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22. Notas para Elías

Emma

Los aplausos me reciben con calidez en cuanto aparezco en el escenario, frente a el gran número de personas que espera ver mi presentación.

Elías ya está sentado en primera fila, listo para escuchar mi canción. Nuestras miradas se cruzan y él me dirige una sonrisa alentadora. Ahora realmente siento que puedo con todo. Miro detrás de mí y noto que el lugar en donde estaba la batería hace algunos minutos, ahora está siendo ocupado por un gran piano.

Me acerco y me siento en el banco frente al instrumento, acaricio suavemente las teclas para familiarizarme por completo con ellas y tomo el valor que necesito para hablar al micrófono.

—Buenas noches, querido público, gracias por estar aquí hoy. —Estoy muy nerviosa, puedo sentir como mis dedos amenazan con temblar y mi voz con apagarse, pero en lugar de observar a la cantidad abrumadora de personas que hay en el auditorio, fijo mi vista en solo uno de ellos, quien sigue sonriéndome con cariño, logrando tranquilizar un poco más a mi inquieto corazón—. Para cerrar este evento, me honra presentarles una melodía de piano que compuse especialmente para este momento, titulada "Notas para Elías".

El rostro de mi novio pasa por una interesante cantidad de expresiones al escuchar el nombre de la canción, primero de sorpresa, ya que estoy segura que no esperaba que le dedicara una melodía que yo misma hice; luego parece confuso, como si aún no lo creyera o pensara que está en una clase de sueño; pero rápidamente es cambiada por una expresión de felicidad, que fácilmente puede notarse en su gran sonrisa.

Habiendo terminado de hablar y de admirar el rostro de Elías por unos cuantos segundos más, hago el micrófono a un lado y se concentro en las teclas frente a mí. Respiro y exhalo suavemente antes de comenzar a tocar.

El sonido del piano llena el auditorio. Al principio suenan notas sencillas y conforme avanza la canción, la melodía va subiendo de dificultad.

Sé que Elías lo sabe. Aunque la canción no tiene letra, hago todo lo posible para que las notas del piano expresen todo lo que llevo dentro, para transmitirlo, para que él pueda sentirlo.

La melodía Notas para Elías es sobre nosotros, habla de nuestra historia, como al empezar a hablarnos nuestra relación fue sencilla y después fue creciendo y creciendo, con todas las dificultades que enfrentamos, con las altas y bajas de nuestro romance.

Esta canción está llena de amor, calidez, dolor, tristeza, resiliencia, todas esas emociones en unas mismas notas. Yo también puedo sentirlo, ahora no solo mi técnica es perfecta, sino que también lo son los sentimientos que estoy transmitiendo.

Cuando toco, recuerdo cada momento con Elías y cada instante que he pasado con aquella curiosa banda que se volvió mi familia. Puede que no compartamos la misma sangre, pero se sienten más cercanos que cualquier otra persona que conozca y eso es suficiente para mí. Yo los escogí y los seguiré escogiendo siempre.

Mi vista está centrada en el piano, pero aún así doy unas miradas ocasionales al público y ahí puedo ver nuevamente a la maestra Abigail desde la perspectiva del escenario, sonriendo ampliamente mientras unas leves lágrimas escapan de sus mejillas. Ella me dijo alguna vez que si lograba darle vida a la música, me convertiría en una gran pianista, y tenía razón.

No tenía idea que tocar un instrumento podía sentirse así, lleno de emoción y de vida. Ahora lo sé, y eso me hace amar aún más la música. Esta vez, todos estamos listos para brillar de la manera en que solo nosotros podemos hacerlo.

Mi melodía termina después de tocar esas últimas notas. Por un momento todo está en completo silencio, hasta que el sonido de numerosos aplausos me sacan de mis pensamientos. Cuando alejo la vista del piano y miro al público frente a mi, observo que la gran mayoría de personas está de pie, aplaudiendo con esmero.

Puedo sentir como esos aplausos resuenan en mi corazón como una alegre melodía.

Lo logré.

Logré cautivar a todo un público.

Todo está pasando justo como lo había soñado, la canción perfecta que tanto estuve tratando de perfeccionar está lista, y ahora que he cumplido mi objetivo, puedo estar tranquila.

Me levanto del banco y hago una reverencia hacia las personas que siguen aplaudiendo mi trabajo, pero nuevamente, mi mirada se enfoca solo en esos suaves y tiernos ojos olivo.

No, aún no estoy lista, todavía tengo muchos objetivos más que quiero cumplir.

Durante mucho tiempo, después de la muerte de mis padres, mi único propósito era lograr tocar la canción perfecta, sin errores ni fallas, pero ahora que conozco a Elías y al resto de la banda, siento que aún me queda mucho más por vivir, más cosas que hacer y más metas que cumplir, a su lado.

Después de acabar las presentaciones y realizar la clausura del evento, todos los estudiantes y sus familiares salen del auditorio y empiezan a convivir en los terrenos de la escuela, dando y recibiendo felicitaciones, tomándose fotos y celebrando.

Y nosotros no somos la excepción.

—¡Si eres real! —exclama Tessa al conocer a Galia, una chica alta de cabello rubio cenizo y tantas pecas en el rostro que sería imposible contarlas todas—. Tengo que admitir que por un momento pensé que Matías te estaba alucinando.

—Deja de burlarte —se queja Matías.

Todos empezamos a soltar carcajadas, riendo por la extraña presentación que estamos teniendo frente a la nueva miembro del grupo. Sin embargo, hay una persona que en vez de reír, simplemente se limita a levantar un poco las comisuras de sus labios.

—¿Estás bien? —le susurro a Elías.

—No es nada —contesta con voz débil—. Estuviste fabulosa está noche, no puedo creer que realmente le pusieras mi nombre a tu canción.

Él ya me había felicitado antes, así que el repentino cambio de tema es demasiado evidente, y eso sumado a la apariencia agotada de Elías, hace que mi preocupación vaya en aumento.

—Hablo en serio, no te ves bien.

—Solo estoy un poco cansado —se limita a decir, pero noto como su respiración está empezando a sonar entrecortada.

—¡Tessa! —grito hacia la banda, que aún sigue riendo entre bromas—. Hay que llevar a Elías al hospital, ahora.

—No, estoy bien —niega, en un intento por calmarme—. Esta es nuestra graduación, no quiero arruinarla.

—No estás arruinando nada, si te sientes mal tienes que decirlo.

Me doy la vuelta ligeramente para llamar la atención de Tessa, quien al parecer no me ha escuchado todavía. Son solo unos segundos los que me distraigo, pero son suficientes para que Elías se tambalee hacia el suelo.

—¡Elías! —grito, tratando de sostenerlo, pero él deja caer todo su peso en mí, haciendo imposible que pueda aguantar el agarre, por lo que ambos terminamos en el suelo, lo que al menos logra llamar la atención de los demás.

Él está ardiendo en fiebre, su respiración es muy irregular y está empezando a perder el conocimiento.

—¡Voy por mi auto! —grita Nolan, mientras sale corriendo hacia el estacionamiento de la escuela.

Los demás rápidamente se acercan hacia nosotros.

Sostengo a Elías entre mis brazos y no puedo evitar que mis lagrimas empiecen a caer sobre su rostro. Estoy asustada, justo como lo estaba cuando mis padres murieron, la sensación de que estoy a punto de perder algo importante de nuevo hace que entre en pánico.

—¡Elías, despierta! —exclamo con voz temblorosa—. Dijiste que no irías a ninguna parte, así que por favor quédate, no cierres los ojos, ¿si?

Pero pese a mis súplicas, él no logra mantenerse consciente.

—El auto llegó —indica Matías—. Ayúdenme a cargarlo, hay que llevarlo al hospital.

Con esfuerzo, todos lo levantamos. Matías pone uno de los brazos de Elías sobre su hombro, y yo hago lo mismo del otro lado, para poder llevarlo al interior del auto.

—Voy con Galia, los alcanzo allá —dice Matías una vez que se ha asegurado que todos estemos dentro.

Los demás asienten y Nolan empieza a conducir lo más rápido que puede, avanzando una calle tras otra, rebasando a varios vehículos en el camino y tocando el claxon de manera desenfrenada, mientras que Tessa va de copiloto tratando de guiarlo y de mantener el auto en una sola pieza. Yo me quedo en la parte trasera del auto, con Elías acostado sobre mi regazo, suplicando que abra los ojos.

—Resiste, ya casi llegamos —ruego, esperando poder llegar al hospital a tiempo.

Tenemos que hacerlo, necesitamos llegar a tiempo, y salvar a Elías.

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