír con una calidez que solo se puede notar cuando está con ella.

—Está es la mejor noticia que he escuchado en mucho tiempo —exclama Tessa—. ¡Déjenme darles un abrazo!

Ella corre hacia nosotros y nos abraza con entusiasmo. No es un abrazo como a los que estoy acostumbrado. No es de consuelo ni para darme fuerzas para seguir andando por el difícil camino que tengo delante. Es todo lo contrario. Es un abrazo de felicitación lleno de alegría. Algo tan normal, pero que para mí resulta tan nuevo, tan diferente.

Es como si, por un momento, dejara de ser aquel chico enfermizo al borde de la muerte, para ser un chico normal que acaba de comprometerse con la mujer de sus sueños. Una normalidad tan bella, que solo ellos pueden darme.

—Cielos, ¿pero qué es todo este escándalo? —pregunta mamá, entrando a la habitación y viendo a Tessa casi al borde de las lágrimas.

—¿Adivina qué...? —dice Tessa —¡Elías y Emma se van a casar!

El rostro de mamá se llena de una expresión de sorpresa, pero le lleva menos tiempo que a los demás reaccionar.

—Esa es una gran noticia, estoy muy feliz por ustedes —dice, acercándose a nosotros para llenarnos de brazos y besos en las mejillas.

—Hoy darán de alta a Elías y mañana mismo debemos empezar a organizar todo.

—Hasta parece que eres tú la que se va a casar, Tessa —dice Matías.

—Casi puedo imaginarme como estará el día de su boda —comenta Galia, dirigiendo una sonrisa cómplice hacia Matías—. Estoy segura que se va a terminar desmayando de la alegría.

—Oh basta, es normal que esté emocionada —defiende mi hermana, dirigiéndose hacia la puerta—. Vamos, mamá. Hay que ir por los papeles del alta de Elías, entre más rápido salgamos de aquí, mejor.

Mostrando una pequeña sonrisa, mamá sale de la habitación. Pero antes de que Tessa salga también, dirige una última mirada hacia Matías y Galia.

—Y yo no voy a casarme —aclara con una sonrisa irónica, para después irse.

La parejita no puede evitar reírse en respuesta.

—Bueno, yo iré a surtir tu receta —dice Emma, tratando de contener su risa. Ella se despide de mí con un beso en la frente antes de irse, y sin siquiera ser consciente de ello, sonrío ampliamente mientras la veo retirarse.

—Entonces, cuéntanos todo —dice Matías—. ¿Cómo se lo propusiste?

Galia se une a la conversación, al igual que Nolan. Pero cuando les estoy contando la parte más importante, un toque en la puerta nos interrumpe.

—Lamento molestarlos —se disculpa el chico, que entra a la habitación con tanta confianza que me molesta—. Soy Gabriel, trabajo en la farmacia y tengo que aclarar algunos aspectos sobre los medicamentos que estás tomando —dice, fingiendo revisar los papeles y recetas que sostiene entre sus manos—. ¿Crees que pueda hablar contigo a solas?

Sé que él no vino aquí por eso. El entró con toda la seguridad de que está era la habitación que buscaba., puso excusas creíbles y ni siquiera se molestó por corroborar el nombre del paciente. No es un doctor, solo un trabajador. Él no tiene ninguna razón para venir hacia mí y tratar de hablar conmigo. Ninguna razón, excepto Emma. Tessa me contó de él. Me dijo que vio como ella se encontró con su exnovio y la incomodidad que se reflejaba en su rostro. Me describió cómo lucía el sujeto e imaginé cada aspecto en mi mente hasta tener una imagen clara. Un rostro que encaja perfectamente con el que está frente a mí.

Él no solo se atrevió a molestar a Emma, sino que ahora también viene a mí, en busca de algo que no estoy seguro de que sea. No puedo evitar que los celos ardan en cada vena de mi cuerpo. Una tensión se forma en el ambiente, haciendo más pesado el aire que respiramos. Y todos los demás también lo notan, ya que me dirigen una mirada que lo dice todo, sin decir nada.

—Está bien —digo para tranquilizarlos—. ¿Pueden darnos un momento, por favor?

Puedo ver la preocupación en sus ojos, pero no cuestionan mi decisión y simplemente salen de la habitación, no sin antes lanzarle una mirada de desconfianza a Gabriel.

—Sobre los medicamentos... —empieza a decir él.

—Puedes dejar de fingir —lo detengo—. Sé que no estás aquí por eso. ¿Qué es lo que quieres?

—Parece que ya has oído hablar de mí —dice, dejando las formalidades a un lado y tomando asiento en el sofá de la habitación—. ¿Fue Emma quien te contó de mí o solo escuchaste rumores de mi existencia?

—¿Eso importa?

—Claro que sí. Eso determina el nivel de confianza que Emma tiene en ti, si es que la tiene.

—Ella confía en mí tanto como yo confío en ella —digo con seriedad—. Si no me dice algo, es simplemente porque no debo saberlo.

—O porque no quiere lastimarte con ello —completa, como si fuera la cosa más obvia del mundo—. Los rumores corren rápido en este lugar. Así me enteré de algunos de los secretos de Emma, me sorprende que tú aún no los hayas hecho.

—Enterarse por otros labios es una cosa muy baja.

—Tal vez sí —admite—. Pero te permite enterarte de cosas importantes, como una boda, por ejemplo. Tu hermana realmente no sabe contener sus emociones. Fue imposible no enterarse.

—Y en cuánto lo supiste, viniste corriendo aquí. ¿Por qué? —lo cuestiono, sentándome en la cama para quedar frente a él—. ¿Acaso aún no has podido superar a Emma? ¿Tanto te afecta que no te haya escogido a ti?

—No es eso lo que me afecta —suelta—. A decir verdad, que me haya sacado de su lado fue como quitar un gran peso sobre mis hombros.

—¿Entonces?

—Ella te romperá el corazón en mil pedazos —dice, no como posibilidad, sino como certeza, como si estuviera seguro que eso es lo que va a pasar—. A mi me hubiera gustado recibir una advertencia. Pensé que a ti también.

—Sigo sin entender porqué piensas que voy a escucharte —digo, recordando las palabras que Emma me dijo la noche que nos comprometimos—. Aún si supiera que todo va a terminar en desastre, yo la seguiré eligiendo. No cambiaría absolutamente nada de lo que tenemos ahora. Así que vete y llévate tus absurdas advertencias contigo.

—¿Por qué estarías dispuesto a seguir un camino que sabes que te llevará al dolor?

—No sé a qué te refieres.

—Lo entenderías si supieras lo que Emma oculta.

—No me importa —digo, y las siguientes palabras que salen de mi boca están llenas de sinceridad y firmeza—. Emma es Emma. No importa si oculta secretos o no me lo cuenta todo. Eso no cambia lo que ella es, ni las razones por las que me enamoré. Mi corazón es suyo ahora. Ella es la única persona que puede romperlo y volverlo a armar las veces que quiera.

Gabriel parece considerar mis palabras y se mantiene en silencio durante varios instantes, hasta que una sonrisa finalmente se muestra en su rostro.

—Ella dijo algo similar —dice, en un susurro que apenas alcanzo a oír—. Vine aquí porque estaba preocupado. No me correspondía, pero aún así me alarmaba el desastre que su amor podría ocasionar. Parece que me preocupé en vano.

Él se levanta del sofá y empieza a caminar hacia la salida. No lo detengo, solo observo como sus pasos avanzan cada vez más hasta parar justo antes de llegar a la puerta. Gabriel me dirige una última mirada.

—Emma fue un misterio que yo jamás logré resolver —dice, con dolor en su voz—. Tú tampoco lo has logrado, pero al menos eres el que ha estado más cerca.

No puedo distinguir si intenta burlarse o si lo dice con seriedad, pero antes de que pueda preguntar, abre la puerta y sale de la habitación.

—Cuida de ella —dice—. Hasta que la muerte los separe.

Sin decir nada más, cierra la puerta detrás de él y me deja solo, con muchas más preguntas que respuestas.

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