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✏️18

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Tomioka no puede dejar de mirar a Iguro y la forma en la que se ve tan lindo concentrado en su libreta, calculando alguna cosa muy inteligente para el cerebro un poco lento de Giyū.

Miró el ramo de flores que Iguro se había ocupado en mantener cerca de él y agarrarlo en cada pequeño descanso que se daba, Giyū se sentía feliz por ser capaz de ver el gusto sincero por el ramo en los ojos de Obanai.

Estaba un poco más seguro consigo mismo, gracias al apoyo de su hermana y la cercanía que aún mantenía Obanai a pesar de saber sus sentimientos hacia él, Tomioka comenzó a pensar que era correspondido.

Ese pensamiento lo ponía de aún mejor humor, perdiéndose en sus propias fantasias hasta que escuchó un quejido de molestia proveniente del menor. Tomioka se alarmó enseguida.

—¿Qué pasa? ¿necesitas ayuda?— De pronto un poco de culpa se instaló en la cabeza de Giyū, sintiéndose inútil por dejarle la parte más complicada a Obanai.

Iguro en cambio se tranquilizó por la voz de Tomioka, respirando ondo intentando ignorar su frustración.

—No, no, no.— Negó repetidamente.— Yo hago esto, después de todo tú pintaste el cohete.— Señaló con el dedo a una dirección a lazar.

Giyū miro el cohete, avergonzadose de la manera tan fea y poco prolija que había hecho su parte, Iguro le dijo que estaba bonito y se había sentido bien con eso pero ahora que lo ve seriamente se dió cuenta que esas palabras eran mentira, lo dijo para no hacerlo sentir mal.

Aunque Giyū no sabía que Obanai verdaderamente pensó que quedó lindo pues el niño nunca mentiría con algún tema escolar, por tanto el gusto al cohete venía directamente de su corazón.

—¿En serio no quieres ayuda?— Indagó otra vez Giyū intentado acercarse al cuaderno.

—No Tomioka, no es por ofender...— Comenzó, dejando de lado su tarea para mirar dulcemente al chico.— Pero tu ayuda en esto sería más un estorbo.

—¡Ey!— Chilló, incapaz de dar una negación a sus palabras más allá de falsa ofensa.— No lo digas así, en serio quiero ayudarte.

Iguro suspiró, bastante frustrado por su propia ineptitud.

—Esta bien, a ver, ¿Tienes NaHCO y ácido acético? Los necesito si queremos hacer un despegue de gas.

Tomioka ladeó la cabeza, espero unos segundos dónde pensó y medito seriamente sobre lo que le habían pedido.

—No sé qué son esas cosas.— Jugó con sus dedos tímido, avergonzado de probablemente no tener lo que Iguro quiera.

Tal vez lo que Obanai pidió sea algo demasiado peligroso que no se tendría comúnmente en una casa y en su lugar estaría en un laboratorio de máxima seguridad, pero aún así eso no quita que Iguro le pidió algo a Giyū y esté no sepa qué es para dárselo.

La risa de Iguro hizo que Giyū se sonrojara y volviera a sentirse lleno de mariposas.

—¡Lo siento! NaHCO es bicarbonato y ácido acético es vinagre, ¿ves que eres muy bobito para esto?— El cuaderno lo dejó en el suelo junto con el lápiz, llevando su mano para tapar su boca ignorando que ya tenía su mascarilla para cubrirse.— Fue una broma, ¡perdóname! No quise decir eso.

Tomioka no le vio gracia al chiste, en su lugar se quedó con las cejas arqueadas  hacia abajo y los ojos puestos en el Iguro risueño mientras pensaba en cual es la necesidad de llamar a las cosas por nombres complicados, no era la primera vez que lo hacía, tampoco era la primera vez que le decía "bobito". No se ofendia, en realidad le agradaba ver a Obanai riéndose pero no negaría que era malo con los chistes.

Bromas de nerds supongo, pensó Tomioka sin pensar demasiado.

—Yo tengo eso en la cocina.— Se levantó del suelo dispuesto a buscarlo.

Olvidó los chistes malos un momento y se dispuso a buscar lo pedido por su amigo, fue bastante rápido y con la intención de ser de un poco más de ayuda busco en el refrigerador una jarra batido de fresa que había hecho su hermana.

Si bien a Iguro no le gusta lo dulce sería una completa criminalidad que no le gusten los batidos, es por eso que a parte de llevarle lo que ordenó había llevado algo más refrescante.

Volvió a la sala de estar donde Obanai se mantuvo ese tiempo estudiando o escribiendo cualquier cosa, Giyū considero que en realidad perdía el tiempo por la tranquilidad de su rostro.

—Ey, mira.— Llamó la atención del más bajo.— Hay que tomarnos un descanso, vamos a jugar a mi cuarto.

—¿Descanso? Pero si a penas volvimos de otro hace un momento.

—Sí, pero quiero jugar, después seguimos con eso.— Le extendió el vaso con el batido a Obanai y este lo tomó con algo de vergüenza.— Será rápido, ¿Bien?

Iguro dudó y lo pensó un momento, no se sentía bien al aceptar pero tampoco quería negar, le dió un vistazo a la bebida en su mano para asentir con los hombros caídos.

Se levantó del suelo y antes de que pudiera tomar el ramo que negaba a dejar botado, Giyū le tomo de la mano y se lo llevó rápidamente a las escaleras para subir a su habitación, Iguro se pregunto sobre el paradero de Tsukako y considero que fue un poco de mala idea aceptar. No había visto a la mujer desde que llegó.

Estar solo en la habitación con Giyū los pondría a ambos en terreno peligroso, pero Tomioka parece no percatarse de eso. O es exactamente lo que quiere.

Por supuesto que no.

Obanai considera que Giyū es muy despistado e inocente para pensar en segundas intenciones.

Ambos en la habitación del mayor se quedaron parados en la puerta, Tomioka aún mantenía su mano sujeta a la de Obanai y parecía consiente y reacio a soltarla, al menos hasta que Iguro lo soltó para adentrarse y mirar la habitación de su amigo.

Era diferente a su propia habitación, se notaba que era de Tomioka por la cantidad de juguetes y juegos de mesas en el suelo o en las repisas, en el mismo escritorio habían bloques de construcción sueltos por el suelo.

Iguro fue hasta la cama para sentarse en el colchón mirando ligeramente el vaso en sus manos, Giyū se sentó a su lado y ya habiendo tomado la mitad del batido.

—¿No te gustan las fresas?— Preguntó Tomioka entristecido, tal vez sea demasiado dulce para Obanai.

—No es eso, sí me gusta. Es que, pues...— Hizo un ademan con su mano señalando su mascarilla, con la esperanza de que Giyū entendiera.

Tomioka en cambio arrugó la nariz e inflo las mejillas mirando confundido, ladeando la cabeza y cruzándose de brazos.

—¿No te quieres quitar la mascarilla?

—No.

La expresión de Giyū se aflojó, estando más calmado y pensando en todas las posibilidades por las que Iguro no quisiera bajarse la mascarilla.

En un momento pensó que era por fobia a los gérmenes, Giyū imaginó y no pudo sacarse de la cabeza que Iguro era un temeroso a la idea de enfermarse y por eso su uso religioso al cubrebocas. 

Un segundo, si eso es cierto...

¿Obanai le estaba diciendo enfermo lleno de gérmenes?

¿Por eso no se quitaba su cubrebocas?

Giyū arrugó las cejas y frunció los labios.

—¡Iguro, yo no estoy enfermo!— Si no tuviera el vaso de cristal en sus manos hubiese cruzado los brazos en rabieta.

—¿E-eh? ¡No te estoy diciendo enfermo, cara de rata! ¿De qué hablas?

—¡No te quieres quitar la mascarilla, piensas que estoy enfermo!

Obanai respiro ondo y contuvo el temblor de sus manos por miedo a dejar caer el vaso.

—No digas tonterías, no pienso que estés enfermo, Tomioka.— Giyū no quitó la mala cara pero decidió callarse, dejando hablar al menor.— Y-yo no uso el cubrebocas para evitar enfermarme.

—¿Entonces? ¿Por qué lo haces?

Los ojos de Tomioka brillaban con una insistencia raramente vista antes, Obanai parpadeó varias veces queriendo salir de esta incómoda situación, debió rechazar el batido desde un principio.

Sus manos seguían temblando contra el vaso de vidrio a pesar de los fuertes intentos de su cuerpo por querer calmarse, no era una situación extraña, ha pasado antes.

Muchos otros niños llegaban de casualidad para preguntar curiosos por el único alumno que aún sin crisis de virus o en el calor de educación física no se sacaba el cubrebocas para tomar aire.

Él los espantaba con desdén y molestia, llegando a insultar si la curiosidad llegaba a una insistencia insoportable.

Pero no puede hacer eso con Giyū, le gusta y más importante que eso es su amigo. Se niega a tratarlo como al resto de curiosos.

Tomioka seguía expectante a las palabras de Obanai, dejándole el tiempo suficiente para pensar pues él mismo consideró que estaba invadiendo mucho el espacio e intimidad del menor.

No es como si de aquella mascarilla dependa su intento de plan para robarle un pequeño beso a Iguro, por supuesto que Giyū no lo llevo a su habitación y le dió el batido con la esperanza de poder ver el rostro de Obanai y confirmar lo que ya sabe desde un principio; Iguro es el niño más lindo del mundo.

Obviamente Giyū no era de esa clase de persona, él era obediente a su hermana y no se aprovecharía de su ausencia para algo como eso.

Estaba divagando mucho hasta que un suspiro rendido salió de Iguro.

—Uso la mascarilla para ocultar una cicatriz.

¿Cicatriz?

Obanai miró a su amigo un segundo, notando la confusión en aquella mirada.

Tomioka es muy lento.

—Hace años tuve un accidente en la cocina.— Su estómago se encogía en vergüenza al recordar lo poco que aún mantenía de aquel tonto incidente.— Intentaba aprender a cocinar y por ignorante mezcle agua con aceite hirviendo. Me explotó en la cara.

Tomioka tuvo un pequeño entendimiento por la forma en la que lo miró, Obanai dejó de temblar y comenzó a calmarse pensando que su incomodidad era exagerada y que estaba bien decirle, no es como si fuese un secreto íntimo.

—¿Pu-puedo ver?— Se acercó tímidamente al menor, Tomioka llevó su mano al hombro de Iguro para dar una especie de apoyo.

Obanai abrió sus ojos bicolores con un poco de miedo, mostrarse sin su mascarilla era una inseguridad muy grande, jamás se había atrevido a exhibirse de esa manera ante alguien que no sea su madre.

—No, no quieres ver.— Negó.— Es desagradable, no te gustará.

—Todo en mi víborita me gusta.— Nuevamente hablar sin pensar parecía ser la cualidad estrella de Giyū.

Obanai decidió hacerse de oídos sordos ante esa declaración, Tomioka parece haberla dicho sin pensar por el poco cambio en su rostro.

—Quiero verte, por favor.— Volvió a insistir.

—P-pero te vas a reír de mí.

—¿Alguna vez lo he hecho?

Iguro abrió la boca en respuesta queriendo buscar una situación, por más pequeña que sea para demostrar que Tomioka sí se había reído de su persona en el pasado pero no encontró nada, al contrario de él que sí se rió de Tomioka unas cuantas veces.

—B-Bien.

Bastante inseguro Iguro se rindió, aflojando sus hombros alzando el vaso hasta Giyū quien lo tomó a la espera de verlo.

Los corazones de ambos chicos latían con fuerza y vergüenza, aunque por razones principalmente diferentes la escencia era igual; compartir algo especial con una persona especial.

Tomioka jamás pensó que Obanai aceptaría quitarse la mascarilla por más que le insistiera pero está pasando, el menor con timidez y delicadeza se quitó suavemente el cubrebocas dejando ver el resto de su cara.  

Giyū se esperaba algo rústico, feo y aun doloroso, por eso entrecerró los ojos en un intento de controlar su expresión pero la realidad no era como lo que pensó en los pocos segundos de antelación.

En su lugar se veía lindo.

La palida y clara piel de Obanai era pintada por un tono rosa en sus labios y mejillas, como un enrojecimiento. Se podía ver pequeñas irregulares que contrastaban la suavidad visible del resto de su cuerpo.

Justo al lado izquierdo de la comisura de su labio podía ver lo que se distinguió el punto fuerte del accidente, una marca rojiza parecida a un sarpullido por la piel quemada mal cicatrizada.

El terror e inseguridad de Iguro estaban incrementado con mucha rapidez, la expresión de Giyū no parecía decirle nada y el silencio le era bastante molesto y frustrante en su interior.

Giyū lo estaba viendo ido, embobado pero de la mala manera. Obanai apretó avergonzado su mascarilla y mordió su labio inferior queriendo salir de la situación.

Giyū se percató de aquello, parpadeó sabiendo que era difícil para Obanai y como respuesta dejo su vaso y el de él en la mesita a lado de la cama, intimidando a Iguro quien retrocedió un segundo.

Con manos libres y sus ojos incapaces de evitar mirar y memorizar cualquier pequeño y lindo gesto de Obanai quiso tocar con los dedos la irregularidad de su piel.

Por el miedo inicial Iguro no se percato de las manos acercándose hasta que fue muy tarde, los pulgares fríos de Tomioka rozaron y tocaron sus mejillas, capturando su rostro entre aquellas manos.

—T-Tomioka.

—Me gusta.— Está vez la confesión fue directa debido a la tontez momentánea de Giyū.— Me gusta mucho.

La respiración se comenzó a descontrolar por Obanai, abrió sus labios delgados con la esperanza de hacer llegar más aire a sus pulmones.

—No tienes que m-mentir-.

—No miento.— Interrumpió, afirmando más sus manos contra la cara de Obanai, ocasionando que los labios se apretaran.— Iguro... ¡E-eres el niño más lindo del mundo!

Se quedaron callados, mirándose a los ojos disfrutando de la sensación ardiente y revoltosa de sus estómagos.

Obanai se sonrojó, sintiendo su piel expuesta caliente e inconscientemente bajo la vista queriendo ocultarse, pensando seriamente que Giyū lo estaba viendo y aún piense que es lindo. 

Tomioka casi se derrite por ver por primera vez el rostro sonrojado de Iguro, disfrutando del color rojizo extenderse desde su nariz y mejillas hasta las orejas.

—G-gracias.— Dijo Iguro avergonzado, curvando sus labios en una sonrisa agradable.

Por fin pudo relajarse, dejando de sentir tensión permitiendo que Giyū le acariciara el rostro y lo viera unos segundos más, verdaderamente disfrutando de aquella atención cariñosa y amorosa.

Los pulgares de Giyū se movieron hasta rozar los labios de Iguro, presionando levemente sintiendo la suavidad de estos mientras sentía a su propio corazón latir en sus oídos, los nervios se apoderaban de él.

¿Debería besarlo? Él sabe que me gusta, ¿Se deja acariciar a propósito?

Miró los sonrientes labios ajenos esperando una señal que le pudiera avisar que Obanai quisiera ser besado pero no hubo nada. O simplemente no supo leerlo.

Giyū respiró ondo acercándose atrevidamente al rostro de Iguro, sintiendo los nervios contrarios casi como si fuesen suyos. En consecuencia de sus acciones pudo sentir como todo su rostro se coloraba a la par del menor.

Iguro sintió el acercamiento como algo peligroso, se encontraba nervioso porque está bastante seguro de lo que quiere hacer Tomioka, un beso.

¿Va a besarme?

Se supone que venimos a jugar.

Aunque principalmente era estudiar...

Aquel pensamiento fue el último que escuchó en su cabeza antes de sentir la humedad y dulzura de los labios ajenos.

Tanto Iguro como Tomioka se sintieron avergonzados por el tacto. Todo era nuevo, la explosión de fuegos artificiales que se sentía en el interior de ambos, sus cuerpos temblando levemente buscando la necesidad de contacto para mantenerse firmes.

Las manos de Tomioka movieron un poco la cabeza de Obanai, haciendo que sus labios se mezclaran con más profundidad. En cambio el menor sin darse cuenta llevo sus manos hasta la camisa azul de Giyū, apretando con suavidad la tela entre sus dedos en busca de algo firme.

Iguro se sentia mareado y tímido por su primer beso, Giyū tenía una mezcla de emociones más intensa pero supo mantenerlas a raya.

El miedo, la vergüenza, la emoción y el amor no estaban siendo percibidos en el lenguaje corporal de Tomioka, en cambio solo se veía feliz. Muy feliz y terriblemente nervioso.

Los labios estaban quietos entre si, incapaces de moverse por la incertidumbre de no saber cómo besar. Quedaron un momento con la cercanía agradable antes de separarse levemente, queriendo volver a darse un beso similar.

Obanai fue el primero en atreverse a abrir los ojos cuando las manos de Tomioka dejaron su rostro y se colocaron en sus hombros. El cosquilleo en su boca lo hizo lamer sus labios de manera automática, ocasionando que sintiera el suave sabor a fresa, aquello lo hizo recordar el porqué estaban en la habitación.

Tenemos que estudiar.

Giyū se alejó un poco de Iguro, dándole su espacio mientras él mismo pensaba sus acciones. No se arrepentía, pero no estaba seguro sobre qué podría pensar Obanai.

No quiere que se sienta incómodo, ¿y sí piensa que la única razón por la que lo trajo a su habitación era besarlo?

Es decir, por supuesto que era una de las razones pero la principal era que de veras quería jugar. Bromear junto a Obanai para disfrutar y divertirse ambos.

Quiso decir alguna palabra para disculparse por su atrevimiento, ni siquiera pudo sentir más que un temblor por parte del menor, ahora siente que Obanai no quería besarlo.

Estaba pensando mucho, la mayoría de cosas siendo malos escenarios.

—Me gustó el beso.— La voz de Iguro fue aquella luz de esperanza en la mente catastrófica de Tomioka.

Los dedos de Obanai rozaron sus propios labios, aún disfrutando de la sensación cosquillosa que la boca del mayor había dejado. Aún se sentia aquel calor irradiando de su interior.

—¿E-en serio?— Giyū volvió a sonreír, dejando de lado su propia vergüenza.— A mí también me gustó, ¡eres muy suave!

—N-no digas eso.— Susurró.

Me voy a desmayar si dice algo similar otra vez. Iguro suspiró, ignorando por su propia salud mental las palabras de Tomioka.

—Deberíamos-.

—¿Besarnos otra vez?— Impaciente Giyū interrumpió.

—... Estudiar.— Terminó.

A Tomioka se le subieron todos sus colores al rostro, se dijo idiota en voz baja por su impaciencia.

Iguro en cambio también se avergonzó, sus nervios volvieron a estar a flor de piel pero se rió del rostro de Giyū, gustandole como se veía lindo con cualquier expresión.

—Eres un tonto.— La risa de Iguro fue la cosa más linda que Giyū haya escuchado en un largo tiempo.

Ninguno de los dos quería bajar y terminar sus estudios.

°•°•°•°

Obanai sin cicatrices no es Obanai, es un impostor.

Quería ponerle algo en la cara, pero no quise meterle el trauma de la cortada y por pensé en un accidente.

Lamento no haber publicado esto antes, quería hacerlo pero me quedé inconforme y lo pospuse demasiado, sin contar que estos días he estado estresada.

Espero que les haya gustado, muchas gracias por leer <3

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