✏️17
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Obanai miró por la ventana del auto la casa de Tomioka, quedándose congelado un par de segundos sintiendo muchos nervios en su interior, no podía recordar la última vez que pudo ir a la casa de un amigo y aunque sería para estudiar no dudaría también que jugarían un poco al terminar.
Antes de bajarse del auto giro su rostro viendo a su mamá, quien mantenía las manos en el volante mirando crítica y un poco impaciente a su hijo, esperando probablemente algunas palabras de él o que ya se baje del auto.
El niño apretó el bolso en sus piernas intentando mover sus labios en alguna palabra, conocía que si enojaba a su mamá podría arrancar el vehículo y no dejarlo ir con Giyū.
—¿Me vendrá a buscar?— Preguntó buscando entre sus cosas su mascarilla, poniéndosela antes de bajarse del auto.
—No, estaré ocupada.— Dijo sería, aflojando un poco más su rostro.— ¿Tienes dinero de vuelta o tengo que darte?
—Tengo dinero.— Revisó de todas formas su bolsa verificando tener la cantidad suficiente para un taxi o un transporte público.— Llegaré temprano a casa.
—Yo llegaré tarde a casa.
Perfecto.
Pensó Obanai colocando un gesto satisfecho, sintiéndose más cómodo a la idea de llegar y estar solo sin preocuparse del humor de su progenitora, ni que le haga preguntas rutinarias que no llegan a ningún lado.
—Adios-.
—Espera.— Interrumpió la mujer cuando escuchó que su hijo quitó el seguro de la puerta.— ¿Cómo me aseguras que solo vas a estudiar?
—¿A qué se refiere?
—No sé qué relación tengas con ese niño, pero es obvio que te gusta.— Obanai hizo una mueca, bastante sorprendido y casi abre la boca para negarlo tontamente, pero un gesto de su madre con la mano lo calló en segundos.— ¿Me lo vas a negar? Te conozco, nunca te había visto tan a la defensiva por alguien antes.
El rostro de Obanai se calentaba con cada segundo que pasaba, no pensó que su madre lo notaría pues para comenzar no le había comentado mayor cosa.
—No pensé que le importaría.— Admitió avergonzado, un poco asustado sobre qué piensa su mamá.
-—En realidad no me importa.— El niño tras escuchar eso ladeó la cabeza alzando una ceja sin entender demasiado, ¿si no le importa por qué pregunta? Es estúpido.— Solo me desagrada, no pensé que tuvieses esos gustos.
—No le importa, entonces mis gustos no son su problema.— Confesó Obanai colocándose bien su bolso, a punto de salir del auto cuando escucho como desde el volante su madre volvió a colocar los seguros.- ¿Qué?
—No respondiste mi pregunta, ¿qué me asegura que solo van a estudiar? Vuelvo y repito, te conozco lo suficiente como para no confiar en tí.
No, no me conoces.
—Mamá, no somos nada, haremos solo la tarea, ¿feliz?— Quejó hastiado, avergonzado y molesto.
—No, no lo estoy. Ese niño es insoportable.— Obanai apretó los labios aguantando gritarle rodando los ojos con los brazos cruzados, encogiéndose en el asiento.
Para la próxima vez prefiere aprender y perderse él solito en el transporte público que pedirle ayuda a su madre, ¡odia con su alma cuando se queja de sus gustos o amigos!
Nadie ni nada es suficiente, pareciera como si Obanai le estuviese pidiendo opinión porque nunca deja de hablar.
—Ya cállate, mamá.— Susurró por lo bajo, perdiendo la paciencia, su voz fue tapada por el cubrebocas. Tomo todo el aire que pudo para no perder la compostura y volvió a mirar a la mujer.— Llevamos bastante estacionados, ¿ya me puedo ir?
—Ya lárgate, espero que sea cierto lo del cohete.
—Deje de dudar de mí, la misma profesora Tamayo le informo del proyecto, diablos.— Abrió la puerta satisfecho por bajarse, puso un pie en el suelo y luego miro a su mamá.—Nos vemos, madre.
—No hagas nada tonto.
Termino por bajar del vehículo alejándose de inmediato por la manera apresurada en la que su madre arranco, se quedó un momento parado en la acera mirando el auto perderse en la calle entre los demás vehículos, bastante contento de haber salido de una de las cosas difíciles; sacarse de encima a su madre.
Ahora viene lo aún más complicado, convivir con Tomioka y su hermana sin hacer que sea tan obvio que ambos se gustan, lo que menos quiere es molestar a Tsukako.
Dudando sobre que sea la casa de al frente o no Obanai decidió dar un paso, viendo como el hogar es tal como lo dijo Giyū, una casa acogedora con cesped, nada en particular que lo haga ver especial salvo unos juguetes en el porche.
Utilizó su valentía escondida y se acercó a la puerta, viendo el timbre a un lado dudando en presionar por un segundo mientras repetía constantemente que esta sería la primera vez que visitaría a alguien que no sea algún familiar insoportable.
Se mentalizo de su situación, recordó que vino a estudiar y no a jugar, mucho menos a intentar cualquier cosa con Giyū y se atrevió a presionar el botón, escuchando el sonido del timbre pitar en sus oídos antes de escuchar unos pasos.
La puerta se abrió a sus ojos y toda seriedad fue reemplazada por nervios enormes debido a la presencia de Giyū, el mayor estaba con la puerta abierta y una sonrisa en el rostro.
—Hola, qué bueno que llegaste.— Dijo alegremente tomando del brazo a Obanai, invitándolo a pasar.— ¿Tuviste algún problema con tu madre?
Iguro se quedó un segundo callado, mirando el interior de la casa y después a Tomioka con vergüenza.
—Hola, n-no tuve ningún problema con mi madre.— Observo un lado de la pared mirando una foto colgada, adivinando que la pareja en ella eran los padres de Giyū.— ¿Dónde se-.?
—¡Oh, cierto! Soy un tonto.— Giyū soltó el brazo de Iguro dejando a este confundido y con las palabras en la boca.
El menor giró su rostro cuando dejó de observar la foto colgada y al mirar a la dirección de Giyū lo único que pudieron distinguir sus ojos fue el pequeño ramo de grandes flores.
Eran blancas con pétalos abundantes, el centro tintado de un suave color amarillo. Los tallos estaban envueltos en un papel de seda de color blanco con un pequeño lazo negro en el extremo.
Obanai reconoció a las flores como Crisantemos, parpadeó por la sorpresa que le causó la cercanía de esas flores y sintió su corazón latir, Giyū sostenía el ramo de flores a la altura de su cara rozando los pétalos en la mascarilla y unas partes de su piel.
—Tomioka, ¿qué-.?
—Son para tí.— Volvió a interrumpir.— P-Puedes tomarlas, víborita.
Iguro asintió avergonzadose, con su corazón bombeando sangre mucho más rápido que en cualquier otro momento y sus mejillas ardiendo como miles de soles.
Sus dedos temblaron cuando al intentar tomar el ramo rozó sus dedos con las manos contrarias y aunque ya las haya tomado antes está vez fue diferente, una pequeña descarga eléctrica se sintió y se obligó a alejarse para agarrar las flores de otro ángulo.
Miró con detenimiento las flores antes de atreverse a mirar a Giyū, avergonzado del acercamiento más osado de su amigo. Nunca pensó que Tomioka tuviese el valor de regalarle algo como eso sin siquiera saber que también es correspondido.
Ni siquiera Iguro, quien descubrió por sus propios ojos que Giyū gusta de él, puede intentar regalarle algo sin parecer una tetera de nervios.
—¿Te gustan?— Indagó tímido, encogiéndose en si mismo pensando que tal vez no ha sido el momento para dárselas.— Quería agradecerte por ayudarme, dijiste que te gustaban las flores pero no sé si estás te gustan. Ni siquiera sé cómo se llaman, las elegí porque me hicieron pensar en tí.
Giyū se sintió como si nunca antes hubiese hablado tanto, con la boca seca y su corazón latiendo con fuerza, incapaz de mirar más de unos segundos el rostro incrédulo de Iguro.
Obanai se tomó unos segundos para dejar de enfocarse en el rostro lindo de Tomioka y su ultima oración, "me hicieron pensar en tí".
—Crisantemos.— Reveló tímido antes de parpadear un par de veces para salir de su propio trance, llamando a Tomioka a que lo mirara.— Son Crisantemos y-y me gustan. Mucho.— Aquello último lo acentuó con la forma en la que abrazo el ramo más a él.— Muchas gracias, Tomioka; son muy lindas.
El rostro de Giyū se iluminó otra vez acercándose, sonriendo y agradeciendo que le gustarán las flores. Ahora sí el mayor volvió a tomar el brazo de Iguro para invitarlo a ir a la sala y dejar de estar en el pasillo de entrada.
Obanai fue incapaz de prestarle la suficiente atención a Tomioka porque aún se encontraba algo distraído por el regalo, mirando las flores más tiempo del que quisiera.
En realidad a Iguro no le gustaban mucho esas flores, las consideraba muy pomposas y extravagantes pero ahora puede decir que son sus favoritas.
Va a llenar su jardín de estás cuando vuelva a casa.
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