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Cuando la clase estuvo a punto de terminar Michikatsu comenzó a recoger sus cosas, percatandose de que no tenía mucho qué hacer en estos días, es por eso que miró a los estudiantes que lo observaban con un rostro aburrido y sin pensarlo mucho tomó un marcador y comenzó a escribir en el pizarrón.
Más tarea, algo sencillo, un informe detallado sobre la historia del país con un lapso de tiempo de dos días.
Cuando terminó de escribir las pautas se sonrió asi mismo hasta que se dió la vuelta y vió la cara de sufrimiento de casi todos los estudiantes, de inmediato arrugó su expresión pero no porque la mayoría lo haya mirado de una manera grosera, sino que, uno ni siquiera lo estaba mirando.
Desde su posición caminó un par de pasos y volvió a acercarse ante Iguro, poniendo una de sus manos sobre su mesa y con la otra arrebatando el papelito que con tanto recelo había estado viendo.
—¡Ah, profesor!— Exclamó sonrojado el niño, intentando arrebatar el papelito de la mano del adulto.—¡E-eso es mío!
—Yo fuí muy claro contigo ¿O me equivoco?— Preguntó al aire y caminó de vuelta al escritorio.
Obanai, quien había desobedecido por completo al profesor aprovechando las pequeñas oportunidades que tenía para levantarse y entregarle más notitas a Giyū, no supo como actuar en este momento.
Miró a Tomioka, pero este se encontraba en su mundo dibujando alguna niñeria en su cuaderno, completamente ajeno a lo que sucedía a su alrededor.
El resto del salón lo veía y empezó a susurrarse cosas, después observó al profesor sentado en su escritorio mirándolo amenazante mientras abría el papel con intención de leerlo.
Sin pensarlo mucho se levantó del asiento, alertando a Sanemi.
—Ey, no seas malcriado, Iguro. Quédate sentado.— Advirtió Sanemi en una especie de susurro pero fue ignorado.
Iguro caminó hasta el escritorio de su profesor y se quedó un segundo parado allí, sin saber muy bien qué es lo que debe hacer ahora. De pronto un poco de miedo se instaló en su cerebro.
—¿Se te ofrece algo?— Preguntó fingiendo demencia.
—Cr-Creo que le dije que ese papel era privado, profesor.
—Yo te dejé en claro que prestarás atención, Iguro.— Responde jugando tácticamente con el papel en sus manos, disfrutando del como el joven parecía sufrir por la amenaza.— De hecho, creo que te dije que lo leería al frente de toda la clase, ¿No es así?
Obanai abrió los ojos y sus manos temblorosas quisieron arrebatar el papel de las manos ajenas pero el hombre simplemente esquivó sus acciones, hasta el punto en el que se paró del asiento.
—Esto es estúpido.— Queja.— Iguro, si no te sientas te llevaré a la sala de castigo.
—Pero profesor, e-eso-.
—¿Qué es lo que tanto le asusta? Déjeme ver.
Y aunque Obanai chilló e intentó evitarlo no fue capaz de detener el ciclo de acciones ajenas, pudo sentir como su rostro se sonrojaba cuando las manos de su profesor abrieron la pequeña nota.
Por la manera en la que los ojos del adulto se abrieron Obanai pudo tener la sensación de querer morirse o salir corriendo y esconderse en un lugar para jamás nunca salir.
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¡Quisiera besarte otra vez!
Estuve todo el fin de semana sin poder estudiar bien, no podía dejar de pensar en tí, víborita.
Siento que no me memorice casi nada del proyecto, ¿Qué hay de tí?
¿Te gustaría ir detrás de la escuela para estudiar?
Podríamos estudiar o hablar.
Y tal ves, me gustaría besarte otra vez, un poquito. Solo si tú quieres también.
Me encantas, Iguro.
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Michikatsu miró la nota, después observó a Obanai y luego volvió su vista a la nota nuevamente.
Iguro sintió las palmas de sus manos sudar mientras que su nuca la sentía arder, el miedo constante de que pueda leerlo en voz alta frente a toda la clase no lo dejaba en paz.
—Toma asiento.
—¿Me da el-?
—No. Siéntate, Iguro, espero tenerte aquí al terminar la clase.
Y a regañadientes se giro sobre sus talones y vió a sus compañeros, todos lo miraban con interrogación o desapruebo por su actitud, ¡fue muy estúpido! El mismo Iguro lo aceptaba, pero no le gusta la idea de que alguien lleve sus asuntos personales.
—¿Qué miran?— Pregunto de mala manera Obanai a los demás estudiantes, quienes de inmediato volvieron a sus propios asuntos.— Idiotas.
Después tomó asiento, aún con su rostro sonrojado y sus manos sudadas en vergüenza y miedo. Aquel papel dice explícitamente que se irían a besar detrás del colegio, aunque Obanai no estaba del todo cómodo por el lugar, de todas formas también quería.
—Eres estúpido, enano.— Regañó Sanemi a sus espaldas.— ¿Qué tanto dice ese papel?
—No dice nada importante, cállate.
—¿Por qué no te esperaste a receso para hablarle a tu amiguito?— Shinazugawa era ajeno a la relación de su amigo con Giyū, según su perspectiva seguían siendo "amigos". Muy empalagosos, pero amigos.— Parecen novios.
—Tomioka no es mi novio, cállate.
Shinazugawa arrugó los ojos sin creer su última afirmación, le faltaba fuerza. Aún así, Sanemi se quedó callado rodando los ojos, después le sacaría más información a su amigo.
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