4._Clandestino
Dai miró hacia la puerta y luego contempló a la mujer. Soltando un suspiro y con una expresión de malestar decidió ir a abrir. Dos agentes de la policía estaban allí parados y había otros en el corredor, golpeando las demás puertas. Los agentes lo saludaron, también pidieron una disculpa por importunarlo, y le pidieron respondiera algunas preguntas. Por supuesto Dai quería saber de qué se trataba el asunto a lo que uno de los oficiales respondió que uno de sus vecinos había sido encontrado muerto en su departamento.
-El hombre estaba sentado en su sala con dos apuñaladas en el tórax- le dijo el agente- La puerta fue forzada de un modo algo violenta ¿Vio o escuchó algo extraño en la madrugada?
-No- contestó Dai con calma.
-El departamento de la víctima está a dos del suyo- le señaló el segundo oficial.
-Estuve ocupado hasta muy tarde y terminé un poco agotado- le contestó Dai apretando el nudo de su bata.
La habitación de Dai estaba en línea recta con la puerta de su departamento. Para los oficiales no fue difícil ver la cama del propietario y en ella a una mujer de pelo rojizo todavía descansando. La puerta abierta, de par en par, del cuarto les dio una panorámica que los hizo entender rápidamente porque ese sujeto podría no haber oído algo inusual.
-Vamos a interrogar a los recientes del piso, por favor, le pido usted y su...
-Compañera- exclamo Dai terminando la frase que el agente no supo como.
-Sí...no dejen el edificio hasta que hayan contestado nuestras preguntas.
-Por supuesto oficial. Buenos días.
-Buenas días- contestó el policía tocando su gorra para despedirse.
Dai cerró la puerta sin prisa, pero de modo bastante opuesto regreso a la habitación cerrando la puerta a su espalda.
Cerca de las diez, Mary estaba sentada en la cama bebiendo un gran vaso con agua. Dai estaba de pie, al costado de la cama, callado y viéndola con atención. Él se habla bañado y vestido de manera informal. Estaba en su casa después de todo, pero el día no estaba tan frío como para ponerse un suéter cuello de tortuga.
-¿Te sientes mejor?- le consultó cuando ella le devolvió el vaso.
-Todavía me duele un poco la cabeza, pero es tolerable- contestó- Entonces debemos esperar a que la policía venga a hacernos unas preguntas- dijo esperando una explicación más larga de lo que él le dijo mientras la atendía por su migraña.
-Mí vecino fue asesinado durante la madrugada e, imagino, intentan reunir información. Es imposible que alguien haya pasado por la recepción sin ser visito. Que el agresor haya subido por los balcones es muy improbable.
-Un hombre rico muere y todo un edificio se cierra. Un proletario es asesinado en la calle y tiene suerte si su cadáver no es orinado por un perro- comentó Mary con cierto disgusto. Dai la miró con indulgencia-¿Cuándo me pregunten que relación tengo contigo qué es lo que debo responder?
Aquella pregunta tomó por sorpresa al dueño del departamento que no parecía tener una respuesta, pues se quedo callado con un rostro que lució un poco confundido.
-¿Que nos estamos conociendo?- sugirió con una duda cómica y una sonrisa medio graciosa.
-Claro...- admitió Mary de muy buen ánimo.
Las preguntas de la policía comenzaron enfocadas a los hechos criminales que sucedieron en el piso. Pero terminaron curioseando en la relación que sostenían ellos dos. Algo que a Mary no le agradó nada, pero que fue Dai quien terminó con un solo y no muy amable comentario. La policía se retiró del departamento después de eso y una vez interrogaron a todos los habitantes de ese piso se levantó la restricción y la gente pudo volver a su vida normal. Cerca de las cinco de la tarde, Mary pudo regresar a casa para descansar y olvidarse del mal rato que tuvo que soportar.
En la soledad de su hogar y ya no teniendo que lidiar con aquel espantosos dolor de cabeza, Mary puedo repasar lo que sucedió la noche anterior y esa mañana. Dai y ella estuvieron conversando un poco. Él tenía todas la intención de seducirla esa noche. No escatimó en esfuerzos, ni en osadía. Pero su audacia era tan hábil como elegante, que sencillamente embriagaba. Fue natural dejarse
llevar y terminar en su cama. Él siempre manifestó su interés en ella y ella nunca se negó él le gustaba. Por eso nunca lo apartó como solía hacer con quienes no le interesaban. Dai estaba lejos de ser un amante pasional, pero sabía muy bien que era lo que tenía que hacer para conseguir dejar y quedar satisfecho. Todo eso estuvo muy bien. La cuota de ternura también, sin embargo, Mary se quedó con una sensación muy extraña al recordar ese íntimo momento. Le parecía estar evocando la visión de un sueño erótico más que un acontecimiento genuino.
Mientras tomaba un baño de tina recordó también ese fuerte dolor de cabeza con el que despertó. Ella creía haberse desmayado. Recordaba haberse levantado y caer, pero Dai le dijo que eso nunca ocurrió y que ella durmió hasta cerca de las diez, cuando él la despertó gracias a la visita de la policía. Ella sufrió mucho de migrañas en su niñez y adolescencia. Eran dolores de cabeza realmente espantosos, capaces de tumbarla en la cama largas horas. E incluso de provocarle fuertes mareos y náuseas como también desmayos. Pero el dolor que recordaba de ese supuesto sueño fue descomunal. Y, sin embargo, desapareció rápido en el transcurso de la mañana.
-Tal vez debería ir con un médico- se dijo mientras salía de la tina y tenía un recuerdo de cuando se ducho en el baño de Dai. Había muchos productos de limpieza ahí.
El hombre que fue asesinado en el edificio de Dai era un importante empresario de la región. Según se dijo en el noticiero fue víctima de un robo. Dinero y joyas además de otras especies de valor, como una caja fuerte portátil, habían sido sustraídas. Sin embargo, nadie supo como ingresó el atacante mucho menos cómo pudo salir llevándose todo eso. Surgieron numerosas hipótesis respecto al criminal. La más célebre de todas era que el atacante vivía en el mismo edificio, sin embargo, aunque muchos de los departamentos fueron registrados no se encontró nada sospechoso. Nadie vio algo, nadie escuchó algo, nadie sabía algo que pudieras esclarecer aquel singular crimen del que se habló por varias semanas antes de que cayera en el más déspota olvido.
En cuanto a Dai y Mary las cosas parecían irles bastante bien. Mantuvieron la misma rutina por casi un mes. En ocasiones ella se quedaba desde la tarde del viernes hasta la mañana del domingo y en otras se limitaban solo a estar juntos durante el tiempo acordado de las clases de guitarra, que nunca se detuvieron. Una de las mejores cosas que desarrollaron era la comunicación. Podían hablar por horas de todo tipo de temas y en la intimidad tampoco tenían grandes complicaciones gracias a esa desinhibición a la hora de expresar sus deseos. Se hubiera podido decir que su relación era bastante madura, satisfactoria y feliz, sin embargo, pesaba sobre ella una sombra de clandestinidad. Dai pasaba por Mary a su trabajo, la llevaba a su departamento y se quedaban encerrados allí todas las horas que estaban juntos. No salían a comer a restaurantes, no visitaban algún espectáculo nocturno, no salían a caminar juntos por la calle. Ni a pesar de estarse consolidandose como una pareja formal, ninguno hacía mención a ese detalle o intentaba ponerle nombre a la situación. Parecía como si de alguna forma implícita hubieran acordado mantener todo eso escondido y, sin embargo, no había motivo valido para ocultarse.
Muchos hubieran creído que era Mary a quien toda esa situación le era un tanto confusa e incómoda, pero no. Fue Dai a quien eso y sobre todo la actitud de su amante le comenzó a generar ciertas dudas. Una noche en que después de compartir la cama, ella peinaba su cabello húmedo sentada en el borde de la cama, él decidió hacerle una pregunta.
-¿No hay algo que me quieras pedir?
Mary se arregló el tirante de su camisón que se había deslizado por su hombro y con una voz serena, honesta, contestó:
-No- se encogió de hombros y continúo con lo que hacía-¿Por qué tendría que pedirte algo?
Dai llenó dos copas de vino de una botella que saco de un estante lleno de libros, la mayoría viejos y amarillos. Mary se le quedó viendo con un poco de curiosidad, pero también con un gusto secreto. Cuando Dai tenía el cabello húmedo y sus rizos caían de su cabeza se veía más joven, menos imponente.
-Porque no hay mucho que no pueda darte- respondió mientras iba hacia ella con las copas que hacían contraste con su bata de seda azul- Lo sabes y nunca me pides nada. Todo lo que te ofrezco lo tomas, mas nunca exiges una muestra de mi afecto por tí. Toda mujer gusta de los detalles...
-Hmm. No tienes nada que yo quiera que no pueda conseguir por mi misma- le dijo Mary- También creo que no está bien pedir ese tipo de cosas. Deben nacer de uno hacia el otro. Yo tampoco te doy nada...en ese aspecto- agregó rascándose detrás de la cabeza y haciendo un gesto parecido a un puchero.
Dai le dio la copa para después quedarsele viendo como si esa hubiera sido la primera vez que la veía.
-¿Qué sucede?- le preguntó Mary un poquito incómoda bajo esos grandes ojos violeta.
-Admiraba tu belleza- le respondió y Mary por poco escupe el sorbo de vino que había tomado.
-La clave del halago es exagerar los atributos del otro. La belleza no es uno de los míos.
-No creo te consideres alguien...no armónica.
-Hay diferencia entre lo que es bello y lo que es agraciado.
-Cierto. Pero la belleza no solo son los armónicos rasgos de un individuo. También las gracias y virtudes que este tiene- le señaló Dai- Pero eres exigente y supongo ese halago fue insuficiente. Tal vez deba recitar un poema...o un soneto.
-Es flor de Sade la que brota de tu piel y expele perfume embriagante que al primer respiro desborda deleites.
Haré con tu cuello de cisne lo que la tierra con el brote, si tú con mi carne lo que las abejas hacen con el polen- le dijo Mary con los ojos fijos en él.
Dai abrió un poco su mirada y se llevó la copa de vino a la boca mientras abría un poco su bata con un movimiento semejante al de un abanico.
-Creo que necesito otra ducha- dijo al fin y Mary se echo a reír.
Esa breve conversación no cambio demasiado las cosas. Solo aumento el tiempo que pasaban juntos los fines de semana.
Dai nunca dejó de ir al café y nunca dejó de dejarle una flor en el cuenco. A Mary se le hacia un lindo gesto. Pero a veces se preguntaba si él no se aburría se verla todos los días. Esa noche de sábado un mes y medio después del asesinato, Mary se lo preguntó antes de subirse al automóvil.
-No seas tan vanidosa, querida. Si voy al café es porque me gusta la bebida que preparan ahí- le contestó Dai al abrirle la puerta.
Ella solo se sonrió.
Tocaron un rato la guitarra en la sala del departamento, después de que Dai se quitará su elegante traje azul y se pusieron algo más cómodo. El suéter color vino le quedaba bien. Cuando la práctica terminó Mary intentó acercarse de forma más íntima. Buscó un espacio entre sus brazos de un modo amoroso y él se lo concedió recostandose en el sofá para recibirla. Ella tenía licencias con las que muchas podían solo soñar, por lo que Dai no se molestó cuando ella metió la mano debajo de su ropa, pero si se incómodo cuando esos pálidos dedos tocaron una delgada cicatriz que tenía en su abdomen.
-Nunca me contaste cómo te hiciste está herida- le dijo Mary- Recuerdo que la primera vez que estuvimos juntos comentaste te la habías hecho hacia no mucho.
-Sufri un intento de robo- respondió Dai- Quisieron quitarme mi automóvil- agregó tomando la mano de la mujer para apartarla de esa marca.
-Espero no pases por eso otra vez- le dijo la muchacha respirando en su cuello. Él no respondió.
Unas horas después Mary despertó en la cama de Dai con el recuerdo de él sobre ella, desnudo, tan nítido que lo pensó allí. Pero estaba sola y desvestida. Todavía estaban los envoltorios de los preservativos en la mesa de noche y el reloj que Dai había comprado hace poco marcaba la una de la mañana. Un dolor de cabeza la hizo llevar su mano hasta el costado de su frente, mientras apretaba la sabana contra ella. Con dificultad buscó su vestido, pero acabó por ponerse una bata de Dai que a ella le quedaba un tanto más corta. Así salió al pasillo, hasta la sala en busca de su amante, pero el departamento estaba vacío. El reloj en el librero marcaba las tres de la mañana, mas el de la cocina decía la una y cinco. Los ignoró y se llevó ambas manos a la cabeza, estaba bastante mareada. Cuando por poco cae de costado al piso la puerta se abrió y la luz se encendió dejando ante ella una escena del terror.
Dai acaba de entrar cargando una bolsa de mercado, pero su rostro y ropa estaban sucios de sangre.
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