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Era un día importante, pensó Tomioka con decisión mientras se terminaba el desayuno corriendo de un lado a otro. Iba a ir a la casa de su nuevo amigo para realizar el proyecto al salir de clases, la ansiedad lo carcomía por dentro por la sensación de estar con Iguro.
Tsukako estaba en la puerta lista para irse pero tenía que esperar a su hermanito para llevarlo a la escuela, lo veía correr de un lado a otro con emoción mientras mantenía un pan a medio comer en la boca. A sus ojos su hermano parecía muy agitado y emocionado, de forma inmediata unió los cables en su cerebro y se dió la idea del porqué.
—Giyū, ¿tu emoción se debe a tu amiguito, verdad?— Preguntó ella con una sonrisa divertida en los labios.
El menor de los hermanos se quedó quieto mientras cerraba su bolso, un sonrojo se apoderó de su cara y de inmediato asintió con la cabeza, siendo incapaz de mentirle a su hermana.
—Si hermana, ¡Iguro es muy inteligente y agradable! Él dijo que haríamos un cohete que podría despegar, ¡Y-y también tiene una serpiente! Se llama Kaburamaru y es albina, no sé que significa pero quiero verla.— Con ilusión salía cada una de esas palabras, por el sentimiento en su pecho Giyū ni siquiera se dió cuenta del susto que le dió a su hermana.
—¿Una serpiente? Por favor Giyū, no te acerques mucho a ella.— Advirtió, reconsiderando si era buena idea dejar a su hermano ir a esa casa.
—No preocupes Tsukako, Iguro dijo que no muerde y no es venenosa.— Con su mochila puesta sobre sus hombros y ya teniendo todo listo se acercó a su hermana sonriendo.— ¡Vamos!
La mujer no dijo otra cosa y solo sonrió feliz por el hecho de ver a su hermano abriéndose a nuevas personas otra vez. Desde la muerte de sus padres Giyū no ha sido muy social con los demás, aún era un chico alegre pero muy retraído, demasiado perdido en su mundo cómo para interesarse en las personas por temor a perderlas.
Pero ahora aquella chispa de felicidad y curiosidad por hablar con los demás está volviendo a florecer gracias a Iguro, Tsukako no podría sentirse más feliz.
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